Ayudando a nuestros hijos a conocerse mejor

El autoconocimiento es una de las primeras capacidades que necesitan los niños y niñas para desarrollar su inteligencia emocional, porque es lo que le hace descubrir qué siente y cómo lo expresa.

Les ayudamos si:

1.      Aprenden a nombrar  y expresar sus emociones y descubrir la de los demás.

2.      Valoran sus capacidades y pueden describirse como un ser único, diferente del resto.

3.      Reflexionan acerca de lo que provocan sus emociones y las del otro.

Ante distintas situaciones, y siempre después de observarles, pondremos nombre a sus emociones: “Estás triste”, “Pareces muy enfadado/a”; “Veo que estás contento/a”… A continuación le preguntaremos si es así cómo se siente. Luego le podemos contar cómo nos sentimos nosotros para que aprenda que las emociones pertenecen a cada uno, que son reacciones personales a situaciones concretas y que, por tanto, no son buenas ni malas: “Tienes cara de susto por el petardo… siento que te hayas asustado, a mí, en cambio me parece divertido”.

Las emociones se expresan tanto con el lenguaje verbal como con el no verbal. Las palabras ponen el nombre para poder expresar lo que nos pasa o escuchar lo que les ocurre a los otros, pero lo no verbal tiene un valor fundamental. Para que el  niño o la niña entienda esto podemos usar unas fotos con caras que expresen emociones y pedirles que las imiten o hacer con él/ella un dado con las palabras “triste, alegre, enfadado, vergonzoso, feliz, asustado, etc.” Al tirarlo, tendrá que poner la expresión que corresponda.

La expresión de emociones tiene que ver con la salud, en la medida que contamos lo que nos pasa, somos más capaces de buscar soluciones a los conflictos; si callamos, podemos somatizar dolencias físicas como los dolores de tripa, de cabeza, tics nerviosos, etc. Por eso es importante reconocer nuestras emociones. Para que los niños y niñas lo comprendan les decimos que la dificultad para expresar sentimientos es como un bichito que crece en el estómago y nos hace encontrarnos mal, mientras que si contamos a alguien lo que nos pasa, el bichito se va haciendo cada vez más pequeño, hasta desaparecer.

Uno de los pasos más complicados es que entiendan la relación que existe entre sus actos (gritar, pegar…) y las emociones que los provocan (enfado, frustración…). Si es capaz de identificarlas, también lo será expresarlas de manera adecuada. Es importante mostrarse firme y constante con las consecuencias de los comportamientos de los hijos e hijas, de esta forma les ayudaremos a entender esta relación, siempre con un respeto y cariño incondicional.

A continuación hay que enseñarles a canalizar aquellos comportamientos que no son adecuados para expresar sus emociones. Este aprendizaje va estrechamente unido a lo que su comportamiento provoca en los demás. Podemos decirle: “ya veo que estás (enfadado, sorprendido, contento, triste…) por eso (gritas, ríes, lloras…), comprendo cómo te sientes…(empatizamos). Pero cuando tú haces eso, yo me siento…(consecuencias de su actuación en los otros: enfadada, contenta, preocupada, etc…).

Conocer por qué se producen las emociones también supone un aprendizaje que ayuda a canalizarlas y expresarlas adecuadamente, a la vez, nos proporciona información sobre lo que nosotros provocamos en los demás con nuestras actuaciones.

En los próximos post seguiremos profundizando sobre cómo ayudar a los hijos e hijas a su autoconocimiento y autovaloración.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga y coach

Grupo Crece

El amor, ¿de quién depende?

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Si en algo coincidimos todos es en que el amor es difícil. Desde encontrar una persona que te genere ese nosequé que queseyo hasta mantener una relación duradera, hay una sucesión de pasos que hacen que concluyamos que esto del amor, es casi un milagro.

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Cierto es que, en este juego del amor, hay muchos factores incontrolables. No podemos controlar que las personas que encontramos en nuestro camino
cumplan con nuestros estándares, ni que  estén abiertos a emprender el camino de apertura y descubrimiento que implica el inicio de una relación, ni que busquen el mismo modelo de relación que nosotros y nosotras... Sin embargo, vivirlo desde una vision casi azarosa nos puede hacer tomar una
actitud de gran pasividad, que derive incluso en actitudes apáticas o
defensivas.

Pero, ¿donde estamos cada uno en todo esto? ¿Seguimos siendo la princesa a la espera de que el príncipe luche contra nuestros dragones para abrirle nuestro corazón? ¿Seguimos siendo ese príncipe a la espera de encontrar una princesa que se entregue plenamente después de proponernos un reto para sentirnos seguros? Sin duda, este planteamiento pasivo del amor nos traslada a lugares tan antiguos como peligrosos.

Necesitamos conquistar nuestro territorio, tomar nuestra parte de responsabilidad en cada uno de los pasos y ejercer nuestra parte de poder.


¿Estoy haciendo todo lo que está en mi mano hacer para conocer a personas?

¿Estoy favoreciendo que esta relación avance?

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¿Qué puedo hacer para que mejore esta crisis de pareja?

¿Tengo heridas que están influyendo en este campo y debería sanar?


Este enfoque nos permitirá dar luz a un mundo que en ocasiones nos confunde con sus sombras, nos hace sentir perdidos y nos llena de angustia. Tomar nuestra responsabilidad nos coloca en un rol activo, nos abre esperanza y una visión positiva, o, al menos, más poderosa.

Pero, ¿por qué nos cuesta tanto tomar nuestra parte de responsabilidad?

Históricamente, el amor se ha tratado de manera categórica, entendiendo que existe sólo una manera de amar, una manera de vivir el amor, como si fuese una calle de sentido único. Esto nos lleva a esa actitud de dejarnos llevar, sintiendo que en ese carril habrá giros a la izquierda y la derecha que, suponemos, forman parte del camino. Nos lleva a vivir esos giros como inesperados, y a no saber cuándo se volverá a re alinear el camino.

Por eso, reconozcamos la complejidad de tan amplío tema, con todas sus matices, viendo las partes que no controlamos, pero sin perder de vista todos los campos en los que nuestra influencia va a tener un peso clave. Y una vez detectadas nuestras responsabilidades,  nuestro poder, ¿vas a renunciar a él?

La ley del péndulo en psicología

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La ley del péndulo es la que nos permite explicar ciertos comportamientos humanos cuando son muy extremos. Nos permite entender también incluso comportamientos históricos que han identificado a las sociedades en diferentes momentos sociopolíticos. Y es que la ley del péndulo nos habla de cómo las personas, cuando estamos anclados en un comportamiento extremo que queremos abandonar,necesitamos explorar el lado contrario.

Muchos de los objetivos que se plantean las personas en terapia psicológica están relacionados con abandonar comportamientos que se encuentran en un extremo del abanico de opciones y que no resultan de satisfactorios en las personas.  En este punto las personas quieren  aumentar el espectro de respuesta, permitirse elegir entre diferentes opciones y no enclaustrarse en un determinado comportamiento.

Sin embargo, este cambio no se produce, en muchas ocasiones de manera paulatina, acercándose cada vez más a respuestas normativas, si no que se desarrolla desde un movimiento pendular, yendo de un extremo al otro.

¿Por qué se produce este fenómeno?

Esta polarización en movimiento pendular tiene relación con diferentes factores:

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  1. La idealización del opuesto: cuando sentimos que estamos constreñidos en algo, tendemos a idealizar el extremo contrario.

  2. La necesidad de reafirmarnos: cuando hacemos los cambios desde la rebeldía buscamos el impacto en los demás y en nosotros, trasmitir que ya no estamos en el mismo sitio. De este modo, tendemos a elegir el vistoso extremo antes que el discreto centro.

  3. La comodidad del extremo. Los extremos son cómodos, no tienen contención, filtro ni elaboración. Es fácil incluirse en un extremo, por lo que si estamos acostumbrados a un extremo, nos será más sencillo movernos al contrario que al término medio.


Este movimiento pendular es el que nos guía cuando somos muy inhibidos y queremos salir de ese extremo, pero nos convertimos en agresivos; cuando hemos acabado una relación con poca sexualidad y buscamos que nos valoren por nuestro físico de manera continua; cuando salimos de una dictadura y nos metemos en una movida…

¿Qué función tiene este movimiento pendular?

Podríamos pensar que la ley del péndulo no es más que una mala pasada de nuestra cabeza, otro de los laberintos donde nos metemos que no nos llevan a ningún lado. Sin embargo, aunque no suponga la solución y, en ciertos momentos, suponga una dificultad extra, el movimiento pendular es necesario para sentirnos libres de elegir. Una vez probados los dos extremos, conocidos los pros y contras de cada uno, tenemos más criterio para decidir en qué parte del espectro queremos situarnos. Cuando rompemos con el dejarnos llevar, podemos introducir esa parte de racionalidad, de filtro, de elección real y de compromiso con ella.
Además, podremos reconocer en nosotros mismos desviaciones hacia los extremos, pudiendo reconducirnos.

Sara Ferro Martínez

Psicologa, formadora y coach

Grupo Crece

Quiero ser perfecta/o

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En terapia, tras muchas frases de angustia, de duda, de inconexión absoluta entre ideas, jaleo de emociones, pensamientos destructivos y sufrimiento a raudales, en muchas ocasiones lo que leo entre líneas es sencillamente :  

QUIERO SER LA PERSONA PERFECTA.

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Querer manejar conflictos sin un ápice de descontrol, gestionar emociones negativas sin que desborden y que duren poco en el tiempo, ser divertida, simpática, inteligente y con palabras siempre razonables y justas, resolutiva en el trabajo, tener un cuerpo estupendo, disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, dar tiempo a mi pareja, ser una madre/padre que atienda a sus hijos y les de el tiempo que necesitan y les enseñe la felicidad…Y todo esto a la vez!

 

En la perfección una imagina el éxito. Si tiramos del hilo , tras el “éxito” lo que encontramos es la necesidad de amor, de que me valoren y quieran. Y si tiramos un poco más, encontramos el miedo a defraudar a…( siempre hay alguien, que curiosamente suele ser un padre/madre/ familiar).

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Pero en la perfección olvidamos la otra cara de la moneda: el que se encuentra por encima de otras personas ( pues ser perfecta no es otra cosa que ser mejor que otras), se encuentra en la más pura soledad. Si somos perfectas no necesitamos a nadie, pues en nosotras está todo. Estamos completas. Y ¿ Cómo puede sentirse una persona al lado de otra que no se permite ni necesita nada de nadie? Todo el mundo necesita ser valorado, pero al lado de una persona perfecta nadie se siento valorado, pues el perfecto lo absorbe todo. Conclusión, el perfecto es el primero que se excluye y se acerca a la soledad que tanto teme.

Si quieres llegar a ser la mejor persona, trabaja en tu propia imperfección.

El imperfecto que se acepta como tal, deja de tener miedo a cometer errores, pues sabe que los habrá, que de ellos aprenderá y que con ello conseguirá sus objetivos.

El imperfecto que se acepta, se sitúa al mismo nivel que el resto de humanos ( imperfectos como él), por lo que las relaciones se viven desde la igualdad, dejando de lado las comparaciones, la soberbia, las envidias y el sentimiento de inferioridad.

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El imperfecto que se acepta, entenderá la imperfección del otro, por lo que no le considerará inútil, tonto o inferior, comprenderá que hay cosas en las que el otro no es tan hábil, pero le respetará como ser humano.

Así que sólo te deseo que tu objetivo sea ser el/la PERFECTO/A IMPERFECTO/A.

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga y formadora

Grupo Crece


 

 

Descubriendo el universo emocional: el enfado y la pregunta mágica

El enfado es la emoción protagonista de nuestro post de hoy.

Como ya hablamos en nuestro anterior post emocional, sobre la tristeza, hay que tener en cuenta siempre, que las emociones son positivas, porque nos dan información sobre cómo nos afecta algo y en qué medida, y por tanto, su conocimiento, lectura y entendimiento son claves para manejarnos en el mundo.

El enfado, es una emoción que prepara nuestro cuerpo para el ataque. Nos prepara para atacar, porque de alguna manera, algo nuestro que es importante, está resultando dañado o herido. Es especialmente importante entender este concepto, ya que nos ayudará a canalizar la emoción correctamente, ya sea para nosotros mismos, o cuando la gestionamos en otra persona.

Entonces una pregunta clave que os propongo es la siguiente...

"Estoy enfadado... ¿qué parte de mí está resultando herida?"

Probablemente, el resultado de la respuesta a esta pregunta, nos ayude a manejar la situación mucho mejor.

Una vez que sepamos lo que significa el enfado en este caso, podremos sacar con facilidad, lo que nos está queriendo transmitir, y por tanto, nos resultará más sencillo decidir la estrategia de gestión.


Ejemplo:

"Salgo tarde del trabajo, con muchas ganas de volver a casa, y cuando llego al metro resulta que acabo de perderlo, tengo que esperar tiempo, y el siguiente que pasa va lleno y apenas me puedo colocar en el vagón"


¿Qué parte de esta persona puede estar resultando dañada?

Probablemente su necesidad de comodidad y descanso, su expectativa de poder llegar a casa pronto para descansar, o su necesidad de cuadrar los tiempos, teniendo en cuenta todo lo que tiene que hacer esa misma tarde o durante la semana.

 

¿De qué está avisando el enfado?

El enfado en este caso, está avisando de lo que es importante para esta persona (llegar a tiempo, descansar, estar tranquilo, tener tiempo para cuadrar todo).


¿Cuál sería la gestión correcta de esta emoción?

Una vez entendida la emoción, la mejor forma de gestionarla en este caso es la aceptación, ya que no puede vaciar el tren ni llegar antes por arte de magia. Técnicas como el control de pensamientos, las autointrucciones positivas o la relajación pueden ser muy útiles.


Ejemplo de autoinstrucción positiva:

"No es mi culpa, no puedo hacer nada, estoy disgustado pero no me va a ayudar, ya llegaré a casa y lo arreglaré, puedo ir incluso pensando cómo hacerlo"

"No pasa nada, encontraré una forma de descansar un poco después"

"Estoy enfadado pero se me va a pasar, es normal enfadarse un poco cuando ocurre esto"

"No hay  nada mejor que pueda hacer ahora que relajarme un poco"

Os animo entonces, a utilizar esta pregunta mágica cuando notéis los síntomas del enfado o la tristeza: ¿qué parte de mi está siendo dañada?.


Algunas pistas para saber que estamos enfadados, a través de nuestro cuerpo son las siguientes:

  • Tensión en mandíbulas, garganta y/o extremidades

  • Sensación de calor

  • Respiración más acelerada

  • Resoplar

  • Pensamientos agresivos

  • Uso de palabras malsonantes

  • Elevación de la voz (gritos)

  • Gestos violentos (golpes en la mesa, lanzamiento de objetos al suelo...)

 ¡Feliz manejo del enfado!


La función del síntoma

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Temblores, bloqueos, insomnio, apatía... Muchas de estas palabras son las que escuchamos en los primeros encuentros terapéuticos, seguido de la frase ¿Cómo puedo quitármelas? 

En una sociedad en la que estar mal no es una opción, los síntomas son un objetivo a batir, un capricho del destino que se cruza en nuestro camino para hacérnoslo más complicado, algo aleatorio que nos toca y que queremos espantar. 

Esto hace que busquemos remedios rápidos, soluciones directas enfocadas en el síntoma, sin tomar una perspectiva más amplia y realista del problema. Y, en muchas ocasiones, estos remedios dan resultados, dándonos una tregua. 

Sin embargo, el enfoque del síntoma como problema, nos lleva en muchas ocasiones a escaladas y bucles en los que los síntomas se suceden o se incrementan. Poner el foco en el síntoma nos hace tomar una perspectiva muy corta, que nos impide tomar decisiones realmente útiles. 

Por poner un ejemplo físico, si tenemos una contractura en el cuello, podemos ir al fisio y que nos la arreglen, pero si no hacemos el cambio de almohada que necesitamos, ese dolor seguirá reapareciendo, incrementándose o trasladándose a otras zonas colindantes como el hombro o la espalda.

Con los síntomas psicológicos nos pasa lo mismo. Existen decenas de remedios contra la ansiedad, pero, ¿Qué pasaría si en vez de echarla, nos preguntásemos para qué ha venido? La ansiedad es una respuesta movilizadora del cuerpo, lo prepara para la acción. Escucharla nos ayudará a tomar decisiones y a encaminarnos en una dirección útil en la que hagamos cambios que establezcan un nuevo "status quo" en el que no sea necesaria la aparición de nuevos síntomas para movilizarnos. 

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La ansiedad, la tristeza, la apatía, el miedo, etc., son síntomas que vienen para mandarnos un mensaje: "cambia tu manera de gestionar el trabajo", "necesitas un cambio en esta relación", "retoma el contacto con esa persona".... y que no abandonarán su misión a menos que sientan que se ha visto cumplida o que les trasmitamos el mensaje de que no les necesitamos para encaminarnos en una dirección.

Es posible, que en ocasiones no sepamos interpretar los mensajes que nos manda nuestro propio cuerpo, ya que no nos han educado en esa tarea de parar a escucharnos y a mirar a nuestra realidad para buscar interpretaciones. Ésta es muchas veces nuestra labor como psicólogos: ayudar a generar esa mirada, ese análisis, ayudando a las personas a ser expertos en el funcionamiento de su cuerpo y su mente.

Para esta tarea, es muy útil plantearnos realizar una entrevista al síntoma. En esta entrevista se le pregunta a esa tristeza, a esa apatía, a esa ansiedad una serie de preguntas que tendremos que responder poniéndonos en el lugar del síntoma.

Pongamos un ejemplo de una entrevista a la ansiedad de Juan:

“Desde cuando llevas en la vida de Juan?” Llevo bastante tiempo, pero estoy más presente desde hace 3 años.

“¿Quién te trajo?” Bueno, aparecí justo después de que Juan tuviese un encuentro con Lola, una chica que le gustaba después de pasar dos años sin tener una cita, pero se quedó paralizado, se inventó una excusa y se fue. Se lo contó a un amigo y éste le dijo que así se iba a quedar solo para siempre. Podríamos decir que me trajo ese amigo, sí.

“¿Por qué estás con Juan?” Estoy con Juan para que se de cuenta de que no está a gusto con esta situación. Que él tiene ganas de tener una pareja y que, el miedo que tenía a ser rechazado, ya es pequeño comparado conmigo. Yo soy más potente, pero me elige a mí.

 “¿Qué tendría que hacer Juan para que tú te fueras?” Yo me iría si viese que tiene oportunidades para conocer a gente. Yo me iría si Juan toma decisiones para estar con gente, para no aislarse. Pero mientras tanto, estaré con él, no le dejaré solo…

Es muy curioso cómo estas respuestas revelan realidades que no se contemplan a nivel consciente, como la realidad de que el síntoma tiene una función, viene para que hagamos cosas que nos hagan estar mejor. Y es a partir de estas respuestas cuando hacemos un cambio en nuestra manera de vivir el síntoma y las soluciones, pudiendo generar un locus de control interno en algo que antes podíamos sentir como externo e incontrolable.

 Por eso, para nosotros los síntomas no son el enemigo a batir, sino una herramienta, un aliado que nos ayuda a crear el camino necesario para que esos síntomas no tengan lugar y puedan dejar de aparecer.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

De como la práctica del mindfulness empezó a transformar mi percepción de la vida

Todo empezó cuando en mi aprendizaje de Mindfulness me hicieron focalizar la atención en el cuerpo.

Siempre he sentido profunda adoración por la mente y sus complejos recovecos. Siempre me he encontrado “ trabajando la mente”. Y en ese trabajar la mente una corre el riesgo de “ pasarse de rosca”.

PASARSE DE ROSCA: situación en la que ella, la mente, decide cuándo empezar a funcionar y cuándo nunca dejar de hacerlo.

Decide cuántas vueltas debe darle a un asunto hasta que el asunto ya no se sabe cuál es exactamente.

Decide obviar lo que está ocurriendo en el momento presente ( la vida) para fijar su atención en lo que aún no ha pasado.

Y lo peor, decide desconectarse de lo que uno quiere y desea para conectarse con lo que, se supone e imagina,  quieren y desean los demás, el mundo y/ o nuestros padres.

Mi mente traspasó el límite, y el disfrute que me proporcionaba lo intelectual se convirtió en pura angustia.

¿Qué hace uno en estos casos? Pues con toda la buena intención, se hace más de lo mismo: una decide ponerse el objetivo de “ aquietar la mente” haciendo uso de la mente para solucionar lo que su mente le ha provocado. Resultado: mente+ mente+ mente= empacho de mente.

Cuando llegó a mis oídos lo que empezaba a ser la revolución occidental de la meditación budista, MINDFULNESS, decidí informarme sobre ello, pues todo lo relacionado con relajación, hipnosis, meditación , etc, había empezado a formar parte de mi abanico profesional.

Es entonces cuando mi cuerpo, al que yo creía conocer, empezó a enseñarme que para llegar a un estado de equilibrio ( o por lo menos de cierto bienestar) , el objetivo no debe ir enfocado a disminuir la actividad de la mente o a distraer la mente con actividades, sino que debe dirigirsea aumentar la presencia del cuerpo.

Y mi cuerpo empezó a ocupar un lugar real. Y empezó a conectar con todo aquello que ofrece un cuerpo, algo tan sencillo como los olores, sabores, sonidos, imágenes y, sobretodo, tacto.

Me daba cuenta de que mi cuerpo me anclaba a la tierra, algo que en mi se expresaba con la sensación de presencia. Presencia en la vida. Presencia en el transcurrir de mi vida.

Mi mente seguía su curso, seguía brindándome grandes momentos de felicidad y grandes momentos de “ pasada de rosca”. Pero entonces aparecían mi cuerpo, mi respiración, mi contacto de los pies en el suelo que pisaba. Aquello que me abrumaba empezaba a calmarse.

Todos los relatos que mi mente creaba ( narraciones, palabras sueltas, imágenes, incluso canciones en bucle) empezaron a ser objetos de observación.

Es decir, podía ver todo aquello desde fuera sin sumergirme en las profundidades del torbellino de la mente. Era observadora de mi propia mente.

Sólo por breves momentos, claro. Luego volvía a meterme en la vorágine mental, y de nuevo volvía a salir de todo el bullicio, y a volver a entrar...( este proceso de desidentificación con la mente es lento después de tantos años siendo tan importante) .

Poco a poco pude empezar a elegir cómo responder a ciertos estados ( ira, tristeza, miedo) que a veces me impulsaban a hacer cosas tan automáticas como inconscientes. 

Empecé a elegir algunas de mis respuestas ante las cosas, y no a reaccionar ante las cosas impulsada por mis pensamientos y emociones. De repente era la protagonista de mi vida.

¡De repente soy la protagonista de mi vida! 

Y, sobretodo, cuando no soy la protagonista y aparecen de nuevo angustias, malestares y otros varios, me trató bien, sin juicios. Me trato amablemente, me cuido, me permito que aparezcan que sucedan las cosas tal y como son.

Y todo esto empezó cuando en mi aprendizaje de Mindfulness me hicieron focalizar la atención en el cuerpo.

Como afrontar el divorcio o separación de los padres

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La ruptura de la pareja es uno de los cambios más frecuentes que se observan en la estructura de las familias actuales.  Al tomar la decisión de separarse, la mayoría de los padres y madres se preocupan del efecto que tendrá la nueva situación en sus hijos e hijas. Separarse no es una tarea sencilla, es un acontecimiento estresante tanto para los padres y madres como para los hijos e hijas  con consecuencias emocionales inevitables. Pero cada separación o divorcio es diferente a las demás, igual que cada familia es única.

El conflicto entre los padres y madres tiene una influencia más dañina sobre los hijos e hijas que la propia separación, por tanto, no es el hecho de separarse o divorciarse en sí mismo lo que determina las posibles alteraciones en los niños y niñas, sino las frecuentes discusiones y conflictos entre los padres y/o madres.  Si la decisión está ya tomada, esperar a que el niño o niña tenga una determinada edad para separarse pensando que “cuando sea maduro/a podrá comprender mejor la decisión” suele ser un error. Los niños y niñas terminan por adaptarse a la nueva situación familiar, aunque en algunos casos pueden desarrollar problemas emocionales como el miedo, la inseguridad, etc., así como problemas relacionados con la falta de rendimiento escolar o la desobediencia y rebeldía.

No en todas las situaciones es fácil, pero es importante no perder de vista el hecho de que la separación como pareja no tiene que convertirse en una separación como padres y madres. Éstos deben tener claro que inevitablemente tendrán que ponerse de acuerdo y comunicarse en todo lo que tenga que ver con los hijos e hijas si no quieren que la separación sea vivida por éstos como un abandono de las funciones que como progenitores les corresponden.  Saber resolver sin conflictos después de la separación los temas referentes a los hijos e hijas evita efectos negativos en éstos.

¿Cómo poder mostrarnos como padres y madres colaboradores?

1.      Repartirse las tareas en la medida de lo posible referentes al cuidado y educación de los hijos e hijas.

2.      Compartir las decisiones sobre su futuro y sobre su educación.

3.      Dedicar tiempo de calidad en los hijos e hijas.

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4.      Hablar con normalidad del otro/otra progenitor/a y no utilizar al hijo o hija como arma arrojadiza.

5.      Mantener el respeto mutuo entre ambos sin interferir el uno/una en el otro/otra.

6.      Evitar desacuerdos y ataques mutuos delante de los hijos e hijas y evitar cuestionar abiertamente las decisiones del otro/otra delante de ellos/ellas.

7.      No acusarse ni utilizar a los hijos e hijas para solucionar los conflictos para que tomen partido por uno de los dos.

8.      Ambos progenitores deben implicarse y responsabilizarse en la educación de los hijos e hijas, no puede haber padres o madres ausentes: cumplir el régimen de visitas para que la vinculación afectiva con el hijo o hija no quede dañada.

9.      Si el conflicto es inevitable y las diferencias irreconciliables, acudir a la mediación familiar sería una solución para resolverlos de forma pacífica entre las partes enfrentadas con el fin de adoptar la solución que menos coste emocional tenga para los implicados. Consiste en pedir ayuda profesional para conseguir acuerdos satisfactorios y equitativos para ambas partes.

En futuros post seguiremos profundizando en estos temas: separación o divorcio y mediación familiar.

Susana Paniagua Diaz

Psicologa infantojuvenil y familiar

Grupo Crece

La expresión de emociones: una vía para reconstruir relaciones

No es la primera vez que hablamos de la expresión de emociones en nuestro blog. Si recordáis bien, más atrás, podéis encontrar otro artículo en el que os contamos sobre este proceso, haciendo hincapié en el modo de hacerlo (a través de mensajes del yo y lenguaje emocional). No obstante, en el artículo de hoy, no nos centraremos tanto en el "cómo", sino en el "por qué".

El mes pasado acudí a una celebración que me abrió los ojos, y me hizo reflexionar de nuevo sobre este tema. A los anfitriones del evento, se les ocurrió una idea que era la primera vez que veía, un botecito de cristal con un mensaje personal para cada invitado, acompañado de una etiqueta con su nombre. Pero no fue el bote lo que me llamó la atención, sino su contenido.

Dentro de cada botecito, se había escrito un mensaje personal, emotivo... pero no un mensaje de simple agradecimiento o del tipo "mis mejores deseos", sino algo profundo y con gran significado. En cada uno, la persona que lo había escrito se había vaciado, había reflexionado por un tiempo sobre sus sentimientos a esa persona, sus recuerdos, sus conflictos, y había logrado en algunas líneas, transmitir un mensaje corto, pero no por ello carente de significado transcendente.

Las personas que los recibieron, eran significativas e importantes para los anfitriones, por eso estaban allí, y en muchos de los casos, gran parte de esos mensajes, era la primera vez que se transmitían, aunque esa relación se hubiese mantenido toda la vida. ¿Cómo os imagináis que se pudo sentir un padre cuando su hijo le escribía por primera vez que le quería?… ¿O una abuela, al escuchar lo importante que ha sido para su nieto desde que nació, y todo lo agradecido que se siente a su figura?... pero al igual que estos, también están otras personas como el amigo que hace años que no ves, tus compañeros de trabajo del día a día, tus jefes, o personas importantes por las que su relación ha pasado mejores momentos.

Independientemente de que el regalo fuese un éxito, y que la mayoría de invitados acabaran notablemente emocionados, este regalo, en muchas de las personas que lo recibieron, supuso un punto de inflexión. No solo consistió en algo bonito y que emocionó, sino el comienzo o la reconstrucción de una relación, o, como mínimo, el descubrimiento de esa persona, sobre lo importante que es para otros, o las emociones que le genera.

Y de aquí saco esta moraleja, y por ello escribo hoy este artículo.

Pienso que no debemos temer, que tenemos que ser valientes, y darle a entender a las personas realmente importantes lo que son para nosotros, lo que les necesitamos, queremos, echamos de menos, nos preocupan o nos remueven.

En ocasiones pecamos de conservadores, creemos que si las cosas se mantienen como están, no pasará nada. Y esto al final, no es más que una profecía autocumplida, pero en sentido negativo, que mantiene inalterables relaciones que parecen seguras, pero que necesitan una charla, una vuelta de tuerca o un simple abrazo sincero.

Fortalezcamos los lazos de la gente que de verdad nos importa, arriesguémonos y no temamos al malentendido, a la emoción o a remover un poco. Quizá más adelante, no podamos hacerlo.

 

Como ayudar a afrontar situaciones nuevas en los más pequeños: Mudarse de casa.

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Cuando hablamos de nuevas situaciones nos referimos a aquellas que afrontamos por primera vez, y que se producen en el seno de la familia, de manera que tienen consecuencias para todos, especialmente para los niños y las niñas.

Se intensifican los actos violentos, la agresividad está muy presente en distintos medios a los que los pequeños/as pueden acceder, sin el control de sus padres, y el acoso escolar aumenta. Las tecnologías cambian a una velocidad de vértigo, mientras que para los padres y madres son grandes desconocidos/as, parece que los niños y niñas nacen sabiendo utilizarlas. Han cambiado las formas de ocio, y el consumo está presente en las actividades que aparentemente son las más atractivas para ellos. Los abuelos y abuelas se ven obligados/as, en muchos casos, a ejercer de educadores y no tenemos tiempo para definir el papel que queremos que desempeñen, porque también hemos reducido el tiempo de diálogo.

No nos alarmemos. Preocuparnos sólo genera ansiedad y merma la capacidad resolutiva. Hay que saber cómo enfrentarse a las nuevas situaciones, estableciendo un plan de acción que contemple el antes, el durante y después de cada cambio. Nuestros hijos e hijas necesitan que les enseñemos qué hacer con todas estas novedades.

La sociedad se transforma y nosotros tenemos que adaptarnos a ella. El cambio es un proceso constante que el menor tiene que aprender a afrontar. La manera de actuar en sus primeras experiencias, influirá en las sucesivas variaciones a las que, inevitablemente, tendrá que amoldarse.

Cualquier cambio conlleva estrés y, en el caso de los niños y niñas, provoca una sensación de inseguridad ante lo nuevo. Vamos a poner un ejemplo: Mudarse de casa. Esta situación nueva  es una de las mayores fuentes de nerviosismo para los adultos que, sin querer, transmiten a los hijos e hijas.

¿Cuáles serían las pautas para afrontar un cambio de casa en los niños y niñas?

  1. Preparar al niño o niña con tiempo. Es conveniente informarle del cambio cuando se acerque la fecha. Por ejemplo, si es una mudanza es muy útil colgar un calendario en su habitación y señalarle la fecha para que pueda ir tachando días hasta que se produzca el cambio y le ayudará a saber el tiempo que falta.

  2. Enseñarle el nuevo lugar de residencia antes de establecernos.

  3. Dar una vuelta por la zona y mostrarle lugares a los que acudirá con frecuencia: el parque, el supermercado, etc.

  4. Permitir que tome pequeñas decisiones acerca de su nuevo hogar: su cama, su habitación, la decoración, etc.

  5. El día de la mudanza, ayudarle a recoger sus cosas en cajas y explicarle el proceso hasta que vuelva a encontrarlas en su nueva casa. La importancia de lo que quiera llevarse es la que él o ella decida.

  6. Evitar transmitir nuestro estrés al hijo o hija. Aunque pueda resultar emocionalmente agotadora, una mudanza suele ser una situación de mejora. Conviene que se lo hagamos ver y vivirlo con él o ella de forma tranquila.

  7. Si en el sitio nuevo se habla otra lengua, es una gran oportunidad para que la aprenda. Intentemos llevarle a clases para aprender el nuevo idioma unos meses antes del traslado.

Ésta es sólo una de las muchas circunstancias novedosas que afrontan las familias actuales, pero hay otra que trataremos en futuros post.

 

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga y coach

Grupo Crece