¿Sabes lo que mindfulness puede hacer por tus empleados y por tu empresa?

Desde hace varios años, las empresas más punteras e innovadoras del mundo (Apple, Google, Nike, Procter & Gamble, eBay, Twitter, y un largo etc.) han apostado por introducir y entrenar a sus trabajadores y directivos en la meditación de la atención plena ( Mindfulness).

Según numerosos estudios científicos ( https://blogs.scientificamerican.com/observations/taking-a-closer-look-at-how-meditation-improves-our-brains-video/) , la práctica de la atención plena de una forma regular, tiene una gran cantidad de beneficios para las personas en muchas áreas y , por extensión, tiene su repercusión en el rol de trabajador, que es en el que nos interesa centrarnos en este artículo.

Cuando un trabajador práctica meditación entre 15-30 minutos al día puede conseguir:

-      Disminución de la ansiedad, el estrés, la depresión, el agotamiento y la irritabilidad (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1130527416300391)

-     Cambios en la concentración de materia gris en regiones cerebrales implicadas en los procesos de aprendizaje y memoria , regulación emocional , procesamiento autorreferencial , y la toma de perspectiva (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3004979/)

-      Reducir el nivel de cansancio emocional, lo que nos ayuda a mantener las emociones en equilibrio, y aumenta la satisfacción en el trabajo.

-      favorece la comunicación y la empatía porque fortalece la inteligencia emocional y da fluidez a la creatividad y la innovación.

-      Reducción de los costes relacionados con el absentismo y la salud, de los gastos legales y la inversión en seguros. (https://workplacepsychology.net/2016/07/04/cost-of-stress-on-the-u-s-economy-is-300-billion-says-who/).

Si bien es cierto que los objetivos de la empresa al introducir la meditación van enfocados a mejorar la productividad y el rendimiento en los trabajadores, no podemos olvidarnos de la verdadera esencia de Mindfulness: dejar de vivir la vida sólo desde la mente, el análisis y el pensamiento ( lo que nos lleva a vivir en el pasado o en el futuro) e incorporar en nuestras vidas el cuerpo, la observación y aceptación de lo que venga a nuestra vida sin juicios de valor, en lugar de tratar de  cambiarlos, desplazarlos fuera de la conciencia o ignorarlos.

Esto no significa en ningún momento que haya que resignarse a lo que hay ( un sueldo bajo, hacer horas extras sin remunerar o aceptar tareas que no nos corresponden). Implica parar, observar y tomar distancia de lo que ocurre para poder elegir una respuesta / solución adecuada, sin dejarnos llevar por las emociones o pensamientos que nos desbordan y nos llevan a reacciones automáticas con consecuencias perniciosas para uno mismo.

Para más estudios científicos relacionados con Mindfulness: https://programadestres.com/articulos-cientificos-sobre-meditacion-y-mindfulness/

La habilidad para decir "NO", ¿es tan sencilla?

Uno de los motivos más frecuentes, y que muchas personas demandan, tanto en sesiones individuales como en talleres de asertividad, es la dificultad para “decir que NO” a los demás.

Los pasos para aplicar o aprender esta habilidad parecen sencillos, muchos compañeros o alumnos indican: “pues dices que NO, y ya valdría, ¿verdad?”, pero luego, en la realidad no es tan fácil, y hay que tener en cuenta una serie de factores. De ser así de sencillo, bastaría con tener un comportamiento robotizado, como si fuésemos un androide al que aplican una orden y un programa y responde automáticamente, y nada más lejos de la realidad.

Para saber decir que NO hay que tener en cuenta las siguientes cuestiones:

1)      Valoración inicial: ¿Hasta que punto puedo decir que NO en esta situación?

En este punto hay que pensar en quiénes son estas personas a las que nos queremos negar o poner un límite. ¿Son familiares, amigos, mi propia jefa?, ¿qué consecuencias puede tener para mí?, ¿estaría dispuesto a asumirlas, o a asumir posibles riesgos?

Para este punto es muy importante saber cual es nuestro OBJETIVO, nuestras motivaciones y lo más importante. Valorarlo en función de nuestras metas.

También hay que tener en cuenta el contexto en el que se produce. No es lo mismo negarnos a dejar nuestro coche (que no queremos que toque nadie) a nuestra prima, que poner un límite a nuestra jefa al respecto de unos horarios o tareas que consideramos abusivas, así como expresarle a nuestro mejor amigo, que finalmente no queremos ir a esa fiesta a la que nos comprometimos a acompañarle meses atrás, porque hemos cambiado de idea.

2)      Permitirnos tomarnos un tiempo para actuar

Puede ocurrirnos, que en muchas ocasiones no estemos preparados y nos pillen “in fraganti” con una petición, un compromiso, o a través de un chantaje, para que accedamos o aceptemos algo que en el fondo no queremos hacer. ¿Qué podríamos hacer entonces? La clave está en dos factores. Permitirnos el DERECHO A CAMBIAR DE OPINIÓN, y permitirnos también UN TIEMPO PARA PENSARLO SIN DAR UNA RESPUESTA.

En muchas ocasiones nos dejamos llevar por el efecto “aquiescencia”, que es la respuesta o tendencia natural del ser humano a decir que SÍ a todo. Y posteriormente nos sentimos presas de ese compromiso y accedemos a algo que en el fondo no queríamos hacer “¿cómo voy ahora a decirle que no?, pobrecito, ya me había comprometido”. Por este motivo, estos dos derechos asertivos fundamentales, pueden resultar clave. “Perdona, esto que me pides, necesito pensarlo un poco, permítemelo”. “Entiendo que en su momento te dije que sí, pero ahora he cambiado de opinión, me hago cargo de que te haya podido molestar, lo siento”.

3)      Escuchar y entender nuestras emociones

Independientemente de la reflexión, el análisis y los derechos asertivos, hay otra cuestión clave a la hora de permitirnos realizar o no determinadas conductas. Se trata de nuestro motor principal, nuestro indicador natural de lo que es importante o baladí. Las emociones. Hay ciertas emociones que pueden bloquear o dificultar nuestra actitud a la hora de permitirnos decir un NO. Algunas de ellas son las siguientes:

Miedo

El miedo nos prepara para el escape o el afrontamiento de una situación peligrosa. En caso de que sea algo que anticipamos que pueda ocurrir, lo podríamos denominar ansiedad. Cuando tenemos miedo a que nos dañen, nos abandonen, no nos quieran… condicionará mucho el establecimiento de nuestro límite. Hay que estudiar detenidamente que parte de miedo es real y cual distorsionado.

Tristeza

La tristeza nos ayuda a refugiarnos cuando nos sentimos dolidos, para no estar expuestos a aquello que nos hiere. Nos hace tomar distancia. Es una emoción que no nos moviliza para la defensa de nuestros derechos, sino para el escape. Cuando estamos tristes no peleamos, muchas veces incluso aceptamos cuestiones que no son propias o de las cuales no tenemos responsabilidad, simplemente por sentirnos débiles o con la confianza baja.

Vergüenza

La vergüenza es un tipo de miedo social. Nos defiende de que nuestra imagen pública quede dañada o mal parada. A veces, cuando hay un exceso de vergüenza, nos bloquea cuestiones importantes para nosotros. Ejemplos muy sencillos pueden ser los relacionados con dar una opinión propia en un grupo, hacerle ver a un camarero que se ha equivocado con nuestra bebida o mostrarnos en un grupo en el que aún no tenemos confianza.

Enfado

El enfado facilita la defensa de nuestros derechos, pero cuando no es bien gestionado y se convierte en rabia, nos precipita al ataque, normalmente agresivo y sin empatía hacia el otro. A la hora de decir NO, el enfado puede ser un aliado si está bien gestionado, si en lugar del enfado es rabia descontrolada, nuestro límite será agresivo, y es posible que tenga consecuencias desagradables para nosotros.

Culpa

Es una emoción que podemos situar entre la tristeza y el miedo. Nos responsabilizamos de ciertas cuestiones que nos han podido hacer daño a nosotros mismos u a otras personas, para poder aprender de ello y no repetirlo. En ocasiones la culpa también puede estar mal gestionadas y hacernos responsables de cosas que nos son nuestras. Si asumo culpas que no me corresponden, me resultará muy difícil decir un NO. Si me siento culpable por que mi amiga se sienta triste, me responsabilizaré de su tristeza, y por tanto accederé a peticiones, aunque me parezcan mal.

 

Espero que este artículo os haya hecho reflexionar sobre estas tres cuestiones. ¿Sois capaces de manejarles adecuadamente a la hora de poner un límite? En el próximo artículo hablaremos, de manera más concreta de cómo decir un NO y mantenerlo con firmeza y sin agresividad.



¿Para qué sirve un taller de Inteligencia emocional y/o Asertividad?

 

Después de un tiempo ya impartiendo formaciones que tienen que ver con las emociones y la comunicación asertiva, me he dado cuenta de lo importante que puede ser explicaros lo que hacemos, lo que la gente busca cuando viene, y en definitiva para que os podría servir. Porque,  ¡cuántas veces me han preguntado mis amigos o familiares! La misma cuestión de: ¿y eso para qué sirve? , ¿y qué hacéis ahí?.

Así, que ni corto ni perezoso, he decidido coger prestadas, de forma anónima por supuesto, frases o peticiones que me escriben personas que hacen los talleres. Estoy convencido de que os sentiréis identificados/as con muchas de ellas. El objetivo de estos escritos, es el de preparar ejercicios de rol-play donde las personas aprendan a superar estas dificultades, como si se enfrentaran a ellas en la realidad. Los alumnos/as escriben estas ideas en un post-it y luego con todas ellas preparamos las situaciones.

Ahí voy con algunas de ellas:

“Quiero dejar de asumir responsabilidades que no son mías, como cuando alguien de mi entorno tiene un problema y me siento en la obligación de ayudar a resolverlo siempre”.

“Busco ser capaz en mis reuniones de trabajo, de saber orientar la atención en los buenos resultados en lugar de los malos”.

“Cuando hay una persona avasalladora y agresiva, quiero ser capaz de mantenerme firme y defenderme bien sin afectarme demasiado, no dejarme pisar, pero tampoco ser violenta”.

“Poder decir que no a una propuesta muy interesante, pero que en el fondo no me conviene”.

“Ser capaz de expresar y explicar mis sentimientos en situaciones que me hacen daño o me incomodan, como el plantón continuado de una amiga, el enfado con mi madre, o la insistencia de un compañero de trabajo que me pide el mismo favor insistentemente”.

“Saber parar los pies a personas manipuladoras o chantajistas, que utilizan un chantaje en el que todo el tiempo dan la vuelta a los argumentos, haciéndote sentir culpable o responsable”.

“Siento a mi pareja extremadamente triste y que no se abre a mí. Me gustaría encontrar la forma de que compartiera sus cosas conmigo siendo más empático”.

“Necesito conseguir replicar a mi jefe, que me habla en tono agresivo siempre, sin quedarme bloqueado.

“Quiero permitirme el poder hacer una crítica, sin tener este excesivo miedo al rechazo o el abandono.”

“Me gustaría mostrar mis deseos y opiniones sobre temas que a primera vista pueden parecer banales, como dónde ir a cenar o planificar un fin de semana con amigos, ya que casi siempre trago con lo que los demás hacen aunque a mí no me apetezca”.

“Me gustaría ser capaz de intervenir en las reuniones de trabajo, donde me cuesta mucho tomar la palabra, porque a veces contestan mal”.

“Me gustaría ser capaz de encajar mejor las críticas que me hacen, expresarlo si no estoy de acuerdo, pero hacerlo sereno, sin enfadarme en exceso”.

“Ser capaz de pedir a los compañeros de piso que no dejen cosas sucias en el fregadero, aunque suene una tontería, no me atrevo”.

“Proponer y opinar en la familia de mi pareja, donde me siento muy coartado”.

“Decir que no a mi director de tesis y permitirme pedirle ayuda”.

“Darme el derecho a que alguien no me caiga bien, y ser capaz de dejarle marchar”.

“Cuando un amigo me critica, mantener el control en la réplica”.

“Al exponer un sentimiento, no mostrar ira excesiva o lloriquear”.

“Expresar mis ideas a los jefes, aunque me condicione mi rol de becaria”.

“Ser capaz de iniciar una conversación con una persona desconocida sin sentir demasiada vergüenza”.

“Manejar el chantaje infantil de mis hijos, que acaban haciendo lo que quieren porque me siento mal al castigarles”.

“Saber mandar adecuadamente una tarea a un compañero de trabajo”.

“Pedir a mi hermano que dedique más tiempo a estar conmigo”.

Esas son solo algunas, y me he dejado muchísimas más. Espero haber respondido a la pregunta que planteaba el título.

¿Es posible que os ocurra también a vosotros/as algunos de estos conflictos?

¡FELIZ SEMANA!

 

Hacer que el tiempo cuente

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El tiempo pasa... cada año nos tomamos las uvas y… ¿En qué casa no se comenta lo rápido que pasa el tiempo y cómo hace nada en ese reloj ponía 1997?

A veces los años se convierten en números que se suceden, un convencionalismo carente incluso de valor para muchos. El día 1 amanecemos igual que el 31, nada ha cambiado, por lo que el sentimiento de continuidad y la negación del paso del tiempo vuelve a invadirnos.

Los mecanismos de defensa vienen a protegernos de cosas. Supongo que en este caso la negación tendrá como objetivo que no tomemos contacto con la fugacidad de la vida, que la continuidad nos haga olvidar que la vida puede cambiar en un momento y que no nos demos cuenta de nuestra vida ha pasado por etapas que ya no sucederán.

Parece que no nos guste pararnos a mirar atrás, como si nos diese miedo encontrarnos con algo malo, como si uniésemos ese acto a la nostalgia y otras emociones de carácter negativo. Por eso siempre me sorprende como nuestros pacientes, disfrutan cuando les proponemos como tarea hacer una línea de la vida. A mi me gusta mandar esta tarea de manera abierta, para que cada uno lo plantee a su modo. Esto le da una riqueza extra a la reflexión, que en ocasiones se ha planteado como una obra artística. Cuántas conclusiones podemos sacar con ese ejercicio, que siempre es el resultado de muchas horas de encuentro con uno mismo. Yo recuerdo la mía: en un cuaderno de verdes tenues que me llevaba a lugares donde me sintiese a gusto. Gracias a ella me aprendí:

·  Que cada vida estaba compuesta por muchos episodios.

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·  Que los episodios sucedían de manera inesperada, en forma de regalos de la vida que marcaban un cambio.

·  Que en los episodios difíciles había personas que veían un final que yo no veía y unas soluciones que yo no podía hacer mías, hasta que no estuve preparada.

·  Que no era consciente de la posibilidad de cambio, pensaba que la vida”siempre iba a ser así”.

El ejercicio me sirvió para tomar perspectiva, para tomar conciencia del proceso de la vida, y, sobre todo, para dejar de dar por hecho.

Vivir en la negación del paso del tiempo nos hace dar por hecho que las personas que nos acompañan estarán siempre, que los paisajes cotidianos que enmarcan nuestro día a día van a ser siempre los mismos, que como me siento hoy es mi manera de sentirme.

Y romper la negación, conlleva algo de angustia, pero recompensa con una intensidad que hace que cada día cuente. Me hace capaz de pararme a congelar momentos, a hacer fotos mentales, sabiendo que no van a repetirse, o que algún día echaré de menos esa escena tan cotidiana.

Por eso creo importante tomar conciencia del factor tiempo, para hacernos responsables de nuestro relato, poniendo marcadores y trasformando la nostalgia negativa (“que feliz era y no me daba cuenta”) en orgullo (“cómo disfrutaba de aquellos momentos”).

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

 

Cuentos para pensar... ¿mala o buena suerte?

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Hoy en la mañana, una persona muy querida para mí, de esas que son un “ soporte” (cosa que recibe el peso de otra e impide que esta se tambalee o caiga), me ha regalado este cuento con su voz.

 

EL CABALLO PERDIDO DEL ANCIANO SABIO

Había una vez un campesino que vivía con su hijo. Tenían un caballo que les ayudaba en las labores del campo. Un día, como cualquier otro, de pronto el caballo desapareció,  se había escapado. Un vecino, que vivía en un campo cercano, les visitó  y les fue a consolar.

– ¡Qué mala suerte! Se les ha escapado el caballo, ahora que harán para trabajar la tierra, pero el campesino sabio le respondió:

– ¿Buena Suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién lo sabe! Lo cierto, hoy aquí, es que se nos ha escapado el caballo. Lo demás, el tiempo lo dirá.

 Tras unos días, el campesino y su hijo vieron entrar a su campo a su caballo, pero para su sorpresa, volvía seguido de una yegua. El vecino, nuevamente fue a su casa, tras ver regresar al caballo acompañado, y le felicitó por tan buena suerte.

-Esto si que es buena suerte, tenías un caballo perdido y ahora no solo ha regresado sino que además tienes una yegua.- a lo que anciano sabio, como en la ocasión anterior, le respondió:

– ¿Buena Suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién lo sabe! Lo cierto, hoy aquí, es que el caballo ha regresado con una yegua. Lo demás, el tiempo lo dirá.

En los días siguientes, mientras el hijo del campesino estaba intentando domar a la yegua salvaje, cayó al suelo y se rompió una pierna. Tan pronto como lo llevaron al médico para curarle, este le comunicó al anciano sabio que su hijo quedaría cojo. Nuevamente, el vecino, al ver regresar al anciano y a su hijo, se acerdó a su casa para consolarlo por tan mala suerte, a lo que el anciano respondió como en las anteriores ocasiones:

– ¿Buena Suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién lo sabe! Lo cierto, hoy aquí, es que mi hijo se ha roto una pierna. Lo demás, el tiempo lo dirá.

 Pasado algún tiempo, la región donde vivían entró en guerra y un buen día, un grupo de guerreros se presentaron en cada una de las casas a reclutar obligatoriamente a los jóvenes del pueblo. Al llegar al campo del anciano sabio y su hijo, se dieron cuenta que estaba cojo de una pierna y le dijeron:

– ¿Qué te ocurre en esa pierna?

– Me la he roto mientras estaba domando a una yegua, no puedo correr y nunca más caminaré sin cojear. – dijo el muchacho.

-Así no nos sirves – dijeron los soldados y se marcharon para seguir reclutando a los hijos de todos los vecinos.

Cuando se hubieron ido, el anciano le dijo a su hijo:

– ¿Entiendes ahora porque tantas veces he dicho que el tiempo lo dirá, hijo mío? Los hechos que nos suceden en la vida no son, en si mismos, ni buenos ni malos. Puede que algo que al principio pareciera bueno, acabe dando lugar a otro suceso que nos parezca malo, y así sucesivamente. No sufras por lo que sucede. Lo que nos genera dolor es la opinión que tenemos de lo que nos ocurre. No tengas prisa, espera a ver como cada situación afecta tu futuro. Un día, con tu pierna rota, ante el médico, la maldijiste y ahora, gracias a la buena suerte de rompértela has evitado la guerra y quizás hasta la muerte. 

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No juzgues las situaciones según las consecuencias que a priori traen consigo.

Nada es bueno ni malo. La vida está en constante cambio, y aquello que ahora resulta doloroso, difícil u oscuro, … brotará en forma de fortaleza, madurez y crecimiento.

Seguro que si te pones a reflexionar un poquito sobre ello, eres capaz de encontrar situaciones como ésta en tu vida, donde nada es lo que parece…y que el tiempo colocó en su lugar.

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga y formadora

Grupo Crece 

Hoy me he vuelto a levanar triste. Tips para manejarte en estos días.

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La tristeza es una emoción básica en el ser humano. Con básica me refiero a que ha sido, es y será una emoción que siempre va a estar en nuestro repertorio emocional. Añadiría incluso que DEBE estar, ya que cumple una función adaptativa y necesaria para el equilibrio psíquico y emocional.

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La tristeza es la respuesta natural a una situación u acontecimiento que se caracteriza por una perdida, por un fracaso, o desgaste de energía. La tristeza nos provoca un descenso de actividad, desmotivación, y aumento ligero de la actividad cardiaca y neurológica. La tristeza por lo tanto permite la reflexión,  el análisis y el encuentro con uno mismo, nos sirve para ahorra energía y descansar tras mucho desgaste. Además la expresión de la tristeza tiene la función de pedir consuelo y apoyo a los seres queridos.

Así que hay días, y temporadas, en las que la tristeza va a estar en tu vida.

Te damos unos sencillos tips para que en esos días puedas gestionar la tristeza:

1.       Recuerda que el objetivo no es eliminar el malestar generado por la emoción, sino saber manejar dicha emoción para que no sea tan intensa y duradera.

2.       No busques el “ por qué”: no vayas a buscar aquello por lo que estás o podrías estar triste. Sólo conseguirás entrar en un bucle sin respuestas y que cosas sin importancia empiecen a tener una carga pesada irreal que no hará más que aumentar tu tristeza.

3.       No pienses en “ cómo deberías o no estar”: no sé si deberías o no estar triste, sólo sé que hoy estás triste. La tiranía de los deberías no nos permite estar en el presente. Aunque el presente sea difícil, estar en él y aceptarlo es lo único que nos permitirá construir/reconstruir. No se construye nada sobre algo que ya no está ( el pasado) ni sobre aquello volátil ( el futuro).

4.       Permítete estar triste: Así sin más. No temas que acampe a sus anchas en ti, pues la tristeza, como cualquier emoción, es como un toro: si lo dejas pasear libremente por el campo, el toro, a pesar de ser considerado un animal bravío, es capaz de buscar una sombra sobre la que echarse a descansar.

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5.       Pregúntate a ti misma: ¿Cómo puedo cuidarme mejor en este momento? Realiza una actividad agradable que puedas realizar en ese momento o que te parezca adecuada: date un baño de agua caliente, duerme una siesta, pasea (con un amigo o con el perro), visita a un amigo, practica tu hobby favorito,  realiza algún ejercicio, telefonea a un amigo, pasa un tiempo con alguien que te guste, cocina, etc.

Lo más importante es que no escojas una acción esperando deshacerte del sentimiento desagradable. El objetivo es emprender una acción para cuidarte si te sientes desanimado.

6.       Practica Mindfulness: Mindfulness es la capacidad de estar en el presente de forma voluntaria y sin emitir juicios ni críticas. A través de la práctica de la meditación conseguirás vivir las emociones complicadas desde un lugar más sano y desde el que puedas buscar soluciones.

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga y formadora

Grupo Crece

 

Ayudando a nuestros hijos a conocerse mejor

El autoconocimiento es una de las primeras capacidades que necesitan los niños y niñas para desarrollar su inteligencia emocional, porque es lo que le hace descubrir qué siente y cómo lo expresa.

Les ayudamos si:

1.      Aprenden a nombrar  y expresar sus emociones y descubrir la de los demás.

2.      Valoran sus capacidades y pueden describirse como un ser único, diferente del resto.

3.      Reflexionan acerca de lo que provocan sus emociones y las del otro.

Ante distintas situaciones, y siempre después de observarles, pondremos nombre a sus emociones: “Estás triste”, “Pareces muy enfadado/a”; “Veo que estás contento/a”… A continuación le preguntaremos si es así cómo se siente. Luego le podemos contar cómo nos sentimos nosotros para que aprenda que las emociones pertenecen a cada uno, que son reacciones personales a situaciones concretas y que, por tanto, no son buenas ni malas: “Tienes cara de susto por el petardo… siento que te hayas asustado, a mí, en cambio me parece divertido”.

Las emociones se expresan tanto con el lenguaje verbal como con el no verbal. Las palabras ponen el nombre para poder expresar lo que nos pasa o escuchar lo que les ocurre a los otros, pero lo no verbal tiene un valor fundamental. Para que el  niño o la niña entienda esto podemos usar unas fotos con caras que expresen emociones y pedirles que las imiten o hacer con él/ella un dado con las palabras “triste, alegre, enfadado, vergonzoso, feliz, asustado, etc.” Al tirarlo, tendrá que poner la expresión que corresponda.

La expresión de emociones tiene que ver con la salud, en la medida que contamos lo que nos pasa, somos más capaces de buscar soluciones a los conflictos; si callamos, podemos somatizar dolencias físicas como los dolores de tripa, de cabeza, tics nerviosos, etc. Por eso es importante reconocer nuestras emociones. Para que los niños y niñas lo comprendan les decimos que la dificultad para expresar sentimientos es como un bichito que crece en el estómago y nos hace encontrarnos mal, mientras que si contamos a alguien lo que nos pasa, el bichito se va haciendo cada vez más pequeño, hasta desaparecer.

Uno de los pasos más complicados es que entiendan la relación que existe entre sus actos (gritar, pegar…) y las emociones que los provocan (enfado, frustración…). Si es capaz de identificarlas, también lo será expresarlas de manera adecuada. Es importante mostrarse firme y constante con las consecuencias de los comportamientos de los hijos e hijas, de esta forma les ayudaremos a entender esta relación, siempre con un respeto y cariño incondicional.

A continuación hay que enseñarles a canalizar aquellos comportamientos que no son adecuados para expresar sus emociones. Este aprendizaje va estrechamente unido a lo que su comportamiento provoca en los demás. Podemos decirle: “ya veo que estás (enfadado, sorprendido, contento, triste…) por eso (gritas, ríes, lloras…), comprendo cómo te sientes…(empatizamos). Pero cuando tú haces eso, yo me siento…(consecuencias de su actuación en los otros: enfadada, contenta, preocupada, etc…).

Conocer por qué se producen las emociones también supone un aprendizaje que ayuda a canalizarlas y expresarlas adecuadamente, a la vez, nos proporciona información sobre lo que nosotros provocamos en los demás con nuestras actuaciones.

En los próximos post seguiremos profundizando sobre cómo ayudar a los hijos e hijas a su autoconocimiento y autovaloración.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Quiero ser perfecta/o

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En terapia, tras muchas frases de angustia, de duda, de inconexión absoluta entre ideas, jaleo de emociones, pensamientos destructivos y sufrimiento a raudales, en muchas ocasiones lo que leo entre líneas es sencillamente :  

QUIERO SER LA PERSONA PERFECTA.

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Querer manejar conflictos sin un ápice de descontrol, gestionar emociones negativas sin que desborden y que duren poco en el tiempo, ser divertida, simpática, inteligente y con palabras siempre razonables y justas, resolutiva en el trabajo, tener un cuerpo estupendo, disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, dar tiempo a mi pareja, ser una madre/padre que atienda a sus hijos y les de el tiempo que necesitan y les enseñe la felicidad…Y todo esto a la vez!

 

En la perfección una imagina el éxito. Si tiramos del hilo , tras el “éxito” lo que encontramos es la necesidad de amor, de que me valoren y quieran. Y si tiramos un poco más, encontramos el miedo a defraudar a…( siempre hay alguien, que curiosamente suele ser un padre/madre/ familiar).

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Pero en la perfección olvidamos la otra cara de la moneda: el que se encuentra por encima de otras personas ( pues ser perfecta no es otra cosa que ser mejor que otras), se encuentra en la más pura soledad. Si somos perfectas no necesitamos a nadie, pues en nosotras está todo. Estamos completas. Y ¿ Cómo puede sentirse una persona al lado de otra que no se permite ni necesita nada de nadie? Todo el mundo necesita ser valorado, pero al lado de una persona perfecta nadie se siento valorado, pues el perfecto lo absorbe todo. Conclusión, el perfecto es el primero que se excluye y se acerca a la soledad que tanto teme.

Si quieres llegar a ser la mejor persona, trabaja en tu propia imperfección.

El imperfecto que se acepta como tal, deja de tener miedo a cometer errores, pues sabe que los habrá, que de ellos aprenderá y que con ello conseguirá sus objetivos.

El imperfecto que se acepta, se sitúa al mismo nivel que el resto de humanos ( imperfectos como él), por lo que las relaciones se viven desde la igualdad, dejando de lado las comparaciones, la soberbia, las envidias y el sentimiento de inferioridad.

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El imperfecto que se acepta, entenderá la imperfección del otro, por lo que no le considerará inútil, tonto o inferior, comprenderá que hay cosas en las que el otro no es tan hábil, pero le respetará como ser humano.

Así que sólo te deseo que tu objetivo sea ser el/la PERFECTO/A IMPERFECTO/A.

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga y formadora

Grupo Crece


 

 

Descubriendo el universo emocional: el enfado y la pregunta mágica

El enfado es la emoción protagonista de nuestro post de hoy.

Como ya hablamos en nuestro anterior post emocional, sobre la tristeza, hay que tener en cuenta siempre, que las emociones son positivas, porque nos dan información sobre cómo nos afecta algo y en qué medida, y por tanto, su conocimiento, lectura y entendimiento son claves para manejarnos en el mundo.

El enfado, es una emoción que prepara nuestro cuerpo para el ataque. Nos prepara para atacar, porque de alguna manera, algo nuestro que es importante, está resultando dañado o herido. Es especialmente importante entender este concepto, ya que nos ayudará a canalizar la emoción correctamente, ya sea para nosotros mismos, o cuando la gestionamos en otra persona.

Entonces una pregunta clave que os propongo es la siguiente...

"Estoy enfadado... ¿qué parte de mí está resultando herida?"

Probablemente, el resultado de la respuesta a esta pregunta, nos ayude a manejar la situación mucho mejor.

Una vez que sepamos lo que significa el enfado en este caso, podremos sacar con facilidad, lo que nos está queriendo transmitir, y por tanto, nos resultará más sencillo decidir la estrategia de gestión.


Ejemplo:

"Salgo tarde del trabajo, con muchas ganas de volver a casa, y cuando llego al metro resulta que acabo de perderlo, tengo que esperar tiempo, y el siguiente que pasa va lleno y apenas me puedo colocar en el vagón"


¿Qué parte de esta persona puede estar resultando dañada?

Probablemente su necesidad de comodidad y descanso, su expectativa de poder llegar a casa pronto para descansar, o su necesidad de cuadrar los tiempos, teniendo en cuenta todo lo que tiene que hacer esa misma tarde o durante la semana.

 

¿De qué está avisando el enfado?

El enfado en este caso, está avisando de lo que es importante para esta persona (llegar a tiempo, descansar, estar tranquilo, tener tiempo para cuadrar todo).


¿Cuál sería la gestión correcta de esta emoción?

Una vez entendida la emoción, la mejor forma de gestionarla en este caso es la aceptación, ya que no puede vaciar el tren ni llegar antes por arte de magia. Técnicas como el control de pensamientos, las autointrucciones positivas o la relajación pueden ser muy útiles.


Ejemplo de autoinstrucción positiva:

"No es mi culpa, no puedo hacer nada, estoy disgustado pero no me va a ayudar, ya llegaré a casa y lo arreglaré, puedo ir incluso pensando cómo hacerlo"

"No pasa nada, encontraré una forma de descansar un poco después"

"Estoy enfadado pero se me va a pasar, es normal enfadarse un poco cuando ocurre esto"

"No hay  nada mejor que pueda hacer ahora que relajarme un poco"

Os animo entonces, a utilizar esta pregunta mágica cuando notéis los síntomas del enfado o la tristeza: ¿qué parte de mi está siendo dañada?.


Algunas pistas para saber que estamos enfadados, a través de nuestro cuerpo son las siguientes:

  • Tensión en mandíbulas, garganta y/o extremidades

  • Sensación de calor

  • Respiración más acelerada

  • Resoplar

  • Pensamientos agresivos

  • Uso de palabras malsonantes

  • Elevación de la voz (gritos)

  • Gestos violentos (golpes en la mesa, lanzamiento de objetos al suelo...)

 ¡Feliz manejo del enfado!