Conseguir hijos independientes: La trampa del "corto plazo" en la educación de nuestr@s hij@s

art3.jpg

Los niños y niñas son y necesitan ser “demandantes”. Sin duda, nuestros hijos nos necesitan y demandan nuestra atención para una gran cantidad de cuestiones de su día a día. Y una de nuestras funciones como madres y padres es precisamente responder a esas necesidades. La pregunta es: “¿Estamos respondiendo de una manera adecuada a las demandas de nuestros hijos?”

Las necesidades de los niños y niñas son muy variadas y dependen de la edad, el carácter y la educación de cada uno. Eso quiere decir que, en realidad, las necesidades son, y deben ser, variables, y acordes a las capacidades de nuestros peques.

Sin embargo, en el día a día, nos encontramos con niños y niñas en los que se observa un desajuste entre las capacidades o la edad que tienen y las necesidades que manifiestan. En muchas ocasiones, el origen de esta situación está en la llamada“trampa del corto plazo”.

Pero ¿qué es la trampa del corto plazo?

Pongamos un par de ejemplos prácticos:

1. Juan, de seis años, tira su vaso de la merienda, derramando todo el batido sobre la encimera de la cocina. Su padre, agotado y agobiado, decide limpiarlo mientras muestra su disgusto por el poco cuidado que muestra Juan. Tras limpiarlo, coloca un nuevo vaso sobre la encimera, lo llena de batido y le explica a Juan que no debe jugar mientras come para evitar así que el vaso vuelva a derramarse.

2. Mariana, de siete años, es una niña que suele acompañar a sus padres allá donde ellos van. Y siempre que está en un contexto en el que puede sentirse algo aburrida, los padres, rápidamente, hacen un gran despliegue de la tecnología que tienen a mano, y le ponen un capítulo (o varios) de su serie de dibujos favorita.

A corto plazo, el padre de Juan y los padres de Mariana consiguen solucionar la situación que se les presenta: el padre de Juan logra arreglar la cocina y que su hijo meriende; los padres de Mariana consiguen hacer gestiones o compartir tiempo con sus amistades acompañados por su hija. El problema en uno y otro caso es el desajuste que se produce, ya que los progenitores no son conscientes de las trampas en las que caemos cuando nos enfocamos en el corto plazo en la educación. Y es que, un día, los padres de Juan se sorprenderán diciendo que no tienen tiempo para nada, que están sobrepasados por las tareas de la casa, que tienen que prepararle la merienda a su hijo, hacerle la cama, prepararle la ropa para el día siguiente y hacerle la mochila del cole, entre otras miles de tareas.

Y otro día, los padres de Mariana se enfadarán cuando Mariana no conteste a algún comentario de alguna persona que se dirija a ella, mientras ella está absorta viendo un capítulo de su serie favorita o jugando a ese videojuego que le apasiona.

Si a Juan le dedicamos diez minutos para enseñarle a recoger el batido que ha derramado y a que se ponga él el nuevo vaso, a corto plazo perderemos algo más de tiempo y quizá tengamos a Juan esparciendo el batido por la cocina en lugar de limpiarlo; pero a largo plazo tendremos un hijo que no depende de nosotros y en el que podemos confiar para responsabilizarse de sus tareas. De igual manera, si dedicamos un tiempo a Mariana para que ella misma aprenda a buscar distintas maneras de entretenerse en diferentes contextos, tendremos a largo plazo una hija flexible y con capacidad de adaptación que no dependerá de que llevemos todos los dispositivos cargados y disponibles.

Cuando hablamos de educación, tenemos que ser conscientes de que nuestros hijos nos van a requerir inversiones de diferente índole. Y eso va a suponer que ampliemos nuestra perspectiva a largo plazo.

Entender que los niños viven en un proceso continuo y que lo que sean capaces de hacer en un futuro dependerá de las inversiones que hagamos en el presente nos protegerá de caer en la suculenta trampa del corto plazo.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga educativa, familiar y de pareja

Grupo Crece

 

Cuando hablamos de educación, tenemos que ser conscientes de que nuestros hijos nos van a requerir inversiones de diferente índole. Y eso va a suponer que ampliemos nuestra perspectiva a largo plazo.

Entender que los niños viven en un proceso continuo y que lo que sean capaces de hacer en un futuro dependerá de las inversiones que hagamos en el presente nos protegerá de caer en la suculenta trampa del corto plazo.