La feminidad y la masculinidad en el sigol XXI

El sábado 4 de febrero organizamos en Grupo Crece un debate sobre la feminidad y la masculinidad en el siglo XXI. Sobre la base de unos planteamientos iniciales se desarrolló un debate en el que se trataron una serie de puntos muy interesantes que queremos compartir.

Comenzamos definiendo qué significaban los términos “sexo”, “género” e “identidad con el género”.  Aclaramos que con sexo nos referimos a los atributos biológicos, a los caracteres sexuales primarios con las que nace una persona. El género por su parte es una construcción social, siendo aquellas características que cada sociedad atribuye a cada uno de los sexos. De esta manera, son sexistas aquellas sociedades que atribuyen comportamientos, actitudes y aptitudes diferentes a los hombres y a las mujeres. La identidad con el género es la vivencia que cada persona tiene de su género, la idea que tiene la persona sobre las características y comportamientos que la describen, teniendo en cuenta lo que la sociedad en la que vive establece como deseable y apropiado para las mujeres y los hombres.

A colación del concepto de género, se planteó la siguiente cuestión ¿Somos libres para elegir lo que somos? ¿Somos lo que somos por decisión nuestra?  ¿O somos el resultado de un cúmulo de expectativas? De alguna manera, las expectativas siempre van a estar presentes desde el nacimiento, ya sea desde el género, desde la cultura en la que nazcamos, el estatus y la cultura familiar. Entonces, ¿cómo podemos romper con los caminos que nos son marcados?

Las vías de mejora que se plantearon fueron las siguientes:

  1. Respeto: educar y crecer en el respeto por las decisiones propias y ajenas, generará una mayor libertad en la elección, siendo así una elección sana y consciente, y no desde la sumisión o la rebeldía.
  2. Equilibrio: La búsqueda de nuestro propio equilibrio y el equilibrio en la sociedad.
  3. Valorar el cambio: Ser conscientes de que nuestra identidad es un constructo en continua evolución y permitirnos hacer los cambios que necesitemos en los diferentes momentos del ciclo vital. La libertad comienza en nosotros mismos, en concedernos la libertad de evolucionar.
  4. Salir de nuestra zona de confort. El cambio supone un esfuerzo y enfrentarnos a los miedos o incomodidades que plantea salir de lo que ya conocemos. Entender que la zona de confort en cuanto el género es actualmente un lugar poco confortable, en el que hombres y mujeres nos sentimos constreñidos por unos atributos que en muchas ocasiones no nos representan, es el primer paso para romper con el inmovilismo.

Necesitamos dejar de dejarnos llevar y asumir la responsabilidad que implica hacernos cargo de la construcción de nuestra propia identidad, y de las elecciones y rechazos que eso conlleva. Dejar de valorar lo bueno que tiene el modelo en el que estamos enmarcados en la actualidad, y valorar el progreso como algo positivo y necesario, sin dejar que el miedo y la pereza nos paralicen y fagociten en una realidad que nos daña de múltiples maneras, unas más sutiles que otras.

Nos despedimos con la reflexión de la gran responsabilidad que tenemos como sociedad que se está comenzando a movilizar, a rebelar y a plantear realidades diferentes en las que el género no sea un hándicap. Valoramos esta realidad como el inicio de un proceso en el que esperamos cada vez seamos más implicados.

 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Deseantes y Deseados-as

Hay una pregunta que pocas personas se hacen o en muchos casos, dan por supuesto que es así y así ha de ser.

¿Te has preguntado alguna vez si eres Deseante o Deseado-a?

Esto es, en la manera que te relacionas sexual y afectivamente ¿dónde te colocas?

Esta relación con el deseo tiene un importante matiz de género:  Antes de estaría bien que aclaremos qué es “género”.

El género[1] – en otro artículo hablaremos de los orígenes del término- como muchas y muchos sabréis es la carga cultural  y de expectativas sociales que se da sobre un hecho biológico: el sexo.  Esto quiere decir que la cultura donde has nacido dicta que puede, debe o no hacer un hombre o una mujer. Es todo el entramado de estereotipos. El sexo es biológico (hombre mujer o intersexual), son los caracteres físicos más primarios (y aún así, a veces, también muy mutables), y el género es el guión que se espera de ti en base al sexo que has nacido; fuerte, sensible, con dinero, madre, retorcida, simple etc. ¿Os suenan verdad? Pues ninguno de estos son naturales.

Con el deseo ha pasado algo semejante, se ha dado por natural que ellos desean de una manera, ellas de otra. O incluso que ellos siempre desean y ellas siempre son deseadas. Que ellos han de ser más “genitales” y ellas más “globales” y un sin fin de reglas castrantes.

Sí, las cosas están cambiando, las relaciones están cambiando. Cada vez las mujeres ocupan más espacios antes solo masculinos. Aunque no puedan ir solas a un bar sin ser miradas con sospechas. Los hombres cada vez toman conciencia de su responsabilidad en los cuidados, aunque puedan arriesgarse a no ser promocionados en el trabajo por exigir su derecho a la baja por paternidad.

En la vivencia de la sexualidad también se están dando cambios, no todos buenos. ¿Crees que ellos necesitan más el coito que ellas? ¿Crees que ellas tienen una sexualidad biológicamente diferente? Pues bien, tal como lo explicaron Masters y Johnson en lo 60’, la respuesta biológica sexual en hombres y mujeres es idéntica. Sí, idéntica.

Si analizamos la respuesta sexual de modo “lineal”- por que hay otras formas pero eso nos regalará otro texto- vendría a ser : Estimulo, excitación, meseta y orgasmo. Ambos sexos vasodilatan, erectan y eyaculan.

Lo que cambia es la percepción de la sexualidad, del propio cuerpo, de los propios genitales, de las fantasías. De lo que es “deseable que desee”. Lo que me hace más hombre o más mujer o “mejor sexualmente”. También esto es cultura.

Pero no todo es blanco o negro, por suerte. Vayamos al día a día, puedo ser una mujer que me gusta sentirme deseada, que me miren, me ronden, pero esto no significa que sea pasiva, puedo “ ejercer mi deseo”. No solo eso, sino que el deseo es líquido, cambia, crece, se problematiza, se libera, etc.

Puedo ser también un varón que me posiciono como deseante, pero que en la intimidad necesito dejarme llevar en los brazos de la otra u el otro ( ¡Otro gran tema que podremos hablar, deseo y orientación sexual!).

En un principio esto parece nada más que un hermoso baile de “deseantes con deseadas-os”. Pero muchas veces nos pasan tantas cosas a la vez,  y no sabemos lo que de verdad deseamos, o no nos lo permitimos, o no sabemos como ejecutarlo.

Y lo que siempre interfiere, el género; aún muchas mujeres no realizan su deseo y ellos no saben bien como colocarse como deseados. Es decir, si nos salimos del binomio de los códigos más clásico ¿Qué ocurre con todo este deseo?

¿Qué ocurre si soy una mujer deseante y quiero acercarme a otro varón deseado pero este no lo sabe? ¿le asusto? Puede que si, puede que no.

Y si somos dos mujeres deseantes ¿Qué ocurre en la intimidad?-  Por favor, no vengáis con el tópico de “quien hace de tío” ¿eh?.

Entre dos chicos a veces –a veces- es más simple, uno mira, el otro mantiene la mirada o no.

Muchas preguntas, más. ¿Y si me muevo entre deseante y deseada?

Cuantas veces en una pareja el hombre ha sido el deseante pero con los años se agota de ese rol y como ella no responde con iniciativa, no se encuentran…

El deseo hemos de entender que empieza mucho antes que la excitación.

Este deseo en deseantes o deseados-as o los dos y sus infinitas variables, es un mundo impalpable e infinito y entender cómo deseamos, qué deseamos y dónde nos colocamos hará que ese deseo infinito pueda ser palpable.

Deseo que estemos cenando y me mires. Deseo que me sorprendas. Deseo que me escuches. Deseo conversaciones estimulantes. Deseo verte vestido así a veces. Deseo que me admires. Deseo estar entre mucha gente y me beses de repente.

Deseo desearte. Deseo ser tu deseo.

Delfina Mieville Manni

Sexóloga

Grupo Crece

[1]Según la OMS: El género se refiere a los conceptos sociales de las funciones, comportamientos, actividades y atributos que cada sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres. Las diferentes funciones y comportamientos pueden generar desigualdades de género, es decir, diferencias entre los hombres y las mujeres que favorecen sistemáticamente a uno de los dos grupos