Cómo ser mujer y no morir en el intento

Algunas mujeres consideran, ante todo, el matrimonio y la familia, otras  prefieren la independencia y la propia realización, unas son mujeres del hogar,  otras  amantes de los viajes, eternas aventureras. Una misma mujer se comporta, según el contexto como extrovertida o introvertida, paciente o inquieta...

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Estas son algunas de las cuestiones que intentaremos desarrollar, reflexionando sobre  los distintos roles y cualidades femeninas, adentrándonos en nuestra propia naturaleza.

En su gran mayoría  los roles que la sociedad ha ofrecido a las mujeres para su manifestación han sido definidos por su relación con el hombre, desestimando las cualidades fundamentalmente femeninas. Como forma de consolidar espacios de visibilidad y superar las fronteras del ámbito privado correspondiente al hogar y sus quehaceres hemos aprendido a desenvolvernos poniendo en práctica un conocimiento más bien racional, desarrollando nuestra  capacidad de enfocar, analizar y separar olvidándonos  de  nuestra parte más intuitiva.

La delimitación de una identidad femenina acotada a determinados roles sociales interfiere en que las mujeres podamos vivir plenamente todas nuestras facetas y virtudes. Jean Shinoda Bolen en su libro “Las diosas de cada mujer”  toma parte de la mitología griega para mostrarnos que todas las mujeres tenemos potencialmente distintos aspectos femeninos a  desarrollar a lo largo de la vida. Para mantener una relación saludable con nosotras mismas y con el entorno es deseable poder jugar diferentes roles en cada momento.

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En ocasiones solo experimentamos parcialmente estos roles, acotando todo nuestropotencial creador y conocimiento intuitivo. Esto conduce a que  muchas mujeres en algún momento de su vida puedan sentirse  vacías, frágiles y dependientes o  bien  valorarse negativamente en su labor como  “madres”,  “esposas” o “hijas”. El conocimiento parcial de nosotras mismas tiende a incrementar una vivencia empobrecida de nuestro auto concepto

Todas las mujeres tenemos en algún momento sentimientos y pensamientos negativos sobre nosotras mismas y también modelos de comportamiento que en algún momento nos sirvieron y hoy ya no nos resultan útiles, aunque sigamos repitiéndolos sin saber muy bien  porqué ni cómo. Transformar esos viejos hábitos y desmontar las estructuras mentales obsoletas implica restablecer una relación más saludable y amorosa con nosotras mismas. Para ello es necesario conocer las creencias restrictivas que interfieren en nuestro sentimiento de competencia  personal y social.

¿Solemos anticipar fracasos y negativas ante nuestras iniciativas y proyectos?

  • “Nunca seré capaz de...
  • “Ya nunca encontraré.”
  • “Siempre conozco al hombre equivocado”.
  • “Ha sido culpa mía...”
  • “Seguro que le dan el trabajo a otra mejor que yo ...”

Nuestros viejos hábitos no han sido construidos en una noche por lo que el transformarlos requiere tiempo, constancia y paciencia. Al enfocar nuestra atención sobre imágenes positivas de nosotras mismas, al reconciliar aquellas partes que han estado “peleándose” durante  tiempo nos permitimos expandirnos y crecer en todos los planos. Solemos mantener una relación amable con aquellos  rasgos de carácter que nos gustan más y rechazar aquellos que no nos agrandan tanto. Muchas veces en función de las expectativas que creemos los demás tienen de nosotras, y no somos conscientes de qué es lo que realmente queremos para nosotras mismas y cuáles son los recursos personales con los que contamos. Poder reconciliarnos con nuestros rasgos menos gratos, nos ayuda a aliviar tensiones internas y aumenta nuestro bienestar emocional en general.

Otro aspecto a considerar es la estrecha relación entre nuestro funcionamiento biológico, emocional y mental. Un desajuste  hormonal va a influir en el estado de nuestras emociones (incremento de tristeza, apatía, euforia). Va a determinar que nos encontremos más creativas, con ímpetu de emprender y desarrollar o bien más cansadas con ganas de permanecer en estado de quietud  y  retirarnos en soledad.

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Debemos respetar estos momentos, evitar luchar contra ellos (por ejemplo exigiéndonos estar activas cuando nuestro cuerpo nos demanda reposo) para ello es necesario en un principio re-conocer cada una de nuestras fases, aceptarlas para no ir contra nuestra propia naturaleza. Así entenderemos mejor parte de nuestras reacciones y estados mentales.  Estas fases tienden a repetirse mes a mes como expresión natural de nuestra condición femenina en estrecha relación con nuestro ciclo menstrual (pos menstrual, ovulación, premenstrual, menstruación)

El conocimiento de las distintas fases nos permite comprender por qué a lo largo de cada mes hay un momento en  el que:

  • mis percepciones están orientadas negativamente
  • me siento más irritable, las discusiones y conflictos interpersonales con la familia, amigos y/o pareja se incrementan,
  • no me encuentro a gusto conmigo misma, “hoy nada me queda bien”, “soy una inútil”

O bien

  • me siento sumamente creativa e inspirada para comenzar con nuevos proyectos y llevar cabo lo que me propongo.
  • me encuentro vital  con espíritu de liderazgo  y confianza en mi misma.

Determinar qué responsabilidades podemos asumir y de qué manera hacerlo, cuáles deberíamos dejar para más adelante en función de la fase en la que nos encontremos nos permite  ajustarnos mejor a nuestra realidad exterior y disminuir los factores estresores.

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Es por ello que nuestro ciclo  se convierte en una fuente de información para tomar decisiones más ajustadas a nuestro momento vital así como ser más eficaces y efectivas en nuestras acciones y relaciones.

Asumir que no existe un modelo de “lo femenino” y que en la diversidad reside la riqueza y la complementariedad, es permitirnos ser nosotras mismas y re inventarnos cada día. Declararnos seres en movimiento por lo tanto cambiantes, es la clave para sorprendernos, para cultivar nuestras emociones positivas y evitar la vulneración de nuestros derechos.

Psicólogas de Grupo Crece