Decidirnos a decidir

Hoy en día la toma de decisiones es algo que hacemos a diario. ¿Qué me pongo hoy? ¿Cojo el metro o el coche para ir al trabajo? ¿Dónde me voy de vacaciones?... Algunas de estas decisiones pueden ser cotidianas y pasar desapercibidas y otras son más relevantes y nos cuestanalgún que otro quebradero de cabeza.

Lo primero es importante darnos cuenta de ciertas cosas que pueden suponernos trabas cuando hablamos de tomar decisiones.

Aspectos que pueden dificultar nuestra toma de decisiones:

1. Hacer las cosas sin pensar, de manera impulsiva.

2. El no saber decir “NO”, que nos lleva a tomar decisiones con las que no estamos conformes por miedo a decepcionar o enfadar al otro.

3. El conflicto entre lo que debo hacer, lo que quiero y lo que me conviene.

4. La falta de tiempo y el lugar para pensar: toda toma de decisiones importante requiere tiempo y espacio.

5. No tener con quien dialogar: a veces hablar con otras personas nos da una perspectiva diferente sobre lo que tenemos que decidir.

6. Las costumbres y hábitos: que nos dificultan salir de nuestra zona de confort y decidir hacer algo diferente que puede beneficiarnos por el miedo a lo desconocido.

8. Querer demostrar que soy bueno en algo: a veces tememos pedir una opinión por lo que pensarán los demás de nosotros.

9. Procrastinar: dejar para mañana una decisión que podemos tomar hoy, a veces por querer olvidarse de los problemas.

10. Pensar que todo es difícil de resolver o culpar a las circunstancias: si la culpa de lo que nos pasa la ponemos en algo externo nos autoconvencemos de que no hay nada que podamos hacer y esto puede convertirse en un círculo vicioso.

11. Estados de ánimo:las emociones como el enfado o la tristeza no son muy buenas consejeras a la hora de decidir algo importante.

12. Las presiones sociales:hacer lo que hacen los demás para no “sentirnos raros”.

13. Tomar la decisión basándonos exclusivamente en los demás: querer que todos acepten nuestras decisiones.

Herramientas para la toma de decisiones

 1. Asertividad: darse tiempo para pensar y respetar a otros. Decidir basándonos en lo que consideramos que es lo mejor para nosotros y respetar que no todos tienen que estar de acuerdo con nuestra decisión.

2. Empatía: cuando la decisión que debemos tomar afecta a un tercero, es importante ponerse en el lugar del otro y tener en cuenta sus sentimientos y sus circunstancias.

3. Autoconocimiento: es importante conocernos, saber qué queremos, cuáles son nuestros límites, nuestras aspiraciones… aspectos que nos ayudarán a la hora de tomar una decisión importante.

4. Autoestima:valorarse a sí mismo, saber reconocer las cosas buenas de uno y las limitaciones; querer lo mejor y no hacerse daño.

5. Reflexión:  tomarnos tiempo parapensar en las consecuencias y buscar alternativas para lograr lo que queremos.

6. Paciencia: No dejarse llevar por un impulso o lo primero que se nos ocurra, sino darnos tiempo para pensar antes de actuar, y también a la hora de esperar las consecuencias de nuestra decisión, que no siempre son inmediatas.

7. Tolerancia a la frustración: a veces las decisiones que tomamos traen irremediablemente consecuencias negativas. Hay que superar esa frustración y pensar en las consecuencias presentes o futuras positivas que nuestra decisión puede traer.

Por último…

La toma de decisiones, es algo a lo que inevitablemente nos debemos enfrentar. Algo que nos cuesta asimilar más que la decisión en sí, es el remordimiento, la culpa, la duda, el miedo… que surgen una vez hemos tomado la decisión. Para superar esto, la clave puede estar en una palabra: compromiso.Es importante ser conscientes de que no somos perfectos y que nos podemos equivocar, pero lo que hemos decido es la realidad, nuestra realidad. Vivir comprometidos con nuestras decisiones nos ayuda a vivir en el aquí y el ahora, y no en lo que podría haber sido, y si nos centramos en lo que elegimos y nos concentramos en esta realidad, siempre habrá más posibilidades de que el resultado sea satisfactorio.Todo lo que elegimos en nuestra vida puede traer consecuencias positivas si elegimos verlas.

Romina Collado

Psicóloga

Grupo Crece

Beso que te quiero beso: la importancia de besar

Y no sólo te quiero, beso, como algo que despierta mi deseo, que me demuestra cariño y que me une a quien me lo da o lo recibe.

Sino porque para mi salud física y mental también eres bueno.

Y si no, lee los beneficios que numerosas investigaciones han hallado en ti:

 Subes las defensas

 La acción de besar moviliza secreciones hormonales que contribuyen a aumentar las defensas naturales. Además, mezclar nuestra saliva con la de otra persona actuaría como una vacuna natural, ya que nos permitirá inmunizarnos suavemente contra sus gérmenes.

Reduces el dolor

Las endorfinas que genera el acto de besar tienen la propiedad de actuar como reductoras del dolor. Esto también es debido a la dilatación de los vasos sanguíneos, por lo cual besar es altamente recomendable para aquellas personas que sufren a menudo dolores causados por todo tipo de enfermedades inflamatorias como artritis, fibromialgia, fatiga crónica, problemas musculares, etc. ¡Incluso para la jaqueca!

Eres un antidepresivo

Besar hace que nuestro cuerpo libere oxitocina, la famosa hormona que hace que nos sintamos con buen ánimo, por lo que funciona a modo de antidepresivo natural.

Previenes problemas cardiovasculares

El estrés es una de las principales causas de  múltiples enfermedades, entre ellas el colesterol y problemas coronarios. Por eso, además de llevar una buena alimentación no deberíamos menospreciar la agradable terapia de besar a menudo. Además, el aumento de la frecuencia cardiaca ayuda a regular la presión sanguínea.

Ayudas a ejercitar los músculos

Al besarnos ejercitamos hasta 30 músculos faciales y activamos el riesgo sanguíneo.Así  mantenemos nuestro cutis firme, suave y joven.

Previenes problemas dentales

Besar estimula la secreción natural de saliva, lo cual contribuye a que ésta se regenere y nos ayude a eliminar partículas y patógenos de la boca gracias a las sustancias desinfectantes que contiene. De esta manera se disminuye el ácido que, a la larga, es el que causa placa, caries y todo tipo de problemas dentales.

Mejoras la autoestima

A nivel emocional, besar nos hace sentirnos queridos y nos permite sentirnos una parte importante en la vida de la persona a la que besamos. Es un acto que, según la situación de las personas, nos puede llevar a estados de satisfacción generada por el acto de amar, de compartir, de dar y recibir.

Algunos asesores incluso recomiendan que cada persona pueda besar a su pareja antes de ir a trabajar para mejorar la autoestima y que eso se traduzca en un mayor rendimiento laboral.

Alivias los efectos de las alergias

Durante el acto de besar se estimula la producción de histamina, la cual alivia y previene la aparición de los síntomas que ocasionas las alergias, como son los estornudos, la congestión ocular o la secreción nasal.

Besar alarga la vida

Después de todos estos motivos, no queda duda de que besar alarga la vida. El único requisito es que los besos sean sinceros y se den con regularidad.

Besos y poesía

Ayer te besé en los labios.

Te besé en los labios. Densos,

rojos. Fue un beso tan corto

que duró más que un relámpago,

que un milagro, más.

El tiempo

después de dártelo

no lo quise para nada

ya, para nada

lo había querido antes.

Se empezó, se acabó en él.

Hoy estoy besando un beso;

estoy solo con mis labios.

Los pongo

no en tu boca, no, ya no

—¿adónde se me ha escapado?—.

Los pongo 

en el beso que te di

ayer, en las bocas juntas

del beso que se besaron.

Y dura este beso más

que el silencio, que la luz.

Porque ya no es una carne

ni una boca lo que beso,

que se escapa, que me huye.

No.

Te estoy besando más lejos.

(Pedro Salinas)

 

Raquel ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece

Conseguir hijos independientes: La trampa del "corto plazo" en la educación de nuestr@s hij@s

art3.jpg

Los niños y niñas son y necesitan ser “demandantes”. Sin duda, nuestros hijos nos necesitan y demandan nuestra atención para una gran cantidad de cuestiones de su día a día. Y una de nuestras funciones como madres y padres es precisamente responder a esas necesidades. La pregunta es: “¿Estamos respondiendo de una manera adecuada a las demandas de nuestros hijos?”

Las necesidades de los niños y niñas son muy variadas y dependen de la edad, el carácter y la educación de cada uno. Eso quiere decir que, en realidad, las necesidades son, y deben ser, variables, y acordes a las capacidades de nuestros peques.

Sin embargo, en el día a día, nos encontramos con niños y niñas en los que se observa un desajuste entre las capacidades o la edad que tienen y las necesidades que manifiestan. En muchas ocasiones, el origen de esta situación está en la llamada“trampa del corto plazo”.

Pero ¿qué es la trampa del corto plazo?

Pongamos un par de ejemplos prácticos:

1. Juan, de seis años, tira su vaso de la merienda, derramando todo el batido sobre la encimera de la cocina. Su padre, agotado y agobiado, decide limpiarlo mientras muestra su disgusto por el poco cuidado que muestra Juan. Tras limpiarlo, coloca un nuevo vaso sobre la encimera, lo llena de batido y le explica a Juan que no debe jugar mientras come para evitar así que el vaso vuelva a derramarse.

2. Mariana, de siete años, es una niña que suele acompañar a sus padres allá donde ellos van. Y siempre que está en un contexto en el que puede sentirse algo aburrida, los padres, rápidamente, hacen un gran despliegue de la tecnología que tienen a mano, y le ponen un capítulo (o varios) de su serie de dibujos favorita.

A corto plazo, el padre de Juan y los padres de Mariana consiguen solucionar la situación que se les presenta: el padre de Juan logra arreglar la cocina y que su hijo meriende; los padres de Mariana consiguen hacer gestiones o compartir tiempo con sus amistades acompañados por su hija. El problema en uno y otro caso es el desajuste que se produce, ya que los progenitores no son conscientes de las trampas en las que caemos cuando nos enfocamos en el corto plazo en la educación. Y es que, un día, los padres de Juan se sorprenderán diciendo que no tienen tiempo para nada, que están sobrepasados por las tareas de la casa, que tienen que prepararle la merienda a su hijo, hacerle la cama, prepararle la ropa para el día siguiente y hacerle la mochila del cole, entre otras miles de tareas.

Y otro día, los padres de Mariana se enfadarán cuando Mariana no conteste a algún comentario de alguna persona que se dirija a ella, mientras ella está absorta viendo un capítulo de su serie favorita o jugando a ese videojuego que le apasiona.

Si a Juan le dedicamos diez minutos para enseñarle a recoger el batido que ha derramado y a que se ponga él el nuevo vaso, a corto plazo perderemos algo más de tiempo y quizá tengamos a Juan esparciendo el batido por la cocina en lugar de limpiarlo; pero a largo plazo tendremos un hijo que no depende de nosotros y en el que podemos confiar para responsabilizarse de sus tareas. De igual manera, si dedicamos un tiempo a Mariana para que ella misma aprenda a buscar distintas maneras de entretenerse en diferentes contextos, tendremos a largo plazo una hija flexible y con capacidad de adaptación que no dependerá de que llevemos todos los dispositivos cargados y disponibles.

Cuando hablamos de educación, tenemos que ser conscientes de que nuestros hijos nos van a requerir inversiones de diferente índole. Y eso va a suponer que ampliemos nuestra perspectiva a largo plazo.

Entender que los niños viven en un proceso continuo y que lo que sean capaces de hacer en un futuro dependerá de las inversiones que hagamos en el presente nos protegerá de caer en la suculenta trampa del corto plazo.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga educativa, familiar y de pareja

Grupo Crece

 

Cuando hablamos de educación, tenemos que ser conscientes de que nuestros hijos nos van a requerir inversiones de diferente índole. Y eso va a suponer que ampliemos nuestra perspectiva a largo plazo.

Entender que los niños viven en un proceso continuo y que lo que sean capaces de hacer en un futuro dependerá de las inversiones que hagamos en el presente nos protegerá de caer en la suculenta trampa del corto plazo.

Cómo ayudar a nuestros hijos/as cuando sus amigos/as no son una buena influencia

A muchos padres y madres les preocupa que los amigos/as de sus hijos/as ejerzan demasiada influencia en sus vidas y que su propia influencia vaya disminuyendo, pero se preocupan todavía más si los amigos/as de sus hijos/as los animan a participar en actividades peligrosas o dañinas.

La influencia de los amigos/as se siente mucho más en la adolescencia: mismos gustos en la música, la ropa, los peinados, así como en las actividades en las que participan. Sin embargo, los amigos/as  no reemplazan a los padres. Vosotros seguís siendo quien más influís en la vida de vuestros/as hijos/as, los adolescentes tienden a buscar a los padres más que a sus amigos cuando se trata de qué planes hacer después de secundaria, qué carrera elegir y hacia dónde dirigir su futuro.

Aquí os damos algunos consejos para guiaros mientras ayudáis a vuestro/a hijo/a a formar buenas amistades:

Reconocer que la presión entre los amigos puede ser buena o mala. 

La mayoría de los niños/as se sienten atraídos por los amigos/as con quienes tienen muchas cosas en común. Si vuestro/a hijo/a escoge amigos/as desinteresados en el colegio o que sacan malas notas, quizás esté menos dispuesto/a a estudiar o a hacer su tarea. Si escoge amigos/as que disfrutan del aprendizaje y sacan buenas notas, su motivación por destacarse académicamente será más fuerte.

Conocer a los amigos de vuestro hijo/a. Una buena manera para descubrir cómo son es invitarlos a casa.

Ayudar a crear un ambiente cómodo y ofrecerles una merienda y que jueguen en su cuarto. Cuando los amigos/as vienen a visitar a vuestro/a hijo/a, podéis permitirle fijar las reglas de conducta y al mismo tiempo tener la oportunidad de entender mejor de qué hablan y cuáles son sus preocupaciones.

Conocer a los padres de los amigos de vuestro/a hijo/a. 

No es necesario que seáis amigos íntimos, pero sí ayuda saber si las actitudes y preferencias como padres son compatibles con las vuestras. Por ejemplo, si conocéis a los padres de los amigos/as será más fácil descubrir lo que necesitáis saber: a dónde van, con quienes van, a qué horas comienzan y terminan una u otra actividad, si habrá un adulto presente, etc.

Darle tiempo libre a vuestro/a hijo/a en un lugar seguro para pasar el rato con los amigos/as. 

Las actividades son importantes, pero demasiadas clases extraescolares puede resultar agotador. Vuestro/a hijo/a puede desarrollar nuevas destrezas sociales y compartir ideas con sus amigos/as si le permitís tiempo libre para pasar el rato con sus amigos/as en un lugar seguro y supervisado por adultos. Por ejemplo,  vuestro/a hijo/a puede aprender que los/las buenos/as amigos/as saben escuchar cuidadosamente, que se prestan para ayudar y se muestran seguros/as de sí mismos/as, que demuestran su entusiasmo, que tienen un buen sentido del humor y respetan a otras personas. Al pasar el rato con los/as amigos/as, quizás vuestro/a hijo/a pueda superar ciertos comportamientos que incomodan a otras personas(porque es demasiado serio/a o apático/a, demasiado criticón/a o “mandón o mandona”, etc.).

Hablar con vuestro/a hijo/a sobre los/las amigos/as, sobre la amistad y sobre cómo elegir buenas opciones.

Es muy importante que habléiscon él o ella sobre cómo resistir la presión por desobedecer las reglas o comprometer las normas que el grupo le ha inculcado, sobre cómo ser un buen amigo y cómo las amistades se fortalecen o disminuyen. Podéis también hablar sobre la importancia de tomar buenas decisiones cuando se anda entre amigos/as, necesitan examinar quiénes son cuando están con ese/a amigo/a.

Enseñarles cómo salir de situaciones difíciles y hablarles de cómo enfrentarlas.

Preguntarles qué harían si un/a amigo/a llegara a la clase con algo prohibido (por ejemplo, un juguete o un móvil), o qué haría si un/a amigo/a le sugiriera que se salieran del cole para comprar chuches.Idealmente,  podrán decir "no" a una situación peligrosa o prohibida, pero si todavía no han aprendido esta destreza y no quieren hacer lo que los amigos quieren que hagan, es adecuado decirles que su madre o su padre dicenque no, que eso no se puede hacer. A veces esto les quita algo de presión.

Supervisar las amistades para ayudarles a evadir comportamientos arriesgados o poco apropiados. 

Los niños/as necesitan supervisión,  Manteneros alerta sobre quiénes son los/as amigos/as de vuestro/a hijo y qué hacen cuando se juntan. Algunos/asniños/as se revelan si se les prohíbe pasar el rato con ciertos amigos/as. Es más adecuado aclararle las razones por las cuales creemos que no son una buena influencia con ejemplos claros y concretos.

Dar un buen ejemplo como amigo o amiga. 

El ejemplo que vosotros/as ofrezcáis tiene un mayor impacto que cualquier sermón que podáis  darles. Los niños que ven a sus padres tratarse con respeto y amabilidad entre sí y hacia sus amigos/as definitivamente tienen una gran ventaja. Preparar una fiesta para vuestros/as propios amigos/aso escuchar con empatía cuando un/a amigo/a se siente triste puede ser un mensaje muy poderoso paravuestro/a hijo/a.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga educativa e infanto-juvenil

Grupo Crece

Pensamientos que nos hacen daño VII: "Atendiendo selectivamente con el filtro mental"

La distorsión que trataremos de conocer en profundidad en nuestro post de hoy es la atención selectiva, o también conocida como abstracción selectiva. Consiste básicamente en nuestra capacidad de atender de una manera más focalizada a una serie de estímulos desechando otros.

Mediante este mecanismo, podemos atender erróneamente a estímulos o detalles de una situación y valorarlos como más importantes, categorizando la experiencia en función de estos detalles. Por ejemplo, imaginemos que acudimos a una fiesta y que en este acontecimiento pasamos buenos ratos, charlamos, conocemos gente, nos reímos... pero en un momento determinado, sin querer, arrojamos una bebida a alguien por encima y la manchamos. Cuando al día siguiente nos pregunten: "¿qué tal la fiesta?", contestaríamos algo así como: "un desastre, derramé la bebida a un desconocido, así que fatal". Esto es un claro ejemplo de abstracción selectiva, ya que estamos atendiendo o focalizando únicamente en el detalle negativo para conceptualizar el suceso, obviando todos los demás que también estuvieron presentes y pueden tener su importancia.

Es importante señalar, que lo que en primer lugar parece una distorsión, a veces puede ser adaptativo, como cuando escuchamos el sonido del llanto de nuestro bebé que llora por encima de otros sonidos y nos permite anticiparnos y darle la ayuda necesaria. Otro ejemplo adaptativo podría residir en nuestra capacidad para dormir y descansar en ciertas ocasiones, desatendiendo por completo otros estímulos como pueden ser luces o ruidos como la TV o a unos vecinos ruidosos. La atención selectiva también nos puede llevar a ahorrar una gran cantidad de recursos atencionales, tiempo y esfuerzo, al lograr atender a la información más relevante, y esto lo hacemos también cuando leemos noticias (seleccionando los textos más llamativos o que consideramos más importantes como los titulares), buscando ideas para escribir un artículo (escogiendo aquello que se asemeja a lo que queremos escribir o que se acerque a nuestra idea de artículo), atendemos a una persona a la que tenemos que ayudar (como por ejemplo un terapeuta, capaz de separar la paja del contenido relevante, o de centrarse en la comunicación no verbal de la persona a la que atiende, o en sus emociones) o tomando una decisión rápida y momentánea (como dar un frenazo en nuestro vehículo cuando hay peligro de atropellar a un peatón).

Siendo esto cierto, en muchas otras ocasiones, la atención selectiva nos hace percibir de manera exagerada aquello que nos afecta y por lo tanto hace que distorsionemos nuestra realidad y gestionemos peor las situaciones (como en el ejemplo anterior de la fiesta).

Y, ¿quien suele ser la responsable de estas atenciones?. Si, lo habéis acertado... ¡las emociones!.

Imaginémonos una serie de ejemplos mediatizados por estas emociones:

a) Ansiedad

A una persona con mucha ansiedad (o con algún problema de ansiedad), esta emoción probablemente le está queriendo decir, de una manera desproporcionada que gran parte de las situaciones del día a día son peligrosas. o potencialmente peligrosas para ella misma o para algo importante para ella.

¿Cómo actuaría la atención selectiva?. Esta distorsión, alimentada por la emoción (en este caso la ansiedad) va a llevar a la persona a especializarse en detectar posibles situaciones, objetos o estímulos peligrosos, y por tanto la atención estará completamente focalizada a ellos. ¿Se os ocurre algún ejemplo?, ¡aquí va uno!. Imaginemos que esta persona es un alumno que se presenta por tercera vez a un examen práctico del permiso de conducción. La ansiedad se entiende, ya que corre el peligro de volver a suspender, con las consecuencias que pueden conllevar a nivel emocional, económico etc. Probablemente, tanto antes, como después del examen (teniendo en cuenta que no sabrá el resultado hasta poco después) esta ansiedad se mantenga como "avisador" de circunstancias peligrosas. Antes del examen estará preparando el cuerpo para la acción, y el filtro atencional estará constantemente centrado en pensamientos referentes a suspender, a observar el tráfico de la ciudad, a buscar a la profesora, a centrarse excesivamente en sus reacciones fisiológicas internas... durante el examen probablemente esté con los nervios de punta atendiendo a posibles peligros, semáforos, coches que se cruzan, personas que pasan, cara del examinador... y cuando el examen acabe y todavía no sepa si ha aprobado, probablemente su mente navegará todavía condicionada por esta atención selectiva, por los posibles fallos que ha cometido, interpretará cada cara, actitud, o voz del examinador o de la profesora para buscar indicios de posible suspenso (para así prepararse con tiempo). De esta manera afecta nuestro filtro mental, nuestra atención o abstracción selectiva, que, alimentada en este caso por la ansiedad, está llevando al joven alumno a atender de manera totalmente centrada, a los eventos potencialmente peligrosos. Esto a veces puede ser adaptativo, pero en su justa medida. Nuestro alumno probablemente no habrá caído en las maniobras buenas, los momentos de tranquilidad, algún gesto de aprobación de la profesora, o su magnífico estacionamiento final... ya que al final este alumno afortunadamente aprobó el examen (aunque lo vivió durante todo el tiempo como un suspenso).

b) Tristeza

Pero al igual que en la ansiedad, otras emociones también pueden actuar como motor del filtro mental, atención o abstracción selectiva.  Pongamos ahora un ejemplo de tristeza. Una persona en un estado anímico bajo, que esté decaída por diversos motivos, va a activar estos filtros mentales atendiendo o focalizando partes negativas de la realidad, que serán coherentes con su estado emocional. Así, una simple mirada de una persona, una manera de responder poco expresiva por parte de una amiga o un leve gesto, que podría ser interpretado de mil maneras, puede llevarnos, a través de esta emoción a atender profundamente a estos estímulos y por tanto a interpretar erróneamente: "pasa de mi", "le caigo mal", "nadie me sonríe"... y quizá no se tenga en cuenta que esas mismas actitudes se han tenido con todas las personas, que hay muchas más razones para entenderlas, que las que solo me indica la tristeza.

Al igual que con estas dos emociones, los filtros mentales también se alimentan de enfado (atendiendo con más profundidad los detalles que me enfadan u ofenden) miedo (de peligro como en la ansiedad), alegría (tendiendo a fijarnos solo en lo bueno o positivo)...

Las pautas para manejar esta distorsión no distan demasiado de las que hemos marcado para las anteriores. Siempre es fundamental la detección, el darse cuenta, en este caso, de si realmente estamos poniendo en valor todos los aspectos, o si de lo contrario nos estamos centrando en exceso en un detalle o cuestión para categorizar la realidad. Otro aspecto claves está en la regulación emocional, si de alguna forma hay alguna emoción predominante, que esté pudiendo condicionar la forma en la que seleccionamos o atendemos la información. Y para terminar entraríamos en la confrontación, con nosotros mismos, en los que nos preguntaríamos: "¿estoy teniendo en cuenta todos los detalles o me he centrado demasiado en los negativos?". y "¿existen otras interpretaciones posibles?".

Por tanto, y para concluir, cerraríamos este penúltimo post de pensamientos que nos hacen daño con varias preguntas para vuestra reflexión: ¿cómo afectan mis emociones a mis filtros?... ¿soy consciente de cuando me ocurre?... ¿lo sé reajustar una vez gestiono la emoción?. Os propongo un registro muy sencillo:

Vínculos tóxicos y vínculos sanos. Claves para distinguirlos

¿Os acordáis de aquel lugar de vacaciones donde ibais de pequeños? ¿Y de aquella profesora que tanto os ayudó en el colegio? Si cerráis los ojos y os imagináis vuestro primer viaje de juventud, ¿sentís sensaciones que correspondían a ese momento?

Nuestra historia está plagada de personas, actividades y lugares a los que, de una manera u otra, nos hemos vinculado afectiva y emocionalmente. Vincularse significa conectarse, relacionarse con alguien o con algo desde los diferentes planos de nuestro ser.

Todos establecemos innumerables vínculos en nuestra vida y cada uno de ellos es diferente y tiene unos efectos distintos sobre nosotros.

Podríamos diferenciar en nuestra historia entre vínculos sanos, que son aquellos que nos aportan bienestar y claridad, y vínculos tóxicos, aquellos otros que nos dañan psicológicamente, nos producen sentimientos negativos y nos producen confusión.

Pero ¿cómo podemos saber si nuestros vínculos son o han sido sanos? ¿Cómo identificar un vínculo tóxico?

Es importante que partamos de la base de que la distinción entre vínculos sanos y vínculos tóxicos es una clasificación cuyos términos  no se excluyan entre sí. En la realidad, un vínculo sano puede derivar en un vínculo tóxico y, más raramente, un vínculo tóxico podría llegar a convertirse en un vínculo sano. Eso quiere decir que el vínculo es algo dinámico, cambiante. Debemos ver el vínculo no como algo momentáneo, sino como un continuo que atraviesa distintas fases y da lugar a matices y niveles diferentes.

Podemos identificar un vínculo sano a través de algunos factores:

1. Está basado en la elección, no en la obligación, la culpa o la dependencia.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades con las que elegimos vincularnos libremente. Entonces, ¿qué ocurre con la familia?; si la familia es algo que nos viene dado, ¿podemos hablar de vínculos familiares? Es cierto que la familia de origen no se elige, pero sí elegimos nuestra manera de vincularnos con nuestro círculo familiar,  padres, hermanos…, sobre todo en nuestra edad adulta. No es lo mismo, por ejemplo, elegir vincularnos desde “el querer” (“Qué bien, hoy tenemos comida juntos,  así le puedo comentar a mi hermano lo que me pasó el otro día”) que elegir vincularnos desde “el deber” (“Voy a visitar a mis padres que, si no, dicen que no voy nunca”). En este caso es la naturaleza del vínculo lo que se elige.

2. Es nutritivo, nos enriquece intelectual y emocionalmente.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades que nos aportan emociones, vivencias o aprendizajes positivos que nos hacen crecer  y desarrollarnos. Por el contrario, aquellas actividades o personas que nos aportan sentimientos de culpa, que sacan de nosotros nuestros lados más negativos, que nos proporcionan vivencias nocivas para nosotros, son vínculos tóxicos.

3. Es flexible, se adapta a las circunstancias sin resultar absorbente.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades que permiten una cierta flexibilidad tanto en el tipo de relación como en las dinámicas que en ella se generan.

Un vínculo que puede ser sano en un determinado momento puede tornarse en tóxico, si su rigidez limita a las personas o les impide que se desarrollen. Esto suele ser muy común en las parejas, en las que los cambios son percibidos, en ocasiones, como sinónimo de peligro, haciendo que los miembros no puedan descubrir o desarrollar nuevas facetas de sí mismos. También, suele pasarnos en nuestro entorno laboral: aquellas empresas en las que desarrollamos diferentes acciones, en las que hay novedades en las tareas y en las que tenemos perspectiva de crecimiento, favorecen que los empleados se vinculen mejor al proyecto empresarial.

La manera de vincularnos con nuestro entorno está directamente relacionada con nuestra manera de ser y de sentir. Ambas se influyen mutuamente y se retroalimentan entre sí, de modo que se pueden generar cambios en ambas direcciones.

Por ejemplo, podemos establecer vínculos tóxicos en momentos vitales en los que no nos encontramos bien (insatisfacción en la pareja o en el ámbito laboral, falta de motivación, miedo a la soledad). De la misma manera, podemos no encontrarnos bien como consecuencia de alguna relación vincular tóxica. Ahora bien, esta situación de retroalimentación entre el vínculo y los sentimientos nos deja un mensaje de esperanza: si trabajamos para generar cambios en la manera de vincularnos, se puede generar un efecto de engranaje en el que muchas piezas de nuestra vida se muevan, generándonos bienestar en muchos ámbitos.

Aprender a establecer vínculos sanos con nuestro entorno es un factor necesario para el desarrollo y el bienestar personal. Los vínculos y la naturaleza de esos vínculos están en la base de dos de los pilares del ser humano: la identidad y la autoestima. Lo que somos y la manera en la que nos valoramos tienen mucho que ver con las relaciones que hemos establecido con nuestro entorno a lo largo de nuestra historia. Son esas vivencias las que hacen que nos definamos como hogareños, familiares, confiables, divertidos, extravertidos…

Tomar conciencia sobre nuestra manera de vincularnos nos alejará de repetir dinámicas relacionales tóxicas con los diferentes aspectos de nuestro entorno, por lo que os invitamos a reflexionar sobre vuestros vínculos y la influencia que tienen en vosotras y vosotros.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga familiar y de pareja

Grupo Crece

Pensamientos que nos hacen daño VI: Las "personalizaciones a través del locus de control"

Por si aún nos parecieran pocas (llevamos ya cinco distorsiones sin contar esta), hoy vamos a comentar uno de los filtros mentales más dañinos e hirientes. La personalización.

La personalización consiste en la atribución personal de algún hecho, en concreto un hecho negativo, para el caso que queremos explicar aquí.

Para entender bien esta distorsión, es conveniente hablar de un término psicológico llamado "locus de control".

El locus de control es el sistema mediante el cual atribuimos causalidad a las diferentes cuestiones con las que nos relacionamos en el día a día. La traducción más sencilla sería llamarlo "lugar de control", y se refiere concretamente a la causa a la que una persona otorga explicación a algo que ha pasado.

Quizá un ejemplo sirva para explicarlo mucho mejor. Imaginémonos un estudiante, que, pese a su gran esfuerzo en la materia de matemáticas, habiendo estudiado diariamente, buscando ayuda de profesores... no logra aprobar su examen de instituto. Este estudiante podría atribuir de dos formas esta consecuencia. Podría decir que el examen era demasiado complicado, y aquí el locus de control sería externo (ya que atribuye su examen a cuestiones externas a él) o de lo contrario podría decir que las matemáticas son realmente difíciles para él y quizá dude de su capacidad numérica (en este caso habría un locus de control interno, porque el estudiante justificaría su suspenso a su falta de capacidad). También podría pasar que el estudiante realmente no se haya esforzado lo suficiente, y en este caso el locus interno más sano sería atribuir "no me he esforzado" y el locus externo "el examen es difícil" le impediría hacer una autocrítica adecuada y sana.

Pues al igual que este estudiante, las atribuciones de locus de control las hacemos todas las personas. Y además de hacerlas en lo interno (sobre nosotros mismos) o lo externo (sobre el medio), también lo hacemos sobre si depende de nuestro control (controlable o incontrolable) y sobre si es algo que se mantendrá siempre o podrá cambiar (estable o inestable).

Imaginemos una persona importante para nosotros cuando se encuentra muy triste, o que esté pasando una mala racha que le tenga decaído. Esta emoción o estado anímico va a afectar muy probablemente a su locus de control. Probablemente si le felicitamos por algo bueno que entendemos que ha hecho, nos dirá que no es para tanto o que fue por suerte (por tanto atribuirá algo positivo al entorno, y no a sus cualidades). También tenderá a pensar que esta cuestión no estaba bajo su control (incontrolable) y que en futuras situaciones no le irá tan bien (inestable). Sin embargo, es mucho más probable, que cuando alguien le haga ver una cuestión negativa, lo considere algo interno (por su incapacidad), estable (ya que pensará que siempre le ocurre) e incontrolable (ya que no puede hacer nada para cambiar). Está claro que es una forma de atribuir muy depresiva, propia de personas muy tristes o con una autoestima dañada.

Vamos a imaginar ahora, sin embargo a una persona narcisista (dícese de la gente que tiene una personalidad en la cual necesitan dan a entender a la gente que están por encima de los demás). Seguro que conocéis a alguien que se asemeja a este perfil. En este caso, probablemente esta persona atribuya la mayoría de las cuestiones positivas a sus cualidades internas, y las negativas a algo externo, para defender de esta forma su identidad. Y todas estas cualidades positivas, por supuesto, las percibirá como controlables por su parte y estables, mientras que las negativas serán siempre externas e incontrolables por él. Así nos damos cuenta de la gran diferencia de los dos perfiles, sin embargo dañinos en ambos casos.

Pues al igual que estos perfiles, todas las personas tenemos una forma de atribuir, y en esta cuestión surge la distorsión de la "personalización".

Esta distorsión consiste en llevar a lo personal diferentes cuestiones del entorno, y, normalmente las que nos hacen daño. Ahora vamos a pensar en una joven residente de primer año trabajando en un hospital. Esta joven médico pasa por uno de los pasillos y lee un comunicado importante: "a partir del día de hoy, ningún residente de primer año podrá atender a pacientes sin la supervisión establecida por los residentes de mayor grado". Imaginemos entonces que esta joven residente de primer año concluye con este pensamiento: "no se fían de como trabajo". Es un caso claro de personalización, cuando un mensaje por diversos motivos, va conducido a todo un colectivo, nuestra joven protagonista lo ha personalizado en ella, y por tanto esta distorsión probablemente afecte a su estado anímico y su conducta. Esto mismo nos puede pasar a nosotros cuando alguien nos contesta en un tono seco mientras nos atiende en un supermercado, o con una compañera de trabajo que lleva todo el día un poco esquiva. Esta distorsión nos puede ocurrir muchas veces también cuando estamos en un grupo donde quizá no nos sintamos del todo cómodos por que conozcamos a poca gente: "esa gente se está riendo de mi, deben pensar, ¿quién es este tío?" o le puede pasar a algunos grupos en concreto, incluyendo en este caso otros aspectos como el racismo, la homofobia o la desigualdad de género "seguro que me miran mal porque soy mujer, homosexual o de otra raza". Aunque evidentemente habrá casos en que esto podrá ocurrir de verdad y no ser una distorsión, dicha distorsión se detecta cuando no hay pruebas suficientes de ello.

Claves para gestionar la personalización:

1) Analizar nuestro locus de control

¿Estoy llevándolo a lo interno o externo?, ¿realmente tiene que ser por mi?, ¿existen otras opciones igual de plausibles?...

2) Estudiar y gestionar nuestra emoción.

¿Cómo me encuentro. ¿Es posible que lo haya personalizado porque me siento triste y estoy especialmente susceptible. ¿O por alguna otra emoción? ¿Por qué estoy sintiendo esta emoción?

 

Cuentos de sabidruría milenaria: El Elefante

Cuando nuestra realidad es sólo una parte de la verdad...

Nuestras percepciones sensoriales y experiencias de la vida pueden conducirnos a un acceso limitado de la realidad y a malas interpretaciones de ésta.

Nuestro punto de vista sobre nosotros mismos, los demás y el mundo sólo es una forma de mirar y conocer. Si lo tomas como una Verdad Absoluta, estarás perdiendo la oportunidad de descubrir formas de mejorar tu vida, de ampliar tus horizontes, de vivir tranquila.

La flexibilidad permite la adaptación y, como decía Darwin:

 El elefante

En los confines de una tierra que no estaba ni muy al Norte ni muy al Sur, ni tampoco muy al Este ni muy al Oeste, había una ciudad que tenía una extraña particularidad: Todos sus habitantes eran ciegos. Pero como quiera que el contacto que estos mantenían con el mundo de la visión normal, era cada vez más raro y escaso, habían olvidado su condición de ciegos y, se habían acostumbrado a esa forma de vida con toda normalidad.

En las leyendas de aquella comunidad, al igual que en muchas otras, se hablaba de la existencia de un misterioso animal que nadie podía definir ni describir y, al que los buscadores perseguían en mil y un intentos por conocer. Tan sólo se sabía que tenía por nombre: “Elefante”, y que, un día, tampoco no muy lejano, se lo llegaría a conocer.

Sucedió en un otoño ventoso que un rey y su cortejo venidos de una lejana tierra, acamparon cerca del lugar trayendo un elefante consigo. Al poco tiempo, el rumor se extendió alcanzando a la ciudad de los ciegos que sintió por fin llegada su oportunidad de satisfacer aquella histórica curiosidad de desvelar dicho secreto. Hasta entonces, sólo contaban con conjeturas acerca del mismo, existiendo siempre estudiosos e investigadores que comunicaban apasionadamente sus conclusiones. Sin embargo, éstos no llegaban totalmente a convencer a los habitantes de aquella ciudad que tenían serias dudas acerca de la verdad definitiva.

Por ésta y otras razones, algunos de los miembros más aventureros dela Ciudad de los Ciegos, aprovecharon la ocasión de conocer y, se marcharon a investigar y comprobar la verdad definitiva de cómo era aquello que los obsesionaba.

Y así tras el largo camino, conforme uno a uno llegaban junto a su imponente presencia, tanteaban y tocaban con minuciosidad lo que cada cual podía percibir de aquella gran realidad. De esta forma, también uno a uno alcanzaban extraordinarias conclusiones.

Tras la propia experiencia de palpar al elefante, cada cual pensó que al fin conocía el Misterio, que al fin sabía lo que tanto habían buscado porque ya había llegado el día en que lo habían podido tocar con sus propias manos.

Poco a poco, cada uno de los destacados exploradores fue regresando a la Ciudad de los Ciegos, en donde sus conciudadanos esperaban apiñados e inquietos formando impacientes grupos. En realidad, todos estaban ansiosos buscando la verdad.

Llegó el momento de exponer públicamente la forma y aspecto del elefante, de manera tal que todo el pueblo escuchara lo que aquellos estudiosos iban a disertar:

"Adopta una forma grande, rugosa, ancha y gruesa como un felpudo viviente..." dijo el primero.

El pueblo que escuchaba exclamó en un rumor de sorpresa.

Cuando le tocó el turno al que había palpado la trompa dijo a los presentes:

"Yo conozco los hechos reales. Puedo jurar por el honor de mi estirpe que es como un tubo recto y hueco, horrible y destructivo."

Un nuevo rumor de comentarios y exclamaciones se manifestó en los presentes.

Seguidamente habló el que había palpado la panza.

"Hacedme caso. Yo sé de verdad como es. Es una masa enorme, abultada e inabarcable. Permanece tranquila y parece moverse con mucha lentitud."

Y por fin le tocó el turno al último que como quiera que había tocado sus patas dijo:

"Es poderoso, recto y firme como un pilar. Os lo juro."

El pueblo ya había tomado posiciones y todos discutían acerca de los testimonios de los especialistas allí congregados. Cada punto de vista estaba desencadenando, no sólo una particular escuela, sino toda una corriente ideológica y cultural acerca de aquel antiguo Misterio.

De pronto y en medio de la gran controversia, se oyó la balada de alguien distante que se aproximaba. Su melodía y su voz resultaban tan extrañamente resonantes que fueron apagando los murmullos de los presentes, mientras el canto de un estribillo, aumentando su tono decía:

 “El conocimiento de lo Real no se revela a los ciegos de corazón. Sólo con otros ojos conocerás insospechados cielos"

 (Atribuida a Rumi, sufí persa del siglo XIII)

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece

Pensamientos que nos hacen daño. Parte V: "Las etiquetas"

La distorsión mental automática de la que hablaremos hoy son las etiquetas, las cuales utilizamos muchas veces de manera inadecuada, excesiva y categórica, y, pese a que a simple vista parecen sencillas de reestructurar, su carácter automático nos hace contemplar al mundo o a nosotros mismos desde esa etiqueta.

Las etiquetas en si no son algo negativo, al contrario, nos ayudan a simplificar el mundo para poder actuar de una forma más rápida y adaptativa y también nos permiten ahorrar tiempo y recursos mentales para resolver la cantidad de soluciones a problemas o decisiones, a las cuales sometemos a nuestro cerebro durante nuestro día a día.

Pongamos un ejemplo:

Tenemos una cantidad de tiempo escaso en nuestro trabajo para parar a comer y retomar la faena. Buscamos las diferentes opciones para alimentarnos bien, pero también, buscamos ser rápidos, y por otro lado, valoramos el estrés que nos puede suponer y si nos merece la pena. Decidimos bajar al supermercado más cercano una vez hecha esta reflexión, y, gracias a nuestra experiencia y a las etiquetas, en el momento de la cola nos comportamos adaptativamente: "ese cajero es muy lento" (probablemente porque tiene menos experiencia), "la señora mayor va muy despacio y paga con moneditas"... Como podéis ver, utilizamos estas etiquetas para conseguir adaptarnos mejor al mundo, aunque podamos caer en el error de caer en prejuicios o de ser injustos (quizá el otro día al cajero al que llamo lento, sencillamente tuvo una mala mañana, o quizá no sea justo meter en el saco a esta señora mayor de ser lenta), nos compensa hacerlo para lograr nuestro objetivo (comprar comida lo más rápido posible, que sea sana y que me pueda dar tiempo antes de reanudar el trabajo).

El problema de las etiquetas, es que, no solo las utilizamos para adaptarnos a nuestro medio y elaborar una respuesta mejor, sino que también nos sirven para evaluarnos a nosotros mismos en nuestro desempeño o nuestra persona, y en estas ocasiones, si que pueden ser muy dañinas.

Desde nuestra infancia, a través de nuestros padres, maestros, educadores, familiares, amigos... vamos integrando y recibiendo estas etiquetas de manera constante y continua. Estas etiquetas las podemos recibir directamente a través del lenguaje: "niño, eres un desastre" y posteriormente, también, a partir de nuestras experiencias: "soy un fracasado".

 ¿De qué forma se van haciendo dañinas estas etiquetas?

Conforme vamos creciendo, las personas vamos desarrollando nuestra identidad, formando nuestro autoconcepto y por tanto construyendo nuestra autoestima. Una etiqueta puede resultar muy categórica si no se entiende bien, nos puede señalar como "inteligente", "vago", "desastre", "artista"... y tanto las que parecen positivas, como las que claramente son negativas, pueden contribuir al desarrollo de una autoestima dañada. ¿Por qué?. Porque un niño al cual le bombardeemos continuamente diciendo que es inteligente, no entenderá cuando algo no sepa resolverlo, quizá no lo acepte, ya que él es inteligente y no tiene sentido no saber resolver algo, por tanto lo que probablemente haga más de una vez sea atribuir sus fracasos a los demás, y no a uno mismo. ¿Y un niño al que le digamos continuamente desastre?. Probablemente considerará que no tiene capacidades para resolver ciertas cuestiones y sentirá que depende de otros para que se las resuelvan, tenderá, entonces, a buscar a estas figuras para que solucionen sus problemas y estará mucho menos motivado a aprender o mejorar: "¿para qué?, si yo soy un desastre, para eso no valgo , se me da muy mal". Estos son dos ejemplos de autoestima dañada.

¿Y cómo podemos luchar contra las etiquetas, tanto con uno mismo como con los demás?

Aquí os dejo algunos consejos:

1.- Cambiar la etiqueta por un lenguaje descriptivo y objetivo

En el ejemplo de "eres un desastre", la solución aplicando este consejo sería:

"El cuarto vuelve a estar desordenado, esto me disgusta y estoy convencido de que puedes dejarlo mucho mejor"

En un ejemplo de etiquetas contra uno mismo sería algo así (ejemplo: "soy un desastre"):

"Es cierto que no he tenido mi mejor día en el trabajo, puede ser que no esté rindiendo a mi mejor nivel últimamente, se hacerlo mucho mejor..."

Estos mensajes son mucho más sanos para nuestro yo, al ser descriptivos, señalan en qué podemos mejorar e indican la parte en la que no estamos funcionando. Son como críticas constructivas.

2.- Hacer preguntas a la etiqueta para gestionarla.

Preguntas del tipo: ¿en qué estoy siendo un desastre?, ¿realmente siempre lo soy?, ¿qué ejemplos se te ocurren?. ¿hay situaciones en las que haya sentido que funcione bien en este aspecto?, ¿hay aspectos que puedo mejorar o realmente estoy condenado a ser un desastre?...

Al igual que en la anterior, estas preguntas cuestionan la etiqueta y nos ayudan a analizar con más objetividad la autocrítica interna, para que sea más constructiva y sana.


Realidad... ¿virtual?

Vivimos en una sociedad bombardeada por las nuevas tecnologías, las redes sociales y otros medios que hace 20 años sólo se creían posibles en la mente de Steven Spielberg.

Todo avanza muy deprisa, tanto, que los dilemas morales se plantean a la par que emergen más nuevas tecnologías.

Computadores que piensan por sí solos, coches que conducen de manera automática, aplicaciones para hacer deporte, para conocer gente… ¡¡aplicaciones para todo!!

Hemos visto películas como Matrix, Los Juegos del Hambre, Divergente, La Isla, Yo Robot, Her… que nos muestran un posible futuro desesperanzado, frío y desolador… y nos preguntamos ¿está realmente tan lejos de convertirse en realidad?

Nos advierten constantemente sobre el peligro de las nuevas tecnologías, mientras nos avasallan con anuncios sobre los modelos más novedosos de teléfonos, tablets… y nos venden que no adquirirlos es quedarse atrás…

Vivimos en una realidad, que a veces se nos antoja como virtual, ¿Cuánto de verdad hay en las redes? ¿Acaso no mostramos sólo lo que queremos que los demás vean?

ACEPTANDO LA REALIDAD…

Bien, sé que todo esto puede abrumarnos en muchas ocasiones, pero debemos aceptar la siguiente premisa: la vida es cambio. Constante, rápido, y a veces sí, abrumador, pero cambio al fin.

Es importante para nuestro bienestar aceptar que la realidad en la que vivimos ya no es la que era. Aceptar no quiere decir conformarse, no hacer nada para cambiarla, o abrazar todo lo que venga.

ASPECTOS POSITIVOS

Podemos para empezar, ser conscientes de que las nuevas tecnologías nos han traído cosas positivas.

Por una parte, tenemos más acceso que antes a la información, disponemos de más medios, de más fuentes… lo que hace más complicado que los medios nos manipulen.

Disponemos de una ayuda extra para tareas que nos resultan difíciles: aplicaciones que nos ayudan a llevar una dieta sana, vender las cosas que ya no utilizamos, a administrar nuestras tareas y nuestro tiempo…

Por otra parte, es un medio para conocer a gente nueva, de diferentes lugares y culturas.

Y por supuesto, es un medio que nos permite comunicarnos con nuestros seres queridos con mayor facilidad que antes. Es un medio que nos acerca a los demás, si sabemos usarlo correctamente.

No debemos confundir la vida REAL con la VIRTUAL, por supuesto, pero síencontrar este equilibrio para quelas nuevas tecnologías pueden convertirse en nuestras aliadas.

VIVIR ESTANDO PRESENTES…

Fundamental para encontrar este equilibrio del que os hablamos, es estar presentes, vivir el momento y ser conscientes de él.

Estar con nuestra atención y nuestros sentidos puestos en el momento actual: si nos toca trabajar, estar concentrados, si nos toca cenar con nuestras familias, estar en esa cena y si nos toca estar de vacaciones, disfrutar del entorno, de la compañía, de la tranquilidad....  No estar pensando en a quién le tenéis que enviar un correo de trabajo en vuestra cena familiar, o en el trabajo no estar pensando a qué agencia de viajes tenéis que llamar para iros de vacaciones y en las vacaciones no estar pensando en las fotos que os tenéis que hacer para mostrarles a vuestros amigos y compañeros las buenas vacaciones que habéis pasado… porque de esta manera os veréis atrapados en un círculo vicioso que nunca acaba, y en el que te acabas perdiendo todo lo que crees vivir.

El momento presente es el más importante, porque es sobre el único que tenemos cierto control, y como está en nuestras manos, tambiénestá en nuestras manos disfrutar de él.

Recordar esto la próxima vez que os descubráis a vosotros mismos con el teléfono en la mano, sin hacer nada realmente, no estando presentes en lo que tenéis delante, e intentad sumergiros en lo que ese momento os aporta.

Romina Collado

Psicóloga y formadora

Grupo Crece