No perdamos nunca la ilusión

risa de niña

La ilusión es un sentimiento positivo que nos inunda cuando nos encontramos en una situación novedosa, muy deseada o con gran carga positiva para nosotros. Está muy relacionada con las expectativas, los planes y el futuro. Por eso, a veces la relacionamos tanto con la infancia,  con la emoción de descubrir, de construir, de poder hacer cosas, de crecer y darse cuenta de ello.

Parece que la sociedad de hoy ha perdido la capacidad de ilusionarse. La falta de salidas, los caminos que se cierran, las malas noticias que se suceden en los medios de comunicación crean un clima en el que la ilusión parece no tener cabida. Casi parece que la ilusión es patrimonio de aquellos inconscientes o insensibles que viven ajenos a la realidad.

Pero no podemos vivir sin ilusión. No podemos hacer de ella un sentimiento nostálgico de otro tiempo mejor, o de la niñez en la que los problemas de los mayores eran eso, de mayores.

La ilusión es algo de lo que tenemos que apoderarnos. Y para ello es preciso buscar nuevas ilusiones, quizá en las cosas más cotidianas.

¿Alguna vez os habéis parado a pensar en qué cosas os hacen ilusión? Ese es el primer paso para encontrarla. Y cuanto más larga sea la lista, más fácil será que la ilusión se asiente en nuestro día a día.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

El poder del ahora

crece en las manos

Vivimos en una sociedad en continuo cambio, que siempre avanza, en la que las cosas duran poco y pronto se desechan por cosas nuevas. Buscamos siempre mejorar, la consecución de objetivos nos obsesiona y parece que nada es suficiente en un mundo en el que parece haber pocas limitaciones. Estamos tan inmersos en la vorágine del éxito, de la competitividad y la comparación con los demás que en ocasiones perdemos la conciencia del aquí y ahora. Vivimos en un futuro que nos gustaría alcanzar, al que poco a poco vamos añadiendo variaciones en función de nuestras necesidades y el resultado de ello es que perdemos la noción del presente: ¿Cómo estoy? ¿Me gusta el camino por el que estoy guiando mi vida? ¿Estoy conforme con las condiciones en las que me desenvuelvo? Son preguntas que no nos paramos analizar. Vivir siempre en el futuro, en los objetivos, en los ideales, nos hace separarnos de nuestra realidad, de lo que somos y estamos haciendo en este momento, perder la motivación y no valorar nuestra realidad.

Perdemos el proceso a favor de la meta, el cómo por el qué y entre tanto podemos perdernos a nosotros mismos.

Dedicar un espacio a evaluar nuestro presente, las emociones que nos surgen en el día a día, los pequeños logros que realizamos, los obstáculos que nos encontramos y la manera que hacemos de ellos un aprendizaje, nos hace conectar con nuestra realidad, con lo que nos está ocurriendo y con los pequeños avances que realizamos como personas. Valorarnos por lo que somos, con nuestra historia y nuestros sueños y nuestros objetivos, y no por lo que seremos, es la mejor manera de que encontremos en nosotros mismos la fuerza para construir un futuro ideal, desde una base real.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

La Vergüenza (Serie de artículos sobre las Reacciones a la crisis de España desde una perspectiva psicosocial)

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Reconocer la pobreza es muy duro si partimos de una situación de clase media o incluso acomodada, reconocer que ya nos cuesta llegar a fin de mes ante nuestros vecinos o familiares, reconocer el “fracaso” que se vive como propio aunque no lo sea exactamente, es muy duro y… primero se esconde.

Ha ocurrido, también, en otras circunstancias, muchos inmigrantes que se han visto sometidos a unas condiciones laborales de explotación y a unas situaciones de vida lamentables, de hacinamiento y hambre, y nunca lo reconocerían ante sus familias ajenas en sus países de origen de la auténtica realidad y que soñaban con una vida mejor para su hijo, su hermano, su padre.

Ahora, también, lo vivimos los españoles en un amplio porcentaje de la población.

Da vergüenza…da vergüenza decir: “soy pobre”.

La vergüenza es un sentimiento que nos lleva a evitar mostrar conductas que socialmente se consideran inapropiadas y, desgraciadamente en nuestro país, la pobreza se ha relegado a lo inaceptable por vergonzoso no por injusto. Quizá por la memoria histórica de la guerra civil y la posguerra, la pobreza es algo que ni queremos pensar. Todo lo que vemos en las películas de Buñuel puede que no esté lejos de nuestra realidad actual.

Nos vendieron que se podía y nos lo creímos y quizá vivimos por encima de nuestras posibilidades, quizá no quisimos ver lo que se avecinaba, quizá la sociedad abandonó cosas muy valiosas en pos de tener y acumular y aparentar, hace años que hablábamos de crisis de valores.

Y dejamos que los que nos dirigían lo hicieran sin tenernos en cuenta y creímos en ellos. Es fácil dejarse llevar cuando todo “va bien” aunque sea en apariencia, es humano y las personas respondemos así en épocas de abundancia. En realidad nos mueve más la privación que la abundancia, despierta nuestro ingenio y nuestra capacidad de adaptación pero cuando sobra… o parece que sobra… En España hemos vivido nuestro sueño americano.

La vergüenza nos lleva a ocultar y así no resolvemos, la vergüenza mina nuestra autoestima y así no resolvemos, la vergüenza nos lleva  a sentirnos 100% responsables y no lo somos.

El pasado sábado 27 de Abril acudía  ver una obra de mi compañero Fernando Gallego, que dirige La rueda, una asociación que lleva el teatro social a la calle y a las escuelas, “Los Rodríguez, una familia en crisis”, fantástica recreación psico-sociológica de una realidad que desgraciadamente cada vez se ve y se siente más cerca.

La vergüenza se supera atreviéndose a mostrar, dejando de ocultar, es difícil pero es el único camino. Y sin vergüenza tendremos una esperanza.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

La primavera ¿la sangre altera?

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El sol influye directamente en nuestro estado emocional y motivacional, muchas personas en primavera se sienten más felices y más activas. El aumento de la luz provoca la segregación en nuestro organismo las hormonas como la melatonina o la serotonina, esto provoca que nos sintamos más contentos y con mejor humor.

De hecho el índice de depresiones es mucho más alto en zonas del planeta con menos luz solar.

Además de los cambios hormonales, también tienden a aumentar los niveles de colesterol y de azúcar, y la acidez de la sangre.

El cuerpo debe adaptarse a un nuevo clima y en este proceso podemos notar cansancio, somnolencia, bajadas de tensión, apatía, pérdida de hambre... Estos cambios siendo normales, pueden ser experimentales con más o menos intensidad, dependiendo de cada persona.

Por otro lado, la primavera puede revolvernos y desestabilizarnos emocionalmente, los cambios de temperaturas, la inestabilidad del tiempo,  pueden llevarnos a los que se denomina "depresión primaveral". La persona puede sentirse triste, aunque habitualmente es un estado de humor pasajero que desaparece a los pocos días o semanas. No estamos hablando de depresión como problema psicológico o psiquiátrico, sino de una bajada del ánimo que afectará más o menos a la persona según su patrón de habilidades y las circunstancias que la rodeen en ese momento.

En personas con trastornos psiquiátricos ya instaurados el patrón estacional influye entre un 10% y un 20%.

En conclusión, la primavera como tal no provoca ningún trastorno, sino que tiene alguna influencia en personas más sensibles a los cambios, esto puede afectarnos a nivel corporal y/o emocional y no le debemos dar demasiada importancia.

Lo que podemos hacer es:

-          Cuidarnos un poco más y no desatender nuestros hábitos básicos.

-          Aceptar el estado de fatiga o apatía.

-          Buscar hacer actividades con otras personas y actividades agradables.

-          No obsesionarnos, escucharnos lo justo, dejando que pasen unos días, seguramente nuestros pensamientos no serán tan negativos.

Y si el efecto es de activación y buen humor disfrutémoslo al máximo.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

VIVIR SIN MIEDO

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El miedo, nos sirve, es un mecanismo de defensa y de alerta de nuestro organismo, nos protege de peligros, nos avisa de que algo va mal y debemos reconducir nuestra vida, sí, pero cuando el miedo se nos va de las manos…, cuando aparece en situaciones en las que no hay amenaza real de peligro…, cuando se manifiesta de manera crónica día tras día en nuestra vida…, nos condiciona hasta tal punto que es el mayor obstáculo para la felicidad y realización personal. Muchas de las personas que acuden a mi consulta tienen miedo. Un miedo irracional que merma sus posibilidades, baja el autoconcepto y la autoestima y les lleva a tomar decisiones inadecuadas en sus vidas. Todas estas personas presentan un potencial que ellas mismas no ven o si lo ven no se sienten capaces de desarrollar.

El miedo, además, no entiende de sexo o de edad, cualquier persona, hombre o mujer, más joven o menos joven, puede desarrollar miedos irracionales. Es independiente de nuestro nivel social, o de nuestro nivel intelectual, del aspecto físico que tengamos o de la situación económica.

Ana de 21 años, lo tiene todo para triunfar, es guapa y muy inteligente, estudia lo que más le gusta, medicina, pero es tan exigente que nunca está contenta, no puede concentrarse en sus estudios, el miedo a que las cosas no sean perfectas la paraliza y no saca partido a todo su potencial, está empezando a sufrir problemas digestivos y caída del cabello. Tiene miedo al fracaso.

Pedro de 35 años, ha llevado siempre una carrera profesional impecable. Recientemente, ha rechazado un importante ascenso que le exigía incorporar funciones de formador y liderar reuniones. Esto le ha llevado a dudar de sí mismo y ha empezado a manifestar síntomas de ansiedad en otras situaciones no relacionadas con el trabajo. Su sentido del ridículo y miedo escénico le han cerrado una gran puerta para su futuro.

María de 44 años, madre de dos niños fantásticos, felizmente casada, administrativo muy valorada en un bufete de abogados. No disfruta de todo lo que tiene, vive en un continuo estado de tensión, todo le preocupa, todo le agobia, se ahoga en un vaso de agua, padece de insomnio y ansiedad crónicos y se obsesiona por cosas sin importancia. Tiene miedo a no controlarlo todo.

Laura de 38 años, licenciada en Bellas Artes, quiere dejar un trabajo que no le gusta como vendedora de seguros pero o lo hace nunca, siempre ha soñado con abrir su propia tienda de artesanía, profesión que desarrolla como hobbie y a la que ha dedicado todo su tiempo libre. Piensa que ella nunca triunfará, no confía en sus cualidades. En su familia se valora mucho tener un empleo seguro, nunca estuvieron de acuerdo en que ella estudiase bellas artes, Laura cree que su tiempo de luchar ha pasado. Su problema es el temor al riesgo necesario que todos tenemos que asumir en nuestra vida y el miedo a decepcionar a su familia.

Juanjo de 29 años, es una persona tremendamente sensible, siendo muy joven sufrió una mala experiencia sentimental. Desde entonces le cuesta mantener relaciones sentimentales satisfactorias, sexualmente se siente inseguro y se ha obsesionado por la imagen física. No se atreve a vivir solo, sigue en casa de sus padres a pesar de tener un puesto de trabajo estable y bien remunerado. Su obstáculo es el miedo a no gustar.

Estas cinco personas sufren de miedo a vivir, ya que en la vida, en múltiples ocasiones,  hay fracasos, errores, falta de control, hay que sumir riesgos y podemos no gustar.

La dificultad para gestionar miedos habituales como el miedo a asumir un riesgo, quedar mal en una ocasión determinada, situaciones de incertidumbre, que las cosas no salgan como uno quiere, o no gustemos a todo el mundo, nos lleva a un callejón sin salida.

Además, el miedo es como una mancha de aceite, si no le hacemos frente campa a sus anchas y se extiende cada vez más, incluso en ámbitos de nuestra vida en los que anteriormente no teníamos miedo y aumenta su intensidad sintiendo que es una situación incontrolable. El miedo, además, se somatiza, pudiendo presentarse muchos problemas de salud.

Estas personas recondujeron su vida gracias a la terapia psicológica. En un proceso terapéutico ayudamos a las personas a ver las cosas desde otra óptica y a desarrollar las habilidades y herramientas que necesitan para superar sus miedos, les ayudamos a tomar contacto de sí mismos, de sus necesidades y de sus emociones para que se den cuenta de que no todo es miedo.

Para afrontar el miedo tendremos en cuenta los siguientes aspectos:

1. Tomarse las cosas menos en serio, la espontaneidad, la risa, divertirse…

Ana, la chica exigente, pudo concentrarse en sus estudios y disfrutar de ellos, y aprendió a encajar mejor los fracasos. Con ella se trabajó la espontaneidad, Ana debía hacer cosas diferentes y que no supusieran ni fracasar ni tener éxito, tenía que tomarse esas actividades como un juego, descubrió que podía divertirse y poco a poco fuimos aplicando ese recurso en sus estudios. Le comentaba, “en esta ocasión no estudies para el examen, nos vamos a permitir suspender algún examen, esto no es un problema ahora, ya que estamos trabajando tu ansiedad y eso es lo prioritario, diviértete estudiando, no te ciñas a los apuntes, lee algún libro que tenga que ver con la asignatura pero que no esté en la bibliografía. Tras varios meses de terapia, Ana empezó a relajarse y disfrutar de sus estudios, sus problemas digestivos y de caída del cabello remitieron. En la actualidad seguimos trabajando su espontaneidad para que todo lo conseguido se generalice y se incorpore a su personalidad.

2. Enfrentarse al miedo aunque se pase miedo…, poco a poco y con los recursos necesarios.

Pedro participó en una terapia de grupo para superar el miedo a hablar en público y en cada sesión tenía que hacer una presentación que grabábamos y visualizábamos delante de todo el grupo. Las presentaciones cada vez eran más largas, le enfrentábamos a preguntas que tenía que responder y le pedíamos que fuese más expresivo, que hablase más alto, que sonriese más… (que no se ocultase tras la timidez). Pedro aprendió a respirar, a gesticular, a hablar más alto, a sonreír, a buscar un lugar seguro mientras exponía su tema sin necesidad de ocultarse. Resolvió su miedo escénico en pocos meses. La exposición a la situación temida progresiva y guiada es la mejor manera de superar los miedos. El valiente no es el que no siente miedo sino el que se enfrenta a él.

3. Derecho a tener miedo... Aprender que no somos omnipotentes, no lo podemos controlar todo, tenemos nuestra parte vulnerable y debemos pedir ayuda.

María vino a terapia un poco presionada por su marido, a ella le costaba admitir que tenía un problema. Había acostumbrado a todo el mundo a ser ella la que resolvía todos los problemas, en su trabajo era imprescindible, “qué haríamos sin ti, María…”, en su familia todos contaban con ella para grandes eventos, “¿prepararás tú la cena de Navidad?, eres tan buena cocinera…”, participaba en todas las reuniones del AMPA del colegio de sus hijos, ayudaba a su prima con su tía que estaba enferma, ayudaba a su marido en el negocio familiar y todo lo hacía muy bien.

En muchas ocasiones para saber el por qué de un problema hay que remontarse a la historia personal. Tuvo una infancia difícil, su madre falleció tras una larga enfermedad siendo ella adolescente, no pudo tener una infancia normal, su madre les daba sustos con frecuencia por motivo de su frágil salud y ella tenía que ocuparse de su hermanito. Nunca nadie le hizo el caso que una niña necesita. De adulta, muestra muchos aspectos de llamada de atención y de vulnerabilidad, esa vulnerabilidad que de niña no pudo experimentar, por ello manifiesta ansiedad, obsesiones y miedo al futuro, de niña no pudo controlar lo más importante que era la salud de su madre. María empezó a delegar y a aceptar que en algunos aspectos podía tener miedo o inseguridad, dejó de ocuparse de todo y empezó a pedir ayuda. Tuvo un espacio para poder llorar lo que de niña no lloró y para expresar el miedo que sintió cuando era niña. María trabajó todos estos aspectos en terapia durante dos años, en la actualidad han desaparecido los problemas de insomnio y de ansiedad.

4. Escuchar quienes somos y qué queremos… Satisfacer nuestras motivaciones y vivir de acuerdo a nuestra personalidad y potencial.

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La familia de Laura era muy conservadora y tradicional, les costaba entender que su hija quisiera dedicarse al mundo artístico, fueron ellos quienes le buscaron el trabajo en la empresa de seguros, en un momento, además, un poco delicado para la economía de Laura. Pero Laura iba en contra de sí misma, no satisfacía sus necesidades por no defraudar a su familia, que tanto había hecho por ella, poco a poco se fue anulando y haciéndose más pequeñita.

Al desaparecer de nosotros mismos adquirimos muchos miedos, el niño que se conoce a sí mismo sabe sus límites y se maneja con soltura en el espacio disponible para explorar. Laura no exploraba porque desconocía sus límites. Ayudando a Laura a contactar consigo misma, recuperó su pasión con más intensidad y poniéndole tareas muy sencillas para que fuese cubriendo los puntos débiles de cara a montar un negocio se animó a hacerlo, tras un año recibiendo asesoramiento como emprendedora, pudo pedir una excedencia en su trabajo y probar suerte de camino a su sueño. Durante los dos primeros años como emprendedora asistió a un proceso de coaching para reforzar sus herramientas y recursos personales.

5. Desarrollar asertividad. Yo valgo… yo puedo…

Juanjo sufrió una situación de maltrato psicológico por parte de una chica de la que estaba muy enamorado, se sometió a múltiples humillaciones, muchas de ellas muy sutiles, de cara a la galería todo el mundo les decía que eran la pareja ideal, ella le fue infiel y eso le ayudó a romper la relación con ella.

Juanjo perdía su personalidad y su criterio cuando estaba con su novia y dejó que ella le tratase mal, no era asertivo con ella.

La asertividad es una herramienta esencial en el ámbito de la inteligencia emocional, tiene que ver con marcar nuestro territorio ante los demás y no permitir que se aprovechen, nos traten mal, nos ninguneen o no nos tengan en cuenta. Las personas asertivas expresan sus opiniones y sentimientos con libertad, marcan límites y buscan negociar con los otros, cuidando el lenguaje y las formas para favorecer un intercambio amistoso. Las personas más asertivas son más seguras de sí misas y se guían por sus propios objetivos y no dependen tanto de la opinión o valoración de los demás.

Juanjo participó en una terapia grupal para trabajar la asertividad y la autoestima. En las sesiones se exponía a expresarse tal y como es él,  enfrentándose a la posibilidad de no gustar, le pedimos que no se arreglase tanto cuando salía a la calle para ir a trabajar o con amigos y amigas, que si conocía a una chica pensase más en lo qué él sentía, si le ella gustaba en lugar de lo que ella sentía por él. Tras ese primer paso, empezó a ser más asertivo en su día a día, se le ayudó cuando conoció a una chica que era especial para él para gestionar el proceso de toma de contacto y acercamiento con ella, de nuevo para exponerse poco a poco al miedo. Ha mejorado su problema sexual y ahora vive en un piso compartido.

El miedo puede desaparecer o mitigase hasta el punto de no entorpecer nuestra vida, Ana, María, Laura, Pedro y Juanjo se dieron una oportunidad y consiguieron ser más felices.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Cómo vencer la rabia (y utilizarla a tu favor).

“Pues quienes no se irritan nunca por las cosas se les considera tontos, al igual que quienes no se irritan como es debido, ni cuando hace falta, ni con quien es necesario” Aristóteles. Ética a Nicómaco VI, 11

La ira es la emoción de la lucha y de la defensa, además puede bloquear en algunos casos el conflicto al intimidar al otro.  En nuestros antepasados y en los animales sociales la ira formaba parte de la resolución de los conflictos ante la sumisión de una de las partes. En cierta medida, la ira nos sirve para controlar y cambiar determinadas situaciones, para castigar a quienes nos han hecho daño y marcarles un límite. Grandes cambios en la sociedad se producen y se han producido gracias a los sentimientos de ira, rabia e indignación.

Nos enfadamos cuando se frustran nuestros deseos o nuestras expectativas, si hay un obstáculo (objeto, característica personal, persona) que se interpone en nuestro camino para conseguir algo que es importante para nosotros, cuando se hiere nuestro sistema de valores, ante una injusticia, cuando se hiere nuestro orgullo o dignidad, si se pone en juego nuestra autoestima, si observamos falta de reciprocidad en los demás o en las circunstancias vitales, ante daños físicos o psicológicos por parte de otras personas y si creemos que el daño o el obstáculo interpuesto ha sido intencionado.

Nos enfadamos más con personas cercanas. Es más probable, quizá, que nos decepcionen o nos hieran, o ponemos expectativas más altas en estas personas. También, es más fácil que con personas de confianza la ira no tenga consecuencias tan negativas.

Es un sentimiento que tiene mala prensa, en determinadas épocas en nuestra sociedad se asociaba a mala educación, sobre todo en las mujeres, y en las culturas orientales se considera un signo de inmadurez.

También podemos perdonar más a alguien que dice algo incorrecto fruto de la ira, pensamos que lo ha dicho debido a su estado emocional y no porque realmente lo siente.

Sin embargo es un sentimiento natural y normal. Los niños nacen expresando ira de manera innata a ten situaciones de interferencia física o frustración de deseos, no saben regularla y es frecuente que lleven a cabo conductas agresivas como: golpes, patadas, mordiscos... Las rabietas son normales en un momento del desarrollo evolutivo. Estas rabietas empiezan a quedar bajo control a partir de los 2 años. Los niños aprenden de manera natural a resolver el problema de otra manera diferente a la agresión y al descontrol emocional pero el apoyo del entorno es fundamental en este proceso. Se ha observado en parvularios y en chimpancés adultos que la resolución de los conflictos es muy similar: ofrecer un objeto, tender la mano, proponer una actividad común, señalar un centro de interés, interesarse juntos por un tercer compañero… Lo cual indica que el mecanismo de regulación de la ira ha sido muy adaptativo y tiene muchos componentes innatos.

Existen muchos tipos de ira diferentes en los matices y significado de esa ira y en la intensidad.

Enfado, enojo, berrinche: percepción de un obstáculo, ofensa, frustración de un deseo pero leve y pasajero.

Ira: percepción de un obstáculo, ofensa, frustración de un deseo, amenaza de daño más importante.

Indignación: Ira ante una injusticia o algo que ocurre que no debería ocurrir de ese modo, es un sentimiento ético.

Agravio: Es parecido a indignado, tiene que ver con la alteración de los justo.

Humillación, ofensa: Asociado a la lucha por el reconocimiento.

Malhumor: Ira contenida y pasiva

Hastío, hartura: enfado más aburrimiento.

Exasperación: Haber aguantado demasiado y perder la paciencia.

Rencor o resentimiento: ira reprimida, no expresada y se convierte en un sentimiento más duradero.

Odio: Aversión intensa y duradera.

Repugnancia y desprecio: Rechazo mantenido y duradero.

Despecho: lleva a la venganza pensada y planificada.

Cólera, Furia, furor: Ira en la que no se mantiene la compostura y puede llevar a la agresividad y venganza.

Coraje: nos lleva a la reivindicación de un derecho o a cambiar algo.

El lado oscuro de la ira

La ira provoca ira. Es un sentimiento muy contagioso. Los conflictos resueltos únicamente con la ira pueden derivar en un conflicto mayor. La ira descontrolada y la personalidad hostil llevan a la agresividad y a la venganza.

La ira provoca rechazo, los niños rabiosos y los adultos hostiles y coléricos no nos gustan y tendemos a apartarlos del grupo y no contactar con ellos. Pueden provocarnos miedo y eso ocasiona una distancia emocional con este tipo de personas que consiguen menos intimidad en sus relaciones personales.

La ira excesiva o crónica, los arrebatos de cólera aumentan la probabilidad de tener un accidente cardiovascular. La ira reprimida, el rencor y la hostilidad también están asociados a problemas cardiovasculares.

La ira reprimida provoca rencor e incluso odio.

Hay personas que disfrutan con la ira, han adquirido un rasgo en su personalidad. La hostilidad.

La ira, el enfado y la rabia…emociones aliadas.

Sin embargo, la ira, bien regulada en intensidad y formas, y ajustada su aparición en las circunstancias adecuadas y con las personas idóneas, nos ayuda a mejorar nuestra autoestima y sentirnos más seguros de nosotros mismos.

Nos avisa de que algo debe cambiar.

Nos motiva para detener aquello que causa malestar: decir algo que nos molesta, defender nuestros derechos, cambiar una realidad, poner un límite a otro, etc. Nos aporta energía para pasar a la acción.

La ira reduce el miedo y se plantea como una alternativa a la tristeza o la depresión.

¿Cómo nos damos cuenta de nuestro enfado o el de otros?

La ira tiene un rostro universal. Ceño fruncido, mirada fría y fija, párpados abiertos, labios apretados o boca abierta enseñando los dientes.

Hay mucha tensión muscular en las extremidades, podemos cerrar los puños.

Sentimos calor y enrojecimiento ya que aumenta la dilatación de los vasos periféricos. De hecho lo observamos también en el vocabulario popular, “hervir de ira”, “rojo de la rabia”, “echar fuego por los ojos”

Aumenta el latido cardiaco, la tasa respiratoria y la tensión arterial.

Otros signos corporales de la ira:

  • Invadir el espacio personal de la otra persona.

  • Mirada fija.

  • Puño en la boca.

  • Palma en la frente.

  • Brazo cogido por la mano.

  • Micropicores en la cara externa de los brazos, en el interior del ojo, en la nariz hacia el interior del rostro.

  • Tocarse el cuello.

Aprender a regular la ira

El manejo de la ira es una de las claves de la inteligencia emocional.

La ira suele manifestarse de forma violenta y nos lleva al ataque. Las personas que se enfadan con mucha intensidad lo tienen más complicado para calmarse de forma inmediata. Nos lleva a perder el control “perder los estribos”, “sacarme de mis casillas”, “sacarme de quicio”.

A veces, esto se explica por nuestro temperamento. Más impulsivo “tiene un pronto… pero luego no es nadie” o más reflexivo “se mantiene la cabeza fría en las situaciones difíciles”.

En otras ocasiones lo explicamos por la tendencia de algunas personas a aguantar y callarse aquellas cosas que les molestan.

Tenemos la sensación de “la gota que colma el vaso” aguanto y aguanto hasta que “estallo de ira”.

La respuesta de ira lleva su proceso. La subida puede ser violenta o progresiva pero una vez que estamos en la parte alta de la curva todos necesitamos un tiempo para regularnos.

Vamos a desarrollar algunas pautas clave para manejar la ira:

1. Espera a relajarte un poco para resolver el conflicto.

2. Pensar antes de hacer o decir nos ayuda a bajar la intensidad de la ira.

El autocontrol tiene mucho que ver con el control de la rabia y está basado en nuestra capacidad para distanciarnos de la emoción a través de la cognición. En una situación de ira tomarnos un “tiempo fuera” para calmarnos y bajar la intensidad de la emoción y al mismo tiempo poder pensar las cosas con calma.

Después de calmarnos un poco es muy útil pensar en cuál es el origen de nuestra ira:

¿Por qué me he enfadado tanto? ¿Se trata de un deseo muy fuerte que no se ha cumplido? ¿Es la decepción de mis expectativas? ¿Hay un insulto a mi autoestima? ¿Siento la amenaza de un daño? ¿Me estoy enfrentando a una injusticia?

Ya algo muy importante: ¿mi percepción es correcta o estaba irritable por otra razón ajena a esta circunstancia que me ha provocado el enfado?

3. La interpretación que hacemos de los sucesos es muy importante para prevenir una ira descontrolada.

Podemos interpretar que aquello que nos ha molestado de una persona ha sido realizado de forma malintencionada por su parte. Aunque en ocasiones esto es real, la mayor parte de las ocasiones los otros actúan pensando en sus propios intereses (egoístamente) pero no de manera malintencionada, digamos que actúan con conciencia de daño pero no con intención de daño.

También ocurre que los otros pueden hacer algo que nos molesta sin tener ninguna conciencia de daño, porque tiene otras costumbres, otros valores o simplemente sin saber que esa conducta para con nosotros es molesta o dañina.

No solemos ponernos en la piel del otro cuando ocurre algo que nos desagrada y nos molesta. Contactar con las motivaciones, necesidades, sentimientos de los demás (empatizar) ayuda a no enfadarnos tanto con ellos.

Pensar sobre la realidad de una manera más flexible, nos ayuda a relativizar errores de otros, nuestros propios errores o entender y asimilar circunstancias que nos obstaculizan pero que se escapan de nuestro control.

Los otros también nos pueden ayudar a reorganizar nuestra interpretación de las cosas, tomarnos un tiempo para compartir la rabia y el enfado con una persona de confianza nos ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva.

4. Evitar sentirme culpable al sentir ira o enfado.

La rabia, ira, enfado… son emociones y sentimientos naturales, el sentirlo no es un problema, incluso es positivo ya que nos indica que algo debe cambiar.

El problema está en el manejo que hago de la situación y como lo expreso.

La ira me ayuda a detectar mis deseos, prioridades, necesidades y a defenderlas.

Me puede ayudar tener en cuenta un conjunto de derechos en mí y en los otros:

Derecho a decir no.

Derecho a no gustar a todo el mundo.

Derecho a tener mis propias prioridades, deseos, necesidades, opiniones…

Derecho a sentir y expresar mis sentimientos.

Derecho a equivocarme.

Me puede ayudar también darme autoinstrucciones sobre los aspectos positivos de la rabia o sobre la falta de control de ciertos aspectos.

“No siempre puedo controlarlo todo”

“Prefiero no herir al otro pero a veces no podré controlar sus sentimientos”

“Es bueno enfadarse por una buena razón”, etc.

5. Decidir si quiero expresar mi ira o inhibirla.

Tras un análisis de la situación, puedo decidir que me interesa más callarme y no expresar mi ira ni mi malestar. Este tipo de contención no provoca problemas emocionales ya que controlamos la situación que la ha causado, decidimos que lo mejor es ser discretos. Pro ejemplo si hay terceras personas delante que no tiene porque presenciar una discusión o no nos parece que el contexto sea el adecuado para ello o pensamos que las consecuencias para nosotros van a ser realmente perjudiciales.

En otras ocasiones, puedo decidir no inhibirla y expresarla con intensidad en una situación de gran injusticia, pero eso sí usando la asertividad.

6. Expresar asertivamente la emoción nos ayuda resolver el conflicto sin agresividad y sin reprimir nuestras emociones.

De esta manera prevenimos el rencor, resentimiento o incluso odio a largo plazo y conseguimos probabilizar que los demás se adapten a nuestras necesidades, o al menos saber lo que podemos esperar de ellos de cara al futuro.

Si estoy enfadado con alguna persona puedo expresarle mi malestar sin atacarle usando un conjunto de estrategias asertivas. Lo reflejaremos con un ejemplo:

“Estoy enfadada con una amigo porque me dijo que me ayudaría con una mudanza y en el último momento me dice que no puede venir porque le han invitado a un concierto”

  • Empatizo. Intento conectar con lo que el otro siente.

“Entiendo que era una gran oportunidad asistir a ese concierto y además a ti te encanta la música”

  • Describo el hecho que me molesta.

“Contaba con que vinieses a ayudarme con la mudanza y no había llamado a ninguna persona más, la mudanza tenía que hacerla sin falta ese día”

  • Expreso lo que siento con Mensajes Yo (hablo en primera persona). Puedo estar moderadamente enfadado cuando lo hago.

“Me ha supuesto un trastorno porque no he podido terminarlo a tiempo, me siento molesta y un poco decepcionada, contaba contigo”

  1. Escucho a la otra persona. Recojo información por si hubiera algún mal entendido.

“¿No había otra oportunidad para ir a ese concierto? ¿Te imaginaste el trastorno que podías causarme?, etc.

  • Intento llegar a un acuerdo.

“La próxima vez me gustaría que si no estás seguro de poder comprometerte no lo hagas”.

La mayoría de las veces generalizamos (“siempre me haces lo mismo”, “nunca puedo contar contigo”), atacamos con mensajes Tú (“eres un egoísta”, “no te comprometes”), culpabilizamos (“me he hecho daño en la espalda por hacerlo yo sola”, “he tenido que gastarme un montón de dinero en la mudanza”) y claro así, no llegamos a ningún acuerdo, lo más probable es que discutamos y nos enfademos aún más con nuestro amigo.

7. No entrar al trapo de los ataques del otro

La técnica del banco de niebla nos ayuda a no alimentar la rabia del otro y cotagiarnos con ella. ¿En qué consiste?

Ante un comentario irónico, improcedente, amenazante, agresivo de otra persona respondemos usando diferentes posibilidades que ahora describiremos, lo veremos más claro con un ejemplo:

ATAQUE: “Qué suerte tiene algunas que tienen enchufe del jefe y hacen el trabajo más interesante…”

  1. Responder con la posibilidad: “Puede ser que tenga suerte”.

  2. Responder con la verdad: “Tengo mucha suerte, tienes razón”.

  3. Ignorar sin mostrar inquietud o agresividad sino calma y seguridad.

  4. Responder con sentido del humor: “No lo sabes tú bien”.

Estas habilidades asertivas pueden parecer complicadas de realizar pero se aprenden con un entrenamiento en habilidades sociales.

8. Manejo de la ira de otra persona

Cuando nos encontramos delante a una persona iracunda podemos optar por dos estrategias:

  • La persona está realmente descontrolada y enfadada.

En estas circunstancias lo mejor es escuchar al otro, mantener la calma y la seguridad, y trasmitirla con mi cuerpo (mirada ajustada a la situación pero tranquilizadora, tono de voz calmado, volumen bajo, movimientos serenos, postura erguida no amenazante…), empatizar y darle parte de la razón. Cuando la persona esté más tranquila podemos expresar nuestra opinión o hacerle una crítica si consideramos que su enfado no era justificado.

  • La persona usa su enfado para achantarnos y manipularnos.

Este otro escenario es muy diferente. En este caso nuestro enfado y gesto firme pude inhibir el enfado de la otra persona. En un enfado controlado los tonos de voz son más graves que agudos y nuestra postura se mantiene firme con movimientos contundentes sin invadir el espacio personal del otro. La mirada es más fija y sin pestañear tanto, sostenemos la mirada del otro y no nos retiramos los primeros.

Raquel López Vergara

Psicóloga y Coach

Grupo CRece

La vergüenza y la culpa, dos sentimientos sociales universales

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Expresiones como “tierra trágame”, o “me remueve la conciencia” están muy presentes en nuestra cultura. Vergüenza y culpa son sentimientos humanos universales que nos han ayudado a regular las relaciones interpersonales y la estructura social.

Al sentir vergüenza nos relacionamos con el hecho de que la conducta que hemos llevado a cabo no es apropiada en un contexto cultural micro o macro, es decir, infringimos una norma social.

Al sentir culpa nos relacionamos con el hecho de provocar un daño a una persona o grupo de personas, infringimos una norma moral.

Todo esto es adaptativo y positivo para las personas, ya que inhibimos comportamientos que no son adecuados para la supervivencia y adaptación del grupo, y nos llevan a reparar el daño provocado.

Pero, ¿qué ocurre si me culpabilizo de algo de lo que no soy responsable o de algo que no puedo controlar, qué ocurre si pretendo controlarlo todo? ¿Qué ocurre si siento vergüenza de mi idiosincrasia como individuo y no me permito expresar lo que pienso, siento y quiero, defendiendo el derecho a mi identidad personal?

En estos casos, tanto la vergüenza como la culpa son sentimientos dañinos que nos llevan a una baja autoestima, el resentimiento y el dolor.

En muchas ocasiones se trata de una dificultad para reconocernos un derecho, es decir de un problema de asertividad.

Algunos derechos asertivos que es importante reconocerse son:

>        El derecho a ser tratado/a con respeto y dignidad

>        El derecho a ser escuchado/a y tomado/a en serio

>        El derecho a decir no sin sentir culpa

>        El derecho a pedir lo que quiero, dándome cuenta de que también mi interlocutor/a tiene derecho a decir que no.

>        El derecho a cambiar de opinión, de objetivos, de estilo de vida...

>        El derecho a cometer errores, incluso varias veces sobre lo mismo

>        Derecho a no ser perfecto/a a nivel intelectual, físico, moral...

>        El derecho a pedir información y ser informado/a

>        El derecho a obtener aquello por lo que pagué

>        El derecho a decidir no ser asertivo/a

>        El derecho a ser independiente

>        El derecho a depender de los demás

>        El derecho a tener éxito o no tenerlo

>        El derecho a decidir qué hacer con mis propiedades, cuerpo, tiempo, etc., Mientras que no viole los derechos de otras personas

>        El derecho a gozar y disfrutar

>        El derecho a ser amado/a y respetado/a (no conformarme con menos)

>        El derecho a tener problemas

>        El derecho a estar enfermo/a

>        El derecho a tener una trayectoria vital diferente al otro en lo profesional, en lo afectivo...

>        El derecho a ser juez de mis propios actos

>        El derecho a no gustar a todo el mundo

>        El derecho a que los demás no nos gusten

>        El derecho a tener determinados gustos o preferencias

>        El derecho a tener opiniones distintas y  expresarlas

>        El derecho a sentir emociones negativas y expresarlas

>        El derecho a sentir emociones positivas y  expresarlas

>        El derecho a no saber

>        El derecho a aprender

>        El derecho  a ser como soy

>        El derecho a no responsabilizarme de las emociones de los demás

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Somos memoria

«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.»

Frase del personaje Roy Batty (Blade Runner, 1982)

Roy Batty blade runner 1

Hace 14 años a mi padre le diagnosticaron Alzheimer, no tenía aún los 53 años.

Quizá por esa razón, el tema de la memoria me bulle y me toca mucho personalmente. Esto me hace tener muy presente mi pasado, y cuidar las cosas y personas que son importantes en mi vida.

Todos sabemos, que el Alzheirmer es una enfermedad en la que se ve afectada la memoria de las personas, junto con el resto de las funciones cerebrales, en un proceso de neurodegeneración progresiva, hasta que la persona muere.

Desde la psicología cognitiva y las neurociencias hablamos de diferentes tipos de memoria, memoria a corto plazo, a medio plazo y a largo plazo. Se relaciona al hipocampo con la memoria y el aprendizaje, aunque parece que la memoria está presente en muchas otras localizaciones cerebrales. Al mismo tiempo, el hipocampo es una zona cerebral que pertenece al sistema límbico, nuestra parte del cerebro más primitiva y compartida por muchas especies en la escala filogenética, y sede de las emociones. Emoción y memoria están, también,  estrechamente relacionadas. Curiosamente, la memoria que es más fácil de preservar, a lo largo del proceso de envejecimiento normal, es aquella en la que hay un fuerte contenido emocional.

Los recuerdos son la expresión de que hemos adquirido ciertos aprendizajes. Así, la memoria nos ancla a la supervivencia. Los animales con un sistema nervioso simple tienen la capacidad de adquirir conocimiento sobre el mundo, y crear recuerdos. Esta capacidad alcanza su máxima expresión en los seres humanos, que además tenemos la capacidad de adquirir conocimiento sobre nosotros mismos, desarrollar nuestra identidad.

No se entiende la identidad sin la memoria. Somos memoria. En el Alzheimer, junto con la memoria, las personas van perdiendo su identidad.

Mi padre empezó a perder la memoria progresivamente. Al principio, se manifestaba especialmente en la memoria a corto y medio plazo, y en la capacidad para organizar y planificar tareas. A los pocos años, nos confundía a sus familiares y amigos, aunque éramos personas cercanas y cotidianas para él. Poco después, ya no nos conocía. De esto hace ya muchos años y sigue con vida milagrosamente, ya que cuando la enfermedad ataca en edades tan tempranas suele ser fulminante.

En el momento en que él ya no era consciente de su enfermedad ni de sí mismo, yo empecé a sentirme aliviada porque ya no sufría más. Es terrible, me alegré de que mi padre, tal como él tenía conciencia de ser, dejase de existir, me alegré, y al mismo tiempo, se perdieron muchas cosas y muchas posibilidades.

La memoria es un tema inquietante y también apasionante, en el cine nos emocionábamos con los replicantes de Blade Runner, que se protegían de ser descubiertos gracias a sus recuerdos, que cuidaban como el más valioso de los tesoros, muchos de ellos no sabían realmente si eran replicantes o humanos, o nos compadecíamos, en Memento, de ese personaje que se tatuaba para recordar las cosas importantes, ya que olvidaba todo lo que le ocurría cada día.

Las grandes motivaciones humanas hacia la inmortalidad y la perdurabilidad, lleva a las personas a dejar un mensaje en una botella o en una lápida, a brillar, generación tras generación, en una obra de arte o en los libros de historia. Queremos dejar huella, que nos recuerden, sea para bien o para mal.

Somos memoria…

Y somos con el otro, somos con la memoria del otro. Cuando alguien desaparece de nuestras vidas, perdemos mucho de nosotros mismos, una pareja que se rompe, un amigo que nos abandona, un ser querido que fallece, la vieja casa del pueblo que van a demoler, esa ciudad que no hemos vuelto a pisar…

Nuestra memoria es limitada, nos gusta ver fotografías que activan, de repente,  lugares recónditos de nuestro cerebro que no creíamos que estaban allí, nos gusta reencontrarnos con un viejo amigo, que nos refresca la memoria de aquellas aventuras del pasado que parecía que teníamos borradas, o, de repente, ese olor que nos lleva inmediatamente a otro espacio y a otro tiempo… Estas experiencias nos hacen contactar con nosotros mismos.

Se está empezando a probar una vacuna contra el Alzheimer en humanos, que ya ha funcionado en animales. El objetivo de la vacuna es inmunizar al paciente para detener el avance de las placas degenerativas en las neuronas.

Es una gran noticia. Se ha abierto una puerta de esperanza para controlar el Alzheimer, muchas personas podrán seguir teniendo conciencia de quienes son, y muchos familiares y amigos de estas personas, mantendrán su parcela de memoria a través de la memoria del otro.

http://www.antena3.com/noticias/salud/ensayos-vacuna-alzheimer-comenzaran-2013_2012091900153.html

Raquel López Vergara

Psicóloga

Grupo Crece

Sanar nuestras emociones

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Ha llegado a mis manos un fantástico libro de David Serven-Schreiber “Curación emocional: acabar con el estrés, la ansiedad y la depresión sin fármacos ni psicoanálisis. Está publicado en Kairós. Este autor, médico, psiquiatra se volcó en la investigación sobre neurociencias y neurobiología de las emociones. Fundó y dirigió el Centro de Medicina Complementaria de la Universidad de Pittsburgh, donde llevó a cabo su trabajo como médico, incorporando procedimientos terapéuticos basados en toda la experiencia adquirida a lo largo de su trayectoria personal y profesional lejos de las terapias farmacológicas convencionales o de las psicoterapias interminables.

En este libro aborda la importancia de no descuidar las emociones en cualquier proceso de salud-enfermedad.

Según este y otros autores, las claves de la “curación emocional” están en el ajuste de nuestro cerebro emocional con nuestro cuerpo y nuestra conducta.

Muchas de las herramientas para adquirir este equilibrio están presentes en aspectos básicos de nuestra vida cotidiana como son una alimentación sana, ejercicio físico, buena relación y comunicación con los demás, otras herramientas, provienen de los avances más recientes en la investigación como la integración neuroemocional a través de la técnica EMDR o herramientas milenarias como la acupuntura.

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Cada uno de estos métodos, se basan en el poder del propio organismo humano para la autocuración.

En las sociedades occidentales, el estrés, la ansiedad, depresión y otros trastornos emocionales aumentan de forma alarmante. Esto ha disparado el consumo de psicofármacos. A pesar de la terapia con estos medicamentos, los índices de prevalencia de estos trastornos aumenta considerablemente en Europa.

Un estudio de Harvard, ha mostrado que en EEUU, desde 1997 existe una mayortendencia a usar métodos alternativos para solventar este tipo de problemas frente a medicamentos como el Prozac, Trankimacin, Aremís, etc. o a psicoanálisis, una terapia excesivamente prolongada en el tiempo.

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Desde hace 10 años en el hospital de Shadyside de la Universidad de Pittsburgh en Estados Unidos, se investiga para aliviar la depresión, la ansiedad o el estrés focalizándose más en terapias centradas en la autorregulación del cuerpo y las emociones frente a terapias basadas en el lenguaje y las cogniciones.

Nuestro cerebro está configurado en dos grandes partes, una zona más reciente en el proceso de evolución filogenética y ontogenética, el neocortex, sede del lenguaje y del pensamiento, y una zona más primitiva, el cerebro llamado emocional, con una organización celular y propiedades bioquímicas distintas al resto del cerebro.

El lenguaje y la cognición, aunque alguna, no tienen suficiente influencia en nuestro cerebro emocional y los desórdenes o desequilibrios emocionales dependen directamente de nuestro cerebro emocional.

La tarea de un psicoterapeuta es reprogramar, a través de diversos mecanismos, el cerebro emocional para que las fuentes de estrés, ansiedad,  depresión u otro malestar, ya no existan o se organicen de manera diferente.

El cerebro emocional o sistema límbico posee mecanismos naturales de autocuración, es decir, capacidades innatas que se asemejan a otros mecanismos de autocuración del cuerpo como la eliminación de una infección ante la activación de nuestro sistema autoinmune.

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Daniel Goleman, psicólogo estadounidense, nos descubrió ya hace unos años, gracias a suexcelente trabajo de divulgación de los avances científicos sobre las emociones, la importancia de trabajar la “inteligencia emocional”. Diversos estudios indican que tener inteligencia emocional predice un mayor éxito en el futuro (entendido éxito en sentido amplio), que tener un cociente de inteligencia alto.

Las claves de la inteligencia emocional son:

  1. Identificar nuestro estado emocional y el de los demás.

  2. Comprender y aceptar los estados emocionales propios y de los otros y desde ahí

  3. Regular nuestras propias emociones y las de los demás.

Posteriormente, investigadores del ámbito de las neurocioencias como el neurólogo Antonio Damasio, han establecido las bases biológicas del funcionamiento de las emociones con mayor precisión y la dificultad entre la conciliación pasión y razón a nivel cerebral. Damasio nos muestra por qué las emociones son indispensables para el buen funcionamiento racional.

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Servan-Schreiber nos invita a regular nuestros estados emocionales para encontrar un equilibrio óptimo sin anular lo que sentimos.

En resumen, las herramientas que propone este autor son.

  1. Regulación de la frecuencia cardíaca mediante métodos de gestión de la atención, respiración y visualización.

  2. Reprogramación cerebral a través de la técnica EMDR, en la que estimulamos de manera bilateral usando movimientos oculares, tapping o estímulos auditivos mientras se visualizan situaciones traumáticas.

  3. La regulación del reloj biológico adaptándonos a los ritmos naturales de sueño-vigilia.

  4. Acupuntura y meditación.

  5. Incorporación de los ácidos omega 3 o aceite de pescado de manera adecuada en nuestra dieta.

  6. Realización de ejercicio físico de manera regular.

  7. Resolución de los conflictos de manera adecuada con nuestros seres queridos o las personas de nuestro entorno con habilidades de escucha y comunicación emocional. Es decir, atender a nuestro alimento afectivo básico.

  8. Establecimiento de redes sociales cooperativas, sentimientos de grupo y de pertenencia. Es decir atender a nuestra esencia de ser social.

Os animo a leer este libro y profundizar en todos los aspectos que resalta.

“Este es mi secreto, dijo el zorro, es muy sencillo: no se ve bien si no es con el corazón. Lo esencial resulta invisible para los ojos”. Antoine de Saint Exupéry, El principito.

Enlaces de interés.

http://es.wikipedia.org/wiki/David_Servan-Schreiber

http://es.wikipedia.org/wiki/Daniel_Goleman

http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3nio_Dam%C3%A1sio

Raquel López Vergara

Psicóloga, psicoterapeuta corporal, psicodramatista y experta en EMDR