10 señales de que te está yendo bien la vida

1467215958521(1).jpg

1. NO TIENES MIEDO A PEDIR AYUDA

Para ser un héroe debes renunciar a ser el superhéroe que puede con todo y salva a todos.

Querer llevar la carga del mundo sobre los hombros sólo te llevará a que se caiga en algún momento y te arrastre con él debido a su peso.

Pedir ayuda no es síntoma de debilidad, sino de madurez, puesto que reconocerse como humano incompleto requiere de mucha fortaleza.

2. TU PONES TUS NORMAS.

Eliges cómo quieres vivir las cosas, cómo quieres construirlas ( lo que no significa que siempre lo tengas claro y sabiendo que siempre puedes pedir ayuda )
Vives de acuerdo a tus deseos, sin ignorar los deseos del otro, pero haciendo que los tuyos sean prioritarios puesto que se trata de TÚ desarrollo personal.

yo-me-quiero-(1).jpg

3. TE ALEJAS DE LAS COSAS QUE TE HACEN DAÑO

Te quieres lo suficiente para empezar a tratarte con respeto y alejar a las personas que no lo hacen y despedir las situaciones o cosas que no te convienen...

4. HAS APRENDIDO QUE LOS FRACASOS SON PARTE DEL AUTOCRECIMIENTO

No nos queda más remedio que sumir que la única forma de crecer es concebir el error como primer paso para ello. Y es que en el error no debe haber vergüenza, ni culpa, ni inferioridad…lo único perjudicial del error es no aprender de él debido a nuestro orgullo y a la ambición de ser superhéroes.

5. TE RODEAS DE PERSONAS QUE APORTAN EN TU VIDA

implementatie(1).jpg

Ya has alejado a la gente que no te hace bien y eliges que formen y formar parte de la vida de personas que te aporten bienestar.

Esto no significa que no haya nunca dificultades con esas personas, eso forma parte de las relaciones, pero esas dificultades se tratan con respeto y con cariño.

Estas personas confían en ti y confías en ellos, lo que te ayuda a avanzar y continuar adelante.

6. NO TE QUEJAS MUCHO

Eres capaz de ver el otro lado de las cosas, el positivo, el que nos hace disfrutar de los pequeños detalles placenteros.

Atendiendo únicamente a lo negativo no queda más remedio que la queja, no hay otra forma de sobrellevarlo.

En los momentos más complicados, te quejas , pero lo justo y necesario para expresar tu malestar, sabiendo que la queja excesiva no te hace bien ni a ti ni a quien te rodea.

7. CELEBRAS LOS LOGROS AJENOS.

Es natural que aparezca cierta envidia del éxito del otro si consideramos que en nuestra vida no vamos cumpliendo nuestros deseos....

Y cuánto más pendientes estemos de si los otros consiguen o no sus sueños , menos conscientes seremos de los que vamos consiguiendo nosotros y menos valor le daremos.

Céntrate en ti y acompaña a los demás en su crecimiento. Saldrás creciendo también.

8. ACEPTAS QUE HAY COSAS QUE NO PUEDEN CAMBIAR

No gastes tus energías en intentar cambiar cosas que sólo están en la voluntad del otro cambiar.

a-veces-por-intentar-complacer-a-todo-el-mundo-terminamos-20208061(1).jpg

9. SABES QUE NO PUEDES COMPLACER A TODO EL MUNDO

Complacer implica ir regalando trocitos de uno mismo. Regálate a quien tu quieras, no a quien debas, porque si todo el mundo se queda con algo de ti puede llegar el día en el que te mires y no encuentres nada tuyo. Todo se lo habrán quedado los demás .

10. TE SIENTES FELIZ

A pesar de que las vicisitudes de la vida seguirán ocurriendo, cuando miras dentro de ti encuentras un espacio de serenidad y la sensación de que las cosas, aunque lentas, van colocándose....

150615Serenidad(1).jpg

El regalo de los años

ancianos-corbis_1.jpg

Todos hemos oído alguna vez frases del tipo… ya te estás haciendo mayor, se te va a pasar el arroz, ya vas teniendo una edad, ya no tienes 20 años, es la crisis de los 30, de los 40, de los 50… En definitiva, todos hemos oído frases hechas y expresiones coloquiales referidas al paso del tiempo y al cumplir años con cierta connotación negativa.

arrugas.jpg

No es un gran secreto que la sociedad actual valora cualidades como la seguridad, el poder, la belleza, la juventud… una sociedad que va en busca de esa juventud eterna y que nos anima a luchar contra lo que parece imposible: el avance del tiempo.

Crecemos pensando que debemos esconder y prevenir todos los signos posibles de este avance: tinte para las canas, cremas y sérums para las arrugas, cirugía para lo que ya no puedes esconder bajo otros medios, dietas restrictivas para el cambio de metabolismo… y la lista sigue y sigue…

nota30_0.jpg

Y no sólo crecemos temiendo los efectos físicos del tiempo, sino también los sociales y psicológicos: ya es tarde para cambiar, a esta edad no haré amistades, ya no podré encontrar una pareja…

 

 

 Pero ¿crecer tiene ventajas?

¡Por supuesto que las tiene! A continuación, os exponemos algunas de las muchas ventajas que tiene crecer…

1.      Madurez intelectual

A medida que crecemos almacenamos más conocimientos, tanto teóricos, como prácticos. Aprendemos más sobre el mundo que nos rodea, sobre las personas que viven en él, aprendemos hechos, datos, habilidades, técnicas, hobbies, estrategias… y todo eso no son más que herramientas a nuestro alcance que podemos usar en nuestro beneficio.

2.      Madurez emocional

Aunque algunos de vosotros estéis pensando que conocéis a más de uno que con su edad no ha desarrollado demasiado este punto… es uno de los beneficios que para la mayoría trae consigo el paso del tiempo. Los años y las experiencias que vivimos en ellos nos dotan de una perspectivamás amplia, y de cierta sabiduría respecto a un gran abanico de situaciones y personas. Aprendemos de los errores, los corregimos, comenzamos a discernir lo que queremos de lo que no, comprendemos mejor nuestras propias emociones y motivaciones, así como las ajenas…

3.      Autoestima

Es cierto que este punto no es solo cuestión de edad. La autoestima es algo en lo que tenemos que trabajar y requiere además un esfuerzo por nuestra parte. Pero el tiempo nos da ese espacio para conocernos y aceptar nuestras peculiaridades, nuestras diferencias, nos da tiempo a hacer las paces con lo que no nos gustade nosotros mismos, a valorarnos y reconocer la importancia de querernos y cuidarnos, asaber que ésta es la base para nuestro bienestar.

4.      Confianza

Como decíamos en el punto uno, la edad nos da conocimientos y destrezas. Cuando crecemos hay ciertas cosas a las que debemos enfrentarnos y superar una y otra vez: exposiciones en público, eventos sociales, entrevistas de trabajo, reuniones de equipo, manejo de conflictos, entrega de informes con fecha límite, lidiar con obras, firmar contratos… todo esto nos prepara para afrontar las mismas situaciones en el futuro y poder hacerlo con mayor confianza al haber podido comprobar que lo hemos resuelto de manera satisfactoria en el pasado.

5.      Fortaleza

hombre-madurez-emocional-pareja-1200x480.jpeg

Los obstáculos que hemos de superar y que inevitablemente se nos presentan en el camino, nos llevan a hacernos más fuertes, a salir de esas adversidades con algo en nuestro beneficio, con algo aprendido, a ser más resilientes y salir de esas experiencias habiendo crecido.

6.      Priorizar

102337-Surfing-At-Sunset.jpg

Crecer también nos dota del sentido de lo que es realmente importante en la vida. Las cosas que vivíamos con más intensidad o mayor angustia, aprendemos a relativizarlas y darle la importancia que ocupan en nuestra vida. Aprendemos a valorar lo que nos importa y lo que más feliz nos hace y hacer de esto lo que realmente cuenta e importa.

Por tanto, crecer no es sinónimo de deterioro o envejecimiento. Crecer no es ni más ni menos lo que queremos que sea. Aceptar lo que viene con la edad no significa ni mucho menos conformarnos, no quiere decir que no debamos intentar cuidarnos. Obviamente hacernos mayores trae consigo algunas consecuencias que no siempre son agradables y cuidarnos es clave para llevar los cambios que se producen de una forma positiva.

Lo importante de crecer es como lo llevemos y qué mentalidad decidamos adoptar al respecto, siendo conscientes del regalo que supone el tiempo y las experiencias que vivimos en él.

Romina Collado

Psicóloga

Grupo Crece

 

 

Cómo identificar y potenciar los talentos de nuestros hijos e hijas

ninostalento-p.jpg

Los talentos de tu hijo/a son únicos y naturales, pero en muchos casos permanecen ocultos a la espera de ser descubiertos. Como madre o padre tenemos el poder de reconocer las habilidades de nuestros hijos e hijas, además de potenciarlos y motivar su desarrollo desde temprana edad.

No siempre es fácil saber para qué somos buenos, algunas personas pueden llegar a la edad adulta sin haber descubierto cuál es su talento especial, por eso es aconsejable que ayudemos a nuestros hijos e hijas a descubrir sus aptitudes. Poder crecer con una especialidad desarrollada, garantiza el disfrute, las experiencias de éxito y realizacióndesde edades tempranas; esto refuerza su autoestima y ofrece mayores posibilidades de éxito personal y profesional.

Igualmente, desarrollar nuestros talentos durante la infancia permite formar una disciplina y comenzar una tarea apasionante. Este proceso también es ideal para educarlos como personas responsables y capaces de establecer metas para el futuro.

Aunque es posible que los bebés nos sorprendan por sus capacidades,  no siempre podemos hablar de algún talento en particular. Son muchas las cosas que se le pueden enseñar a un recién nacido o a un bebé hasta los dos años, pero no siempre es recomendable basarnos en esta etapa para buscar sus habilidades.

Sabemos que ese talento natural, puede aflorar con mayor claridad durante la etapa de educación infantil. En esta etapa, no solo comienzan a verse sus intereses, sino también las destrezas que demuestran, por lo tanto, es óptima para observarlos y motivarlos.

Yo siempre aconsejo que seamos objetivos en esta observación. Es normal que tengamos interés porque nuestro hijo o hija siga nuestros pasos, quizá queramos que elija alguna actividad en particular, pero son ellos y ellas, quienes demostrarán para qué son buenos/as y qué les hace felices Recordemos también que a esa edad le podemos provocar un estrés mayor si le invitamos a realizar una actividad para la cual no está hecho/a, ni le gusta. Sobre todo en casos donde los familiares deciden comenzar a motivarlos practicando distintas cosas para distinguir en cuál es mejor, no debemos saturar a los pequeños/as.

Tener un talento no implica que no sepamos hacer nada más, por eso podemos hablar de que quizá tu hijo/a tenga varios talentos. Algunos  son buenos/as para los deportes, pueden practicar casi cualquier disciplina con mucha destreza, o quizá algún deporte en particular.

 

No obstante, un/a niño/a que tiene talento para los deportes también puede tenerlo para las matemáticas, el canto o puede ser un/a gran orador/a. Por ello, es primordial que la motivación principal sea la pasión por alguna de las actividades que realiza.

Desde muy pequeño/a, tu hijo o hija pueden demostrar interés por ciertas cosas. Al principio quizá sea un interés generalizado, pero algunas señas nos permitirán realmente distinguir sus talentos:

Os muestro algunas pautas a modo de resumen:

1. Evitar presionarlos y manifestar nuestro orgullo sin importar su elección: por ejemplo, insistirle en que haga gimnasia cuando lo que más parece que le gusta es el baile.

2. Observar si es algo que puede hacer con mucha facilidad y con poca práctica: por ejemplo, bailar con gran habilidad y buena técnica.

3. Observar que es algo que disfruta y parece apasionarle más de la cuenta: por ejemplo, ver que dedica el tiempo libre a bailar en cualquier sitio y con mucha pasión.

4. Con todo lo anterior,  quizá estemos hablando de uno de esos talentos innatos que debemos estimular para que se conviertan en algo que pueda desarrollar y potenciar ese talento. Por, ejemplo, reforzarle y motivarle para el baile y facilitar el camino para que pueda formarse en este arte (apuntarle a una academia).

5. Respetar su ritmo de aprendizaje y no presionarle para que “sea el o la mejor”. Evitar presiones y desgaste excesivo: en nuestro ejemplo del baile, no apuntarle excesivas horas semanales y tener en cuenta que ellos o ellas también tienen una obligación que es el colegio y sus consiguientes deberes y tareas.

6. Evitar comparaciones con otros niños o niñas: que ellos o ellas sepanque son únicos e irrepetibles en ese u otros talentos.

Susana Paniagua

Psicóloga infanto-juvenil y educativa

Grupo Crece

Beso que te quiero beso: la importancia de besar

Y no sólo te quiero, beso, como algo que despierta mi deseo, que me demuestra cariño y que me une a quien me lo da o lo recibe.

Sino porque para mi salud física y mental también eres bueno.

Y si no, lee los beneficios que numerosas investigaciones han hallado en ti:

 Subes las defensas

 La acción de besar moviliza secreciones hormonales que contribuyen a aumentar las defensas naturales. Además, mezclar nuestra saliva con la de otra persona actuaría como una vacuna natural, ya que nos permitirá inmunizarnos suavemente contra sus gérmenes.

Reduces el dolor

Las endorfinas que genera el acto de besar tienen la propiedad de actuar como reductoras del dolor. Esto también es debido a la dilatación de los vasos sanguíneos, por lo cual besar es altamente recomendable para aquellas personas que sufren a menudo dolores causados por todo tipo de enfermedades inflamatorias como artritis, fibromialgia, fatiga crónica, problemas musculares, etc. ¡Incluso para la jaqueca!

Eres un antidepresivo

Besar hace que nuestro cuerpo libere oxitocina, la famosa hormona que hace que nos sintamos con buen ánimo, por lo que funciona a modo de antidepresivo natural.

Previenes problemas cardiovasculares

El estrés es una de las principales causas de  múltiples enfermedades, entre ellas el colesterol y problemas coronarios. Por eso, además de llevar una buena alimentación no deberíamos menospreciar la agradable terapia de besar a menudo. Además, el aumento de la frecuencia cardiaca ayuda a regular la presión sanguínea.

Ayudas a ejercitar los músculos

Al besarnos ejercitamos hasta 30 músculos faciales y activamos el riesgo sanguíneo.Así  mantenemos nuestro cutis firme, suave y joven.

Previenes problemas dentales

Besar estimula la secreción natural de saliva, lo cual contribuye a que ésta se regenere y nos ayude a eliminar partículas y patógenos de la boca gracias a las sustancias desinfectantes que contiene. De esta manera se disminuye el ácido que, a la larga, es el que causa placa, caries y todo tipo de problemas dentales.

Mejoras la autoestima

A nivel emocional, besar nos hace sentirnos queridos y nos permite sentirnos una parte importante en la vida de la persona a la que besamos. Es un acto que, según la situación de las personas, nos puede llevar a estados de satisfacción generada por el acto de amar, de compartir, de dar y recibir.

Algunos asesores incluso recomiendan que cada persona pueda besar a su pareja antes de ir a trabajar para mejorar la autoestima y que eso se traduzca en un mayor rendimiento laboral.

Alivias los efectos de las alergias

Durante el acto de besar se estimula la producción de histamina, la cual alivia y previene la aparición de los síntomas que ocasionas las alergias, como son los estornudos, la congestión ocular o la secreción nasal.

Besar alarga la vida

Después de todos estos motivos, no queda duda de que besar alarga la vida. El único requisito es que los besos sean sinceros y se den con regularidad.

Besos y poesía

Ayer te besé en los labios.

Te besé en los labios. Densos,

rojos. Fue un beso tan corto

que duró más que un relámpago,

que un milagro, más.

El tiempo

después de dártelo

no lo quise para nada

ya, para nada

lo había querido antes.

Se empezó, se acabó en él.

Hoy estoy besando un beso;

estoy solo con mis labios.

Los pongo

no en tu boca, no, ya no

—¿adónde se me ha escapado?—.

Los pongo 

en el beso que te di

ayer, en las bocas juntas

del beso que se besaron.

Y dura este beso más

que el silencio, que la luz.

Porque ya no es una carne

ni una boca lo que beso,

que se escapa, que me huye.

No.

Te estoy besando más lejos.

(Pedro Salinas)

 

Raquel ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece

Vínculos tóxicos y vínculos sanos. Claves para distinguirlos

¿Os acordáis de aquel lugar de vacaciones donde ibais de pequeños? ¿Y de aquella profesora que tanto os ayudó en el colegio? Si cerráis los ojos y os imagináis vuestro primer viaje de juventud, ¿sentís sensaciones que correspondían a ese momento?

Nuestra historia está plagada de personas, actividades y lugares a los que, de una manera u otra, nos hemos vinculado afectiva y emocionalmente. Vincularse significa conectarse, relacionarse con alguien o con algo desde los diferentes planos de nuestro ser.

Todos establecemos innumerables vínculos en nuestra vida y cada uno de ellos es diferente y tiene unos efectos distintos sobre nosotros.

Podríamos diferenciar en nuestra historia entre vínculos sanos, que son aquellos que nos aportan bienestar y claridad, y vínculos tóxicos, aquellos otros que nos dañan psicológicamente, nos producen sentimientos negativos y nos producen confusión.

Pero ¿cómo podemos saber si nuestros vínculos son o han sido sanos? ¿Cómo identificar un vínculo tóxico?

Es importante que partamos de la base de que la distinción entre vínculos sanos y vínculos tóxicos es una clasificación cuyos términos  no se excluyan entre sí. En la realidad, un vínculo sano puede derivar en un vínculo tóxico y, más raramente, un vínculo tóxico podría llegar a convertirse en un vínculo sano. Eso quiere decir que el vínculo es algo dinámico, cambiante. Debemos ver el vínculo no como algo momentáneo, sino como un continuo que atraviesa distintas fases y da lugar a matices y niveles diferentes.

Podemos identificar un vínculo sano a través de algunos factores:

1. Está basado en la elección, no en la obligación, la culpa o la dependencia.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades con las que elegimos vincularnos libremente. Entonces, ¿qué ocurre con la familia?; si la familia es algo que nos viene dado, ¿podemos hablar de vínculos familiares? Es cierto que la familia de origen no se elige, pero sí elegimos nuestra manera de vincularnos con nuestro círculo familiar,  padres, hermanos…, sobre todo en nuestra edad adulta. No es lo mismo, por ejemplo, elegir vincularnos desde “el querer” (“Qué bien, hoy tenemos comida juntos,  así le puedo comentar a mi hermano lo que me pasó el otro día”) que elegir vincularnos desde “el deber” (“Voy a visitar a mis padres que, si no, dicen que no voy nunca”). En este caso es la naturaleza del vínculo lo que se elige.

2. Es nutritivo, nos enriquece intelectual y emocionalmente.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades que nos aportan emociones, vivencias o aprendizajes positivos que nos hacen crecer  y desarrollarnos. Por el contrario, aquellas actividades o personas que nos aportan sentimientos de culpa, que sacan de nosotros nuestros lados más negativos, que nos proporcionan vivencias nocivas para nosotros, son vínculos tóxicos.

3. Es flexible, se adapta a las circunstancias sin resultar absorbente.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades que permiten una cierta flexibilidad tanto en el tipo de relación como en las dinámicas que en ella se generan.

Un vínculo que puede ser sano en un determinado momento puede tornarse en tóxico, si su rigidez limita a las personas o les impide que se desarrollen. Esto suele ser muy común en las parejas, en las que los cambios son percibidos, en ocasiones, como sinónimo de peligro, haciendo que los miembros no puedan descubrir o desarrollar nuevas facetas de sí mismos. También, suele pasarnos en nuestro entorno laboral: aquellas empresas en las que desarrollamos diferentes acciones, en las que hay novedades en las tareas y en las que tenemos perspectiva de crecimiento, favorecen que los empleados se vinculen mejor al proyecto empresarial.

La manera de vincularnos con nuestro entorno está directamente relacionada con nuestra manera de ser y de sentir. Ambas se influyen mutuamente y se retroalimentan entre sí, de modo que se pueden generar cambios en ambas direcciones.

Por ejemplo, podemos establecer vínculos tóxicos en momentos vitales en los que no nos encontramos bien (insatisfacción en la pareja o en el ámbito laboral, falta de motivación, miedo a la soledad). De la misma manera, podemos no encontrarnos bien como consecuencia de alguna relación vincular tóxica. Ahora bien, esta situación de retroalimentación entre el vínculo y los sentimientos nos deja un mensaje de esperanza: si trabajamos para generar cambios en la manera de vincularnos, se puede generar un efecto de engranaje en el que muchas piezas de nuestra vida se muevan, generándonos bienestar en muchos ámbitos.

Aprender a establecer vínculos sanos con nuestro entorno es un factor necesario para el desarrollo y el bienestar personal. Los vínculos y la naturaleza de esos vínculos están en la base de dos de los pilares del ser humano: la identidad y la autoestima. Lo que somos y la manera en la que nos valoramos tienen mucho que ver con las relaciones que hemos establecido con nuestro entorno a lo largo de nuestra historia. Son esas vivencias las que hacen que nos definamos como hogareños, familiares, confiables, divertidos, extravertidos…

Tomar conciencia sobre nuestra manera de vincularnos nos alejará de repetir dinámicas relacionales tóxicas con los diferentes aspectos de nuestro entorno, por lo que os invitamos a reflexionar sobre vuestros vínculos y la influencia que tienen en vosotras y vosotros.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga familiar y de pareja

Grupo Crece

Pensamientos que nos hacen daño VI: Las "personalizaciones a través del locus de control"

Por si aún nos parecieran pocas (llevamos ya cinco distorsiones sin contar esta), hoy vamos a comentar uno de los filtros mentales más dañinos e hirientes. La personalización.

La personalización consiste en la atribución personal de algún hecho, en concreto un hecho negativo, para el caso que queremos explicar aquí.

Para entender bien esta distorsión, es conveniente hablar de un término psicológico llamado "locus de control".

El locus de control es el sistema mediante el cual atribuimos causalidad a las diferentes cuestiones con las que nos relacionamos en el día a día. La traducción más sencilla sería llamarlo "lugar de control", y se refiere concretamente a la causa a la que una persona otorga explicación a algo que ha pasado.

Quizá un ejemplo sirva para explicarlo mucho mejor. Imaginémonos un estudiante, que, pese a su gran esfuerzo en la materia de matemáticas, habiendo estudiado diariamente, buscando ayuda de profesores... no logra aprobar su examen de instituto. Este estudiante podría atribuir de dos formas esta consecuencia. Podría decir que el examen era demasiado complicado, y aquí el locus de control sería externo (ya que atribuye su examen a cuestiones externas a él) o de lo contrario podría decir que las matemáticas son realmente difíciles para él y quizá dude de su capacidad numérica (en este caso habría un locus de control interno, porque el estudiante justificaría su suspenso a su falta de capacidad). También podría pasar que el estudiante realmente no se haya esforzado lo suficiente, y en este caso el locus interno más sano sería atribuir "no me he esforzado" y el locus externo "el examen es difícil" le impediría hacer una autocrítica adecuada y sana.

Pues al igual que este estudiante, las atribuciones de locus de control las hacemos todas las personas. Y además de hacerlas en lo interno (sobre nosotros mismos) o lo externo (sobre el medio), también lo hacemos sobre si depende de nuestro control (controlable o incontrolable) y sobre si es algo que se mantendrá siempre o podrá cambiar (estable o inestable).

Imaginemos una persona importante para nosotros cuando se encuentra muy triste, o que esté pasando una mala racha que le tenga decaído. Esta emoción o estado anímico va a afectar muy probablemente a su locus de control. Probablemente si le felicitamos por algo bueno que entendemos que ha hecho, nos dirá que no es para tanto o que fue por suerte (por tanto atribuirá algo positivo al entorno, y no a sus cualidades). También tenderá a pensar que esta cuestión no estaba bajo su control (incontrolable) y que en futuras situaciones no le irá tan bien (inestable). Sin embargo, es mucho más probable, que cuando alguien le haga ver una cuestión negativa, lo considere algo interno (por su incapacidad), estable (ya que pensará que siempre le ocurre) e incontrolable (ya que no puede hacer nada para cambiar). Está claro que es una forma de atribuir muy depresiva, propia de personas muy tristes o con una autoestima dañada.

Vamos a imaginar ahora, sin embargo a una persona narcisista (dícese de la gente que tiene una personalidad en la cual necesitan dan a entender a la gente que están por encima de los demás). Seguro que conocéis a alguien que se asemeja a este perfil. En este caso, probablemente esta persona atribuya la mayoría de las cuestiones positivas a sus cualidades internas, y las negativas a algo externo, para defender de esta forma su identidad. Y todas estas cualidades positivas, por supuesto, las percibirá como controlables por su parte y estables, mientras que las negativas serán siempre externas e incontrolables por él. Así nos damos cuenta de la gran diferencia de los dos perfiles, sin embargo dañinos en ambos casos.

Pues al igual que estos perfiles, todas las personas tenemos una forma de atribuir, y en esta cuestión surge la distorsión de la "personalización".

Esta distorsión consiste en llevar a lo personal diferentes cuestiones del entorno, y, normalmente las que nos hacen daño. Ahora vamos a pensar en una joven residente de primer año trabajando en un hospital. Esta joven médico pasa por uno de los pasillos y lee un comunicado importante: "a partir del día de hoy, ningún residente de primer año podrá atender a pacientes sin la supervisión establecida por los residentes de mayor grado". Imaginemos entonces que esta joven residente de primer año concluye con este pensamiento: "no se fían de como trabajo". Es un caso claro de personalización, cuando un mensaje por diversos motivos, va conducido a todo un colectivo, nuestra joven protagonista lo ha personalizado en ella, y por tanto esta distorsión probablemente afecte a su estado anímico y su conducta. Esto mismo nos puede pasar a nosotros cuando alguien nos contesta en un tono seco mientras nos atiende en un supermercado, o con una compañera de trabajo que lleva todo el día un poco esquiva. Esta distorsión nos puede ocurrir muchas veces también cuando estamos en un grupo donde quizá no nos sintamos del todo cómodos por que conozcamos a poca gente: "esa gente se está riendo de mi, deben pensar, ¿quién es este tío?" o le puede pasar a algunos grupos en concreto, incluyendo en este caso otros aspectos como el racismo, la homofobia o la desigualdad de género "seguro que me miran mal porque soy mujer, homosexual o de otra raza". Aunque evidentemente habrá casos en que esto podrá ocurrir de verdad y no ser una distorsión, dicha distorsión se detecta cuando no hay pruebas suficientes de ello.

Claves para gestionar la personalización:

1) Analizar nuestro locus de control

¿Estoy llevándolo a lo interno o externo?, ¿realmente tiene que ser por mi?, ¿existen otras opciones igual de plausibles?...

2) Estudiar y gestionar nuestra emoción.

¿Cómo me encuentro. ¿Es posible que lo haya personalizado porque me siento triste y estoy especialmente susceptible. ¿O por alguna otra emoción? ¿Por qué estoy sintiendo esta emoción?

 

Nuestra autoestima como madres y padres

La autoestima es uno de los constructos que más trabajamos en Psicología. Hablamos muchas veces de nuestra autoestima personal o de la autoestima de los niños, y de cómo construirla de una manera sana y positiva. Pero ¿y nuestra autoestima como padres y madres?

Uno de los grandes retos de la maternidad y la paternidad consiste en crear un nuevo rol, con todos sus matices, y hacernos fuertes en él. Nuestro rol como padres y madres será la identidad desde la cual nos relacionaremos con nuestros hijos, nuestra manera de tratarles, de posicionarnos frente a ellos. Tal es la importancia de esa construcción que el apego que se generará en nuestras hijas e hijos no será tanto hacia nuestra persona, sino hacia nuestro rol como madres o padres. Esta realidad nos puede llenar de dudas e inseguridades (¿lo estaré haciendo bien?; ¿estaré eligiendo lo mejor?; ¿me arrepentiré?...), y llevarnos a generar roles confusos, a contradecirnos, a no ser coherentes..., generando inseguridad en la relación y en el apego.

Nuestra autoestima como padres y madres tendrá unainfluencia directa en nuestra manera de relacionarnos con nuestros hijos e hijas. La autoestima será para los pequños la fuente de seguridad, un factor necesario a la hora de ponerles límites y transmitirles seguridad, e incluso a la hora de mostrarles el afecto:

los padres y madres con una autoestima más sana son más reforzadores, dan más afecto y generan un clima emocional más estable.

Como padres y madres es necesario que nos sintamos seguros en nuestro rol paternal o maternal, independientemente de la seguridad que sintamos en otros roles que desempeñamos en nuestra vida (laboral, personal...). Para encontrar esta seguridad hay una serie de cuestiones que tenemos que recordar:

  1. Siempre se sobrentiende que las madres y padres intentamos desempeñar nuestro papel lo mejor que podemos. Nadie nos exige la perfección, sino humildad para saber reconocer los errores y buscar información y ayuda cuando la necesitamos.
  2. La relación paterno y materno-filial es una relación asimétrica, desequilibrada. No vamos a recibir lo mismo que damos, lo cual no significa que no estemos haciendo una buena labor.
  3. Es importante tomar conciencia de lo que queremos aportar a nuestros hijos e hijas, de los principios y valores en los que queremos educarlos, y vivir de acuerdo a ellos, de modo que nuestros hijos perciban una coherencia entre nuestras palabras y nuestros actos.
  4. Tenemos que ser conscientes de nuestras fortalezas y crecer en confianza a partir de ellas.
  5. La mayor huella que vamos a dejar en nuestros hijos e hijas está en los pequeños gestos del día a día, no en los acontecimientos más extraordinarios o menos normativos.
  6. Independientemente de cómo nos sintamos en otras facetas de nuestra vida, nunca podemos olvidar que somos las personas más importantes para nuestros hijos, su referente.

Disfrutar de nuestro papel y de la relación con nuestros hijos, ajustar nuestra propia exigencia y entender que nuestra maternidad y paternidad es un proceso que está en continua construcción nos ayudará a vivir nuestro rol de manera más positiva y consciente.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga infanto-juvenil y familiar

Grupo Crece

Identificar y ajustar nuestra personalidad

"Somos un híbrido de biología y cultura" dice el filósofo José Antonio Marina. Nuestra manera de ser incluye una parte heredada o configurada en nuestra estructura genética y otra aprendida (incluso ya durante el vientre materno), y las interacciones entre ambas partes configuran lo que llamamos personalidad.

La personalidad que nos viene de nuestros genes o configurada antes de nacer se llama temperamento, si bien,  cada vez está más reconocido el hecho de que lo ambiental y emocional influye durante el embarazo, con lo que en ese temperamento inicial que observamos en el bebé hay ya una parte de aprendizaje.

En cualquier caso, podemos observar que desde el nacimiento, el bebé muestra ya unas tendencias básicas: apertura a lo nuevo vs. miedo a lo desconocido, impulsividad o estabilidad emocional...

El temperamento es plástico y podemos reorientarlo durante el desarrollo del individuo hacia una personalidad constructiva y sana, partiendo de la estructura básica de ese ser.

A medida que las personas vamos siendo expuestas a la interacción con nuestro ambiente físico y social y a las interacciones con nosotros mismos, a través del conjunto de nuestras diferentes experiencias vitales, vamos desarrollando nuestro carácter, la parte aprendida de nuestra personalidad.

No podemos ir en contra de nuestro temperamento.

personalidad.jpg

Conectando con nuestro temperamento (indagar en nuestro niño/a interno) podemos aprender muchas cosas de nosotros mismos que nos guíen a la hora de tomar decisiones o marcarnos objetivos.

 

¿Como podemos conocer cosas de nuestro temperamento o carácter?

¿Cómo éramos de bebés, cuáles nuestras tendencias los dos o tres primeros años de vida?

¿Hubo algún momento de nuestra vida que desarrollamos una personalidad diferente? ¿Qué experiencias vitales lo podrían explicar?

 

Pistas para reorientar nuestra personalidad hacia la potenciación de nuestras fortalezas:

Te presento algunos ejemplos de como afrontar tu personalidad en algunos casos.

miedoso.jpg

1. Si eres miedoso/a exponte a nuevos retos de manera progresiva. Sobre todo, aquellas cosas cuya evitación, te estén provocando sufrimiento o frustración. No hay qeu vencer todos los miedos sólo aquellos que nos permitirán ser más felices. aún así, no pretendas ser lo contrario de lo que eres. Tenderás a ser más prudente que osado/a pero atravesarás tus propios límites.

 

obsesivo 2.jpg

2. Si eres obsesivo/a, te gusta controlar, dedicas un exceso de tiempo a las rumiaciones que no llevan a ninguna conclusión práctica o dedicas un exceso de tiempo a ser muy perfeccionista con lo que haces, más allá de lo razonable: busca espacios para dejarte llevar, situaciones donde los resultados no importen, controla las anticipaciones y desenchufa la mente con actividades meditativas y con mindfulness.

 

impulsivo.jpg

3. Si eres impulsivo/a intenta no tomar decisiones con estados de ánimo muy altos o muy bajos. Si te enfrentas a una conversación importante prepárala mucho con antelación. Si experimentas una emoción fuerte de enfado, intenta marcharte del escenario y esperar a que e te pase un poco antes de responder o resolver.

 

introversion.jpg

4. Si eres una persona introvertida y te encuentras mejor en las distancias cortas, piensa que esa personalidad no es negativa, sino sólo es una característica más. Puedes mejorar tus habilidades sociales e intentar no aislarte pero respeta tu condición de sentirte más a gusto en grupos pequeños o de tú a tú.

 

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

 

Tus palabras cuentan tu historia: cuida lo que dices para ser más feliz

No somos conscientes del inmenso poder que tienen las palabras: de una simple sucesión de letras podemos transformar la mirada hacia uno mismo y el relato de nuestra vida. 

El verdadero espacio de una palabra se halla en lo que construye dentro de nosotros

Una palabra, una cualquiera, ocupa físicamente un espacio, en un papel, en el aire, entre dos personas... Sin embargo, el verdadero espacio de una palabra se halla en lo que construye dentro de nosotros. Y es que a través del significado particular que les otorgamos, somos capaces de erigir nuestra identidad.

La forma en que nos contamos las cosas repercute directamente en la sensación de gestión que podemos tener sobre dichas cosas.  

juego-del-yo-nunca.png

Por ejemplo, tener un pasado "horroroso", o calificar las dificultades cotidianas como tal (“me pasó algo horroroso”), tiñe todo de tal oscuridad y pesimismo que nos hace muy difícil encontrar una solución. En cambio, si hablamos de ese pasado como "un momento en el que me han ocurrido cosas muy dolorosas y donde he sufrido mucho", la sensación que nos genera internamente es más liviana, pues además de los momentos difíciles, permitimos inconscientemente la entrada a otros más amables, que son ignorados al calificar nuestra vida únicamente como "horrorosa".

Describir las complicaciones de nuestra vida con calificativos tan pesados, o hacer uso de un lenguaje categórico ("siempre","nunca", "todo","nada") pone sobre nuestros hombros una gran losa de significados, ante los que sólo nos queda someternos.

No podemos liberarnos fácilmente si "siempre hemos sido un desastre", si "nada de lo que hemos hecho ha salido bien", si "todas las personas me han hecho daño" o si "nunca me han querido".

El discurso de una persona que utiliza tales adverbios y adjetivos para sí mismo, los demás y el mundo en general, no puede llevar a otra cosa más que a sentimientos de impotencia y angustia.

¿Qué podemos hacer?

La única forma de interpretar la realidad lo más fielmente posible, es cuestionarse lo que tan válido y seguro creemos: ¿realmente SIEMPRE soy desastre? ¿NUNCA he hecho nada bien? ¿NADIE me ha querido? Y qué descanso sentimos cuando las respuestas nos abren otro mundo de posibilidades, un mundo donde “algunas veces he hecho cosas que han tenido buenos resultados”, “hubo varias chicas que me quisieron y me trataron bien” o “en varias ocasiones obtuve éxitos, como por ejemplo...”.

Somos expertos en golpear nuestra autoestima utilizando nuestra lengua como herramienta de castigo, como un látigo feroz que erosiona nuestra valía.

Solemos tener una palabra, o varias, de significado "pesado", con la que denominamos todo nuestro ser o saber, con la que nos maltratamos, o nos han maltratado, durante nuestra vida. La palabra con la que manchamos nuestros actos y pensamientos, con la que nos presentamos frente a nosotros mismos y al mundo sin darnos tregua ni descanso. Es la palabra sobre la que hemos construido parte de nuestra identidad.

En terapia suelen oírse muchas: soy un “desastre”, "ridículo/a", "despreciable", "tonto/a", "inútil", "débil". Utilizamos estos términos, que nuestra vocecita crítica se encarga de recordarnos, como un filtro para interpretar lo que ocurre dentro y fuera de nosotros. Sin darnos cuenta, vamos creando nuestro mundo de forma poco realista y extremista:

-O seré un desastre si algo no me sale bien o un fuera de serie si sale perfecto;

- Seré tonto si no supe dar una respuesta brillante o el más inteligente si lo supe hacer;

- Me tacharé de débil si no pude con todos los problemas o enérgico y viril si esta vez lo conseguí.

Son palabras del pasado que han dejado de tener sentido. Son injustas, además, pues si una cosa tienen el mundo es que está lleno de matices.

De nuevo es necesario cuestionarse.

Cuestionar esa palabra que tanto daño nos hace y buscar las “otras palabras”, otras que también nos definen y nos hacen tratarnos con más cariño.

Palabras con las que nos tratamos bien y que son igual de realistas. Empezar a valorarse requiere reconocer esas cosas que no nos gustan de nosotros (“sí, soy un poco desastre a veces”) y reconocer las que nos gustan (“también soy una persona que sé escuchar, responsable con mi trabajo y además, cariñosa”). No podemos ser perfectos, aunque detrás de ese tratarse mal verbalmente se encuentre ese deseo...

Buscar las palabras que expresan lo que sentimos de forma genuina y realista, nos abre la puerta a construir un relato sano de nosotros mismos

No solamente las palabras construyen nuestra identidad a través de la calificación. En la medida en que hallemos con palabras lo que sentimos, podremos expresarnos ante los demás y ante nosotros mismos, construir nuestra historia de forma más realista, narrar las partes ocultas de nuestra vida (las que no se quieren ver o simplemente ni se nos ocurre que existan) y hacer un relato comprensible y sólido de nosotros mismos. Todo esto nos proporcionará una base segura sobre la que apoyar y levantar nuestro yo.

" La palabra que decimos       viene de lejos,                     y no tiene definición,            tiene argumento.                   Cuando dices " nunca",          cuando dices " bueno",           estás contando tu historia       sin saberlo"                         Luis Rosales.

 

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece

 

¿Por qué es tan importante la habilidad para hablar en público?

descarga.jpg

La habilidad para hablar en público es de las más complejas y difíciles de gestionar. Parece que hay personas especialmente dotadas para ello, que se manejan como pez en el agua cuando tienen que "soltar un speech" en público, sea dando un curso o conferencia, tomando la palabra en una reunión de trabajo o contando una anécdota en un grupo social o familiar.

Si somos de los que pensamos que “se nos da mal” esto de hablar en público, es muy posible que admiremos y nos maravillemos de este tipo de personas y sintamos que esto “no es para nosotros", "no hemos nacido con ese don”, “nosotros no seremos nunca capaces de conseguirlo”.

En realidad, no es así, las habilidades de oratoria y hablar en público se aprenden y cualquiera de nosotros puede hacer gala de poder disfrutar hablando en público, conmover, convencer o conseguir la atención de un auditorio, con sólo entrenarse y practicar el conjunto de habilidades y estrategias implicadas en una conducta, a priori, muy difícil. 

Además, es una conducta que si aprendemos a manejarla, nos va a aportar una mejor autoestima y una mayor seguridad en nosotros/as mismos/as. 

Hablar bien en público nos puede abrir muchas puertas. Desde un punto de vista profesional puede ayudar a:  aumentar las posibilidades en una entrevista laboral, conseguir mayor credibilidad y atención en las reuniones de trabajo, obtener mejores resultados en un examen u oposición, captar clientes para una empresa o proyecto, ganarme la confianza de mi equipo, liderar con más seguridad a un grupo de personas… Pero, también, en el terreno personal tiene grandes ventajas como facilitar sentirme más integrado/a en los grupos sociales o en el entorno familiar, conseguir que mis opiniones sean tomadas más en cuenta, ser percibido/a como una persona más interesante y segura de sí misma…

Cuando hablamos en público, ponemos sobre la mesa un gran abanico de competencias, desde cómo estructurar un discurso, a cómo expresarse con los gestos de la cara, las manos, el cuerpo o la voz. Todo ello implica un conjunto de habilidades verbales y no verbales que se pueden entrenar por separado de una manera sencilla.

¿Por qué se nos da mal hablar en público? ¿Por qué, incluso, hemos desarrollado miedo escénico o miedo a hablar en público?

Es muy posible, que en algún momento de nuestra vida, hayamos tenido una experiencia desagradable o traumática, donde quizá hubo personas que se burlaron o nos humillaron, sufrimos un bloqueo o una reacción de mucho nerviosismo, nos sometían a situaciones de mucha exigencia…. Entonces, nuestro organismo ha automatizado la respuesta de activación o tensión para protegernos (Cerebro reptiliano o emocional) y esta respuesta de alerta se generaliza a otros contextos de exponernos a un público aunque racionalmente (neocortex) nos parezca absurdo o no encontremos la relación.  

Puede ser también, que por las circunstancias de un entorno muy protector, exigente o que no nos haya ofrecido oportunidades de enfrentarnos a estas situaciones, no tengamos experiencia y práctica a la hora de comunicarnos y hablar en público y sintamos que no sabemos hacerlo.

La timidez, el miedo a exponernos al juicio de los demás, los bloqueos para mostrarnos espontáneos y tal como somos, también suelen estar en la base de nuestro miedo o dificultad para hablar en público.

Ante esto, las consecuencias de tener dificultades a la hora de enfrentarse a hablar en público son:

  • Si no podemos evitar enfrentarnos porque en nuestro trabajo es imprescindible, al no disponer de recursos de autogestión emocional ni herramientas verbales y no verbales, obtenemos un resultado negativo, nuestra autoestima baja y mantenemos o empeoramos el problema al largo plazo.

  • Si podemos, evitaremos exponernos a aquello que provoca malestar, con lo cual nunca podremos aprender o mejorar estas habilidades y darnos cuenta de que podemos hacerlo y podemos hacerlo bien y disfrutarlo.

Disfrutarlo, sí.

Cuando podemos ser nosotros mismos ante un auditorio o grupo de personas, gestionando nuestra ansiedad hasta el punto de poder bajarla al mínimo, mostrando naturalidad en nuestra comunicación no verbal, y pudiendo expresar nuestras ideas, obtenemos un gran refuerzo social y nuestra autoestima se refuerza muchísimo.

 

Hay ciertas claves a tener en cuenta a la hora de hablar en público:

1. Nuestro nivel de activación o ansiedad que nos puede hacer percibir la sensación de descontrol y de miedo al miedo o miedo a las señales de ansiedad: taquicardia, sudor, dificultad para respirar, bloqueo corporal, temblor en la voz o en el cuerpo. Pensar que los demás “lo pueden notar” nos hace estar muy indefensos y expuestos. Y centrar nuestra atención en la ansiedad favorece que la ansiedad se mantenga, ese comportamiento de hipervigilancia hace que nosotros mismo provoquemos que estas señales se mantengan e incluso que aumente su intensidad. Mantener a raya nuestro nivel de ansiedad y aprender estrategias como la respiración diafragmática o el control atencional para manejarlo, será imprescindible.

2. Las ideas que tenemos de nosotros/as mismos/as en ese momento, o antes o después de enfrentarnos al público: ideas, la mayoría de las veces, muy negativas e hiperexigentes y que ponen en duda nuestra valía personal. Tendemos a:  

  • Anticipar las consecuencias negativas “voy a hacer el ridículo”, evaluar de manera poco realista y muy negativa nuestras habilidades, “lo hago fatal”, o las situaciones, “nadie se está enterando de nada”.

  • Generalizar los errores o las dificultades, “no lo voy a conseguir nunca”, “todo lo hago mal”,

  • o focalizar la atención en un aspecto que no es tan relevante, “ya estoy de nuevo con los titubeos”.

  • Marcarnos metas excesivamente elevadas sin tener en cuenta nuestro punto de partida a la hora de hablar en público: “tengo que hacerlo perfecto si no, no vale”

  • Exagerar nuestros errores y no tener en cuenta nuestros logros: “se me ha olvidado hablar de…”

  • Compararnos con otras personas de modo que nosotros/as siempre salimos perdiendo provocándonos una respuesta de inseguridad y desánimo: “no puedo competir con esta persona, lo hace y lo hará siempre mejor que yo”.

Desarrollar ideas más proactivas y constructivas y desbancar las ideas perjudiciales será una estrategia importante. Podemos usar autoistrucciones positivas como: “nadie lo nota más que yo” “voy a respirar” “me voy a centrar en la presentación”, “voy a mover las manos”, “estoy consiguiendo estar más calmado/a” “he conseguido avanzar en … desde la última vez”.

3. La conciencia de nuestros movimientos corporales, faciales y del uso de la voz, y el conocimiento que tengamos de los comportamientos no verbales adecuados en estas situaciones. Hay aspectos de la conducta no verbal y paralingüística que nos pueden dificultar la puesta en escena y otros que nos lo facilitan, favoreciendo que el mensaje llegue de manera más clara y contundente y consigamos nuestros objetivos en dicha comunicación, y lo más importante, vamos a conseguir contagiarnos de esa actitud no verbal y sentirnos más seguros/as. Es necesario un entrenamiento en estas competencias dirigido por un profesional.

4. La estructura de nuestro discurso y el uso del lenguaje verbal, así como los apoyos didácticos usados, que igualmente, puede facilitar o no que nuestro mensaje llegue al interlocutor. Podemos acudir a un profesional que nos oriente y corrija nuestras presentaciones.

5. La exposición progresiva a situaciones de hablar en público y la práctica son imprescindibles para descondicionar nuestra experiencia negativa y propiciar nuevas asociaciones positivas en el cerebro. Mientras más lo evitemos, más dificultades y más conflicto tendremos con esta habilidad.

Existe una gran oferta de cursos presenciales de oratoria, cursos para vencer el miedo escénico o cursos para hablar en público en Madrid y en el resto de España. Un buen curso es la opción más eficaz para superar nuestro nerviosismo y ansiedad en las presentaciones y mejorar considerablemente nuestras habilidades.


Raquel López Vergara

Psicóloga, coach y formadora

Grupo Crece 

Mira nuestra oferta de cursos en esta categoría