Las mujeres y el liderazgo

Dos olas históricas de lucha feminista, la primera desde mediados del siglo XIX hasta mediados de los años 30 del siglo XX; la segunda desde los años sesenta hasta los ochenta del siglo XX, nos traen hasta el momento actual. Las mujeres siguen luchando en lo que, más que una ola, se ha convertido en un mar bravo, con movimiento y avance constante. De esta manera, van conquistando hitos y lugares donde antes no tenían cabida.

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Uno de esos lugares son los puestos directivos y de responsabilidad de las empresas. Las mujeres están llegando cada vez más alto en la jerarquía de las empresas, pero, a muchas de ellas, esto les está costando una gran revolución en su autoconcepto y confianza. Y es que no son pocas las que  se plantean: ¿Seré capaz de cumplir las expectativas? ¿Me van a tomar en serio? ¿Voy a saber defender mi posición?

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Cada vez  más consultas acuden a nuestra consulta mujeres válidas, inteligentes, formadas, con experiencia y carisma que se sienten inseguras en sus roles de liderazgo. Y, en ocasiones, incapaces de ejercerlo. Esto les hace vivir sus ascensos con gran ansiedad, errar en sus primeros pasos y crear una ruptura con las actitudes y acciones que les llevaron a ese puesto.

Esta inseguridad esconde un gran peligro que puede llevar a deshacer el camino andado. Este peligro radica en que la respuesta a estas preguntas sea una imitación de los roles masculinos, de los modus operandi que han caracterizado a esos puestos durante tantos años, creándonos máscaras, alejándonos de nuestra esencia y viviendo cada paso desde la inseguridad.

Por eso, es tan importante que esta oleada feminista esté marcada por el empoderamiento de cada persona, por el objetivo de conquistar hitos desde nuestros dones, y poniendo nuestra esencia en cada cosa que hacemos. Eso sería conseguir la liberación de los roles de género, romper con las comparativas, con los miedos y las máscaras. Y desde ahí, podríamos valorar el aporte de cada persona a cada puesto, y no tanto su capacidad para adaptarse a roles prefijados. 

Hagamos valer el estilo asertivo, la empatía, el compañerismo y todas las habilidades que podamos aportar, confiando en la importancia de instaurarlas en los entornos de trabajo, alejándonos de la amenaza de roles rígidos ligados a los cargos de responsabilidad y directivos, que no favorecen a ninguno de los géneros. 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga

Grupo Crece

Los peligros y ventajas del WhatsApp en los menores. 10 pautas que debes tener en cuenta.

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Mediante este servicio de mensajería nuestros hijos e hijas pueden hablar, intercambiar archivos de todo tipo (predominan las fotografías), aclarar cosas de los deberes o de actividades del colegio, e incluso organizar eventos (fiestas de cumpleaños, salidas con los amigos, trabajos en grupo, etc.).

Se configura como una auténtica red social que requiere una vigilancia aún más exhaustiva por parte de los padres y madres, por este motivo, vuestro control es imprescindible. Lo ideal  sería esperar un poco más para que vuestro hijo o hija dispusiera de esta aplicación, es más, las propias condiciones o términos de servicio de WhatsApp indican los 16 años como edad autorizada para su uso (los menores de esta edad requieren consentimiento legal de sus padres/madres o tutores/as).

No obstante, cuando decidamos que nuestro hijo o hija la tenga, lo primero que tenemos que hacer al instalarla en su móvil es configurarla para que tenga la mayor seguridad posible. Y, a partir de ahí, concienciarnos de que tendremos que ejercer una vigilancia constante y profunda.

Debéis establecer con vuestro hijo o hija la condición de que vosotros accederéis a ella para revisar sus conversaciones, y la norma de que os tiene que enseñar cualquier cosa que intercambie e insistidle de nuevo en lo fundamental de proteger su intimidad, y de no hacer daño a nadie al manejar e intercambiar información. Estos valores adquieren mayor relevancia cuando se trata de conectividad móvil.

Además, restringir lo máximo posible el uso de WhatsApp es muy importante porque es una aplicación especialmente adictiva que puede hacer que vuestro hijo o hija esté pegado/a a su móvil todo el día. Por ello, en este caso son más necesarios aún los límites y todas esas normas de uso racional que hemos establecido para las llamadas o el resto de acciones llevadas a cabo con el teléfono. Pautar con ellos o ellas un uso limitado de tiempo al día  y que quede por escrito a modo de contrato es una buena forma de aumentar y mantener el compromiso. Como todo, el WhatsApp bien utilizado no tiene por qué ser negativo.

Por supuesto, bajo todo esto subyace de nuevo la relación de confianzaque debéis construir desde el principio con vuestro hijo o hija  a la hora de enseñarle a usar correctamente el teléfono móvil.

Os recomendamos las siguientes pautas para explicarles a vuestros hijos e hijas y disfrutar de esta app de forma sana y responsable.

1.    No compartas tu número con extraños

Tu número telefónico es una información valiosa, no permitas que otros compartan tu número o tu contacto en grupos de WhatsApp o lo envíen a otras personas. No compartas tu número con extraños, jamás sabrás realmente con quién estás hablando.

2.    Configura la privacidad de WhatsApp

Recuerda que tienes la opción de quién puede ver el horario de tu última conexión, foto de perfil y estado. También podrás desactivar la confirmación de lectura en caso de que tengas contactos ansiosos por una respuesta.

3.    No tengas miedo en bloquear

Puede que alguien te esté molestando, en WhatsApp existe la posibilidad de bloquear contactos a fin de que dejen de enviarte mensajes. Del mismo modo, tampoco podrás enviar mensajes a los contactos bloqueados.

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4.    Respeta a los demás

No escribas fuera del horario adecuado, muchos no desactivan las notificaciones y pueden ser molestas. Tampoco ofendas ni compartas contenidos inadecuados.

5.    Cuidado con lo que compartís

Cualquier persona que reciba tus fotografías, audios o videos  puede volver a compartir con sus contactos, incluso subirla a Facebook, Twitter, YouTube, etc. Si pasara esto, ¿Cómo te sentirías? Piensa siempre en esto.

6.    Cuida tu reputación en los grupos de WhatsApp

No compartas contenido poco interesante ni actualices en todo momento. Muchos no están pendientes de la conversación y podría ser complicado seguirla. Es importante no acaparar las conversaciones ni hacerse más presente llenando al grupo de contenidos que puedan saturar el chat.

7.    Recuerda que WhatsApp no elimina tu historial de Chat

WhatsApp advierte que no elimina tus chats, podrás eliminarlo de tu dispositivo pero podrás restablecerlo en cualquier momento porque WhatsApp no los elimina. Es por ello que tienes que pensar bien lo que escribes para prevenir problemas: “lo que se escribe se lee y no se lo lleva el viento”.

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8.     Las publicaciones privadas deben mantenerse así

No caigas en las prácticas de reenviar contenidos o hacer print de pantalla para compartir con terceros. La conversación es solo para ti y la otra persona, no pierdas su confianza ni la expongas.

9.     Establece otras vías de comunicación

WhatsApp no es la primera ni será la última vía de comunicación. Desconéctate de vez en cuando, haz llamadas o fija un encuentro con tus amigos y familiares, WhatsApp no puede suplir estos momentos memorables.

10.  La regla de oro: NUNCA, NUNCA DISCUTAS POR WHATSAPP!!!

A través de un mensaje escrito no existe el tono emocional, desconocemos el lenguaje no verbal, no sabemos en qué estado está el otro y no tenemos suficiente información sobre el grado de veracidad del mensaje, tampoco si lo está escribiendo él o ella (puede haber alguien asesorándole sobre qué decir en la discusión, incluso un adulto). Cuidado con esto: las discusiones deben ser siempre en persona y por supuesto manteniendo el respeto en todo momento. Si alguien te envía un mensaje ofensivo, no contestes e inmediatamente habla con nosotros, no entres “al trapo” nunca.

Como madres y padres procurad estar siempre lo mejor informados posible y manejar más o menos bien la tecnología móvil. Es la única forma de acompañar al hijo o hija correctamente en este proceso, y no quedaros atrás. Ante cualquier duda o problema, buscad ayuda. Hoy por hoy existen muchas entidades que se ocupan de formar y de dar pautas a las madres y padres para mejorar la educación en estos ámbitos.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga educativa y familiar

Grupo Crece

Las rabietas en los niños. Qué son y para qué sirven.

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El ser humano es una de las especies más indefensas en su nacimiento. Desde que nacemos, los bebés caminan cada día hacia su independencia, como instinto de supervivencia: aprenden cada día habilidades que les capaciten para valerse por ellos mismos. En este desarrollo, los niños van adquiriendo nuevas habilidades, aunque cuentan con algunas desde su nacimiento, la más importante: el llanto.

Durante el desarrollo de nuestros hijos el llanto tiene diferentes funciones. En los primeros dos años de vida, la función de comunicar el malestar y los aspectos que ponen en peligro su supervivencia. A partir de los dos años, comunicar sus preferencias, y defenderse de lo que ellos perciben como ataques a su independencia.

Las rabietas son el mecanismo de comunicación que tienen los niños de autoafirmarse, de trasmitirnos que ya tienen un criterio, y que quieren guiarse por él, que quieren decidir.

El único problema para los niños es que esta autoafirmación les conlleva un conflicto emocional importante, ya que, por un lado, saben que quieren conseguir algo, pero por otro, como a los padres nos cuesta entender lo que les está pasando, tienen que enfrentarse a nuestro enfado. Que los padres no conectemos con el enfado ante las rabietas es porque tendemos a pensar que es una forma que tienen los hijos de rebeldía, que nos quieren tomar el pelo, y que el propósito es desobedecernos.

Esta situación, provoca en los niños una ambivalencia de sentimientos, que lejos de aminorar la emoción, la a crecenta, ya que el miedo entra en juego. El miedo a que nos enfademos, el miedo a ser castigados, el miedo a no merecerse cosas que ellos quieren.  Eso, nada más y nada menos, son las famosas rabietas: una lucha interior entre lo que los niños sienten que deben hacer por naturaleza, y una incomprensión de los padres hacia tales actos, que les provocan unos sentimientos ambivalentes y negativos.

Esa ofuscación entre querer una cosa, no entender lo que pasa y el rechazo paterno o materno, es la fuente de la mayoría de las rabietas. Por eso lo mejor es dejarle claro que, haga lo que haga, siempre le querremos y le comprenderemos, aunque a veces no estemos de acuerdo.

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Las rabietas son la  primera experiencia de asertividad, de defensa de nuestros deseos, de nuestras preferencias.   Es importante entender esta dimensión, y no quedarnos solo en el hecho de  que nuestro hijo o nuestra hija está llorando y gritando de manera desconsolada, para no mandar el mensaje “no puedes expresarte”.

Por lo tanto tenemos que entender que cuando nuestras hijas e hijos tienen rabietas su vivencia es la siguiente:

  1. Tienen una necesidad
  2. Necesitan sentirse legitimados a tener esa necesidad.
  3. Su intención es  egocéntrica. No quieren desesperarnos ni retarnos.
  4. Les asusta nuestra reacción.

Conocer estos aspectos y tenerlos en cuenta es la base para poder manejar nuestras propias emociones, con el fin de que su frustración no se nos contagie, generando una “rabieta familiar”. Al final, las rabietas tienen una función de diferenciación (los niños nos quieren expresar que tienen un criterio diferente), por lo que tenemos que aceptar el avance en esa diferenciación, asumiendo que la emoción y la frustración no es nuestra si no suya. De esta manera, podremos colocarnos en el lugar más protector para ellos, atendiendo su malestar, sin ceder, pero cuidándoles en su emoción.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga familiar e infanto-juvenil

Grupo Crece

Tengo pendiente una conversación difícil. ¿Cómo prepararla? Pasos 7 y 8 (últimos pasos)

 

Planifica tu enfoque:

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Quizá, si te planteas un preparación excesiva, en cualquier momento se puede desmontar por completo tu guión, ya que cualquier imprevisto puede hacer que aquello que tenías tan minuciosamente preparado, de repente deje de servir.  Además, la persona con la que interacciones tiene la capacidad de reaccionar o cambiarte el paso, no es una pared que vaya a responder a los puntos que a nosotros nos interesan, y como a nosotros nos convenga.

Por tanto, en lugar de un exceso de detalle, lo conveniente es tener una serie de ideas claras sobre lo que queremos abordar, y una estrategia sobre la forma de abordarlo. Esto, es especialmente importante en el momento de la apertura (es decir, el arranque de la conversación). En este punto, si puede ser interesante pensar las frases con las que pretendo arrancar, y las contestaciones a las primeras reacciones.

Imaginemos una situación de conversación difícil a nivel laboral. Supongamos que hemos seleccionado para esta conversación dos puntos fundamentales: los problemas de comunicación y mi rol en el equipo de trabajo. Podríamos entonces decidir estrategias de entrada como las siguientes:

Arranque: "María, hay dos cuestiones clave que me gustaría debatir hoy en la reunión, por las que llevo tiempo buscando un espacio. Tienen que ver con la comunicación entre el equipo y los roles establecidos. He observado ciertas situaciones que se podrían mejorar y tengo propuestas que me gustaría que fuesen debatidas".

Ante una posible evasiva: "Soy consciente de la cantidad de temas que hay pendientes, no obstante considero necesario e importante encontrar un espacio para estas cuestiones".

Selecciona un lugar y un contexto adecuado para abordarla

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Elegir el momento y contexto adecuado para la conversación que queremos plantear, puede tener una repercusión notable en el desarrollo y consecuencias de esta. Los momentos adecuados están relacionados también con los estados emocionales de quienes deben participar en ella. A parte de este, otro aspecto clave para determinar el momento y lugar adecuado, consiste en la disponibilidad de tiempo suficiente para mantener un intercambio de opiniones o puntos de vista mínimos, para que tenga algún éxito.

Unidos a estas dos cuestiones, también, hemos de considerar el lugar. Si la conversación requiere un entorno mínimamente tranquilo y exento de sorpresas, o si la conversación requiere de unas condiciones de confidencialidad.

Por tanto, finalmente sabremos si cumplimos con este punto si tenemos en cuenta las siguientes preguntas:

1. ¿Me encuentro yo, o la otra persona en un estado emocional propicio para abordar la conversación o reunión difícil?

2. ¿Dispondremos del tiempo suficiente, teniendo en cuenta el problema, para llegar a que se aborden los puntos o se resuelvan mínimamente los problemas?

3. ¿Qué entorno he elegido para tener esta conversación?, ¿es el adecuado para lo que quiero transmitir o necesito solucionar?

Los estados emocionales, como hemos comentado en alguno de los puntos anteriores, pueden complicar la transmisión o recepción de la información, llevando la interpretación a través de la emoción. En el caso de un compañero de equipo, tremendamente disgustado por el desarrollo de una reunión, que nos pide tener una charla inmediata sobre esta, y algunos asuntos con los que no está de acuerdo, concluiremos que el estado emocional no es el adecuado para abordar dicha conversación difícil, y tendremos que tratar de emplazarle a otro momento, eso sí, con tacto e inteligentemente. por ejemplo:

"Javier, entiendo que esta cuestión es importante para ti, y lamento de verdad que te sientas contrariado por lo que ha ocurrido hoy en la reunión. El tema que me comentas necesitamos hablarlo con más calma y en otro contexto, ya que merece una mayor dedicación. Me gustaría que entendieras esto."

Ya tienes las claves más importantes a la hora de preparar una conversación o reunión difícil. No obstante te recuerdo los puntos y te remito a leer los post anteriores por si te perdiste alguno de los artículos:

1. Analiza tu propia historia interna sobre la conversación

2.  Define claramente cuál es tu objetivo para esa conversación

3.  Ten claro previamente lo que te gustaría que la persona hiciera de manera específica

4.  Prepárate a nivel emocional

5.  Trata de anticiparte a las posibles reacciones de la persona con la que hablarás

6.  Piensa en fundamentos sólidos en los que vas a basar tus argumentos

7. Planifica tu enfoque

8.  Selecciona un contexto y lugar adecuado para abordarla

¡Valor... y mucha suerte!

 

Mindfoodness, o cómo la alimentación más consciente puede beneficiar la salud

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Si nos detenemos por un momento a pensar en la forma en que comemos, nos daremos cuenta de que comer se ha convertido en un trámite más. Es un comer automático, a veces incluso sin registrar lo que estamos introduciendo en nuestra boca, y la mayoría de ocasiones sin preguntarle a nuestro cuerpo si tiene hambre o deseos de comer.

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Si en nuestro hambre manda nuestra cabeza, la alimentación se convierte también en una ingesta por emociones. Comemos para saciar la angustia, ansiedad, tristeza…o incluso el aburrimiento.

¿Dónde ha quedado nuestro cuerpo, principal beneficiario y “necesitador fisiólogico” del alimento?

De unos años a esta parte, Mindfulness se ha convertido en un término esencial para hablar de la presencia en nuestras vidas. Vivir con atención plena, en el presente y sin juzgarlo,  lo que nos permite tomar mayor contacto con nuestra vida y vivirla plenamente.

Mindfoodness consiste en aplicar esa atención plena a la alimentación para desarrollar nuestra capacidad de prestar atención a lo que comemos.

Es importante aclarar que NO es una dieta en particular ni un recurso para perder peso. Al relacionarnos con los alimentos desde la consciencia aprendemos una manera de alimentarnos cuyo fin último es mejorar la forma en que comemos.

Mindfoodness nos ayuda a rescatar las señales internas de nuestro cuerpo que tenemos olvidadas. Señales que nos hablan de saciedad natural, de comer cuando hay hambre, es decir, por necesidad, y no ingerir por emociones o por factores externos que nos alteran.

Con Mindfoodness aprendemos una nueva relación con nosotros mismos:

1.     Promueve el autoconocimiento

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Simplemente el preguntarnos “¿qué necesita mi cuerpo ahora?” nos lleva a tenernos en cuenta y explorar nuestras necesidades, sin dejar a un lado el placer que nos brinda la comida.

2.     Promueve el autocontrol.

Lo que reduce los antojos, el comer por estímulos que nada tienen que ver con la necesidad fisiológica de ingerir alimentos, o ajustar las cantidades que comemos a las necesidades del cuerpo. Todo esto beneficia a nuestra dieta y es, por tanto, salud para nuestro organismo.

Al mejorar la relación con los alimentos y así, promover un comportamiento alimentario saludable, mindfoodness puede contribuir a la prevención de diferentes trastornos alimentarios, como concluye una investigación publicada en Eating Disorders.

En resumen, una alimentación más consciente puede evitar conductas nocivas al momento de comer que con el tiempo, perjudican la salud.

Os invitamos a que hagáis una prueba. Utilizad al menos 10 minutos para el ejercicio. Coged un alimento pequeño (un fruto seco, un cachito de fruta, etc) y comedlo con consciencia plena.

Haced uso de cada uno de vuestros sentidos en esta ingesta:

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  • Observa qué hay, que forma tiene lo que comes, cómo incide La Luz en cada zona del plato, las sombras, los colores.

  • Haz que penetre el olor por tus fosas nasales, descubre aromas diferentes;

  • Pasa el alimento por tus dedos, percibe la textura, quizás cuando des el primer bocado puedas conectar con el tacto a través de la lengua;

  • Acerca tu oreja al alimento, aplástalo o rózalo con tus dedos¿ a que suena lo que vas a comer?;

  • Pon un poco de comida en la boca, sin tragar, dejando que el sabor se esparza por ella, da un mordisco sintiendo la explosión de sabor, no tragues, frena el deseo de tragar que comienza a emerger , y sólo cuando no necesites tragar, hazlo.

¿ Cómo ha sido tu experiencia?

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga, terapeuta y experta en mindfulness

Grupo Crece

 

 

Cómo hablar de sexo con niños menores de 10 años

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Muchos padres se preguntan cómo pueden dar a sus hijos una buena educación sexual cuando ellos no la han recibido. Abordar este tema con los niños puede resultar complicado y es necesario encontrar el camino y la manera de poder hacerlo de forma natural. La educación sexual no es únicamente dar información sobre los órganos sexuales, la reproducción o los anticonceptivos, sino que es hablar también de comunicación, de afectividad, de responsabilidad y de placer. 

A los niños y niñas se les puede explicar que la sexualidad es una de las formas que tenemos las personas para comunicarnos, darnos cariño y placer, y divertirnos juntas. Como padres y como madres tenemos que saber, que sexos hay dos, hombre y mujer, pero hay muchas maneras de construirse como hombre y como mujer. Para hacer educación sexual de calidad desde el papel de la familia no hay que ser sexólogos o sexólogas. Nos pasa que no somos expertos en nutrición, seguridad vial, economía, sin embargo sabemos que no es algo que sea ajeno y podemos aportar nuestra experiencia y conocimiento. 

¿En qué nos equivocamos los padres y madres a la hora de hablar de sexualidad con los hijos e hijas?

El principal error que pueden cometer los padres y madres es interpretar con ojos de adulto las manifestaciones infantiles de la sexualidad.

La sexualidad infantil está poco diferenciada y poco organizada con relación a la de la persona adulta. No hay unas sensaciones estrictamente eróticas como en la persona adulta. Ni es una sexualidad centrada en lo genital y en la procreación, por supuesto. Como es lógico, si no parecen claros los deseos, mucho menos la posible orientación de éstos. 

Otro error es hablarles de forma ambigua, esquiva y poco clara. Es importante que nuestro lenguaje sea más directo y concreto para que ellos no perciban que evitamos el tema como si fuese algo prohibido o perjudicial.

Lenguaje no verbal poco adecuado: explicarles cualquier cosa sobre sexualidad desde gestos y expresión corporal confusa, con matices ansiosos, inseguros y/o que denote que nos escandalizamos.

Es bueno partir admitiendo que las principales causas del miedo y la resistencia a hablar de sexo con los hijos e hijas son los temores personales. El padre y la madre se encuentran en una situación en la que perciben la propia desinformación, dudan incluso sobre qué es en realidad la educación sexual y para qué sirve, se enfrentan a ideas erróneas e incluso falsas, y a la influencia de los medios de comunicación, que conduce muchas veces a tener una imagen distorsionada de la relación paterno filial. Por eso es tan importante conocerse previamente uno mismo y, si es necesario, realizar un ejercicio de autoformación.

 

 ¿Cómo hablar con ellos?

Hay que escuchar con mucha atención e interés todas las preguntas que sobre sexualidad nos hagan los niños/as y responderlas sobre la marcha con palabras sencillas, pero, sobre todo,  intentando decirles lo que realmente sabemos, lo que nos parece que más se acerca a la verdad.

En relación a este tipo de preguntas, hay que tener en cuenta estos criterios:

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1.   Explicarles de forma sencilla, en palabras que puedan entender, con vocabulario popular (si no expresa sexismo, es agresivo o malsonante) en la familia con los más pequeños. Poco a poco iremos introduciendo otro vocabulario más técnico, lo que sepamos, con interés y sinceridad.  El vocabulario popular y técnico pueden coexistir y favorecer el realismo de las respuestas. No hay que ocultarles información ni adulterarla. La actitud de “decirle la verdad” es lo más importante.

2.   Tomarse muy en serio las preguntas, aunque podamos darles después una visión alegre y positiva a las respuestas sobre la sexualidad.  Por ejemplo:

Hablar positivamente del hecho de ser niño o niña, de forma que se queden satisfechos con su identidad. No comparar a los niños y las niñas atribuyendo ventajas a uno u otra, sino dar una visión positiva de las dos identidades.

Indicar que los padres tienen hijos porque se quieren y lo desean, que están encantados con el embarazo y que el parto, aunque cuesta, es una gran alegría.

Dar una visión positiva de los cambios puberales incluida la menstruación, diciéndoles que se demuestra que su desarrollo ha ido bien, les hace mayores, etc.

Decirles que las conductas sexuales (besos en la boca, por ejemplo) las hacen los adultos porque les gusta, la desean, se lo pasan bien y se expresan cariño.

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3.     Podemos usar algunos libros con dibujos o algunos cuentos para explicarles estas cosas. También, si estamos de forma natural desnudos delante de los hijos e hijas, podemos usar nuestro propio cuerpo para enseñarles las diferencias entre hombres y mujeres.

4.      Dejarles claro que los chicos y las chicas pueden ser lo que quieran y que no debe haber desigualdades entre los hombres y las mujeres. Debemos ser flexibles e igualitarios en nuestra vida real.

5.   Responderles a sus preguntas con naturalidad, al menos intentarlo aunque nos resulte muy difícil y volvamos hablar del tema más tarde. Las preguntas son muy diversas, muchas de ellas bien difíciles de explicar  para los padres y madres e incluso para los profesionales. Pero lo importante es intentar decirles lo que sabemos, incluso se les puede decir que no lo sabemos bien.

6.      No buscar respuestas enrevesadas o respuestas complejas. Es normal que no lo entiendan del todo, y se les puede también decir: “ya lo entenderás cuando seas mayor, son cosas buenas que hacemos los mayores cuando nos queremos, nos gusta, etc.”.

7.   Puede responderse delante de menores de diferente edad, porque no hay que dosificar la información, sino adaptar la respuesta al que pregunta. Los demás que están presentes podrán hacer nuevas preguntas si lo desean.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga

Grupo Crece

 

 

Tengo pendiente una conversación difícil: cómo prepararla. Pasos 4, 5 y 6

Vamos avanzando en los tips más importantes para preparar esa conversación difícil que tanto nos angustia. Como recordaréis, en post anteriores, explicamos las claves para analizar nuestra propia historia interna, aprendimos a clarificar adecuadamente nuestro objetivo y visualizamos lo que nos gustaría que esa persona cambiara o hiciera.

Hoy vamos a hablar de otras tres cuestiones importantes: la preparación emocional previa, la anticipación de las posibles reacciones y la búsqueda de argumentación sólida.

Prepárate a nivel emocional

Gestionar esta conversación difícil requiere tener nuestras emociones templadas. Las emociones no solo son fuente de información sobre nuestro estado o sobre cómo nos afectan las cosas, también orientan y guían nuestro comportamiento. Una emoción de enfado intenso nos puede llevar a defendernos de forma agresiva, así como una gran tristeza nos llevará probablemente a asumir cuestiones que en el fondo no asumiríamos. Ni que tiene que decir, que una situación de exceso nerviosismo o ansiedad, nos va a llevar a querer resolver los problemas probablemente de forma precipitada y desde la angustia. Por tanto, la conclusión es gestionar las emociones previamente, con el objeto de estar lo más templados posible.

La clave para afrontar bien esta tarea, radica en el conocimiento y la comprensión de nuestras emociones, lo que englobaría la capacidad para percibirlas y comprenderlas.

Te propongo el siguiente ejercicio mediante estos pasos:

1. Piensa en la situación de conflicto y trata de buscar al menos dos o tres emociones que te susciten esta situación.

2. Busca las emociones básicas que emanan de estos sentimientos (por ejemplo, si me ha venido una gran decepción, este sentimiento estará relacionado con la tristeza, o si es un gran nerviosismo o ansiedad, el sentimiento nos está informando que la emoción básica activada es el miedo).

3. Establece un diálogo con estas emociones básicas y pregúntales por qué están apareciendo y que te den su explicación.

¿Por qué siento miedo?, ¿qué es lo que me enfada?, ¿por qué me entristece esta situación?, ¿qué parte de mi esencia o valores están siendo dañados opuestos en peligro?.

La respuesta a estas cuestiones será conveniente que las anotes de algún modo, esto te hará situarte como observador externo a ellas cuando lo puedas leer y analizar desde una perspectiva externa. La clave aquí no está en resolver la situación ni pensar en una estrategia, sino en testarme y comprenderme.

4. Una vez que tenga clara las emociones y el origen de su aparición, vamos a plantearnos la siguiente pregunta: ¿qué quiero hacer con ellas con respecto a esta conversación que estoy preparando?.

Quizá decida expresarlas, omitirlas en cierto grado, plantearlas abiertamente, o sencillamente aceptarlas o tratar de distraerme de ellas si me parecen excesivas o que están siendo claramente autogeneradas. Todo dependerá de la situación particular en la que me halle.

Anticípate a las posibles reacciones de la persona a quien va dirigida

Este paso pretende evitar sorpresas y estar completamente preparados para afrontar la situación, independientemente del curso en que se desarrollen los acontecimientos.

En el ejercicio que te propongo aquí, se trata de estudiar a nuestro interlocutor. ¿Cómo suele comportarse?, ¿ante qué circunstancias reacciona?, ¿qué espera de mi?, ¿qué estilo comunicativo presenta normalmente?...

De esta manera podemos establecer un plan, en función de las dos o tres reacciones o respuestas distintas que nos pueda plantear (por ejemplo incredulidad, agresividad o comprensión) y trazar una estrategia ante estas posibles reacciones.

Si anticipamos que nuestra conversación no va a ser bien recibida, podemos decidir adoptar una posición comprensiva, empatizar con la persona e insistir con calidez pero con contundencia, teniendo claro nuestro objetivo. Sin embargo, si su reacción es más pasiva, o adopta una posición victimista, podemos preparar una estrategia en la que explicaremos claramente que no buscamos atacar, sino que es muy importante para nosotros resolver unas cuestiones que son personales, pero que atañen a esta persona de alguna manera, y que esta conversación en ningún momento pretende culpar o desvalorar a esta persona.

Piensa fundamentos sólidos en los que basar tus argumentos

Nuestra petición de cambio, límite, crítica o búsqueda de soluciones, se puede ver altamente afectada ante la resistencia de nuestro interlocutor, si carecemos de argumentos de peso a la hora de defenderlos.

Es necesario pues, encontrar hechos objetivos, independientemente y separados de las emociones que nos generen, que están complicando aquella cuestión importante para nosotros y nos impiden nuestros objetivos.

Ejemplo:

Si queremos pedir un cambio de actitud, a un compañero que está retrasando nuestro trabajo conjunto, por dedicarle un tiempo insuficiente o no darle el marco adecuado, necesitamos tener claros los momentos en los que hace esto y cómo nos repercute. Podríamos entonces pensar en argumentos como:

  • Días de la semana en que el trabajo se retrasa al hacerlo a última hora

  • Conversaciones concretas habladas o por correo electrónico en que, se llegan a acuerdos que, finalmente no se han cumplido o solo se están cumpliendo parcialmente

  • Llamadas de atención de algún superior ante el trabajo retrasado

  • Situaciones concretas en las que, ante la petición de adelantar trabajo, la respuesta ha sido negativa o se ha contestado con una evasiva ("lo vemos luego")

  • Repercusiones que han tenido para nosotros estas cuestiones a nivel laboral (llamadas de atención, acumulación en día estresantes, errores de entrega...)

Es muy importante tomar conciencia que, hacer acopio de estos argumentos, no suponen un arma para "vomitarla" directamente sobre la persona y generar un efecto nocivo de "gano-pierdes". Consiste, básicamente, en tener un apoyo para pedir un cambio (como es en el caso de este ejemplo), y no necesariamente han de expresarse todos y siempre, ya que la actitud del receptor puede ser positiva y no ser necesario para conseguir la mejora.

Ya estamos más cerca de preparar al 100% nuestra conversación difícil.

Próximos pasos aquí.

¡A entrenar se ha dicho!

 

Alberto López Viñau

Psicólogo y coach

Grupo Crece

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El precio de la libertad

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Desde que nacemos, el ser humano camina de manera directa hacia la búsqueda y conquista de la libertad. El niño pequeño comienza a andar, para tener libertad y poder de decisión sobre sus destinos, los adolescentes luchan por autoafirmarse en su capacidad de elección, buscando conquistar el estatus de "personas libres". Sin embargo, parece que la libertad es algo idealizado que, al conocerse, nos hace recular en nuestro avance por su conquista, como si no hubiese cumplido nuestras expectativas. Y es que la libertad lleva aparejado un concepto del que no somos tan amigos: la responsabilidad. 

En un mundo lleno de opciones, en el que los dogmas y las verdades absolutas cada vez ocupan menos espacio, la libertad de elección impera, haciendo que la responsabilidad tome un papel protagonista. Responsabilidad para elegir entre el abanico de opciones que se despliega ante nosotros en cada decisión, responsabilidad para aceptar el rechazo que cada elección conlleva, y responsabilidad para elegir hasta cuándo nos mantenemos en esa decisión. Y el más difícil todavía: responsabilidad para aceptar que nos hemos equivocado.

El mecanismo antagónico de la responsabilidad es la queja. La queja es el mecanismo que delega las situaciones en los demás. "Mi pareja está hecha un muermo, no me
propone nunca planes", "mi compañero es un vago", "mis amigas ya no están en la misma onda que yo"... Quejarse en una justa medida, es sano, ya que nos ayuda a canalizar la frustración, a tomar conciencia de las cosas que no nos están gustando con el objetivo de movilizarnos hacia una resolución. Sin embargo,  instaurarse en la queja en cualquier aspecto de nuestras vidas es una manera de tirar la toalla, de no responsabilizarnos de tomar decisiones en el sentido que necesitemos, tomando un rol pasivo respecto a nuestro bienestar y felicidad. Instaurarse en la queja implica afinar mi mirada ante lo que, según mi criterio, no funciona, convirtiéndonos en jueces de una realidad que no se altera al ser juzgada.

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De este modo, somos libres y responsables de elegir las opciones que sean más acordes a nuestras necesidades, objetivos y valores. Somos libres y responsables de poner en marcha los mecanismos necesarios para nuestras opciones elegidas. Y somos libres y responsables de detectar cuando esa opción ya no nos está sirviendo, y tenemos que volver a elegir.

Conectar con nuestra libertad, tomar conciencia de hasta qué punto nos  estamos responsabilizando de nuestra vida, es necesario para empoderarnos y para conocernos. Es posible que veamos que nuestra vida es el resultado de una serie de elecciones libres, pero también podemos darnos cuenta de que la libertad no es la piedra angular que guía nuestro camino.

¿Qué cosas nos dificultan el ejercicio de la libertad?


1. El miedo al fracaso:

Preferimos estar mal "por culpa de otros" que intentar estar bien y que no nos salga bien. 

2. Idealismo:

Pensar que lo que elijamos tiene que ser la opción perfecta nos impide tomar la mayor parte de decisiones en nuestra vida, que estarán marcadas por opciones que tiene partes positivas y partes negativas. Esto nos estanca en la indecisión y nos lleva a delegar en los demás la toma de decisiones y perder oportunidades por el hecho de no valorarlas.


3. Baja tolerancia a la frustración:

En cuanto vemos que nuestras elecciones no nos están dando los frutos esperados, damos marcha atrás, sin comprometernos con nuestras decisiones, volviendo a estándares que nos quiten responsabilidad.


La responsabilidad es un precio alto que hay que pagar para ejercer nuestra libertad. Pero más alto es el precio de vivir una vida sin decidir libremente y estando instaurados en la queja.  Y vosotros.

¿Qué elegís?

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

8 Trucos para estimular a los bebés desde el nacimiento

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Los niños están llenos de capacidades en potencia que tienen que desarrollarse en un momento determinado. Cuando estamos con nuestros hijos e hijas podemos simplemente dejar pasar el tiempo o estimular sus capacidades. Proponemos la segunda opción, y vamos a explicar cómo hacerlo a través de rutinas o mediante actividades lúdicas.

Cuando los padres y madres de plantean estimular a sus hijos e hijas han de saber, en primer lugar,  que lo que hagan será decisivo para su desarrollo. Tienen que seguir sus pautas evolutivas, y para ello, aunque la edad les servirá de guía, hay que tener en cuenta que cada  niño es diferente.

A la hora de estimularle, no se trata de dominarle sino de trabajar y jugar sin imponerse. Le estamos dando su tiempo, que es distinto al nuestro.

Se trata de ser creativos e utilizar la imaginación. Cuando padres y madres disfrutan con sus hijos e hijas, y les resulta divertido y placentero, seguro que están alcanzando el objetivo.

¿Qué materiales se pueden usar para estimular?

La voz, el canto, el baile y los movimientos…nuestros propios recursos. Cuando usamos estos materiales estamos en contacto íntimo con nuestro bebé y le proporcionamos seguridad emocional.

El niño o niña es muy sensible a:

  • Los diferentes tonos de voz: alegre, triste, firme…
  • Nuestras manifestaciones de cariño: sonrisas, risas, besos, caricias, abrazos…
  • Las diferentes expresiones faciales: muecas, gestos…
  • La música.
  • La expresión corporal, el baile y los movimientos.

¿Qué juegos o ejercicios pueden facilitar las capacidades de nuestro bebé?

El  paseo: cada vez que sacamos a pasear a nuestro bebé le estamos ofreciendo una gran variedad de experiencias nuevas. Sonidos, colores olores, la calle con personas y objetos en movimiento, gente que pasa y le sonríe, los niños que se acercan, animales, árboles, etc. Aparte de la estimulación sensorial que recibe (visual, auditiva, olfativa, térmica…) en el paseo se desarrollan sus relaciones sociales (vecinos, amigas, dependiente de la tienda), todos le saludan, le hablan, le llaman por su nombre…

  • El baño: es una situación  ideal para jugar, tocarle, acariciarle, cantarle, masajearle, etc. Es un momento muy placentero y divertido para ambos. También se trata de una actividad idónea para conocer y nombrar las partes de su cuerpo.
  • La natación: los niños y niñas pueden aprender a nadar muy pronto. El líquido es su medio natural hasta el nacimiento y, en cuanto se familiaricen con el agua, disfrutarán mucho. El contacto con el agua debe ser paulatino. Si estamos en la playa, es aconsejable que primero juegue con la pala y el cubo en la orilla, sin insistir ni forzarle. Otro día podemos entrar en el agua con él en brazos, así paulatinamente. Aprovechemos los cursos de natación para bebés y apuntémonos con él.
  • En la comida: mientras se alimenta, le estimulamos con nuestra voz, le hablamos con diferentes tonos, le cantamos. Más adelante, al introducir en su dieta nuevos alimentos se los  nombramos: “Mmmmm…. Qué rico el plátano! Está dulce…”. Dejemos que meta las manos en el plato, que se lleve el alimento a la boca, ya usará la cuchara más adelante.
  • A la hora de vestirle: nombrarle la ropa y para qué sirve, dónde se pone, en qué parte del cuerpo, que toque las texturas… Enseñarle a vestirle requiere tiempo y paciencia pero no hay que dejar de estimularle desde muy pequeño. En cuanto sea posible hay que procurarle autonomía y dejarle practicar.
  • Cambio de pañales: Otro de los momentos que podemos convertirlo en actividad lúdica. Mientras se le desnuda y se le limpia, se le puede hablar y cantar. También podemos nombrarle las partes de su cuerpo. Antes de colocarle el pañal nuevo le damos masajes en las piernas y en la tripita. Podemos colgar un móvil encima del cambiador y ofrecerle algún juguete para que se entretenga.
  • A la hora de dormir: al llevarle a la cuna le cantamos nanas en voz baja o le contamos un cuento.  Algunos niños prefieren dormir abrazados a un juguete, peluche o almohadita, estos objetos les hace sentirse más seguros.
  • En su habitación: No sobrecargarla de peluches y adornos, esto es contraproducente ya que provoca un exceso de estimulación.  Intentemos decorar con pocas cosas y siempre con lo adecuado para su edad. Cada cierto tiempo se puede variar algo en la decoración y poner al alcance del niño (de su vista y de su mano), de nuevo un juguete adecuado a su nivel de desarrollo. Podemos colgar algún cuadro a la altura del campo de visión del niño, así como paneles de corcho donde pueda poner láminas de cuentos fotografías o dibujos.

En resumen: al estimular, los padres y madres establecen un vínculo emocional con el niño o niña que beneficia a las dos partes, así van conociéndose mejor. El niño o niña a su vez, va adquiriendo las distintas capacidades cognitivas, motoras, emocionales y sociales.

Susana Paniagua

Psicóloga

Grupo Crece