Exigencia

“No esperemos recompensas de nuestras fatigas y desvelos”

José de San Martín.

Si nos planteásemos la cantidad de cosas que cada día nos exigimos, quizá nos llame la atención el número de ejemplos que nos vienen a la mente. Vivimos en una sociedad en la que la exigencia es entendida como el camino para el crecimiento, para sacar lo mejor de nosotros, para explorar nuestros límites. Pero, ¿es sano vivir en base a las exigencias?

Las exigencias se detectan en forma de pensamientos que comienzan con la frase  “tengo que…”, “debería…”, o a través de frases de terceros que comienzan de la misma manera. La base de la exigencia es, además, negativa: parte de la base de que no estamos cumpliendo con nuestras obligaciones, de que hay algo importante a lo que no estamos atendiendo, de que no estamos haciendo lo suficiente.

Si a esta realidad le sumamos que la exigencia del mundo moderno abarca todos y cada uno de los ámbitos de nuestra vida (personal, profesional, familiar), generamos un caldo de cultivo para el desarrollo de patologías tanto mentales (estrés, inseguridad…), como físicas (somatizaciones, enfermedades cardiovasculares, insomnio…)

Entonces, ¿cómo podemos enfocar el crecimiento, el aprendizaje, el esfuerzo si no es desde la exigencia? Lo ideal es aprender a manejar la exigencia para que se trasforme en un “drive”, un activador, un motivador para tomar decisiones o dar pasos que nos favorezcan. La exigencia será sana en el momento en que nos permita hacer cosas que son beneficiosas para nosotros, sin perjudicar nuestra salud mental y física.

Para que la exigencia sea útil, hay que saber manejarla estableciendo unas prioridades y unos objetivos, liberando el resto de parcelas de exigencia o modulando la intensidad de la misma. La gran trampa de la exigencia es que cuanto más creemos que tenemos que hacer, más nos exigimos, lo que genera un efecto de apatía, desánimo e incluso reactancia (la rebeldía psicológica que nos lleva a rechazar lo que sentimos que nos es impuesto), que va en contra del objetivo exigido. Esta situación genera un efecto de bola de nieve en el que cada vez nos ahogamos en más “debería” y “tengo qués” desde una actitud pasiva e inmovilista. Pongamos un ejemplo: si pienso “Debería de salir a correr, al menos, 7 km al día”, el mero hecho de visualizarnos corriendo esa distancia nos va a generar una fatiga que no va ayudar a que cumplamos nuestro objetivo. Si, por el contrario, me planteo “Voy a hacer ejercicio, salgo a correr y hago lo que pueda”, el pensamiento es menos ansiógeno, por lo que nuestro cuerpo no va a tender a evitarlo o huir de él y será más sencillo realizarlo.

¿Cómo podemos romper con esto y desarrollar una exigencia sana?

  1. Priorizando los objetivos.
  2. Ajustando el nivel de exigencia para que sea un puntito por encima de nuestras posibilidades, no un gran escalón que nos resulte imposible alcanzar.
  3. Siendo conscientes de nuestros esfuerzos y movimientos: quizá no hayamos logrado del todo nuestro objetivo, pero sí una parte.
  4. Cambiando los automensajes: en lugar de pensar: ”tengo que…”, pensar “voy a…”.
  5. Buscar lamotivación de cada exigencia.

En ocasiones las exigencias tienen un origen en las personas que nos rodean: amigos, familiares, compañeros de trabajo, jefes… ¿Cómo podemos manejar esas exigencias externas?

  1. Planteándonos cuáles de esas exigencias queremos y podemos realizar y de qué manera. Los demás tienen derecho a esperar algo de nosotros, pero nosotros tenemos derecho a elegir qué expectativas queremos y podemos cumplir, y la manera en la que lo hacemos.
  2. Visibilizando nuestra manera de vivir esas exigencias, cómo las recibimos y lo que nos hacen sentir.
  3. Compartiendo con los demás de manera explícita nuestros esfuerzos, intentos yaproximaciones al objetivo que nos plantean.
  4. Poniendo límites. Si aceptamos todas las exigencias sin expresar lo que generan en nosotros o el esfuerzo que invertimos en realizarlas, podemos generar una escalada en la que los demás nos exijan cada vez más.

Planteémonos cuáles de las exigencias que nos imponen y nos imponemos nosotros mismos contribuyen a nuestra propia satisfacción personal... obligándonos a renunciar a las comodidades para seguir las normas de nuestra voluntad.

Sara Ferro Martinez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

 

 

 

La feminidad y la masculinidad en el sigol XXI

El sábado 4 de febrero organizamos en Grupo Crece un debate sobre la feminidad y la masculinidad en el siglo XXI. Sobre la base de unos planteamientos iniciales se desarrolló un debate en el que se trataron una serie de puntos muy interesantes que queremos compartir.

Comenzamos definiendo qué significaban los términos “sexo”, “género” e “identidad con el género”.  Aclaramos que con sexo nos referimos a los atributos biológicos, a los caracteres sexuales primarios con las que nace una persona. El género por su parte es una construcción social, siendo aquellas características que cada sociedad atribuye a cada uno de los sexos. De esta manera, son sexistas aquellas sociedades que atribuyen comportamientos, actitudes y aptitudes diferentes a los hombres y a las mujeres. La identidad con el género es la vivencia que cada persona tiene de su género, la idea que tiene la persona sobre las características y comportamientos que la describen, teniendo en cuenta lo que la sociedad en la que vive establece como deseable y apropiado para las mujeres y los hombres.

A colación del concepto de género, se planteó la siguiente cuestión ¿Somos libres para elegir lo que somos? ¿Somos lo que somos por decisión nuestra?  ¿O somos el resultado de un cúmulo de expectativas? De alguna manera, las expectativas siempre van a estar presentes desde el nacimiento, ya sea desde el género, desde la cultura en la que nazcamos, el estatus y la cultura familiar. Entonces, ¿cómo podemos romper con los caminos que nos son marcados?

Las vías de mejora que se plantearon fueron las siguientes:

  1. Respeto: educar y crecer en el respeto por las decisiones propias y ajenas, generará una mayor libertad en la elección, siendo así una elección sana y consciente, y no desde la sumisión o la rebeldía.
  2. Equilibrio: La búsqueda de nuestro propio equilibrio y el equilibrio en la sociedad.
  3. Valorar el cambio: Ser conscientes de que nuestra identidad es un constructo en continua evolución y permitirnos hacer los cambios que necesitemos en los diferentes momentos del ciclo vital. La libertad comienza en nosotros mismos, en concedernos la libertad de evolucionar.
  4. Salir de nuestra zona de confort. El cambio supone un esfuerzo y enfrentarnos a los miedos o incomodidades que plantea salir de lo que ya conocemos. Entender que la zona de confort en cuanto el género es actualmente un lugar poco confortable, en el que hombres y mujeres nos sentimos constreñidos por unos atributos que en muchas ocasiones no nos representan, es el primer paso para romper con el inmovilismo.

Necesitamos dejar de dejarnos llevar y asumir la responsabilidad que implica hacernos cargo de la construcción de nuestra propia identidad, y de las elecciones y rechazos que eso conlleva. Dejar de valorar lo bueno que tiene el modelo en el que estamos enmarcados en la actualidad, y valorar el progreso como algo positivo y necesario, sin dejar que el miedo y la pereza nos paralicen y fagociten en una realidad que nos daña de múltiples maneras, unas más sutiles que otras.

Nos despedimos con la reflexión de la gran responsabilidad que tenemos como sociedad que se está comenzando a movilizar, a rebelar y a plantear realidades diferentes en las que el género no sea un hándicap. Valoramos esta realidad como el inicio de un proceso en el que esperamos cada vez seamos más implicados.

 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Identificar y ajustar nuestra personalidad

"Somos un híbrido de biología y cultura" dice el filósofo José Antonio Marina. Nuestra manera de ser incluye una parte heredada o configurada en nuestra estructura genética y otra aprendida (incluso ya durante el vientre materno), y las interacciones entre ambas partes configuran lo que llamamos personalidad.

La personalidad que nos viene de nuestros genes o configurada antes de nacer se llama temperamento, si bien,  cada vez está más reconocido el hecho de que lo ambiental y emocional influye durante el embarazo, con lo que en ese temperamento inicial que observamos en el bebé hay ya una parte de aprendizaje.

En cualquier caso, podemos observar que desde el nacimiento, el bebé muestra ya unas tendencias básicas: apertura a lo nuevo vs. miedo a lo desconocido, impulsividad o estabilidad emocional...

El temperamento es plástico y podemos reorientarlo durante el desarrollo del individuo hacia una personalidad constructiva y sana, partiendo de la estructura básica de ese ser.

A medida que las personas vamos siendo expuestas a la interacción con nuestro ambiente físico y social y a las interacciones con nosotros mismos, a través del conjunto de nuestras diferentes experiencias vitales, vamos desarrollando nuestro carácter, la parte aprendida de nuestra personalidad.

No podemos ir en contra de nuestro temperamento.

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Conectando con nuestro temperamento (indagar en nuestro niño/a interno) podemos aprender muchas cosas de nosotros mismos que nos guíen a la hora de tomar decisiones o marcarnos objetivos.

 

¿Como podemos conocer cosas de nuestro temperamento o carácter?

¿Cómo éramos de bebés, cuáles nuestras tendencias los dos o tres primeros años de vida?

¿Hubo algún momento de nuestra vida que desarrollamos una personalidad diferente? ¿Qué experiencias vitales lo podrían explicar?

 

Pistas para reorientar nuestra personalidad hacia la potenciación de nuestras fortalezas:

Te presento algunos ejemplos de como afrontar tu personalidad en algunos casos.

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1. Si eres miedoso/a exponte a nuevos retos de manera progresiva. Sobre todo, aquellas cosas cuya evitación, te estén provocando sufrimiento o frustración. No hay qeu vencer todos los miedos sólo aquellos que nos permitirán ser más felices. aún así, no pretendas ser lo contrario de lo que eres. Tenderás a ser más prudente que osado/a pero atravesarás tus propios límites.

 

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2. Si eres obsesivo/a, te gusta controlar, dedicas un exceso de tiempo a las rumiaciones que no llevan a ninguna conclusión práctica o dedicas un exceso de tiempo a ser muy perfeccionista con lo que haces, más allá de lo razonable: busca espacios para dejarte llevar, situaciones donde los resultados no importen, controla las anticipaciones y desenchufa la mente con actividades meditativas y con mindfulness.

 

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3. Si eres impulsivo/a intenta no tomar decisiones con estados de ánimo muy altos o muy bajos. Si te enfrentas a una conversación importante prepárala mucho con antelación. Si experimentas una emoción fuerte de enfado, intenta marcharte del escenario y esperar a que e te pase un poco antes de responder o resolver.

 

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4. Si eres una persona introvertida y te encuentras mejor en las distancias cortas, piensa que esa personalidad no es negativa, sino sólo es una característica más. Puedes mejorar tus habilidades sociales e intentar no aislarte pero respeta tu condición de sentirte más a gusto en grupos pequeños o de tú a tú.

 

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

 

Estrategias de persuasión ante las elecciones

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Aunque la oratoria de los políticos siempre requiere de estrategias de persuasión para convencer y ganarse al electorado, es ante las elecciones donde más proliferan ciertas "técnicas de seducción" , pues es en la recta final donde existen más indecisos a los que es necesario fascinar y llevar a terreno propio.

Algunas de estas estrategias de persuasión son las siguientes:

Seducir con las palabras

Usando palabras GRANDES que deslumbran a los pueblos ( " Libertad", "Democracia", "Justicia"); 

Palabras LARGAS para elevar los conceptos, puesto que parece que a mayor cantidad de letras, mayor conocimiento ( hablando de " complementar" en vez de " completar", " finalidad" en vez de " fin", " sobredimensionamiento" en vez de " exceso"); 

METÁFORAS MENTIROSAS o eufemismos ( " regulación de empleo" para hablar de " despidos", " apoyo financiero" en vez de " rescate");

Uso TERMINOLOGÍA ESPECIALIZADA de otras áreas (economía derecho, etc.) que pretenden dotar de mayor credibilidad al discurso (" derechos devengables", " pérdida de cuotas de mercado").

Usar las emociones

Movilizar los afectos tiene como objetivo condicionar al auditorio para que éste acepte el mensaje sin discusión. Cuando las palabras recogen nuestras emociones es más sencillo estar de acuerdo con lo que nos proponen. Apelar al sufrimiento de unos, a la tristeza y malestar frente a las injusticias, etc. Pero sobretodo invocando el miedo y la ira:

Introducir cierta dosis de TEMOR: miedo a que las cosas empeoren y se pierda lo que se tiene o ha logrado, o que se amenace el sistema de creencias y valores predominante. Estas dosis deben ser pequeñas. Si el miedo es desproporcionado puede causar paralización para la acción.

Aprovechar la IRA, hartazgo, enojo, frustración y resentimiento acumulado de la gente ante los errores, abusos, corruptelas e insuficiencias que por muchos años han realizado o perpetuado los gobernantes.

Ofrecer recompensas y prometer resultados

con palabras grandes y elevadas) bien sean materiales o beneficios sociales y espirituales (un futuro mejor, igualdad ciudadana, etc.

 

Persistir y repetir los objetivos y propuestas 

Para que se graben firmemente como el " leimotiv" del programa, como los temas fundamentales que lo caracterizan y que lo diferencian de otros. De esta forma serán recordados fácilmente por el votante.

 

Crear urgencia

Hacer creer a la otra persona que debe actuar de inmediato pues podría perder los beneficios prometidos, siendo perjudicial para su bienestar y el de las generaciones futuras. (" El cambio es ahora o nunca").

 

Ser moderado

La gente no se siente cómoda en el conflicto y aparecer como alguien moderado da sensación de flexibilidad, apertura y seguridad.

 

A todas estas estrategias es fundamental añadirle una comunicación no verbal


Movimiento corporal, tono de voz, etc. que sea enérgica y que acentúe la seguridad y confianza del orador en su ideario político, en su saber hacer y en que es la mejor opción de liderazgo para el país. 

 

Tus palabras cuentan tu historia: cuida lo que dices para ser más feliz

No somos conscientes del inmenso poder que tienen las palabras: de una simple sucesión de letras podemos transformar la mirada hacia uno mismo y el relato de nuestra vida. 

El verdadero espacio de una palabra se halla en lo que construye dentro de nosotros

Una palabra, una cualquiera, ocupa físicamente un espacio, en un papel, en el aire, entre dos personas... Sin embargo, el verdadero espacio de una palabra se halla en lo que construye dentro de nosotros. Y es que a través del significado particular que les otorgamos, somos capaces de erigir nuestra identidad.

La forma en que nos contamos las cosas repercute directamente en la sensación de gestión que podemos tener sobre dichas cosas.  

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Por ejemplo, tener un pasado "horroroso", o calificar las dificultades cotidianas como tal (“me pasó algo horroroso”), tiñe todo de tal oscuridad y pesimismo que nos hace muy difícil encontrar una solución. En cambio, si hablamos de ese pasado como "un momento en el que me han ocurrido cosas muy dolorosas y donde he sufrido mucho", la sensación que nos genera internamente es más liviana, pues además de los momentos difíciles, permitimos inconscientemente la entrada a otros más amables, que son ignorados al calificar nuestra vida únicamente como "horrorosa".

Describir las complicaciones de nuestra vida con calificativos tan pesados, o hacer uso de un lenguaje categórico ("siempre","nunca", "todo","nada") pone sobre nuestros hombros una gran losa de significados, ante los que sólo nos queda someternos.

No podemos liberarnos fácilmente si "siempre hemos sido un desastre", si "nada de lo que hemos hecho ha salido bien", si "todas las personas me han hecho daño" o si "nunca me han querido".

El discurso de una persona que utiliza tales adverbios y adjetivos para sí mismo, los demás y el mundo en general, no puede llevar a otra cosa más que a sentimientos de impotencia y angustia.

¿Qué podemos hacer?

La única forma de interpretar la realidad lo más fielmente posible, es cuestionarse lo que tan válido y seguro creemos: ¿realmente SIEMPRE soy desastre? ¿NUNCA he hecho nada bien? ¿NADIE me ha querido? Y qué descanso sentimos cuando las respuestas nos abren otro mundo de posibilidades, un mundo donde “algunas veces he hecho cosas que han tenido buenos resultados”, “hubo varias chicas que me quisieron y me trataron bien” o “en varias ocasiones obtuve éxitos, como por ejemplo...”.

Somos expertos en golpear nuestra autoestima utilizando nuestra lengua como herramienta de castigo, como un látigo feroz que erosiona nuestra valía.

Solemos tener una palabra, o varias, de significado "pesado", con la que denominamos todo nuestro ser o saber, con la que nos maltratamos, o nos han maltratado, durante nuestra vida. La palabra con la que manchamos nuestros actos y pensamientos, con la que nos presentamos frente a nosotros mismos y al mundo sin darnos tregua ni descanso. Es la palabra sobre la que hemos construido parte de nuestra identidad.

En terapia suelen oírse muchas: soy un “desastre”, "ridículo/a", "despreciable", "tonto/a", "inútil", "débil". Utilizamos estos términos, que nuestra vocecita crítica se encarga de recordarnos, como un filtro para interpretar lo que ocurre dentro y fuera de nosotros. Sin darnos cuenta, vamos creando nuestro mundo de forma poco realista y extremista:

-O seré un desastre si algo no me sale bien o un fuera de serie si sale perfecto;

- Seré tonto si no supe dar una respuesta brillante o el más inteligente si lo supe hacer;

- Me tacharé de débil si no pude con todos los problemas o enérgico y viril si esta vez lo conseguí.

Son palabras del pasado que han dejado de tener sentido. Son injustas, además, pues si una cosa tienen el mundo es que está lleno de matices.

De nuevo es necesario cuestionarse.

Cuestionar esa palabra que tanto daño nos hace y buscar las “otras palabras”, otras que también nos definen y nos hacen tratarnos con más cariño.

Palabras con las que nos tratamos bien y que son igual de realistas. Empezar a valorarse requiere reconocer esas cosas que no nos gustan de nosotros (“sí, soy un poco desastre a veces”) y reconocer las que nos gustan (“también soy una persona que sé escuchar, responsable con mi trabajo y además, cariñosa”). No podemos ser perfectos, aunque detrás de ese tratarse mal verbalmente se encuentre ese deseo...

Buscar las palabras que expresan lo que sentimos de forma genuina y realista, nos abre la puerta a construir un relato sano de nosotros mismos

No solamente las palabras construyen nuestra identidad a través de la calificación. En la medida en que hallemos con palabras lo que sentimos, podremos expresarnos ante los demás y ante nosotros mismos, construir nuestra historia de forma más realista, narrar las partes ocultas de nuestra vida (las que no se quieren ver o simplemente ni se nos ocurre que existan) y hacer un relato comprensible y sólido de nosotros mismos. Todo esto nos proporcionará una base segura sobre la que apoyar y levantar nuestro yo.

" La palabra que decimos       viene de lejos,                     y no tiene definición,            tiene argumento.                   Cuando dices " nunca",          cuando dices " bueno",           estás contando tu historia       sin saberlo"                         Luis Rosales.

 

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece