Relaciones tóxicas: cómo identificarlas

La denominación de “relación tóxica” forma parte de nuestro vocabulario, la usamos en nuestras conversaciones cotidianas pero, sin embargo, no existe una definición unificada para ellas. Esta realidad nos indica lo complejo del término, y lo difícil que es identificarlas (es muy difícil identificarse con algo que no está definido). Por eso, a continuación vamos a reflexionar sobre los factores que caracterizan este tipo de relaciones:


1. Son difíciles de identificar.

Como hemos visto, no tener una definición unificada del término hace que nos cueste mucho darnos cuenta de que esa relación que tenemos con una persona determinada es, efectivamente, una relación tóxica. Además, ciertos modelos relacionales extendidos a través de películas, series y canciones, hacen que normalicemos comportamientos tóxicos y que les demos un significado incluso positivo.


2. Están basadas en la confusión.

Cuando estamos en una relación tóxica sentimos y pensamos cosas, hasta en ocasiones, contrarias. Esto nos hace dudar de que los pensamientos y emociones negativos puedan ser ciertos: “Como le voy a odiar si ha hecho tantas cosas por mi”, “como me va a hacer daño si soy tan importante para él/ella”.


3. Son drásticas e intensas.

Las interacciones y las emociones que implican estas relaciones, son una montaña rusa, pueden cambiar en una misma conversación y pasar por estados diferentes en un periodo de tiempo muy corto.


4. Sensación de falta de control.... y de estar a la expectativa.

Estas relaciones, por las características que hemos nombrado en los puntos anteriores, hacen que vivamos la relación con un cierto grado de tensión y ansiedad. Sentimos que lo que suceda no está en nuestro control, que no sabemos si el otro va a reaccionar bien o mal ante una información, que no sabemos si estará hoy de buenas o de malas.


5. Hay un juego de poder.

En estas relaciones, muchas interacciones están basadas en poner a prueba el poder que se tiene sobre la otra persona, sobre sus decisiones, sus emociones... Estos juegos de poder pueden ser complementarios (uno de ellos ejerce poder y el otro se somete al poder) o simétricos (ambos luchan por el poder).

Atendiendo a estos factores, podemos darnos cuenta de que las relaciones tóxicas se pueden generar en cualquier contexto: familiar, laboral, social o de pareja. No existe un espacio más proclive que otro a generar dinámicas tóxicas, y todos son igual de graves y dañinos para quienes lo padecen.

Existen dos factores que generan una relación tóxica: personas tóxicas y dinámicas tóxicas.

Personas tóxicas

Las personas tóxicas son aquellas cuyo patrón relacional suele estar marcado por los factores arriba mencionados. Son personas con dificultades para establecer relaciones duraderas, que fundamentan sus relaciones en emociones muy extremas, y que suelen posicionarse en un marco continuo de aliados-enemigos, en el que el segundo grupo suele ser mayoritario.

Son personas con una actitud suspicaz ante las relaciones, que tienden a tener una interpretación negativa de los actos de los demás y que llevan a la acción todos sus pensamientos y sentimientos.

Son personas cuya historia está llena de episodios de abandonos, grandes enfados, personas con las que no se hablan, de amistades rotas y de historias de amor telenovelescas.

Dinámicas tóxicas

Las dinámicas tóxicas tienen un componente sistémico. Son situaciones en las que los implicados tienen un grado de responsabilidad, por fomentar o permitir la dinámica.

Las dinámicas tóxicas se cuecen a fuego lento, son una escalada que va poco a poco llevando la relación a lugares que no se podían imaginar en los inicios de la misma. Hacen que las personas saquen facetas que no les identifican en otros ámbitos de sus vidas, solo se muestran en esa relación y resultan hasta sorpresivas para los propios implicados.

Esto genera un mayor enganche en la idea de que la relación puede cambiar, de que en algún momento la relación volverá a un cauce normal, dificultando la ruptura de la misma.

La escalada tóxica de la relación es, muchas veces, paralela a la búsqueda de soluciones personales por cambiar la dinámica, entrando en un bucle de frustración que no hace si no empeorar la situación.

Conocer lo que significa una relación tóxica nos hará tener un criterio sobre el que valorar nuestras relaciones y las expectativas que tenemos. En muchas ocasiones, el cine y la televisión nos han mostrado relaciones tóxicas como modelos positivos, lo que nos crea una gran vulnerabilidad de normalizar patrones tóxicos en nuestras vidas.

Vínculos tóxicos y vínculos sanos. Claves para distinguirlos

¿Os acordáis de aquel lugar de vacaciones donde ibais de pequeños? ¿Y de aquella profesora que tanto os ayudó en el colegio? Si cerráis los ojos y os imagináis vuestro primer viaje de juventud, ¿sentís sensaciones que correspondían a ese momento?

Nuestra historia está plagada de personas, actividades y lugares a los que, de una manera u otra, nos hemos vinculado afectiva y emocionalmente. Vincularse significa conectarse, relacionarse con alguien o con algo desde los diferentes planos de nuestro ser.

Todos establecemos innumerables vínculos en nuestra vida y cada uno de ellos es diferente y tiene unos efectos distintos sobre nosotros.

Podríamos diferenciar en nuestra historia entre vínculos sanos, que son aquellos que nos aportan bienestar y claridad, y vínculos tóxicos, aquellos otros que nos dañan psicológicamente, nos producen sentimientos negativos y nos producen confusión.

Pero ¿cómo podemos saber si nuestros vínculos son o han sido sanos? ¿Cómo identificar un vínculo tóxico?

Es importante que partamos de la base de que la distinción entre vínculos sanos y vínculos tóxicos es una clasificación cuyos términos  no se excluyan entre sí. En la realidad, un vínculo sano puede derivar en un vínculo tóxico y, más raramente, un vínculo tóxico podría llegar a convertirse en un vínculo sano. Eso quiere decir que el vínculo es algo dinámico, cambiante. Debemos ver el vínculo no como algo momentáneo, sino como un continuo que atraviesa distintas fases y da lugar a matices y niveles diferentes.

Podemos identificar un vínculo sano a través de algunos factores:

1. Está basado en la elección, no en la obligación, la culpa o la dependencia.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades con las que elegimos vincularnos libremente. Entonces, ¿qué ocurre con la familia?; si la familia es algo que nos viene dado, ¿podemos hablar de vínculos familiares? Es cierto que la familia de origen no se elige, pero sí elegimos nuestra manera de vincularnos con nuestro círculo familiar,  padres, hermanos…, sobre todo en nuestra edad adulta. No es lo mismo, por ejemplo, elegir vincularnos desde “el querer” (“Qué bien, hoy tenemos comida juntos,  así le puedo comentar a mi hermano lo que me pasó el otro día”) que elegir vincularnos desde “el deber” (“Voy a visitar a mis padres que, si no, dicen que no voy nunca”). En este caso es la naturaleza del vínculo lo que se elige.

2. Es nutritivo, nos enriquece intelectual y emocionalmente.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades que nos aportan emociones, vivencias o aprendizajes positivos que nos hacen crecer  y desarrollarnos. Por el contrario, aquellas actividades o personas que nos aportan sentimientos de culpa, que sacan de nosotros nuestros lados más negativos, que nos proporcionan vivencias nocivas para nosotros, son vínculos tóxicos.

3. Es flexible, se adapta a las circunstancias sin resultar absorbente.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades que permiten una cierta flexibilidad tanto en el tipo de relación como en las dinámicas que en ella se generan.

Un vínculo que puede ser sano en un determinado momento puede tornarse en tóxico, si su rigidez limita a las personas o les impide que se desarrollen. Esto suele ser muy común en las parejas, en las que los cambios son percibidos, en ocasiones, como sinónimo de peligro, haciendo que los miembros no puedan descubrir o desarrollar nuevas facetas de sí mismos. También, suele pasarnos en nuestro entorno laboral: aquellas empresas en las que desarrollamos diferentes acciones, en las que hay novedades en las tareas y en las que tenemos perspectiva de crecimiento, favorecen que los empleados se vinculen mejor al proyecto empresarial.

La manera de vincularnos con nuestro entorno está directamente relacionada con nuestra manera de ser y de sentir. Ambas se influyen mutuamente y se retroalimentan entre sí, de modo que se pueden generar cambios en ambas direcciones.

Por ejemplo, podemos establecer vínculos tóxicos en momentos vitales en los que no nos encontramos bien (insatisfacción en la pareja o en el ámbito laboral, falta de motivación, miedo a la soledad). De la misma manera, podemos no encontrarnos bien como consecuencia de alguna relación vincular tóxica. Ahora bien, esta situación de retroalimentación entre el vínculo y los sentimientos nos deja un mensaje de esperanza: si trabajamos para generar cambios en la manera de vincularnos, se puede generar un efecto de engranaje en el que muchas piezas de nuestra vida se muevan, generándonos bienestar en muchos ámbitos.

Aprender a establecer vínculos sanos con nuestro entorno es un factor necesario para el desarrollo y el bienestar personal. Los vínculos y la naturaleza de esos vínculos están en la base de dos de los pilares del ser humano: la identidad y la autoestima. Lo que somos y la manera en la que nos valoramos tienen mucho que ver con las relaciones que hemos establecido con nuestro entorno a lo largo de nuestra historia. Son esas vivencias las que hacen que nos definamos como hogareños, familiares, confiables, divertidos, extravertidos…

Tomar conciencia sobre nuestra manera de vincularnos nos alejará de repetir dinámicas relacionales tóxicas con los diferentes aspectos de nuestro entorno, por lo que os invitamos a reflexionar sobre vuestros vínculos y la influencia que tienen en vosotras y vosotros.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga familiar y de pareja

Grupo Crece

Encontrar el justo lugar en la relación madre-hija (Parte III)

Convertirse en madre después de tu madre

Durante mucho tiempo la mujer parecía destinada a reproducir el modelo imperante cuyo destino era SER MADRE, sin plantearse si eso era lo que deseaba. En la actualidad se es libre de postergar o no la maternidad, y se debe ser libre para elegirla. NO se " nace madre" , sino que una se " hace madre".

Para qué esta elección sea lo más libre posible, es necesario que el deseo de un hijo no se base en una compensación, que no sea el resultado de una influencia familiar o de una clonación. Es conveniente que la mujer que quiere ser madre se desarrolle como persona y no se lancé desesperadamente hacia la maternidad

Algunas reflexiones para aquellas que desean ser madres y viven con dificultad su relación madre-hija...aunque siempre teniendo en cuenta que NINGÚN PADRE-MADRE ES IDEAL:

Imagen: Gioia Albano

Imagen: Gioia Albano

  • Parir no es hacer un regalo a la madre.
  • Dar a luz no es más que una realización entre otras.
  • Desear tener un niño surge de un deseo, o compartido en una pareja basada en el amor, o individual como un deseo real que no sustituye a nadie del entorno afectivo.
  • Dar a luz a una niña no sustituye el propio desarrollo.
  • No olvidar nunca la ecuación : mujer satisfecha= madre satisfecha= hijo satisfecho.
  • Educar a una niña no tiene el papel de reparación de la madre.
  • Una muchacha no es la imagen, el espejo, el reflejo de una misma.
  • Parir a una niña implica dejar que el padre desempeñe su papel para evitar la fusión ( también con niños, por supuesto).

En el momento de un embarazo deseado es importante volver a poner a la madre en un lugar más justo, en una relación más equilibrada, de adulto a adulto: una maternidad deseada debe ofrecer esa oportunidad de desprenderse del pasado. Exteriorizar sentimientos, equivocaciones e incomprensiones para que cada una encuentre su lugar. Esta situación pasará a veces por momentos difíciles, pero gracias a ello se podrá conseguir madurez y autonomía.

 

Ser abuela después de haber sido madre

Ser abuela hace que se vuelvan a cuestionar los fundamentos sobre los que se construyó el vínculo madre- hija. Es un buen momento para ambas para el acercamiento, intentando afrontar las dificultades del pasado.No ocuparse de los nietos por desear hacer de la etapa final de su vida un momento para el autodesarrollo es una manera de abandonar a su hija a través de su hijo. Si existe una ruptura con una madre y su joven hija que ha dado a luz, esta última puede sufrir una depresión. La presencia afectiva, la disponibilidad discreta, el apoyo y los consejos que no pretenden inmiscuirse son necesarios.

La abuela debe permanecer en su sitio, es importante que no sustituya a la madre ni ocupe su lugar. Su función no es educar, ni criar al niño, excepto en casos de fuerza mayor. No se impondrá en cuanto a la dirección que debe darse a la educación, a los valores que deben transmitirse. Toda tentativa de tomar el poder en cuanto educación, si no se solicitó, es intromisión. Sólo en caso de necesidad y de demanda expresa de la pareja podrá intervenir en paralelo.

Imagen: Gioia Albano


Imagen: Gioia Albano

En la actualidad, numerosos abuelos ayudan a las madres/padres que trabajan a ocuparse de los niños. Sin embargo ayudar no significa sustituir. Deben respetarse las consignas educativas de los padres. También en la actualidad existen numerosas familias rotas en las que las abuelas tienen que tomar partido. Los nietos que tengan que vivir con un padrastro o madrastra podrán encontrar en su abuela una mano que les resulta familiar, una presencia fuerte y cariñosa. El peligro en estas situaciones es que la abuela tome partido en caso de separación difícil, criticando al padre o a la madre. El papel de la abuela en estos casos es la de ayudar a los nietos a que superen esta situación, explicándoles que su madre y su padre siempre les querrán. Podrá ofrecerse a escuchar las confidencias de sus nietos sin juzgar ni denunciar. Esta actitud es muy difícil por el dolor personal de la abuela, por las emociones negativas experimentadas ( ira, resentimiento, pena), pero éstas no deben ser proyectadas y no hacer de sus nietos un instrumento de venganza personal. Si esto es muy complicado quizás se pueda pedir ayuda a un psicoterapeuta. 

" Una abuela debe estar presente cuando se la necesita, y no estarlo cuando no se necesita" Françoise Dolto

Encontrar el justo lugar en la relación madre-hija (Parte II)

Algunos tipos de madres que dificultan la realización personal de las hijas:

Madres abandonadoras: 

La eterna MADRE llorona, quejica, que convierte a su hija en una enfermera, una sanadora a domicilio de sus eternas heridas. La vida ha hecho de ella una víctima. La muchacha se convierte en madre de su propia madre.
También encontramos en este apartado a la MADRE que abandona a su hija para desarrollar su vida personal y social, realizándose en sí misma y para sí misma sin importar a qué precio, y buscando el reconocimiento en sus éxitos y en la opinión de los demás. Con esto relega a su hija al fondo del cajón.

Las HIJAS de estas mujeres corren el riesgo de permanecer unidas a la nostalgia de lo que pudo haber sido y nunca fue. El triste deseo de la niña puede centrarse en la espera desesperada de un reconocimiento por parte de su mamá. Muchas hijas habrán jugado a ser la muchacha perfecta para sentirse por fin amadas.
Estas chicas, sin saberlo, esperarán de la vida, de su pareja y del trabajo aquella caricia materna que nunca obtuvo en su infancia. Realizará elecciones inestables, con parches, con el fin de compensar su inseguridad emocional.
Tanto en estas madres como en sus hijas es fundamental para liberar sus emociones negativas contenidas ( pena, ira y odio) que cada una trabaje ( terapéuticamente hablando) para aceptar hablar cara a cara con la otra.
Las hijas deben ser conscientes de que un día tendrán que ser capaces de hacer frente a su madre para expresar su resentimiento. 
Más tarde será imprescindible concienciarse de que una madre abandonadora NO lo fue forzosamente por falta de amor, sino que su AUSENCIA PSICOLÓGICA HABLA SOBRE UN PASADO DOLOROSO SOBRE EL QUE SE CONSTRUYÓ SU VIDA.
Al final del camino, el aprendizaje del perdón, siempre y cuando sea posible, permitirá estar en paz con una misma para poder evolucionar en el camino de la vida.

Santas madres

"A santa madre hijo perverso" Lacan.

Aquellas mujeres que llevan la maternidad a flor de piel. Es " demasiado madre", y ha dejado a la MUJER en una fase larvaria. No ha sido capaz de desarrollar una vida propia y lo compensa con el sentimiento de poder existir en algún lugar, eligiendo el de la maternidad. 
Cuida de sus hijos y es omnipotente. 
Se anticipa a los deseos de su hija, o no le permite tenerlos, le hace la vida más fácil y le da el biberón de por vida.
Son madres que desde el exterior se ven irreprochables, excelentes..." santas madres".
Hay que saber que una presencia abusiva no constituye una señal de amor, sino una intrusión invasora que no tiene en cuenta la voluntad del otro.
Su hija , sin autonomía, dependen de este cómodo lazó de apego; incluso les resulta más fácil succionar la leche materna que ganarse el pan con el sudor de su frente.
Una hija de una madre pegajosa lo tiene complicado...¿ cómo " decir No "a una madre tan cariñosa, tan presente...tan "santa madre"?
Ese es su objetivo, aprender a decir NO para encaminarse hacia ella misma, y trabajar para reconstruirse, de lo contrario es muy posible reproducir el esquema de la madre.

Madres que compensan con su hija una insatisfacción.

El objetivo inconsciente de estas madres es reparar un daño a través de su hija. También pueden intentar compensar una vida conyugal no satisfactoria. La única forma es realizarse a través de su hija, que corre el peligro de desarrollar un" falso YO", una personalidad alejada de su verdadero potencial.
Estas hijas tratan de responder punto por punto a las esperanzas de una madre. La hija deberá seguir no su propio sueño, sino los de su progenitora. Pondrá toda su energía en intentar no decepcionarla.
Esta relación está marcada por una gran violencia psicológica.
Por este motivo existe un odio contenido, una culpabilidad que compromete a someterse, a no ser una misma para no decepcionar a esa madre que tiene profundas insatisfacciones que deben cumplirse.
Finalmente la muchacha estalla y expresa a su manera, a través de la angustia, la depresión y la crisis lo que no pudo decirle con palabras a su madre.
Para liberarse es necesario ser consciente de la culpabilidad interiorizada que impide aprender a decir NO y deshacerse de ella. Hay que pasar por el dolor de la "traición"a la madre... Y aprender lentamente a observar de cara sus propios deseos.

La madre paradójica

Es una madre inconstante, que habla y dice lo contrario, que después de propinarte una bofetada te da un caramelo. En ella domina la ansiedad, que arroja sobre los otros. Es indecisa y cambia de rumbo constantemente. Se entromete en todo, , lo sabe todo acerca de cualquier cosa y es la reina de las certezas acerca de su hija.

Las hijas de estas madres requieren de malabarismos para " huir" de ellas. Aprender a quitarse el sentimiento de culpa hacia aquella que se queja por no ser correspondida, y construir una base de autoestima para atreverse a tomar sus propias decisiones.

Ver Parte I de este artículo

Raquel ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece
 

Encontrar el justo lugar en la relación madre-hija (Parte I)

Toda madre juega un papel fundamental en la vida de su hija, y por una buena razón: se trata de la primera referencia femenina que ésta tiene. La relación que sucede entre ambas en ocasiones es ambivalente: una mezcla entre amor y odio donde a veces es difícil encontrar un lugar adecuado. 

La principal dificultad se puede resumir en las siguientes palabras de Erich Fromm: "La relación madre- hijo es paradójica y, en cierto sentido, trágica. Requiere el amor más intenso por parte de la madre, sin embargo, todo ese amor debe ayudar a que el niño crezca y se aleje poco a poco de ésta, hasta convertirse en un ser totalmente independiente".

¿ Dónde debe poner el límite una madre para que permita la autonomía e individuación de su hija?
¿ Dónde debe poner el límite la hija para que pueda expresar sus propios deseos y su identidad? 

Y ¿ cómo hacerlo sin sentir la culpabilidad de creer traicionar a la madre al seguir su propio camino? 

Como la madre es la primera que está cuando se crea esta relación, pondremos el foco de atención en ella y en su actitud en las dos etapas fundamentales del desarrollo vital de todo ser humano: la infancia y la adolescencia. Así mismo describiremos y analizaremos el perfil de algunas madres que pueden dificultar este dúo, las consecuencias de sus actos en sus hijas y algunas soluciones posibles para hallar ese justo lugar. Por último, se examinará la relación desde el punto de vista de la cadena generacional: como ser madre después de la propia madre y el papel de la madre convertida en abuela.

Infancia

Una de las dificultades entre madre e hija reside en que son del mismo sexo. En los primeros meses de vida, la madre debe poder proporcionar a su hija cuerpo, alma y corazón; a la vez, la madre debe mirarla, reconocerla, pero sin buscarse a ella misma en esta mirada, sin considerarla su reflejo.
La tentación de la confusión es muy fuerte si la madre no ha saldado sus cuentas con el pasado o si existen heridas emocionales no resueltas, puesto que tenderá a "mirarse" en su hija sin darle a ésta un lugar como una persona singular, diferente, y comenzará a proyectar en ella sus propias frustraciones y deseos.
Amar a la hija es aceptar poco a poco no continuar siendo un único cuerpo para ella, y dejar un lugar al padre o su sustituto. La actitud , las palabras y las acciones del padre o sustituto son lo que permitirán al bebé centrarse en otra cosa, en los demás, en el mundo.
Poco a poco, mientras la hija vaya creciendo, la madre debe ir haciéndole entender que son personas diferentes: por sus acciones, actividades personales, lucrativas o no, debe demostrar que no es sólo madre, que también existe fuera de esa función. En este sentido se trata de dos personas que deben vivir cada una su " deseo singular".
Si la madre sólo se siente realizada a través de la maternidad, la progenitora creará una dependencia y un sentimiento de culpabilidad en la hija si ésta empieza a mirar hacia otro lado para crecer.

Adolescencia

La adolescencia es un momento de metamorfosis y transformación fisiológica donde se despiertan y se comienzan a exteriorizar los posibles conflictos existentes. 
Uno de los posibles conflictos está relacionado con la competencia entre mujeres en cuanto a " lo femenino", aunque esas mujeres sean madre e hija. En este momento evolutivo es necesario que la madre acepte su edad sin rechazar el envejecimiento. Empezar a construir la diferenciación entre ambas es difícil si existe en la madre una voluntad de imitar a su hija en cuanto a la elección de su indumentaria, su manera de hablar, el ocio o sus modelos. 
Sería bueno revisar su historia y aceptar que el pasado es pasado, y es un buen momento para hacer un balance lúcido y honesto de las insatisfacciones personales sobre proyectos que no se han llevado a término o sus " deseos singulares" que vuelven a aparecer, y autorizarse a recuperar el movimiento en sí, la confianza en uno mismo y la pasión por la vida.

El hecho de existir como mujer anhelante es crucial para la construcción de la feminidad de su hija.

ENTRE UNA MADRE Y UNA HIJA NO ES RECOMENDABLE COMPARTIRLO Y CONFUNDIRLO TODO, SI NO, ¿CÓMO PODRÁ LA CHICA CONSTRUIR SU INTIMIDAD, SU AUTONOMÍA? 

Para acompañar de una forma adecuada lo que una madre debe aprender a comprender es que CRECER ES DIFERENCIARSE. 

En este sentido debe respetarse la intimidad, como, por ejemplo, el deseo de retirarse al dormitorio. Del mismo modo, sería adecuado que los primeros novios fueran aceptados sin ningún tipo de juicio o voluntad de orientación, ya que de lo contrario se interpretaría como una manera de controlar y de evitar que la niña crezca y se identifique con sus propios deseos.
La madre ha de aceptar no ser la única referencia, al contrario de lo que ocurría en la infancia. Es necesario tener el duelo por la niñita que su hija ya no es.

En cuanto a la hija, en ocasiones, diferenciarse de la madre implica romper con la madre,rebelándose, con grandes fracasos escolares, en exámenes o en otras cosas que no se deseaba hacer. Rebelarse forma parte de la evolución de la persona de la adolescente.

Las chicas deseosas de seguir su propia vida deben trabajar para evitar sentirse culpables. CRECER ES IR HACIA UNA MISMA, lo que no impide el afecto con su madre y compartir ciertas cosas de la vida, cada una conservando su vida y su intimidad

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece



Bibliografía: Poncet- Bonissol, Y., " La relación madre-hija". Ediciones Obelisco, España 2014.

Imágenes: Gioia Albano
Regina Garialdi
Flor Méndez

Escapar de la gente tóxica

Una relación tóxica es aquella en la que después de un encuentro "me quedo mal": triste, de mal humor, incómodo o humillado.

Las relaciones tóxicas aparecen en cualquier contexto de la vida, donde menos lo esperamos;
muchas relaciones tanto de pareja como amistosos, incluso familiares son tóxicas, esto implica que dichas relaciones en lugar de ayudarnos a crecer, ser mejores personas, ser un apoyo en los malos momentos, etc., suponen todo lo contrario: minan nuestra autoestima, nos suponen un estrés añadido, nos impiden ser nosotros mismos, desarrollar nuestras potencialidades y ejercer nuestra libertad como individuos.

Al tratar de adaptarnos a la otra persona, y evitar contrariarla o que se sienta mal, nos vamos anulando y reprimiendo nuestros sentimientos y necesidades reales. A largo plazo sufriremos algún problema psicológico y emocional, incluso estaremos somatizando físicamente algún síntoma derivado de nuestro estrés emocional.

Podemos estar enganchados a una persona tóxica o estar contribuyendo a construir una relación tóxica. En cualquiera de estos casos, conviene romper la relación o establecer unos límites claros y distanciarnos de esa persona.

¿Cómo puedes identificar que sufres una relación tóxica?

  • ¿No disfrutas tanto con esta persona que con otras, con esta persona siempre hay algún momento en que todo cambia y lo bueno se viene abajo? En definitiva, ¿en términos generales cuando estás con esa persona estás más tiempo ansioso/a que relajado/a?
  • ¿Tu estado de ánimo depende mucho de esta persona?
  • ¿Sientes que tus decisiones están contaminadas siempre por la opinión de la persona tóxica, al final haces lo que esa persona quiere y no lo que tú sientes que quieres?
  • ¿Te sientes culpable en muchas ocasiones con esta persona? ¿Te culpabiliza a ti por los errores del tipo que sean?
  • ¿Te sientes ridiculizado/a o humillado/a? ¿Esta persona consigue avergonzarte a menudo?
  • ¿Esta persona limita en parte tu libertad, no pudiendo hacer o decir lo que quieras? ¿Te da miedo expresarte?
  • ¿Tu vida empieza a girar sólo en torno a esta o estas personas?

Si tu respuesta es sí a caso todas estas cuestiones, definitivamente sufres una relación tóxica

Cuando sentimos una dependencia enorme hacia alguna persona y sentimos que esa persona nos influye enormemente en lo que pensamos, sentimos y hacemos, nos sentimos enganchados a esa persona y nos sentimos metidos en un círculo negativo del que no sabemos salir, nuestra autoestima se viene abajo a aún es más difícil ver la realidad y dar un paso, se tiende a justificar todo de la persona tóxica y se ponen barreras para que otras personas del entornos nos ayuden.

¿Por qué caemos en una relación tóxica?

Quizá se parte de una autoestima baja y eso hace que percibamos a los demás siempre por encima de nosotros, o seamos personas complacientes que quieren agradar siempre a los demás aún a costa de salir perjudicados y no ser ellas mismas. Es posible que la persona tóxica nos haya hecho sentir que somos imprescindibles para su felicidad y bienestar (las personas tóxicas suelen ser manipuladoras).  Otro factor es el miedo a la soledad, si sentimos que es muy probable que estemos solos o sufrimos una situación de privación afectiva o social por alguna razón, seremos más propensos a caer en una relación tóxica.

¿Y si yo soy tóxico/a en la relación?

En una relación tóxica al final no sabemos quien es el tóxico y quien la víctima, ya que se acaban intercambiando los papeles. Lo importante, si tengo sospechas de que estamos viviendo una relación tóxica es observar nuestra relación con honestidad, ser sinceros con nosotros mismos en relación a nuestra conducta y la del otro, sobre lo que la relación y la otra personas nos aporta y lo que nosotros aportamos al otro.

¿Qué podemos hacer?

Lo primero es observar y observarme, a partir de ahí la mejor arma es desarrollar la habilidad de la comunicación asertiva para poner límites a la otra persona. Y por supuesto, trabajar la autoestima para conocerme y quererme mejor. En ocasiones, será necesario distanciarse de esa persona por un tiempo y dosificar las interacciones, en otros casos, lo mejor será romper definitivamente la relación.

Las relaciones personales tiene sentido en la medida que supongan una ayuda mutua, disfrute y bienestar mutuo y la sensación de aceptación y cariño incondicional de quien es tu amigo, tu pareja o tu familiar. si no creces con el otro, no merece la pena.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece