Relaciones sanas: La importancia de dar y recibir

Los vínculos personales se basan en una confianza mútua, y esto implica tener una relación sana con el hecho de dar y recibir. Este equilibrio consideramos que es muy importante en psicoterapia en nuestro centro de Psicología.

Dar implica ofrecer ayuda, apoyo, tiempo… pero también, darse al otro sin tener que ocultar nada, sin tener que disimular nuestra vulnerabilidad. Pero dar sin recibir es algo que queda a medias, sería como estar en una relación asimétrica donde no se fluye un equilibrio entre las partes.

Saber dar también implica, saber recibir.

Recibir desde la humildad de la necesidad, desde el respeto a lo que el otro puede dar, desde el agradecimieno y el dejarse sostener. Recibir, nos coloca en la vulnerabilidad, y aveces, nos cuesta asumir esa parte de nosotros.

Como véis, dar y recibir son dos caras de una misma moneda a la hora de establecer vínculos seguros y saludables.

Me vienen estas cuestiones para la reflexión.

¿Cómo es mi forma de dar?

¿Inhibo algo al dar o darme?

¿Doy desde el paternalismo?

¿Doy para recibir?

¿Doy lo que yo necesito recibir?

¿Doy sólo si me piden?

¿Siento que invado si doy?

¿Hay cosas que doy que no funcionan de una manera sana?

¿Cómo es mi forma de recibir?

¿Acepto lo que me dan?

¿Me siento de menos si me dan?

¿Cierro la posibilidadd de que me den?

¿Pido todo el rato?

¿Siento que recibo poco de lso demás?

¿Siento que lo que recibo no es para mí y añoro lo que recibien otros?

¿Me justifico si pido?

¿Me cuesta agradecer?

En las relaciones humanas sanas, cuando nos piden nos sentimos dignos de la confianza del otro, y esto refuerza dichas relaciones. Cuando damos nos sentimos valiosos para la otra persona y para la propia relación que compartimos. Nos sentimos valiosos para el mundo.

Cuando pedimos o nos dan, mostramos al otro la humildad que nos hace iguales y esto, favorece las relaciones equitativas. Nos mostramos abiertos y vulnerables al otro, y se refuerza la intimidad en las relaciones y la sensación de unión y equipo.

Lo que sentimos en el proceso de dar y recibir es esencial par ael vínculo sano: alegría, agradecimiento, confianza, consuelo, alivio, humildad…

Probadlo estos días y nos contais vuestras reflexiones.

Relaciones que duran. ¿Cuáles son las claves?

 

El amor en tiempos de Tinder, la familia en tiempos de desapego, la amistad en momentos de ambición…. ¿Cómo se consigue, en este contexto, construir relaciones estables y duraderas?

Una de las primeras cosas que valoramos en una terapia psicológica es el universo vincular de la persona que atendemos: qué personas le rodean, desde cuándo están ahí y cómo es su relación. Un universo vincular sano es uno de los mayores predictores de mejoría.

Las relaciones que tenemos hablan de nosotros, de nuestras motivaciones, de nuestra manera en la que nos manejamos con el otro, de nuestro estilo comunicativo, y también nos afectan a la hora de enfrentarnos a las tesituras de la vida.

Ante situaciones complicadas de la vida tenemos dos opciones: construir defensas para evitar el fallo y el daño, o conectar con las amortiguaciones que tenemos en caso de caída y que nos ayudarán a sanar el dolor. Las personas con vínculos estables y sanos, tienden a tener estilos de afrontamiento más activos, con menor miedo al fallo, mientras que las personas con ausencia de vínculos estables y sanos tienen una mayor tendencia a la autodefensa, desde un estilo de afrontamiento evitativo o agresivo.

Es común oír hablar hoy en día de la necesidad de desapego. Frases y eslóganes inundan las redes sociales con un mensaje simple: el apego daña. Estas frases, como todas las que generalizan y se muestran como panaceas para el malestar humano, son tremendamente peligrosas.

Si bien es necesario que las personas sean independientes, inviertan en su bienestar y sean el motor activo de su vida, no podemos olvidar que el ser humano es un animal social, que necesita del otro para estar bien, y que estar bien con los demás no es incompatible con estar bien con uno mismo.

Por eso, el primer paso para construir relaciones estables, sanas y significativas es reconocer su importancia y su aporte a nuestra vida y nuestra salud mental.

Si las relaciones siempre entrañan un punto de complejidad, las relaciones a largo plazo, más. Pero si bien hay muchos factores que favorecen que las relaciones se mantengan en el tiempo (valores comunes, planes de vida comunes, motivación por conceder espacio al otro en la agenda a pesar de las épocas), hay un factor que es vital para que las relaciones se mantengan en el tiempo de manera nutritiva: adaptarse a los cambios vitales y construir una evolución en la relación, y así evitar una relación tóxica.

¿Qué significa esto?

Que un hijo de 20 años no podrá sentirse cómodo con sus padres si le tratan como si siguiese teniendo 5. Que mantener una relación de amistad no puede anclase en las noches de juerga de los 20. Que un empleado no se sentirá valorado si sus condiciones y sus funciones siguen siendo las mismas diez años después de entrar en la compañía.

La vida avanza y es imparable. Cambiamos: nuestras motivaciones, nuestras necesidades, nuestra situación vital…. Por eso, cualquier relación que se proponga para mantenerse en el tiempo tiene que aceptar esos cambios, como oportunidades para reconfigurar la relación de unan manera satisfactoria para todos.

El cambio no es el enemigo, sin embargo, así lo entendemos. “Ahora que tiene novio no hará cosas conmigo”, “con su nuevo trabajo me va a dejar de lado”, “la enfermedad de su familiar va a disminuir su rendimiento”… Todas estas premisas son las culpables de que rompamos lazos, llevan implícita una idea estática (si las cosas cambian ya no hay espacio para nosotros) y dicotómica (o estamos como sabemos o no estamos).

Cambiar la manera de afrontar los cambios, visualizándolos como una oportunidad para construir un nuevo escalón en nuestra relación nos hará fortalecer el vínculo, mandando un mensaje de apego seguro: juntos podemos encontrar la manera de hacer algo diferente que nos sea satisfactorio.

Esa construcción necesitará de sinceridad y de responsabilidad para expresar al otro lo que necesitamos de él. Es posible que en los inicios, tras un cambio, las relaciones necesiten de un reajuste. Una forma de negociación implícita en la que cada uno va mostrando sus límites y sus necesidades. Ese reajuste será el andamiaje de lo que más tarde será una sucesión de ladrillos que crearán una nueva realidad.

Y al final, esos peldaños construidos y transitados con el otro son los que os identificarán y os harán sentir esa gran sensación de que, juntos, podréis acompañaros en todas las tesituras de la vida.

Relaciones tóxicas: cómo identificarlas

La denominación de “relación tóxica” forma parte de nuestro vocabulario, la usamos en nuestras conversaciones cotidianas pero, sin embargo, no existe una definición unificada para ellas. Esta realidad nos indica lo complejo del término, y lo difícil que es identificarlas (es muy difícil identificarse con algo que no está definido). Por eso, a continuación vamos a reflexionar sobre los factores que caracterizan este tipo de relaciones:


1. Son difíciles de identificar.

Como hemos visto, no tener una definición unificada del término hace que nos cueste mucho darnos cuenta de que esa relación que tenemos con una persona determinada es, efectivamente, una relación tóxica. Además, ciertos modelos relacionales extendidos a través de películas, series y canciones, hacen que normalicemos comportamientos tóxicos y que les demos un significado incluso positivo.


2. Están basadas en la confusión.

Cuando estamos en una relación tóxica sentimos y pensamos cosas, hasta en ocasiones, contrarias. Esto nos hace dudar de que los pensamientos y emociones negativos puedan ser ciertos: “Como le voy a odiar si ha hecho tantas cosas por mi”, “como me va a hacer daño si soy tan importante para él/ella”.


3. Son drásticas e intensas.

Las interacciones y las emociones que implican estas relaciones, son una montaña rusa, pueden cambiar en una misma conversación y pasar por estados diferentes en un periodo de tiempo muy corto.


4. Sensación de falta de control.... y de estar a la expectativa.

Estas relaciones, por las características que hemos nombrado en los puntos anteriores, hacen que vivamos la relación con un cierto grado de tensión y ansiedad. Sentimos que lo que suceda no está en nuestro control, que no sabemos si el otro va a reaccionar bien o mal ante una información, que no sabemos si estará hoy de buenas o de malas.


5. Hay un juego de poder.

En estas relaciones, muchas interacciones están basadas en poner a prueba el poder que se tiene sobre la otra persona, sobre sus decisiones, sus emociones... Estos juegos de poder pueden ser complementarios (uno de ellos ejerce poder y el otro se somete al poder) o simétricos (ambos luchan por el poder).

Atendiendo a estos factores, podemos darnos cuenta de que las relaciones tóxicas se pueden generar en cualquier contexto: familiar, laboral, social o de pareja. No existe un espacio más proclive que otro a generar dinámicas tóxicas, y todos son igual de graves y dañinos para quienes lo padecen.

Existen dos factores que generan una relación tóxica: personas tóxicas y dinámicas tóxicas.

Personas tóxicas

Las personas tóxicas son aquellas cuyo patrón relacional suele estar marcado por los factores arriba mencionados. Son personas con dificultades para establecer relaciones duraderas, que fundamentan sus relaciones en emociones muy extremas, y que suelen posicionarse en un marco continuo de aliados-enemigos, en el que el segundo grupo suele ser mayoritario.

Son personas con una actitud suspicaz ante las relaciones, que tienden a tener una interpretación negativa de los actos de los demás y que llevan a la acción todos sus pensamientos y sentimientos.

Son personas cuya historia está llena de episodios de abandonos, grandes enfados, personas con las que no se hablan, de amistades rotas y de historias de amor telenovelescas.

Dinámicas tóxicas

Las dinámicas tóxicas tienen un componente sistémico. Son situaciones en las que los implicados tienen un grado de responsabilidad, por fomentar o permitir la dinámica.

Las dinámicas tóxicas se cuecen a fuego lento, son una escalada que va poco a poco llevando la relación a lugares que no se podían imaginar en los inicios de la misma. Hacen que las personas saquen facetas que no les identifican en otros ámbitos de sus vidas, solo se muestran en esa relación y resultan hasta sorpresivas para los propios implicados.

Esto genera un mayor enganche en la idea de que la relación puede cambiar, de que en algún momento la relación volverá a un cauce normal, dificultando la ruptura de la misma.

La escalada tóxica de la relación es, muchas veces, paralela a la búsqueda de soluciones personales por cambiar la dinámica, entrando en un bucle de frustración que no hace si no empeorar la situación.

Conocer lo que significa una relación tóxica nos hará tener un criterio sobre el que valorar nuestras relaciones y las expectativas que tenemos. En muchas ocasiones, el cine y la televisión nos han mostrado relaciones tóxicas como modelos positivos, lo que nos crea una gran vulnerabilidad de normalizar patrones tóxicos en nuestras vidas.

La expresión de emociones: una vía para reconstruir relaciones

No es la primera vez que hablamos de la expresión de emociones en nuestro blog. Si recordáis bien, más atrás, podéis encontrar otro artículo en el que os contamos sobre este proceso, haciendo hincapié en el modo de hacerlo (a través de mensajes del yo y lenguaje emocional). No obstante, en el artículo de hoy, no nos centraremos tanto en el "cómo", sino en el "por qué".

El mes pasado acudí a una celebración que me abrió los ojos, y me hizo reflexionar de nuevo sobre este tema. A los anfitriones del evento, se les ocurrió una idea que era la primera vez que veía, un botecito de cristal con un mensaje personal para cada invitado, acompañado de una etiqueta con su nombre. Pero no fue el bote lo que me llamó la atención, sino su contenido.

Dentro de cada botecito, se había escrito un mensaje personal, emotivo... pero no un mensaje de simple agradecimiento o del tipo "mis mejores deseos", sino algo profundo y con gran significado. En cada uno, la persona que lo había escrito se había vaciado, había reflexionado por un tiempo sobre sus sentimientos a esa persona, sus recuerdos, sus conflictos, y había logrado en algunas líneas, transmitir un mensaje corto, pero no por ello carente de significado transcendente.

Las personas que los recibieron, eran significativas e importantes para los anfitriones, por eso estaban allí, y en muchos de los casos, gran parte de esos mensajes, era la primera vez que se transmitían, aunque esa relación se hubiese mantenido toda la vida. ¿Cómo os imagináis que se pudo sentir un padre cuando su hijo le escribía por primera vez que le quería?… ¿O una abuela, al escuchar lo importante que ha sido para su nieto desde que nació, y todo lo agradecido que se siente a su figura?... pero al igual que estos, también están otras personas como el amigo que hace años que no ves, tus compañeros de trabajo del día a día, tus jefes, o personas importantes por las que su relación ha pasado mejores momentos.

Independientemente de que el regalo fuese un éxito, y que la mayoría de invitados acabaran notablemente emocionados, este regalo, en muchas de las personas que lo recibieron, supuso un punto de inflexión. No solo consistió en algo bonito y que emocionó, sino el comienzo o la reconstrucción de una relación, o, como mínimo, el descubrimiento de esa persona, sobre lo importante que es para otros, o las emociones que le genera.

Y de aquí saco esta moraleja, y por ello escribo hoy este artículo.

Pienso que no debemos temer, que tenemos que ser valientes, y darle a entender a las personas realmente importantes lo que son para nosotros, lo que les necesitamos, queremos, echamos de menos, nos preocupan o nos remueven.

En ocasiones pecamos de conservadores, creemos que si las cosas se mantienen como están, no pasará nada. Y esto al final, no es más que una profecía autocumplida, pero en sentido negativo, que mantiene inalterables relaciones que parecen seguras, pero que necesitan una charla, una vuelta de tuerca o un simple abrazo sincero.

Fortalezcamos los lazos de la gente que de verdad nos importa, arriesguémonos y no temamos al malentendido, a la emoción o a remover un poco. Quizá más adelante, no podamos hacerlo.

 

Vínculos tóxicos y vínculos sanos. Claves para distinguirlos

¿Os acordáis de aquel lugar de vacaciones donde ibais de pequeños? ¿Y de aquella profesora que tanto os ayudó en el colegio? Si cerráis los ojos y os imagináis vuestro primer viaje de juventud, ¿sentís sensaciones que correspondían a ese momento?

Nuestra historia está plagada de personas, actividades y lugares a los que, de una manera u otra, nos hemos vinculado afectiva y emocionalmente. Vincularse significa conectarse, relacionarse con alguien o con algo desde los diferentes planos de nuestro ser.

Todos establecemos innumerables vínculos en nuestra vida y cada uno de ellos es diferente y tiene unos efectos distintos sobre nosotros.

Podríamos diferenciar en nuestra historia entre vínculos sanos, que son aquellos que nos aportan bienestar y claridad, y vínculos tóxicos, aquellos otros que nos dañan psicológicamente, nos producen sentimientos negativos y nos producen confusión.

Pero ¿cómo podemos saber si nuestros vínculos son o han sido sanos? ¿Cómo identificar un vínculo tóxico?

Es importante que partamos de la base de que la distinción entre vínculos sanos y vínculos tóxicos es una clasificación cuyos términos  no se excluyan entre sí. En la realidad, un vínculo sano puede derivar en un vínculo tóxico y, más raramente, un vínculo tóxico podría llegar a convertirse en un vínculo sano. Eso quiere decir que el vínculo es algo dinámico, cambiante. Debemos ver el vínculo no como algo momentáneo, sino como un continuo que atraviesa distintas fases y da lugar a matices y niveles diferentes.

Podemos identificar un vínculo sano a través de algunos factores:

1. Está basado en la elección, no en la obligación, la culpa o la dependencia.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades con las que elegimos vincularnos libremente. Entonces, ¿qué ocurre con la familia?; si la familia es algo que nos viene dado, ¿podemos hablar de vínculos familiares? Es cierto que la familia de origen no se elige, pero sí elegimos nuestra manera de vincularnos con nuestro círculo familiar,  padres, hermanos…, sobre todo en nuestra edad adulta. No es lo mismo, por ejemplo, elegir vincularnos desde “el querer” (“Qué bien, hoy tenemos comida juntos,  así le puedo comentar a mi hermano lo que me pasó el otro día”) que elegir vincularnos desde “el deber” (“Voy a visitar a mis padres que, si no, dicen que no voy nunca”). En este caso es la naturaleza del vínculo lo que se elige.

2. Es nutritivo, nos enriquece intelectual y emocionalmente.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades que nos aportan emociones, vivencias o aprendizajes positivos que nos hacen crecer  y desarrollarnos. Por el contrario, aquellas actividades o personas que nos aportan sentimientos de culpa, que sacan de nosotros nuestros lados más negativos, que nos proporcionan vivencias nocivas para nosotros, son vínculos tóxicos.

3. Es flexible, se adapta a las circunstancias sin resultar absorbente.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades que permiten una cierta flexibilidad tanto en el tipo de relación como en las dinámicas que en ella se generan.

Un vínculo que puede ser sano en un determinado momento puede tornarse en tóxico, si su rigidez limita a las personas o les impide que se desarrollen. Esto suele ser muy común en las parejas, en las que los cambios son percibidos, en ocasiones, como sinónimo de peligro, haciendo que los miembros no puedan descubrir o desarrollar nuevas facetas de sí mismos. También, suele pasarnos en nuestro entorno laboral: aquellas empresas en las que desarrollamos diferentes acciones, en las que hay novedades en las tareas y en las que tenemos perspectiva de crecimiento, favorecen que los empleados se vinculen mejor al proyecto empresarial.

La manera de vincularnos con nuestro entorno está directamente relacionada con nuestra manera de ser y de sentir. Ambas se influyen mutuamente y se retroalimentan entre sí, de modo que se pueden generar cambios en ambas direcciones.

Por ejemplo, podemos establecer vínculos tóxicos en momentos vitales en los que no nos encontramos bien (insatisfacción en la pareja o en el ámbito laboral, falta de motivación, miedo a la soledad). De la misma manera, podemos no encontrarnos bien como consecuencia de alguna relación vincular tóxica. Ahora bien, esta situación de retroalimentación entre el vínculo y los sentimientos nos deja un mensaje de esperanza: si trabajamos para generar cambios en la manera de vincularnos, se puede generar un efecto de engranaje en el que muchas piezas de nuestra vida se muevan, generándonos bienestar en muchos ámbitos.

Aprender a establecer vínculos sanos con nuestro entorno es un factor necesario para el desarrollo y el bienestar personal. Los vínculos y la naturaleza de esos vínculos están en la base de dos de los pilares del ser humano: la identidad y la autoestima. Lo que somos y la manera en la que nos valoramos tienen mucho que ver con las relaciones que hemos establecido con nuestro entorno a lo largo de nuestra historia. Son esas vivencias las que hacen que nos definamos como hogareños, familiares, confiables, divertidos, extravertidos…

Tomar conciencia sobre nuestra manera de vincularnos nos alejará de repetir dinámicas relacionales tóxicas con los diferentes aspectos de nuestro entorno, por lo que os invitamos a reflexionar sobre vuestros vínculos y la influencia que tienen en vosotras y vosotros.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga familiar y de pareja

Grupo Crece