Estoy dispersa/o en mi trabajo... ¿Cómo puedo mejorar mi concentración?

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Con Mindfulness, por supuesto.

Si bien es cierto que Mindfulness no es en exclusiva el aprendizaje de herramientas para mejorar la concentración, éste es uno de los grandes beneficios que tiene cuando hacemos de la meditación una práctica habitual ( o casi habitual).  Cuando nos iniciamos en su práctica, comenzamos aprendiendo técnicas que nos anclen al presente, como es prestar atención a nuestro cuerpo o a la respiración ( no hay nada más presente, real y permanente que esto). Es entonces, al observarnos, cuando vemos casi inmediatamente que estamos pensando todo el tiempo. Con el mero hecho de darnos cuenta de cuándo nuestra cabeza se “ ha ido”, y llevar nuestra atención de nuevo a la respiración, estamos entrenando a nuestro cerebro en el desarrollo de la concentración.

Es un proceso sencillo, pero no por ello fácil a veces: nos centramos en la respiración- nuestra cabeza se va a pensar en otras cosas- somos conscientes de ello- de forma deliberada volvemos nuestra atención a la respiración.

 Te proponemos unos ejercicios básicos que puedes poner en práctica para esos momentos en que sientes que tu cabeza y tu cuerpo son incapaces de mantenerse en el sitio por más de 2 minutos…

Un último consejo: practica.

Meditación de 1 minuto

Para realizar este ejercicio no es necesario tener conocimientos abrumadores de meditación. Simplemente consiste en parar y prestar atención a la respiración. Cada vez que sientas que tu cabeza se dispersa, vuelve a la respiración, sin juicios ni críticas hacia ti ( “ ya se me ha vuelto a ir la cabeza, qué desastre”, “ esto no es para mí”,). El objetivo es darte cuenta de cuándo la cabeza viaja y de forma amable hacerla volver a la respiración.

Os dejamos un vídeo donde se muestra está técnica por si os quedan dudas:

https://m.youtube.com/watch?v=YJBB8ambUdI&feature=youtu.be

Meditación del conteo

Esta meditación sirve para los momentos de mayor dispersión. Hay personas a las que le funciona mejor y también tiene sus detractores. Prueba:

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Con la mente centrada en la respiración, siguiendo la respiración desde que comienza hasta que acaba, intentando no controlar o manipular el ritmo natural de la respiración, el ejercicio se basa en contar respiraciones ( la inhalación y la exhalación) desde 1 a 5 y una vez que se llega a 5 contar hacia atrás hasta alcanzar nuevamente 1. La siguiente ronda se procederá de la misma manera pero contando hasta 6, la siguiente hasta 7, y así sucesivamente hasta llegar a 10. Este procedimiento hace un Círculo Completo de Respiraciones. Si te despistas y te pierdes, vuelve a la cuenta desde la primera ronda. 

 

Al final la atención y concentración consiste en prestar atención al presente a una cosa determinada ( a la respiración o a contar como os hemos propuesto en este artículo). Cada uno puede elegir lo que mejor le venga.

En el siguiente os propondremos otros ejercicios cuyo objeto de atención serán el cuerpo y los sentidos.

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece

 

Sociograma: una forma original de analizar las relaciones

Probablemente, si os preguntamos si sabéis lo que es un sociograma, la mayoría os sintáis confundidos. Sin embargo, si os recordamos ese papelito que nos pasaban de pequeños en clase, dónde nos preguntabanlos niños o niñas con los que nos gustaba más estar, jugar, quién es la persona más divertida de la clase, la más traviesa, la más inteligente, con que alumno o alumna no me gusta nada estar... Quizá con esto nos podamos sentir más familiarizados. 

En este artículo, queremos enseñaros una forma diferente de analizar las relaciones de un grupo, sobre todo si trabajáis con grupos de menores (aunque puede servir también para adultos). Nosotros lo utilizamos en nuestras dinámicas de inteligencia emocional y asertividad en centros educativos, y lo llamamos sociodrama. 

La actividad consiste en explicar que el aula se va a dividir en dos polos, cada cual en un extremo. Uno de los extremos significará algo así como "me encanta" o "estoy totalmente de acuerdo" y el otro será el radicalmente opuesto. En el sociodrama están recogidas las posiciones intermedias también. 

Cuando empezamos la dinámica y explicamos esto de los extremos, lo que pedimos a los participantes, es que se coloquen en el espacio en función de una cuestión que preguntamos. Al principio preguntamos cosas tontas para calentar y divertir. Por ejemplo: ¿cuánto os gustan los espaguetis? ... ¿y el pescado? ... ¿el fútbol? …¿bailar?. De esta manera, cada alumno y alumna se van moviendo en función de sus gustos o preferencias, y al mismo tiempo aprenden y ven las que tienen los demás, si son afines, opuestas o intermedias. 

Es entonces cuando empezamos el ejercicio en sí. Planteamos preguntas como: ¿cuánto me gusta venir al cole? o... ¿cómo lo he pasado este fin de semana? Y una vez se colocan, empezamos a realizar lo que denominamos, la entrevista. La entrevista consistirá en preguntar a alguna persona desde aquel lugar en el que esté colocada, pero la historia está en que no se le preguntará a ella sobre por qué está allí, sino sobre por qué piensa que los demás se han colocado en otros lados. De esta forma los participantes tienen que pensar opciones o crear teorías sobre las cuales, los demás se han posicionado, y a su vez se evalúa el grado de conocimiento que se tiene sobre los compañeros y compañeras, y hasta qué temas comparten u ocultan. Indicamos a los demás que no resuelvan ni digan los verdaderos por qué, sino que escuchen atentamente.

Imaginad está dinámicas ante preguntas como las siguientes: ¿cómo de cómodas o cómodas os encontráis en vuestra clase?, ¿cómo desatisfactorias son las relaciones con vuestros compañeros?, y ¿con vuestra profesora?, ¿cómo lo pasáis en casa cuando no estáis en el cole?, y ¿con vuestra familia?...

En este punto, los participantes probablemente proyecten sus problemas o historias, para entender por qué otras personas se han posicionado en algún lado, y se generen discusiones, incluso se manifieste un conflicto (de ahí el término drama). Este material puede ser excelente para orientarse a la resolución del conflicto, incluso para dar la responsabilidad al grupo de arreglarlo, sin imponerlo desde fuera. 

¿Se os ocurre cómo podría esta dinámica ayudaros en vuestro equipo de trabajo, clase, o incluso grupo de amigos? 

Nos encantará que lo compartáis con nosotros. 

¡Feliz semana!

9 Tips sencillos para transmitir seguridad y firmeza en nuestra comunicación no verbal

En nuestro anterior artículo "8 claves para transmitir cercanía y calidez con el cuerpo", justificamos la importancia de los elementos no verbales y paraverbales para lograr generar ese efecto que tanto deseamos en los demás, ya sea en situaciones laborales o extralaborales. Podemos tener interés en transmitir cercanía y calidez a nuestro equipo de trabajo, si lo que buscamos es dar a entender que somos personas receptivas y que sabemos escuchar y hacer sentir cómodas a las personas que trabajan a nuestro cargo, favoreciendo así un clima de confianza. Esto también se puede generalizar a otras situaciones, como cuando conocemos gente nueva, o cuando nos interesa convencer o persuadir a alguien para cualquier cuestión. O simplemente si estamos valorando que somos personas quizá algo más cerradas, o demasiado serias, y entre nuestros intereses está que los demás se acerquen a nosotros.

En el artículo de hoy, hablamos de otro registro, la seguridad y la firmeza. Y para ello vamos a explicaros las claves más importantes para sacar el máximo partido a nuestro cuerpo y a nuestra voz.

Os recordamos también, como hicimos en el artículo anterior, que el porcentaje más elevado de lo que transmitimos a los demás, se realiza a través del cuerpo y la voz, y que por tanto, es completamente desaconsejable no tener en cuenta estas variables a la hora de encarar nuestro objetivo.

Al igual que ocurre con la cercanía o la calidez, el registro de seguridad y firmeza es fundamental para transmitir a los demás cuestiones tan importantes como los límites, el mantenimiento de nuestra postura ante una idea o decisión tomada, y la expresión de una necesidad o petición. Como imaginaréis, se trata de una actitud más seria y contundente que la anterior, pero eso no hace necesariamente que se produzcan unas diferencias excesivas entre un registro y el otro como pasamos a describir a continuación:

1. Sonrisa intercalada con otros gestos, incluso en momentos de conflicto.

Pese a lo que intuitivamente puede parecer paradójico, la sonrisa está relacionada también con la firmeza, y, utilizarla en estas situaciones no tiene por qué ser sinónimo de actitudes poco serias o desenfadadas. Es un reforzador social y regula las interacciones, reduciendo las probabilidades de conflicto.

2. Mirar a menudo, de forma directa y con la cabeza recta sin levantar la barbilla.

Al mirar a la persona, en mayor medida a los ojos, estamos dando a entender que no rehuimos el conflicto, ni tenemos de lo que escondernos, ya que tenemos una postura clara de lo que queremos transmitir. La cabeza ha de estar recta, ya que si se orienta hacia arriba puede transmitir sensación de prepotencia o superioridad, mientras que si la desplazamos hacia abajo, lo que transmitiremos serán inseguridades, dudas o inhibición.

3. Gestos de seguridad tendiendo a la simetría y contundencia, combinados con gestos asimétricos y ondulantes.

Como vimos anteriormente, la calidez es más asimétrica, estamos transmitiendo que somos flexibles, que nos adaptamos y entendemos. Sin embargo la firmeza es más simétrica, debemos tender hacia una postura recta en la que nuestros brazos y piernas estén al mismo nivel, para transmitir esa contundencia. Sin embargo, no tenemos que transmitir rigidez, y por ello se pueden combinar los gestos simétricos con los asimétricos. Cuando quiero marcar un límite diciendo que no, mi cuerpo estará recto y mis gestos serán firmes (como por ejemplo haciendo una cruz con los brazos y negando con la cabeza), pero eso no será incompatible con una postura más abierta, con movimientos más ondulantes cuando esté explicando mis motivos (de forma clara y concisa).

 

4. Utilizar posturas abiertas y mover las manos, siendo expresivos con el cuerpo.

Ya indicamos que la firmeza y la contundencia no son sinónimos de rigidez. Nuestra postura debe ser abierta, intentando evitar que brazos y piernas estén en exceso cruzados (manifestando postura cerrada).  Moviendo las manos damos a entender que nuestro cuerpo acompaña a lo que decimos con naturalidad. Estamos abiertos a la comunicación, aunque nuestra postura sea firme y clara.

5. Orientarse y acercarse al otro, no retirarse hacia atrás.

Es importante que nos orientemos a la persona o grupo a la que nos dirigimos, abarcando con nuestro cuerpo, y tender a acercarnos, nunca alejarnos. Así daremos la impresión de que no reculamos en nuestra postura ni tememos afrontar la crítica o la petición de cara.

 

6. Inflexiones y juego vocal, sonidos contundentes.

Este aspecto se refiere a la voz. El volumen debe ser audible, ni excesivamente alto ni bajo, con una buena articulación para su comprensión, enfatizando y remarcando la parte en la que marcamos el límite o el no, y con una velocidad adecuada, porque al hablar demasiado rápido, podemos transmitir nerviosismo o ansiedad. Para transmitir contundencia debemos pasar de lo agudo a lo grave, sobre todo cuando remarquemos el mensaje que queramos transmitir (lo siento... pero NO).

7. Contacto físico natural adaptado a las situaciones.

Utilizar siempre con precaución, ya que hay personas que reaccionan de forma muy diferente ante el contacto físico. Mejor utilizar si sabemos que la persona reacciona bien, si desconocemos a la persona evitarlo o tantear.

8. Coherencia entre lo verbal y lo no verbal y coherencia entre los diferentes elementos no verbales.

Es fundamental que el mensaje que transmitimos verbalmente sea acorde con el mensaje no verbal y paraverbal. No podemos asegurar que tenemos una postura firme y clara ante una cuestión, y elevar los hombros al mismo tiempo (lo cual denota dudas o indiferencia).

9. Evitar automanipulaciones o movimientos nerviosos.

Transmite ansiedad, incomodidad o dudas, y no queremos transmitir esto ante la audiencia o los interlocutores. Para ello podemos ayudarnos de una respiración tranquila y pausada. Algunos de los movimientos nerviosos más famosos son comernos las uñas, rascarnos la espalda, arreglarnos la ropa, balancearnos, tocarnos la nariz, frotar las manos,

Esperamos que estas 9 claves os ayuden a preparar situaciones donde queráis mostrar esa seguridad, contundencia y firmeza. Es solo cuestión de prepararlo bien, observaros... ¡y a practicar!

Las mujeres y el liderazgo

Dos olas históricas de lucha feminista, la primera desde mediados del siglo XIX hasta mediados de los años 30 del siglo XX; la segunda desde los años sesenta hasta los ochenta del siglo XX, nos traen hasta el momento actual. Las mujeres siguen luchando en lo que, más que una ola, se ha convertido en un mar bravo, con movimiento y avance constante. De esta manera, van conquistando hitos y lugares donde antes no tenían cabida.

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Uno de esos lugares son los puestos directivos y de responsabilidad de las empresas. Las mujeres están llegando cada vez más alto en la jerarquía de las empresas, pero, a muchas de ellas, esto les está costando una gran revolución en su autoconcepto y confianza. Y es que no son pocas las que  se plantean: ¿Seré capaz de cumplir las expectativas? ¿Me van a tomar en serio? ¿Voy a saber defender mi posición?

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Cada vez  más consultas acuden a nuestra consulta mujeres válidas, inteligentes, formadas, con experiencia y carisma que se sienten inseguras en sus roles de liderazgo. Y, en ocasiones, incapaces de ejercerlo. Esto les hace vivir sus ascensos con gran ansiedad, errar en sus primeros pasos y crear una ruptura con las actitudes y acciones que les llevaron a ese puesto.

Esta inseguridad esconde un gran peligro que puede llevar a deshacer el camino andado. Este peligro radica en que la respuesta a estas preguntas sea una imitación de los roles masculinos, de los modus operandi que han caracterizado a esos puestos durante tantos años, creándonos máscaras, alejándonos de nuestra esencia y viviendo cada paso desde la inseguridad.

Por eso, es tan importante que esta oleada feminista esté marcada por el empoderamiento de cada persona, por el objetivo de conquistar hitos desde nuestros dones, y poniendo nuestra esencia en cada cosa que hacemos. Eso sería conseguir la liberación de los roles de género, romper con las comparativas, con los miedos y las máscaras. Y desde ahí, podríamos valorar el aporte de cada persona a cada puesto, y no tanto su capacidad para adaptarse a roles prefijados. 

Hagamos valer el estilo asertivo, la empatía, el compañerismo y todas las habilidades que podamos aportar, confiando en la importancia de instaurarlas en los entornos de trabajo, alejándonos de la amenaza de roles rígidos ligados a los cargos de responsabilidad y directivos, que no favorecen a ninguno de los géneros. 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga

Grupo Crece

¿Por qué es tan importante la habilidad para hablar en público?

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La habilidad para hablar en público es de las más complejas y difíciles de gestionar. Parece que hay personas especialmente dotadas para ello, que se manejan como pez en el agua cuando tienen que "soltar un speech" en público, sea dando un curso o conferencia, tomando la palabra en una reunión de trabajo o contando una anécdota en un grupo social o familiar.

Si somos de los que pensamos que “se nos da mal” esto de hablar en público, es muy posible que admiremos y nos maravillemos de este tipo de personas y sintamos que esto “no es para nosotros", "no hemos nacido con ese don”, “nosotros no seremos nunca capaces de conseguirlo”.

En realidad, no es así, las habilidades de oratoria y hablar en público se aprenden y cualquiera de nosotros puede hacer gala de poder disfrutar hablando en público, conmover, convencer o conseguir la atención de un auditorio, con sólo entrenarse y practicar el conjunto de habilidades y estrategias implicadas en una conducta, a priori, muy difícil. 

Además, es una conducta que si aprendemos a manejarla, nos va a aportar una mejor autoestima y una mayor seguridad en nosotros/as mismos/as. 

Hablar bien en público nos puede abrir muchas puertas. Desde un punto de vista profesional puede ayudar a:  aumentar las posibilidades en una entrevista laboral, conseguir mayor credibilidad y atención en las reuniones de trabajo, obtener mejores resultados en un examen u oposición, captar clientes para una empresa o proyecto, ganarme la confianza de mi equipo, liderar con más seguridad a un grupo de personas… Pero, también, en el terreno personal tiene grandes ventajas como facilitar sentirme más integrado/a en los grupos sociales o en el entorno familiar, conseguir que mis opiniones sean tomadas más en cuenta, ser percibido/a como una persona más interesante y segura de sí misma…

Cuando hablamos en público, ponemos sobre la mesa un gran abanico de competencias, desde cómo estructurar un discurso, a cómo expresarse con los gestos de la cara, las manos, el cuerpo o la voz. Todo ello implica un conjunto de habilidades verbales y no verbales que se pueden entrenar por separado de una manera sencilla.

¿Por qué se nos da mal hablar en público? ¿Por qué, incluso, hemos desarrollado miedo escénico o miedo a hablar en público?

Es muy posible, que en algún momento de nuestra vida, hayamos tenido una experiencia desagradable o traumática, donde quizá hubo personas que se burlaron o nos humillaron, sufrimos un bloqueo o una reacción de mucho nerviosismo, nos sometían a situaciones de mucha exigencia…. Entonces, nuestro organismo ha automatizado la respuesta de activación o tensión para protegernos (Cerebro reptiliano o emocional) y esta respuesta de alerta se generaliza a otros contextos de exponernos a un público aunque racionalmente (neocortex) nos parezca absurdo o no encontremos la relación.  

Puede ser también, que por las circunstancias de un entorno muy protector, exigente o que no nos haya ofrecido oportunidades de enfrentarnos a estas situaciones, no tengamos experiencia y práctica a la hora de comunicarnos y hablar en público y sintamos que no sabemos hacerlo.

La timidez, el miedo a exponernos al juicio de los demás, los bloqueos para mostrarnos espontáneos y tal como somos, también suelen estar en la base de nuestro miedo o dificultad para hablar en público.

Ante esto, las consecuencias de tener dificultades a la hora de enfrentarse a hablar en público son:

  • Si no podemos evitar enfrentarnos porque en nuestro trabajo es imprescindible, al no disponer de recursos de autogestión emocional ni herramientas verbales y no verbales, obtenemos un resultado negativo, nuestra autoestima baja y mantenemos o empeoramos el problema al largo plazo.

  • Si podemos, evitaremos exponernos a aquello que provoca malestar, con lo cual nunca podremos aprender o mejorar estas habilidades y darnos cuenta de que podemos hacerlo y podemos hacerlo bien y disfrutarlo.

Disfrutarlo, sí.

Cuando podemos ser nosotros mismos ante un auditorio o grupo de personas, gestionando nuestra ansiedad hasta el punto de poder bajarla al mínimo, mostrando naturalidad en nuestra comunicación no verbal, y pudiendo expresar nuestras ideas, obtenemos un gran refuerzo social y nuestra autoestima se refuerza muchísimo.

 

Hay ciertas claves a tener en cuenta a la hora de hablar en público:

1. Nuestro nivel de activación o ansiedad que nos puede hacer percibir la sensación de descontrol y de miedo al miedo o miedo a las señales de ansiedad: taquicardia, sudor, dificultad para respirar, bloqueo corporal, temblor en la voz o en el cuerpo. Pensar que los demás “lo pueden notar” nos hace estar muy indefensos y expuestos. Y centrar nuestra atención en la ansiedad favorece que la ansiedad se mantenga, ese comportamiento de hipervigilancia hace que nosotros mismo provoquemos que estas señales se mantengan e incluso que aumente su intensidad. Mantener a raya nuestro nivel de ansiedad y aprender estrategias como la respiración diafragmática o el control atencional para manejarlo, será imprescindible.

2. Las ideas que tenemos de nosotros/as mismos/as en ese momento, o antes o después de enfrentarnos al público: ideas, la mayoría de las veces, muy negativas e hiperexigentes y que ponen en duda nuestra valía personal. Tendemos a:  

  • Anticipar las consecuencias negativas “voy a hacer el ridículo”, evaluar de manera poco realista y muy negativa nuestras habilidades, “lo hago fatal”, o las situaciones, “nadie se está enterando de nada”.

  • Generalizar los errores o las dificultades, “no lo voy a conseguir nunca”, “todo lo hago mal”,

  • o focalizar la atención en un aspecto que no es tan relevante, “ya estoy de nuevo con los titubeos”.

  • Marcarnos metas excesivamente elevadas sin tener en cuenta nuestro punto de partida a la hora de hablar en público: “tengo que hacerlo perfecto si no, no vale”

  • Exagerar nuestros errores y no tener en cuenta nuestros logros: “se me ha olvidado hablar de…”

  • Compararnos con otras personas de modo que nosotros/as siempre salimos perdiendo provocándonos una respuesta de inseguridad y desánimo: “no puedo competir con esta persona, lo hace y lo hará siempre mejor que yo”.

Desarrollar ideas más proactivas y constructivas y desbancar las ideas perjudiciales será una estrategia importante. Podemos usar autoistrucciones positivas como: “nadie lo nota más que yo” “voy a respirar” “me voy a centrar en la presentación”, “voy a mover las manos”, “estoy consiguiendo estar más calmado/a” “he conseguido avanzar en … desde la última vez”.

3. La conciencia de nuestros movimientos corporales, faciales y del uso de la voz, y el conocimiento que tengamos de los comportamientos no verbales adecuados en estas situaciones. Hay aspectos de la conducta no verbal y paralingüística que nos pueden dificultar la puesta en escena y otros que nos lo facilitan, favoreciendo que el mensaje llegue de manera más clara y contundente y consigamos nuestros objetivos en dicha comunicación, y lo más importante, vamos a conseguir contagiarnos de esa actitud no verbal y sentirnos más seguros/as. Es necesario un entrenamiento en estas competencias dirigido por un profesional.

4. La estructura de nuestro discurso y el uso del lenguaje verbal, así como los apoyos didácticos usados, que igualmente, puede facilitar o no que nuestro mensaje llegue al interlocutor. Podemos acudir a un profesional que nos oriente y corrija nuestras presentaciones.

5. La exposición progresiva a situaciones de hablar en público y la práctica son imprescindibles para descondicionar nuestra experiencia negativa y propiciar nuevas asociaciones positivas en el cerebro. Mientras más lo evitemos, más dificultades y más conflicto tendremos con esta habilidad.

Existe una gran oferta de cursos presenciales de oratoria, cursos para vencer el miedo escénico o cursos para hablar en público en Madrid y en el resto de España. Un buen curso es la opción más eficaz para superar nuestro nerviosismo y ansiedad en las presentaciones y mejorar considerablemente nuestras habilidades.


Raquel López Vergara

Psicóloga, coach y formadora

Grupo Crece 

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Expresarnos con Mensajes yo: una manera de ser asertivos sin herir a los demás

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En muchas ocasiones para no herir los sentimientos del otro, evitar un posible conflicto, damos rodeos o excesivas vueltas a lo que decimos, mostrando al final inseguridad y una menos credibilidad ante nuestro mensaje, además de sentirnos mal con nosotros mismo por no decir realmente lo que necesitamos.
Un buen truco para expresarnos de manera clara y directa evitando herir al otro o provocar un conflictos son los MENSAJES YO.

En nuestro vocabulario es muy frecuente usar una manera de expresarnos en forma de MENSAJES TÚ: "Tú no hiciste..." "Tú no quieres...", Tú eres...". Si cambiamos esto por : "Yo prefiero...", "Yo no quiero...", " Yo me sentí contigo...", evitamos susceptibilidades en el otro pudiendo poner de manifiesto nuestras necesidades y preferencias.

¡Animaos a experimentarlo!

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Éxito y fracaso: una comparativa entre algunos animales y el ser humano

éxito y fracaso

En un taller sobre éxito y fracaso, un alumno me planteó que si echásemos un vistazo al mundo animal, el porcentaje de éxito en la caza del alimento era muy bajo en relación al porcentaje de fracaso. Sin embargo, los seres humanos y más en nuestra sociedad donde los valores de competitividad y los modelos de éxito están sobre estimados y desvirtuados, no admitimos el fracaso.

La época de vacas gordas y el aprovechamiento por parte de las empresas para activar un consumo banal y sinsentido, nos ha llevado a valorar el éxito como algo imprescindible en la vida, y valorar solamente un determinado tipo de éxito basado en tener más que en ser.

Quedarse en paro, perder la casa, tener que apretarse el cinturón y no poder mostrar a los vecinos, o familiares lo bien que nos va con esas súper vacaciones, ese cochazo o esa casa en la playa que nos estamos planteando vender. En lugar de sincerarnos y decir simplemente: “ahora no podemos permitirnos ese gasto”, seguramente diremos: “la verdad, es que ya no nos gusta esa casa, se nos ha quedado pequeña y apenas vamos”.

Si volvemos al mundo animal y a la reflexión de nuestro alumno, George Schaller, el famoso naturalista alemán, estudio al león africano. Las hembras de león son formidables depredadoras. Han aprendido desde pequeña a perfeccionar el arte de la caza, sin contar con sus armas naturales: fuerza, velocidad, instinto y organización en grupo.

El científico, tras observar durante largos periodos a esos grandes felinos fue capaz de calcular porcentajes de éxito en sus intentos de caza, dependiendo de distintas variables. Los datos nos dicen que las leonas solo se convertían en festín en un 14% de los casos de los ataques a damaliscos, frente al 47% de los ataques a facóqueros, el 38% de los intentos contra cebras. Asimismo, calculó que una ofensiva desde los matorrales funcionaba el 41% de las veces, mientras el porcentaje de éxito era solo del 12% en campo descubierto. Además, la noche (33%) era más propicia que el día (21%). En todos los casos el porcentaje del fracaso es mucho mayor al del éxito.

Según información de wikipedia, el guepardo tiene un índice de éxito del 50%. Tiene una vista privilegiada, que aprovecha para observar a sus víctimas desde la distancia, tumbado en un promontorio o subiéndose a un árbol. Es paciente y tranquilo; sabe escoger su presa y esperar el momento adecuado. El león cuando está hambriento, desperdicia energías corriendo sin mucho tino detrás de las presas. El guepardo, en cambio, espera. Los guepardos, gracias a sus características aerodinámicas pueden alcanzar velocidades de más de 100 km/h en carreras cortas, lo que garantiza un alto porcentaje de éxito en sus cacerías. Se calcula que la mitad de sus intentos de caza acaban en capturas. También es cierto, y los amantes de los documentales bien lo saben, que el guepardo acaba tan exhausto después de cazar a una presa que en ocasiones no puede comerla y le es arrebatada por animales oportunistas.

El licaón, de la familia de los perros, habita en el continente africano. Además de estar en la lista de los más veloces, alcanza 72 km/hora, es considerado el mejor cazador del mundo, pues su porcentaje de éxito está entre 70 y 89%. Este gran título se debe a su estrategia de caza en manadas y relevos.

La naturaleza es dura con los éxitos y fracasos y los éxitos siempre suponen un gran esfuerzo, nos ofrece una gran dosis de humildad al respecto y nos enseña muchas cosas sobre el proceso hacia el éxito: esperar una ocasión adecuada sin precipitarse, trabajar en equipo, desarrollar las habilidades adecuadas para el objetivo al que me quiero dirigir. Podríamos concluir que aspirar a más de un 50% de éxito no es muy realista y que podría ser que lo que consideramos éxito no lo sea y lo que consideramos fracaso no lo sea tampoco, sería interesante revisar para nosotros mismos qué es éxito y qué es fracaso y que hago realmente para alcanzar el éxito y que hago o no hago para llegar al fracaso.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

¿¡Por qué dije eso!? Claves para no actuar en caliente y calmar la furia

iracontrol de la ira

Cuántas veces nos ha pasado eso de: “No quise decirte eso”, “En verdad no lo sentía pero me descontrolé”, “Por qué he tenido que ser tan bocazas, tenía que haberme callado…” Sí, cuando nos enfadamos, la propia emoción de la rabia nos impulsa a la acción, a defender un derecho, a quitarnos de en medio un obstáculo, a solventar aquello que vivimos como injusto… Y en muchas ocasiones, es necesario y útil, pero en otras… nos provoca problemas y conflictos que puede que no tengan vuelta atrás.

Otro factor negativo de la rabia es que, en la mayoría de las ocasiones, nos lleva a interpretar de manera equivocada y distorsionada la realidad. Aquello que corresponde sólo a la opinión de otra persona lo vivimos como un agravio, aquello que es un simple mal entendido lo interpretamos como algo dañino a propósito hacia nosotros, lo que es una circunstancia inevitable de la que nadie tiene culpa, la utilizamos para culpabilizar y “machacar” a una persona.

Todo ello puede ser nefasto para nuestras relaciones personales, familiares o laborales, creando un conflicto, malestar u otras consecuencias negativas que nos podríamos ahorrar con un poquito de autocontrol.

Hay personas con un temperamento muy templado que no se alteran o lo hacen con mucho comedimiento y otras personas de las que se dice “tiene mucho carácter”, bien, cualquier persona puede aprender a desarrollar autocontrol emocional, ya que no es una habilidad innata son algo que hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida aunque las personas con un temperamento más templado lo tengan más fácil.

¿Qué podemos hacer? ¿Cuál es la clave del autocontrol?

1. Tomarnos un “tiempo fuera”

Si estoy enfadado/a aunque sea evidente por mis gestos, es mejor que salga un momento del lugar del conflicto, es decir, me voy a callar y voy a dar una vuelta, me voy a  otra habitación, me siento en mi mesa de trabajo y hago alguna tarea… En ese momento no hablo de mi enfado, ni de lo que lo ha provocado.

2. Intento durante el “tiempo fuera”, pensar en otra cosa que me distraiga, buscar algo entretenido, escuchar una música alegre o tranquila…

3. Una vez más tranquilo/a pienso si realmente la otra persona es el causante de mi malestar y si lo ha hecho con conciencia de darme o con mala intención. Reflexiono sobre lo que ha pasado.

-       Muchas veces, el otro, ignora que esto me molesta o me enfada. No es adivino, sus valores y normas de comportamiento van por otras vías diferentes a las mías, yo no estoy en posesión de la verdad.

-       Otras veces, aunque no lo ignore, no pretendía ofenderme o hacerme daño o perjudicarme, no hay una mala intención hacia mí. Es humano y ha cometido un error o es egoísta y no piensa mucho en los demás.

-       Incluso, es frecuente que el otro no tenga nada que ver en el asunto, las circunstancias nos han jugado una mala pasada y nadie es ni culpable ni responsable.

-       Y, sí, puede que el otro sea responsable, y me haya hecho daño a conciencia o dejándose llevar también por la rabia, pero en “caliente” sólo voy a conseguir entrar en una espiral de conflicto.

-       Y una pregunta importante ¿qué dice de mí que me haya molestado tanto esta persona o situación? ¿Puedo sacar una conclusión o aprendizaje de mi reacción emocional? ¿Qué necesidad se está poniendo de manifiesto? A veces, la rabia sólo es la punta del iceberg.

4. Tras mi reflexión tomo una decisión.

-       Si el otro no tiene responsabilidad en el asunto: Puedo pedir disculpas por mi reacción y añadir que en esos casos necesito salir a despejarme o esperar un poco para hablarlo con más tranquilidad.

-       Si el otro tiene responsabilidad en el asunto: Pedir disculpas por mi reacción pero indicarle a la otra persona que hay cosas que me molestan, me hieren, no me gustan… Al expresar  mi malestar es importante hacerlo desde los “Mensajes yo”:

“Yo me he sentido…”

“No me ha gustado…”

“Me enfada cuando…”

Y describiendo aquello que me molesta.

Evitaremos juicios de valor y ataques como “Eres un egoísta y sólo vas a lo tuyo…” “Tu manera de proceder es absolutamente incorrecta…” “Es que nunca te das cuenta de que…”

Cuidado con estos mensajes, no nos ayudan a gestionar las emociones ni a resolver el conflicto.

A este tipo de estrategias las denominamos gestión asertiva del la rabia o del enfado y se engloban dentro de otras herramientas de la comunicación asertiva.

5. No olvidemos que debajo de esa furia pueden esconderse otras emociones como la desilusión, la frustración, la tristeza, la rabia contra uno mismo… No escuchemos sólo a la ira. Desde ahí podemos descubrir cosas muy interesantes de nosotros mismo o de nuestras necesidades y quizá tengamos que hacer un cambio vital importante en nuestras vidas o si ese cambio no podemos hacerlo empezar a aceptarlo de una manera más constructiva.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Empoderamiento femenino

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El porcentaje de mujeres que están en puestos directivos y de poder es muy bajo, escandalosamente bajo, en relación al potencial existente en la mujer: preparación, conocimientos y competencias.

Aunque las mujeres representan el 50% del activo laboral de la población, en España, sólo el 10% de los puestos ejecutivosestán cubiertos por mujeres (Castaño, Laffarga et al..,2005), sobre una muestra de 1.878 grandes empresas.

Según este estudio, en el que participaron diversas universidades españolas y publicado por el instituto de la mujer en 2009, hay menos mujeres directivas que hombres, y muchas de ellas tienen puestos gerenciales más que de dirección, hay menos contratos estables en mujeres en relación a los hombres, es más frecuente que la mujer trabaje media jornada, hay menos madres en puestos directivos que mujeres que no tienen hijos, los sectores donde la mujer tiene un espacio en puestos directivos siguen siendo los tradicionalmente femeninos (sector de asistencia, educación, servicios…).

Por otro lado, las mujeres directivas afirman tener más dificultades a la hora de acceder a dichos puestos que los hombres, y estar peor remuneradas que ellos.

Sobre el papel tenemos los mismos derechos y oportunidades, invertimos en educación para la igualdad, hay muchas más mujeres que hombres que van a la universidad (45% frente al 33% de los hombres según estudios realizados por el Instituto de Estudios Económicos de 2012), pero los roles, a pesar de la fachada de cara a la galería, no han cambiado lo que deberían cambiar, para conseguir un equilibrio esperado y deseable.

¿Qué ocurre?

  1. Afectivamente, las mujeres seguimos siendo dependientes.

  1. Intelectualmente, nos ponemos detrás de los hombres.

  1. Priorizamos las necesidades de los demás en relación a las propias necesidades.

  1. La sociedad sigue respondiendo a patrones machistas, patriarcales y estructuras verticales en muchos ámbitos, está en nuestra memoria emocional y respondemos a esto muchas veces de manera inconsciente. Por ejemplo, el chico tiene que pagar la consumición de la chica.

  1. ¿La maternidad? La maternidad, desde mi punto de vista es una excusa. Muchas mujeres al igual que muchos hombres compaginan su trabajo de horarios imposibles con el cuidado de sus hijos.

  1. Es difícil la conciliación cuando las empresas no ponen las facilidades que deberían poner tanto a hombres como a mujeres.

  1. Es difícil la conciliación cuando además, de tener hijos y trabajo, la mujer se ocupa de las labores domésticas, de las reuniones del colegio, etc., para que su pareja tenga tiempo de triunfar en su trabajo ya que suele ganar más, y claro, hay que darle prioridad al trabajo del varón. Eso sí, el hombre es listo, no abandona sus hobbies y respeta un mínimo espacio personal para él mismo.

Así, es difícil, claro.

Si nos apropiásemos de nuestro espacio de ocio, si no renunciásemos a nuestras aspiraciones profesionales, si planteásemos que sí o sí, las reuniones del colegio, las labores domésticas, cuidar a los hijos enfermos… son cosa de dos, quizá subiría el porcentaje de divorcios, pero no lo creo, ellos también empezarían a cambiar sus roles, los les quedaría otra.

Las mujeres tenemos muchas competencias para dirigir, negociar, persuadir, motivar, tomar decisiones, gestionar el estrés y la presión, y para crear ideas brillantes.

Los hombres valen también para cocinar, limpiar, llevar a los niños al colegio, contarles cuentos, administrar la economía doméstica, expresar ternura y otras emociones, no son “cavernícolas”. Muchos ya lo hacen.

En las empresas, las mujeres al sentirse, muchas veces, indefensas, con la sensación de no poder controlar más allá, y no poder hacer nada para ascender, adoptan una actitud derrotista y poco proactiva por significarse y sentarse en la mesa de reuniones como una más.

En la historia de la humanidad hubo mujeres con un papel muy significativo en los clanes o sociedades humanas, llegando a ocupar espacios de gran relevancia espiritual o política. Ciertamente, se trata de una minoría de situaciones, pero lo importante es que hubo mujeres que conquistaron esos puestos, en situaciones donde el hombre era el protagonista y eso es aún más difícil. La cultura y los valores inculcados socialmente, se han encargado de situar a la mujer en el peor lugar, quizá todo derivó de que somos menos fuertes físicamente, y en los primeros asentamientos humanos la fortaleza física, al igual que se observa en grupos de primates es un valor importante, y de ahí la cultura ha hecho el resto, por mantener ese estatus con creencias que nos situaban por debajo como “el sexo débil o perverso”. No olvidemos personajes del antiguo o nuevo testamento: Eva que nos lleva al pecado y a salir del paraíso, Dalila, traidora y manipuladora, la mujer de Lot que desobedece y se convierte en sal  por ello, María Magdalena, prostituta…

El avance en nuestra socialización, nos ha llevado a inventar la ética y a sofisticarla cada vez más, cosas que ocurrían en las antiguas civilizaciones como los sacrificios humanos, ahora nos parecen aberrantes, por ello, debemos seguir luchando para que cosas aberrantes desaparezcan de nuestra cultura y es aberrante que la mujer no tenga las mismas oportunidades que el hombre.

La sumisión no está en los genes sino en la cultura, es un comportamiento aprendido. No caigamos en la trampa, provoquemos cambios en nosotras mismas, empecemos a agarrar nuestro poder.

De esta manera, ganaremos todos: hombres que tendrán oportunidad de explorar y satisfacer un espacio que ahora la sociedad les prohíbe, y las mujeres que conseguiremos la justa igualdad.

Lo masculino y lo femenino son aspectos dinámicos, lo han sido a lo largo de toda nuestra historia cultural y, al mismo tiempo, no podemos hablar de lo masculino del hombre y lo femenino de la mujer. Lo masculino y femenino son conceptos inventados para clasificar la realidad, son complementarios y están ambos en los cerebros de hombres y mujeres.

Ahora hay cierta confusión tanto en hombres como en mujeres sobre su parte femenina y su parte masculina, yéndonos a veces a lugares que no tienen que ver con nuestras necesidades e identidad propia.

Mujeres a por lo masculino, hombres a por lo femenino, mujeres a por la nueva feminidad, hombres a por la nueva masculinidad.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece