Sanar la autoestima desde el autoconocimiento

Autoestima:  Forma en que las personas se sienten con respecto a sí mismas, y cómo se valoran.

Nos hemos acostumbrado a describir nuestra autoestima en términos “baja” o “ alta”. Y todas las personas la queremos alta.

Cuando en terapia indagamos en qué significa autoestima alta, nos encontramos con una definición casi mágica, pues se relaciona con poder enfrentar (todas) las situaciones problemáticas desde la seguridad y, por tanto, dar buenas soluciones, manejar conflictos sociales saliendo airoso, aceptar el rechazo sin pasarlo mal, arriesgarse ante un peligro, no tener debilidades ni puntos flojos, no tener inseguridades, etc.

Queremos aprender herramientas y estrategias para poder llevar a cabo los sueños expuestos anteriormente. Queremos dejar de lado las debilidades y aquellas características nuestras que nos parecen terribles y que no llevan a nada, y transformarlas en virtudes, capacidades y habilidades consideradas positivas. Queremos dejar de ser nosotras mismas, ser otra persona.  Una batalla perdida.

En toda esta idea hay un trasfondo de comparación. En la propia definición de autoestima ya se habla de “valorar-se” a una misma. Siempre que hay una valoración sobre algo, se realiza en comparación con un referente. Yo soy “mejor” o “peor”, (¿ que quién?) “buena” o “mala” (¿comparada con qué? ¿para quién?)

Siempre hay algo con lo que entrar en continua comparación: con los demás, con la idea que tenemos de los demás,e incluso con una idea hiper-mejorada de nosotras mismas.

Con esto quiero decir que tenemos una idea de la autoestima mal planteada desde el principio. Suponemos que estaremos mejor con una autoestima alta, pero desde “lo alto” seguiremos manteniendo el puesto a costa de compararnos con los que están a bajo.

Quizás es mejor empezar a hablar de una autoestima sana,  ni alta ni baja. Y una autoestima sana deja de lado completamente la comparación. No la necesita.

Un pequeño inciso para exponer la diferencia entre Ideal del yo y Yo ideal, términos que nos van a servir para enlazar autoestima y autoconocimiento.

Ideal del yo: lo que debo ser , la imagen que se debe tener para ser digno de amor.

Está fundado sobre lo que imaginamos que son los valores del otro. Si soy así y hago esto, me querrán.

Yo Ideal:  lo que considero que debo hacer para estar de acuerdo con mis propios valores y poder realizarme plenamente.

En el ideal del yo hay un proceso comparativo. Mi referencia son los valores del otro.

Debemos empezar a dejar de lado Ideal del yo y centrarnos en el Yo ideal, que trabajará en la búsqueda de uno mismo, en construir los propios valores y , valga la redundancia, darles valor. El foco de atención dejará conseguir amor del otro, sino en amarse uno con lo que es, con lo que tiene y no tiene, con sus luces y sombras.

La base de una autoestima sana es el autoconocimiento.

“Conócete, acéptate, supérate”

San Agustín.

“Nosce te ipsvm” Conócete a ti mismo

“Nosce te ipsvm” Conócete a ti mismo

El autoconocimiento es el resultado de un proceso de reflexión mediante el que se adquiere la noción de nosotros mismos, de nuestras capacidades, limitaciones, cualidades y defectos. Nos permite reconocernos como individuos únicos, diferentes de los demás.

Podremos sacar información para conocernos a través de la relación con nosotras mismas y con los demás.

Estos artículos te pueden interesar: Ponerenlaces

Preguntas para hacerse alguna vez en la vida

Ayudando a nuestros hijos a conocerse mejor

Vamos a encontrar cosas que nos agraden, que nos desagraden, que nos encanten y que odiemos. Todo esto nos hace únicos y nos define como personas.

A medida que recogemos información, vamos configurando nuestro autoconcepto. Esto son las creencias que tenemos de nosotros mismos. Estas creencias se van a manifestar en nuestra conducta. Si creemos que somos , por ejemplo, “tontos”, actuaremos como tal, y todo lo contrario si nos creemos “inteligentes”.

Poco a poco iremos realizando la autoevaluación de lo que somos. Es necesario ser críticos con nosotros mismos . De todas las cosas que vamos averiguando , tendremos que identificar lo que nos beneficia, es decir, nos ayuda y hace crecer, o nos entorpece en nuestro desarrollo como personas.

Casi de forma inevitable entraremos en un proceso de juicio hacia nosotras mismas. Hemos ido viendo cosas que nos encantan, pero también cosas que nos desagradan. Seguramente habremos visto más cosas desagradables y que no queremos tener ( por eso de compararnos con un referente ideal, como explicaba con anterioridad)

Es importante en este paso no caer en una valoración personal global. No somos “malos, egoístas, sumisos, tontos, etc.”. A veces podemos tener comportamientos/actitudes así. Pueden ser una parte de nosotros, los tenemos, pero no lo somos.

Muy ligado a este momento de evaluación está el de autoaceptación. Admito en mi todas mis características. Reconozco mis formas de sentir y ser. No tengo nada bueno ni malo. Soy lo que soy.No me culpo de lo que soy, sino que me responsabilizo de ello. Cuando me responsabilizo, puedo buscar soluciones y mejorar.

“Lo que resistes, persiste

Lo que aceptas se transforma”

Cuando legitimo lo que soy, es decir, cuando me doy derecho a ser lo que soy, empiezo a trabajar en el respeto hacia ello. Empiezo a tratarme bien, no por nada especial, simplemente porque soy y lo merezco. Atiendo mis necesidades,  deseos y valores. Expreso y manejo de forma adecuada hacia mí y los demás mis los sentimientos y emociones. Me cuido, me atiendo, me protejo. Empiezo a amarme.

(Artículo de asertividad estaría guay)

En la cúspide de la pirámide encontramos la autoestima.

Es el resultado final y la síntesis de los pasos anteriores. Si me conozco, voy creando mi escala de valores , me acepto y me respeto, mi autoestima será sana.

La diferencia entre autorespeto y autoestima se encuentra en que el autorespeto está basado en cómo me trato, y la autoestima corresponde a lo que yo siento y pienso sobre mí. Son dos conceptos que correlacionan. Es interesante caer en la cuenta de que, si empiezo a respetarme, iré en camino hacia una autoestima sana. Primero es empezar a hacer cosas por uno mismo.

Una etapa que no debemos olvidar en el viaje al autoconocimiento es saber desarrollarse.

Recordemos la frase de San Agustín “Conócete, acéptate, supérate”.

El autoconocimiento no solamente se basa en las limitaciones, sino que también debe de tomar en cuenta nuestras fortalezas. El punto central de esto es tratar de superarnos como personas, ser mejores personas. Es posible porque todos nacemos con cualidades, virtudes, habilidades y capacidades. Simplemente no las vemos, o no las consideramos suficientes.

Arriesgarte a conocerte, dejar de lado las comparaciones y trabajar en una mejor versión de ti misma que incluya todo lo que eres.

Autoestima: aprendiendo a querernos bien

En el lenguaje común, el término autoestima se utiliza para explicar, hasta cierto punto, el grado en que una persona se quiere o valora a sí misma.

Es tremendamente común en nuestros talleres, o sesiones individuales escuchar frases como "no me quiero a mi mismo", "tengo una autoestima muy baja" o "no me valoro".

Unos de los puntos importantes que nos gusta destacar, es que la autoestima no es un depósito que se tiene lleno o vacío, lo que sí es cierto, es que la autoestima emana de la valoración que hace la persona sobre si misma, sus fortalezas o debilidades, y su autoconcepto. Pero el término de autoestima alta o autoestima baja no nos gusta demasiado, preferimos hablar de autoestima dañada o sana.

Imaginémonos una personalidad narcisista. Para quien no esté familiarizado con el término lo explicamos. Es un tipo de personalidad, o rasgo, que llama la atención porque la persona nos da a entender que tiene un alto concepto de sí misma, tiende a achacar los errores a los demás o al entorno y a percibir los triunfos a su persona o a su gran capacidad. Estas personas, tienen una gran dificultad para aceptar o asumir errores, y una forma de concebir el mundo muy egocéntrica, lo que les dificulta a la hora de aprender, adaptarse a su entorno, o profundizar en sus relaciones personales, ya que, con mucha facilidad, podrán ser rechazados por los demás. Dan la imagen de sentirse superiores al resto, y se comportan con los demás como si eso fuese cierto. El ejemplo que hemos definido sería un narcisista de libro, pero existen muchas modulaciones de esta personalidad en el mundo. ¿Os suena alguna persona de vuestro entorno?... Si no es así, seguro que rápidamente os vienen a la mente ejemplos de personas famosas relacionadas con esta forma de ser.

Pues este es un ejemplo claro de tener, por un lado, una autoestima muy alta. Pero, ¿consideraríais esto una autoestima sana?. ¿Se está valorando esta persona de una forma realmente saludable?. Por cuestiones como esta, nos decidimos por la clasificación de autoestima sana y autoestima dañada.

 

La autoestima sana, consistiría en ser capaz de valorarnos con justicia, siendo conscientes de nuestros errores o nuestras dificultades.

 

Yo puedo admitir que no soy un gran orador, pero también ser consciente de tener una gran capacidad de trabajo. Quizá no destaque en mi faceta deportiva, pero eso no quita que sea un gran motivador y una persona carismática que hace sentir unida y conectada a la gente que me rodea. Una persona con una autoestima sana, se reprochará con justicia por algo en lo que no haya dado la talla o no le haya salido bien, de forma constructiva, y también será capaz de reconocer sus logros y sentirse orgullosa de ellos, valorándolos, sin despreciarlos o restarles importancia.

Cuando hablamos de autoestima dañada, nos referiríamos justo a lo contrario de la autoestima sana, pero esto no solo incluye a las personas que no se valoran o se valoran poco, sino también a quienes se consideran continuamente los números 1, sin admitir errores, o tratando de ocultar la responsabilidad o de echar balones fuera.

Por tanto, si estamos educando a niños pequeños, o queremos ayudar a alguien con problemas de autoestima, o a nosotros mismos, lo conveniente siempre, es enseñar a esa persona a valorarse de forma sana, en lo positivo y en lo negativo, y no necesariamente cubrirle de elogios o criticarle duramente. La clave está en generar esa reflexión justa, y en lograr ayudarles a explorar sus fortalezas y debilidades por sí mismos.

En el próximo post, os enseñaremos una técnica para explorar el autoconcepto.

¡A quererse se ha dicho! ... pero a quererse bien.