Pensamientos que nos hacen daño... Hoy... el pensamiento de "Todo o nada"

Cuando buscamos dar explicación a las situaciones que nos suceden en nuestro día a día, no somos conscientes, pero nuestra cabeza en lugar de convertirse en una máquina perfecta que analiza la realidad y nos ayuda a tomar la mejor decisión, muy al contrario de lo que podríamos pensar, está tremendamente influida por motivaciones, deseos, expectativas y sobre todo emociones.

Todo esto nos lleva a cometer muchos errores a la hora de interpretar lo que nos sucede, sobre todo si es algo importante para nosotros.

Uno de esto errores es el "pensamiento de todo o nada", también conocido como pensamiento dicotómico o extremos del pensamiento.  Consiste en interpretar lo que nos sucede siempre en extremos sin tener en cuenta los términos medios. Este pensamiento nos lleva a ver las cosas como blancas o negras, verdaderas o falsas, buenas o malas... y por tanto dejamos de contemplar un amplio rango de interpretaciones que podrían ser mucho más acertadas.

¿Cómo nos afecta pensar de esta forma tan extrema?

A parte del error que se comete, pensar así repercutirá en cómo vamos a sentirnos y por tanto en lo que decidamos hacer. Un claro ejemplo sucede cuando nos sentimos deprimidos y pensamos: "soy un inútil, no sirvo para nada, todo lo hago mal"... todos estos pensamientos, aunque quede claro que son erróneos, nos llevarán a sentir emociones negativas como la tristeza, la rabia, la ira o la frustración, y sin darnos cuenta, al darlo por válido, nos llevará en este mismo ejemplo a quedarnos en casa, conservar la tristeza, llorar o no querer hablar con nadie.

¿Cómo podemos evitar caer en la trampa del todo o nada?

Entrenando nuestra cabeza, como si tuviésemos instalado un dispositivo de alarma que se activa cada vez que se produce un pensamiento de este tipo e, inmediatamente sometiéndolo a juicio. Al convertirnos en grandes detectores de pensamientos negativos podremos llegar a ser grandes cazadores de los mismos. Las emociones pueden darnos muchas pistas para encontrar estos pensamientos, y una vez que lo tengamos detectado preguntarnos:

¿De verdad no hago nunca nada bien?, ¿qué pruebas tengo de que soy un inútil?, ¿es cierto que todas las personas de mi alrededor son malas?, ¿que evidencia existe de que todo en el futuro me irá mal?, ¿es cierto todo esto que estoy pensando o estoy exagerando un poco?...

Las respuestas a estas preguntas nos ayudarán a dar explicaciones más cercanas a la realidad, y por tanto también repercutirá en cómo nos sintamos y lo que decidamos hacer. En el ejemplo anterior, al lograr cambiar los pensamientos de todo o nada, la persona podrá darse cuenta de que no siempre se equivoca ni hace las cosas mal, que las personas de su alrededor, al igual que ella, cuentan con fortalezas y debilidades, y que en otras ocasiones ha sido capaz de hacer cosas por las que ha sentido orgullo.  Por tanto, probablemente los sentimientos de tristeza o frustración no serán tan intensos ni necesitaremos aislarnos del mundo.

Magnificar lo negativo y minimizar lo positivo

Predicciones catastróficas y magos del pensamiento

 

Paciencia vs. aguante

Paciencia

Es aceptar la situación, mantener la calma en la espera de algo más deseado o necesitado, traspasar las emociones de uno mismo o de los otros manteniendo la esperanza de un final positivo, y centrándose en la acción que nos llevará a ese final, sea cual sea.

 

 

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Aguante

Es lo que mucha gente confunde con paciencia. Es una capacidad de autocontrol de cara a la galería, la procesión va por dentro y no se calma sino que va cogiendo temperatura poco a poco, carcomiendo y generando más tensión, más juicio, más impaciencia. El aguante tiene los días contados, en cualquier momento explotarás de cualquier manera.

 

Y tú, ¿eres más de aguante o de paciencia?

 

 

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Decir lo que pienso si herir al otro: claves para auto afirmarnos con diplomacia.

!!!Cuantas veces nos tenemos que morder la lengua para evitar un conflicto o una situación comprometida!!!

Expresar una opinión políticamente incorrecta o contraria a la mayoría, lanzar una propuesta con el temor a que no sea escuchada, decir lo que nos molesta a la persona involucrada, corregir un error en otra persona, decir que no a alguna situación..., son ejemplos de momentos en los que tendemos a callarnos y no decir lo que pensamos por miedo a las consecuencias, o a no saber como manejar la situación.

 

 

Os vamos a mostrar las herramienta más importantes:

La asertividad nos brinda un repertorio enorme de herramientas para afrontar estas situaciones con seguridad y evitando el conflicto entre las diferentes partes.

Primero: escucha de manera activa y con interés, haz preguntas abiertas para recoger más información. Quizá tu interlocutor te de pistas de algo que puedas usar en tu favor y de pie a tu comentario.

Segundo: ponte en el lugar del otro y recoge su mensaje, su emoción, su visión, expresando algo positivo, expresando nuestro malestar desde lo que sientes o piensas en primera persona (mensajes yo). Por ejemplo: "sé que te has esforzado mucho y valoro lo bien que ha quedado el plan..." o, "es posible que no te fueses cuenta pero me sentí un poco incómoda ayer cuando estábamos con tus amigos, hubiese necesitado que me ayudases a integrarme un poco más"

Tercero: expresa tu opinión o tu postura de manera directa y clara pero con amabilidad. Por ejemplo: "me encantaría participar en otra ocasión, esta vez no puedo porque tengo otros planes "o, "que te parece si la próxima vez me ayudas a sacar un tema de conversación común o me involucras un poco más en vuestras cosas dándome mas información sobre vuestro tema de conversación...".

Cuarto: cerrar con algún mensaje positivo, con una sonrisa y mantente firme en tu argumento.

Intenta experimentarlo y nos cuentas que tal te ha ido :-).

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Cuando la creencia se hace realidad...

En psicología hablamos de la profecía autocumplida, que ocurre cuando nuestras creencias negativas se dan en la realidad. Esto no quiere decir que seamos videntes, sino que nos predisponemos a que las cosas se tuerzan porque al tener una creencia negativa, transmitimos sensaciones negativas en los demás a través de nuestra comunicación no verbal o nos contagiamos de emociones y sensaciones negativas que nos hacen no atrevernos a actuar o cometer errores. Si por el contrario, creemos algo positivo, la profecía autocumplida nos va a predisponer para aumentar la probabilidad de que surja ese sueño que estamos persiguiendo. Atrévete a creer en positivo.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach
 

La primavera y las emociones

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La primavera es una época de cambios. Tras el largo invierno, los animales despiertan de su letargo invernal y las plantas vuelven a recuperar sus hojas, sus flores, sus colores y su aspecto más característico. Los días son más largos y cada día que pasa hay más horas de luz. Las temperaturas se hacen más suaves, aunque los días de cálido sol se alternan con otros de lluvia y frío, que recuerdan al invierno cercano. La naturaleza renace y se muestra en todo su esplendor y vitalidad.

También para las personas la primavera es un momento de cambio y de despertar a la vida. Todo invita a disfrutar de la naturaleza y el aire libre, de nuestra propia vitalidad y de los sentidos. Pero también nos enfrentamos al incremento de la inestabilidad emocional que todo cambio lleva consigo. Por eso, la primavera se asocia a la juventud, vital e inestable.

¿Y qué ocurre con nuestro estado de ánimo? ¿De qué manera nos afectan estos cambios externos? ¿Qué repercusiones tienen en nuestras sensaciones y emociones?

El aumento paulatino de horas de sol hace que nuestro  cerebro segregue más serotonina, sustancia relacionada con los estados de ánimo positivos. Además, la luz del sol tiene en nuestro cerebro un efecto regulador de los ciclos de sueño y vigilia a través de una sustancia denominada melatonina. Al alargarse los días nos sentimos con más energía y con más ánimo para realizar un mayor número de actividades y necesitamos menos horas de sueño para sentirnos descansados. También nuestro metabolismo se ve afectado en esta época: al estar activos más tiempo nuestro cuerpo nos pide comidas más ligeras que nos permitan mantener el ritmo que exigen nuestras actividades, pero, a la vez, un número mayor de comidas que nos permitan compensar el mayor gasto de energía. 

Con el aumento de las temperaturas cambia la manera en que nos vestimos.  A medida que nos vamos adentrando en la nueva estación, vamos dejando al descubierto un mayor porcentaje de piel, lo que genera un estímulo que está directamente relacionado con el aumento de la líbido. Es una situación acorde con el despertar de la vida que vive la naturaleza. Este hecho, unido al buen humor y al aumento de las actividades diarias, hace que relacionemos esta época con el amor y la pasión.

Sin embargo, no todos son efectos positivos ni todo el mundo vive la primavera de la misma manera. Los cambios pueden hacer que nos sintamos desconcertados, más cansados, tristes y que nos sea más difícil adaptarnos a la rutina, concentrarnos en la tarea o conciliar el sueño. Estos síntomas responden a la llamada “Astenia Primaveral”, que se caracteriza por una sensación de debilidad física y mental que puede llegar a bloquearnos. Además, los cambios bruscos en la meteorología que caracterizan a esta época pueden hacer que nuestro estado de ánimo fluctúe más y de una manera más intensa.

 Y si, como comentábamos al inicio, la primavera es la época del renacer, ¿cómo podemos hacer que este saque lo mejor de nosotros?

1.       Aprovecha el aumento de energía y de horas de luz para dedicarte tiempo a ti mismo.

2.       Planea actividades al aire libre y vuelve a conectar con la naturaleza.

3.       Aumenta el consumo de frutas y zumos como fuente de energía.

4.       Haz una lista de “Ilusiones de primavera”, pararnos a pensar cosas que nos gustaría hacer para aprovechar la estación es el primer paso para lograr realizarlas.

5.       Retoma el contacto con personas de las que te hayas podido alejar durante el invierno.

6.       Dosifica tus energías, ve aumentando la actividad de manera paulatina.

7      Mantén las rutinas lo más estables posible, horas de comer y acostarte. Los cambios que vayas a realizar, hazlos poco a poco.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

¿Tenemos control sobre nuestras emociones y nuestra vida? Una clave: la resiliencia

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Si nuestra vida fuese un libro, estaría compuesta de una gran variedad de capítulos, unos más alegres y otros con un final no tan feliz. Puede que si leyéramos ese libro como algo ajeno, no nos fuese sencillo entender por qué ciertos hechos tienen más relevancia que otros, por qué el autor les da más importancia e insiste más en ellos mientras que otros quedan relegados a una simple anécdota.

Quizá nos sorprendería ver la subjetividad con la que se viven los problemas y nos preguntaríamos, por ejemplo, cómo puede ser que el capítulo del primer engaño amoroso dure más que el de la muerte de un ser querido tras una larga enfermedad.

Estas dudas se resolverían si pensásemos ante cada uno de estos capítulos: ¿se siente el protagonista con la capacidad de manejar esta situación? ¿siente que tiene el control de lo que le sucede?

El locus de control interno es la percepción de que somos capaces de manejar las situaciones que se nos presentan y que, sean consecuencia de nuestras propias acciones o no, tenemos control sobre ellas.

 Este sentimiento es un factor clave para determinar cómo nos afectan los sucesos de la vida. Sentirnos capaces de manejar las situaciones o las consecuencias negativas que estas tengan para nosotros nos ayuda a sobrellevar y superar cualquier obstáculo.

Por el contrario, sentir que cualquier cosa que hagamos será en balde y que nada depende de nosotros nos colocará en una posición de apatía y de pasividad que no hará sino prolongar nuestro dolor.

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Un concepto muy relacionado con la sensación de control  es la resiliencia.

La resilencia es la capacidad de recuperarse de una situación adversa, de la misma manera que una pelota recupera su forma inicial después de botar en el suelo.

Se conoce como resilientes a aquellas personas que tras haber sufrido situaciones límite y enormemente dolorosas (maltrato, atentados, condiciones de vida precarias…) han conseguido salir reforzados y con unas secuelas menores de las esperadas para esos casos.

Es cierto que en nuestra vida nos vamos a encontrar con injusticias, malas noticias y daños inmerecidos. Pero una vez ocurridos, aun siendo irreversibles, tenemos la capacidad de decidir si queremos que ese capítulo de nuestra historia dure hasta el final del libro o si preferimos cerrar ese episodio lo antes posible.

Para ello tenemos que aceptar lo que nos ha ocurrido, saber que no podemos cambiarlo y preguntarnos: ¿Qué quiero hacer con este hecho? ¿qué lugar quiero que ocupe en mi vida?

No tenemos la capacidad de nacer en otra familia, de evitar que nuestra pareja nos deje o  que nos diagnostiquen una enfermedad. Pero sí tenemos la capacidad de hacer con ese hecho muchas cosas y determinar el impacto que tendrá sobre nosotros. Sentir esa capacidad nos hará crecernos ante los problemas, sabiendo siempre que nosotros escribimos nuestra historia y tenemos el  poder de ponerle límites al dolor y énfasis a cada sonrisa.

 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

La autoestima en los niños

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La autoestima es uno de los aspectos más relacionados con la felicidad y la salud mental. La autoestima y el autoconcepto, o lo que es lo mismo, la manera en la que nos describimos a nosotros mismos y la valoración que hacemos de esa descripción, es la base desde la que nos relacionamos con los demás y nos movemos en el mundo. 

De este modo, una autoestima positiva nos permitirá relacionarnos desde nuestro yo más auténtico, mostrando nuestras cualidades y defectos y aceptando a los demás en su integridad, lo cual nos permite movernos por el mundo con libertad y seguridad, explorando las oportunidades que este nos ofrece.

Por el contrario, una autoestima negativa nos hará enfundarnos en prejuicios y miedos con el fin de protegernos y mantener ocultos esos aspectos negativos que vislumbramos en nosotros mismos, pudiendo caer en actitudes sumisas, déspotas o de aislamiento hacia lo demás. 

La autoestima y el autoconcepto se construyen a lo largo de nuestra historia, a través de nuestras vivencias y relaciones, siendo de gran importancia la base que se crea en nuestra infancia y adolescencia. Como en la gran mayoría de aptitudes que adquirimos en esas fases del ciclo vital, en el desarrollo de la autoestima también tienen un papel protagonista los adultos que nos rodean e influyen en nuestro crecimiento. De este modo, la manera en que los adultos perciben a un niño y el modo en el que le transmiten esas ideas serán la primera fuente de la que se nutra dicho autoconcepto.

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La adquisición de un autoconcepto es algo tan importante para nosotros que asumimos una personalidad negativa o llena de adjetivos despectivos como modo de describirnos antes de dudar de nuestra identidad o tener un autoconcepto vacío.

Favorecer y potenciar una autoestima positiva y saludable en los niños es el camino para crear personas independientes, con habilidades para manejarse en sociedad, seguras y abiertas a nuevas experiencias y personas. Para ello os sugerimos los siguientes aspectos:

  1. Ser conscientes del papel protagonista que tienen los padres y personas significativas para el niño en el desarrollo de la autoestima.
  2. Hacer un ejercicio de toma de contacto con el concepto que tenemos de nuestros peques: qué cosas valoramos de manera positiva en ellos, qué cosas les hacen especiales para nosotros.
  3. Aprovechar cada pequeña oportunidad para señalarles estas cualidades, haciendo que ellos contacten con ellas y las configuren como parte central de su autoconcepto.
  4. Señalar los fallos como conductas concretas que se pueden mejorar. Señalar que un niño "es muy responsable pero a veces se despista y pierde la chaqueta del cole en el recreo" es diferente que asumir que ese niño "es un desastre y no valora las cosas". La primera observación hará que el niño valore su capacidad de ser responsable y se vea capaz de responsabilizarse también de su chaqueta del cole, mientras que desde la segunda el niño asume que no puede cuidar de su chaqueta porque es un desastre, haciendo de esta característica una pieza más en su autoestima.
  5. Valorar el desempeño del niño más allá del resultado. A lo largo de nuestra vida, los resultados de nuestras acciones no siempre dependerán de nosotros, por lo que enseñar a los niños a valorar el desempeño en la acción, el esfuerzo y las estrategias desplegadas para la consecución será una manera de favorecer su autonomía, seguridad y autoestima en su vida adulta, evitando la frustración, la impotencia y los sentimientos de inferioridad.

 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Expresarnos con Mensajes yo: una manera de ser asertivos sin herir a los demás

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En muchas ocasiones para no herir los sentimientos del otro, evitar un posible conflicto, damos rodeos o excesivas vueltas a lo que decimos, mostrando al final inseguridad y una menos credibilidad ante nuestro mensaje, además de sentirnos mal con nosotros mismo por no decir realmente lo que necesitamos.
Un buen truco para expresarnos de manera clara y directa evitando herir al otro o provocar un conflictos son los MENSAJES YO.

En nuestro vocabulario es muy frecuente usar una manera de expresarnos en forma de MENSAJES TÚ: "Tú no hiciste..." "Tú no quieres...", Tú eres...". Si cambiamos esto por : "Yo prefiero...", "Yo no quiero...", " Yo me sentí contigo...", evitamos susceptibilidades en el otro pudiendo poner de manifiesto nuestras necesidades y preferencias.

¡Animaos a experimentarlo!

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Un resplandor positivo en medio de las tinieblas de la negatividad

Existe una tendencia general en las personas a centrarnos rápidamente en los aspectos negativos en detrimento de los aspectos positivos de las cosas. Este proceso, por supuesto, tiene un sentido lógico y en cierta medida adaptativo, ya que nos permite detectar con mayor celeridad aquello que no nos encaja y actuar ante ello, ya sea corrigiéndolo, evitándolo para posteriores ocasiones, criticándolo por lo inaceptable que nos parece, poniéndolo de ejemplo a nuestros hijos sobre lo que “no se debe hacer”…

De lo expuesto anteriormente existen múltiples ejemplos en la vida real. Cuando entramos con nuestro coche en un parking nos resultaría realmente llamativo que una persona que fuese de copiloto con nosotros nos llamase la atención sobre “lo bien aparcados que están algunos coches”, ya que es algo que se exige y se da por hecho y por tanto no parece merecer atención. Sin embargo, si encontramos un único hueco para aparcar y da la casualidad que el coche de al lado está mal aparcado y nos dificulta nuestro aparcamiento, rápidamente maldecimos o dedicamos a este hecho toda serie de improperios debido a nuestra frustración. Y yo pregunto: ¿y si hubiese estado perfectamente aparcado?, ¿lo hubiésemos tenido en cuenta y valorado como un hecho positivo? A pesar de la simplicidad del ejemplo, lo cierto es que el mundo está cargado de situaciones como esta y no nos damos cuenta.

Nuestra mente parece estar preparada para, rápidamente detectar la irregularidad o lo negativo para corregirlo, como si fuésemos máquinas que dijesen: “error de proceso”. 

Pero, ¿esto sucede también para el lado contrario?, es decir, ¿nos hacemos también expertos mentalmente en detectar elementos positivos de nuestro entorno?

Os propongo un ejercicio sencillo que una vez me recomendó un buen profesor: comparos una libreta pequeña y apuntad cada noche, justo antes de acostarse, al menos tres cosas positivas que os hayan sucedido. Puede parecer una tontería, pero estamos forzando a nuestra mente a pensar en positivo, estamos obligándola a detectar las cosas buenas de cada día o al menos a recordarlas antes de acostarnos. ¿Cómo repercutiría en nosotros? Esto si tiene respuesta sencilla, pues al acostumbrarnos y aprender a valorar cada detalle en clave positiva, finalmente categorizaremos nuestra experiencia en estos términos. Lo ilustro mejor a continuación con un ejemplo de un ejercicio en terapia:

El siguiente ejercicio indica el análisis que hace una persona de un día de su vida en clave positiva y negativa.

  • Resumen del Jueves centrándome en lo negativo

La verdad es que no dormí demasiado bien y me costó un poco levantarme, me vestí aprisa y no me agradaba mucho como me quedaba la ropa que había elegido pero llevaba prisa,  ya iba un poco tarde a hacer todas las tareas que tenía que hacer, cuando salgo de casa me doy cuenta que me he dejado el USB de memoria, lo cual me hizo sentirme mal, al llegar a la parada de autobús el asiento estaba lleno de agua debido al frío de la noche anterior y no pude sentarme, el autobús tardó como 10 minutos. Al llegar paré al banco a solucionar un problema con mi tarjeta y me tuvieron casi media hora. Llegué al trabajo y descubrí que se había suspendido la reunión después de todo, anduve nervioso hasta las 16:00 y al salir tuve que marchar para trabajar en otro lugar. La persona a la que me tocó asistir me dio dolor de cabeza y me hizo salir tarde, lo cual perjudicó la siguiente cita a la que tuve que acudir con retraso. A la salida hacía mucho frío y me urgía ir al servicio, pero no tenía tiempo y estuve aguantándome  todo el viaje. Llegué tarde a mi hora de deporte porque tuve que parar en una cafetería de camino para ir al baño, además no se me dio bien la actividad deportiva y acabé muy cansado. Para más inri llegué a la parada de autobús para volver a casa y acababa de marcharse, tuve que esperar 15 minutos a las 23:20 de la noche y estaba helado, comencé a temblar y aguanté hasta que acudió. Cuando llegué a casa era tardísimo y todavía tenía que ducharme, cenar y recogerlo todo. Debido a la activación me costó muchísimo dormir.”

  • Resumen del Jueves centrándome en lo positivo

“Al despertar leí en mi teléfono mensajes de ánimo de mi novia, cuando fui a la ducha el agua caliente me sentó fenomenal y no se estropeó la caldera (cosa que suele pasar). Mi compañero, con el que tengo una relación tirante, me dio ánimos para el día y salí pitando de casa pero con buena sensación. Al llegar a la parada del autobús había un señor mayor esperando a otro diferente al mío, me ofrecí a buscar con mi teléfono el tiempo que podría tardar y se mostró muy grato. Cuando a lo lejos vislumbró mi autobús me lo hizo saber y se despidió agradeciéndome la ayuda. Como me enteré de que la reunión se había suspendido decidí aprovechar para trabajar, me alegró ver a mi jefa antes de entrar y el ordenador con el que trabajé funcionó a las mil maravillas pudiendo avanzar en algunos trabajos que tenía atrasados. Después llegó mi novia, me echó una mano y charlamos un rato, la secretaria del trabajo permitió que le hiciese bromas (no es muy receptiva a ellas). Tuve una charla agradable antes de entrar a trabajar a las 16:00 y salí con muy buena sensación. Me trasladé al otro lugar de trabajo cargado de energía y terminé a las 21:00, recibí elogios de mi compañera y volvimos juntos al centro. Me apetecía mucho mi hora de deporte después de un día tan atareado y pude cambiarme a tiempo antes de que comenzara el partido. Terminé desfondado y con una agradable sensación de despeje, y, además uno de los chicos me invitó a comer con su grupo de gente el sábado (algo inusual porque apenas tenemos relación). La verdad es que el detalle me gustó mucho. Llegué bastante tarde a casa, aunque la ducha y la cena me sentaron fenomenal. Es cierto que me acosté muy activado, pero eso me ayudó mucho a pensar en cosas que pude apuntar y me ayudaron a escribir este relato, recuerdo que me dormí con una sonrisa.”

Como puede observarse, en función de cómo percibimos la realidad y en qué nos centremos, pueden activarse en nosotros unos tipos de pensamientos u otros. Estos pensamientos nos conducirán a sentir emociones acordes a ellos (o viceversa) que acabarán influyendo notablemente en nuestro estado de ánimo. En los dos relatos puede percibirse con claridad la distinta predisposición hacia las cosas de la misma persona dependiendo del enfoque elegido.

Así que, os animo a comprarse esa libretita y a comenzar a apuntar las cosas positivas de cada día, será el principio de un entrenamiento para ser más feliz.

 

No perdamos nunca la ilusión

risa de niña

La ilusión es un sentimiento positivo que nos inunda cuando nos encontramos en una situación novedosa, muy deseada o con gran carga positiva para nosotros. Está muy relacionada con las expectativas, los planes y el futuro. Por eso, a veces la relacionamos tanto con la infancia,  con la emoción de descubrir, de construir, de poder hacer cosas, de crecer y darse cuenta de ello.

Parece que la sociedad de hoy ha perdido la capacidad de ilusionarse. La falta de salidas, los caminos que se cierran, las malas noticias que se suceden en los medios de comunicación crean un clima en el que la ilusión parece no tener cabida. Casi parece que la ilusión es patrimonio de aquellos inconscientes o insensibles que viven ajenos a la realidad.

Pero no podemos vivir sin ilusión. No podemos hacer de ella un sentimiento nostálgico de otro tiempo mejor, o de la niñez en la que los problemas de los mayores eran eso, de mayores.

La ilusión es algo de lo que tenemos que apoderarnos. Y para ello es preciso buscar nuevas ilusiones, quizá en las cosas más cotidianas.

¿Alguna vez os habéis parado a pensar en qué cosas os hacen ilusión? Ese es el primer paso para encontrarla. Y cuanto más larga sea la lista, más fácil será que la ilusión se asiente en nuestro día a día.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece