9 claves para pensar en positivo...o por lo menos, intentarlo

 

Hay varias razones por las que uno se impide a sí mismo pensar de forma más positiva. La razón que más me llama la atención es esa máxima del pensador negativo que dice que si se piensa en positivo uno se lleva más decepciones, así que mejor vivir en la angustia el sufrimiento y el miedo de forma permanente y recibir una buena noticia después que nos alivie. Es curioso cómo el ser humano sigue prefiriendo un horror sin fin a un final horroroso…

Hablamos de PENSAR EN POSITIVO, no de ser inconscientes, ni de estar en los mundos de Yupi,  y ni siquiera hablamos de no querer ver lo negativo u obviarlo. Simplemente hablamos de ver TAMBIÉN ese lado positivo de las cosas. Existe. Al igual que existe el negativo. Ninguno de los dos es más real, y ninguno de los dos es menos real…es decir: co-existen. ¿Por qué sólo préstamos atención a uno?¿ Por qué consideramos que es más consciente y responsable la persona que ve lo malo que puede ocurrir? Podemos darnos cuenta de los problemas o dificultades y también de vivirlos de forma positiva y no recrearnos de forma obsesivamente negativa en ellos.

Te proponemos que pueden ayudarte a mirar esa parte positiva y, por tanto, empezar a pensar en positivo.

1 Acepta la imperfección:

es fundamental para que tu mente se llene de positividad. No todo es perfecto ni va a suceder justo como tú quieres. Reconocer la existencia de los errores, los defectos, lo imprevisto de las cosas y las personas como algo connatural al ser humano y al mundo en general  te permitirá dejar de sufrir cuando ocurran. Porque van a ocurrir.

2. Pon límites a la propia responsabilidad: 

Si nos creemos responsables de cada problema (una separación, un hijo que pasa por un mal momento, etc.) sólo sentiremos culpa. La idea de que somos responsables de todo oculta otra idea , más negativa aún: creer que todo está bajo nuestro control.

3. Deja de lado la victimización:

Frases como “¿por qué me toca siempre a mí?” o “siempre tengo mala suerte” o “¿por qué a los otros sí y a mí no?” nos alejan de la responsabilidad sobre nuestros actos. Si no me siente responsable, no puedo hacer nada para cambiar nada.

4. Piensa en lo que quieres que pase, no en lo que no quieres.

Por ejemplo, "quiero aprobar este examen" en vez de "no quiero suspender ese examen". Aparecerán sentimientos más proactivos que te dirigirán a tu objetivo, en vez del miedo, que te bloqueará.

 

5. Habla con frases positivas:

Tu lenguaje influye en tus pensamientos así que abandona frases como “No puedo”, “No es posible” y cámbialas por “Voy a probar a ver qué pasa”.

6. Pregunta, no supongas:

muchos de nuestros pensamientos negativos suelen provenir de suposiciones que tenemos en la mente y que no hemos contrastado con la realidad. Una mala cara de alguien o una llamada no contestada pueden activar pensamientos negativos por causas que nos inventemos. Pregunta siempre al otro.

7. No generalices demasiado:

que una relación no saliera bien, o una persona nos mintiera no significa que ocurra en todos los casos. Si sacas conclusiones que empiecen con “siempre” o “nunca” detente y cuestiónate esas palabras tan grandes ¿ De verdad “siempre…o nunca…”?

8. Agradece y reconoce lo bueno de los demás:

empieza a ser consciente de lo que los demás te den u ofrezcan. No te fijes siempre en la falta ( lo que justo no han tenido en cuenta o el día que lo hicieron mal). Ampliará tu campo de visión.

9. Aprecia lo bueno que tienes en tu vida:

Tendemos a pensar en nuestros problemas sin darnos cuenta de que en nuestra vida hay muchas cosas buenas y positivas. ¿Y si haces un listado de todo lo bueno que hay en tu vida y lo lees cada día?

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga y formadora

Grupo Crece

 

Ya llega mi cumpleaños... ¡¡¡Horror!!!

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 ¿Eres de esas personas que sufren el día de su cumpleaños?

No te preocupes, no eres la única…

En su origen, la celebración del cumpleaños tenía una connotación muy positiva, pues las costumbres de felicitar, dar regalos y hacer una fiesta —con las velas encendidas que la completan— tenían el propósito de proteger de los demonios al que celebraba su cumpleaños, y de garantizar su seguridad durante el año entrante.

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Quitando este simbolismo más “ pagano”, podemos decir que celebrar un cumpleaños es festejar la alegría de estar viva, de existir desde hace un número determinado de años, y de continuar en el camino. Esto es más fácil de ver cuando celebramos los cumpleaños de los niños…celebramos la alegría de que estén entre nosotros y hayan entrado a forma parte de nuestra vida desde hace X años.

Para muchas personas es difícil quedarse con lo bueno del cumpleaños y sólo contemplan la otra cara de la moneda. La cara más oscura del cumpleaños nos dice que estamos un año más cerca del fin, de la vejez y el deterioro físico. Quizás también nos hable de soledad, de sueños incumplidos, y sobretodo, la gente que no disfruta de su cumpleaños, es la que observa sólo lo que le falta en su vida, lo que no ha conseguido, lo que le han quitado o ha perdido. En resumen, es un recordatorio de la fugacidad de la vida y su finitud.

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Si eres de estas últimas personas, no puedo convencerte de lo contrario. Al fin y al cabo la otra cara de la moneda es tan real como la positiva. No puedo decirte que no la veas.

Sólo puedo intentar convencerte de que por una vez al año, solamente una vez, mires por el agujerito de la cara positiva. Y digo una vez al año, porque estoy casi al 100% segura, de que el resto de los 364 días en que no hay celebración de tus años, la sombra de todo aquello que se te hace más consciente en tu cumpleaños, te persigue. Si no de una forma muy viva, como una musiquilla de fondo , que en algún momento pasa a primer plano y te recuerda que el final está cerca.

Dejando el drama de lado, no quiero darte un número de consejos o recomendaciones de por qué debes vivir ese día feliz.

Me gustaría proponerte un ejercicio. Sólo va a ser un día de tu vida, no es mucho esfuerzo, ¿no?

El día de tu cumple, nada más levantarte por la mañana, aunque la tristeza, o cualquier sentimiento amargo se despierten contigo, hazte la siguiente pregunta:

“¿Qué puedo hacer hoy “ como si” fuera una persona que disfruta de su cumpleaños?”

O ¿ Qué haría de diferente si hoy estuviera bien y quisiera disfrutar de mi cumpleaños?

Haz una lista de cosas que se te ocurran y escoge algunas, las que menor esfuerzo te supongan o las que más te llamen la atención.

Si te das cuenta, sólo te sugiero que te pongas durante un día en el papel de alguien que vive su cumpleaños como un día especial, diferente e incluso divertido.

Déjate llevar por este nuevo papel de forma puntual y …

El adjetivo lo pones tú: 

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¿Para qué sirve un taller de Inteligencia emocional y/o Asertividad?

 

Después de un tiempo ya impartiendo formaciones que tienen que ver con las emociones y la comunicación asertiva, me he dado cuenta de lo importante que puede ser explicaros lo que hacemos, lo que la gente busca cuando viene, y en definitiva para que os podría servir. Porque,  ¡cuántas veces me han preguntado mis amigos o familiares! La misma cuestión de: ¿y eso para qué sirve? , ¿y qué hacéis ahí?.

Así, que ni corto ni perezoso, he decidido coger prestadas, de forma anónima por supuesto, frases o peticiones que me escriben personas que hacen los talleres. Estoy convencido de que os sentiréis identificados/as con muchas de ellas. El objetivo de estos escritos, es el de preparar ejercicios de rol-play donde las personas aprendan a superar estas dificultades, como si se enfrentaran a ellas en la realidad. Los alumnos/as escriben estas ideas en un post-it y luego con todas ellas preparamos las situaciones.

Ahí voy con algunas de ellas:

“Quiero dejar de asumir responsabilidades que no son mías, como cuando alguien de mi entorno tiene un problema y me siento en la obligación de ayudar a resolverlo siempre”.

“Busco ser capaz en mis reuniones de trabajo, de saber orientar la atención en los buenos resultados en lugar de los malos”.

“Cuando hay una persona avasalladora y agresiva, quiero ser capaz de mantenerme firme y defenderme bien sin afectarme demasiado, no dejarme pisar, pero tampoco ser violenta”.

“Poder decir que no a una propuesta muy interesante, pero que en el fondo no me conviene”.

“Ser capaz de expresar y explicar mis sentimientos en situaciones que me hacen daño o me incomodan, como el plantón continuado de una amiga, el enfado con mi madre, o la insistencia de un compañero de trabajo que me pide el mismo favor insistentemente”.

“Saber parar los pies a personas manipuladoras o chantajistas, que utilizan un chantaje en el que todo el tiempo dan la vuelta a los argumentos, haciéndote sentir culpable o responsable”.

“Siento a mi pareja extremadamente triste y que no se abre a mí. Me gustaría encontrar la forma de que compartiera sus cosas conmigo siendo más empático”.

“Necesito conseguir replicar a mi jefe, que me habla en tono agresivo siempre, sin quedarme bloqueado.

“Quiero permitirme el poder hacer una crítica, sin tener este excesivo miedo al rechazo o el abandono.”

“Me gustaría mostrar mis deseos y opiniones sobre temas que a primera vista pueden parecer banales, como dónde ir a cenar o planificar un fin de semana con amigos, ya que casi siempre trago con lo que los demás hacen aunque a mí no me apetezca”.

“Me gustaría ser capaz de intervenir en las reuniones de trabajo, donde me cuesta mucho tomar la palabra, porque a veces contestan mal”.

“Me gustaría ser capaz de encajar mejor las críticas que me hacen, expresarlo si no estoy de acuerdo, pero hacerlo sereno, sin enfadarme en exceso”.

“Ser capaz de pedir a los compañeros de piso que no dejen cosas sucias en el fregadero, aunque suene una tontería, no me atrevo”.

“Proponer y opinar en la familia de mi pareja, donde me siento muy coartado”.

“Decir que no a mi director de tesis y permitirme pedirle ayuda”.

“Darme el derecho a que alguien no me caiga bien, y ser capaz de dejarle marchar”.

“Cuando un amigo me critica, mantener el control en la réplica”.

“Al exponer un sentimiento, no mostrar ira excesiva o lloriquear”.

“Expresar mis ideas a los jefes, aunque me condicione mi rol de becaria”.

“Ser capaz de iniciar una conversación con una persona desconocida sin sentir demasiada vergüenza”.

“Manejar el chantaje infantil de mis hijos, que acaban haciendo lo que quieren porque me siento mal al castigarles”.

“Saber mandar adecuadamente una tarea a un compañero de trabajo”.

“Pedir a mi hermano que dedique más tiempo a estar conmigo”.

Esas son solo algunas, y me he dejado muchísimas más. Espero haber respondido a la pregunta que planteaba el título.

¿Es posible que os ocurra también a vosotros/as algunos de estos conflictos?

¡FELIZ SEMANA!

 

Hacer que el tiempo cuente

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El tiempo pasa... cada año nos tomamos las uvas y… ¿En qué casa no se comenta lo rápido que pasa el tiempo y cómo hace nada en ese reloj ponía 1997?

A veces los años se convierten en números que se suceden, un convencionalismo carente incluso de valor para muchos. El día 1 amanecemos igual que el 31, nada ha cambiado, por lo que el sentimiento de continuidad y la negación del paso del tiempo vuelve a invadirnos.

Los mecanismos de defensa vienen a protegernos de cosas. Supongo que en este caso la negación tendrá como objetivo que no tomemos contacto con la fugacidad de la vida, que la continuidad nos haga olvidar que la vida puede cambiar en un momento y que no nos demos cuenta de nuestra vida ha pasado por etapas que ya no sucederán.

Parece que no nos guste pararnos a mirar atrás, como si nos diese miedo encontrarnos con algo malo, como si uniésemos ese acto a la nostalgia y otras emociones de carácter negativo. Por eso siempre me sorprende como nuestros pacientes, disfrutan cuando les proponemos como tarea hacer una línea de la vida. A mi me gusta mandar esta tarea de manera abierta, para que cada uno lo plantee a su modo. Esto le da una riqueza extra a la reflexión, que en ocasiones se ha planteado como una obra artística. Cuántas conclusiones podemos sacar con ese ejercicio, que siempre es el resultado de muchas horas de encuentro con uno mismo. Yo recuerdo la mía: en un cuaderno de verdes tenues que me llevaba a lugares donde me sintiese a gusto. Gracias a ella me aprendí:

·  Que cada vida estaba compuesta por muchos episodios.

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·  Que los episodios sucedían de manera inesperada, en forma de regalos de la vida que marcaban un cambio.

·  Que en los episodios difíciles había personas que veían un final que yo no veía y unas soluciones que yo no podía hacer mías, hasta que no estuve preparada.

·  Que no era consciente de la posibilidad de cambio, pensaba que la vida”siempre iba a ser así”.

El ejercicio me sirvió para tomar perspectiva, para tomar conciencia del proceso de la vida, y, sobre todo, para dejar de dar por hecho.

Vivir en la negación del paso del tiempo nos hace dar por hecho que las personas que nos acompañan estarán siempre, que los paisajes cotidianos que enmarcan nuestro día a día van a ser siempre los mismos, que como me siento hoy es mi manera de sentirme.

Y romper la negación, conlleva algo de angustia, pero recompensa con una intensidad que hace que cada día cuente. Me hace capaz de pararme a congelar momentos, a hacer fotos mentales, sabiendo que no van a repetirse, o que algún día echaré de menos esa escena tan cotidiana.

Por eso creo importante tomar conciencia del factor tiempo, para hacernos responsables de nuestro relato, poniendo marcadores y trasformando la nostalgia negativa (“que feliz era y no me daba cuenta”) en orgullo (“cómo disfrutaba de aquellos momentos”).

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

 

La ley del péndulo en psicología

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La ley del péndulo es la que nos permite explicar ciertos comportamientos humanos cuando son muy extremos. Nos permite entender también incluso comportamientos históricos que han identificado a las sociedades en diferentes momentos sociopolíticos. Y es que la ley del péndulo nos habla de cómo las personas, cuando estamos anclados en un comportamiento extremo que queremos abandonar,necesitamos explorar el lado contrario.

Muchos de los objetivos que se plantean las personas en terapia psicológica están relacionados con abandonar comportamientos que se encuentran en un extremo del abanico de opciones y que no resultan de satisfactorios en las personas.  En este punto las personas quieren  aumentar el espectro de respuesta, permitirse elegir entre diferentes opciones y no enclaustrarse en un determinado comportamiento.

Sin embargo, este cambio no se produce, en muchas ocasiones de manera paulatina, acercándose cada vez más a respuestas normativas, si no que se desarrolla desde un movimiento pendular, yendo de un extremo al otro.

¿Por qué se produce este fenómeno?

Esta polarización en movimiento pendular tiene relación con diferentes factores:

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  1. La idealización del opuesto: cuando sentimos que estamos constreñidos en algo, tendemos a idealizar el extremo contrario.

  2. La necesidad de reafirmarnos: cuando hacemos los cambios desde la rebeldía buscamos el impacto en los demás y en nosotros, trasmitir que ya no estamos en el mismo sitio. De este modo, tendemos a elegir el vistoso extremo antes que el discreto centro.

  3. La comodidad del extremo. Los extremos son cómodos, no tienen contención, filtro ni elaboración. Es fácil incluirse en un extremo, por lo que si estamos acostumbrados a un extremo, nos será más sencillo movernos al contrario que al término medio.


Este movimiento pendular es el que nos guía cuando somos muy inhibidos y queremos salir de ese extremo, pero nos convertimos en agresivos; cuando hemos acabado una relación con poca sexualidad y buscamos que nos valoren por nuestro físico de manera continua; cuando salimos de una dictadura y nos metemos en una movida…

¿Qué función tiene este movimiento pendular?

Podríamos pensar que la ley del péndulo no es más que una mala pasada de nuestra cabeza, otro de los laberintos donde nos metemos que no nos llevan a ningún lado. Sin embargo, aunque no suponga la solución y, en ciertos momentos, suponga una dificultad extra, el movimiento pendular es necesario para sentirnos libres de elegir. Una vez probados los dos extremos, conocidos los pros y contras de cada uno, tenemos más criterio para decidir en qué parte del espectro queremos situarnos. Cuando rompemos con el dejarnos llevar, podemos introducir esa parte de racionalidad, de filtro, de elección real y de compromiso con ella.
Además, podremos reconocer en nosotros mismos desviaciones hacia los extremos, pudiendo reconducirnos.

Sara Ferro Martínez

Psicologa, formadora y coach

Grupo Crece

La función del síntoma

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Temblores, bloqueos, insomnio, apatía... Muchas de estas palabras son las que escuchamos en los primeros encuentros terapéuticos, seguido de la frase ¿Cómo puedo quitármelas? 

En una sociedad en la que estar mal no es una opción, los síntomas son un objetivo a batir, un capricho del destino que se cruza en nuestro camino para hacérnoslo más complicado, algo aleatorio que nos toca y que queremos espantar. 

Esto hace que busquemos remedios rápidos, soluciones directas enfocadas en el síntoma, sin tomar una perspectiva más amplia y realista del problema. Y, en muchas ocasiones, estos remedios dan resultados, dándonos una tregua. 

Sin embargo, el enfoque del síntoma como problema, nos lleva en muchas ocasiones a escaladas y bucles en los que los síntomas se suceden o se incrementan. Poner el foco en el síntoma nos hace tomar una perspectiva muy corta, que nos impide tomar decisiones realmente útiles. 

Por poner un ejemplo físico, si tenemos una contractura en el cuello, podemos ir al fisio y que nos la arreglen, pero si no hacemos el cambio de almohada que necesitamos, ese dolor seguirá reapareciendo, incrementándose o trasladándose a otras zonas colindantes como el hombro o la espalda.

Con los síntomas psicológicos nos pasa lo mismo. Existen decenas de remedios contra la ansiedad, pero, ¿Qué pasaría si en vez de echarla, nos preguntásemos para qué ha venido? La ansiedad es una respuesta movilizadora del cuerpo, lo prepara para la acción. Escucharla nos ayudará a tomar decisiones y a encaminarnos en una dirección útil en la que hagamos cambios que establezcan un nuevo "status quo" en el que no sea necesaria la aparición de nuevos síntomas para movilizarnos. 

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La ansiedad, la tristeza, la apatía, el miedo, etc., son síntomas que vienen para mandarnos un mensaje: "cambia tu manera de gestionar el trabajo", "necesitas un cambio en esta relación", "retoma el contacto con esa persona".... y que no abandonarán su misión a menos que sientan que se ha visto cumplida o que les trasmitamos el mensaje de que no les necesitamos para encaminarnos en una dirección.

Es posible, que en ocasiones no sepamos interpretar los mensajes que nos manda nuestro propio cuerpo, ya que no nos han educado en esa tarea de parar a escucharnos y a mirar a nuestra realidad para buscar interpretaciones. Ésta es muchas veces nuestra labor como psicólogos: ayudar a generar esa mirada, ese análisis, ayudando a las personas a ser expertos en el funcionamiento de su cuerpo y su mente.

Para esta tarea, es muy útil plantearnos realizar una entrevista al síntoma. En esta entrevista se le pregunta a esa tristeza, a esa apatía, a esa ansiedad una serie de preguntas que tendremos que responder poniéndonos en el lugar del síntoma.

Pongamos un ejemplo de una entrevista a la ansiedad de Juan:

“Desde cuando llevas en la vida de Juan?” Llevo bastante tiempo, pero estoy más presente desde hace 3 años.

“¿Quién te trajo?” Bueno, aparecí justo después de que Juan tuviese un encuentro con Lola, una chica que le gustaba después de pasar dos años sin tener una cita, pero se quedó paralizado, se inventó una excusa y se fue. Se lo contó a un amigo y éste le dijo que así se iba a quedar solo para siempre. Podríamos decir que me trajo ese amigo, sí.

“¿Por qué estás con Juan?” Estoy con Juan para que se de cuenta de que no está a gusto con esta situación. Que él tiene ganas de tener una pareja y que, el miedo que tenía a ser rechazado, ya es pequeño comparado conmigo. Yo soy más potente, pero me elige a mí.

 “¿Qué tendría que hacer Juan para que tú te fueras?” Yo me iría si viese que tiene oportunidades para conocer a gente. Yo me iría si Juan toma decisiones para estar con gente, para no aislarse. Pero mientras tanto, estaré con él, no le dejaré solo…

Es muy curioso cómo estas respuestas revelan realidades que no se contemplan a nivel consciente, como la realidad de que el síntoma tiene una función, viene para que hagamos cosas que nos hagan estar mejor. Y es a partir de estas respuestas cuando hacemos un cambio en nuestra manera de vivir el síntoma y las soluciones, pudiendo generar un locus de control interno en algo que antes podíamos sentir como externo e incontrolable.

 Por eso, para nosotros los síntomas no son el enemigo a batir, sino una herramienta, un aliado que nos ayuda a crear el camino necesario para que esos síntomas no tengan lugar y puedan dejar de aparecer.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

La expresión de emociones: una vía para reconstruir relaciones

No es la primera vez que hablamos de la expresión de emociones en nuestro blog. Si recordáis bien, más atrás, podéis encontrar otro artículo en el que os contamos sobre este proceso, haciendo hincapié en el modo de hacerlo (a través de mensajes del yo y lenguaje emocional). No obstante, en el artículo de hoy, no nos centraremos tanto en el "cómo", sino en el "por qué".

El mes pasado acudí a una celebración que me abrió los ojos, y me hizo reflexionar de nuevo sobre este tema. A los anfitriones del evento, se les ocurrió una idea que era la primera vez que veía, un botecito de cristal con un mensaje personal para cada invitado, acompañado de una etiqueta con su nombre. Pero no fue el bote lo que me llamó la atención, sino su contenido.

Dentro de cada botecito, se había escrito un mensaje personal, emotivo... pero no un mensaje de simple agradecimiento o del tipo "mis mejores deseos", sino algo profundo y con gran significado. En cada uno, la persona que lo había escrito se había vaciado, había reflexionado por un tiempo sobre sus sentimientos a esa persona, sus recuerdos, sus conflictos, y había logrado en algunas líneas, transmitir un mensaje corto, pero no por ello carente de significado transcendente.

Las personas que los recibieron, eran significativas e importantes para los anfitriones, por eso estaban allí, y en muchos de los casos, gran parte de esos mensajes, era la primera vez que se transmitían, aunque esa relación se hubiese mantenido toda la vida. ¿Cómo os imagináis que se pudo sentir un padre cuando su hijo le escribía por primera vez que le quería?… ¿O una abuela, al escuchar lo importante que ha sido para su nieto desde que nació, y todo lo agradecido que se siente a su figura?... pero al igual que estos, también están otras personas como el amigo que hace años que no ves, tus compañeros de trabajo del día a día, tus jefes, o personas importantes por las que su relación ha pasado mejores momentos.

Independientemente de que el regalo fuese un éxito, y que la mayoría de invitados acabaran notablemente emocionados, este regalo, en muchas de las personas que lo recibieron, supuso un punto de inflexión. No solo consistió en algo bonito y que emocionó, sino el comienzo o la reconstrucción de una relación, o, como mínimo, el descubrimiento de esa persona, sobre lo importante que es para otros, o las emociones que le genera.

Y de aquí saco esta moraleja, y por ello escribo hoy este artículo.

Pienso que no debemos temer, que tenemos que ser valientes, y darle a entender a las personas realmente importantes lo que son para nosotros, lo que les necesitamos, queremos, echamos de menos, nos preocupan o nos remueven.

En ocasiones pecamos de conservadores, creemos que si las cosas se mantienen como están, no pasará nada. Y esto al final, no es más que una profecía autocumplida, pero en sentido negativo, que mantiene inalterables relaciones que parecen seguras, pero que necesitan una charla, una vuelta de tuerca o un simple abrazo sincero.

Fortalezcamos los lazos de la gente que de verdad nos importa, arriesguémonos y no temamos al malentendido, a la emoción o a remover un poco. Quizá más adelante, no podamos hacerlo.

 

El precio de la libertad

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Desde que nacemos, el ser humano camina de manera directa hacia la búsqueda y conquista de la libertad. El niño pequeño comienza a andar, para tener libertad y poder de decisión sobre sus destinos, los adolescentes luchan por autoafirmarse en su capacidad de elección, buscando conquistar el estatus de "personas libres". Sin embargo, parece que la libertad es algo idealizado que, al conocerse, nos hace recular en nuestro avance por su conquista, como si no hubiese cumplido nuestras expectativas. Y es que la libertad lleva aparejado un concepto del que no somos tan amigos: la responsabilidad. 

En un mundo lleno de opciones, en el que los dogmas y las verdades absolutas cada vez ocupan menos espacio, la libertad de elección impera, haciendo que la responsabilidad tome un papel protagonista. Responsabilidad para elegir entre el abanico de opciones que se despliega ante nosotros en cada decisión, responsabilidad para aceptar el rechazo que cada elección conlleva, y responsabilidad para elegir hasta cuándo nos mantenemos en esa decisión. Y el más difícil todavía: responsabilidad para aceptar que nos hemos equivocado.

El mecanismo antagónico de la responsabilidad es la queja. La queja es el mecanismo que delega las situaciones en los demás. "Mi pareja está hecha un muermo, no me
propone nunca planes", "mi compañero es un vago", "mis amigas ya no están en la misma onda que yo"... Quejarse en una justa medida, es sano, ya que nos ayuda a canalizar la frustración, a tomar conciencia de las cosas que no nos están gustando con el objetivo de movilizarnos hacia una resolución. Sin embargo,  instaurarse en la queja en cualquier aspecto de nuestras vidas es una manera de tirar la toalla, de no responsabilizarnos de tomar decisiones en el sentido que necesitemos, tomando un rol pasivo respecto a nuestro bienestar y felicidad. Instaurarse en la queja implica afinar mi mirada ante lo que, según mi criterio, no funciona, convirtiéndonos en jueces de una realidad que no se altera al ser juzgada.

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De este modo, somos libres y responsables de elegir las opciones que sean más acordes a nuestras necesidades, objetivos y valores. Somos libres y responsables de poner en marcha los mecanismos necesarios para nuestras opciones elegidas. Y somos libres y responsables de detectar cuando esa opción ya no nos está sirviendo, y tenemos que volver a elegir.

Conectar con nuestra libertad, tomar conciencia de hasta qué punto nos  estamos responsabilizando de nuestra vida, es necesario para empoderarnos y para conocernos. Es posible que veamos que nuestra vida es el resultado de una serie de elecciones libres, pero también podemos darnos cuenta de que la libertad no es la piedra angular que guía nuestro camino.

¿Qué cosas nos dificultan el ejercicio de la libertad?


1. El miedo al fracaso:

Preferimos estar mal "por culpa de otros" que intentar estar bien y que no nos salga bien. 

2. Idealismo:

Pensar que lo que elijamos tiene que ser la opción perfecta nos impide tomar la mayor parte de decisiones en nuestra vida, que estarán marcadas por opciones que tiene partes positivas y partes negativas. Esto nos estanca en la indecisión y nos lleva a delegar en los demás la toma de decisiones y perder oportunidades por el hecho de no valorarlas.


3. Baja tolerancia a la frustración:

En cuanto vemos que nuestras elecciones no nos están dando los frutos esperados, damos marcha atrás, sin comprometernos con nuestras decisiones, volviendo a estándares que nos quiten responsabilidad.


La responsabilidad es un precio alto que hay que pagar para ejercer nuestra libertad. Pero más alto es el precio de vivir una vida sin decidir libremente y estando instaurados en la queja.  Y vosotros.

¿Qué elegís?

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Mi vida transcurre sin percatarme de ella, ¿Cómo vuelvo a sentirla?

MI VIDA TRANSCURRE SIN PERCATARME DE ELLA. ¿CÓMO VUELVO A SENTIRLA?

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Somos actividad pura. Nuestro día a día se resume prácticamente en la realización y consecución de tareas, actividades, objetivos y cuyo propósito principal se centra en alcanzar, conseguir y solucionar problemas. Bien es cierto que en el ámbito laboral es necesario obtener ciertos resultados, de eso trata el trabajo.

Pero, ¿ qué pasa cuando esa forma de hacer nuestra se aplica a todo lo demás, al resto de áreas de nuestra vida? ¿Qué pasa cuando, incluso en lo placentero, nuestra mente entra en el juego de planificar, conseguir resultados, trabajar duro para que las cosas sean como deben ser?

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Pues que ya no existe el placer, ya no existe lo agradable. Nuestra mente se haya en el resultado, en el final del proceso. Está colocada en el futuro.

O en el pasado, intentado corregir errores a través de la culpa, en lo que pudo ser y no fue, a ver si no lo repetimos en la siguiente…

En resumen, viajando mentalmente en el tiempo con el único objetivo de que todo salga bien.

Quizás por eso hayas sentido en algún momento que la vida pasa tan rápido que ni te estás dando cuenta. Y es que si tu mente se haya continuamente de viaje, se haya continuamente en la imaginación. Y la vida no transcurre en la imaginación, sino en lo que acontece momento a momento en el presente.

Esta claro, si todo esto que lees te suena…quizás vivas en lo que en Mindfulness se denomina un modo orientado a la acción:

•    Una forma de vida en la que realizas cada acción diaria sin conciencia de lo que haces.

La mente se encuentra lejos del cuerpo, por lo que te pierdes lo que acontece en tu vida gran parte del día.

•    El acto de pensar ocupa tu mente.

El pensamiento es un velo que filtra el color y la energía de la vida.

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•    Habitas en el pasado y el futuro:

Tu mente viaja al futuro anticipando realidades inexistentes, lo que provoca ansiedad; o a recuerdos del pasado, lo que genera melancolía.

•    Estás siempre centrada en la distancia entre lo que es y lo que debería ser:

Esta forma de funcionar lleva a la impresión de que ni tú ni tu vida son “suficientemente buenas”, lo que produce una insatisfacción constante.

Por suerte existe otra forma de empezar a funcionar…

Aprender a vivir en el presente, requiere de crear patrones mentales diferentes a los habituales. La alternativa es lo que se ha denominado el modo orientado a SER:

•    Con esta nueva forma de estar, tu mente y tu cuerpo comparten el momento presente, pues sienten y experimentan la vida a través de los sentidos, lo que te mantiene íntimamente ligado y enganchado a ella.

•    La mente está centrada en el aquí y ahora, con una actitud de interés y curiosidad que te permite descubrir lo que ocurre como algo nuevo y placentero.

•    Aceptas que las cosas sean como son: vives la experiencia tal y como es, sin necesidad de que sea de otra forma diferente.

•    Aprendes a descubrir la maravilla de lo ordinario, sin la espera de lo extraordinario como fuente de felicidad.

¿Cómo consigo este modo de funcionamiento?

Estar y ser en el presente se puede aprender.

Gracias a la practica de MINDFULNESS podrás cultivar el modo de funcionamientos de la mente orientado a ser.

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A través de sencillas herramientas, basadas en la meditación, despertarás tu conciencia corporal, clave para el presente; gestionarás tus pensamientos y emociones aprendiendo a convivir con ellas, de forma que la vida transcurra sin miedo y con serenidad.

En definitiva, comenzarás a VIVIR Y SER.

¡PRACTICA!

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece

 

 

 

 

Tengo pendiente una conversación difícil: ¿cómo prepararla?

Todos nos enfrentamos de vez en cuando a una conversación difícil. En este post y sucesivos os vamos a ofrecer algunos consejos para preparar este tipo de vconversaciones. Estos consejos, puedes aplicarlos independientemente de si se trata de una conversación laboral o personal. Algunos expertos recomiendan al menos un minuto de preparación por cada minuto de conversación. Prepararse tiene sentido cuando vamos a mantener esa conversación que nos inquieta o cuyo resultado es significativo de algún modo.

Los pasos serían los siguientes y en el este post vamos a hablar del primero:

1) Analiza tu propia historia interna sobre la conversación

2) Define claramente cuál es tu objetivo para esa conversación

3) Ten claro previamente lo que te gustaría que la persona hiciera de manera específica

4) Prepárate a nivel emocional

5) Trata de anticiparte a las posibles reacciones de la persona con la que hablarás

6) Piensa en fundamentos sólidos en los que vas a basar tus argumentos

7) Planifica tu enfoque

8) Selecciona un contexto y lugar adecuado para abordarla

Analiza tu propia historia:

Pasamos a desarrollar este primer paso. Consiste en que tomes conciencia de lo que te dices a ti mismo sobre esta historia o cuestión. Implica alguna crítica sobre nuestro modo de ver la realidad del problema, esto es, nuestra percepción subjetiva. Para que este paso sea útil, te recomiendo que busques algún lugar para escribir (ya sea por ordenador o con papel y lápiz) y te propongo que te conteste las siguientes preguntas:

  • ¿Qué es lo que me da miedo de esta conversación y en qué fundamentos lo apoyo? ¿Qué dice de mi ese temor?

  • ¿Hasta qué punto me está aportando mantenerme así y en qué me perjudica? ¿Qué dice esto de mi?

  • ¿Qué sería lo peor que me podría ocurrir si se produjera todo aquello que temo? ¿Y qué otras opciones podrían ocurrir?

  • ¿Qué consecuencias beneficiosas me aportaría a mí y a la otra persona esta conversación?

Las siguientes preguntas sirven para saber cómo vas a encarar la conversación a nivel personal, en lo referente a mi disposición y mis miedos. No obstante también existen técnicas o preguntas para analizar introspectivamente, como entendemos los hechos acaecidos y que nos llevan a esta conversación:

  • ¿De qué forma interpreto lo que ha ocurrido?, ¿de cuántas otras formas o qué perspectivas imagino que tendrán los demás al respecto de esta situación?, ¿pueden aportarme algo?...

Un ejercicio interesante que te proponemos para analizar los diferentes enfoques y ser capaz de ponernos en otras perspectivas es el juego de las sillas. El juego consiste en lo siguiente:

Vamos a buscar varios asientos en nuestro lugar de preparación, los cuales serán correspondidos a la cantidad de personas que estén implicadas en el asunto o les afecte, y por tanto, cada silla representará a una de estas personas.  El ejercicio consistirá en obligarte, cada vez que te sientes en una de las sillas, en analizar desde esa perspectiva el conflicto o las motivaciones de esa persona, así como su punto de vista sobre lo que está sucediendo.  Una vez se haya realizado, cogeremos una tercera silla, llamada la silla del observador externo. Esta se colocará alejada del resto, y una vez te sientes en ella, deberás analizar la situación que está aconteciendo como si fueses una persona totalmente externa que observa lo que ocurre desde una perspectiva ajena y totalmente neutral. ¿Cómo lo ve este espectador?.

Una vez hemos completado el juego, volveremos de nuevo a nuestro cuaderno, donde hemos anotado las respuestas a las preguntas anteriores y nos haremos las siguientes preguntas finales con respecto a la persona con la que tendremos que hablar:

  • ¿Qué visión tengo yo mismo de esta persona?, ¿en qué lo fundamento?

  • ¿Hay personas que la ven de una manera diferente a mi?, ¿es posible que se me pase algún aspecto?

  • ¿Podría explicarse lo que ocurre desde la otra persona de una manera tan honesta o sensata como la mía?

Si has logrado realizar todos los pasos, seguramente hayas sacado algunos aspectos en claro que quizá en un principio desconocías y pasabas por alto.

En posteriores post analizaremos otros elementos relacionados con las conversaciones difíciles.

¡Ánimo con esa preparación!