Psicodrama en el trabajo terapéutico individual y grupal

El psicodrama, tal y como lo define su creador J.L Moreno, es “el punto decisivo en el apartamiento del tratamiento del individuo aislado hacia el tratamiento del individuo en grupo, del tratamiento del individuo con métodos verbales hacia el tratamiento con métodos de acción”.

La historia de la psicología estaba íntimamente ligada a la palabra desde su nacimiento, hasta que Moreno, en segunda mitad del siglo XX, se plantea hasta qué punto la psicología y la psicoterapia no estaban siendo demasiado limitadas a la racionalidad, y el discurso de la persona que acudía de manera individual a terapia, ya que el ser humano es social por naturaleza y un individuo de acción.

Y es que hoy en día sabemos que el relato propio de las situaciones siempre tiene un punto de elaboración y de subjetividad, mientras que la acción espontánea es una muestra de nuestra personalidad, nuestros pensamientos y nuestras emociones, más allá de que seamos conscientes de ellas o estén en un plano inconsciente.

De este modo nació el psicodrama como método diagnóstico y de tratamiento, aplicable con grupos de personas, pero también en terapia individual, de pareja o de familia.

A través del mismo se busca que las personas tomen conciencia y de sus pensamientos, sentimientos, actitudes y características de sus relaciones, favoreciendo la comprensión y la capacidad de tomar decisiones, así como ensayar las mismas valorando el impacto emocional de las mismas.

A través del psicodrama se pretende llevar la terapia a la acción, a la escenificación de aquellos conflictos que generan malestar emocional, ya sean presentes, pasados o futuros. En esa escenificación, el terapeuta psicodramatista, va ayudando en la definición de la escena, los personajes implicados y la posición de la persona en el problema en concreto. A partir de ahí, se irán utilizando diferentes recursos psicodramáticos en función del objetivo terapéutico (inversión de roles, soliloquio, el doble…).

El psicodrama grupal tiene una estructura en la que se diferencian el protagonista (persona que comparte una escena que quiere trabajar), uno o varios Yo Auxiliares (personas que comparten el contexto terapéutico y se prestan para interpretar papeles necesarios en la escena), la persona que dirige (terapeuta formado en psicodrama) y el escenario.

En el psicodrama bipersonal, los Yo Auxiliares son sustituidos por elementos que ayudan a externalizar y a crear una imagen de la situación.

Además de esta estructura de participantes, el psicodrama tiene una estructura temporal:

  1. Caldeamiento: antes de empezar un psicodrama, los participantes deben de estar preparados emocionalmente para ese trabajo. Esa preparación se hace a veces desde el diálogo, hablando de la situación que se quiere trabajar y otras veces se hace mediante ejercicios corporales que ayuden a conectar mente y cuerpo con la emoción y la situación. El caldeamiento también ayuda a generar un clima de confianza y conexión en los grupos.

  2. Dramatización: es el momento en el que se trabajan las escenas elegidas por la persona o el grupo. En la dramatización pueden participar diferentes personas o utilizarse diferentes objetos y su duración es variable en función de la escena a trabajar.

  3. Compartir: tras la dramatización, se realiza un compartir, en el que se expresan las emociones experimentadas, las resonancias que ha podido generar la escena en diferentes personas y en el protagonista. El lenguaje utilizado en el compartir es el “lenguaje yo”, alejando los juicios y consejos.

De esta manera, el psicodrama aúna el trabajo racional y emocional, implica a la persona en su totalidad y la conecta con la acción, haciendo que el trabajo sea de gran utilidad en el avance hacia el bienestar psicológico.

A través del psicodrama se busca que la persona pueda conectar con su autenticidad y pueda expresarse a través de ella, desprendiéndose de roles impuestos o de mecanismos de defensa que puedan estar interfiriendo en su desempeño en diferentes áreas de su vida. Al estar basado en la acción, el psicodrama saca a las personas de la racionalización, del discurso, y les enfrenta a sus emociones, actitudes y acciones auténticas.

En Grupo Crece, el psicodrama forma parte de nuestras terapias individuales, así como de las terapias de familia y pareja y también de nuestros talleres.

En las terapias individuales trabajamos a través del psicodrama duelos por personas, relaciones o momentos vitales. Gracias al psicodrama las personas sienten que pueden expresar aquello que no pudieron hacer en su momento, así como valorar esas personas, relaciones y momentos vitales desde una perspectiva realista, lejos de la idealización que muchas veces surge en los duelos. También, nos resulta de gran utilidad para tomar conciencia de nuestras contradicciones, de los debates internos que nos atrapan, y poder tomar una perspectiva constructiva y activa, descubriendo el origen y motivación de esos discursos contrarios que tantas veces se dan en nosotros. Se trata también de una gran herramienta para valorar el universo relacional de las personas, la manera en la que se posicionan en las diferentes relaciones y hasta qué punto esa postura es sana o dañina.

En el trabajo con niños y niñas, el psicodrama encuentra un terreno amigo. Lejos de las barreras y resistencias adultas, que generan bloqueos y rechazo de todo aquello que se sale de su zona de confort,  los niños y las niñas viven de manera natural trabajar desde la acción, dramatizar para aprender y conectar con sus sensaciones corporales. De esta manera, el trabajo grupal mediante psicodrama también es en sí mismo una experiencia de aprendizaje social, en el que la empatía, el respeto y los límites son la base de la actividad. De manera individual recurrimos a objetos como juguetes, peluches o marionetas y a imágenes creadas por ellos y ellas en trabajos previos de arte terapia. Así, el miedo por ejemplo, puede ser representado por una tela, por un muñeco o por un dibujo. En terapia infantojuvenil el psicodrama es una de las bases del trabajo, siendo de especial utilidad para gestionar emociones como el miedo o el enfado, así como para aumentar su universo de opciones a la hora de enfrentar situaciones vitales y relacionales.

En nuestros talleres, el psicodrama también está presente, de manera transversal o protagonista. Es lo que nosotros llamamos el aprendizaje experiencial o vivencial. Creemos que la teoría es hoy en día accesible a la mayoría de personas. Solo hay que asomarse a internet o las redes sociales para conocerla. Por eso, nosotros queremos que nuestros talleres sean un lugar donde hacer y vivir cosas diferentes. Un lugar donde probar, donde soltarse, donde jugar y valorar cómo nos sentimos en esos registros. Un lugar donde podamos salir con la sensación de “puedo hacer y sentir algo diferente”. Además realizar este proceso en grupo nos ayuda a resignificar nuestra imagen de la sociedad y de nuestro lugar en ella. Cada grupo es una pequeña sociedad en la que se reparan daños generados en otras sociedades.

Teatro: Una necesidad de comunicar desde lo profundo

foto artículo Fernando Gallego

¿Qué motivación tenían Antonio Banderas o Nicole Kidman para convertirse en actores? ¿Qué es lo que hizo que cualquiera de los grandes intérpretes que conocemos se decidiera a estudiar teatro? Probablemente para la mayoría de nosotros exista una distancia insalvable con ellos, dada la fama y nivel que poseen, y sin embargo es muy probable que la necesidad que les empujó a hacer teatro esté más cerca de nosotros de lo que podríamos pensar. Y es que esa necesidad es común al ser humano.

A todos los que somos actores nos han hecho alguna vez esa pregunta. ¿Por qué quieres hacer teatro? La primera vez, seguramente, el día que tan idealistas como inexpertos, nos presentábamos ante las grandes escuelas de interpretación. La respuesta casi siempre era la misma: Poder expresarme, contar lo que soy y lo que siento, transmitir y conectar con el resto del mundo a través del teatro.

Se trata, sencillamente, de una necesidad expresiva. Y, ¿acaso hay alguien que no tenga esa misma necesidad? Más aún en estos días en que parece haber una tendencia generalizada a reprimir una gran parte de nuestros impulsos: Nos callamos lo que pensamos por no generar conflictos, ocultamos los sentimientos que nos hacen parecer débiles, escondemos la rabia y la guardamos para nosotros. La costumbre de gestionar en privado todo lo que nos sucede, en lugar de exponerlo y contrastarlo con nuestro entorno, nos distancia por un lado de la realidad y por otro de nosotros mismos. Quizá por eso nos hallemos todos en esa carrera constante por encontrar formas de reconciliarnos con nuestro interior, de conectar con lo profundo.

Esa función liberadora la cumplen de sobra multitud de prácticas artísticas, y todas ellas desde la expresión. El teatro nace precisamente de esa necesidad de acercarnos a la dimensión oculta de la vida, proponiéndonos un viaje en busca de la autenticidad del ser humano. Y para que ese viaje tenga un buen final, para que el público pueda alcanzar el estado catártico, que Aristóteles definía como una purificación del alma o estado superior de consciencia, se necesita que los actores estén preparados para ejercer de guías.

Pero el aprendizaje del actor de teatro no consiste en una mera formación técnica. Ha de emprender su propio viaje particular, encontrarse consigo mismo y prepararse para ser un auténtico vehículo expresivo. Expresivo de su Yo más profundo. Para esta labor el actor se entrena mediante la creación de personajes, la improvisación, la intervención en situaciones dramáticas y la representación. Se ejercita en su capacidad de conectar consigo mismo y por ende, con el espectador. Y aunque se ha dicho siempre que el teatro es mentira, que el actor no dice la verdad cuando interpreta, en el teatro sabemos que el gran actor es aquel que, conectando con lo más sincero de su interior, consigue llegar al corazón del público. Luego no hay mentiras en el teatro, sino honestidad. Y por suerte para todos, esa función liberadora o de comunicación autentica es accesible para cualquiera que experimente los beneficios del juego teatral y los ejercicios expresivos.

El juego, entendido como experiencia creativa, desempeña un papel fundamental en el proceso liberador del teatro, ya que nos entrena para encontrar respuestas a situaciones complejas o que en algún momento han generado bloqueos en nosotros. Y eso surge, no de la racionalización de los acontecimientos, sino de la espontaneidad y la intuición con la que nos enfrentamos a ellos. Y el experimentar de manera espontánea nuevas vivencias produce un placer curativo en nosotros. Jacob Levi Moreno, precursor del psicodrama, definía la espontaneidad como "la respuesta adecuada a una nueva situación, o la nueva respuesta a una situación antigua". Pero como muy bien sabía Moreno, para que esto suceda es muy importante que la experiencia se viva en comunión con otras personas. El trabajo en equipo y la improvisación suponen un entrenamiento eficaz de escucha y empatía entre los actuantes, donde cada cual se ha de hacer responsable de sus actos, ya que toda acción tiene una consecuencia en el otro. Medirnos en esta experiencia nos pone los pies en la tierra, nos acerca al otro, y nos da una nueva perspectiva tras el aprendizaje.

Y aunque no sepamos que contestó el talentoso Javier Bardem, cuando llegó a una gran escuela de teatro, ni en qué gran producción de Hollywood se halla ahora embarcado, si podemos compartir con él el mismo impulso universal de crecer como personas, conocernos mejor y mostrarnos al mundo de la forma más honesta posible. Algo que sin duda, ha de estar al alcance de todos nosotros.

Fernando Gallego

Actor y terapeuta gestalt