Pensamientos que nos hacen daño. Parte V: "Las etiquetas"

La distorsión mental automática de la que hablaremos hoy son las etiquetas, las cuales utilizamos muchas veces de manera inadecuada, excesiva y categórica, y, pese a que a simple vista parecen sencillas de reestructurar, su carácter automático nos hace contemplar al mundo o a nosotros mismos desde esa etiqueta.

Las etiquetas en si no son algo negativo, al contrario, nos ayudan a simplificar el mundo para poder actuar de una forma más rápida y adaptativa y también nos permiten ahorrar tiempo y recursos mentales para resolver la cantidad de soluciones a problemas o decisiones, a las cuales sometemos a nuestro cerebro durante nuestro día a día.

Pongamos un ejemplo:

Tenemos una cantidad de tiempo escaso en nuestro trabajo para parar a comer y retomar la faena. Buscamos las diferentes opciones para alimentarnos bien, pero también, buscamos ser rápidos, y por otro lado, valoramos el estrés que nos puede suponer y si nos merece la pena. Decidimos bajar al supermercado más cercano una vez hecha esta reflexión, y, gracias a nuestra experiencia y a las etiquetas, en el momento de la cola nos comportamos adaptativamente: "ese cajero es muy lento" (probablemente porque tiene menos experiencia), "la señora mayor va muy despacio y paga con moneditas"... Como podéis ver, utilizamos estas etiquetas para conseguir adaptarnos mejor al mundo, aunque podamos caer en el error de caer en prejuicios o de ser injustos (quizá el otro día al cajero al que llamo lento, sencillamente tuvo una mala mañana, o quizá no sea justo meter en el saco a esta señora mayor de ser lenta), nos compensa hacerlo para lograr nuestro objetivo (comprar comida lo más rápido posible, que sea sana y que me pueda dar tiempo antes de reanudar el trabajo).

El problema de las etiquetas, es que, no solo las utilizamos para adaptarnos a nuestro medio y elaborar una respuesta mejor, sino que también nos sirven para evaluarnos a nosotros mismos en nuestro desempeño o nuestra persona, y en estas ocasiones, si que pueden ser muy dañinas.

Desde nuestra infancia, a través de nuestros padres, maestros, educadores, familiares, amigos... vamos integrando y recibiendo estas etiquetas de manera constante y continua. Estas etiquetas las podemos recibir directamente a través del lenguaje: "niño, eres un desastre" y posteriormente, también, a partir de nuestras experiencias: "soy un fracasado".

 ¿De qué forma se van haciendo dañinas estas etiquetas?

Conforme vamos creciendo, las personas vamos desarrollando nuestra identidad, formando nuestro autoconcepto y por tanto construyendo nuestra autoestima. Una etiqueta puede resultar muy categórica si no se entiende bien, nos puede señalar como "inteligente", "vago", "desastre", "artista"... y tanto las que parecen positivas, como las que claramente son negativas, pueden contribuir al desarrollo de una autoestima dañada. ¿Por qué?. Porque un niño al cual le bombardeemos continuamente diciendo que es inteligente, no entenderá cuando algo no sepa resolverlo, quizá no lo acepte, ya que él es inteligente y no tiene sentido no saber resolver algo, por tanto lo que probablemente haga más de una vez sea atribuir sus fracasos a los demás, y no a uno mismo. ¿Y un niño al que le digamos continuamente desastre?. Probablemente considerará que no tiene capacidades para resolver ciertas cuestiones y sentirá que depende de otros para que se las resuelvan, tenderá, entonces, a buscar a estas figuras para que solucionen sus problemas y estará mucho menos motivado a aprender o mejorar: "¿para qué?, si yo soy un desastre, para eso no valgo , se me da muy mal". Estos son dos ejemplos de autoestima dañada.

¿Y cómo podemos luchar contra las etiquetas, tanto con uno mismo como con los demás?

Aquí os dejo algunos consejos:

1.- Cambiar la etiqueta por un lenguaje descriptivo y objetivo

En el ejemplo de "eres un desastre", la solución aplicando este consejo sería:

"El cuarto vuelve a estar desordenado, esto me disgusta y estoy convencido de que puedes dejarlo mucho mejor"

En un ejemplo de etiquetas contra uno mismo sería algo así (ejemplo: "soy un desastre"):

"Es cierto que no he tenido mi mejor día en el trabajo, puede ser que no esté rindiendo a mi mejor nivel últimamente, se hacerlo mucho mejor..."

Estos mensajes son mucho más sanos para nuestro yo, al ser descriptivos, señalan en qué podemos mejorar e indican la parte en la que no estamos funcionando. Son como críticas constructivas.

2.- Hacer preguntas a la etiqueta para gestionarla.

Preguntas del tipo: ¿en qué estoy siendo un desastre?, ¿realmente siempre lo soy?, ¿qué ejemplos se te ocurren?. ¿hay situaciones en las que haya sentido que funcione bien en este aspecto?, ¿hay aspectos que puedo mejorar o realmente estoy condenado a ser un desastre?...

Al igual que en la anterior, estas preguntas cuestionan la etiqueta y nos ayudan a analizar con más objetividad la autocrítica interna, para que sea más constructiva y sana.


Realidad... ¿virtual?

Vivimos en una sociedad bombardeada por las nuevas tecnologías, las redes sociales y otros medios que hace 20 años sólo se creían posibles en la mente de Steven Spielberg.

Todo avanza muy deprisa, tanto, que los dilemas morales se plantean a la par que emergen más nuevas tecnologías.

Computadores que piensan por sí solos, coches que conducen de manera automática, aplicaciones para hacer deporte, para conocer gente… ¡¡aplicaciones para todo!!

Hemos visto películas como Matrix, Los Juegos del Hambre, Divergente, La Isla, Yo Robot, Her… que nos muestran un posible futuro desesperanzado, frío y desolador… y nos preguntamos ¿está realmente tan lejos de convertirse en realidad?

Nos advierten constantemente sobre el peligro de las nuevas tecnologías, mientras nos avasallan con anuncios sobre los modelos más novedosos de teléfonos, tablets… y nos venden que no adquirirlos es quedarse atrás…

Vivimos en una realidad, que a veces se nos antoja como virtual, ¿Cuánto de verdad hay en las redes? ¿Acaso no mostramos sólo lo que queremos que los demás vean?

ACEPTANDO LA REALIDAD…

Bien, sé que todo esto puede abrumarnos en muchas ocasiones, pero debemos aceptar la siguiente premisa: la vida es cambio. Constante, rápido, y a veces sí, abrumador, pero cambio al fin.

Es importante para nuestro bienestar aceptar que la realidad en la que vivimos ya no es la que era. Aceptar no quiere decir conformarse, no hacer nada para cambiarla, o abrazar todo lo que venga.

ASPECTOS POSITIVOS

Podemos para empezar, ser conscientes de que las nuevas tecnologías nos han traído cosas positivas.

Por una parte, tenemos más acceso que antes a la información, disponemos de más medios, de más fuentes… lo que hace más complicado que los medios nos manipulen.

Disponemos de una ayuda extra para tareas que nos resultan difíciles: aplicaciones que nos ayudan a llevar una dieta sana, vender las cosas que ya no utilizamos, a administrar nuestras tareas y nuestro tiempo…

Por otra parte, es un medio para conocer a gente nueva, de diferentes lugares y culturas.

Y por supuesto, es un medio que nos permite comunicarnos con nuestros seres queridos con mayor facilidad que antes. Es un medio que nos acerca a los demás, si sabemos usarlo correctamente.

No debemos confundir la vida REAL con la VIRTUAL, por supuesto, pero síencontrar este equilibrio para quelas nuevas tecnologías pueden convertirse en nuestras aliadas.

VIVIR ESTANDO PRESENTES…

Fundamental para encontrar este equilibrio del que os hablamos, es estar presentes, vivir el momento y ser conscientes de él.

Estar con nuestra atención y nuestros sentidos puestos en el momento actual: si nos toca trabajar, estar concentrados, si nos toca cenar con nuestras familias, estar en esa cena y si nos toca estar de vacaciones, disfrutar del entorno, de la compañía, de la tranquilidad....  No estar pensando en a quién le tenéis que enviar un correo de trabajo en vuestra cena familiar, o en el trabajo no estar pensando a qué agencia de viajes tenéis que llamar para iros de vacaciones y en las vacaciones no estar pensando en las fotos que os tenéis que hacer para mostrarles a vuestros amigos y compañeros las buenas vacaciones que habéis pasado… porque de esta manera os veréis atrapados en un círculo vicioso que nunca acaba, y en el que te acabas perdiendo todo lo que crees vivir.

El momento presente es el más importante, porque es sobre el único que tenemos cierto control, y como está en nuestras manos, tambiénestá en nuestras manos disfrutar de él.

Recordar esto la próxima vez que os descubráis a vosotros mismos con el teléfono en la mano, sin hacer nada realmente, no estando presentes en lo que tenéis delante, e intentad sumergiros en lo que ese momento os aporta.

Romina Collado

Psicóloga y formadora

Grupo Crece

Sobre el amor: Hasta que la realidad irrumpe

Hay un tiempo de convivir con mariposas en el estómago. Hay un tiempo en el que las caricias, besos y demás gestos especiales son lo primero en la mañana que queremos ofrecer al amado/a. Un tiempo donde las diferencias con él/ella se ven como cosas insignificantes que noscomplementan, o que se solucionarán, porque " ya me encargaré yo de que le guste lo mío".

Y de repente, llega el tiempo en el que nos encontramos con el otro de verdad. Es ese momento en el que lo cotidiano nos hace descender de ese maravilloso mundo del amor donde todo es posible. Y, a veces, descendemos de golpe y porrazo. Empezamos a ver comportamientos que no nos cuadran con ese "hombre/ mujer del Olimpo" del que nos enamoramos.

 ¿ Es que me ha engañado?

Es imposible conocer al otro desde el primer momento. A medida que va pasando el tiempo, se dan circunstancias vitales que nos hacen responder de una forma u otra, mostrando así nuevos comportamientos que antes desconocíamos en el otro ( y en nosotros mismos).

Y en otras ocasiones, esos mismos comportamientos sí aparecían, pero el AMOR nos hacía justificarlos, dulcificarlos, o incluso tratarlos como algo que podría cambiar.

 Es un momento de vértigo. ¿ Continúo la relación?

No te asustes. Forma parte de la evolución normal de las parejas, por lo que debes interpretarlo con naturalidad a pesar del dolor y angustia que produce.

IMG_0378.JPG

Es una oportunidad para ver al otro como un igual, sin mitificaciones . Es, por fin, poder " ver" al otro y que nos " vean", sin disfraces, sin máscaras. Es momento de centrarnos en nosotros y en el otro y dejar de lado nuestro AMOR POR EL AMOR.

A partir de aquí, la decisión que tomemos con respecto a la continuidad de la relación NO se debe fundamentar en el dolor y el desengaño que nos produce esa desidealizacion, sino en si al reconocer al otro con sus verdades y mentiras, deseamos que esa persona sea la compañera que queremos al lado para compartir camino.

En resumen: aprovecha la crisis para mirar con otros ojos y darte cuenta de la persona que tienes enfrente.

Os invito a realizar un ejercicio que os puede ayudar a descubrir a quién tienes a tu lado:

1. Durante una semana apunta en un folio en blanco las cosas que vayas viendo de tu pareja que te gusten. Cosas lo más específicas posibles, no generales. Cosas que veas, no que supongas que hace. Gestos contigo, con los otros.

2. La siguiente semana apunta las cosas que no te gusten. Igual que antes, cosas lo más concretas posibles. Si no sabes por qué ha hecho algo, pregunta antes que inventar o suponer.

3. Al cabo de esas dos semanas haz una valoración de los folios, no por la cantidad de cosas escritas, sino por la calidad. La valoración debe venir dada no por cómo debería ser una relación, sino por cómo quieres que sea la tuya.

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga y terapeuta

Grupo Crece

 

Nuestra autoestima como madres y padres

La autoestima es uno de los constructos que más trabajamos en Psicología. Hablamos muchas veces de nuestra autoestima personal o de la autoestima de los niños, y de cómo construirla de una manera sana y positiva. Pero ¿y nuestra autoestima como padres y madres?

Uno de los grandes retos de la maternidad y la paternidad consiste en crear un nuevo rol, con todos sus matices, y hacernos fuertes en él. Nuestro rol como padres y madres será la identidad desde la cual nos relacionaremos con nuestros hijos, nuestra manera de tratarles, de posicionarnos frente a ellos. Tal es la importancia de esa construcción que el apego que se generará en nuestras hijas e hijos no será tanto hacia nuestra persona, sino hacia nuestro rol como madres o padres. Esta realidad nos puede llenar de dudas e inseguridades (¿lo estaré haciendo bien?; ¿estaré eligiendo lo mejor?; ¿me arrepentiré?...), y llevarnos a generar roles confusos, a contradecirnos, a no ser coherentes..., generando inseguridad en la relación y en el apego.

Nuestra autoestima como padres y madres tendrá unainfluencia directa en nuestra manera de relacionarnos con nuestros hijos e hijas. La autoestima será para los pequños la fuente de seguridad, un factor necesario a la hora de ponerles límites y transmitirles seguridad, e incluso a la hora de mostrarles el afecto:

los padres y madres con una autoestima más sana son más reforzadores, dan más afecto y generan un clima emocional más estable.

Como padres y madres es necesario que nos sintamos seguros en nuestro rol paternal o maternal, independientemente de la seguridad que sintamos en otros roles que desempeñamos en nuestra vida (laboral, personal...). Para encontrar esta seguridad hay una serie de cuestiones que tenemos que recordar:

  1. Siempre se sobrentiende que las madres y padres intentamos desempeñar nuestro papel lo mejor que podemos. Nadie nos exige la perfección, sino humildad para saber reconocer los errores y buscar información y ayuda cuando la necesitamos.
  2. La relación paterno y materno-filial es una relación asimétrica, desequilibrada. No vamos a recibir lo mismo que damos, lo cual no significa que no estemos haciendo una buena labor.
  3. Es importante tomar conciencia de lo que queremos aportar a nuestros hijos e hijas, de los principios y valores en los que queremos educarlos, y vivir de acuerdo a ellos, de modo que nuestros hijos perciban una coherencia entre nuestras palabras y nuestros actos.
  4. Tenemos que ser conscientes de nuestras fortalezas y crecer en confianza a partir de ellas.
  5. La mayor huella que vamos a dejar en nuestros hijos e hijas está en los pequeños gestos del día a día, no en los acontecimientos más extraordinarios o menos normativos.
  6. Independientemente de cómo nos sintamos en otras facetas de nuestra vida, nunca podemos olvidar que somos las personas más importantes para nuestros hijos, su referente.

Disfrutar de nuestro papel y de la relación con nuestros hijos, ajustar nuestra propia exigencia y entender que nuestra maternidad y paternidad es un proceso que está en continua construcción nos ayudará a vivir nuestro rol de manera más positiva y consciente.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga infanto-juvenil y familiar

Grupo Crece

La tiranía de la sobreprotección

La revista estadounidense Slate encuestó a 6000 lectores y les preguntó qué cosas de las que hacían de pequeños permitían hacer hoy a sus hijos. La respuesta mayoritaria fue la siguiente: los niños actuales gozan de menos libertad que sus progenitores.

Aunque la protección hacia los hijos sea algo natural y necesario, ya que cuando son pequeños nos necesitan y dependen de nosotros, hay que poner cuidado en no sobrepasar la delgada línea entre la protección y la sobreprotección.

¿Cuándo es sobreprotección?

Diríamos que sobreprotegemos a nuestros hijos cuando vamos más allá de cubrir sus necesidades básicas y afectivas y empezamos a solucionar sus problemas o tomar decisiones que pueden tomar ellos mismos, cuando entorpecemos su autonomía por nuestros propios miedos.

En definitiva, cuando les impedimos hacer determinadas actividades, ir a determinados sitios… por nuestros propios temores y de manera prolongada en el tiempo.

Algunos tipos de sobreprotección…

Papás/ Mamás agenda

Este término se volvió viral cuando lo acuñó la experta en coaching Noelia López-Cheda en su publicación Me niego a ser la agenda de mi hija por WhatsApp.

Se refiere a las mamás o papás que a través de grupos de WhatsApp del colegio se encargan de que sus hijos cumplan con las tareas, entre otras cosas.

En esta publicación, la autora defiende que los hijos deben tener su parte de responsabilidad, y que no es beneficioso para ellos que nosotros los adultos asumamos su parte.

Papás/ Mamás helicóptero

Son aquellos padres o madres que, por decirlo de alguna manera, sobrevuelan constantemente la vida de sus hijos en un estado de excesiva vigilancia y control.

Serían aquellos progenitores que se involucran en cuestiones donde los niños pueden desenvolverse perfectamente, o donde no debería ejercer tanto control porque se trata de temas relacionados con la identidad personal (gustos, aficiones, elección de estilo…).

Papás/ Mamás apisonadora

Son aquellos padres y madres que aplanan el camino para que sus hijos no tengan que hallar dificultades.

Lo cierto es que como padres y madres existe cierta tendencia natural a que nuestros hijos no tengan que enfrentarse a las dificultades que hemos pasado nosotros, pero no debemos olvidar, no obstante, que es la superación de obstáculos, la resolución de problemas lo que nos fortalece y nos da la sensación de control sobre nuestras vidas y nuestras dificultades.

Papás/ Mamás guardaespaldas

Este término alude a aquellos padres que son quizás demasiado sensibles ante cualquier estimulo que consideren (con demasiada facilidad) un ataque hacia su hijo, bien sea por una mala nota, un castigo en el colegio, una crítica, etc.

Esto se hace más notable en los colegios, donde los maestros están cada vez más cohibidos en su rol ya que los padres ejercen actualmente más presión en este ámbito.

 ¿Cuáles son las consecuencias?

Cuando esta burbuja de sobreprotección estalla, trae consigo conflictos a los que el niño debe enfrentarse.A continuación, mencionamos algunas de las más comunes.

Personas miedosas

La advertencia constante sobre los posibles peligros (sean reales o no), unido a no haberles dado herramientas para enfrentar los problemas, trae como consecuencia el miedo a enfrentarse a la vida, a relacionarse con los demás, o a afrontar con éxito diferentes situaciones.

Personas dependientes

Relacionado con el apartado anterior, si no les guiamos hacia su autonomía, en la toma de decisiones o a gestionar sus problemas, es probable que dependan más de los demás por su sensación de falta de recursos para hacerlo por su cuenta.

Autoestima deficiente

Si uno necesita constantemente de los demás porquesiente que es incapaz de desenvolverse solo ante situaciones de la vida diaria, terminará por desarrollar la percepción de que es un “inútil”, que nunca podrá enfrentarse a la vida por su cuenta.

Déficit en el desarrollo de sus capacidades

Si no permitimos a nuestro hijo explorar por su cuenta, probar y equivocarse, le estamos privando de la capacidad de aprendizaje, que en definitiva se consigue gracias a ese ensayo-error. Le estamos privando de experiencias que pueden ser enriquecedoras y ayudarle de cara al futuro.

Baja tolerancia a la frustración

Los padres sobreprotectores muchas veces tienden a ser permisivos, por miedo a que sus hijos sufran pueden llegar a darles todo lo que piden. Por tanto, los niños no aprenden que no siempre se consigue lo que se quiere, es decir, se enfrentan poco a la frustración. El resultado de esto es que reaccionen ante la frustración con agresividad y pueden incluso llegar a convertirse en pequeños tiranos.

Cómo evitamos caer en la sobreprotección…

-    Tratarle acorde a su edad.

-    Favorecer su autonomía, de acuerdo a edad y capacidades, animándole en cada paso.

-    Dejar que se enfrente a los problemas y que encuentre por sí mismo las soluciones.

-    Dejar espacio para su intimidad (no atosigarle con preguntas e interrogatorios).

-    Favorecer que se relaciones con gente de su edad sin tener que estar en constante supervisión (por supuesto dependiendo de la edad y situación), para favorecer también su autonomía en las relaciones sociales.

-    Establecer unos límites y normas claros en casa. Que aprenda que las cosas se consiguen mediante el esfuerzo.

-    Aceptar a nuestros hijos tal y como son, con sus fortalezas y sus limitaciones.

Por suerte, en nuestras manos está el cambio. Si tú, como madre o padre te has sentido identificado con el estilo sobreprotector, estás a tiempo de cambiar y guiar a tu hijo hacia su autonomía y felicidad.

Romina Collado

Psicóloga educativa y formadora

Grupo Crece

 

Emoción vs. problema: esa es la cuestión

¿Qué quiere decir esto de emoción o problema?, ¿a qué me quiero referir?...

Os voy a dar pistas, me refiero a la forma de gestionar las relaciones, de tratar a una persona, de educar a una hija, de calmar a un amigo enfadado, de recoger a una compañera de trabajo triste o angustiada, de solventar una situación que puede ser peligrosa o violenta... como podréis ver, de lo que vamos a hablar hoy se puede generalizar muchísimo, y pretendo que sea una herramienta que aprendáis de forma sencilla.

Como personas que vivimos en un entorno demandante, a nuestro cerebro se le exige constantemente solucionar problemas y resolver situaciones de nuestro día a día. Eso nos hace acostumbrarnos a detectarlo con rapidez, pensar estrategias de resolución y ponerlas en práctica, capacidades muy importantes para afrontar nuestro día a día.

Pero... ¿qué nos pasa con las emociones de las personas?... ¿estamos realmente atentos a ellas y las tenemos en cuenta?... ¿las valoramos también como cuestión o problema?...

Por mi vivencia, tanto en mi trabajo como en mi vida diaria, te das cuenta de que no es así, y que tanto a jóvenes como a mayores, nos ha faltado un componente educativo de gestión emocional propia y ajena muy importante.

Aquí es donde muchas veces fallamos, ¿por qué?, por quitarles importancia, por no centrarnos en ellas o ser demasiado resolutivos, es decir, en cierta situaciones nos obcecamos en resolver el problema y no somos capaces de vez la emoción que subyace y que puede estar complicando la resolución de esta situación.

Pongámoslo con ejemplos que será mucho más sencillo:

1) Un padre que monta una buena bronca a su hija después de caerse de un columpio, herirse y hacerse mucho daño, cuando va a buscarle llorando.

2) Una amiga muy triste contándonos una situación delicada a nivel sentimental a la que contestamos lo que puede hacer o no en su situación sin que nos lo haya pedido directamente.

3) Un amigo con el que mantenemos una conversación sobre temas sensibles para él, sobre la que empieza a reaccionar con mucho enfado, y nosotros nos defendemos desde los argumentos o diciéndole que no lleva razón.

¿Qué tienen en común estas tres situaciones?... Lo habéis averiguado: nos centramos en los problemas, concretamente de la siguiente manera:

1) El padre se centra en la conducta desobediente de su hija y en el golpe que se ha dado, se asusta y preocupa y le transmite esto a través de la bronca sin darse cuenta de que quizá, esa hija esté sintiendo mucho miedo y dolor y necesite sentirse cuidada.

2) A nuestra amiga, probablemente por estar cansados, no tener tiempo, o no saber hacerlo, empezamos a decirle lo que tiene que hacer, sus opciones y cómo puede resolver su situación sentimental, obviando la necesidad de sentirse recogida.

3) Con nuestro amigo enfadado nos centramos puramente en la conversación, en la batalla de quien gana o pierde, quien tiene argumentos sólidos... pero no nos damos cuenta de que por algún motivo se puede estar sintiendo herido o dolido... lo obviamos.

¿Y cuál puede ser la solución?, ¿de qué otra manera podríamos hacerlo?...

La clave está, en un primer lugar, en identificar y saber leer las emociones que están sintiendo estas personas, y ¿después?... pues después EMPATIZAR.

La ley es sencilla: gestionar las emociones antes que los problemas, sobre todo si son llamativas o sobresalen al problema, en estas situaciones ATACAMOS PRIMERO A LA EMOCIÓN. Las emociones nos dan información sobre lo que las personas sienten, y nos indican lo que es importante o no para ellas, lo que les hiere, alegra o los puntos a los que son sensibles. Por eso primero debemos aprender a leerlas, y luego gestionarlas, antes de atajar los problemas.

Volviendo a los ejemplos de antes podríamos concluir:

1) El padre puede ofrecer calidez y calma a su hija, porque lo necesita, ya que su emoción de miedo amenaza su sensación de seguridad, y el apoyo de la figura paterna, el vínculo es completamente incondicional. "Cariño, vaya golpe, venga ya está pasando, que susto te has dado ¿verdad?" (así atacamos la emoción)... y posteriormente, y SOLO CUANDO LA EMOCIÓN ESTÉ GESTIONADA vamos al problema: "esto sabes que tiene una consecuencia, papá te lo había repetido muchas veces".

¿Qué soluciones se os ocurrirían para el ejemplo 2 y 3 teniendo en cuenta lo que hemos explicado de las emociones y la empatía?... estaremos encantados de leer vuestras soluciones en nuestro correo o facebook.

Quiero olvidarme de él/ ella, ¿Cómo lo hago?

En algún momento de tu vida esta frase rondará por tu cabeza. Te dejarás llevar por el " ojos que no ven , corazón que no siente": borrarás su número de teléfono, le quitarás de tus redes sociales ( no de todas, para echar un vistazo de vez en cuando), evitarás pasar por aquellos lugares habituales en vuestra convivencia, no querrás nombrarle ni hablar de él/ ella con nadie...Pero todo será inútil. Imágenes, palabras, todas volverán una y otra vez a recordarte que esa persona pasó por tu vida.

Si has conseguido olvidar, a base de endurecer tu corazón de forma constante y continuada, ten en cuenta que no estás olvidando a una persona, estás enterrando emociones. Las emociones no son biodegradables, no se irán descomponiendo por el paso del tiempo. Están latentes. Lo que significa que están ocultas pero que se mantienen a la espera de entrar en funcionamiento. Y te puedo asegurar que lo harán.

Y si no has conseguido hacerlo, olvidarte, así sin más, no es porque seas incapaz o no tengas la suficiente inteligencia para hacerlo...Es porque, en primer lugar, eres un ser humano. Sientes, padeces, vives. En segundo lugar, porque todas las estrategias puestas en funcionamiento seguramente van dirigidas a un objetivo erróneo: que la persona desaparezca de tu vida.

¿ Y entonces?

Te propongo algunas ideas:

1- Cambia tu objetivo con respecto a esa persona.

Es difícil, lo sé, porque lo único que quieres es dejar de sufrir ya.Pero olvidar a alguien que ha significado mucho para ti, para lo bueno y para lo malo, no es posible.  

Es más realista intentar conseguir que esa persona y su recuerdo no sean tan dolorosos. Por lo que el objetivo a perseguir y la pregunta que deberías hacerte es ¿ cómo coloco a esta persona de forma más saludable en mi vida? Colocar no significa que deba formar parte de tu vida habitual, ni que deba estar presente físicamente, ni que sea tu amiga. Darle un lugar es integrarla en tu historia de vida. Es poder decir " esta persona formó parte de mi vida, me quitó muchas cosas pero me dio otras tantas, y gracias a él/ella..."( aunque no quiero verla ni en pintura")

2- Una vez asumido el nuevo objetivo, permítete pensar en esa persona cuando aparezcan pensamientos repentinos sobre ella.

Permítete también mirar sus redes sociales. No te culpes por ello ni te trates mal. Numerosos estudios científicos demuestran que cuando intentas “no pensar”en algo en específico , piensas más en ello. Y cuantas más prohibiciones tengas ( " no debes mirar su Facebook") , mayor será tu deseo.

Te propongo una técnica para manejar estos pensamientos recurrentes y el deseo de saber del otro. Lo seguirás haciendo pero de forma más controlada :

Cuando parezcan pensamientos repentinos sobre esa persona ( lo que incluye deseos de mirar qué es lo q une hace), DECIDE si quieres dedicar un tiempo a esos pensamientos o si prefieres hacer otra cosa en su lugar ( pensar en otra cosa, poner música, seguir trabajando, escuchar la conversación de la persona que tienes delante, etc). Si DECIDES dedicar tiempo a pensar en esa persona, ( o mirar sus redes sociales) te irás de la habitación donde te encuentras a otro sitio donde puedas estar solo, y durante 10 minutos te centrarás solamente en esa emoción, pensamiento o en mirar . Pasado ese tiempo, ni un minuto más ni un minuto menos, saldrás de esa habitación y podrás, si lo deseas, volver a tus quehaceres. Si reaparecen los pensamientos o emociones, tendrás la oportunidad de elegir de nuevo: hacer algo distinto, o bien volver a esa habitación de antes y concentrarte de nuevo en durante 10 minutos en esas emociones o pensamientos dolorosos.

3- Ya que te estás permitiendo pensar en ello, vamos a seguir haciéndolo pero forma más productiva, e intentar transformar esa experiencia dolorosa sacando algún tipo de aprendizaje.

Sí, tendrás muy pocas ganas, pero imagino que querrás que no vuelva a pasar algo parecido, y poder elegir más adelante a una persona que no necesites olvidar.

Esta es la parte más complicada, pues tendrás que preguntarte muchas cosas, y las respuestas a veces no son sencillas. La ayuda de un profesional puede ser muy valiosa.

image4.JPG

¿Qué te gustaba de la relación con esa persona?¿Crees que esas cosas que te gustaban cubrían alguna necesidad tuya?

Para no sentirte tan solo/a, sentirte admirado/a, cumplir con lo establecido socialmente como tener pareja a una edad, etc.

 

¿ Sacrificaste algo de tu vida para estar con esa persona?

¿ Olvidaste tus deseos para atender los suyos?¿ O viceversa?¿ Qué responsabilidad tiene la persona en esto, y qué responsabilidad tienes tú?

¿ Algo de esto te ha ocurrido con otras parejas?

Encontrar un patrón que se repite te puede dar mucha información sobre cómo vives el amor.

4- Ve reduciendo poco a poco las conversaciones donde el sujeto principal sea esa persona.

Y empieza a escuchar a los otros, que continúan su vida, también tienen dificultades, y también te necesitan.

5- Elimínalo/a de tus redes sociales

Si decides eliminarlo/a de tus redes sociales porque sientes que estás perdiendo el control, hazlo en un momento de tranquilidad.

Si te dejas llevar por un momento de ira o tristeza profunda, lo más probable es que al poco tiempo vuelvas a agregarle.

6- Aunque al principio sea muy complicado, procura no encerrarte mucho en casa.

Antes de conocer a esa persona tenías una vida. Si eras capaz de disfrutar en esa vida anterior, recupera alguna de las cosas que hacías. Y añade a éstas las que aprendiste a hacer con esa persona. Sí, será recordar, pero si fuiste capaz de disfrutar con nuevas actividades, ¿ por qué no introducirlas en tu nueva vida? ¿ Acaso eran propiedad del otro? Por raro que parezca, gracias a esa persona has conocido gente nueva y has disfrutado con cosas desconocidas para ti. Aprovecha eso para reconstruirte y tener nuevas perspectivas de futuro.

7- Ten paciencia, y la seguridad de que " esto también pasará".

Pensamientos que nos hacen daño, parte IV: Los "Deberías"

Como habíamos visto en anteriores post al respecto de este tema, los pensamientos negativos ejercen como una especie de diálogo interno que ejercemos con nosotros mismos, y esto afecta notablemente a la forma en la cual categorizamos los acontecimientos que nos ocurren y nuestra realidad.

Anteriormente hablábamos sobre como afectaba el pensamiento dicotómico (dividiendo nuestra realidad en blancos y negros), los pensamientos catastróficos o los adivinos (infiriendo sobre los demás o sobre el futuro sin tener pruebas) o magnificando o minimizando la realidad. Puedes recordarlos en estos enlaces:

http://www.grupocrece.es/blog/pensamientos-que-nos-hacen-dao-hoy-el-pensamiento-de-todo-o-nada?rq=PENSAMIENTOS
http://www.grupocrece.es/blog/pensamientos-que-nos-hacen-dao-ii-predicciones-catastrficas-y-magos-del-pensamiento?rq=PENSAMIENTOS
http://www.grupocrece.es/blog/pensamientos-que-hacen-dao-parte-iii-hoy-magnificando-lo-negativo-y-minimizando-lo-positivo?rq=PENSAMIENTOS

Hoy vamos a hablar sobre lo dañino que nos puede resultar hablar desde los "deberías".

Este pensamiento dañino procede de nuestro crítico interno, el cual se nutre en gran parte de las normas que hemos ido recogiendo desde nuestra infancia, por nuestra familia, cultura, época histórica... Aquello que de muy jóvenes nos decían nuestros familiares que estaba mal o bien para guiar y moldear nuestra conducta, conforme nos hacemos adultos lo convertimos en normas, principios, valores, ética... Pero en el caso de los "deberías", resultarían de una suma entre esta norma y la exigencia que me impongo a cumplirla.

"Deberías" = norma + exigencia

 

Consiste básicamente en marcarme cada acción con un "debería", independientemente de si es real o no.

Este "debería" muchas veces podríamos sustituirlo por otras expresiones que quizá se correspondan mejor o en ciertas ocasiones resulten más sanas como "podría", "me gustaría", "estaría genial", "me apetecería", "sería importante"...

Por ejemplo:

"Debería tener listo ya el informe"

Si tenemos en cuenta que todavía tenemos plazo y teníamos muchas más tareas prioritarias, una forma más desahogada sería expresar "me gustaría tener listo el informe cuanto antes" y esta forma de diálogo interno perdería una exigencia innecesaria.

Este ejemplo que parece tan absurdo, es solo uno más de la gran cantidad de veces que asumimos como obligaciones cuestiones que no son, sobre todo si somos personas excesivamente exigentes con nosotras mismas.

Un ejemplo gráfico muy visual y simple os puede dar una idea de hasta que punto os puede ocurrir esta situación:

El triángulo del puedo-debo-quiero nos indica desde cuál de estas tres instancias tomamos las decisiones importantes o no, de nuestra vida, en qué vértice me muevo más. El DEBO simboliza la obligación, el QUIERO el placer y el PUEDO los límites. Las tres instancias son importantes y lo sano es tener un equilibrio entre las tres. Moverme hacia donde quiero, sin olvidar cuestiones importantes que se deben hacer y sabiendo poner unos límites sanos. Cualquier estructura demasiado extrema en uno de los vértices, nos está indicando que hay otros que quizá merezcan más atención. Si nos movemos excesivamente desde el DEBO, sería muy probable que encajáramos en la distorsión de la que hablamos hoy (los "deberías").

Algunas preguntas interesantes que podríamos hacernos son:

¿Aspectos importantes como mi profesión, mi pareja, mis amigos... desde que instancia las he elegido?

¿En mi día a día, desde que vértice siento que me estoy moviendo más?


 

Exigencia

“No esperemos recompensas de nuestras fatigas y desvelos”

José de San Martín.

Si nos planteásemos la cantidad de cosas que cada día nos exigimos, quizá nos llame la atención el número de ejemplos que nos vienen a la mente. Vivimos en una sociedad en la que la exigencia es entendida como el camino para el crecimiento, para sacar lo mejor de nosotros, para explorar nuestros límites. Pero, ¿es sano vivir en base a las exigencias?

Las exigencias se detectan en forma de pensamientos que comienzan con la frase  “tengo que…”, “debería…”, o a través de frases de terceros que comienzan de la misma manera. La base de la exigencia es, además, negativa: parte de la base de que no estamos cumpliendo con nuestras obligaciones, de que hay algo importante a lo que no estamos atendiendo, de que no estamos haciendo lo suficiente.

Si a esta realidad le sumamos que la exigencia del mundo moderno abarca todos y cada uno de los ámbitos de nuestra vida (personal, profesional, familiar), generamos un caldo de cultivo para el desarrollo de patologías tanto mentales (estrés, inseguridad…), como físicas (somatizaciones, enfermedades cardiovasculares, insomnio…)

Entonces, ¿cómo podemos enfocar el crecimiento, el aprendizaje, el esfuerzo si no es desde la exigencia? Lo ideal es aprender a manejar la exigencia para que se trasforme en un “drive”, un activador, un motivador para tomar decisiones o dar pasos que nos favorezcan. La exigencia será sana en el momento en que nos permita hacer cosas que son beneficiosas para nosotros, sin perjudicar nuestra salud mental y física.

Para que la exigencia sea útil, hay que saber manejarla estableciendo unas prioridades y unos objetivos, liberando el resto de parcelas de exigencia o modulando la intensidad de la misma. La gran trampa de la exigencia es que cuanto más creemos que tenemos que hacer, más nos exigimos, lo que genera un efecto de apatía, desánimo e incluso reactancia (la rebeldía psicológica que nos lleva a rechazar lo que sentimos que nos es impuesto), que va en contra del objetivo exigido. Esta situación genera un efecto de bola de nieve en el que cada vez nos ahogamos en más “debería” y “tengo qués” desde una actitud pasiva e inmovilista. Pongamos un ejemplo: si pienso “Debería de salir a correr, al menos, 7 km al día”, el mero hecho de visualizarnos corriendo esa distancia nos va a generar una fatiga que no va ayudar a que cumplamos nuestro objetivo. Si, por el contrario, me planteo “Voy a hacer ejercicio, salgo a correr y hago lo que pueda”, el pensamiento es menos ansiógeno, por lo que nuestro cuerpo no va a tender a evitarlo o huir de él y será más sencillo realizarlo.

¿Cómo podemos romper con esto y desarrollar una exigencia sana?

  1. Priorizando los objetivos.
  2. Ajustando el nivel de exigencia para que sea un puntito por encima de nuestras posibilidades, no un gran escalón que nos resulte imposible alcanzar.
  3. Siendo conscientes de nuestros esfuerzos y movimientos: quizá no hayamos logrado del todo nuestro objetivo, pero sí una parte.
  4. Cambiando los automensajes: en lugar de pensar: ”tengo que…”, pensar “voy a…”.
  5. Buscar lamotivación de cada exigencia.

En ocasiones las exigencias tienen un origen en las personas que nos rodean: amigos, familiares, compañeros de trabajo, jefes… ¿Cómo podemos manejar esas exigencias externas?

  1. Planteándonos cuáles de esas exigencias queremos y podemos realizar y de qué manera. Los demás tienen derecho a esperar algo de nosotros, pero nosotros tenemos derecho a elegir qué expectativas queremos y podemos cumplir, y la manera en la que lo hacemos.
  2. Visibilizando nuestra manera de vivir esas exigencias, cómo las recibimos y lo que nos hacen sentir.
  3. Compartiendo con los demás de manera explícita nuestros esfuerzos, intentos yaproximaciones al objetivo que nos plantean.
  4. Poniendo límites. Si aceptamos todas las exigencias sin expresar lo que generan en nosotros o el esfuerzo que invertimos en realizarlas, podemos generar una escalada en la que los demás nos exijan cada vez más.

Planteémonos cuáles de las exigencias que nos imponen y nos imponemos nosotros mismos contribuyen a nuestra propia satisfacción personal... obligándonos a renunciar a las comodidades para seguir las normas de nuestra voluntad.

Sara Ferro Martinez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

 

 

 

La feminidad y la masculinidad en el sigol XXI

El sábado 4 de febrero organizamos en Grupo Crece un debate sobre la feminidad y la masculinidad en el siglo XXI. Sobre la base de unos planteamientos iniciales se desarrolló un debate en el que se trataron una serie de puntos muy interesantes que queremos compartir.

Comenzamos definiendo qué significaban los términos “sexo”, “género” e “identidad con el género”.  Aclaramos que con sexo nos referimos a los atributos biológicos, a los caracteres sexuales primarios con las que nace una persona. El género por su parte es una construcción social, siendo aquellas características que cada sociedad atribuye a cada uno de los sexos. De esta manera, son sexistas aquellas sociedades que atribuyen comportamientos, actitudes y aptitudes diferentes a los hombres y a las mujeres. La identidad con el género es la vivencia que cada persona tiene de su género, la idea que tiene la persona sobre las características y comportamientos que la describen, teniendo en cuenta lo que la sociedad en la que vive establece como deseable y apropiado para las mujeres y los hombres.

A colación del concepto de género, se planteó la siguiente cuestión ¿Somos libres para elegir lo que somos? ¿Somos lo que somos por decisión nuestra?  ¿O somos el resultado de un cúmulo de expectativas? De alguna manera, las expectativas siempre van a estar presentes desde el nacimiento, ya sea desde el género, desde la cultura en la que nazcamos, el estatus y la cultura familiar. Entonces, ¿cómo podemos romper con los caminos que nos son marcados?

Las vías de mejora que se plantearon fueron las siguientes:

  1. Respeto: educar y crecer en el respeto por las decisiones propias y ajenas, generará una mayor libertad en la elección, siendo así una elección sana y consciente, y no desde la sumisión o la rebeldía.
  2. Equilibrio: La búsqueda de nuestro propio equilibrio y el equilibrio en la sociedad.
  3. Valorar el cambio: Ser conscientes de que nuestra identidad es un constructo en continua evolución y permitirnos hacer los cambios que necesitemos en los diferentes momentos del ciclo vital. La libertad comienza en nosotros mismos, en concedernos la libertad de evolucionar.
  4. Salir de nuestra zona de confort. El cambio supone un esfuerzo y enfrentarnos a los miedos o incomodidades que plantea salir de lo que ya conocemos. Entender que la zona de confort en cuanto el género es actualmente un lugar poco confortable, en el que hombres y mujeres nos sentimos constreñidos por unos atributos que en muchas ocasiones no nos representan, es el primer paso para romper con el inmovilismo.

Necesitamos dejar de dejarnos llevar y asumir la responsabilidad que implica hacernos cargo de la construcción de nuestra propia identidad, y de las elecciones y rechazos que eso conlleva. Dejar de valorar lo bueno que tiene el modelo en el que estamos enmarcados en la actualidad, y valorar el progreso como algo positivo y necesario, sin dejar que el miedo y la pereza nos paralicen y fagociten en una realidad que nos daña de múltiples maneras, unas más sutiles que otras.

Nos despedimos con la reflexión de la gran responsabilidad que tenemos como sociedad que se está comenzando a movilizar, a rebelar y a plantear realidades diferentes en las que el género no sea un hándicap. Valoramos esta realidad como el inicio de un proceso en el que esperamos cada vez seamos más implicados.

 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece