Emoción vs. problema: esa es la cuestión

¿Qué quiere decir esto de emoción o problema?, ¿a qué me quiero referir?...

Os voy a dar pistas, me refiero a la forma de gestionar las relaciones, de tratar a una persona, de educar a una hija, de calmar a un amigo enfadado, de recoger a una compañera de trabajo triste o angustiada, de solventar una situación que puede ser peligrosa o violenta... como podréis ver, de lo que vamos a hablar hoy se puede generalizar muchísimo, y pretendo que sea una herramienta que aprendáis de forma sencilla.

Como personas que vivimos en un entorno demandante, a nuestro cerebro se le exige constantemente solucionar problemas y resolver situaciones de nuestro día a día. Eso nos hace acostumbrarnos a detectarlo con rapidez, pensar estrategias de resolución y ponerlas en práctica, capacidades muy importantes para afrontar nuestro día a día.

Pero... ¿qué nos pasa con las emociones de las personas?... ¿estamos realmente atentos a ellas y las tenemos en cuenta?... ¿las valoramos también como cuestión o problema?...

Por mi vivencia, tanto en mi trabajo como en mi vida diaria, te das cuenta de que no es así, y que tanto a jóvenes como a mayores, nos ha faltado un componente educativo de gestión emocional propia y ajena muy importante.

Aquí es donde muchas veces fallamos, ¿por qué?, por quitarles importancia, por no centrarnos en ellas o ser demasiado resolutivos, es decir, en cierta situaciones nos obcecamos en resolver el problema y no somos capaces de vez la emoción que subyace y que puede estar complicando la resolución de esta situación.

Pongámoslo con ejemplos que será mucho más sencillo:

1) Un padre que monta una buena bronca a su hija después de caerse de un columpio, herirse y hacerse mucho daño, cuando va a buscarle llorando.

2) Una amiga muy triste contándonos una situación delicada a nivel sentimental a la que contestamos lo que puede hacer o no en su situación sin que nos lo haya pedido directamente.

3) Un amigo con el que mantenemos una conversación sobre temas sensibles para él, sobre la que empieza a reaccionar con mucho enfado, y nosotros nos defendemos desde los argumentos o diciéndole que no lleva razón.

¿Qué tienen en común estas tres situaciones?... Lo habéis averiguado: nos centramos en los problemas, concretamente de la siguiente manera:

1) El padre se centra en la conducta desobediente de su hija y en el golpe que se ha dado, se asusta y preocupa y le transmite esto a través de la bronca sin darse cuenta de que quizá, esa hija esté sintiendo mucho miedo y dolor y necesite sentirse cuidada.

2) A nuestra amiga, probablemente por estar cansados, no tener tiempo, o no saber hacerlo, empezamos a decirle lo que tiene que hacer, sus opciones y cómo puede resolver su situación sentimental, obviando la necesidad de sentirse recogida.

3) Con nuestro amigo enfadado nos centramos puramente en la conversación, en la batalla de quien gana o pierde, quien tiene argumentos sólidos... pero no nos damos cuenta de que por algún motivo se puede estar sintiendo herido o dolido... lo obviamos.

¿Y cuál puede ser la solución?, ¿de qué otra manera podríamos hacerlo?...

La clave está, en un primer lugar, en identificar y saber leer las emociones que están sintiendo estas personas, y ¿después?... pues después EMPATIZAR.

La ley es sencilla: gestionar las emociones antes que los problemas, sobre todo si son llamativas o sobresalen al problema, en estas situaciones ATACAMOS PRIMERO A LA EMOCIÓN. Las emociones nos dan información sobre lo que las personas sienten, y nos indican lo que es importante o no para ellas, lo que les hiere, alegra o los puntos a los que son sensibles. Por eso primero debemos aprender a leerlas, y luego gestionarlas, antes de atajar los problemas.

Volviendo a los ejemplos de antes podríamos concluir:

1) El padre puede ofrecer calidez y calma a su hija, porque lo necesita, ya que su emoción de miedo amenaza su sensación de seguridad, y el apoyo de la figura paterna, el vínculo es completamente incondicional. "Cariño, vaya golpe, venga ya está pasando, que susto te has dado ¿verdad?" (así atacamos la emoción)... y posteriormente, y SOLO CUANDO LA EMOCIÓN ESTÉ GESTIONADA vamos al problema: "esto sabes que tiene una consecuencia, papá te lo había repetido muchas veces".

¿Qué soluciones se os ocurrirían para el ejemplo 2 y 3 teniendo en cuenta lo que hemos explicado de las emociones y la empatía?... estaremos encantados de leer vuestras soluciones en nuestro correo o facebook.

Quiero olvidarme de él/ ella, ¿Cómo lo hago?

En algún momento de tu vida esta frase rondará por tu cabeza. Te dejarás llevar por el " ojos que no ven , corazón que no siente": borrarás su número de teléfono, le quitarás de tus redes sociales ( no de todas, para echar un vistazo de vez en cuando), evitarás pasar por aquellos lugares habituales en vuestra convivencia, no querrás nombrarle ni hablar de él/ ella con nadie...Pero todo será inútil. Imágenes, palabras, todas volverán una y otra vez a recordarte que esa persona pasó por tu vida.

Si has conseguido olvidar, a base de endurecer tu corazón de forma constante y continuada, ten en cuenta que no estás olvidando a una persona, estás enterrando emociones. Las emociones no son biodegradables, no se irán descomponiendo por el paso del tiempo. Están latentes. Lo que significa que están ocultas pero que se mantienen a la espera de entrar en funcionamiento. Y te puedo asegurar que lo harán.

Y si no has conseguido hacerlo, olvidarte, así sin más, no es porque seas incapaz o no tengas la suficiente inteligencia para hacerlo...Es porque, en primer lugar, eres un ser humano. Sientes, padeces, vives. En segundo lugar, porque todas las estrategias puestas en funcionamiento seguramente van dirigidas a un objetivo erróneo: que la persona desaparezca de tu vida.

¿ Y entonces?

Te propongo algunas ideas:

1- Cambia tu objetivo con respecto a esa persona.

Es difícil, lo sé, porque lo único que quieres es dejar de sufrir ya.Pero olvidar a alguien que ha significado mucho para ti, para lo bueno y para lo malo, no es posible.  

Es más realista intentar conseguir que esa persona y su recuerdo no sean tan dolorosos. Por lo que el objetivo a perseguir y la pregunta que deberías hacerte es ¿ cómo coloco a esta persona de forma más saludable en mi vida? Colocar no significa que deba formar parte de tu vida habitual, ni que deba estar presente físicamente, ni que sea tu amiga. Darle un lugar es integrarla en tu historia de vida. Es poder decir " esta persona formó parte de mi vida, me quitó muchas cosas pero me dio otras tantas, y gracias a él/ella..."( aunque no quiero verla ni en pintura")

2- Una vez asumido el nuevo objetivo, permítete pensar en esa persona cuando aparezcan pensamientos repentinos sobre ella.

Permítete también mirar sus redes sociales. No te culpes por ello ni te trates mal. Numerosos estudios científicos demuestran que cuando intentas “no pensar”en algo en específico , piensas más en ello. Y cuantas más prohibiciones tengas ( " no debes mirar su Facebook") , mayor será tu deseo.

Te propongo una técnica para manejar estos pensamientos recurrentes y el deseo de saber del otro. Lo seguirás haciendo pero de forma más controlada :

Cuando parezcan pensamientos repentinos sobre esa persona ( lo que incluye deseos de mirar qué es lo q une hace), DECIDE si quieres dedicar un tiempo a esos pensamientos o si prefieres hacer otra cosa en su lugar ( pensar en otra cosa, poner música, seguir trabajando, escuchar la conversación de la persona que tienes delante, etc). Si DECIDES dedicar tiempo a pensar en esa persona, ( o mirar sus redes sociales) te irás de la habitación donde te encuentras a otro sitio donde puedas estar solo, y durante 10 minutos te centrarás solamente en esa emoción, pensamiento o en mirar . Pasado ese tiempo, ni un minuto más ni un minuto menos, saldrás de esa habitación y podrás, si lo deseas, volver a tus quehaceres. Si reaparecen los pensamientos o emociones, tendrás la oportunidad de elegir de nuevo: hacer algo distinto, o bien volver a esa habitación de antes y concentrarte de nuevo en durante 10 minutos en esas emociones o pensamientos dolorosos.

3- Ya que te estás permitiendo pensar en ello, vamos a seguir haciéndolo pero forma más productiva, e intentar transformar esa experiencia dolorosa sacando algún tipo de aprendizaje.

Sí, tendrás muy pocas ganas, pero imagino que querrás que no vuelva a pasar algo parecido, y poder elegir más adelante a una persona que no necesites olvidar.

Esta es la parte más complicada, pues tendrás que preguntarte muchas cosas, y las respuestas a veces no son sencillas. La ayuda de un profesional puede ser muy valiosa.

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¿Qué te gustaba de la relación con esa persona?¿Crees que esas cosas que te gustaban cubrían alguna necesidad tuya?

Para no sentirte tan solo/a, sentirte admirado/a, cumplir con lo establecido socialmente como tener pareja a una edad, etc.

 

¿ Sacrificaste algo de tu vida para estar con esa persona?

¿ Olvidaste tus deseos para atender los suyos?¿ O viceversa?¿ Qué responsabilidad tiene la persona en esto, y qué responsabilidad tienes tú?

¿ Algo de esto te ha ocurrido con otras parejas?

Encontrar un patrón que se repite te puede dar mucha información sobre cómo vives el amor.

4- Ve reduciendo poco a poco las conversaciones donde el sujeto principal sea esa persona.

Y empieza a escuchar a los otros, que continúan su vida, también tienen dificultades, y también te necesitan.

5- Elimínalo/a de tus redes sociales

Si decides eliminarlo/a de tus redes sociales porque sientes que estás perdiendo el control, hazlo en un momento de tranquilidad.

Si te dejas llevar por un momento de ira o tristeza profunda, lo más probable es que al poco tiempo vuelvas a agregarle.

6- Aunque al principio sea muy complicado, procura no encerrarte mucho en casa.

Antes de conocer a esa persona tenías una vida. Si eras capaz de disfrutar en esa vida anterior, recupera alguna de las cosas que hacías. Y añade a éstas las que aprendiste a hacer con esa persona. Sí, será recordar, pero si fuiste capaz de disfrutar con nuevas actividades, ¿ por qué no introducirlas en tu nueva vida? ¿ Acaso eran propiedad del otro? Por raro que parezca, gracias a esa persona has conocido gente nueva y has disfrutado con cosas desconocidas para ti. Aprovecha eso para reconstruirte y tener nuevas perspectivas de futuro.

7- Ten paciencia, y la seguridad de que " esto también pasará".

Pensamientos que nos hacen daño, parte IV: Los "Deberías"

Como habíamos visto en anteriores post al respecto de este tema, los pensamientos negativos ejercen como una especie de diálogo interno que ejercemos con nosotros mismos, y esto afecta notablemente a la forma en la cual categorizamos los acontecimientos que nos ocurren y nuestra realidad.

Anteriormente hablábamos sobre como afectaba el pensamiento dicotómico (dividiendo nuestra realidad en blancos y negros), los pensamientos catastróficos o los adivinos (infiriendo sobre los demás o sobre el futuro sin tener pruebas) o magnificando o minimizando la realidad. Puedes recordarlos en estos enlaces:

http://www.grupocrece.es/blog/pensamientos-que-nos-hacen-dao-hoy-el-pensamiento-de-todo-o-nada?rq=PENSAMIENTOS
http://www.grupocrece.es/blog/pensamientos-que-nos-hacen-dao-ii-predicciones-catastrficas-y-magos-del-pensamiento?rq=PENSAMIENTOS
http://www.grupocrece.es/blog/pensamientos-que-hacen-dao-parte-iii-hoy-magnificando-lo-negativo-y-minimizando-lo-positivo?rq=PENSAMIENTOS

Hoy vamos a hablar sobre lo dañino que nos puede resultar hablar desde los "deberías".

Este pensamiento dañino procede de nuestro crítico interno, el cual se nutre en gran parte de las normas que hemos ido recogiendo desde nuestra infancia, por nuestra familia, cultura, época histórica... Aquello que de muy jóvenes nos decían nuestros familiares que estaba mal o bien para guiar y moldear nuestra conducta, conforme nos hacemos adultos lo convertimos en normas, principios, valores, ética... Pero en el caso de los "deberías", resultarían de una suma entre esta norma y la exigencia que me impongo a cumplirla.

"Deberías" = norma + exigencia

 

Consiste básicamente en marcarme cada acción con un "debería", independientemente de si es real o no.

Este "debería" muchas veces podríamos sustituirlo por otras expresiones que quizá se correspondan mejor o en ciertas ocasiones resulten más sanas como "podría", "me gustaría", "estaría genial", "me apetecería", "sería importante"...

Por ejemplo:

"Debería tener listo ya el informe"

Si tenemos en cuenta que todavía tenemos plazo y teníamos muchas más tareas prioritarias, una forma más desahogada sería expresar "me gustaría tener listo el informe cuanto antes" y esta forma de diálogo interno perdería una exigencia innecesaria.

Este ejemplo que parece tan absurdo, es solo uno más de la gran cantidad de veces que asumimos como obligaciones cuestiones que no son, sobre todo si somos personas excesivamente exigentes con nosotras mismas.

Un ejemplo gráfico muy visual y simple os puede dar una idea de hasta que punto os puede ocurrir esta situación:

El triángulo del puedo-debo-quiero nos indica desde cuál de estas tres instancias tomamos las decisiones importantes o no, de nuestra vida, en qué vértice me muevo más. El DEBO simboliza la obligación, el QUIERO el placer y el PUEDO los límites. Las tres instancias son importantes y lo sano es tener un equilibrio entre las tres. Moverme hacia donde quiero, sin olvidar cuestiones importantes que se deben hacer y sabiendo poner unos límites sanos. Cualquier estructura demasiado extrema en uno de los vértices, nos está indicando que hay otros que quizá merezcan más atención. Si nos movemos excesivamente desde el DEBO, sería muy probable que encajáramos en la distorsión de la que hablamos hoy (los "deberías").

Algunas preguntas interesantes que podríamos hacernos son:

¿Aspectos importantes como mi profesión, mi pareja, mis amigos... desde que instancia las he elegido?

¿En mi día a día, desde que vértice siento que me estoy moviendo más?


 

Exigencia

“No esperemos recompensas de nuestras fatigas y desvelos”

José de San Martín.

Si nos planteásemos la cantidad de cosas que cada día nos exigimos, quizá nos llame la atención el número de ejemplos que nos vienen a la mente. Vivimos en una sociedad en la que la exigencia es entendida como el camino para el crecimiento, para sacar lo mejor de nosotros, para explorar nuestros límites. Pero, ¿es sano vivir en base a las exigencias?

Las exigencias se detectan en forma de pensamientos que comienzan con la frase  “tengo que…”, “debería…”, o a través de frases de terceros que comienzan de la misma manera. La base de la exigencia es, además, negativa: parte de la base de que no estamos cumpliendo con nuestras obligaciones, de que hay algo importante a lo que no estamos atendiendo, de que no estamos haciendo lo suficiente.

Si a esta realidad le sumamos que la exigencia del mundo moderno abarca todos y cada uno de los ámbitos de nuestra vida (personal, profesional, familiar), generamos un caldo de cultivo para el desarrollo de patologías tanto mentales (estrés, inseguridad…), como físicas (somatizaciones, enfermedades cardiovasculares, insomnio…)

Entonces, ¿cómo podemos enfocar el crecimiento, el aprendizaje, el esfuerzo si no es desde la exigencia? Lo ideal es aprender a manejar la exigencia para que se trasforme en un “drive”, un activador, un motivador para tomar decisiones o dar pasos que nos favorezcan. La exigencia será sana en el momento en que nos permita hacer cosas que son beneficiosas para nosotros, sin perjudicar nuestra salud mental y física.

Para que la exigencia sea útil, hay que saber manejarla estableciendo unas prioridades y unos objetivos, liberando el resto de parcelas de exigencia o modulando la intensidad de la misma. La gran trampa de la exigencia es que cuanto más creemos que tenemos que hacer, más nos exigimos, lo que genera un efecto de apatía, desánimo e incluso reactancia (la rebeldía psicológica que nos lleva a rechazar lo que sentimos que nos es impuesto), que va en contra del objetivo exigido. Esta situación genera un efecto de bola de nieve en el que cada vez nos ahogamos en más “debería” y “tengo qués” desde una actitud pasiva e inmovilista. Pongamos un ejemplo: si pienso “Debería de salir a correr, al menos, 7 km al día”, el mero hecho de visualizarnos corriendo esa distancia nos va a generar una fatiga que no va ayudar a que cumplamos nuestro objetivo. Si, por el contrario, me planteo “Voy a hacer ejercicio, salgo a correr y hago lo que pueda”, el pensamiento es menos ansiógeno, por lo que nuestro cuerpo no va a tender a evitarlo o huir de él y será más sencillo realizarlo.

¿Cómo podemos romper con esto y desarrollar una exigencia sana?

  1. Priorizando los objetivos.
  2. Ajustando el nivel de exigencia para que sea un puntito por encima de nuestras posibilidades, no un gran escalón que nos resulte imposible alcanzar.
  3. Siendo conscientes de nuestros esfuerzos y movimientos: quizá no hayamos logrado del todo nuestro objetivo, pero sí una parte.
  4. Cambiando los automensajes: en lugar de pensar: ”tengo que…”, pensar “voy a…”.
  5. Buscar lamotivación de cada exigencia.

En ocasiones las exigencias tienen un origen en las personas que nos rodean: amigos, familiares, compañeros de trabajo, jefes… ¿Cómo podemos manejar esas exigencias externas?

  1. Planteándonos cuáles de esas exigencias queremos y podemos realizar y de qué manera. Los demás tienen derecho a esperar algo de nosotros, pero nosotros tenemos derecho a elegir qué expectativas queremos y podemos cumplir, y la manera en la que lo hacemos.
  2. Visibilizando nuestra manera de vivir esas exigencias, cómo las recibimos y lo que nos hacen sentir.
  3. Compartiendo con los demás de manera explícita nuestros esfuerzos, intentos yaproximaciones al objetivo que nos plantean.
  4. Poniendo límites. Si aceptamos todas las exigencias sin expresar lo que generan en nosotros o el esfuerzo que invertimos en realizarlas, podemos generar una escalada en la que los demás nos exijan cada vez más.

Planteémonos cuáles de las exigencias que nos imponen y nos imponemos nosotros mismos contribuyen a nuestra propia satisfacción personal... obligándonos a renunciar a las comodidades para seguir las normas de nuestra voluntad.

Sara Ferro Martinez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

 

 

 

La feminidad y la masculinidad en el sigol XXI

El sábado 4 de febrero organizamos en Grupo Crece un debate sobre la feminidad y la masculinidad en el siglo XXI. Sobre la base de unos planteamientos iniciales se desarrolló un debate en el que se trataron una serie de puntos muy interesantes que queremos compartir.

Comenzamos definiendo qué significaban los términos “sexo”, “género” e “identidad con el género”.  Aclaramos que con sexo nos referimos a los atributos biológicos, a los caracteres sexuales primarios con las que nace una persona. El género por su parte es una construcción social, siendo aquellas características que cada sociedad atribuye a cada uno de los sexos. De esta manera, son sexistas aquellas sociedades que atribuyen comportamientos, actitudes y aptitudes diferentes a los hombres y a las mujeres. La identidad con el género es la vivencia que cada persona tiene de su género, la idea que tiene la persona sobre las características y comportamientos que la describen, teniendo en cuenta lo que la sociedad en la que vive establece como deseable y apropiado para las mujeres y los hombres.

A colación del concepto de género, se planteó la siguiente cuestión ¿Somos libres para elegir lo que somos? ¿Somos lo que somos por decisión nuestra?  ¿O somos el resultado de un cúmulo de expectativas? De alguna manera, las expectativas siempre van a estar presentes desde el nacimiento, ya sea desde el género, desde la cultura en la que nazcamos, el estatus y la cultura familiar. Entonces, ¿cómo podemos romper con los caminos que nos son marcados?

Las vías de mejora que se plantearon fueron las siguientes:

  1. Respeto: educar y crecer en el respeto por las decisiones propias y ajenas, generará una mayor libertad en la elección, siendo así una elección sana y consciente, y no desde la sumisión o la rebeldía.
  2. Equilibrio: La búsqueda de nuestro propio equilibrio y el equilibrio en la sociedad.
  3. Valorar el cambio: Ser conscientes de que nuestra identidad es un constructo en continua evolución y permitirnos hacer los cambios que necesitemos en los diferentes momentos del ciclo vital. La libertad comienza en nosotros mismos, en concedernos la libertad de evolucionar.
  4. Salir de nuestra zona de confort. El cambio supone un esfuerzo y enfrentarnos a los miedos o incomodidades que plantea salir de lo que ya conocemos. Entender que la zona de confort en cuanto el género es actualmente un lugar poco confortable, en el que hombres y mujeres nos sentimos constreñidos por unos atributos que en muchas ocasiones no nos representan, es el primer paso para romper con el inmovilismo.

Necesitamos dejar de dejarnos llevar y asumir la responsabilidad que implica hacernos cargo de la construcción de nuestra propia identidad, y de las elecciones y rechazos que eso conlleva. Dejar de valorar lo bueno que tiene el modelo en el que estamos enmarcados en la actualidad, y valorar el progreso como algo positivo y necesario, sin dejar que el miedo y la pereza nos paralicen y fagociten en una realidad que nos daña de múltiples maneras, unas más sutiles que otras.

Nos despedimos con la reflexión de la gran responsabilidad que tenemos como sociedad que se está comenzando a movilizar, a rebelar y a plantear realidades diferentes en las que el género no sea un hándicap. Valoramos esta realidad como el inicio de un proceso en el que esperamos cada vez seamos más implicados.

 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Identificar y ajustar nuestra personalidad

"Somos un híbrido de biología y cultura" dice el filósofo José Antonio Marina. Nuestra manera de ser incluye una parte heredada o configurada en nuestra estructura genética y otra aprendida (incluso ya durante el vientre materno), y las interacciones entre ambas partes configuran lo que llamamos personalidad.

La personalidad que nos viene de nuestros genes o configurada antes de nacer se llama temperamento, si bien,  cada vez está más reconocido el hecho de que lo ambiental y emocional influye durante el embarazo, con lo que en ese temperamento inicial que observamos en el bebé hay ya una parte de aprendizaje.

En cualquier caso, podemos observar que desde el nacimiento, el bebé muestra ya unas tendencias básicas: apertura a lo nuevo vs. miedo a lo desconocido, impulsividad o estabilidad emocional...

El temperamento es plástico y podemos reorientarlo durante el desarrollo del individuo hacia una personalidad constructiva y sana, partiendo de la estructura básica de ese ser.

A medida que las personas vamos siendo expuestas a la interacción con nuestro ambiente físico y social y a las interacciones con nosotros mismos, a través del conjunto de nuestras diferentes experiencias vitales, vamos desarrollando nuestro carácter, la parte aprendida de nuestra personalidad.

No podemos ir en contra de nuestro temperamento.

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Conectando con nuestro temperamento (indagar en nuestro niño/a interno) podemos aprender muchas cosas de nosotros mismos que nos guíen a la hora de tomar decisiones o marcarnos objetivos.

 

¿Como podemos conocer cosas de nuestro temperamento o carácter?

¿Cómo éramos de bebés, cuáles nuestras tendencias los dos o tres primeros años de vida?

¿Hubo algún momento de nuestra vida que desarrollamos una personalidad diferente? ¿Qué experiencias vitales lo podrían explicar?

 

Pistas para reorientar nuestra personalidad hacia la potenciación de nuestras fortalezas:

Te presento algunos ejemplos de como afrontar tu personalidad en algunos casos.

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1. Si eres miedoso/a exponte a nuevos retos de manera progresiva. Sobre todo, aquellas cosas cuya evitación, te estén provocando sufrimiento o frustración. No hay qeu vencer todos los miedos sólo aquellos que nos permitirán ser más felices. aún así, no pretendas ser lo contrario de lo que eres. Tenderás a ser más prudente que osado/a pero atravesarás tus propios límites.

 

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2. Si eres obsesivo/a, te gusta controlar, dedicas un exceso de tiempo a las rumiaciones que no llevan a ninguna conclusión práctica o dedicas un exceso de tiempo a ser muy perfeccionista con lo que haces, más allá de lo razonable: busca espacios para dejarte llevar, situaciones donde los resultados no importen, controla las anticipaciones y desenchufa la mente con actividades meditativas y con mindfulness.

 

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3. Si eres impulsivo/a intenta no tomar decisiones con estados de ánimo muy altos o muy bajos. Si te enfrentas a una conversación importante prepárala mucho con antelación. Si experimentas una emoción fuerte de enfado, intenta marcharte del escenario y esperar a que e te pase un poco antes de responder o resolver.

 

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4. Si eres una persona introvertida y te encuentras mejor en las distancias cortas, piensa que esa personalidad no es negativa, sino sólo es una característica más. Puedes mejorar tus habilidades sociales e intentar no aislarte pero respeta tu condición de sentirte más a gusto en grupos pequeños o de tú a tú.

 

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece