Terapia familiar. Una perspectiva sistemica.

Os hablaremos en este post de la terapia familiar desde una perspectiva sitémica ya que la familia en sí misma es un sistema.

“El que es bueno en familia es también buen ciudadano.” Sófocles.

"La familia es el lugar principal del crecimiento de cada uno, pues, a través
 de ella, el ser humano se abre a la vida y a esa exigencia natural
de relacionarse con los otros."  San Francisco

La familia es, sin duda, la institución más antigua. A pesar de los múltiples cambios socioculturales que ha vivido nuestra especie desde su aparición, el grupo familiar se ha mantenido a lo largo del tiempo, como la célula básica de la sociedad. Esto implica que el concepto de familia y la vivencia que cada individuo posee de ella son factores determinantes en nuestro desarrollo como personas.

La familia desempeña un papel protagonista en la educación y el desarrollo de los niños y las niñas. Es el primer entorno social en el que los pequeños y las pequeñas comienzan a desarrollar capacidades de todo tipo, desde las emocionales a las intelectuales, pasando por las habilidades para relacionarse con los demás y una innumerable lista de destrezas que definen al ser humano.

Los padres y las madres son para sus hijos e hijas las primeras y más sólidas figuras de referencia. Los progenitores son los encargados de transmitir su visión sobre el mundo, los valores, la moral y la cultura en la que se desenvuelven. Y son los primeros responsables en educar a sus hijos e hijas dentro de las normas y las formas de actuación comúnmente aceptadas por la sociedad, de las cuales son intérpretes. La tarea de los progenitores depende, pues, de dos variables fundamentales: en primer lugar, su capacidad para modelar el comportamiento de sus hijas e hijos; en segundo lugar, su capacidad para interpretar ellos mismos lo que la sociedad demanda de cada persona, y su capacidad para transmitirlo.

A la dificultad de la tarea que los padres y las madres tienen encomendada, se añaden otras variables, entre las cuales destaca el continuo proceso de cambio en el que actualmente vivimos. Esto es lo que convierte esta tarea en un auténtico reto. Pero no hay que olvidar que el correcto funcionamiento de las sociedades humanas depende en buena medida del éxito de los progenitores en llevar a cabo esa misión.

La familia se conforma como una red de relaciones que opera a nivel interno y a nivel externo. A nivel interno cobran relevancia las afinidades y diferencias ideológicas y personales entre los individuos que conforman la familia y la red de influencias mutuas que se generan entre ellos.

Uno de los primeros desafíos para cualquier menor es intuir qué lugar ocupa en la estructura familiar, cuáles son sus zonas de confort, de influencia y de responsabilidad. Y a nivel externo, la familia se comporta como un sistema social que interactúa con el medio y, por tanto, se ve influenciado por el entorno en el que se desenvuelve y por las oportunidades y obstáculos que este entorno le presenta.

Por otra parte, los miembros de la familia son a la vez miembros del grupo social en el que esa familia se inserta y, por tanto, sus experiencias personales operan también a dos niveles: interno y externo. Este hecho hace que las experiencias positivas o negativas que pueda tener cada miembro de la familia en su ámbito social se trasladen a la relación familiar. De este modo se teje una red de influencias multidireccional en la que lo interno a la estructura familiar influye sobre el exterior, el exterior influye sobre el sistema familiar, y cada miembro influye sobre los demás.

Hacer de estas influencias algo sanador, que ayude a la familia a afrontar los problemas, bien sean provocados por características externas al sistema o internas de él, es el principal objetivo de la Terapia Familiar.

Una familia funcional se caracteriza por cubrir las necesidades de sus miembros cumpliendo con sus cometidos de acogimiento, cuidado, apoyo, educación y socialización.

Es además capaz de afrontar las crisis y los cambios requeridos en cada momento y ante las demandas del medio, manteniéndose como grupo estructurado, comunicativo y con capacidad de adaptación. Los límites claros, las reglas flexibles y una jerarquía congruente son los pilares de una familia funcional.

Ayudar a las familias a fortalecer sus pilares, a encontrar el camino hacia la estabilidad del sistema y potenciar la funcionalidad del mismo son las luces que guían un proceso terapéutico en familia.

La terapia familiar trabajará sobre todos los aspectos que estén poniendo en peligro el bienestar del sistema y de cada uno de sus miembros, yendo al foco del problema, con independencia de que afecte a un miembro, un subsistema o el sistema en su conjunto. Aunque el objetivo es favorecer el bienestar de la familia en su conjunto, el motor que guiará toda intervención será garantizar el bienestar y la protección de los y las menores existentes en el sistema y favorecer un crecimiento saludable.

En la terapia familiar, el síntoma que pueda padecer uno de los miembros se muestra como una expresión de una dificultad que tiene el sistema completo. De esta manera, no se trabaja de manera única con la persona que expresa un dolor una dificultad, sino con el conjunto familiar en sus diversas combinaciones (todos juntos, unidad paternal-maternal, unidad filial, dos miembros en conflicto…)

Con este objetivo, la terapia familiar ofrece un espacio en el que la familia reconfigura sus relaciones y expresa sus necesidades en un entorno protegido. Esta reconfiguración suele estar basada en dos pilares:

1.      La configuración de la familia.

En muchas ocasiones, el malestar en la familia tiene que ver con un problema de estructura. Una familia en la que la configuración está mal gestionada, es una familia en la que los problemas afloran con mayor facilidad. De este modo, desde la terapia familiar se busca generar el desequilibro necesario entre madres/padres con sus hijas/hijos, con el fin de que cada miembro ocupe el lugar que le corresponde, con sus derechos y responsabilidades adheridos.

2.      El desarrollo de habilidades.

En muchas ocasiones, para conseguir una mejora en la situación familiar, necesitamos dotar a los miembros de habilidades de diferente índole: emocionales, de comunicación, parentales…

En base a estos dos pilares se ponen al servicio de la terapia una gran variedad de técnicas que hacen de cada sesión una oportunidad para trabajar los aspectos que dificultan el entendimiento y la convivencia de la familia.

El trabajo se realiza desde una alianza con el sistema familiar. Es muy importante que todos los miembros entiendan que el o la terapeuta no están a favor de unos o de otros, sino que está a favor del bienestar de la familia, y que con ese objetivo, alienta a fomentar o modificar actitudes y acciones. De este modo, es propio de la terapia familiar identificar la manera más adecuada de enfocar las sesiones con cada familia. Así, habrá familias que acudan

En conclusión, la terapia familiar es un espacio en el que las fuerzas se suman por un objetivo común: mejorar el bienestar de las personas.

Crisis por covid-19: qué cosas podemos hacer en casa con los hijos mientras dure el aislamiento

De acuerdo con las decisiones tomadas por las autoridades respecto al Covid-19 y en pro de un bien común, todas las familias nos hemos visto obligadas a aislarnos en casa hasta nuevo aviso. Debemos ser responsables con respecto a esta pandemia y que prevalezca el bienestar y la salud de toda la ciudadanía.

A la espera que esta crisis pase, ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos e hijas a sobre llevar el aislamiento? ¿Cómo evitar los posibles conflictos, crisis de ansiedad, altos niveles de frustración y de agobio que supone estar encerrados en casa tantos días? Desde Grupo Crece os ofrecemos algunos consejos que pueden ayudaros:

1.      Seguir los mismos horarios a ser posible del cole: acostarse y levantarse a la misma hora (excepto los fines de semana). Es importante seguir una misma rutina en los horarios de sueño durante los días de diario tal y como hacían normalmente. Esto les ayudará a tener un orden en su descanso.

2.      Hacer que participen en las tareas de la casa: hacer su cama, poner y quitar la mesa, repartirse tareas de limpieza y orden de los espacios comunes, recoger ropa, cajones y juguetes, aprender a cocinar cosas sencillas, diseñar juntos el menú semanal…

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 3.      Controlar los tiempos de estudio y tareas escolares: ayudaría mucho ajustarse a su horario escolar real, respetando los recreos, hora de comer, tiempos de descanso entre materia y materia…

 4.      Hacer ejercicio físico juntos, bailar, practicar yoga y momentos de relajación en familia. Podemos ayudarnos de numerosos tutoriales, poner música o acudir a la creatividad. Es importante que tengan un desgaste físico de cara a seguir tonificando la musculatura y la función cardio respiratoria. Nos ayudará a todos y a todas a descansar mucho mejor, a mejorar el humor y a reactivarnos día a día.

 5.      Leer libros, cómics, teatro y acudir a la literatura clásica. Podemos crear nuestros propios cómics, cuentos e historias y crear nuestra propia mini biblioteca!

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 6.      Investigar sobre algún tema interesante de actualidad: ciencia, historia, arte, deportes… y crear vuestro propio documental!!

 7.      Recordar, revisar y ordenar fotos familiares: podría ser un buen momento para recordar a seres queridos, viajes, momentos divertidos fotografiados, etc.

 8.      Realizar otros retos creativos: hacer una maqueta, un mural en familia sobre el día a día con vuestras vivencias, manualidades más complejas. Ayudaros de tutoriales!

 9.      Por supuesto cine en familia con un buen bol de palomitas y un buen debate final sobre lo que nos ha parecido la película. Es un buen momento para trabajar la comunicación asertiva en familia y respetar la opinión del otro con empatía y mensajes yo!

 10.  Contaros chistes, reíros mucho, no habléis demasiado sobre el tema del coronavirus, sólo lo justo y necesario y evitad que accedan a las noticias de manera masiva y continua.

 Aprovechad para fortalecer el vínculo familiar y practicar el tiempo de calidad juntos. Puede ser un buen momento para conoceros más y disfrutaros de la manera más amorosa posible.

 Susana Paniagua Díaz

Psicóloga infantojuvenil y familiar

Grupo Crece

 

Los tipos de apego

El apego es algo que los psicólogos y psicólogas evaluamos en una psicoterapia, no sólo cuando atendemos a menores sino cuando atendemos a adultos. El tipo de apego que ha desarrollado una persona determina algunos elementos de sus relaciones personales y su nivel de autoestima y seguridad personal.

Recientemente, estuvimos debatiendo sobre la cuestión de los apegos en nuestra última sesión de Cine y Psicología. En esta ocasión con la excusa de la película “El indomable Will Hunting”, que nos permitió analizar la importancia de los vínculos seguros para superar emociones como el miedo al abandono.

Un apego seguro es aquel que te permite tener la certeza de que la persona te va a aceptar, escuchar, intentar ayudar, con la que puedes ser sincera, y que no te va a abandonar.

Las personas que no han podido en el pasado establecer este tipo de vínculos seguros, tienen muy condicionada su manera de formar afectos con los demás, por eso, es tan importante en terapia, enseñar a construir apegos sanos, y que el terapeuta se muestre como esa figura de apego seguro. Por eso, la película nos permitió ejemplificar y explicar estos conceptos y os la recomendamos si no la habéis visto.

Pasamos a explicar los tipos de apego y sus consecuencias, algo que hace años estudió la psicóloga Mary Ainsworth en el experimento de “La situación extraña”. Tanto ella como John Bowlby, son autores de referencia si se desea estudiar este concepto.

La situación extraña es un experimento que consiste en introducir a una madre con su hijo pequeño en una sala con juegos, y estudiar las interacciones que tiene el pequeño con ella durante este espacio de tiempo. Posteriormente, en la habitación entrará una persona extraña adulta que se sentará con la madre, más adelante la madre saldrá y se quedará el pequeño solo con la persona extraña y finalmente esta persona extraña abandonará la sala dejando al niño solo. La última parte del experimento consiste en el retorno de la madre a la habitación y se estudiará la forma de reaccionar del hijo. Durante cada una de las etapas se analiza como reacciona el menor a nivel conductual y emocional. Gracias a este experimento se establecieron los tipos de apego que describimos a continuación:

 

1.      Apego seguro (tipo B)

Es el apego más saludable. Nos sentimos validados emocionalmente y seguros ante nuestra persona de referencia. Si hemos establecido estos apegos en la infancia, será más probable que tengamos una autoestima más sana, una gestión emocional más equilibrada y mayor capacidad para construir relaciones seguras.

2.      Apego evitativo (tipo A)

Un apego en el que el menor aprende a que tendrá que sobrevivir solo en el mundo al no poder contar con sus cuidadores, además de entender que tendrá que vivir con un amor deficiente. En la edad adulta se favorecerá una personalidad evitativa a los vínculos afectivos más profundos, es más probable que se conviertan en personas frías, con dificultad a la hora de expresar sus sentimientos y una tendencia a la desconfianza, favoreciendo así un afrontamiento huidizo u hostil y defensivo.

3.      Apego ambivalente (tipo C)

Es un tipo de apego muy dañino. En este caso el vínculo es inconsistente o inapropiado, y por tanto se generan reacciones desajustadas a las situaciones (imaginemos una reacción de pasotismo ante una situación grave o una reacción desproporcionada a un detalle sin importancia). En la etapa adulta, este tipo de apego favorece personalidades marcadas por la inseguridad, exceso de autocrítica, autoestima dañada… la persona puede manejarse en las relaciones buscando un exceso de aprobación por el miedo a perder el afecto, generando así dependencias emocionales fuertes.

4.      Apego desorganizado (tipo D)

Tipo de apego que se establece en entornos altamente patológicos (agresividad, maltrato, abuso…). El menor queda metido en una trampa entre la supervivencia a este entorno, y la única existencia de estas figuras afectivas. En la etapa adulta, estas situaciones traumáticas pueden condicionar altamente la forma de relacionarse o vincularse a los demás, y dificultará por tanto el establecimiento de relaciones sanas, seguras y felices.  Existen miedos no resueltos, habilidades de gestión emocional que no se han podido aprender por el mero hecho de no haber sabido encajar o entender ciertas emociones, una autoestima muy dañada y muchas necesidades afectivas sin satisfacer.

 

Os planteamos la siguiente cuestión: ¿cómo os vinculáis a la gente de vuestro alrededor?, ¿sois capaces de establecer lazos afectivos sanos?

El niño/a tiene problemas con su profe en el cole

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A los niños y niñas les encanta aprender. Para ellos y ellas, aprender es tan natural como el respirar, absorben todo que sucede a su alrededor. Aprenden a través del juego, a través del comportamiento de otros y a través de experimentar ellos y ellas mismos/as. Definitivamente, ir al colegio, debería ser algo divertido y emocionante, un lugar seguro donde  encuentren muchas experiencias nuevas, muchos/as amigos/as y la oportunidad de dominar habilidades importantes para la vida (cognitivas, sociales y emocionales).

Pero a veces nuestro/a hijo/a tiene un/a profesor/a que no le gusta, no encaja con él/ella. Sea el profesor/a o no del agrado del niño/a, los padres y madres deben ayudarle a encontrar la forma de conseguir un buen rendimiento escolar al mismo tiempo que un buen clima emocional para su hijo/a.

Es importante también que determinen los límites y la magnitud del problema antes de sacar conclusiones extremas. No se puede forzar al niño o a la niña que le guste alguien, pero se le pueden enseñar herramientas que le ayuden a manejar sus propios sentimientos y que le sean de utilidad para mejorar la relación con su  profesor o profesora.

¿Cómo podemos ayudarle?

1.       ¿Existe realmente un problema? ¿Hay realmente hechos que induzcan a creer que hay un problema en clase?

A menos que la situación sea alarmante, se sugiere a los/las padres y madres que en principio escuchen las quejas del niño/a, que conecten con sus sentimientos y empaticen con él/ella. Después, averiguar si ha podido copiar los comentarios negativos que otros/as compañeros/as han hecho sobre el/la profesor/a. Sugerirle que es bueno dar una oportunidad antes de emitir un juicio. Si las quejas continúan, investigar si están realmente justificadas. También es muy importante validar los sentimientos del menor.

 

2.      Antes de apresurarse a “buscar culpables”, los padres y madres deben de concertar una entrevista con el/la profesor/a.

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Recordar que sólo se conoce una parte de la historia. Lo que se desea es averiguar si hay problemas, y si es así, identificarlos y solucionarlos.

 

3.      Durante esta entrevista evitar el ataque.

Escuchar activamente y de manera empática los métodos pedagógicos que utiliza en clase. Explicarle vuestra preocupación y el hecho de que los sentimientos negativos del niño/a pueden estar afectando a su rendimiento escolar.

 

4.      Si el/la profesor/a habla de problemas específicos existentes debemos:

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Tratar de ver cómo solucionarse, o solicitarle que trabaje con los padres y madres para ayudar al niño/a a superar esos sentimientos negativos de rechazo. Se debe prestar atención a los aspectos positivos, explicando al profesor/a cuáles son los puntos fuertes del  niño o la niña y sus intereses. Comentarle también cuáles son sus dificultades porque esta información le será de gran ayuda para establecer una buena relación y dirigir mejor al niño o a la niña. De manera similar, con un mejor conocimiento del profesor o profesora por parte de los padres y  madres, éstos podrán ayudar a su hijo/a a que entienda su profesor/a más fácilmente.

 

5.      Como medida extrema, si no funciona lo anterior, hablar con el/la jefe/a de estudios y en última instancia con el/la directora/a de cara a discutir las posibles alternativas o soluciones a este conflicto.

Probablemente las dificultades podrán superarse, aunque, en algunas ocasiones el/la niño/a puede cambiar de clase.

 

Recordar: para poder aprender, un niño o niña debe sentirse seguro y apreciado.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Mi hijo/a no quiere hacer los deberes y le cuesta estudiar ¿Como puedo ayudarle?

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El propósito de los deberes en casa es el refuerzo de lo que se ha aprendido durante el día y la ayuda para completar una tarea de forma independiente. Sin entrar en el debate “deberes sí o deberes no”,  lo que es cierto es  que en muchas ocasiones se les carga de un exceso de tareas que objetivamente hablando, saturan y estresan a nuestros/as hijos/as. Por este y otros motivos, muchos/as de ellos/as se desmotivan y se les hace cuesta arriba.

Requiere automotivación, disciplina y la habilidad necesaria para poder utilizar otras fuentes de estudio. Es una de las formas que tiene el/la niño/a de aprender por sí mismo/a pero tanto los deberes como el estudio en casa son cosas que se les obligan hacer aunque al niño/a no le gusten.

¿Cómo podemos ayudarles? ¿Cómo es posible hacer del estudio fuera del ambiente escolar una experiencia de aprendizaje positiva para el/la niño/a y al mismo tiempo, suavizar la tensión que esto produce en la familia?

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1.      Determinar lo que se solicita: es importante para los padres y madres saber qué se espera en el colegio, hacer planes sobre ello, ayudar al niño/a a organizarse y a realizar un plan de estudios para la semana. Ayudando desde la supervisión y el acompañamiento, evitando excesivo control y no actuando por él o ella. Podemos sugerirle ideas para organizarse, darle alternativas para ayudarle a decidir y escoger la más productiva. Actuar para facilitarles las cosas desde la supervisión y no desde el control. Animarles y motivarles desde el principio es algo fundamental para conseguir mejores resultados y aumentar su satisfacción y mejorar su actitud ante el estudio y las tareas.

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2.      Averiguar qué dificultades tiene vuestro/a hijo/a: cuando el/la niño/a no hacer los deberes o tiene problemas con los trabajos escolares, debemos descubrir qué problema puede estar teniendo. Comprender las razones que tiene el/la niño/a es fundamental para poder ayudarle. ¿Hay un tema específico que no quiere abordar? ¿Se trata de un problema cotidiano o sólo ocurre de manera ocasional? ¿Entiende bien lo que se le pide? ¿Se distrae fácilmente? ¿Se olvida de hacer el trabajo o llega a casa sin estar preparado/a para hacerlo? ¿Le resultan las materias demasiado difíciles? ¿Existen interferencias exteriores que imposibiliten la tarea?

 

3.      Modificar el horario y si es necesario rehacer el plan de estudios. Por ejemplo, estudiar en la mesa de la cocina en lugar de la habitación ya que en ésta se distrae demasiado, hacer los deberes más temprano para que no se acueste tan tarde y por ello esté tan agotado/a, empezar por lo que le cueste más para aprovechar su mayor rendimiento al inicio de la tarde y continuar con las tareas más fáciles para él o ella, etc.

 

4.      Utilizar hechos cotidianos para reforzar el estudio: para los/las niños/as que juegan cuando deberían estar haciendo los deberes, habría que utilizar las actividades divertidas para recompensar que hayan terminado de hacerlos. O se pueden alternar los periodos de trabajo y los de juego. Por ejemplo, una tarea, diez minutos de tiempo libre, otra tarea, otros diez minutos, y así sucesivamente.

 

5.      Hacer un gráfico del tiempo de estudio: establecer metas específicas para el tiempo empleado en estudiar, incrementando los periodos de estudio gradualmente si fuera necesario. Conseguir que el/la niño/a controle el tiempo, que pare el cronómetro cuando se tome la pausa y reforzar siempre cualquier logro por pequeño que sea. Por ejemplo, a un/a niño/a que le cuesta aprenderse las tablas de multiplicar, se le deberá de controlar cada día el tiempo que emplea en estudiarlas pero el viernes, además del refuerzo diario a través de nuestros elogios por el esfuerzo realizado, tendrá un privilegio especial o una sorpresa (más tiempo para jugar o ir a la cama más tarde, etc.).

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6.      Enseñarles técnicas de estudio: ayudarle a realizar esquemas, resúmenes, trucos nemotécnicos, mapas conceptuales, a distribuirse el tiempo, a repasar, a buscar en el diccionario… Para facilitar el aprendizaje significativo y aumentar así su rendimiento.

 

7.      Dar al niño/a responsabilidad y autonomía paulatinamente: es mejor que los padres y madres colaboren con los esfuerzos del niño que terminarles los deberes. Muchos niños y niñas se sienten angustiados por no poder solucionar un problema del mismo modo que el profesor o la profesora lo hizo en el colegio. Retirarse gradualmente, disminuyendo el papel de “vigilantes” tan pronto como sea posible. Situarse en la esquina de la habitación haciendo una tarea paralela, estar en la habitación de al lado, etc., disponible en caso de que el /la niño/a tenga alguna duda.  Dejar poco a poco que coja responsabilidades, a pesar de que los padres y madres deben proporcionar seguridad y guía, no deben hacer el trabajo por el/la niño/a.  Si con frecuencia se muestra incapaz de hacer los deberes por sí mismo/a, pedir ayuda profesional (hablar con su profesor/a y con el servicio de orientación del colegio) para trabajar en conjunto un plan de estudios más adaptado y efectivo para nuestro/a hijo/a.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga infanto-juvenil, educativa y familiar

Grupo Crece

Cuando los niños/as no quieren ir al cole... ¿Qué podemos hacer?

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Es normal que en ocasiones los/las niños/as no quieran ir al colegio, sobre todo al principio, durante los primeros días tras la vacacione sin embargo, cuando esta situación está ocurriendo muy a menudo, es indispensable prestarle más atención para tratar de resolverla, lo más probable es que estemos hablando de un problema que ocurre de manera frecuente, por lo que es necesario analizar y tomar en cuenta ciertos aspectos relacionados con la situación para determinar qué es lo que está ocurriendo realmente y qué es lo que está provocando este tipo de reacción en tu hijo/a.

¿Cuándo comenzó a no querer ir al colegio? 

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La primera pregunta que nos tenemos que hacer es esta, ya que partiendo de ahí vamos a poder delimitar mejor el problema y, por lo consiguiente, encontrar una mejor solución.

¿Qué fue lo que sucedía en ese entonces? 

Después de tener claro cuando comenzó el problema, debemos de relacionarlo con la situación que estaba viviendo el/la niño/a en aquel momento. Por ejemplo, puede ser que cuando haya comenzado a no querer ir al colegio, hayan comenzado también a haber problemas en casa, ocurrió el nacimiento de un/a hermano/a,  una mudanza, una enfermedad o fallecimiento de algún familiar, separación de los padres, etc.

¿Se trata de un problema médico? 

Es muy importante descartar desde el principio que esta situación no se trata de algún problema médico. Para ello, es necesario estar atento a la serie de síntomas que presenta el niño/a y llevarle a consulta con su pediatra.

¿Tiene algún problema en el colegio? 

Es necesario que estés totalmente informado/a acerca de la situación de tu hijo/a en el colegio. Investiga cómo es la relación que tiene con sus compañeros/as y con sus profesores/as.

¿Le ocurre también a otros/as niños/as dentro de ese colegio? 

El mantenerte en contacto con otras madres y padres y hablar con ellas y ellos acerca de la situación puede ayudarte a darte cuenta si lo que le ocurre a tu hijo/a también les sucede a otros/as.

 

Algunos de los consejos que puedes tener en cuenta si tu hijo/a no quiere ir al colegio son los siguientes:

1.Mantén una buena comunicación con él/ella. 

Es necesario que mantengas siempre una buena comunicación con tu hijo/a,  que te ganes su confianza y no se sienta juzgado/a por nada de lo que te pueda contar. Acércate y pregúntale que tal lo ha pasado en el colegio, cómo se lleva con sus amigos/as y con sus profesores/asentre otras cosas, esto sin duda te brindará las pistas necesarias para que puedas encontrar el origen del problema.

2. Observa el comportamiento de tu hijo/a. 

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Presta atención a las señales que te puede estar dando tu hijo/a. Es probable que no te exprese lo que le ocurre por medio de las palabras, pero ello se puede ver reflejado claramente por medio de sus juegos y/o dibujos. También por medio de sus acciones, ya que puede estar actuando de manera diferente a como lo hacía normalmente. Otra cosa que también es importante tomar en cuenta es observar el comportamiento del/a niño/a en distintas situaciones y así mismo saber si se trata de un problema más relacionado con el colegio o con él/ella mismo/a.

3. Habla con sus profesores/as. 

Visita a sus profesores/as y habla con ellos/as acerca de tu hijo/a. Puedes informartes acerca de su comportamiento en la clase, la relación que tiene con sus compañeros/as, etc. El caso es que te asegures que tu hijo/a se encuentra en un ambiente escolar adecuado en donde se sienta feliz y seguro.

4. Establece una rutina diaria. 

Es importante que en la medida de lo posible establezcas un horario determinado al que el/la niño/a deberá adaptarse. Esto quiere decir que tendrá una hora para levantarse, para ducharse, para hacer sus deberes, para jugar, dormir, etc.

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5. Recibe orientación de un/a profesionalpara que te guíe y ayude a saber cómo manejar esta situación.

Un/una psicólogo/a se encargará de evaluar con profundidad la situación por la que está atravesando tu hijo/a y te ayudará a encontrar cuál es el origen del problema y así mismo ofrecerte las soluciones más convenientes para resolverlo: le ayudará a sentirse mejor en el colegio y en cualquier ámbito en el que se desenvuelva.

Susana Paniagua Diaz

Psicóloga

Grupo Crece