Relaciones que duran. ¿Cuáles son las claves?

 

El amor en tiempos de Tinder, la familia en tiempos de desapego, la amistad en momentos de ambición…. ¿Cómo se consigue, en este contexto, construir relaciones estables y duraderas?

Una de las primeras cosas que valoramos en una terapia psicológica es el universo vincular de la persona que atendemos: qué personas le rodean, desde cuándo están ahí y cómo es su relación. Un universo vincular sano es uno de los mayores predictores de mejoría.

Las relaciones que tenemos hablan de nosotros, de nuestras motivaciones, de nuestra manera en la que nos manejamos con el otro, de nuestro estilo comunicativo, y también nos afectan a la hora de enfrentarnos a las tesituras de la vida.

Ante situaciones complicadas de la vida tenemos dos opciones: construir defensas para evitar el fallo y el daño, o conectar con las amortiguaciones que tenemos en caso de caída y que nos ayudarán a sanar el dolor. Las personas con vínculos estables y sanos, tienden a tener estilos de afrontamiento más activos, con menor miedo al fallo, mientras que las personas con ausencia de vínculos estables y sanos tienen una mayor tendencia a la autodefensa, desde un estilo de afrontamiento evitativo o agresivo.

Es común oír hablar hoy en día de la necesidad de desapego. Frases y eslóganes inundan las redes sociales con un mensaje simple: el apego daña. Estas frases, como todas las que generalizan y se muestran como panaceas para el malestar humano, son tremendamente peligrosas.

Si bien es necesario que las personas sean independientes, inviertan en su bienestar y sean el motor activo de su vida, no podemos olvidar que el ser humano es un animal social, que necesita del otro para estar bien, y que estar bien con los demás no es incompatible con estar bien con uno mismo.

Por eso, el primer paso para construir relaciones estables, sanas y significativas es reconocer su importancia y su aporte a nuestra vida y nuestra salud mental.

Si las relaciones siempre entrañan un punto de complejidad, las relaciones a largo plazo, más. Pero si bien hay muchos factores que favorecen que las relaciones se mantengan en el tiempo (valores comunes, planes de vida comunes, motivación por conceder espacio al otro en la agenda a pesar de las épocas), hay un factor que es vital para que las relaciones se mantengan en el tiempo de manera nutritiva: adaptarse a los cambios vitales y construir una evolución en la relación, y así evitar una relación tóxica.

¿Qué significa esto?

Que un hijo de 20 años no podrá sentirse cómodo con sus padres si le tratan como si siguiese teniendo 5. Que mantener una relación de amistad no puede anclase en las noches de juerga de los 20. Que un empleado no se sentirá valorado si sus condiciones y sus funciones siguen siendo las mismas diez años después de entrar en la compañía.

La vida avanza y es imparable. Cambiamos: nuestras motivaciones, nuestras necesidades, nuestra situación vital…. Por eso, cualquier relación que se proponga para mantenerse en el tiempo tiene que aceptar esos cambios, como oportunidades para reconfigurar la relación de unan manera satisfactoria para todos.

El cambio no es el enemigo, sin embargo, así lo entendemos. “Ahora que tiene novio no hará cosas conmigo”, “con su nuevo trabajo me va a dejar de lado”, “la enfermedad de su familiar va a disminuir su rendimiento”… Todas estas premisas son las culpables de que rompamos lazos, llevan implícita una idea estática (si las cosas cambian ya no hay espacio para nosotros) y dicotómica (o estamos como sabemos o no estamos).

Cambiar la manera de afrontar los cambios, visualizándolos como una oportunidad para construir un nuevo escalón en nuestra relación nos hará fortalecer el vínculo, mandando un mensaje de apego seguro: juntos podemos encontrar la manera de hacer algo diferente que nos sea satisfactorio.

Esa construcción necesitará de sinceridad y de responsabilidad para expresar al otro lo que necesitamos de él. Es posible que en los inicios, tras un cambio, las relaciones necesiten de un reajuste. Una forma de negociación implícita en la que cada uno va mostrando sus límites y sus necesidades. Ese reajuste será el andamiaje de lo que más tarde será una sucesión de ladrillos que crearán una nueva realidad.

Y al final, esos peldaños construidos y transitados con el otro son los que os identificarán y os harán sentir esa gran sensación de que, juntos, podréis acompañaros en todas las tesituras de la vida.

El amor, ¿de quién depende?

5FDD2F11-53C3-48C3-8A06-DD4ED5A736FE.jpeg


Si en algo coincidimos todos es en que el amor es difícil. Desde encontrar una persona que te genere ese nosequé que queseyo hasta mantener una relación duradera, hay una sucesión de pasos que hacen que concluyamos que esto del amor, es casi un milagro.

A27F3F83-A388-4BAD-A85E-1E892ABC6DE4.jpeg

Cierto es que, en este juego del amor, hay muchos factores incontrolables. No podemos controlar que las personas que encontramos en nuestro camino
cumplan con nuestros estándares, ni que  estén abiertos a emprender el camino de apertura y descubrimiento que implica el inicio de una relación, ni que busquen el mismo modelo de relación que nosotros y nosotras... Sin embargo, vivirlo desde una vision casi azarosa nos puede hacer tomar una
actitud de gran pasividad, que derive incluso en actitudes apáticas o
defensivas.

Pero, ¿donde estamos cada uno en todo esto? ¿Seguimos siendo la princesa a la espera de que el príncipe luche contra nuestros dragones para abrirle nuestro corazón? ¿Seguimos siendo ese príncipe a la espera de encontrar una princesa que se entregue plenamente después de proponernos un reto para sentirnos seguros? Sin duda, este planteamiento pasivo del amor nos traslada a lugares tan antiguos como peligrosos.

Necesitamos conquistar nuestro territorio, tomar nuestra parte de responsabilidad en cada uno de los pasos y ejercer nuestra parte de poder.


¿Estoy haciendo todo lo que está en mi mano hacer para conocer a personas?

¿Estoy favoreciendo que esta relación avance?

78D31426-0C42-473D-92F7-4D9E5D3199F8.jpeg

¿Qué puedo hacer para que mejore esta crisis de pareja?

¿Tengo heridas que están influyendo en este campo y debería sanar?


Este enfoque nos permitirá dar luz a un mundo que en ocasiones nos confunde con sus sombras, nos hace sentir perdidos y nos llena de angustia. Tomar nuestra responsabilidad nos coloca en un rol activo, nos abre esperanza y una visión positiva, o, al menos, más poderosa.

Pero, ¿por qué nos cuesta tanto tomar nuestra parte de responsabilidad?

Históricamente, el amor se ha tratado de manera categórica, entendiendo que existe sólo una manera de amar, una manera de vivir el amor, como si fuese una calle de sentido único. Esto nos lleva a esa actitud de dejarnos llevar, sintiendo que en ese carril habrá giros a la izquierda y la derecha que, suponemos, forman parte del camino. Nos lleva a vivir esos giros como inesperados, y a no saber cuándo se volverá a re alinear el camino.

Por eso, reconozcamos la complejidad de tan amplío tema, con todas sus matices, viendo las partes que no controlamos, pero sin perder de vista todos los campos en los que nuestra influencia va a tener un peso clave. Y una vez detectadas nuestras responsabilidades,  nuestro poder, ¿vas a renunciar a él?

Sobre el amor: Hasta que la realidad irrumpe

Hay un tiempo de convivir con mariposas en el estómago. Hay un tiempo en el que las caricias, besos y demás gestos especiales son lo primero en la mañana que queremos ofrecer al amado/a. Un tiempo donde las diferencias con él/ella se ven como cosas insignificantes que noscomplementan, o que se solucionarán, porque " ya me encargaré yo de que le guste lo mío".

Y de repente, llega el tiempo en el que nos encontramos con el otro de verdad. Es ese momento en el que lo cotidiano nos hace descender de ese maravilloso mundo del amor donde todo es posible. Y, a veces, descendemos de golpe y porrazo. Empezamos a ver comportamientos que no nos cuadran con ese "hombre/ mujer del Olimpo" del que nos enamoramos.

 ¿ Es que me ha engañado?

Es imposible conocer al otro desde el primer momento. A medida que va pasando el tiempo, se dan circunstancias vitales que nos hacen responder de una forma u otra, mostrando así nuevos comportamientos que antes desconocíamos en el otro ( y en nosotros mismos).

Y en otras ocasiones, esos mismos comportamientos sí aparecían, pero el AMOR nos hacía justificarlos, dulcificarlos, o incluso tratarlos como algo que podría cambiar.

 Es un momento de vértigo. ¿ Continúo la relación?

No te asustes. Forma parte de la evolución normal de las parejas, por lo que debes interpretarlo con naturalidad a pesar del dolor y angustia que produce.

IMG_0378.JPG

Es una oportunidad para ver al otro como un igual, sin mitificaciones . Es, por fin, poder " ver" al otro y que nos " vean", sin disfraces, sin máscaras. Es momento de centrarnos en nosotros y en el otro y dejar de lado nuestro AMOR POR EL AMOR.

A partir de aquí, la decisión que tomemos con respecto a la continuidad de la relación NO se debe fundamentar en el dolor y el desengaño que nos produce esa desidealizacion, sino en si al reconocer al otro con sus verdades y mentiras, deseamos que esa persona sea la compañera que queremos al lado para compartir camino.

En resumen: aprovecha la crisis para mirar con otros ojos y darte cuenta de la persona que tienes enfrente.

Os invito a realizar un ejercicio que os puede ayudar a descubrir a quién tienes a tu lado:

1. Durante una semana apunta en un folio en blanco las cosas que vayas viendo de tu pareja que te gusten. Cosas lo más específicas posibles, no generales. Cosas que veas, no que supongas que hace. Gestos contigo, con los otros.

2. La siguiente semana apunta las cosas que no te gusten. Igual que antes, cosas lo más concretas posibles. Si no sabes por qué ha hecho algo, pregunta antes que inventar o suponer.

3. Al cabo de esas dos semanas haz una valoración de los folios, no por la cantidad de cosas escritas, sino por la calidad. La valoración debe venir dada no por cómo debería ser una relación, sino por cómo quieres que sea la tuya.

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga y terapeuta

Grupo Crece

 

Infidelidad: naturaleza o cultura ¿Decidimos si somos fieles?

infidelidad karla patri

Se ha discutido mucho desde un punto de vista científico si somos fieles o no por naturaleza. Empezaremos con un análisis antropológico descriptivo (sin entrar en juicios éticos o morales) para pasar a un análisis psicológico y dar unas pinceladas de los diferentes tipos de infidelidad que podemos encontrar en nuestra sociedad.

Nuestro objetivo es desmitificar la infidelidad, normalizarla y ayudar a los lectores a identificar las diferentes causas de ser infiel. Desde ahí apuntaremos a los valores que tenemos asociados a la infidelidad y el sistema de creencias que lo sustenta desde una perspectiva psicosocial. De cara a potenciar una mayor conciencia a la hora de “ser o no ser infiel”.

Los antropólogos en general lo tienen bastante claro. La infidelidad es algo natural e intrínseco a la naturaleza humana al igual que se observa en animales.

Sin embargo, existen formas diferenciadas de considerar la infidelidad reguladas por normas socioculturales según las culturas o pueblos, incluso animales como los primates tienen comportamientos de infidelidad regulados por normas sociales. Parafraseando a José Antonio Marina: “somos un híbrido entre biología y cultura”, no podemos defender más el peso de lo biológico sobre lo socio-cultural o viceversa, y la cuestión de la infidelidad no se salva de esto.

Hay más discrepancia en los estudios en relación a conceptos como el de monogamia y poligamia. Khomegah, dentro del modelo de la antropología social, defiende que en buena parte de su historia, los seres humanos debieron vivir en sociedades donde la poligamia era una forma de estructura familiar común. Por otro lado, Helen Fisher, una de las antropólogas más reconocidas defiende la tendencia humana a la monogamia como manera de estar en pareja, desde una perspectiva psicobiológica y antropológica, aunque culturalmente se hayan dado casos de poligamia desde tiempos remotos en la historia de la humanidad. Si bien, ciertamente el número de sociedades auténticamente poligámicas es bastante reducido según los datos disponibles.

Pero con relación a la fidelidad, Fisher y sus colegas son muy tajantes, la infidelidad y el adulterio forman parte de patrones habituales de comportamiento.

La tendencia en los seres humanos es a la variedad de parejas a lo largo de la vida del individuo. En culturas primitivas, según datos aportados por Fisher, el cambio de pareja se producía aproximadamente a los 4 años, tiempo que coincidía con el destete de los niños, ambos progenitores se sentían más libres ya que sus retoños eran ya menos dependientes.

Las separaciones y las posibilidades económicas se relacionan estrechamente en todas las culturas, la antropóloga Nancy Howell, lo investigó en la década de los setenta. Las conclusiones de sus estudios indicaban que, cuando había más posibilidades económicas, aumentaba el índice de divorcios, un caso interesante es el de la cultura !kung; en dicha cultura, tanto el hombre como la mujer aportaban económicamente a la familia, y el índice de rupturas estaba en torno al 40% y después era habitual que contrajeran nuevos enlaces también.

Según datos de un estudio en Finlandia realizado entre los años 1974 y 1987, el mayor porcentaje de rupturas se producía en el tercer o cuarto año de relación y este porcentaje declinaba a medida que las parejas seguían juntas un mayor tiempo, parece también, que la comparación de este estudio con los datos de estudios en otras culturas mantiene la misma relación.

Es decir:

Las parejas rompen como media tras llevar tres o cuatro años de relación y es menos probable la ruptura si la relación supera este número de años.

Las posibilidades económicas y la distribución de la riqueza entre el hombre y la mujer aumentan el número de divorcios o rupturas, y tras esto se establecen nuevos vínculos afectivos.

Otro tema interesante es el tabú que siempre ha habido en torno a la infidelidad, es algo generalizado en las diversas culturas aunque hay excepciones.

Los vínculos extramatrimoniales en las diferentes culturas suelen ser furtivos, no es aconsejable hablar de ellos y suele ser cosa de compartir en círculos muy íntimos, pero no siempre es así.

El préstamo de la esposa, conocido como hospitalidad femenina, es habitual para los pueblos esquimales, esto favorece los vínculos de amistad y sólo se hace si la esposa está de acuerdo.

La cultura kuikuru de la selva brasileña considera normal la libertad sexual, sólo es castigada si eso implica el descuido del hogar y otras obligaciones domésticas.

A lo largo de nuestra historia en Europa, también tenemos ejemplos de ello, el señor feudal se reservaba el derecho a desvirgar a la novia de su vasallo (el derecho de pernada) y en muchas culturas europeas, hasta hace bien poco, que el marido tuviese escarceos o amantes era algo “normal” y no considerado adulterio, salvo que fuese la mujer quien actuase de esta manera.

En muchas culturas las relaciones extramatrimoniales han estado estrictamente prohibidas para las mujeres, corriendo peligro sus vidas.

No siempre se asocia adulterio con hacer el amor; tener un amigo o recibir un favor de alguien del otro sexo; en muchas culturas se considera adulterio cosas como pasear con alguien del otro sexo o recibir un regalo de alguien del otro sexo, incluso si la mujer es viuda, y aún en nuestros días existen muchas parejas que no están cómodas o no permiten las relaciones de amistad viviéndolo como un posible competidor/a.

A pesar de trabas y tabúes, a pesar de nuestro rechazo ante la infidelidad, considerándolo algo inmoral, a pesar de los sentimientos de culpa asociados a ser infiel, a pesar del riesgo que asumimos de romper nuestra familia o provocar rechazo social, las estadísticas nos muestran que no evitamos las relaciones extramatrimoniales.

El sexólogo Alfred Kindsey en la década de los cuarenta y cincuenta indica que de los 6.427 maridos encuestados, más de un tercio habían engañado a sus esposas, el 26% de las 6.972 mujeres casadas, divorciadas o viudas que fueron entrevistadas habían tenido relaciones extramaritales antes de los 40 años, un 19% con cinco amantes. En los años 70, un estudio dirigido por Morton Hunt revela datos parecidos. La infidelidad masculina era más frecuente hasta los 30 años y la femenina a partir de los 35 años. En los años 80, una encuesta realizada por la revista Cosmopolitan señala que el 72% de los hombres y el 54% de las mujeres, tuvieron aventuras amorosas durante sus matrimonios. Todos estos datos se refieren a población norteamericana.

infidelidad

¿Por qué la infidelidad?

Desde una perspectiva darwiniana, si el hombre tiene variedad sexual es más probable que sus genes no desaparezcan. Pero en el caso de la mujer, no puede engendrar cada vez que copula, teniendo en cuenta el periodo de gestación y lactancia, no es por tanto, la motivación de trasladar sus genes la que sustenta evolutivamente la infidelidad, sino la de obtener bienes  servicios adicionales, la subsistencia complementaria y conseguir variedad en los ADN, garantizando la subsistencia del hijo más fuerte. Esta tendencia biológica sigue latiendo en nosotros como un instinto de supervivencia que nos lleva a reaccionar ante determinados estímulos, igual que la activación del miedo nos lleva a protegernos aunque sea un miedo irracional.

Desde una perspectiva psicológica, habría muchas otras motivaciones relevantes además de la supervivencia de la especie, podría ser que algunas personas quisieran ser descubiertas para que tras tocar fondo en la relación, se resuelva un conflicto matrimonial, o para satisfacer necesidades insatisfechas en la relación de pareja y que esta fluya mejor, o para tener una excusa y poder romper su relación, o quizá sentirse especiales, más deseados, por la necesidad de deslumbrar continuamente, por venganza, la excitación del peligro, sentirse jóvenes buscando las novedades…

El peso de las variables socio culturales sobre la cuestión de la infidelidad, los valores de cada persona al respecto cumplen también un papel esencial.

ruptura afectiva

¿Decidimos ser infieles? Motivaciones de la infidelidad.

Los seres humanos no nos guiamos únicamente por instintos biológicos. Si somos infieles lo decidimos, con mayor o menor reflexión, o con mayor o menor conciencia de por qué y para qué lo hacemos, pero lo decidimos.

Hay diversos motivos que nos llevan a ser infieles y no podemos meter el tema de la infidelidad en un mismo saca.

En mi experiencia como psicoterapeuta me encontrado con una gran variedad de circunstancias y casos diferentes que podría agrupar en los siguientes.

1.  Mi pareja y yo ya no nos queremos, o las cosas van bastante mal, quizá no somos muy consientes de lo que pasa en la relación, pero hay unas necesidades afectivo-sexuales sin cubrir (suelen pesar más las necesidades afectivas que son mucho más esenciales siempre) y muchas veces, busco sin ser consciente de ello y por supuesto, encuentro, estoy receptivo/a y inconscientemente lo muestro. No me atrevo a romper los lazos con mi pareja, y mi pareja tampoco se atreve a romper, aunque siente que las cosas van mal, sabe que ya no me quiere y puede que también tenga un/una amante. Puedo mantener una relación en paralelo que puede durar años. En estos casos, seguramente es el/la amante quien acaba rompiendo esa relación.

Romper es muy difícil psicológicamente hablando para algunas personas, lo viven como un desapego, como quedarse desamparados, como un fracaso, la fachada social les importa mucho, se han establecido relaciones de dependencia afectiva muy peligrosas pro las dos partes.

2.  Mi pareja y yo nos queremos aún, pero no se sabe muy bien de qué manera, si hay amor o cariño, algo funciona mal, puede que no seamos conscientes al principio de lo que pasa pero… de repente…conozco a alguien que me quita la venda de los ojos y me hace sentir como yo necesito, hay culpabilidad pero lo he visto muy claro. Puede que sea o no la persona adecuada para mí, pero me ayuda a darme cuenta de lo que no vi. Las necesidades afectivas mueven mucho más la infidelidad que las necesidades sexuales, también en estos casos.

Es muy posible que, admitiendo o no la infidelidad pueda hablar con mi pareja y empezar a resolver los problemas, quizá acudir a una terapia, y es posible, que la relación salga adelante reforzada o que se descubra que ya es demasiado tarde y se produzca una ruptura.

Quizá, si admito mi infidelidad o me descubren, todo se estropee debido también, a los valores y características psicológicas de mi pareja.

En estos casos si el deseo de la personas es seguir con la relación es mejor no confesar la infidelidad. No tenemos que ser al cien por cien sinceros con nuestra pareja, la mentira “piadosa” puede salvar muchas relaciones, pero hablaremos de ello en otro lugar.

3.  Mi pareja me quiere pero yo a ella no tanto y me empiezo a dar cuenta, pero no quiero verlo, no amo a mi pareja pero le tengo afecto y no quiero que sufra, conozco a una persona, cubre lo que necesito, sé que no debo hacerlo, me siento culpable, pero no lo puedo evitar, es superior a mis fuerzas, pero como se lo digo, haré sufrir a mi pareja… lo afectivo aquí, también, prima más.

Esto puede convertirse en un peregrinar de amantes hasta que esa parte se atreve a dar el paso y separarse definitivamente.

4.  Yo quiero a mi pareja pero me siento decepcionado/a con cosas que han ido pasando y puede que me haya ido desenamorando poco a poco, no soy consciente del todo, aparece alguien en mi vida por casualidad, me hace feliz, la culpa está ahí, es probable que acuda a una terapia para analizar lo que pasa y descubra lo que realmente quiero y necesito. La infidelidad no es algo sexual sino afectivo.

5.  Puede que todo vaya muy bien pero hay una incompatibilidad sexual, pero lo demás funciona de maravilla, es difícil, muy difícil dejar a esta persona que me aporta tanto, mi mejor amigo/a, pero no hay química, realmente nunca la hubo pero al principio no me importó. Como dejar es difícil y esta persona cubre tanto y yo no quiero ver los problemas, lo niego, lo hago inconsciente, me protejo pero mi cuerpo si los ve y un día reacciona enrollándose con alguien. Ya ahí comienza el conflicto…

La persona que está al lado es más una amiga o un amigo y no alguien con quien quiero tener una relación de pareja, necesito tiempo para digerirlo ya que supone una pérdida afectiva muy importante. Y en algún momento debo de ser sincero con la pareja.

6.  Puede que sea una persona que necesita novedades en su vida, incluyendo las novedades en el terreno sexual, quizá se lo he planteado a mi pareja, y le he propuesto aventuras de a tres, intercambio de parejas o cosas de ese tipo, puede que mi pareja esté de acuerdo o… no… quizá he planteado desde el principio una relación abierta…La motivación es más sexual que afectiva.

Que esto funcione no es un imposible, pero ambas partes deben de estar de acuerdo y deben cumplir ciertas características psicológicas. En nuestra cultura la infidelidad se considera deslealtad y falta de respeto a la otra persona y es difícil salir de valores tan arraigados. Aunque tendemos a eliminar el concepto de posesión en el amor y eso es fundamental también para adaptarnos a los valores de nuestra época, la libertad sexual sigue siendo culturalmente un asunto complicado de encajar.

De todos modos hay grupos de personas muy numerosos, que dentro de sus valores observan la infidelidad como algo puramente sexual y pueden dejar a un lado la parte afectiva y diferencia la infidelidad de la deslealtad. Esto es más frecuente en el mundo homosexual sobre todo entre hombres.

Siempre que las dos partes de la pareja participen, se podrá encontrar un equilibrio, si no es así, y una de las partes de la pareja cede para no perder al otro, o sufre con estas circunstancias, entrar en estas dinámicas no es recomendable ya que el final no será feliz.

7.  Puede que mi infidelidad se explique por mi falta de autoestima, he aprendido que sentirme seductor/a es un apoyo importante en mi autoconcepto y cuando ya he seducido, y a mi pareja ya la he seducido y ya no es un reto para mí, necesito buscar más retos, necesito sentirme deseado/a continuamente.

Sería importante tratarlo en una terapia psicológica, es más fácil que las mujeres reconozcan esto como un problema, los hombres suelen atribuirlo a la “normalidad” ya que aún a día de hoy, hablando de nuestra cultura, existen muchas creencias machistas instauradas en patrones de comportamiento.

Dentro del modelo “machista” la infidelidad puede considerarse como “hombría” independientemente de los sentimientos que esto provoque en la otra parte o, incluso, independientemente del amor que siento por mi pareja.

También, puede ser el caso de personalidades narcisistas, que buscan siempre la satisfacción de sus necesidades sin importarles el sufrimiento de la otra parte, sin ni siquiera tenerlo presente o ser conscientes, en estos casos, es habitual que además de infidelidad haya maltrato psicológico hacia la pareja.

8.  Puedo ser infiel porque satisfago mis necesidades sin tener en cuenta las de la otra persona, realmente no quiero a mi pareja como a ésta le gustaría ser querida. Hago lo que es “normal”, desde una perspectiva convencional,  hacer, una pareja, unos hijos… pero no pongo límites a mis deseos o impulsos.

¿Se trataría de una personalidad narcisista o un sistema de valores “machista”? Ambos encajarían en este punto.

En cualquier caso, desde una perspectiva psicológica y social, no podemos aislar los conceptos de fidelidad-infidelidad del marco socio-cultural en el que nos movemos, aunque éste esté en constante movimiento.

El modelo amoroso donde el otro es de “mi propiedad” está cayendo por su propio peso. La mayor igualdad entre el hombre y la mujer, el avance en los derechos humanos fundamentales, la normalización de estos comportamientos desde una perspectiva biológica y antropológica… nos hacen ver las cosas con una perspectiva más amplia.

La tendencia en las parejas sanas es tener una vida personal propia, además de la vida en común con la pareja, sean parejas homosexuales o heterosexuales, pero en términos generales, aún, no estamos preparados para compartir sexualmente a nuestras parejas, quizá tenga razón Fisher que naturalmente buscamos la monogamia o quizá nuestra cultura aún no nos ha preparado emocionalmente para ello.

También hay pruebas de que las parejas felices duran mucho más y no son infieles, y la clave de las parejas felices ya la apuntamos en nuestro artículo “Las claves del amor eterno”

Es importante destacar, también, un concepto relacionado con la fidelidad-infidelidad que es el de lealtad, apuntado ya en el apartado anterior. Eso sí es fundamental cultivarlo para que una relación de pareja sea sana y feliz, ya que tiene que ver con valorar al otro, hacerle sentir valorado y apoyarlo en los momentos difíciles, aportarle la sensación de confianza necesaria para que cualquier relación vaya a buen puerto.

Raquel López Vergara

Psicóloga

Grupo Crece

Las claves del amor eterno

abuelitos enamorados1

¿Se puede estar enamorado eternamente? Parece que los procesos de enamoramiento como tal tiene una caducidad, pero existen parejas que funcionan muy bien durante mucho tiempo y que, incluso, se mantienen unidas hasta el final de sus vidas.

¿Cuáles son las claves de las parejas que se mantienen felices durante toda la vida?

Según Alejandra Vallejo Nájera, psicóloga y escritora existen tres variables importantes para que una relación sea duradera.

  • Atracción sexual
  • Conexión intelectual
  • Conexión emocional
pareja enamorada 2

Las tres variables son interdependientes y unas se pueden influir en las otras.

En ocasiones estamos con una persona que nos atrae mucho sexualmente y durante el proceso de enamoramiento parece que todo es mágico, nuestras hormonas favorecen que sólo conectemos con los aspectos positivos del otro, si finalmente no hay conexión intelectual, por ejemplo, nos aburrimos con esa persona, no tenemos temas en común para hablar, no vemos el mundo de manera parecida, puede que la relación se agote.

Puede que todo empiece con una conexión intelectual muy fuerte y que esto encienda la atracción sexual, en cualquier caso es imprescindible que se encienda no podemos admirar únicamente para amar.

¿Y qué ocurre con la conexión emocional? Esta es la más compleja y la más difícil, y es el ingrediente que cohesiona las otras dos variables.

pareja enamorada

La conexión emocional implica que por encima de todo, de mi soberbia, de mi mal día, de mi enfado, de mi disgusto, de mis ganas por algo que quizá compiten con las tuyas, yo cuidaré de ti, me preocuparé de ti, y no haré nada para avivar tu sufrimiento. Te respetaré en tus decisiones, tus deseos, tus aficiones, tus gustos, tu manera de ser, tu manera de vestir y no intentaré cambiarte, seré empático/a con tus necesidades y sentimientos. Y tú harás lo mismo por mí. Te daré libertad para ser persona y me la darás a mí, creceremos juntos y, creceremos cada uno por separado también. Sin entrar en juegos de manipulación.

Si estoy dispuesto/a ser así contigo y recibo lo mismo de ti, si nos atraemos sexualmente y disfrutamos del sexo juntos, y si conectamos en nuestras ideas, pensamientos o nos divertimos en nuestras interacciones…es muy posible que duremos para tooooooda la vida.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

El 14 de febrero y la comercialización del amor

El 14 de febrero y la comercialización del amor

En nuestra sociedad las personas tenemos un conjunto de ideas preconcebidas erróneas sobre las relaciones sentimentales y el amor. Son fruto, en gran parte, de los modelos de pareja que nos muestran a través del cine o la música comercial, la publicidad y, en general, los medios de comunicación, que fomentan un amor de consumo banal, vacío y superficial.

Con relación al cine no puedo evitar hacer mención a la película basada en la serie Sexo en Nueva York donde el verdadero amor se tiene que demostrar a través de un matrimonio por todo lo alto con dimensión pública, una gran fiesta, un gran vestido, muchos invitados y una gran casa con vestidor diseñado para guardar cientos de pares de zapatos.

En el mes de febrero nos bombardean con la publicidad de ese especial día de San Valentín en el que demostrarás a tu pareja lo mucho que la quieres con perfumes, joyas, flores, viajes, cenas especiales, circuitos Spa para enamorados… Está tan metido en la cultura que si él o ella no se acuerda de ese día y nos prepara algo especial nos sentimos lastimados y decepcionados, sentimos que no nos tiene en cuenta y no tiene detalles románticos con nosotros. Como si el amor fuera eso.

En la música el amor es el gran tema, y frases como “sin ti no soy nada”, “te necesito”, “como yo te amo nadie te amará”, “soy tuya”, “morir de amor” etc. alimentan también estos mitos.

Podemos remitirnos también a la literatura, que a partir del siglo XIX especialmente,  alimenta la idea del amor romántico, por ejemplo la obra Madame Bobary y la de todos los poetas románticos.

Y pensamos cosas como: el verdadero amor es estar enamorado toda la vida, el sexo siempre debe ser intenso con mi pareja, mi pareja si me quiere debe saber lo que necesito, deseo o me hace ilusión, todo lo tengo que compartir con mi pareja, mi pareja se acordará de todas las fechas importantes, el único sentido de mi vida es el amor a mi pareja, no me puedo fijar en nadie más, ni sentirme atraído/a por nadie, los celos avivan la llama del amor, los detalles románticos tienen que ser especiales: saber escribirme una poesía + gastarte dinero en mí + sacrificar todo tu tiempo por mí+ hacer algo que no le guste por mí (y si todo ello lo hace el 14 de febrero, mejor).

Además, todo aderezado por un mundo, el occidental, donde las necesidades básicas, en general, están cubiertas y donde se alimenta un estereotipo de persona que debe estar en la cresta de la ola. Vivimos atados a las pasiones y cuando esto desaparece o no está presente sentimos que no hay amor.

Se trata de una concepción del amor equivocada, sujeta a múltiples mitos que nos llevan a tener un conjunto de expectativas sobre las relaciones y el comportamiento de nuestra pareja insostenibles en la realidad, y que, en parte, pueden explicar la dificultad para mantener una relación sana y duradera.

El ser humano de forma instintiva tiende a buscar apegos y a perpetuar la especie. Culturalmente, a lo largo de la historia y según nuestras pautas específicas de socialización, se han canalizado y matizado estas necesidades instintivas. No podemos huir ni de la biología ni de la cultura, estarán presentes en nosotros siempre. Pero si rascamos en las relaciones funcionales, sanas y satisfactorias en nuestra cultura llegaríamos a varias conclusiones:

El amor es más que enamoramiento, pasión o deseo. Es amistad, respeto, admiración, empatía, comunicación, compromiso, compartir, sentirse seguro, compañía, alegría. Y hay muchas maneras, casi tantas como parejas existen, de alcanzar esto.

El amor de pareja debe dejar espacio al individuo y a la satisfacción de sus necesidades personales.

Las relaciones amorosos son dinámicas y cambian a lo largo del tiempo.

El amor se demuestra, se alimenta y se aviva cada día en las cosas pequeñas y cotidianas y no con una súper boda, un sacrificio vital o un día de San Valentín.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece