Las mujeres y el liderazgo

Dos olas históricas de lucha feminista, la primera desde mediados del siglo XIX hasta mediados de los años 30 del siglo XX; la segunda desde los años sesenta hasta los ochenta del siglo XX, nos traen hasta el momento actual. Las mujeres siguen luchando en lo que, más que una ola, se ha convertido en un mar bravo, con movimiento y avance constante. De esta manera, van conquistando hitos y lugares donde antes no tenían cabida.

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Uno de esos lugares son los puestos directivos y de responsabilidad de las empresas. Las mujeres están llegando cada vez más alto en la jerarquía de las empresas, pero, a muchas de ellas, esto les está costando una gran revolución en su autoconcepto y confianza. Y es que no son pocas las que  se plantean: ¿Seré capaz de cumplir las expectativas? ¿Me van a tomar en serio? ¿Voy a saber defender mi posición?

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Cada vez  más consultas acuden a nuestra consulta mujeres válidas, inteligentes, formadas, con experiencia y carisma que se sienten inseguras en sus roles de liderazgo. Y, en ocasiones, incapaces de ejercerlo. Esto les hace vivir sus ascensos con gran ansiedad, errar en sus primeros pasos y crear una ruptura con las actitudes y acciones que les llevaron a ese puesto.

Esta inseguridad esconde un gran peligro que puede llevar a deshacer el camino andado. Este peligro radica en que la respuesta a estas preguntas sea una imitación de los roles masculinos, de los modus operandi que han caracterizado a esos puestos durante tantos años, creándonos máscaras, alejándonos de nuestra esencia y viviendo cada paso desde la inseguridad.

Por eso, es tan importante que esta oleada feminista esté marcada por el empoderamiento de cada persona, por el objetivo de conquistar hitos desde nuestros dones, y poniendo nuestra esencia en cada cosa que hacemos. Eso sería conseguir la liberación de los roles de género, romper con las comparativas, con los miedos y las máscaras. Y desde ahí, podríamos valorar el aporte de cada persona a cada puesto, y no tanto su capacidad para adaptarse a roles prefijados. 

Hagamos valer el estilo asertivo, la empatía, el compañerismo y todas las habilidades que podamos aportar, confiando en la importancia de instaurarlas en los entornos de trabajo, alejándonos de la amenaza de roles rígidos ligados a los cargos de responsabilidad y directivos, que no favorecen a ninguno de los géneros. 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga

Grupo Crece