¿Diferencias entre hombres y mujeres? Abogamos por la igualdad de género.

Existen muchas publicaciones a modo de divulgación científica y dirigidas a todos los públicos como "Las mujeres son de Venus y los hombres de Marte..." o publicaciones similares, que se basan en la diferencia de nuestros cerebros, el de los hombres y el de las mujeres, para explicar cómo en nuestros roles y maneras de interpretar o sentir la realidad, hay diferencias. Es cierto, no lo vamos a negar, que existen diferencias cerebrales y, si nos remontamos a estudios etológicos, antropológicos o paleontológicos, la distribución de las tareas es diferente según los sexos, muchas veces, distribución supeditada a las circunstancias del entorno para aumentar las probabilidades de supervivencia. La selección natural pudo favorecer el desarrollo de hembras capaces de percibir los detalles pequeños ya que con las crías cazar era muy complicado pero recolectar mucho más fácil y, hombres que tuvieran una capacidad viso espacial mayor ya que para la caza era relevante. Pero existían otras muchas funciones y roles en un clan de aquella época, y probablemente habría mucha variedad también entre los propios sexos.

Los estudios demuestran que existen tantas diferencias entre hombres y mujeres como entre las mujeres entre sí y entre los hombres entre sí.

No podemos atender a estas diferencias para justificar desigualdades. No está demostrado que las mujeres en los clanes humanos antiguos no tuviesen un papel importante y de poder, al igual que ocurre en clanes no humanos.

Según las conclusiones de la psicología diferencial, es muy difícil discernir aquello que corresponde a circunstancias biológicas de lo que corresponde a patrones sociales aprendidos.

Actualmente, está muy difundida la idea de que el cerebro masculino tiene una mayor capacidad para el espacio y los números y las mujeres para expresarse y mostrar sus sentimientos.

Emilio García García, nos muestra en su artículo que las diferencias entre el cerebro masculino y femenino corresponden a la evolución y la capacidad de adaptación de los seres humanos. Y, afirma que en una sociedad más igualitaria las diferencias biológicas entre hombres y mujeres no serían las que hoy son.

Hay multitud de estudios que reflejan el diferente trato que reciben desde bebés, los niños por ser niños y las niñas por ser niñas. Shaffer expone un experimento en el que un mismo bebé es mostrado primero como niña y después como niño a diferentes personas. La actitud de los adultos y adultas ante cada una de las situaciones es muy diferente. Por ejemplo, ante una misma reacción del bebé, se tilda de “enfado” cuando es un niño o de “miedo” cuando es una niña, este resultado es demoledor.

Es aquí, donde aparece esa “profecía autocumplida”, que “fomenta las diferencias de actuación cognitiva entre los sexos y orienta a los niños y a las niñas hacia caminos profesionales y vitales distintos”. Todo basado en prejuicios previos de los propios individuos y de toda la sociedad.

Reconocemos las diferencias entre sexos, pero se sabe que estas diferencias no son homogéneas. Sin embargo muchas veces las pautas educativas son diferentes en el caso de niños o de niñas, y hay niños que no se adaptan a ese estilo educativo y hay niñas que tampoco se adaptan y eso quizá es lo que explica parte del fracaso académico

Según Sánchez, la escuela enseña y educa. Es un lugar donde se aprende a ser y a vivir en el mundo. Todas las personas tenemos unos rasgos que nos hacen diferentes, pero también (y sobre todo) que nos hacen iguales.

Aboguemos por la igualdad entre la desigualdad entre sexos y entre personas.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Referencias

Emilio García García. “Neuropsicología y género”. En:Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría.

2003. Pp.: 14-15.

Shaffer, D. R. Desarrollo social y de la personalidad. 2002. P: 254

M. Antonia Sánchez-Vallejo. “Niños y niñas separados contra el fracaso escolar”. [en línea] En.: El País.13/02/2008:

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SEDEÑO PÉREZ, Eulalia. “Género y otras especies: Diferencias sin desigualdades”. En: C. Lara

(ed.): El Segundo Escalón: Desequilibrios de género en Ciencia y Tecnología. Sevilla: 2006, ArCiBel

Editores. ISBN: 84-934085-9-X.

Inspirado en: http://inmamsanchez.files.wordpress.com/2010/05/existen_diferencias_psicologicas_entre_hombresymujeres.pdf

TIPS PARA SUPERAR EL MIEDO ESCÉNICO

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Hablar en público da miedo. Hoy queremos darte unos consejos para afrontarlo con más seguridad y control. 1. Detecta tus ideas negativas o pensamientos interfirientes: "Se notará que estoy nervioso/", "Voy a quedar mal", "Ya estoy empezando a sudar", "El corazón se me dispara".... Estos pensamientos interfieren en tu discurso y pueden llegar a bloquearte y además aumentan tu nerviosismo, preocupación y ansiedad como si entra´semos en un círculo vicioso.

2. Respira, despacio y profundamente, antes, durante y después de la presentación. La respiración nos relaja física y mentalmente.

3. Céntrate en tu comportamiento no verbal, hablar un poquito más alto y vocalizando ya que controla el temblor de la voz, abra los brazos y mueve las manos al hablar (incluso si estás sentado/a)  ya que relaja la tensión corporal, muévete un poco por es espacio, darás sensación de que dominas la situación, mira al público a los ojos, reparte la mirada entre todos, sonríe de vez en cuando.

4. Busca pensamientos constructivos y dirige tu atención hacia lo importante. "Los nervios son más intensos al principio, luego se pasan un poco", "Los demás no notan mi ansiedad tanto como yo" (aunque te parezca increíble es así ¡SIEMPRE!), "voy a respirar", "voy a centrarme en los movimientos corporales"...

5. Lleva un guión de aquello de lo que vas a hablar, y si lo necesitas puedes mirarlo.

6. Recuerda que estos es un proceso, tienes derecho a ir poco a poco y si te permites equivocarte, cada vez lo harás mejor y con menos ansiedad, busca ayuda si lo necesitas, a veces sólo necesitamos un empujoncito.

¡SUERTE!

Raquel López Vergara 

Psicóloga y coach

Las claves del amor eterno

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¿Se puede estar enamorado eternamente? Parece que los procesos de enamoramiento como tal tiene una caducidad, pero existen parejas que funcionan muy bien durante mucho tiempo y que, incluso, se mantienen unidas hasta el final de sus vidas.

¿Cuáles son las claves de las parejas que se mantienen felices durante toda la vida?

Según Alejandra Vallejo Nájera, psicóloga y escritora existen tres variables importantes para que una relación sea duradera.

  • Atracción sexual
  • Conexión intelectual
  • Conexión emocional
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Las tres variables son interdependientes y unas se pueden influir en las otras.

En ocasiones estamos con una persona que nos atrae mucho sexualmente y durante el proceso de enamoramiento parece que todo es mágico, nuestras hormonas favorecen que sólo conectemos con los aspectos positivos del otro, si finalmente no hay conexión intelectual, por ejemplo, nos aburrimos con esa persona, no tenemos temas en común para hablar, no vemos el mundo de manera parecida, puede que la relación se agote.

Puede que todo empiece con una conexión intelectual muy fuerte y que esto encienda la atracción sexual, en cualquier caso es imprescindible que se encienda no podemos admirar únicamente para amar.

¿Y qué ocurre con la conexión emocional? Esta es la más compleja y la más difícil, y es el ingrediente que cohesiona las otras dos variables.

pareja enamorada

La conexión emocional implica que por encima de todo, de mi soberbia, de mi mal día, de mi enfado, de mi disgusto, de mis ganas por algo que quizá compiten con las tuyas, yo cuidaré de ti, me preocuparé de ti, y no haré nada para avivar tu sufrimiento. Te respetaré en tus decisiones, tus deseos, tus aficiones, tus gustos, tu manera de ser, tu manera de vestir y no intentaré cambiarte, seré empático/a con tus necesidades y sentimientos. Y tú harás lo mismo por mí. Te daré libertad para ser persona y me la darás a mí, creceremos juntos y, creceremos cada uno por separado también. Sin entrar en juegos de manipulación.

Si estoy dispuesto/a ser así contigo y recibo lo mismo de ti, si nos atraemos sexualmente y disfrutamos del sexo juntos, y si conectamos en nuestras ideas, pensamientos o nos divertimos en nuestras interacciones…es muy posible que duremos para tooooooda la vida.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Cómo vencer la rabia (y utilizarla a tu favor).

“Pues quienes no se irritan nunca por las cosas se les considera tontos, al igual que quienes no se irritan como es debido, ni cuando hace falta, ni con quien es necesario” Aristóteles. Ética a Nicómaco VI, 11

La ira es la emoción de la lucha y de la defensa, además puede bloquear en algunos casos el conflicto al intimidar al otro.  En nuestros antepasados y en los animales sociales la ira formaba parte de la resolución de los conflictos ante la sumisión de una de las partes. En cierta medida, la ira nos sirve para controlar y cambiar determinadas situaciones, para castigar a quienes nos han hecho daño y marcarles un límite. Grandes cambios en la sociedad se producen y se han producido gracias a los sentimientos de ira, rabia e indignación.

Nos enfadamos cuando se frustran nuestros deseos o nuestras expectativas, si hay un obstáculo (objeto, característica personal, persona) que se interpone en nuestro camino para conseguir algo que es importante para nosotros, cuando se hiere nuestro sistema de valores, ante una injusticia, cuando se hiere nuestro orgullo o dignidad, si se pone en juego nuestra autoestima, si observamos falta de reciprocidad en los demás o en las circunstancias vitales, ante daños físicos o psicológicos por parte de otras personas y si creemos que el daño o el obstáculo interpuesto ha sido intencionado.

Nos enfadamos más con personas cercanas. Es más probable, quizá, que nos decepcionen o nos hieran, o ponemos expectativas más altas en estas personas. También, es más fácil que con personas de confianza la ira no tenga consecuencias tan negativas.

Es un sentimiento que tiene mala prensa, en determinadas épocas en nuestra sociedad se asociaba a mala educación, sobre todo en las mujeres, y en las culturas orientales se considera un signo de inmadurez.

También podemos perdonar más a alguien que dice algo incorrecto fruto de la ira, pensamos que lo ha dicho debido a su estado emocional y no porque realmente lo siente.

Sin embargo es un sentimiento natural y normal. Los niños nacen expresando ira de manera innata a ten situaciones de interferencia física o frustración de deseos, no saben regularla y es frecuente que lleven a cabo conductas agresivas como: golpes, patadas, mordiscos... Las rabietas son normales en un momento del desarrollo evolutivo. Estas rabietas empiezan a quedar bajo control a partir de los 2 años. Los niños aprenden de manera natural a resolver el problema de otra manera diferente a la agresión y al descontrol emocional pero el apoyo del entorno es fundamental en este proceso. Se ha observado en parvularios y en chimpancés adultos que la resolución de los conflictos es muy similar: ofrecer un objeto, tender la mano, proponer una actividad común, señalar un centro de interés, interesarse juntos por un tercer compañero… Lo cual indica que el mecanismo de regulación de la ira ha sido muy adaptativo y tiene muchos componentes innatos.

Existen muchos tipos de ira diferentes en los matices y significado de esa ira y en la intensidad.

Enfado, enojo, berrinche: percepción de un obstáculo, ofensa, frustración de un deseo pero leve y pasajero.

Ira: percepción de un obstáculo, ofensa, frustración de un deseo, amenaza de daño más importante.

Indignación: Ira ante una injusticia o algo que ocurre que no debería ocurrir de ese modo, es un sentimiento ético.

Agravio: Es parecido a indignado, tiene que ver con la alteración de los justo.

Humillación, ofensa: Asociado a la lucha por el reconocimiento.

Malhumor: Ira contenida y pasiva

Hastío, hartura: enfado más aburrimiento.

Exasperación: Haber aguantado demasiado y perder la paciencia.

Rencor o resentimiento: ira reprimida, no expresada y se convierte en un sentimiento más duradero.

Odio: Aversión intensa y duradera.

Repugnancia y desprecio: Rechazo mantenido y duradero.

Despecho: lleva a la venganza pensada y planificada.

Cólera, Furia, furor: Ira en la que no se mantiene la compostura y puede llevar a la agresividad y venganza.

Coraje: nos lleva a la reivindicación de un derecho o a cambiar algo.

El lado oscuro de la ira

La ira provoca ira. Es un sentimiento muy contagioso. Los conflictos resueltos únicamente con la ira pueden derivar en un conflicto mayor. La ira descontrolada y la personalidad hostil llevan a la agresividad y a la venganza.

La ira provoca rechazo, los niños rabiosos y los adultos hostiles y coléricos no nos gustan y tendemos a apartarlos del grupo y no contactar con ellos. Pueden provocarnos miedo y eso ocasiona una distancia emocional con este tipo de personas que consiguen menos intimidad en sus relaciones personales.

La ira excesiva o crónica, los arrebatos de cólera aumentan la probabilidad de tener un accidente cardiovascular. La ira reprimida, el rencor y la hostilidad también están asociados a problemas cardiovasculares.

La ira reprimida provoca rencor e incluso odio.

Hay personas que disfrutan con la ira, han adquirido un rasgo en su personalidad. La hostilidad.

La ira, el enfado y la rabia…emociones aliadas.

Sin embargo, la ira, bien regulada en intensidad y formas, y ajustada su aparición en las circunstancias adecuadas y con las personas idóneas, nos ayuda a mejorar nuestra autoestima y sentirnos más seguros de nosotros mismos.

Nos avisa de que algo debe cambiar.

Nos motiva para detener aquello que causa malestar: decir algo que nos molesta, defender nuestros derechos, cambiar una realidad, poner un límite a otro, etc. Nos aporta energía para pasar a la acción.

La ira reduce el miedo y se plantea como una alternativa a la tristeza o la depresión.

¿Cómo nos damos cuenta de nuestro enfado o el de otros?

La ira tiene un rostro universal. Ceño fruncido, mirada fría y fija, párpados abiertos, labios apretados o boca abierta enseñando los dientes.

Hay mucha tensión muscular en las extremidades, podemos cerrar los puños.

Sentimos calor y enrojecimiento ya que aumenta la dilatación de los vasos periféricos. De hecho lo observamos también en el vocabulario popular, “hervir de ira”, “rojo de la rabia”, “echar fuego por los ojos”

Aumenta el latido cardiaco, la tasa respiratoria y la tensión arterial.

Otros signos corporales de la ira:

  • Invadir el espacio personal de la otra persona.

  • Mirada fija.

  • Puño en la boca.

  • Palma en la frente.

  • Brazo cogido por la mano.

  • Micropicores en la cara externa de los brazos, en el interior del ojo, en la nariz hacia el interior del rostro.

  • Tocarse el cuello.

Aprender a regular la ira

El manejo de la ira es una de las claves de la inteligencia emocional.

La ira suele manifestarse de forma violenta y nos lleva al ataque. Las personas que se enfadan con mucha intensidad lo tienen más complicado para calmarse de forma inmediata. Nos lleva a perder el control “perder los estribos”, “sacarme de mis casillas”, “sacarme de quicio”.

A veces, esto se explica por nuestro temperamento. Más impulsivo “tiene un pronto… pero luego no es nadie” o más reflexivo “se mantiene la cabeza fría en las situaciones difíciles”.

En otras ocasiones lo explicamos por la tendencia de algunas personas a aguantar y callarse aquellas cosas que les molestan.

Tenemos la sensación de “la gota que colma el vaso” aguanto y aguanto hasta que “estallo de ira”.

La respuesta de ira lleva su proceso. La subida puede ser violenta o progresiva pero una vez que estamos en la parte alta de la curva todos necesitamos un tiempo para regularnos.

Vamos a desarrollar algunas pautas clave para manejar la ira:

1. Espera a relajarte un poco para resolver el conflicto.

2. Pensar antes de hacer o decir nos ayuda a bajar la intensidad de la ira.

El autocontrol tiene mucho que ver con el control de la rabia y está basado en nuestra capacidad para distanciarnos de la emoción a través de la cognición. En una situación de ira tomarnos un “tiempo fuera” para calmarnos y bajar la intensidad de la emoción y al mismo tiempo poder pensar las cosas con calma.

Después de calmarnos un poco es muy útil pensar en cuál es el origen de nuestra ira:

¿Por qué me he enfadado tanto? ¿Se trata de un deseo muy fuerte que no se ha cumplido? ¿Es la decepción de mis expectativas? ¿Hay un insulto a mi autoestima? ¿Siento la amenaza de un daño? ¿Me estoy enfrentando a una injusticia?

Ya algo muy importante: ¿mi percepción es correcta o estaba irritable por otra razón ajena a esta circunstancia que me ha provocado el enfado?

3. La interpretación que hacemos de los sucesos es muy importante para prevenir una ira descontrolada.

Podemos interpretar que aquello que nos ha molestado de una persona ha sido realizado de forma malintencionada por su parte. Aunque en ocasiones esto es real, la mayor parte de las ocasiones los otros actúan pensando en sus propios intereses (egoístamente) pero no de manera malintencionada, digamos que actúan con conciencia de daño pero no con intención de daño.

También ocurre que los otros pueden hacer algo que nos molesta sin tener ninguna conciencia de daño, porque tiene otras costumbres, otros valores o simplemente sin saber que esa conducta para con nosotros es molesta o dañina.

No solemos ponernos en la piel del otro cuando ocurre algo que nos desagrada y nos molesta. Contactar con las motivaciones, necesidades, sentimientos de los demás (empatizar) ayuda a no enfadarnos tanto con ellos.

Pensar sobre la realidad de una manera más flexible, nos ayuda a relativizar errores de otros, nuestros propios errores o entender y asimilar circunstancias que nos obstaculizan pero que se escapan de nuestro control.

Los otros también nos pueden ayudar a reorganizar nuestra interpretación de las cosas, tomarnos un tiempo para compartir la rabia y el enfado con una persona de confianza nos ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva.

4. Evitar sentirme culpable al sentir ira o enfado.

La rabia, ira, enfado… son emociones y sentimientos naturales, el sentirlo no es un problema, incluso es positivo ya que nos indica que algo debe cambiar.

El problema está en el manejo que hago de la situación y como lo expreso.

La ira me ayuda a detectar mis deseos, prioridades, necesidades y a defenderlas.

Me puede ayudar tener en cuenta un conjunto de derechos en mí y en los otros:

Derecho a decir no.

Derecho a no gustar a todo el mundo.

Derecho a tener mis propias prioridades, deseos, necesidades, opiniones…

Derecho a sentir y expresar mis sentimientos.

Derecho a equivocarme.

Me puede ayudar también darme autoinstrucciones sobre los aspectos positivos de la rabia o sobre la falta de control de ciertos aspectos.

“No siempre puedo controlarlo todo”

“Prefiero no herir al otro pero a veces no podré controlar sus sentimientos”

“Es bueno enfadarse por una buena razón”, etc.

5. Decidir si quiero expresar mi ira o inhibirla.

Tras un análisis de la situación, puedo decidir que me interesa más callarme y no expresar mi ira ni mi malestar. Este tipo de contención no provoca problemas emocionales ya que controlamos la situación que la ha causado, decidimos que lo mejor es ser discretos. Pro ejemplo si hay terceras personas delante que no tiene porque presenciar una discusión o no nos parece que el contexto sea el adecuado para ello o pensamos que las consecuencias para nosotros van a ser realmente perjudiciales.

En otras ocasiones, puedo decidir no inhibirla y expresarla con intensidad en una situación de gran injusticia, pero eso sí usando la asertividad.

6. Expresar asertivamente la emoción nos ayuda resolver el conflicto sin agresividad y sin reprimir nuestras emociones.

De esta manera prevenimos el rencor, resentimiento o incluso odio a largo plazo y conseguimos probabilizar que los demás se adapten a nuestras necesidades, o al menos saber lo que podemos esperar de ellos de cara al futuro.

Si estoy enfadado con alguna persona puedo expresarle mi malestar sin atacarle usando un conjunto de estrategias asertivas. Lo reflejaremos con un ejemplo:

“Estoy enfadada con una amigo porque me dijo que me ayudaría con una mudanza y en el último momento me dice que no puede venir porque le han invitado a un concierto”

  • Empatizo. Intento conectar con lo que el otro siente.

“Entiendo que era una gran oportunidad asistir a ese concierto y además a ti te encanta la música”

  • Describo el hecho que me molesta.

“Contaba con que vinieses a ayudarme con la mudanza y no había llamado a ninguna persona más, la mudanza tenía que hacerla sin falta ese día”

  • Expreso lo que siento con Mensajes Yo (hablo en primera persona). Puedo estar moderadamente enfadado cuando lo hago.

“Me ha supuesto un trastorno porque no he podido terminarlo a tiempo, me siento molesta y un poco decepcionada, contaba contigo”

  1. Escucho a la otra persona. Recojo información por si hubiera algún mal entendido.

“¿No había otra oportunidad para ir a ese concierto? ¿Te imaginaste el trastorno que podías causarme?, etc.

  • Intento llegar a un acuerdo.

“La próxima vez me gustaría que si no estás seguro de poder comprometerte no lo hagas”.

La mayoría de las veces generalizamos (“siempre me haces lo mismo”, “nunca puedo contar contigo”), atacamos con mensajes Tú (“eres un egoísta”, “no te comprometes”), culpabilizamos (“me he hecho daño en la espalda por hacerlo yo sola”, “he tenido que gastarme un montón de dinero en la mudanza”) y claro así, no llegamos a ningún acuerdo, lo más probable es que discutamos y nos enfademos aún más con nuestro amigo.

7. No entrar al trapo de los ataques del otro

La técnica del banco de niebla nos ayuda a no alimentar la rabia del otro y cotagiarnos con ella. ¿En qué consiste?

Ante un comentario irónico, improcedente, amenazante, agresivo de otra persona respondemos usando diferentes posibilidades que ahora describiremos, lo veremos más claro con un ejemplo:

ATAQUE: “Qué suerte tiene algunas que tienen enchufe del jefe y hacen el trabajo más interesante…”

  1. Responder con la posibilidad: “Puede ser que tenga suerte”.

  2. Responder con la verdad: “Tengo mucha suerte, tienes razón”.

  3. Ignorar sin mostrar inquietud o agresividad sino calma y seguridad.

  4. Responder con sentido del humor: “No lo sabes tú bien”.

Estas habilidades asertivas pueden parecer complicadas de realizar pero se aprenden con un entrenamiento en habilidades sociales.

8. Manejo de la ira de otra persona

Cuando nos encontramos delante a una persona iracunda podemos optar por dos estrategias:

  • La persona está realmente descontrolada y enfadada.

En estas circunstancias lo mejor es escuchar al otro, mantener la calma y la seguridad, y trasmitirla con mi cuerpo (mirada ajustada a la situación pero tranquilizadora, tono de voz calmado, volumen bajo, movimientos serenos, postura erguida no amenazante…), empatizar y darle parte de la razón. Cuando la persona esté más tranquila podemos expresar nuestra opinión o hacerle una crítica si consideramos que su enfado no era justificado.

  • La persona usa su enfado para achantarnos y manipularnos.

Este otro escenario es muy diferente. En este caso nuestro enfado y gesto firme pude inhibir el enfado de la otra persona. En un enfado controlado los tonos de voz son más graves que agudos y nuestra postura se mantiene firme con movimientos contundentes sin invadir el espacio personal del otro. La mirada es más fija y sin pestañear tanto, sostenemos la mirada del otro y no nos retiramos los primeros.

Raquel López Vergara

Psicóloga y Coach

Grupo CRece

Algunos Valores a potenciar en la educación de los niños de hoy

Esfuerzo  y constancia Estos valores están relacionados con la capacidad de demorar el refuerzo y marcarse metas u objetivos a largo plazo. Favorece la consecución de dichas metas y la realización personal.

Para inculcarlo en los niños es importante:

  • dar un modelo de dicho valor,

  • instaurar normas claras que favorezcan su cumplimiento,

  • promover responsabilidades y compromisos,

  • reforzar el esfuerzo, la perseverancia y no únicamente el resultado final (enseñar a posponer el refuerzo).

  • Motivar a continuar. Desarrollar auto-motivación y autocontrol.

  • Reforzar la auto-superación.

  • Favorecer el desarrollo de niños activos y con inquietudes.

  • Favorecer el desarrollo de la creatividad en la resolución de problemas.

  • Aplicar de consecuencias adecuadas contingentes a la conducta.

Responsabilidad

Está asociada a la libertad. Somos responsables de una decisión si somos libres para haber tomado esa decisión. La responsabilidad no implica obligación. El compromiso no se asume por la fuerza.

Como fomentar este valor.

  • Evitar culpabilizar o responsabilizar injustamente.

  • Enseñarles a asumir las consecuencias de sus actos. Aplicar contingentemente las consecuencias a la conducta.

  • Enseñar la coherencia entre el decir y el hacer

  • Delegar en ellos aquello que puedan realizar solos o con algo de ayuda.

  • Diferenciar responsabilidad de culpabilidad.

Autocuidado

Significa aprender a dar valor a uno mismo.

Algunas pautas son:

  • Evitar la transmisión de valores engañosos del tipo: “salud=delgadez”, “autocontrol=no expresar las emociones”.

  • Potenciar la autoestima.

  • Ser modelo de autocuidado.

  • Construir hábitos equilibrados y flexibles de alimentación, deporte, higiene, revisiones médicas, cuidado psicológico…

  • Enseñar a posponer el refuerzo y el valor de la constancia.

  • Enseñar a discriminar situaciones graves de las que no lo son.

Cooperación y diálogo

Significa tener un objetivo común y buscar soluciones compartidas para que todos puedan conseguirlo.

Algunas pautas para lograrlo:

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  • Dar modelo de cooperación en el entorno familiar.

  • Potenciar juegos cooperativos en lugar de reforzar sólo el ganar.

  • Potenciar que los niños aprendan en grupo.

  • Enseñar a empatizar.

  • Enseñar a negociar.

  • Enseñar a disfrutar con las conductas de ayuda y cooperación.

  • Argumentar las razones de las cosas con los hijos desde pequeños.

  • Dar modelo adecuado de escucha activa, de empatía y de intercambio de opiniones.

  • Favorecer que los niños resuelvan los conflictos interpersonales con las palabras mediando lo justo en los conflictos.

Amistad y relaciones afectivas

Significa saber buscar, elegir adecuadamente y mantener relaciones duraderas y satisfactorias y disfrutar de las relaciones personales profundas.

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Cómo podemos enseñarlo a los niños:

  • Favorecer el contacto y la relación social. Dar modelo de ello.

  • Enseñar a conversar.

  • Enseñar a compartir.

  • Enseñar a confiar.

  • Enseñar a defender los derechos personales.

  • Enseñar a saber elegir.

  • Enseñar a perdonar…

Creatividad

Aporta una mayor flexibilidad ante los problemas y es un estímulo para la actividad, un antídoto contra el aburrimiento, aporta novedades y hace la vida más interesante.

Podemos:

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  • Favorecer la exploración y aportar un entorno rico en estimulación. Dejar al niño experimentar. Saber delegar.

  • Implantar límites flexibles.

  • Reforzar los intereses y aptitudes del niño y el interés por el conocimiento.

  • Incentivar la búsqueda de alternativas en la resolución de los problemas.

Conocimiento

Significa desear aprender, valorar la sabiduría y el conocimiento, tener curiosidad por el mundo que nos rodea y por las cosas que ocurren en él.

Lo podemos fomentar a través de:

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  • Estimular las inquietudes, deseos, intereses personales; favorecer y reforzar la exploración.

  • Reforzar la conducta de atención y concentración y estimular un pensamiento reflexivo.

  • Fomentar el interés por la lectura.

  • Fomentar un hábito de trabajo.

  • Aportar estímulos novedosos, interesantes, variados, adaptados a las características del niño.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

La base afectiva en la construcción de los valores

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Si entendemos la educación como, el proceso de “socializar” en una cultura, para adquirir destrezas y valores que nos lleven a la felicidad, al buen vivir, es importante partir de las necesidades intrínsecas al ser humano. El ser humano nace con un conjunto de necesidades básicas que son:

  • alimentación, descanso y protección suficientes,
  • estimulación sensorial,
  • interacción afectiva, social y sexual,
  • exploración, conocimiento y control del medio.

 Para el ser humano, es importante, el bienestar físico, psicológico, económico… Pero necesitamos también, por un lado, vinculación social, afecto, sentimientos de pertenencia al grupo y, por otro lado, sentir control sobre el mundo que nos rodea, explorarlo, sentir que podemos cambiar las cosas, perfeccionarlas, sentir que podemos crear.

La psicología demuestra estos tres grandes motivos en el ser humano (Seligman, 2003):

  • el placer,
  • la vinculación, y
  • la superación

Desde este punto de vista, los valores básicos y fundamentales tendrían que partir de estos tres motores básicos.

Las emociones están presentes en el niño desde el nacimiento y son imprescindibles para su interacción con el entono. Existe una base innata en el reconocimiento y en la expresión de las emociones como descubrió Darwin y recientes investigaciones sobre las emociones han confirmado (Ekman, 2004).

El recién nacido es capaz de captar afectivamente lo que objetivamente le resulta indescifrable. El bebé viene al mundo preparado para comunicarse a través del llanto y la sonrisa. Percibe el mundo a través de las sensaciones y está preparado para:

  • expresar emociones que irán siendo cada vez más complejas a medida que el niño se desarrolla,
  • percibir las emociones del otro y,
  • responder de forma coherente a las manifestaciones emocionales de los otros.

Las emociones serán guía de su comportamiento (y guía, también, para los padres de cómo se encuentran sus hijos y de lo que necesitan), motor de su comportamiento y aportarán el valor de los eventos.

Las emociones de los demás, también, constituyen una guía para los niños, de modo que el comportamiento emocional de los padres y cómo respondan a las emociones de sus hijos ejercerá una gran influencia en el aprendizaje de las emociones.

La madre o el cuidador principal es la gran mediadora entre el niño y su circunstancia, lo que supone, que unas veces será un canal de comunicación con el mundo exterior y otras una defensa contra un ambiente que considere peligroso. “En estas largas y silenciosas conversaciones entre la madre y el bebé, la madre está introduciendo los cambios de humor del niño, le enseña cómo sentir, cuándo sentir y si hay que sentir algo sobre los objetos particulares del entorno. Los niños intentan ajustar los sentimientos a los que observan en su madre como si ella fuese la definitiva intérprete de la realidad” en un proceso de regulación mutua a partir del llanto y la sonrisa (Marina, 2004). El entorno social de la primera infancia recibido a través de la madre que es la gran mediadora influye directamente en la evolución de las estructuras cerebrales responsables de futuro emocional del niño.

El establecimiento de un apego seguro facilitará soportar la incertidumbre y determinará que una persona esté o no alarmada por una situación potencialmente alarmante. El tipo de apego determinará la confianza o falta de confianza en que la figura de apego esté disponible aunque no esté realmente presente. Estas relaciones tempranas crean expectativas sobre las relaciones con los demás. Según se han portado con nosotros así esperaremos de los demás. Algunos autores dicen que influye en las representaciones que creamos de nosotros mismos y de los demás, en la autonomía (Bowlby, 1998).

A medida que el niño crece (alrededor de los dos años) ocurre un salto cualitativo en su desarrollo: el pensamiento simbólico y la aparición del lenguaje. El niño adquiere conciencia del mundo y conciencia de sí mismo. Esto permitirá el desarrollo de la empatía, la aparición de emociones más complejas y el desarrollo de los procesos de autorregulación.

La adquisición del lenguaje le abre al niño la puerta para controlar su propia conducta pero este control siempre viene desde fuera para posteriormente interiorizarse (Vigotsky, 1973). El niño que aprende a obedecer normas de su madre, acaba poniéndose normas a sí mismo. La autonomía consiste en darnos órdenes inteligentes a nosotros mismos y cumplirlas a pesar de que las emociones le puedan llevar en un sentido contrario. El comportamiento regido por reglas supone la posibilidad de ampliar la libertad del ser humano para tomar decisiones y actuar. Y le permite la posibilidad de relacionarse con realidades no presentes, con conceptos abstractos que van a construir los juicios morales.

Es en este momento, cuando se plantea el conflicto entre el placer y el deber, dejarnos llevar por la emoción o por la razón. Los valores están a medio camino entre ambas cosas.

A través de una adecuada educación emocional, unida a la implantación de límites y normas, podemos enseñar a los niños a sentirse bien siendo generosos, responsables, trabajadores, etc. sin que ello suponga un gran esfuerzo.

Pero cuando esto falla, no siempre la obligación puede ser agradable, es importante enseñar a los niños a autorregularse: pararse a pensar sobre lo que les pasa, a valorar las consecuencias, tomarse un tiempo para decidir y anticipar ventajas a largo plazo…

Deberes y deseos tienen que situarse en un equilibrio que probabilicen la felicidad personal y la felicidad colectiva. Los valores se concretan en normas; si hacemos compatibles las normas con las necesidades y motivaciones humanas y educamos las emociones para facilitar el cumplimiento de dichas normas estamos facilitando que dichos valores se lleven a al acción.

Los filósofos han reflexionado siempre sobre los motores del hombre. Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás, entre otros, plantean que el hombre tiene dos facultades: Noûs  (inteligencia) y Orexis (deseo)

 

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Las dificultades de la educación en valores hoy

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“Para educar a un niño hace falta la tribu entera” PROVERBIO AFRICANO

 Hablar de educación en valores siempre es controvertido. Entran en juego muchos elementos, los intereses se enfrentan y no existen soluciones simplistas. Educar en valores es un arte en el que intervienen la psicología, la ética y la cultura y van a interferirse entre sí. (Marina, 2006).

Según J.A. Marina, “educar es fundamentalmente socializar, es decir, desarrollar las capacidades, asimilar los valores, adquirir las destrezas que una sociedad considera imprescindibles no sólo para vivir, sino para el buen vivir.” (Marina, 2006). Desde este punto de vista, la educación no se puede desligar de la ética: el término moral significa “el sistema normativo de una cultura”, el término ética correspondería a una moral universal.

Los valores son las creencias, ideales que la persona acepta para alcanzar su proyecto de vida, su felicidad.

Está de moda hablar de “educación en valores”, pero el concepto es tan antiguo como la educación misma. Educar en valores no es otra cosa que mostrar lo que “vale” y lo que “no vale”. Si educar es desarrollar hábitos que nos permitan vivir en sociedad, la mayoría de los valores están directamente relacionados con la convivencia.

¿Cómo educábamos antes?

Educando cambiamos nuestras circunstancias, pero las circunstancias,  determinan a su vez la educación.

Hace sólo unas décadas, la educación provenía no sólo de la familia o la escuela, sino de un sistema cultural que iba de la mano de aquellas dos. Existían creencias básicas compartidas y normas de conducta, muy delimitadas y claras. La peculiaridad de este momento histórico es que el entorno socio-cultural ha dejado solos tanto a padres como maestros u otros agentes educativos que sienten que navegan contracorriente.

Hoy en día, la sociedad no es homogénea. Esto, aumenta la libertad del individuo para elegir, se amplía el abanico de opciones pero se crea, al mismo tiempo, un desconcierto en el que se hace difícilmente discriminable “lo correcto” de “lo incorrecto”. No existe un modelo claro de “cómo actuar” y esto provoca acudir en exceso al ensayo y error.

Características de  la  sociedad actual

El ser humano es un “híbrido de biología y cultura”, es decir, se construye en interacción con el entorno socio-ambiental. Las características de la sociedad actual explican los comportamientos de las personas que componen dicha sociedad.

La riqueza del mundo desarrollado ha hecho surgir una sociedad de consumo, en la que el éxito está ligado al tener y no al ser, a la cantidad y no a la calidad. Consumimos objetos, diversiones, emociones, amistades… El poder político se ve limitado por la ley del mercado aún poco regulado con leyes que protejan los derechos fundamentales. Lo que aporta beneficios económicos es “válido” sin ningún criterio ético. Como señalan S. R. Steinberg y J. L. Kincheloe (“Cultura infantil y multinacionales”, 1997), “la cultura popular, financiada y al servicio de las  grandes empresas multinacionales, trata de promover una teología del consumo que promete la felicidad a través del acto ritual de consumir”, para beneficio absoluto de dichas multinacionales. Aquí incluimos, por supuesto, todos aquellos productos que se dirigen a público infantil y juvenil.

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Los niños y jóvenes tienen mucho poder adquisitivo y gastan dinero sin estar formados con un buen criterio para hacer dicho gasto. Los adultos estamos tan metidos como ellos en ese mundo consumista y tenemos en nuestras casas tres aparatos de televisión, dos o tres coches, ropa de marca. Buscamos gratificar a los hijos a través de refuerzos materiales, porque es lo que ellos quieren, porque no se sientan desplazados con respecto al grupo de iguales, porque “cómo no se lo voy a comprar si me lo compro yo”.

Las formas de vida han cambiado. La vida se desarrolla, principalmente, en las ciudades. Esto ha supuesto grandes cambios en la organización de la familia. Unos años atrás la red de apoyo familiar estaba ubicada en el mismo espacio físico. En la actualidad es poco frecuente que los abuelos vivan cerca de sus nietos. La ciudad es un medio que dificulta el acceso a la comunicación con otras personas, favorece un ritmo de vida rápido, aumenta nuestro estrés y dificulta el acceso a determinados recursos (sin embargo, proporciona otros muchos).

Y es que vivimos en el mundo de la prisa y de la cantidad. Tenemos que hacer el mayor número de cosas por unidad de tiempo, trabajamos muchas horas para disfrutar de una segunda vivienda en la playa o disponer de un coche de lujo. Y no hay tiempo, el tiempo se escapa… Para estar con los hijos, para comunicarse con ellos, para relacionarse con los amigos, para construir una red de apoyo social, para conocerse y conocer a los demás, para saber lo que siento o lo que pienso sobre algo y desarrollar un sentido crítico sobre las cosas necesitamos ¡PARAR!

Hoy la actualidad la conocemos a través de los periódicos gratuitos que reparten en el metro dónde ésta, se nos presenta a través de titulares. De forma rápida nos enteramos de cómo está el panorama pero ¿de verdad nos estamos enterando? ¿No necesitamos observar, escuchar, indagar… para poder construirnos nuestra opinión sobre alguna cosa?

El mundo audiovisual ha desbancado a la palabra. Además un mundo audiovisual fácil que no hay que interpretar, no hay que pensar para entender, no requiere de la acción, sólo dejarme llevar por emociones que no tengo tiempo de procesar, cuyas consecuencias no puedo experimentar y que por tanto no podré controlar. Muy peligroso.

Los “mass media” lo inundan todo “educando” en valores. La televisión nos modela, “determina nuestros gustos, nuestros hábitos de consumo, los temas de conversación, nuestros horarios, las opiniones políticas, en definitiva, lo que es importante y lo que no lo es” (Delval, 2001), es decir marca los valores. Y lo hace con un lenguaje seductor que llega directamente a nuestras emociones. El lenguaje televisivo es un lenguaje atractivo en la forma pero vacío en el contenido. Como dice Delval en la citada obra,  el conocimiento que aporta la televisión “es una ilusión de conocimiento que tiene más que ver con la narración que con el conocimiento abstracto. Es un conocimiento esencialmente figurativo, que sólo puede convertirse en operativo si el sujeto dispone previamente de las capacidades para ello, pero esas capacidades no puede adquirirlas a través de la televisión, sino que precisa hacerlo a través de la acción”.

A través de la publicidad nos acercan a valores importantes para el ser humano (éxito, libertad, amistad, amor, salud…) pero la forma de conseguirlo es TENER el coche, la ropa, el producto alimenticio de tal marca. Y todo esto, apelando a las emociones, a nuestra parte más primitiva (Grijelmo, 2004).

La estructura de la familia ha cambiado, también, debido a otros factores: la incorporación de la mujer al mundo laboral, el mayor número de divorcios, madres solteras, parejas homosexuales, disminución del número de miembros en la familia, aumentando los hijos únicos. Los niños y jóvenes tienen cada vez menos relación con los adultos, incluso con sus iguales y más relaciones de tipo virtual (a través de Internet, por ejemplo) donde muchas dimensiones de la comunicación quedan fuera.

La presencia habitual de otros agentes educativos como canguros y niñeras, abuelos u otros familiares de forma esporádica en la educación dificulta el seguimiento de unas pautas consistentes.

La figura de autoridad está devaluada ya que los modelos que socialmente se refuerzan como poseedores de la “verdad” no se corresponden con las figuras tradicionales del padre o madre, del maestro, del sabio; generalmente provienen de la televisión. La figura del político lleva años desprestigiándose.

Los niños y jóvenes superan a los adultos en el manejo de las nuevas tecnologías. El adulto ya no cumple ese papel de “dios“, que lo sabe todo. Se limitan las posibilidades de aprendizaje dentro de la familia, esto unido a la falta de tiempo que tienen los progenitores para ocuparse de los hijos.

Por otro lado,  el conocimiento que se promueve hoy en día es un conocimiento fragmentado, el de expertos que se traduce en acciones rápidas y eficaces, somos “expertos” en alguna parte del elefante pero no tenemos ni idea de lo que significa un elefante al completo. Hay mucha información pero estar informado no es saber.

La aparición del concepto de derecho en las sociedades democráticas y su uso desvirtuado nos está llevando a sociedades cada vez más individualistas. Los derechos humanos, tan necesarios, que protegen a las personas de las injusticias han olvidado la otra cara de la moneda, los deberes u obligaciones.

Estamos inmersos en una cultura donde el individuo es lo importante aún yendo en contra del grupo. La competencia prima sobre la cooperación y sin cooperación no hay convivencia. Parece que la sociedad anima a una desvinculación social (Marina, 2004). Sin embargo, por naturaleza, somos seres sociales. Eibl-Eibesfeldt, ha puesto de manifiesto la necesidad del ser humano de vinculación, su necesidad ancestral de formar grupos (Eibl-Eibesfeldt, 1994).

Vivimos en un mundo multicultural y heterogéneo donde la globalización ejerce una presión homogeneizadora (Diáz-Aguado, 2003) Esto produce cierto desconcierto sobre cuáles son los valores esenciales. ¿Todo vale? Vivimos en el mundo de la postética y es imprescindible una reflexión filosófica y social para delimitar un conjunto de valores basados en el respeto a las diferentes culturas y a la convivencia con las mismas (Savater,  1997)

Ante todas estas circunstancias, filósofos, sociólogos, psicólogos, políticos… debemos definir unas bases nuevas sobre las que sustentar la educación. Según J.A. Marina “debemos elaborar una noción del bien común en la que esté incluida la autonomía, la libertad, la búsqueda de la felicidad privada de cada persona…, elaborar una ética transcultural que resuelva, entre otras cosas, el choque entre civilizaciones distintas. Los derechos humanos podrían considerarse un primer esbozo de esa normativa común” (Marina, 2006).

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

La vergüenza y la culpa, dos sentimientos sociales universales

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Expresiones como “tierra trágame”, o “me remueve la conciencia” están muy presentes en nuestra cultura. Vergüenza y culpa son sentimientos humanos universales que nos han ayudado a regular las relaciones interpersonales y la estructura social.

Al sentir vergüenza nos relacionamos con el hecho de que la conducta que hemos llevado a cabo no es apropiada en un contexto cultural micro o macro, es decir, infringimos una norma social.

Al sentir culpa nos relacionamos con el hecho de provocar un daño a una persona o grupo de personas, infringimos una norma moral.

Todo esto es adaptativo y positivo para las personas, ya que inhibimos comportamientos que no son adecuados para la supervivencia y adaptación del grupo, y nos llevan a reparar el daño provocado.

Pero, ¿qué ocurre si me culpabilizo de algo de lo que no soy responsable o de algo que no puedo controlar, qué ocurre si pretendo controlarlo todo? ¿Qué ocurre si siento vergüenza de mi idiosincrasia como individuo y no me permito expresar lo que pienso, siento y quiero, defendiendo el derecho a mi identidad personal?

En estos casos, tanto la vergüenza como la culpa son sentimientos dañinos que nos llevan a una baja autoestima, el resentimiento y el dolor.

En muchas ocasiones se trata de una dificultad para reconocernos un derecho, es decir de un problema de asertividad.

Algunos derechos asertivos que es importante reconocerse son:

>        El derecho a ser tratado/a con respeto y dignidad

>        El derecho a ser escuchado/a y tomado/a en serio

>        El derecho a decir no sin sentir culpa

>        El derecho a pedir lo que quiero, dándome cuenta de que también mi interlocutor/a tiene derecho a decir que no.

>        El derecho a cambiar de opinión, de objetivos, de estilo de vida...

>        El derecho a cometer errores, incluso varias veces sobre lo mismo

>        Derecho a no ser perfecto/a a nivel intelectual, físico, moral...

>        El derecho a pedir información y ser informado/a

>        El derecho a obtener aquello por lo que pagué

>        El derecho a decidir no ser asertivo/a

>        El derecho a ser independiente

>        El derecho a depender de los demás

>        El derecho a tener éxito o no tenerlo

>        El derecho a decidir qué hacer con mis propiedades, cuerpo, tiempo, etc., Mientras que no viole los derechos de otras personas

>        El derecho a gozar y disfrutar

>        El derecho a ser amado/a y respetado/a (no conformarme con menos)

>        El derecho a tener problemas

>        El derecho a estar enfermo/a

>        El derecho a tener una trayectoria vital diferente al otro en lo profesional, en lo afectivo...

>        El derecho a ser juez de mis propios actos

>        El derecho a no gustar a todo el mundo

>        El derecho a que los demás no nos gusten

>        El derecho a tener determinados gustos o preferencias

>        El derecho a tener opiniones distintas y  expresarlas

>        El derecho a sentir emociones negativas y expresarlas

>        El derecho a sentir emociones positivas y  expresarlas

>        El derecho a no saber

>        El derecho a aprender

>        El derecho  a ser como soy

>        El derecho a no responsabilizarme de las emociones de los demás

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

El suicidio, enfermedad mental o social

«Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo»

Meditaciones del Quijote

José Ortega y Gasset

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Los  índices de suicidio están alcanzando tasas muy elevadas. Según los últimos datos, el suicidio es la primera causa de muerte no natural en España, con 3.145 fallecimientos, por delante de los accidentes de tráfico. Esto es alarmante.

Como profesional del campo de la psicología, me indigna que haya políticos y profesionales de la salud que apunten a la enfermedad mental, adicciones, antecedentes familiares, entre otros, como causa del suicidio, y apelan a la necesidad de reforzar nuestro sistema público de salud primaria y de salud mental, para la detección precoz de estas situaciones.

Primero me pregunto con qué medios económicos se va a reforzar nuestro sistema público de salud para detectar a tiempo la situación, si con los recortes hay menos médicos, psicólogos, etc., y menos tiempo para atender a los pacientes, y segundo me pregunto: si no hay alternativa pública real, cómo irá la gente al psicólogo o al psiquiatra privados, si no hay dinero para lo más básico que es comer.

Es pura demagogia.

depresion

Desde hace años, estudios de Psicología Social han confirmado una y otra vez como en poblaciones más pobres, los índices de enfermedad mental, delincuencia, adicciones, y otras problemáticas son más altos. En una situación así se genera un círculo vicioso, en el que mientras más trastornos psicológicos y mentales, más se mantiene la pobreza, y tanto más aumentan los problemas de salud mental, una rueda de la que es difícil salir.

Un último estudio longitudinal de la Universidad canadiense de Manitoba, realizado a raíz de la crisis económica mundial, con población de EEUU y publicado en 2008, lo vuelve a remarcar.

Los participantes fueron 34.653 adultos estadounidenses, que tenían 20 años de edad omás al iniciar el estudio y fueron entrevistados a lo largo de 6 años en varias ocasiones. Aquellos con ingresos de menos de 20.000 dólares por año, tenían mayor riesgo de padecer cualquier trastorno afectivo en un periodo de 3 años, en comparación con los que ingresaban al año 70.000 dólares o más, también aumentaba la incidencia de otros problemas como ansiedad, adicciones, trastornos del humor.

Los científicos pudieron determinar que existe una clara correlación entre tener un estatus socioeconómico pobre y las posibilidades de desarrollar una enfermedad mental, o de intentar suicidarse.

Los resultados han sido publicados en la revista médica “Archives of General Psychiatry”.

Otro estudio de la Universidad Católica Argentina (UCA), indica que la pobreza extrema que padecen las personas excluidas del mercado laboral, ponen en riesgo la salud mental de todas las personas y advierte, que son los niños los que también podrían sufrir trastornos severos y hasta irreversibles. Se realizaron 2.500 entrevistas de centros urbanos de varias ciudades argentinas como Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Las principales variables investigadas fueron las condiciones materiales y sociales de vida y el nivel de educación.

"Los niños son los más afectados porque la pobreza destruye el núcleo familiar, elemento fundamental en la formación de la psiquis de los niños", aseguró Inés di Bártolo, Directora del Departamento de Psicología, de la Facultad de Psicología y Educación de la UCA.

Nuestros políticos nos dicen que iremos saliendo de la crisis ¡en 2014! Y mientras tanto, escándalos como el de Bárcenas o el de la Familia Real.

problemas

Es indignante. Y la solución, ¿Cuál es? ¿Recetar más Prozac? ¿Prevenir el suicidio en una personas que necesitará años de terapia, porque ya está muy deteriorada?

Los psicólogos y otros profesionales de la salud no estamos solamente para eso, yo diría que sobre todo no estamos para eso.

La Psicología ha descubierto las claves de la salud mental y de la felicidad, para prevenir que las personas tengamos patologías mentales, no para tener que curarlas o tener a pacientes crónicos en nuestras consultas que necesitarán un apoyo muchos, muchos años. Evidentemente, hay un porcentaje que será así, y ahí estaremos todos los profesionales de la salud, apoyando y ayudando a estas personas, no todo lo podremos prevenir, no aquí y ahora. Y menos ahora, ya que tampoco hay dinero para la investigación.

Y rescato esa frase de nuestro gran filósofo Ortega y Gasset «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo»

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach