Cómo afrontar un despido

INEM

Con rabia e impotencia: me han despedido, es injusto, por qué me ha tocado a mí, nos estaban explotando, nos pagaban mal, toda la vida luchando en esta empresa y encima echan a quien más se lo merece…

Tendríamos ganas de arrasar con la empresa, de protestar, de cambiar el sistema, pero sólo con la rabia no podemos.

Con miedo: y ahora qué hago, tengo que pagar la hipoteca, me quería independizar con mi pareja, no quiero que a mis hijos les falte de nada, ya tengo una edad, sólo tengo experiencia en este sector y con la crisis está fatal…

El miedo nos lleva a la defensa, la protección o la huída, nos bloquea, nos impide ser proactivos y pensar en soluciones razonables, nos lleva a evitar enfrentarnos a situaciones ya que pensamos que no tenemos recursos para ello.

Con tristeza: no valgo para nada, ni para sacar adelante a mi familia, no tengo ganas de nada, no me han llamado de ninguna de las ofertas a las que me apunté, no consigo levantarme por las mañanas, me presionan la familia y la pareja, no sé que hacer con mi tiempo…

La tristeza aparece ante la pérdida de algo valioso, poder adquisitivo, estatus, sensación de valía personal… La tristeza afecta a la autoestima y nos lleva a la inactividad.

Con vergüenza: soy un “parado”, qué pensará la gente de mí, qué pensará mi familia, cómo se lo voy a decir, voy a callarme un tiempo a ver si encuentro algo, qué vergüenza que me vean en la cola del paro o paro las mañana paseando por el barrio… La vergüenza nos bloquea.

Con culpa: he fallado a mi familia, he fallado a mis amigos, debería haber sido más sumiso en el trabajo, debería haberme esforzado más, por qué tuve que protestar aquel día… La culpa nos llena de remordimientos.

La rabia, el miedo, la tristeza... son sentimientos habituales y naturales cuando sufrimos un despido pero que no facilitan el acceso a un nuevo trabajo. La vergüenza y la culpa también son respuesta a nuestra necesidad de ser aceptados por el grupo y la sociedad pero no facilitan el cambio. Estas emociones no podemos anularlas, pero quedarnos sólo ahí no nos ayuda a solventar la situación. ¿Qué podemos hacer entonces?

Éstas son algunas recomendaciones para afrontar ese momento de shock emocional:

  • Transmitir la información a la familia lo antes posible, no ocultarlo socialmente. Hacerlo, no desde una posición o rol de víctima o desde un rol demasiado relajado con un chiste, sino abordarlo con naturalidad y seriedad.

  • Tomar unos días de descanso para asumir la noticia, descansar y expresar la preocupación, la tristeza o el desánimo.

  • Buscar tiempo para pensar qué es lo que me gustaría hacer, qué cosas se me dan mejor, cuales son mis puntos fuertes y puntos débiles en el terreno laboral y en las competencias personales asociadas.

  • Transformar los pensamientos negativos, muchas veces irracionales, en pensamientos constructivos.

  • Hacer actividades agradables que reactiven los estados emocionales positivos, retomar alguna de las aficiones que no podíamos hacer debido a las obligaciones profesionales.

  • Reactivar nuestra red de contactos o construir una red de contactos: desde sociales y familiares a contactos profesionales, no sabemos de donde puede venirnos una oferta o una información relevante.

  • Acudir a cursos de formación o procesos de coaching en las áreas técnicas o de habilidades personales en las que necesitemos refuerzo.

  • Planificar la búsqueda de trabajo como un trabajo en sí mismo, con un horario y unos objetivos concretos. Se puede empezar con una tormenta de ideas para buscar opciones de trabajo y después de seleccionar las ideas más productivas se pueden escribir los objetivos y el plan de acción y establecer una agenda. Para ello también podemos pedir consejo o ayuda a personas relevantes de nuestro entorno.

  • Actualizar el currículum y preparar cartas de presentación o de recomendación.

  • Entrenarse en entrevistas de trabajo para adaptarse a los objetivos del puesto y manejar situaciones incómodas como ¿por qué te despidieron’ ¿Por qué accedes a un trabajo de menor categoría profesional de la que has tenido en otros puestos?, etc.

Afrontar un despido forma parte de un proceso de aprendizaje, que se inicia en la toma de conciencia y aceptación de lo que estamos sintiendo, para ir progresivamente asimilando la situación y saliendo del bucle a través de la acción y pensamiento resolutivos. Como todo proceso de aprendizaje lleva un tiempo y supone avances y retrocesos que nos tenemos que permitir.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

El miedo social más antiguo. El miedo a hablar en público.

hablar en público

La habilidad para hablar en público es una de las más complejas para el ser humano. Nos exponemos delante de un grupo de personas y se ponen a prueba nuestros conocimientos y habilidades.  La mayor parte de las personas sienten ansiedad a la hora de enfrentarse a un auditorio, es uno de los miedos más frecuentes, que afecta de manera clínica a un porcentaje muy amplio de la población (20 %).

Y no por falta de formación o conocimientos, incluso, aunque dispongamos de las habilidades necesarias, el miedo o tensión pueden bloquearnos y disminuir la eficacia de dichas presentaciones.

Cuando hablamos en público nos exponemos a la mirada del otro. La mirada fija y sostenida de otra persona es una experiencia de amenaza, no sólo para los humanos sino para muchos animales. Mirar para los monos implica estar buscando una lucha o pelea y retirar la mirada implica que dan por vencedor al adversario. Tanto un mono como un ser humano que es mirado fijamente muestran un ritmo cardíaco más elevado. Una de las dificultades para hablar en público es que nos exponemos a un conjunto amplio de miradas fijas.

“El contacto visual es lo que nos hace real y directamente conscientes de la presencia del otro como ser humano con conciencia e intenciones propias” J. P. Sartre.

El contacto ocular nos hace estar expuestos y vulnerables. Cuando cruzamos la mirada con otra persona no sólo sabremos cómo se siente el otro sino que el otro sabrá que nosotros lo sabremos y viceversa. Al ser observados cuando hablamos en público o en otras circunstancias nos exponemos a no gustar y esto en nuestra historia filogenética tuvo una gran relevancia, podíamos exponernos a ser expulsados del grupo o a ser vencidos y disminuir nuestro poder dentro del grupo.

Por otro lado, la mirada es un reforzador universal, ser mirados implica ser reconocidos y tenidos en cuenta, significa que se van a reconocer y solventar nuestras necesidades. En este sentido, la experiencia de enfrentarse a un público puede ser una de las más gratificantes. Los bebés responden antes a estímulos visuales que se parecen al ojo humano que a otro tipo de estímulos visuales ya que es muy adaptativo también para la supervivencia ser mirado y atendido. Les gusta ser mirados y mirarles refuerza su seguridad y su autoestima.

Afrontando las situaciones de hablar en público con las herramientas adecuadas podremos conseguir que en lugar de ser una experiencia amenazante resulte ser una experiencia agradable y gratificante.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

 

¿Tengo que ser guapo/a para ser feliz?

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Desde que tengo uso de razón me recuerdo rodeada de vestidos para las muñecas, para los recortables, para mí, de una antigua "Singer" y revistas para crear mis propios modelos, de esas que te venían con patrones dentro... También me recuerdo rellenita, y con mil complejos, por mis gafas, mis michelines, mis ojos pequeñitos... la moda y la creatividad para mí se convertían, aparte de una pasión, en una búsqueda de aquello que creía no poseer, mi propia "belleza".

La sociedad en la que vivimos no nos ayuda a tener una imagen favorable de nosotros mismos; de una forma inconsciente, se crean unos estereotipos, a los que contribuyen todos: diseñadores, prensa, marketing, nosotros mismos con nuestros comentarios... Creamos estos modelos con unas fuertes creencias del tipo "si no eres como la chica de la foto, no puedes ser feliz y para conseguirlo te ofrecemos el producto X". Yo también interioricé desde pequeña esas creencias de que para ser feliz tenía que ser guapa "como las chicas de las fotos", y el trabajo que elegí no me ayudó a desmentir esta creencia durante muchos años. Gracias a Dios, siempre he sido una persona con sentido común, y aunque me han influido estos mensajes no han sido determinantes en mi vida, como en la de otras personas, que han podido desarrollar enfermedades como trastornos alimenticios. Por otro lado, trabajando en la trastienda de la moda, no dejaba de sorprenderme el hecho de comprobar que estando tan cerca del mundo del "glamour" pocos son los que se sienten realmente satisfechos con su propia imagen. Creo que la mayor parte de las veces ponemos nuestro valor y autoestima más en los objetos que llevamos, el precio que hemos pagado por ellos, nuestro peso, edad, etc., que en nosotros mismos. Nos creemos que nos tenemos que parecer a las personas de físicos espectaculares que salen en los anuncios y empezamos a hacer cosas desde fuera de nosotros: dietas milagrosas, ejercicios, tratamientos... y gastamos fortunas en marcas de ropa y perfumes, que se supone, que, con un chasquido de dedos, tal y como nos dice la publicidad de "Gucci", nos van a convertir en "eso" que deseamos ser. Y ¿qué ocurre? Que no, que evidentemente no nos convertimos en eso porque no somos esas personas, somos otras personas diferentes; hemos perdido parte del sentido de la realidad, hemos desconectado de nosotros mismos, hemos dejado de escucharnos y nuestro cuerpo necesita otras cosas diferentes para estar bien; lo único que conseguimos, si seguimos desconectados, es alejarnos de nosotros mismos intentando ser otras personas diferentes a lo que somos de verdad, y sobrevalorando un aspecto de nosotros mismos dejando de lado otros, igual de importantes o más. Creo que cuidarse es fundamental para tener una sana autoestima, pero existe una gran diferencia entre un sano cuidado y la obsesión de nuestra sociedad por la imagen. ¿Qué pasaría si en vez de dar por sentado que nos tenemos que parecer a esos modelos, cada vez nos escucháramos más? ¿Si decidiéramos vernos y aceptarnos tal y como somos, mimarnos y amarnos? Nuestro cuerpo refleja la relación que tenemos con él; para mejorarla el primer paso que podemos dar es aprender a mirarnos sin juzgarnos, aceptar lo que vemos tal y como es ahora, y entender que en el momento en que cambie mi relación con él, éste, agradecido, empezará a mostrar lo mejor de sí mismo. Estas reflexiones, este mundo ilusorio de la imagen y el glamour, y todo el engranaje mediático, fueron los motivos de peso para empezar a investigar, primero en mí misma, y más tarde formándome como profesional para crear "Ilumina TU Imagen", que con el tiempo se convertieron en la "necesidad" de trasmitir el mensaje de que "somos mucho más que nuestra apariencia". En los talleres que imparto invito a mis clientas a aprender a verse de forma "objetiva y amable", a conocerse tanto por fuera como por dentro, a auto-observarse, a incluir el juego y la diversión con su cuerpo e imagen, a cuidarse y a introducir hábitos saludables en todos los ámbitos, desde la comida sana a las buenas relaciones. En los diferentes módulos, vamos tocando todos los temas relacionados con la imagen: colores, estilo, líneas de ropa que mejor les sientan a cada una, etc...de manera que aprenden a sacarse más partido a su aspecto exterior y, por otro lado, los temas relacionados con las cualidades personales, la relación que tenemos con nuestro cuerpo, aquello que las hacen personas únicas y especiales, a disfrutar de su diferencia...poco a poco van descubriendo a ser sus mejores amigas, aprendiendo a valorar su imagen en su justa medida, aprendiendo a poner conciencia en su forma de verse tanto por dentro como por fuera, aprendiendo a sentirse personas bonitas. Me gusta la creatividad a la hora de vestirme, me gusta mirar revistas y pasarelas, pero desde esta nueva perspectiva, desde el auto-conocimiento y apreciación, si no, carece de sentido, y es así como enfoco mi trabajo con mis clientas, desde el amor propio y respeto por ser quienes son.

Gema Gómez de Pablo

Diseñadora de Moda y Coach 

 

Teatro: Una necesidad de comunicar desde lo profundo

foto artículo Fernando Gallego

¿Qué motivación tenían Antonio Banderas o Nicole Kidman para convertirse en actores? ¿Qué es lo que hizo que cualquiera de los grandes intérpretes que conocemos se decidiera a estudiar teatro? Probablemente para la mayoría de nosotros exista una distancia insalvable con ellos, dada la fama y nivel que poseen, y sin embargo es muy probable que la necesidad que les empujó a hacer teatro esté más cerca de nosotros de lo que podríamos pensar. Y es que esa necesidad es común al ser humano.

A todos los que somos actores nos han hecho alguna vez esa pregunta. ¿Por qué quieres hacer teatro? La primera vez, seguramente, el día que tan idealistas como inexpertos, nos presentábamos ante las grandes escuelas de interpretación. La respuesta casi siempre era la misma: Poder expresarme, contar lo que soy y lo que siento, transmitir y conectar con el resto del mundo a través del teatro.

Se trata, sencillamente, de una necesidad expresiva. Y, ¿acaso hay alguien que no tenga esa misma necesidad? Más aún en estos días en que parece haber una tendencia generalizada a reprimir una gran parte de nuestros impulsos: Nos callamos lo que pensamos por no generar conflictos, ocultamos los sentimientos que nos hacen parecer débiles, escondemos la rabia y la guardamos para nosotros. La costumbre de gestionar en privado todo lo que nos sucede, en lugar de exponerlo y contrastarlo con nuestro entorno, nos distancia por un lado de la realidad y por otro de nosotros mismos. Quizá por eso nos hallemos todos en esa carrera constante por encontrar formas de reconciliarnos con nuestro interior, de conectar con lo profundo.

Esa función liberadora la cumplen de sobra multitud de prácticas artísticas, y todas ellas desde la expresión. El teatro nace precisamente de esa necesidad de acercarnos a la dimensión oculta de la vida, proponiéndonos un viaje en busca de la autenticidad del ser humano. Y para que ese viaje tenga un buen final, para que el público pueda alcanzar el estado catártico, que Aristóteles definía como una purificación del alma o estado superior de consciencia, se necesita que los actores estén preparados para ejercer de guías.

Pero el aprendizaje del actor de teatro no consiste en una mera formación técnica. Ha de emprender su propio viaje particular, encontrarse consigo mismo y prepararse para ser un auténtico vehículo expresivo. Expresivo de su Yo más profundo. Para esta labor el actor se entrena mediante la creación de personajes, la improvisación, la intervención en situaciones dramáticas y la representación. Se ejercita en su capacidad de conectar consigo mismo y por ende, con el espectador. Y aunque se ha dicho siempre que el teatro es mentira, que el actor no dice la verdad cuando interpreta, en el teatro sabemos que el gran actor es aquel que, conectando con lo más sincero de su interior, consigue llegar al corazón del público. Luego no hay mentiras en el teatro, sino honestidad. Y por suerte para todos, esa función liberadora o de comunicación autentica es accesible para cualquiera que experimente los beneficios del juego teatral y los ejercicios expresivos.

El juego, entendido como experiencia creativa, desempeña un papel fundamental en el proceso liberador del teatro, ya que nos entrena para encontrar respuestas a situaciones complejas o que en algún momento han generado bloqueos en nosotros. Y eso surge, no de la racionalización de los acontecimientos, sino de la espontaneidad y la intuición con la que nos enfrentamos a ellos. Y el experimentar de manera espontánea nuevas vivencias produce un placer curativo en nosotros. Jacob Levi Moreno, precursor del psicodrama, definía la espontaneidad como "la respuesta adecuada a una nueva situación, o la nueva respuesta a una situación antigua". Pero como muy bien sabía Moreno, para que esto suceda es muy importante que la experiencia se viva en comunión con otras personas. El trabajo en equipo y la improvisación suponen un entrenamiento eficaz de escucha y empatía entre los actuantes, donde cada cual se ha de hacer responsable de sus actos, ya que toda acción tiene una consecuencia en el otro. Medirnos en esta experiencia nos pone los pies en la tierra, nos acerca al otro, y nos da una nueva perspectiva tras el aprendizaje.

Y aunque no sepamos que contestó el talentoso Javier Bardem, cuando llegó a una gran escuela de teatro, ni en qué gran producción de Hollywood se halla ahora embarcado, si podemos compartir con él el mismo impulso universal de crecer como personas, conocernos mejor y mostrarnos al mundo de la forma más honesta posible. Algo que sin duda, ha de estar al alcance de todos nosotros.

Fernando Gallego

Actor y terapeuta gestalt

 

Superación personal. Las claves para superarSE

La superación personal tiene que ver con el esfuerzo, con la capacidad de autodisciplina, la capacidad de planificar metas y objetivos concretos. Si no hay disfrute y placer la superación pierde todo sentido. Cualquier persona necesita estimulación y movimiento, novedades y percepción de autoeficacia. Conseguir estos logros provoca una de las mayores expresiones de la alegría: el orgullo y no lograrlo conlleva frustración.

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