El duelo en los niños/as

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La perdida es una de las experiencias vitales que más dolor causa al ser humano. La sensación de angustia al sentir que algo amado ya no esta a nuestro alcance es algo que experimentamos desde nuestros primeros meses de vida, cuando no hemos adquirido la permanencia del objeto, capacidad que nos permite ser conscientes de que, aunque no estén a nuestra vista, las
cosas siguen existiendo.

El proceso de adaptación a la pérdida se conoce como duelo. Muchas veces nos referimos al duelo como el periodo emocional que sucede a una muerte de un ser querido, sin embargo, experienciamos tantos tipos de  duelos como tipos de pérdidas en nuestra vida: la pérdida de trabajo, el fin de una relación o tener que emigrar a otro país son experiencias vitales que conllevan un duelo. Cada duelo es, por lo tanto, una experiencia diferente, con una manifestación, intensidad y una duración particular.

Y si las pérdidas están presentes a lo largo de toda nuestra historia, también lo estarán los duelos, aunque la conciencia de que los niños puedan sufrir procesos de duelo es poco extendida aún hoy en día: tendemos a pensar que los niños se olvidan pronto de las cosas, que no se dan cuenta de lo que sucede o que superan las cosas con más facilidad. También buscamos protegerles del dolor ocultando las pérdidas o minimizándolas. 


Lo cierto es que los niños perciben la perdida y el sufrimiento que conlleva, aunque es posible que la expresión de su dolor sea diferente a la de los adultos: 

  • Los niños tienen más dificultad para diferenciar entre la tristeza y el enfado. Además, al ser esta última una emoción que conlleva conductas más llamativas, los niños suelen elegirla como medio de expresión de su malestar.

  • Pueden experimentar conductas regresivas, como descontrol de esfínteres o pérdida de habilidades adquiridas.

  • Los niños pueden aislarse si no comprenden su malestar y se ven incapaces de comunicarlo.

  • Pueden jugar a juegos en los que la muerte este mas presente de lo habitual.

  • Los dibujos son un medio por el que los niños expresan sus emociones, por lo que los cambios en el universo emocional de los pequeños se harán presentes en él.


Como podemos ayudar a los niños a gestionar sus duelos?:

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  • Hablar claramente de la perdida, explicarle lo ocurrido para evitar sentimientos de culpa.

  • Proteger a los niños desde la comprensión y la legitimación de sus emociones. Si les ocultamos y negamos la perdida se sentirán confusos y no sabrán a quien acudir.

  • No hacer de la perdida un tabú: compartir y escuchar, legitimar el derecho del niño a sentir.

  • Comprender los sucesos de la infancia que pueden suponer duelos para los niños: la pérdida de un muñeco importante para ellos, no ser aceptados en el cole, separarse de un amigo, que mamá o papá amplíen su horario de trabajo o el nacimiento de un hermano son sucesos que los niños pueden vivir con gran impacto emocional, aunque desde la perspectiva adulta puedan tener otro significado.

  • Proponer a los niños rituales que les ayuden a superar el duelo o a hacerlo menos doloroso: enviar un globo al cielo con un mensaje para la abuela o el abuelo, hacer una fiesta de despedida antes de cambiarles de colegio y que los amiguitos escriban en un libro mensajes de ánimo... Los rituales de despedida son de gran importancia en todo proceso de duelo ya que nos preparan para afrontar la nueva situación.


En los niños, como en los adultos, la expresión de las emociones y pensamientos negativos, así como sentirse apoyados y queridos, aún en sus momentos más bajos, son la base que necesitan en su proceso de duelo.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece


Los personajes de mi vida: esos roles que reproducimos...

¿Os suenan frases como  “pareces otro delante de tu mujer” o “cuando estás con tus padres no te reconozco”?

Frases de este estilo nos han acompañado en diferentes momentos de la vida y es posible oírlas de muchas personas. Algunos reaccionan desde la preocupación ante este tipo de afirmaciones, entendiéndolas como un ataque o duda sobre algo vital en nuestras vidas: nuestra identidad. Sin embargo, esto no es más que la evidencia del juego consciente o inconsciente que jugamos en nuestro día a día a lo largo de nuestra vida: un juego de roles.  En cada uno de los ámbitos de nuestra vida (trabajo, familia, amigos, etc.)  desempeñamos un rol, un personaje que tiene una función determinada y unos comportamientos que componen una perfecta sinfonía para conseguir que esa función se vea reforzada. Hay personas que tienen un rol en el que se sienten cómodos  y buscan la manera de jugar siempre desde el mismo personaje, mientras que otros adaptan su rol a las necesidades del entorno en el que tengan que actuar, jugando roles diferentes en función de las circunstancias.

¿Es mejor mantener siempre un rol o jugar diferentes roles?

Como casi toda diciotomía, no podemos afirmar que exista una opción buena de manera absoluta.  Pongamos como ejemplo una persona fijada en el rol del luchador, encarnado en el personaje del Guerrero. Un Guerrero, para serlo, necesitará siempre causas por las que luchar, estará siempre en alarma y con la espada lista para desenvainar, haya o no razones para hacerlo. Pueden incluso llegar a buscar conflictos en los que participar y dificultades que superar con el fin de no perder su identidad de luchadores, con el desgaste que supone vivir una vida de batallas. Ahora veamos el caso de una mujer Maga en su vida laboral (sacando trabajo adelante en las peores condiciones, con soluciones para cada problema y siempre con un toque de creatividad) que en su familia juega el rol del Demonio de Tasmania (no queda nada en orden a su paso, olvida fechas importantes y genera más problemas de los que soluciona). Nuestra Maga-Demonio seguramente sentirá malestar al ver las diferencias que existen en sus roles, sufriendo un conflicto de rol que le puede generar una crisis de identidad.

El conflicto de rol se produce cuando sentimos que en nuestra vida desempeñamos roles incompatibles o cuando pensamos que un grupo de personas tiene expectativas de nosotros que no se corresponden con nuestros comportamientos actuales.

 

 

El punto de bienestar, como en muchos otros aspectos de la salud mental, está en la libre elección. ¿Has elegido los roles que desempeñas?, ¿te sientes a gusto en esos roles?, ¿te gustaría explorar un nuevo rol en algún ámbito de tu vida?

Como hemos explicado al inicio, los roles solo forman parte de un juego en el que nosotros elegimos la dirección en la que queremos mover nuestra ficha .

Muchas veces el miedo a las reacciones de los demás ante un nuevo rol nos impide explorar y nos hace anclarnos en el rol del bueno, del gracioso, del superhéroe e incluso del gruñón. Pero ante este miedo debemos plantearnos si nos merece la pena que los demás solo conozcan una de nuestras facetas o si queremos generar relaciones plenas en las que nos sintamos libres de explorar y elegir el rol que mejor nos sienta en cada momento.

Quizá tus amigos agradezcan que no coartes tu faceta mimosa con ellos, o tus padres que les deleites con tu fabulosa tortilla de patatas. 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

¿Es imposible tener una pareja estable hoy en día?

Vivimos en tiempos cambiantes y acelerados, donde las palabras crisis, ansiedad y disfrute van de la mano. El modelo de pareja imperante hace unos años puede parecer obsoleto para las nuevas generaciones.  Pero, ¿cuál es el modelo actual? Escucho a muchos chicos y chicas jóvenes, en la consulta, plantear en voz alta un miedo que podría traducirse en esta pregunta: ¿Es imposible tener una pareja estable hoy en día?

La respuesta a esta pregunta es algo que angustia a muchas personas que esperan encontrar un/a compañero/a de vida para cumplir determinados sueños. Pero acaso ¿es la estabilidad la clave de la felicidad en pareja? Quizá no o al menos no la única, pero sí es una condición necesaria para poder empezar a construir un vínculo importante con la otra persona.

Existen tres obstáculos que podrían fragilizar dicho vínculo:

  1. El primero es, la intromisión de las familias de origen en la nueva pareja. Cuando permitimos, con mayor o menor consciencia, que nuestras propias familias de origen estén enredadas en nuestra relación dificultamos el poder conocernos plena y satisfactoriamente entre los dos miembros de la pareja. Esto a su vez hace que sea mucho más complicado hacer los cambios necesarios para ajustarnos al otro y que nuestros proyectos vitales confluyan y generen crecimiento mutuo.

  2. El segundo, la complejidad de la vida en pareja. Las relaciones de pareja fluctúan inevitablemente por numerosas fases, algunas maravillosas e inolvidables, otras angustiosas y dolorosas. El problema es que el ideal de pareja perfecta que supera todos los contratiempos sin verse perjudicada, que se entiende con solo mirarse y coincide plenamente en gustos y necesidades, no existe. Ante los primeros signos de decepción o desencanto con algún aspecto de nuestra pareja, solemos infravalorar todo lo ya construido en la relación.

  3. El tercero, fobia al compromiso en esta cultura de consumo. Existe una imagen idealizada de la relación amorosa estable y duradera pero resulta difícil esforzarse por ella cuando vivimos inmersos en redes de contactos, que hacen factible el conectarse con muchas personas en relaciones de fácil acceso y salida. Se busca por tanto compañero/a sentimental pero a la vez uno no se quiere perder nada. Como expresa Z. Bauman en su libro “Amor líquido”, se generan las llamadas relaciones de bolsillo, que se caracterizan por ser agradables y breves. Serían la encarnación de lo instantáneo y lo descartable. Su eslogan podría ser: “Nada de enamorarse. La conveniencia es lo único que cuenta. Cuanto menos inviertas en la relación tanto menos inseguro te sentirás”.

De manera que si quieres luchar en el presente por tener la mejor relación de pareja posible en el futuro, podéis empezar por trabajar estos aspectos:

PRIORIZAR:

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Dotar al vínculo que os une de una prioridad frente al resto de grupos humanos a los que pertenecéis. No significa en absoluto aislarse o desvincularse de vuestras relaciones significativas o vuestros más cercanos familiares. Se trata de blindar la pareja dejando claro al resto que el otro miembro de la pareja y sus necesidades están en primera línea.

ACEPTAR:

Ambos cometeréis errores y pasados unos meses después del enamoramiento inicial harán su entrada triunfal vuestros defectos. Aprender a convivir con los que sean compatibles con vuestro bienestar personal será un trabajo difícil pero muy enriquecedor para ambos. Con los incompatibles, deberéis esforzaros por modificarlos en la medida de los posible.

PEDIR:

Ninguno de los dos tenéis superpoderes para adivinar qué es lo que el otro necesita antes de que lo pida. Si esa es vuestra meta de partida, la frustración no tardará en aparecer. Deberemos asumir la responsabilidad de aprender a pedir (lo que necesitamos afectivamente) y pedirlo bien. Así será más fácil que el otro pueda y quiera satisfacernos.

REVALORIZAR:

Cuando llegan las crisis o la rutina a una relación de pareja, es fácil que si tenemos alguna relación virtual con otra persona a la que muy probablemente ni conozcamos personalmente, esta nueva relación nos parezca más atrayente e interesante que la nuestra propia. Y es verdad, a corto plazo lo es…el problema es que si queremos estabilidad, estamos condenados a tener que superar el hastío y los conflictos. Para ello es mejor no huir encadenando relaciones pasajeras, excitantes pero emocionalmente vacías. Revalorizarnos el uno al otro será una clave importante. Poner la energía común en descubrir y fomentar aspectos del otro y de nosotros mismos que nos aporten valor mutuamente.

De cualquier forma, conseguir una relación estable no debería convertirse en un fin en sí mismo. La estabilidad, entendida como una actitud que ambos miembros pudieran aportar en el día a día y especialmente ante las crisis inherentes a toda vida en pareja, nutriría y fortalecería dicha relación.  

Nayra Herrera Vaquero

Psicóloga familiar y de pareja

Grupo Crece


Re-conectate con tu pareja ahora que llega el verano: cinco ideas para fortalecer la relación

Con la llegada del verano, la jornada intensiva en las empresas y las vacaciones estivales,  tenemos más tiempo para dedicar a todas esas cosas importantes que durante el año hemos dejado postergadas  a un segundo plano.  Puede que durante el año no nos hayamos dedicado tiempo a nosotros mismos, que hayamos dejado un hobbie abandonado, o que nuestra relación de pareja se haya visto resentida por el ritmo frenético que nos envuelve durante el año. Escuchar nuestras necesidades, hacer una pequeña ojeada a las condiciones en las que llegamos a esta nueva época estival, nuestro cuerpo, nuestras relaciones, nuestro entorno, nos puede ayudar a aprovechar este tiempo para cuidarnos y reparar las pequeñas imperfecciones que haya dejado el año.

"Para las relaciones de pareja, el trabajo, el estrés y las preocupaciones pueden ser un motivo de alejamiento. La rutina, la falta de tiempo libre, la necesidad de estructurar nuestra vida con el fin de poder conciliar el aspecto profesional y el personal dejan poco tiempo para el disfrute en pareja." 

 Por eso, muchas personas conciben este momento como un reencuentro, bien por el aumento de horas que vuelen a pasar juntos, o por volver a conectar con lo que más les gusta de sus parejas. Y es que en el verano,  todas las estrellas parecen alinearse para marcarnos el camino hacia la tranquilidad, el disfrute y  la conexión con lo más genuíno de nosotros mismos. Alejarnos de lo que durante el año ha significado para nosotros preocupaciones, sacrificio, esfuerzo, falta de sueño y falta de tiempo libre nos permite acercarnos sin obstáculos de por medio a nuestra pareja. Además, la sensación de liberación propia del verano nos ayuda a conectar con lo que más nos gusta de nosotros mismos y a proyectar esa imagen a los demás, mostrando nuestra cara más atractiva.

Aprovechar el verano para fortalecer la pareja, para dedicarse tiempo de calidad y para volverse a enamorar es una manera de crear un fuerte tronco que aguante los vendavales y chaparrones del invierno. 

¿Cómo puedo fortalecer mi relación de pareja durante las vacaciones?

  1. Buscad conectar con la esencia de la pareja y cread un plan a medida. Si sois una pareja divertida, vuestro plan quizá sea ir a ver un monólogo o recordar las anécdotas más graciosas que habéis vivido juntos durante un paseo;  mientras que si sois una pareja con gran pasión por la naturaleza quizás os guste más una ruta por la sierra o comenzar un huerto ecológico en casa.
  2. Dedicad tiempo a los pequeños detalles que llenan de amor una relación, como mirarse a los ojos u observar al otro sin decirle nada, darse al menos cinco caricias al día (sí, ¡como la fruta!) o buscar esos temas de conversación que os mantienen embebidos durante horas.
  3. Compartid momentos y las sensaciones que experimentáis en ellos.
  4.  La respuesta sexual y el estrés son grandes enemigos, aprovechad la calma para disfrutar juntos y dedicaros ese tiempo.
  5. Escoged símbolos que reflejen esa unión y os den fuerza para el año: una fotografía, una pulsera, una concha de la playa, una piedra especial...

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Emociones evitadas, sentimientos no sentidos

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Las emociones y sentimientos son algo real que no podemos eliminar o provocar a nuestro antojo, simplemente suceden. Los sentimientos son las reacciones más importantes y trascendentes que tenemos como seres humanos, nos dan luz sobre el rumbo a tomar en cada paso de la vida, nos ayudan a darnos cuenta de nuestras necesidades y deseos; reprimirlas, negarlas, ocultarlas, racionalizarlas en exceso, nos anula y nos distancia de nosotros mismos, nos disfraza la realidad y no nos permite generar recursos de afrontamiento, y entonces, se enquistan en el cuerpo provocándonos somatizaciones y problemas de salud.

Muchas personas se han desconectado de sí mismas, de sus auténticas necesidades, motivaciones y emociones, y se han construido una vida donde "ni siento ni padezco", "siento sólo aquello que soy capaz de digerir", "siento sólo cosas supuestamente bonitas o agradables pero alejadas de mi propia realidad".

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La dificultad para gestionar las emociones y los sentimientos nos lleva al autoengaño y a largo plazo a un callejón sin salida de insatisfacción, de soledad o de enfermedad.

El sufrimiento que nos produce enfrentarnos a nosotros mismos, a nuestro dolor, a nuestra vulnerabilidad..., impide el acceso a la plenitud y a la satisfacción. En la vida no es posible sólo sentir las emociones agradables, sin las desagradables o dolorosas no tenemos acceso a todo el universo emocional y a una vida plena. Hay personas que viven en un universo irreal de felicidad, evitando todo aquello que le genere disonancias, displacer, frustración o dolor: evasión e compras sin sentidos, ocio vacío, drogas, adicción al trabajo, perfeccionismo sin sentido, asentarnos en un rol y no movernos de ese lugar, reproducción de patrones automáticos de comportamiento, dejarse llevar pro nuestra zona de confort... Entonces... dejamos de sentir y dejamos de vivir.

Muchas veces, negamos nuestro yo emocional y visceral, para mantener la autoestima en equilibrio, una autoestima basada en cierta imagen o en cierto rol, o en ciertas circunstancias que no tienen nada que ver con nosotros mismos, o para que no afloren miedos y penas muy profundos que pueden tener su origen en un niño o niña heridos, miedos o penas que creemos que no seremos capaces de superar. Podemos tener miedo a no controlar las emociones o no controlar las emociones o la conducta del otro y sentimos que evitamos un conflicto si nos callamos. 

Nada más lejos de la realidad emocional, al ir dejar fluir nuestras emociones y sentimientos, al conectarnos con nuestra vulnerabilidad y al expresar nuestros sentimientos, iremos recuperando una autoestima sólida centrada en nosotros y no en aspectos externos, iremos curando las heridas del pasado y situando las cosas en la vida de modo que nos perjudiquen lo menos posible.

Cuando expresamos las emociones, vamos cubriendo necesidades pendientes para poder satisfacerlas y cerrarlas, dejando paso a nuevas necesidades y espacio para vivir en el aquí y ahora.

Las emociones están en la base de nuestra superviviencia y en la base del acceso a todo aquello que nos provoca bienestar, sin ellas no podemos tampoco construir vínculos con las demás personas.

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"Reconocer la vulnerabilidad nos vuelve auténticos y nos acerca a los demás; nos hace más valiosos como experiencia humana con otro y nos hace libres"

¿Cómo conseguir conectarme más con mis emociones?

  1. Escuchar al cuerpo es el primer paso, en él se anidan las emociones más básicas, las necesidades más primarias, poco a poco iremos siento capaces de identificar en él las emociones que está sosteniendo.

  2. Aceptar las emociones como algo natural y positivo, incluyendo las emociones que nos dan miedo o rechazamos. Todas las emociones y sentimientos nos sirven para algo aunque racionalmente pensemos que no son adecuadas. en este proceso de aceptación cada vez seremos más capaces de sentir que la emoción es una aliada y no una enemiga.

  3. Dejar espacio para la espontaneidad y ser nosotros mismos; buscar espacios o personas con las que pueda aflorar mi yo más esencial y auténtico. Descubriremos los beneficios de no avergonzarnos de nosotros, de no pensar antes de hacer, de fluir sin necesidad de hacer o decir nada especial y eso nos dará muchas claves para seguir nuestro camino de desarrollo personal.

  4. Detectar mis puntos débiles: exceso de racionalización, exceso de actividad para no pensar, relativizar las cosas y ver sólo el color de rosa o la paja en el ojo ajeno, adición a alguna cosa o sustancia.

  5. Expresar a los demás mis emociones, necesidades, deseos..., marcando límites, pidiendo algo, expresando lo positivo, dando mi opinión sincera, expresando una crítica... La asertividad nos ayuda a ser más conscientes de nuestras emociones y necesidades y a equilibrar y gran parte de las veces a acercar las relaciones con los demás.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

 

 

Las emociones y la supervivencia

Los sentimientos y emociones son los cimientos de nuestra mente. De todos los fenómenos mentales, los sentimientos y sus ingredientes emocionales son los menos conocidos en términos biológicos y neurobiológicos.

Las emociones nos preparan para manejar sucesos importantes sin pensar en lo que hay que hacer, por ello son muy primitivos en nuestra estructura cerebral y son básicos para la supervivencia de la especie y de muchas otras. Están relacionados con aspectos muy básicos a nivel biológico como los procesos metabólicos o el sistema inmunológico. Manejar adecuadamente nuestra emociones nos aporta por lo tanto salud y felicidad.

En el continuo evolutivo de las emociones y sentimientos encontramos.

  1. En un primer nivel: el proceso de metabolismo (mantiene a través de componentes químicos y mecánicos el equilibrio de las químicas internas), reflejos básicos (que reaccionan al ruido, la luminosidad, el calor o frío extremos… para replegarse y protegerse), el sistema inmune (el cual nos defiende de agentes peligrosos como virus, bacterias, parásitos).

  2. En un segundo nivel: comportamientos asociados al placer o al dolor con componentes de acercamiento o retirada (no nos tocamos una zona que nos duele y nos acercamos a fuentes de placer, expresamos el sufrimiento y dolor en la cara y en el cuerpo y abrimos y relajamos el cuerpo, liberando endorfinas ante las fuentes de placer).

  3. En el tercer nivel: instintos y motivaciones diversos, como la sed, el hambre, la curiosidad, la exploración, el juego y el sexo.

  4. En el cuarto nivel: Las emociones propiamente dichas (alegría, pena, miedo, vergüenza, orgullo… y sus expresiones faciales, vocales y corporales.

  5. En el quinto nivel: los sentimientos (las imágenes mentales de las emociones).

Todos estos dispositivos se activan al nacer o poco después con poca dependencia del aprendizaje (por ejemplo: llanto reactivo de los bebés). Sin embargo, el aprendizaje jugará un papel esencial a la hora de saber cuando desplegar estos dispositivos, con qué intensidad, o cuando inhibirlo.

Los niveles interactúan entre sí: por ejemplo el miedo, la tristeza o el asco inhiben el hambre, la sed y los impulsos sexuales, la satisfacción de los instintos produce felicidad, la frustración de los instintos produce cólera o tristeza. El manejo inadecuado de las emociones lleva a enfermedades que tiene que ver con los procesos metabólicos o autoinmunes.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

 

 

Educar sin gritar es posible

“¡Niño, deja ya de joder con la pelota! ¡Que eso no se hace, que eso no se dice, que eso no se toca!”...  Así recogía Joan Manuel Serrat la manera en la que nos dirigimos y asumimos la educación de “esos locos bajitos”, como los llama en su célebre canción. Y, en efecto, tanto en el ámbito escolar como en el familiar, es frecuente responder con el grito a todas las acciones de los niños que se escapan a nuestro control o a nuestra manera de entender los límites del comportamiento socialmente aceptado. Entre todos, hemos convertido al grito en un elemento central en la educación, enseñando a los niños a portarse bien para evitarlo y a aceptar solamente aquellos límites que se imponen con él. 

Es evidente que los límites son un elemento necesario en la educación y la salud mental de los pequeños,  pero si solo se establecen por medio de gritos, estamos perdiendo de vista otras maneras más efectivas y racionales de educar, y pecando de una rigidez y un reduccionismo que no nos benefician como padres y como educadores.

Adquirir nuevas actitudes en la forma de relacionarnos y educar a los niños, y, a la vez,  adaptar nuestras respuestas de un modo flexible a su comportamiento, variando el tono y el modo en el que nos dirigimos a ellos, reforzará nuestra figura de autoridad y nos mostrará como ejemplo de cómo abordar los problemas desde la razón, la contención y la templanza, no desde el descontrol que el grito lleva implícito.

Empatizando, validando, conteniendo, manejando los tiempos y negociando con nuestros hijos, manejaremos los conflictos desde un lugar en el que la relación padre/madre - hijo/hija saldrá reforzada.

  1. Empatizar, es decir, entender la posición, las motivaciones o el punto de vista desde el que nuestros niños actúan, nos ayudará a comprender muchas reacciones que desde nuestra perspectiva de adultos nos pueden parecer inadecuadas. Un ejemplo de empatía sería “Entiendo que quieras comer más chuches, ya has comido suficientes y no quiero que te pongas malito”.
  2. Validar la emoción que está empujando a nuestro hijo a actuar de una determinada manera, poniéndole nombre a lo que está sintiendo y quizá no esté sabiendo identificar, ayudará al niño en su desarrollo emocional y será una magnífica base desde la que aprender a manejar y gestionar sus emociones. Un ejemplo de validar serías “Veo que te ha enfadado mucho lo que te ha pasado en el cole, ¿quieres que hablemos de ello?”
  3. Contener las reacciones desmesuradas en las que el niño pueda dañarse, dándole alternativas desde la protección y la preocupación para expresarse sin ponerse en peligro, es una manera de acompañar al niño en los momentos en los que necesita una ayuda para manejar sus emociones y sensaciones, favoreciendo un vínculo sano entre padres e hijos.  Para ello tendremos que mantener un contacto visual y corporal con el que ayudemos al niño a contenerse y a expresarse de manera calmada y controlada.
  4. Manejar los tiempos y nuestras propias emociones cuando tratamos con los niños es una manera de demostrarles respeto y permitirles desarrollar su autonomía. La falta de tiempo que gobierna nuestro día a día nos hace imponer nuestros ritmos  a los peques sin tener en cuenta sus necesidades. Pararnos a respirar y plantearnos si nos estamos poniendo nerviosos porque nuestro hijo se ata muy lento los zapatos, o si es porque nosotros no tenemos tiempo para permitirle automatizar la lazada, nos evitará manejarnos desde la rabia con el niño.
  5. Negociar y llegar a acuerdos comunes favorece el encuentro entre padres e hijos. Es una manera, además, de ofrecer a los pequeños un entrenamiento en empatizar, conectar con sus necesidades, generar alternativas y tolerar la frustración. Para ello nos ayudará tener claro qué aspectos de la educación estamos dispuestos a negociar y cuáles son nuestros límites, además de tener una actitud abierta y flexible a las propuestas de nuestros hijos.

 Al establecer límites desde estas posiciones apostaremos por una relación en la que el respeto entre padres e hijos o entre niños y adultos tendrá un origen sano y genuino y evitaremos inculcar una forma de respeto basada en el miedo.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Celos en los niños... tenemos un problema desde que nació el bebé

Ha nacido su hermanito y Jaime de 4 años tiene pelusa, no quiere que nadie mire al bebé, le quita sus cositas, quiere dormir en el cuarto de sus papás y volver a tener chupete. Está más "chinchoso" y se muestra más huraño. Jaime está teniendo celos, hasta hace poco era el centro de atención de todo su entorno y lo fue durante casi 4 años, de repente todo esto se ha acabado para él.

¿Y si mamá ahora no me quiere tanto? ¿Y si no me van a cuidar igual? Antes, todo el rato estaban conmigo, todo era para mí y ahora me dicen que tengo que compartir, pero qué es eso de compartir!!!!!!!!????????

Los celos forman parte de un proceso normal de adaptación a la nueva situación cuando nace un hermanito, no todos los niños lo experimentan y no todos lo experimentan de manera extrema.

Aunque nos parezca que sentir celos es destructivo e intentamos eliminar ese sentimiento de los niños o de nosotros mismos siendo adultos, los celos tienen un componente adaptativo muy importante, han posibilitado nuestra superviviencia, pro ello la selección natural los ha mantenido presentes en nuestro universo emocional.

Los celos están muy conectados con nuestra necesidad de apego y vínculo. el ser humano necesita vincularse par asentirse seguro, nacemos desprotegidos, con todo por aprender y muy vulnerables, necesitamos el contacto continuo con un adulto que nos alimente, nos consuele, nos estimule, nos proteja de los peligros... si aparece otro bebé la atención se divide y las posibilidades de superviviencia en un entorno hostil son mucho más bajas. Los celos son una lucha por la atención.

Una clave para prevenir y manejar los celos es fomentar un vínculo seguro con los hijos, no excesivamente dependiente. cuando el apego es dependiente (niños muy mimados o sobreprotegidos) o ambivalente (poca atención o atención excesiva para compensar la poca atención previa), el niño no establece un apego seguro en el que sabe que no le pasará nada y que le quieren aunque no estén a su lado o prestándole atención. Un niño con más celos quizá es un niño más inmaduro y más inseguro y debemos revisar el tipo de apego que le hemos ofrecido como adultos, par ir dosificando progresivamente la retirada de atención y empatizar con los celos del niño ya que detrás de los celos hay miedo y sufrimiento.

También iremos de una manera progresiva facilitando la relación del niño con el nuevo hermanito para ir inhibiendo la rabia que aparece como mecanismo de defensa, como solución a los celos. Esto lo cosnseguiremos fomentando la complicidad con "el príncipe destronado" al tiempo que favorecemos que éste empatice con el bebé: "¡¡¡Qué fastidio!!! el bebé vuelve a llorar Jaime, no me deja dormir ningún día, no como tú que ahora duermes de un tirón y ayudas a que mamá descanse" (mientras le damos un gran beso). "tú cuando eras pequeñito también llorabas, ¿sabes? igual que el hermanito, ¿me ayudas a mecerle?

Poco a poco, y siendo muy consistentes con estas estrategias, todo se irá normalizando en la medida en que el niño vaya construyendo una mayor autonomía y ese vínculo seguro, sintiendo que los demás están ahí para él aunque no estén siempre ofreciéndole atención.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo crece

 

Decir lo que pienso si herir al otro: claves para auto afirmarnos con diplomacia.

!!!Cuantas veces nos tenemos que morder la lengua para evitar un conflicto o una situación comprometida!!!

Expresar una opinión políticamente incorrecta o contraria a la mayoría, lanzar una propuesta con el temor a que no sea escuchada, decir lo que nos molesta a la persona involucrada, corregir un error en otra persona, decir que no a alguna situación..., son ejemplos de momentos en los que tendemos a callarnos y no decir lo que pensamos por miedo a las consecuencias, o a no saber como manejar la situación.

 

 

Os vamos a mostrar las herramienta más importantes:

La asertividad nos brinda un repertorio enorme de herramientas para afrontar estas situaciones con seguridad y evitando el conflicto entre las diferentes partes.

Primero: escucha de manera activa y con interés, haz preguntas abiertas para recoger más información. Quizá tu interlocutor te de pistas de algo que puedas usar en tu favor y de pie a tu comentario.

Segundo: ponte en el lugar del otro y recoge su mensaje, su emoción, su visión, expresando algo positivo, expresando nuestro malestar desde lo que sientes o piensas en primera persona (mensajes yo). Por ejemplo: "sé que te has esforzado mucho y valoro lo bien que ha quedado el plan..." o, "es posible que no te fueses cuenta pero me sentí un poco incómoda ayer cuando estábamos con tus amigos, hubiese necesitado que me ayudases a integrarme un poco más"

Tercero: expresa tu opinión o tu postura de manera directa y clara pero con amabilidad. Por ejemplo: "me encantaría participar en otra ocasión, esta vez no puedo porque tengo otros planes "o, "que te parece si la próxima vez me ayudas a sacar un tema de conversación común o me involucras un poco más en vuestras cosas dándome mas información sobre vuestro tema de conversación...".

Cuarto: cerrar con algún mensaje positivo, con una sonrisa y mantente firme en tu argumento.

Intenta experimentarlo y nos cuentas que tal te ha ido :-).

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Padres separados: hablar bien del padre/madre de nuestro hijo es un regalo para ellos

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Pensemos por un momento, ¿Qué es lo más frecuente en casa, que mi hijo me escuche hablar de su padre/madre con una actitud respetuosa o con un tono despectivo?

Cuidar la forma en que nos referimos al otro miembro de la pareja de padres es importante. Lo es, además, independientemente de si como pareja estamos juntos o separados. Eso sí, matizando que nos estamos refiriendo siempre a relaciones en las que no hay ningún tipo de maltrato.

Cuando unos padres llegan a Grupo Crece preocupados por el estado emocional de su hijo, y comenzamos la terapia, suelo hacerles un esquema muy sencillo en un papel, en el que represento lo siguiente:

  • En primer lugar les dibujo a ellos y simbolizo su relación de pareja con unos anillos (estén o no casados). Si se encuentran separados/divorciados hago una cruz encima de estos anillos.
  • Después, trazo una línea recta de unos cinco centímetros por debajo de este dibujo.
  • Debajo de la línea coloco a su descendencia. Puede que sean hijos de ambos y/o de uno de ellos, conformando en este último caso, lo que llamamos una familia reconstituida.

Les explico que lo que se encuentra por encima y por debajo de la raya son dos planos diferenciados aunque estén interrelacionados.

El de arriba es el terreno de la pareja, el “conyugal”. Tiene que ver con una unión/separación de dos adultos que deciden compartir/dejar de compartir sus proyectos personales.

 

El de abajo, tiene que ver con una unión que será para el resto de sus vidas. La “parentalidad”. Un vínculo que se caracterizará por la incondicionalidad y la responsabilidad en lo referente a los cuidados de los padres hacia esa descendencia.

Esta diferenciación, al menos en nuestra esfera mental, facilita el que nos podamos plantear una cuestión fundamental: ¿Cuál  es la actitud más adecuada a nivel conyugal (seamos pareja o no) para que nuestros roles de padre/madre se vean fortalecidos y por tanto nuestros hijos estén mejor sostenidos y cuidados?

Cuando la relación de pareja goza de una buena salud, esta energía positiva se transmite en la relación con nuestros hijos y la enriquece. Al hablar del padre o de la madre de nuestros hijos con cariño, con respeto y, sobretodo y también, con admiración, le estamos dando valor a su figura.

Estamos reforzando que para ellos, su padre/madre sea un referente en el que apoyarse cuando tengan miedo o preocupaciones, una figura de autoridad respetada y aceptada, un refugio donde acudir cuando necesiten mimos y abrazos.

Pero cuando como pareja no estamos atravesando un buen momento o esta se ha roto definitivamente, es lógico que nos preguntemos “¿Por qué tengo yo que tener una buena relación con la otra persona si no me apetece o considero que no se lo merece?”

 En realidad no se trata de forzar una relación de cercanía por el bien de nuestro hijo. Se trata de que la información que transmitimos a nuestro hijo de su otro padre/madre sea  ”Información de calidad”.

Con “Información de calidad” nos estamos refiriendo a que en la medida de lo posible, intentemos con nuestra comunicación verbal y no verbal, devolverle a nuestro hijo una imagen digna o restable  (si no nos es posible destacar algo positivo) de cómo percibimos nosotros que el otro ejerce su rol paterno/materno. Independientemente de los sentimientos que nos despierte este como nuestra expareja.

Cuando la situación a nivel conyugal es dura y delicada por estar atravesando una separación afectiva, es difícil e incómodo encontrar la forma de materializar esta actitud de cuidado a la imagen del otro progenitor. De cualquier forma, el que intentemos proteger a nuestros hijos no contaminando la figura (y por ende la relación) entre ellos y su otro progenitor, no es incompatible con que como padre/madre responsable que soy (y en privado), le exponga al otro con qué aspectos de su forma de criar a nuestros hijos no estoy de acuerdo.

¿Cuáles son los argumentos que sostienen la idea de que es necesario, no solo oportuno o aconsejable, esto de transmitir “Información de calidad” sobre el otro progenitor a nuestros hijos?

  • Al intentar que las tensiones del plano conyugal, contaminen lo menos posible al plano parental, estaremos facilitando el que nuestros hijos puedan construir una buena autoestima. 
  • Cuando evitamos referirnos al otro progenitor desde un tono de tensión y reproche continuo, estamos favoreciendo que el ambiente en casa no se empobrezca y que nuestros hijos no teman compartir aspectos de su mundo emocional que les preocupan/avergüenzan por miedo a encontrarse con respuestas airadas o de incomprensión.
  • Además, evitando enfrentamientos directos y continuas desvalorizaciones a la figura del otro, en las que a veces incluimos a los hijos “es que eres igualito a tu padre/madre, no lo tengo en casa pero ya te tengo a ti para recordármelo” (de forma más o menos explícita e hiriente) estamos protegiéndoles del sentimiento de culpa que les genera bloqueos emocionales que puede repercutirles en las distintas esferas de su vida (social, académica, afectiva). Ellos tienden a pensar “Discuten por mí/Si yo no existiera todo esto no habría pasado…”. Si escuchamos estas señales, no las dejaremos pasar, quitémosle esa carga que no les corresponde.
  • Para cualquier hijo la figura de su padre y su madre son dos referente diferenciados pero imprescindibles ambos para sostener y generar su propia identidad. Cuando la imagen de uno de ellos es frecuentemente dañada por el otro, ocurren dos cosas nocivas: por un lado, queda debilitado el sostén emocional que esta figura supone para el hijo y por otro, se hiere seriamente la autoimagen del mismo porque todos los hijos sienten que de alguna forma se parecen a sus padres.

Los hijos necesitan límites, firmes y razonables. Y sobretodo unos padres que con su estilo para manejar la autoridad los sepan imponer de una forma constructiva y eficaz. Cuando la imagen del otro progenitor está seriamente dañada, dificultamos mucho la tarea de que este pueda ser un referente de autoridad y por tanto, que pueda contener y tranquilizar a nuestro hijo cuando y como este lo necesite.

  • Lograr acuerdos en el terreno parental en cuestiones relativas a la crianza es un reto constante. Será fundamental que en algunos aspectos básicos se haga un esfuerzo por acercar criterios y tener similares respuestas ante nuestros hijos. Y claro que nuestra autoridad se verá fortalecida si no nos desautorizamos frente a ellos. Pero es mucho más importante que nuestros hijos perciban y sientan una relación basada en el buen trato entre sus padres a que este respeto se sacrifique en nombre de imponer una única forma de educar como “la correcta”.

  • Pensemos también qué herencia emocional les queremos regalar, y esto se construye en el día a día. Si ellos viven inmersos en una convivencia tensa y asfixiante entre sus padres a nivel relacional, estarán aprehendiendo e interiorizando un modelo disfuncional para sus relaciones futuras. La forma en que tratamos a nuestros hijos es la forma en la que ellos están aprendiendo que merecen ser tratados por el mundo.  

Finalmente y en resumen, creo que lo fundamental es que le transmitamos de corazón a nuestros  hijos, con nuestros gestos cotidianos, e independientemente del momento que vivamos a  nivel conyugal con su padre/madre, lo siguiente:

No te haremos elegir entre papá o mamá. No tendrás que sentirte asfixiado en un conflicto de alianzas.

Te dotaremos de unas alas robustas para que cuando lo necesites y desees, emprendas el viaje hacia tu propio autoconocimiento y crecimiento personal.


Naira Herrera Vaquero

Terapeuta de familia