Pensamientos que nos hacen daño VII: "Atendiendo selectivamente con el filtro mental"

La distorsión que trataremos de conocer en profundidad en nuestro post de hoy es la atención selectiva, o también conocida como abstracción selectiva. Consiste básicamente en nuestra capacidad de atender de una manera más focalizada a una serie de estímulos desechando otros.

Mediante este mecanismo, podemos atender erróneamente a estímulos o detalles de una situación y valorarlos como más importantes, categorizando la experiencia en función de estos detalles. Por ejemplo, imaginemos que acudimos a una fiesta y que en este acontecimiento pasamos buenos ratos, charlamos, conocemos gente, nos reímos... pero en un momento determinado, sin querer, arrojamos una bebida a alguien por encima y la manchamos. Cuando al día siguiente nos pregunten: "¿qué tal la fiesta?", contestaríamos algo así como: "un desastre, derramé la bebida a un desconocido, así que fatal". Esto es un claro ejemplo de abstracción selectiva, ya que estamos atendiendo o focalizando únicamente en el detalle negativo para conceptualizar el suceso, obviando todos los demás que también estuvieron presentes y pueden tener su importancia.

Es importante señalar, que lo que en primer lugar parece una distorsión, a veces puede ser adaptativo, como cuando escuchamos el sonido del llanto de nuestro bebé que llora por encima de otros sonidos y nos permite anticiparnos y darle la ayuda necesaria. Otro ejemplo adaptativo podría residir en nuestra capacidad para dormir y descansar en ciertas ocasiones, desatendiendo por completo otros estímulos como pueden ser luces o ruidos como la TV o a unos vecinos ruidosos. La atención selectiva también nos puede llevar a ahorrar una gran cantidad de recursos atencionales, tiempo y esfuerzo, al lograr atender a la información más relevante, y esto lo hacemos también cuando leemos noticias (seleccionando los textos más llamativos o que consideramos más importantes como los titulares), buscando ideas para escribir un artículo (escogiendo aquello que se asemeja a lo que queremos escribir o que se acerque a nuestra idea de artículo), atendemos a una persona a la que tenemos que ayudar (como por ejemplo un terapeuta, capaz de separar la paja del contenido relevante, o de centrarse en la comunicación no verbal de la persona a la que atiende, o en sus emociones) o tomando una decisión rápida y momentánea (como dar un frenazo en nuestro vehículo cuando hay peligro de atropellar a un peatón).

Siendo esto cierto, en muchas otras ocasiones, la atención selectiva nos hace percibir de manera exagerada aquello que nos afecta y por lo tanto hace que distorsionemos nuestra realidad y gestionemos peor las situaciones (como en el ejemplo anterior de la fiesta).

Y, ¿quien suele ser la responsable de estas atenciones?. Si, lo habéis acertado... ¡las emociones!.

Imaginémonos una serie de ejemplos mediatizados por estas emociones:

a) Ansiedad

A una persona con mucha ansiedad (o con algún problema de ansiedad), esta emoción probablemente le está queriendo decir, de una manera desproporcionada que gran parte de las situaciones del día a día son peligrosas. o potencialmente peligrosas para ella misma o para algo importante para ella.

¿Cómo actuaría la atención selectiva?. Esta distorsión, alimentada por la emoción (en este caso la ansiedad) va a llevar a la persona a especializarse en detectar posibles situaciones, objetos o estímulos peligrosos, y por tanto la atención estará completamente focalizada a ellos. ¿Se os ocurre algún ejemplo?, ¡aquí va uno!. Imaginemos que esta persona es un alumno que se presenta por tercera vez a un examen práctico del permiso de conducción. La ansiedad se entiende, ya que corre el peligro de volver a suspender, con las consecuencias que pueden conllevar a nivel emocional, económico etc. Probablemente, tanto antes, como después del examen (teniendo en cuenta que no sabrá el resultado hasta poco después) esta ansiedad se mantenga como "avisador" de circunstancias peligrosas. Antes del examen estará preparando el cuerpo para la acción, y el filtro atencional estará constantemente centrado en pensamientos referentes a suspender, a observar el tráfico de la ciudad, a buscar a la profesora, a centrarse excesivamente en sus reacciones fisiológicas internas... durante el examen probablemente esté con los nervios de punta atendiendo a posibles peligros, semáforos, coches que se cruzan, personas que pasan, cara del examinador... y cuando el examen acabe y todavía no sepa si ha aprobado, probablemente su mente navegará todavía condicionada por esta atención selectiva, por los posibles fallos que ha cometido, interpretará cada cara, actitud, o voz del examinador o de la profesora para buscar indicios de posible suspenso (para así prepararse con tiempo). De esta manera afecta nuestro filtro mental, nuestra atención o abstracción selectiva, que, alimentada en este caso por la ansiedad, está llevando al joven alumno a atender de manera totalmente centrada, a los eventos potencialmente peligrosos. Esto a veces puede ser adaptativo, pero en su justa medida. Nuestro alumno probablemente no habrá caído en las maniobras buenas, los momentos de tranquilidad, algún gesto de aprobación de la profesora, o su magnífico estacionamiento final... ya que al final este alumno afortunadamente aprobó el examen (aunque lo vivió durante todo el tiempo como un suspenso).

b) Tristeza

Pero al igual que en la ansiedad, otras emociones también pueden actuar como motor del filtro mental, atención o abstracción selectiva.  Pongamos ahora un ejemplo de tristeza. Una persona en un estado anímico bajo, que esté decaída por diversos motivos, va a activar estos filtros mentales atendiendo o focalizando partes negativas de la realidad, que serán coherentes con su estado emocional. Así, una simple mirada de una persona, una manera de responder poco expresiva por parte de una amiga o un leve gesto, que podría ser interpretado de mil maneras, puede llevarnos, a través de esta emoción a atender profundamente a estos estímulos y por tanto a interpretar erróneamente: "pasa de mi", "le caigo mal", "nadie me sonríe"... y quizá no se tenga en cuenta que esas mismas actitudes se han tenido con todas las personas, que hay muchas más razones para entenderlas, que las que solo me indica la tristeza.

Al igual que con estas dos emociones, los filtros mentales también se alimentan de enfado (atendiendo con más profundidad los detalles que me enfadan u ofenden) miedo (de peligro como en la ansiedad), alegría (tendiendo a fijarnos solo en lo bueno o positivo)...

Las pautas para manejar esta distorsión no distan demasiado de las que hemos marcado para las anteriores. Siempre es fundamental la detección, el darse cuenta, en este caso, de si realmente estamos poniendo en valor todos los aspectos, o si de lo contrario nos estamos centrando en exceso en un detalle o cuestión para categorizar la realidad. Otro aspecto claves está en la regulación emocional, si de alguna forma hay alguna emoción predominante, que esté pudiendo condicionar la forma en la que seleccionamos o atendemos la información. Y para terminar entraríamos en la confrontación, con nosotros mismos, en los que nos preguntaríamos: "¿estoy teniendo en cuenta todos los detalles o me he centrado demasiado en los negativos?". y "¿existen otras interpretaciones posibles?".

Por tanto, y para concluir, cerraríamos este penúltimo post de pensamientos que nos hacen daño con varias preguntas para vuestra reflexión: ¿cómo afectan mis emociones a mis filtros?... ¿soy consciente de cuando me ocurre?... ¿lo sé reajustar una vez gestiono la emoción?. Os propongo un registro muy sencillo:

Pensamientos que nos hacen daño VI: Las "personalizaciones a través del locus de control"

Por si aún nos parecieran pocas (llevamos ya cinco distorsiones sin contar esta), hoy vamos a comentar uno de los filtros mentales más dañinos e hirientes. La personalización.

La personalización consiste en la atribución personal de algún hecho, en concreto un hecho negativo, para el caso que queremos explicar aquí.

Para entender bien esta distorsión, es conveniente hablar de un término psicológico llamado "locus de control".

El locus de control es el sistema mediante el cual atribuimos causalidad a las diferentes cuestiones con las que nos relacionamos en el día a día. La traducción más sencilla sería llamarlo "lugar de control", y se refiere concretamente a la causa a la que una persona otorga explicación a algo que ha pasado.

Quizá un ejemplo sirva para explicarlo mucho mejor. Imaginémonos un estudiante, que, pese a su gran esfuerzo en la materia de matemáticas, habiendo estudiado diariamente, buscando ayuda de profesores... no logra aprobar su examen de instituto. Este estudiante podría atribuir de dos formas esta consecuencia. Podría decir que el examen era demasiado complicado, y aquí el locus de control sería externo (ya que atribuye su examen a cuestiones externas a él) o de lo contrario podría decir que las matemáticas son realmente difíciles para él y quizá dude de su capacidad numérica (en este caso habría un locus de control interno, porque el estudiante justificaría su suspenso a su falta de capacidad). También podría pasar que el estudiante realmente no se haya esforzado lo suficiente, y en este caso el locus interno más sano sería atribuir "no me he esforzado" y el locus externo "el examen es difícil" le impediría hacer una autocrítica adecuada y sana.

Pues al igual que este estudiante, las atribuciones de locus de control las hacemos todas las personas. Y además de hacerlas en lo interno (sobre nosotros mismos) o lo externo (sobre el medio), también lo hacemos sobre si depende de nuestro control (controlable o incontrolable) y sobre si es algo que se mantendrá siempre o podrá cambiar (estable o inestable).

Imaginemos una persona importante para nosotros cuando se encuentra muy triste, o que esté pasando una mala racha que le tenga decaído. Esta emoción o estado anímico va a afectar muy probablemente a su locus de control. Probablemente si le felicitamos por algo bueno que entendemos que ha hecho, nos dirá que no es para tanto o que fue por suerte (por tanto atribuirá algo positivo al entorno, y no a sus cualidades). También tenderá a pensar que esta cuestión no estaba bajo su control (incontrolable) y que en futuras situaciones no le irá tan bien (inestable). Sin embargo, es mucho más probable, que cuando alguien le haga ver una cuestión negativa, lo considere algo interno (por su incapacidad), estable (ya que pensará que siempre le ocurre) e incontrolable (ya que no puede hacer nada para cambiar). Está claro que es una forma de atribuir muy depresiva, propia de personas muy tristes o con una autoestima dañada.

Vamos a imaginar ahora, sin embargo a una persona narcisista (dícese de la gente que tiene una personalidad en la cual necesitan dan a entender a la gente que están por encima de los demás). Seguro que conocéis a alguien que se asemeja a este perfil. En este caso, probablemente esta persona atribuya la mayoría de las cuestiones positivas a sus cualidades internas, y las negativas a algo externo, para defender de esta forma su identidad. Y todas estas cualidades positivas, por supuesto, las percibirá como controlables por su parte y estables, mientras que las negativas serán siempre externas e incontrolables por él. Así nos damos cuenta de la gran diferencia de los dos perfiles, sin embargo dañinos en ambos casos.

Pues al igual que estos perfiles, todas las personas tenemos una forma de atribuir, y en esta cuestión surge la distorsión de la "personalización".

Esta distorsión consiste en llevar a lo personal diferentes cuestiones del entorno, y, normalmente las que nos hacen daño. Ahora vamos a pensar en una joven residente de primer año trabajando en un hospital. Esta joven médico pasa por uno de los pasillos y lee un comunicado importante: "a partir del día de hoy, ningún residente de primer año podrá atender a pacientes sin la supervisión establecida por los residentes de mayor grado". Imaginemos entonces que esta joven residente de primer año concluye con este pensamiento: "no se fían de como trabajo". Es un caso claro de personalización, cuando un mensaje por diversos motivos, va conducido a todo un colectivo, nuestra joven protagonista lo ha personalizado en ella, y por tanto esta distorsión probablemente afecte a su estado anímico y su conducta. Esto mismo nos puede pasar a nosotros cuando alguien nos contesta en un tono seco mientras nos atiende en un supermercado, o con una compañera de trabajo que lleva todo el día un poco esquiva. Esta distorsión nos puede ocurrir muchas veces también cuando estamos en un grupo donde quizá no nos sintamos del todo cómodos por que conozcamos a poca gente: "esa gente se está riendo de mi, deben pensar, ¿quién es este tío?" o le puede pasar a algunos grupos en concreto, incluyendo en este caso otros aspectos como el racismo, la homofobia o la desigualdad de género "seguro que me miran mal porque soy mujer, homosexual o de otra raza". Aunque evidentemente habrá casos en que esto podrá ocurrir de verdad y no ser una distorsión, dicha distorsión se detecta cuando no hay pruebas suficientes de ello.

Claves para gestionar la personalización:

1) Analizar nuestro locus de control

¿Estoy llevándolo a lo interno o externo?, ¿realmente tiene que ser por mi?, ¿existen otras opciones igual de plausibles?...

2) Estudiar y gestionar nuestra emoción.

¿Cómo me encuentro. ¿Es posible que lo haya personalizado porque me siento triste y estoy especialmente susceptible. ¿O por alguna otra emoción? ¿Por qué estoy sintiendo esta emoción?

 

Pensamientos que hacen daño. Parte III: Hoy... Magnificando lo negativo y minimizando lo positivo

En los anteriores artículos sobre pensamientos comentábamos varios tipos de de distorsiones en nuestra mente que pueden minar nuestra autoestima e influir en el estado de ánimo. Hablábamos de los extremos de pensamiento (todo o nada) que nos conducían a vivir nuestras experiencias en polos extremos, sin vislumbrar términos medios y por tanto condenando a nuestra mente a una rigidez mental que nos dañaba y posteriormente también vimos como otros pensamientos distorsionados eran los adivinos del pensamiento y las predicciones catastróficas (cuando creemos adivinar lo que va a suceder como si fuésemos hechiceros o pensamos que somos capaces de leer la mente de los demás).

Hoy hablaremos de un tercer tipo de pensamientos muy usuales cuando nuestro ánimo está muy decaído, hemos tenido un mal día o pasamos por una mala racha. Las magnificaciones y minimizaciones.


Si bien es cierto que todos los pensamientos anteriores al final pueden coincidir y parecerse en muchos aspectos, lo que diferencia a las magnificaciones y minimizaciones del resto de pensamientos es lo siguiente: todos los acontecimientos positivos de nuestro día, nuestra percepción de éxitos futuros, el reconocimiento de logros o méritos propios... los acabamos percibiendo con un foco muy pequeño, como si se tratase de una linterna del tamaño de un llavero, y entonces, emitimos frases del tipo "no es para tanto", "he tenido suerte", "cuando pase la próxima vez seguro que no lo hago tan bien", "no he tenido tanto mérito", "era demasiado fácil", "he tenido días mejores", "podría haber sido peor"...

Todos estos ejemplos indican lo que los psicólogos denominamos "locus de control externo para el éxito" que no es más que explicar que las personas atribuyen sus éxitos a factores externos ajenos a ellos mismos. En este caso, estaríamos minimizando lo positivo sin ser justos con nosotros mismos, valorando todo lo que nos acontece de una forma poco objetiva.


Sin embargo, y lamentablemente, en ocasiones, nos comportamos justamente al contrario con todos nuestros pensamientos, sucesos, anticipaciones futuras o recuerdos negativos. En este caso, nuestro "locus de control" que hablábamos anteriormente pasa a ser interno. Las mismas situaciones de éxito que atribuíamos anteriormente a la suerte o factores externos, ahora que son de fracaso, las atribuimos a nuestra valía personal y herimos nuestra autoestima de una forma completamente injusta. Además de ello cambiamos la pequeña linternita de llavero por un enorme foco luminoso que nos muestra todo lo negativo y lo hace más grande y visible. Esta es la magnificación del fracaso de la que hablábamos. Ejemplos de este tipo serían los típicos "el fracaso se ha debido a mi incapacidad", "todo el día de hoy ha sido un verdadero desastre", "no he hecho nada bien", "en el futuro seguiré siendo el mismo inútil porque soy incapaz de aprender"...


¿Qué podemos hacer para que no puedan con nosotros?

A continuación vamos a ver algunas estrategias o soluciones que podemos poner:

1) Como en los otros ejemplos, la detección de los pensamientos a modo de alarma mental sigue siendo importantísima. Esa pequeña sirena mental que nos diga PIIIII PIIIIIII PIIIIIIIIIIII ESTÁS MACHACÁNDOTE EN EXCESO Y HAY COSAS QUE NO PUEDES CONTROLAR, ¡¡NO SEAS TAN CRUEL!! y también sea capaz de indicar PIIIIIIIII PIIIIIIII PIIIIIIIIIIIIII LO QUE HAS HECHO HA TENIDO MÉRITO Y TAMBIEN ES FRUTO DE TU TRABAJO, EXPERIENCIA Y CUALIDADES ÚNICAS, ¡¡¡ RECONÓCETELO CABEZOTA!!!.

2) Introducir pensamientos positivos a modo de autoinstrucciones es una gran ayuda a la hora de vencer pensamientos de este tipo y en general de todas las distorsiones. Algunos ejemplos pueden ser los siguientes:

- A veces puedo equivocarme, pero soy una persona valiosa y lo he demostrado otras veces.

- La suerte influye en mis éxitos, pero también cuando pintan malas.

- Es lógico que me sienta triste o con rabia, decepcionado o apenado por las cosas que vienen sucediendo, aún así esto también es así porque me estoy focalizando mucho en ello y no estoy observando las cosas buenas que también han sucedido.

No obstante, el mejor ejemplo y la mejor autoinstrucción es la que la propia persona es capaz de generarse con sus propias palabras, pues tiene una cualidad extra de veracidad y autenticidad. No lo dudéis.

3) Además de ser muy importante para magnificaciones o minimizaciones, lo es para pensamientos polarizados. Hablamos de una escala de autenticidad. A través de ella podemos calibrar de una forma más justa lo positivo y lo negativo hacia nosotros y la mala suerte. Un ejemplo sería el siguiente:

- Dices que hoy en tu trabajo/ con tu hijo... has sido un absoluto desastre... ¿de 0 a 10, cuanto crees que ha sido culpa tuya y cuanto crees que lo ha sido por causas ajenas a ti?. Justifícamelo.

- ¿Cuántas cosas más además de tu inutilidad explican lo que ha sucedido hoy? ¿De verdad es todo achacable a poca capacidad por tu parte?.

- Dices que todo ha sido horrible y desagradable hoy y que en el futuro seguirá siendo así. ¿Podrías indicar de 0 a 10 lo horrible que fueron cada una de las cosas que sucedieron?, ¿has podido encontrar cosas buenas?, ¿cuán positivas fueron?

Siguiente post de pensamientos aquí

Pensamientos que nos hacen daño II : "Predicciones catastróficas y magos del pensamiento"

En nuestro día a día nos resulta verdaderamente útil establecer hipótesis y predicciones sobre lo que puede ocurrir en nuestro entorno, ya sea en el ámbito familiar, laboral o social. Esto nos permite anticiparnos a posibles obstáculos o problemas del día a día y manejarlos de una manera más eficaz. Podemos predecir que un amigo muy impuntual vaya a acudir tarde a nuestra cita para cenar y para ello no tomarnos mucha prisa para llegar, tenerlo en conocimiento para que no afecte nuestro estado de ánimo, avisarle con antelación o indicarle que la cita será media hora antes. A pesar de todo nuestra predicción tiene un margen de error considerable aunque nosotros la aceptemos como muy fiable.

Entonces, ¿qué consecuencias tiene asumir estas predicciones como 100% válidas?

Cuando dichas predicciones van dirigidas hacia nosotros o nuestro futuro en un sentido negativo, al asumirlas como ciertas, acabamos convirtiéndolas en uno de los pensamientos más dañinos que existen. En ocasiones somos capaces de asegurar enunciados como los siguientes: "queda claro que no sirvo para nada", "van a echarme del trabajo", "no me saluda, me desprecia como persona", "solo le intereso para lo que le intereso", "no conseguiré nunca nada mejor"...

El problema de estas predicciones catastróficas no está en el grado de realidad que dispongan, sino en el grado de convicción que podemos llegar a tener sobre su veracidad. Aunque en el rincón más racional de nuestro cerebro sepamos que en el fondo que no tienen por qué ser ciertas, al asumirlas de esa forma tan tajante acaban adquiriendo un gran poder para manejar nuestro estado de ánimo y nuestro comportamiento.

Otra forma muy común de adivinar o predecir es la conocida como lectura del pensamiento. Cuando esto sucede, las personas nos convertimos en seres mágicos y adivinos que creemos tener muy claro lo que otras personas están pensando, el por qué se están comportando de cierta forma o sobre qué están hablando con uno y con otro. Al igual que las predicciones anteriores, cuando lo que creemos leer con exactitud son afirmaciones que van en nuestra contra como desprecios, burlas o descalificativos, acabamos generando un bucle de pensamientos muy dañino e incapacitante ("seguro que está pensando que soy una imbécil", "míralos como se ríen, y se ponen a mirarme", "nos hemos cruzado y ni me ha mirado, seguro que ha pensado que soy una indeseable"...)

Los más importante de estos pensamientos dañinos, es su capacidad para retroalimentarse, ya que estamos tan convencidos de que son reales, al final nos llevan a comportarnos como si lo fueran para finalmente confirmarlos:

 Al estar convencida de que eres una chica aburrida decides rechazar todas las propuestas de salir que te hacen, eso conlleva que para próximas ocasiones no te propongan salir al pensar que no tienes interés, por ello al final erróneamente concluyes: "nadie me llama para salir porque soy una chica aburrida"

¿Cómo podemos evitar caer en la trampa de las predicciones catastróficas y los adivinos?

Al igual que en el post anterior (pensamiento todo o nada), la detección es una herramienta importantísima y convertirnos en grandes cazadores de pensamientos dañinos nos servirá para acabar con ellos y cuestionarlos con facilidad. Algunas preguntas clave son las siguientes: ¿Qué evidencia real tengo de que esto sea cierto?, ¿por qué otros motivos puedo estar pensando así?, ¿es posible que pueda estar equivocándome?, ¿existirían más explicaciones que la que he tomado?, ¿en qué me ayuda estar pensando así?, ¿qué explicación daría un juez totalmente imparcial?.

Las respuestas a estas preguntas nos ayudarán a dar explicaciones más cercanas a la realidad, y por tanto también repercutirá en cómo nos sintamos y lo que decidamos hacer. Siempre vale más vivir un presente real que un futuro catastrófico anticipado por pensamientos negativos.

Artículos relacionados

Magnificar lo negativo y minimizar lo positivo

El pensamiento de todo o nada

 

Pensamientos que nos hacen daño... Hoy... el pensamiento de "Todo o nada"

Cuando buscamos dar explicación a las situaciones que nos suceden en nuestro día a día, no somos conscientes, pero nuestra cabeza en lugar de convertirse en una máquina perfecta que analiza la realidad y nos ayuda a tomar la mejor decisión, muy al contrario de lo que podríamos pensar, está tremendamente influida por motivaciones, deseos, expectativas y sobre todo emociones.

Todo esto nos lleva a cometer muchos errores a la hora de interpretar lo que nos sucede, sobre todo si es algo importante para nosotros.

Uno de esto errores es el "pensamiento de todo o nada", también conocido como pensamiento dicotómico o extremos del pensamiento.  Consiste en interpretar lo que nos sucede siempre en extremos sin tener en cuenta los términos medios. Este pensamiento nos lleva a ver las cosas como blancas o negras, verdaderas o falsas, buenas o malas... y por tanto dejamos de contemplar un amplio rango de interpretaciones que podrían ser mucho más acertadas.

¿Cómo nos afecta pensar de esta forma tan extrema?

A parte del error que se comete, pensar así repercutirá en cómo vamos a sentirnos y por tanto en lo que decidamos hacer. Un claro ejemplo sucede cuando nos sentimos deprimidos y pensamos: "soy un inútil, no sirvo para nada, todo lo hago mal"... todos estos pensamientos, aunque quede claro que son erróneos, nos llevarán a sentir emociones negativas como la tristeza, la rabia, la ira o la frustración, y sin darnos cuenta, al darlo por válido, nos llevará en este mismo ejemplo a quedarnos en casa, conservar la tristeza, llorar o no querer hablar con nadie.

¿Cómo podemos evitar caer en la trampa del todo o nada?

Entrenando nuestra cabeza, como si tuviésemos instalado un dispositivo de alarma que se activa cada vez que se produce un pensamiento de este tipo e, inmediatamente sometiéndolo a juicio. Al convertirnos en grandes detectores de pensamientos negativos podremos llegar a ser grandes cazadores de los mismos. Las emociones pueden darnos muchas pistas para encontrar estos pensamientos, y una vez que lo tengamos detectado preguntarnos:

¿De verdad no hago nunca nada bien?, ¿qué pruebas tengo de que soy un inútil?, ¿es cierto que todas las personas de mi alrededor son malas?, ¿que evidencia existe de que todo en el futuro me irá mal?, ¿es cierto todo esto que estoy pensando o estoy exagerando un poco?...

Las respuestas a estas preguntas nos ayudarán a dar explicaciones más cercanas a la realidad, y por tanto también repercutirá en cómo nos sintamos y lo que decidamos hacer. En el ejemplo anterior, al lograr cambiar los pensamientos de todo o nada, la persona podrá darse cuenta de que no siempre se equivoca ni hace las cosas mal, que las personas de su alrededor, al igual que ella, cuentan con fortalezas y debilidades, y que en otras ocasiones ha sido capaz de hacer cosas por las que ha sentido orgullo.  Por tanto, probablemente los sentimientos de tristeza o frustración no serán tan intensos ni necesitaremos aislarnos del mundo.

Magnificar lo negativo y minimizar lo positivo

Predicciones catastróficas y magos del pensamiento