Las rabietas en los niños. Qué son y para qué sirven.

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El ser humano es una de las especies más indefensas en su nacimiento. Desde que nacemos, los bebés caminan cada día hacia su independencia, como instinto de supervivencia: aprenden cada día habilidades que les capaciten para valerse por ellos mismos. En este desarrollo, los niños van adquiriendo nuevas habilidades, aunque cuentan con algunas desde su nacimiento, la más importante: el llanto.

Durante el desarrollo de nuestros hijos el llanto tiene diferentes funciones. En los primeros dos años de vida, la función de comunicar el malestar y los aspectos que ponen en peligro su supervivencia. A partir de los dos años, comunicar sus preferencias, y defenderse de lo que ellos perciben como ataques a su independencia.

Las rabietas son el mecanismo de comunicación que tienen los niños de autoafirmarse, de trasmitirnos que ya tienen un criterio, y que quieren guiarse por él, que quieren decidir.

El único problema para los niños es que esta autoafirmación les conlleva un conflicto emocional importante, ya que, por un lado, saben que quieren conseguir algo, pero por otro, como a los padres nos cuesta entender lo que les está pasando, tienen que enfrentarse a nuestro enfado. Que los padres no conectemos con el enfado ante las rabietas es porque tendemos a pensar que es una forma que tienen los hijos de rebeldía, que nos quieren tomar el pelo, y que el propósito es desobedecernos.

Esta situación, provoca en los niños una ambivalencia de sentimientos, que lejos de aminorar la emoción, la a crecenta, ya que el miedo entra en juego. El miedo a que nos enfademos, el miedo a ser castigados, el miedo a no merecerse cosas que ellos quieren.  Eso, nada más y nada menos, son las famosas rabietas: una lucha interior entre lo que los niños sienten que deben hacer por naturaleza, y una incomprensión de los padres hacia tales actos, que les provocan unos sentimientos ambivalentes y negativos.

Esa ofuscación entre querer una cosa, no entender lo que pasa y el rechazo paterno o materno, es la fuente de la mayoría de las rabietas. Por eso lo mejor es dejarle claro que, haga lo que haga, siempre le querremos y le comprenderemos, aunque a veces no estemos de acuerdo.

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Las rabietas son la  primera experiencia de asertividad, de defensa de nuestros deseos, de nuestras preferencias.   Es importante entender esta dimensión, y no quedarnos solo en el hecho de  que nuestro hijo o nuestra hija está llorando y gritando de manera desconsolada, para no mandar el mensaje “no puedes expresarte”.

Por lo tanto tenemos que entender que cuando nuestras hijas e hijos tienen rabietas su vivencia es la siguiente:

  1. Tienen una necesidad
  2. Necesitan sentirse legitimados a tener esa necesidad.
  3. Su intención es  egocéntrica. No quieren desesperarnos ni retarnos.
  4. Les asusta nuestra reacción.

Conocer estos aspectos y tenerlos en cuenta es la base para poder manejar nuestras propias emociones, con el fin de que su frustración no se nos contagie, generando una “rabieta familiar”. Al final, las rabietas tienen una función de diferenciación (los niños nos quieren expresar que tienen un criterio diferente), por lo que tenemos que aceptar el avance en esa diferenciación, asumiendo que la emoción y la frustración no es nuestra si no suya. De esta manera, podremos colocarnos en el lugar más protector para ellos, atendiendo su malestar, sin ceder, pero cuidándoles en su emoción.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga familiar e infanto-juvenil

Grupo Crece

Mi hijo/a tiene miedos, ¿Cómo puedo ayudarle?

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Es normal que el niño o la niña, a lo largo de su desarrollo, tenga algún tipo de miedo pasajero. La actitud de las personas que le rodean es importante para evitar que se agrave el temor y desemboque en un miedo mayor como la fobia.

Por ejemplo, muchas veces, para evitar que el niño o la niña se exponga a un riesgo, los padres y madres lo cogen en brazos (por ejemplo, cuando se cruzan con un gato) lo que le lleva al pequeño o pequeña a concluir que realmente existe un peligro.

En otros casos, los padres y madres se muestran molestos/as e incluso se enfadan con su hijo/a por sus miedos a cosas inofensivas: “Eres muy miedoso/a, ¿no ves que no hace nada?”. Con esto lo único que se consigue es que el niño o la niña muestre mayores reacciones de temor.

Lo recomendable es mantener siempre un diálogo de confianza para que pueda expresar sus miedos y ayudarle a darse cuenta que son sólo miedos infundados: “¿Que te da miedo, el gato? Sólo saca las uñas y bufa si está enfadado, y ahora no las ves, a si que puedes acercarte sin temor….mira, es suave…”

A veces, se utiliza el miedo como método educativo. Algunos padres o madres creen que la única forma de conseguir que el niño o la niña obedezca es atemorizándole:  “Te voy a llevar al médico si no comes… si no te duermes no vas a crecer y te quedarás pequeño… si no te tomas el jarabe tendrán que pincharte…”. Este tipo de amenazas se emplean con el fin de lograr ciertos comportamientos del niño o la niña y aunque funcionen a corto plazo, a la larga su eficacia es cuanto menos dudosa. Lo que se consigue es un niño o niña miedoso/a que cree que el médico es malo o que no va a crecer nunca. De esta forma, el miedo que presente no será infundado y resultará difícil que se desprenda de él.

Algunas de las pautas que pueden seguir los padres y madres para ayudar a su hijo o hija a superar sus miedos son:

No ridicudizarlo.

No burlarse de sus miedos y mucho menos delante de otras personas. La emoción del miedo es real y es necesario respetarla y validarla.

Entender su miedo y ponerse en su lugar.

La empatía es en estos momentos la mejor de las estrategias para calmar su miedo: “Entiedocómo te sientes, yo de pequeño/a también tenía miedo… es normal, se pasará, yo estoy aquí para ayudarte a superarlo….”.

Demostrarle con la propia actitud que realmente no pasa nada.

Si el niño o niña ve que los padres y madres tienen miedo por ejemplo a tocar un perro, es probable que él también sienta lo mismo y, seguramente,  esa emoción le dure mucho tiempo.

Tener paciencia.

No tener prisa porque supere sus miedos. Cada niño o niña necesita un tiempo para poder enfrentarse a las situaciones que le provocan temor.

No presionar

No obligarle a que se enfrente a los estímulos que le provocan miedo de forma directa porque muchas veces conseguiremos el efecto contrario: que tenga más miedo. Hay que exponerle de forma gradual, haciendo una jerarquía de situaciones de menor a mayor miedo. Por ejemplo, con el miedo a los perros, empezamos primero mirando fotos de perros, vídeos, a continuación verlos de lejos por la calle, primero los más pequeños, luego los más grandes, después más cerca…. Así sucesivamente hasta que logre acariciar uno de manera tranquila y con confianza.

No mentir sobre sus miedos.

Ser siempre honestos con ellos y con sus temores.

Susana Paniagua

Psícologa familiar, educativa e infanto-juvenil

Grupo Crece

 

Cómo identificar y potenciar los talentos de nuestros hijos e hijas

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Los talentos de tu hijo/a son únicos y naturales, pero en muchos casos permanecen ocultos a la espera de ser descubiertos. Como madre o padre tenemos el poder de reconocer las habilidades de nuestros hijos e hijas, además de potenciarlos y motivar su desarrollo desde temprana edad.

No siempre es fácil saber para qué somos buenos, algunas personas pueden llegar a la edad adulta sin haber descubierto cuál es su talento especial, por eso es aconsejable que ayudemos a nuestros hijos e hijas a descubrir sus aptitudes. Poder crecer con una especialidad desarrollada, garantiza el disfrute, las experiencias de éxito y realizacióndesde edades tempranas; esto refuerza su autoestima y ofrece mayores posibilidades de éxito personal y profesional.

Igualmente, desarrollar nuestros talentos durante la infancia permite formar una disciplina y comenzar una tarea apasionante. Este proceso también es ideal para educarlos como personas responsables y capaces de establecer metas para el futuro.

Aunque es posible que los bebés nos sorprendan por sus capacidades,  no siempre podemos hablar de algún talento en particular. Son muchas las cosas que se le pueden enseñar a un recién nacido o a un bebé hasta los dos años, pero no siempre es recomendable basarnos en esta etapa para buscar sus habilidades.

Sabemos que ese talento natural, puede aflorar con mayor claridad durante la etapa de educación infantil. En esta etapa, no solo comienzan a verse sus intereses, sino también las destrezas que demuestran, por lo tanto, es óptima para observarlos y motivarlos.

Yo siempre aconsejo que seamos objetivos en esta observación. Es normal que tengamos interés porque nuestro hijo o hija siga nuestros pasos, quizá queramos que elija alguna actividad en particular, pero son ellos y ellas, quienes demostrarán para qué son buenos/as y qué les hace felices Recordemos también que a esa edad le podemos provocar un estrés mayor si le invitamos a realizar una actividad para la cual no está hecho/a, ni le gusta. Sobre todo en casos donde los familiares deciden comenzar a motivarlos practicando distintas cosas para distinguir en cuál es mejor, no debemos saturar a los pequeños/as.

Tener un talento no implica que no sepamos hacer nada más, por eso podemos hablar de que quizá tu hijo/a tenga varios talentos. Algunos  son buenos/as para los deportes, pueden practicar casi cualquier disciplina con mucha destreza, o quizá algún deporte en particular.

 

No obstante, un/a niño/a que tiene talento para los deportes también puede tenerlo para las matemáticas, el canto o puede ser un/a gran orador/a. Por ello, es primordial que la motivación principal sea la pasión por alguna de las actividades que realiza.

Desde muy pequeño/a, tu hijo o hija pueden demostrar interés por ciertas cosas. Al principio quizá sea un interés generalizado, pero algunas señas nos permitirán realmente distinguir sus talentos:

Os muestro algunas pautas a modo de resumen:

1. Evitar presionarlos y manifestar nuestro orgullo sin importar su elección: por ejemplo, insistirle en que haga gimnasia cuando lo que más parece que le gusta es el baile.

2. Observar si es algo que puede hacer con mucha facilidad y con poca práctica: por ejemplo, bailar con gran habilidad y buena técnica.

3. Observar que es algo que disfruta y parece apasionarle más de la cuenta: por ejemplo, ver que dedica el tiempo libre a bailar en cualquier sitio y con mucha pasión.

4. Con todo lo anterior,  quizá estemos hablando de uno de esos talentos innatos que debemos estimular para que se conviertan en algo que pueda desarrollar y potenciar ese talento. Por, ejemplo, reforzarle y motivarle para el baile y facilitar el camino para que pueda formarse en este arte (apuntarle a una academia).

5. Respetar su ritmo de aprendizaje y no presionarle para que “sea el o la mejor”. Evitar presiones y desgaste excesivo: en nuestro ejemplo del baile, no apuntarle excesivas horas semanales y tener en cuenta que ellos o ellas también tienen una obligación que es el colegio y sus consiguientes deberes y tareas.

6. Evitar comparaciones con otros niños o niñas: que ellos o ellas sepanque son únicos e irrepetibles en ese u otros talentos.

Susana Paniagua

Psicóloga infanto-juvenil y educativa

Grupo Crece

Educar sin gritar es posible

“¡Niño, deja ya de joder con la pelota! ¡Que eso no se hace, que eso no se dice, que eso no se toca!”...  Así recogía Joan Manuel Serrat la manera en la que nos dirigimos y asumimos la educación de “esos locos bajitos”, como los llama en su célebre canción. Y, en efecto, tanto en el ámbito escolar como en el familiar, es frecuente responder con el grito a todas las acciones de los niños que se escapan a nuestro control o a nuestra manera de entender los límites del comportamiento socialmente aceptado. Entre todos, hemos convertido al grito en un elemento central en la educación, enseñando a los niños a portarse bien para evitarlo y a aceptar solamente aquellos límites que se imponen con él. 

Es evidente que los límites son un elemento necesario en la educación y la salud mental de los pequeños,  pero si solo se establecen por medio de gritos, estamos perdiendo de vista otras maneras más efectivas y racionales de educar, y pecando de una rigidez y un reduccionismo que no nos benefician como padres y como educadores.

Adquirir nuevas actitudes en la forma de relacionarnos y educar a los niños, y, a la vez,  adaptar nuestras respuestas de un modo flexible a su comportamiento, variando el tono y el modo en el que nos dirigimos a ellos, reforzará nuestra figura de autoridad y nos mostrará como ejemplo de cómo abordar los problemas desde la razón, la contención y la templanza, no desde el descontrol que el grito lleva implícito.

Empatizando, validando, conteniendo, manejando los tiempos y negociando con nuestros hijos, manejaremos los conflictos desde un lugar en el que la relación padre/madre - hijo/hija saldrá reforzada.

  1. Empatizar, es decir, entender la posición, las motivaciones o el punto de vista desde el que nuestros niños actúan, nos ayudará a comprender muchas reacciones que desde nuestra perspectiva de adultos nos pueden parecer inadecuadas. Un ejemplo de empatía sería “Entiendo que quieras comer más chuches, ya has comido suficientes y no quiero que te pongas malito”.
  2. Validar la emoción que está empujando a nuestro hijo a actuar de una determinada manera, poniéndole nombre a lo que está sintiendo y quizá no esté sabiendo identificar, ayudará al niño en su desarrollo emocional y será una magnífica base desde la que aprender a manejar y gestionar sus emociones. Un ejemplo de validar serías “Veo que te ha enfadado mucho lo que te ha pasado en el cole, ¿quieres que hablemos de ello?”
  3. Contener las reacciones desmesuradas en las que el niño pueda dañarse, dándole alternativas desde la protección y la preocupación para expresarse sin ponerse en peligro, es una manera de acompañar al niño en los momentos en los que necesita una ayuda para manejar sus emociones y sensaciones, favoreciendo un vínculo sano entre padres e hijos.  Para ello tendremos que mantener un contacto visual y corporal con el que ayudemos al niño a contenerse y a expresarse de manera calmada y controlada.
  4. Manejar los tiempos y nuestras propias emociones cuando tratamos con los niños es una manera de demostrarles respeto y permitirles desarrollar su autonomía. La falta de tiempo que gobierna nuestro día a día nos hace imponer nuestros ritmos  a los peques sin tener en cuenta sus necesidades. Pararnos a respirar y plantearnos si nos estamos poniendo nerviosos porque nuestro hijo se ata muy lento los zapatos, o si es porque nosotros no tenemos tiempo para permitirle automatizar la lazada, nos evitará manejarnos desde la rabia con el niño.
  5. Negociar y llegar a acuerdos comunes favorece el encuentro entre padres e hijos. Es una manera, además, de ofrecer a los pequeños un entrenamiento en empatizar, conectar con sus necesidades, generar alternativas y tolerar la frustración. Para ello nos ayudará tener claro qué aspectos de la educación estamos dispuestos a negociar y cuáles son nuestros límites, además de tener una actitud abierta y flexible a las propuestas de nuestros hijos.

 Al establecer límites desde estas posiciones apostaremos por una relación en la que el respeto entre padres e hijos o entre niños y adultos tendrá un origen sano y genuino y evitaremos inculcar una forma de respeto basada en el miedo.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Tiempo de calidad... ¿cómo se hace eso? (o el secreto de las Tres Es)

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Muchos padres y madres  tienen jornadas maratonianas y estresantes, con lo que el tiempo que pueden disfrutar de y con sus hij@s es escaso. ¿Cómo hacer para que este tiempo sea de calidad”? 

Entendemos por "Tiempo de calidad" aquel en el que las madres y los padres ejercen activamente a la vez que gozan haciéndolo.

Parece muy simple pero tiene muchos matices. 

Resulta un reto cotidiano el conseguir  disfrutar de la crianza si, al llegar a casa aún quedan muchas tareas por hacer.

Resignarse o culpabilizarse no será de gran ayuda.  

En cambio, priorizar y organizarnos para que lo urgente no acapare el tiempo de lo realmente importante nos facilitará conectar con nuestros hij@s y cuidar la relación que tenemos con ell@s.  

Para facilitar que se produzcan momentos de alta intensidad emocional (aunque sean escasos y breves) con tus hij@s, te recomendamos lo siguiente:  

  • Cuando llegues a casa, deja en el perchero además del abrigo, los “Debería” y los “Tengo que” referidos al trabajo. Mañana seguirán estando ahí y hoy no van a ayudarte en nada a ser un/a mejor papá/mamá.

  • Busca a tu pequeñ@ por la casa, lanzando señales evidentes con tu voz y tus movimientos de que “Estabas deseando que llegara este momento”.

  • Dale un achuchón enorme y más largo de lo que acostumbrarías.

  • Mírale a los ojos, en horizontal, desde lo más cerquita que te encuentres cómod@.

  • Y pregúntale “¿CÓMO TE ENCUENTRAS?”. Intenta evitar los socorridos: “Qué has hecho hoy, qué tal el examen, has jugado mucho, tienes muchos deberes, qué te han puesto para comer o traes alguna notita del/ la profesor/a”.

  • Cuando te vaya a responder, pon los cinco sentidos en todo lo que te exprese con palabras y con su cuerpo. Envuélvete en ese mensaje como si fuera la única ropa que tuvieras y estuvieses en el Polo Norte. Aquí y Ahora no hay nada más importante para ti.

  • Evita apresurarte a darle soluciones, reprimendas, consejos u órdenes. Así no conseguirás que se sienta escuchado ni respetado.

  • Recoge todo lo que te ha contado. Es un tesoro. No falta ni sobra nada. Ahí está cómo se siente, qué le ha pasado, cómo lo ha vivido, cómo le ha impactado, qué necesita que tú hagas…y si todavía no estás muy entrenad@ en descifrar sus señales emocionales, simplemente pregúntale con cariño y respeto: ¿Me quieres contar algo más? ¿Necesitas que te responda algo o sólo que te escuche? ¿Quieres un abrazo? ¡Gracias por contármelo!

La Estrategia de Las Tres Es nos ayudará a mejorar  la calidad del tiempo dedicado a la crianza.

  1. Espera. Sólo ell@s saben el tiempo que necesitan para contarte su día.

  2. Escucha. Tanto lo que dice verbalmente como lo que expresa con sus gestos, emociones, mirada, silencios…

  3. Emociónate. Deja a un lado tu mirada de adulto para ser capaz de ver el mundo a través de sus ojos.

Y recuerda, Las Tres Es serán unas buenas aliadas en este viaje de encuentro con nuestros hijos si no las convertimos en una autoexigencia más a añadir a nuestra lista de obligaciones pendientes.


Naira Herrera Vaquero

Psicóloga y terapeuta familiar

Grupo Crece


La autoestima en los niños

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La autoestima es uno de los aspectos más relacionados con la felicidad y la salud mental. La autoestima y el autoconcepto, o lo que es lo mismo, la manera en la que nos describimos a nosotros mismos y la valoración que hacemos de esa descripción, es la base desde la que nos relacionamos con los demás y nos movemos en el mundo. 

De este modo, una autoestima positiva nos permitirá relacionarnos desde nuestro yo más auténtico, mostrando nuestras cualidades y defectos y aceptando a los demás en su integridad, lo cual nos permite movernos por el mundo con libertad y seguridad, explorando las oportunidades que este nos ofrece.

Por el contrario, una autoestima negativa nos hará enfundarnos en prejuicios y miedos con el fin de protegernos y mantener ocultos esos aspectos negativos que vislumbramos en nosotros mismos, pudiendo caer en actitudes sumisas, déspotas o de aislamiento hacia lo demás. 

La autoestima y el autoconcepto se construyen a lo largo de nuestra historia, a través de nuestras vivencias y relaciones, siendo de gran importancia la base que se crea en nuestra infancia y adolescencia. Como en la gran mayoría de aptitudes que adquirimos en esas fases del ciclo vital, en el desarrollo de la autoestima también tienen un papel protagonista los adultos que nos rodean e influyen en nuestro crecimiento. De este modo, la manera en que los adultos perciben a un niño y el modo en el que le transmiten esas ideas serán la primera fuente de la que se nutra dicho autoconcepto.

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La adquisición de un autoconcepto es algo tan importante para nosotros que asumimos una personalidad negativa o llena de adjetivos despectivos como modo de describirnos antes de dudar de nuestra identidad o tener un autoconcepto vacío.

Favorecer y potenciar una autoestima positiva y saludable en los niños es el camino para crear personas independientes, con habilidades para manejarse en sociedad, seguras y abiertas a nuevas experiencias y personas. Para ello os sugerimos los siguientes aspectos:

  1. Ser conscientes del papel protagonista que tienen los padres y personas significativas para el niño en el desarrollo de la autoestima.
  2. Hacer un ejercicio de toma de contacto con el concepto que tenemos de nuestros peques: qué cosas valoramos de manera positiva en ellos, qué cosas les hacen especiales para nosotros.
  3. Aprovechar cada pequeña oportunidad para señalarles estas cualidades, haciendo que ellos contacten con ellas y las configuren como parte central de su autoconcepto.
  4. Señalar los fallos como conductas concretas que se pueden mejorar. Señalar que un niño "es muy responsable pero a veces se despista y pierde la chaqueta del cole en el recreo" es diferente que asumir que ese niño "es un desastre y no valora las cosas". La primera observación hará que el niño valore su capacidad de ser responsable y se vea capaz de responsabilizarse también de su chaqueta del cole, mientras que desde la segunda el niño asume que no puede cuidar de su chaqueta porque es un desastre, haciendo de esta característica una pieza más en su autoestima.
  5. Valorar el desempeño del niño más allá del resultado. A lo largo de nuestra vida, los resultados de nuestras acciones no siempre dependerán de nosotros, por lo que enseñar a los niños a valorar el desempeño en la acción, el esfuerzo y las estrategias desplegadas para la consecución será una manera de favorecer su autonomía, seguridad y autoestima en su vida adulta, evitando la frustración, la impotencia y los sentimientos de inferioridad.

 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach