Expresarse para subir la autoestima y ganar en autoconfianza

La expresión es muy importante a la hora de definir nuestro autoconcepto. Tener libertad para expresarnos en público, mostrarnos ante los demás tal y como somos, soltar los lastres de la excesiva timidez y mostrar nuestro cuerpo, nuestro rostro, nuestra voz y nuestras palabras nos abren la puerta a desarrollar un autoconcepto más definido, más complejo y completo y ganar en seguridad personal y autoconfianza.

Algunos signos de que necesitaríamos un empujoncito en este sentido son:

  • Dificultades de ser el centro de atención, por ejemplo en una situación de hablar en público o de dar mi opinión.

  • Tendencia a hablar bajo, a no soltar toda la potencia de voz que tenemos o podemos llegar a tener.

  • Tendencia a ocultarse detrás de la palabra, restringirse en la expresividad corporal.

  • Tendencia a expresarse en lo verbal en un plano más abstracto e impersonal.

  • Tendencia a contener nuestro lado espontáneo o nuestro lado más desinhibido o no haberlo descubierto aún.

En los seres humanos antes del desarrollo completo de lo lingüístico se produce una explosión en el desarrollo psicomotor, que nos permite controlar nuestro cuerpo. Obtener el control de nuestro cuerpo es fundamental a la hora de desarrollar más autoestima. Poco a poco ese desarrollo de la palabra unido al desarrollo del cuerpo nos ayudan a conocernos y a mostrar lo que somos a los demás, y esa integración nos aporta una seguridad en nosotros mismos más compleja y completa.

En los niños pequeños es importante potenciar la expresividad a través de todos estos canales: cuerpo, gesto, voz y palabra para sentar unas buenas bases. Siempre adaptándose al niño, si al niño no le gustan los deportes como el fútbol, puede que le guste bailar o las artes marciales, si hay oportunidad de permitirle expresarse sin avergonzarle o corregirle debemos aprovecharlo.

De adultos hay muchas cosas que podemos hacer para potenciar nuestra capacidad expresiva y mostrarnos genuinos en nuestros gestos. actividades artísticas como bailar, cantar, hacer teatro... o actividades más guiadas y orientadas a nuestras dificultades concretas pueden ser de gran ayuda.

 

Raquel López Vergara

Psicóloga y facilitadora de grupos de danzaterapia

Grupo Crece

 

Aprender a respirar, o la clave de utilizar la respiración consciente a nuestro favor en nuestra vida cotidiana: respiración diafrágmática

Respirar es un acto reflejo que realizamos las 24 horas del día y gracias al cual el oxígeno que necesita nuestro cuerpo, entra en nuestro organismo a través de nuestras fosas nasales, es dirigido mediante nuestra sangre a todas las partes y órganos de nuestro cuerpo, y también a través de nuestra sangre retorna el dióxido de carbono hacia el exterior.

Este gesto tan sencillo de intercambio de gases que realizamos de forma continua en nuestra vida, y que hacemos de forma más o menos involuntaria puede convertirse en un acto dirigido y optimizado, lo que nos reportará beneficios y mejor aprovechamiento de nuestra energía y sistema respiratorio, además de lograr un estado más relajado y eficiente en cuanto a la actividad física a desempeñar.

¿Cómo podemos lograr este propósito? 

Claramente, aprendiendo a respirar correctamente y siendo plenamente conscientes de este proceso y del mero hecho de que podemos condicionar y modificar nuestros hábitos respiratorios, ¡y mucha práctica, por supuesto!. En cualquier taller de respiración o meditación lo fundamental y primario es enseñar a respirar, y en esta pequeña entrada vamos a intentar dar unas pinceladas sobre cómo podemos respirar correctamente en unos breves pasos e instrucciones. Por supuesto, esto no dejan de ser pautas generales y con información sesgada. Si te interesa el tema, es muy interesante ir a talleres o acceder a información más ampliada sobre el tema.

Lo primero que debemos hacer es observar nuestra respiración. Observando nuestra respiración ya estamos aquietando nuestra mente, enfocando nuestra atención plenamente en esa acción de nuestro cuerpo (la base del MINDFULLNESS), y estamos dejando menos cabida a pensamientos, en ocasiones limitantes o entorpecedores de nuestra tarea. Enfócate primero en la inhalación, o entrada de aire en tu cuerpo, y posteriormente en la exhalación, o salida de aire. Permanece presente y atento a tu cuerpo y experimenta que sensaciones tienes al respirar, presta atención a los órganos implicados en este acto.

Es posible que percibas que tu respiración es muy superficial, es decir, que sólo empleas la parte superior de tus pulmones para respirar. Tal vez observes que tus respiraciones no son completas, es decir, que la entrada de aire o cantidad de aire que inhalas no es la máxima que podría entrar en cada una de las respiraciones, sino que sólo entra un porcentaje. También observa si al inhalar se produce una dilatación del abdomen (se hincha y expande), o por el contrario oprimes el vientre o el abdomen. Si sucede este último caso, estamos ante un caso de respiración paradójica, pues la respiración correcta, y como coherentemente podemos apreciar, es mediante la EXPANSIÓN abdominal al inhalar y la contracción al exhalar, ya que al inhalar entra aire, que ha de ocupar un espacio, y al exhalar, éste sale, por lo que este espacio queda libre. Todo lo expuesto anteriormente es totalmente normal, ya que nuestra agitada vida hace que la respiración vaya “en función de nuestros pensamientos y nuestras acciones” y no al revés. Invirtamos ese orden, y hagamos que nuestra respiración regule nuestros pensamientos y nuestras acciones. La eficiencia de este proceso nos llevará a la eficacia y a la mejora de nuestra vida.

Al observar nuestra respiración, no debemos modificarla inicialmente, simplemente observar y detectar cómo respiramos. La respiración va a variar mucho a lo largo del día, y se va a adaptar a las circunstancias y necesidades de nuestra vida (si corremos, si tenemos que hablar en público, si tenemos que hacer un esfuerzo mental, si dormimos)… No obstante a veces la respiración se desboca o no sigue unas pautas adecuadas, por ejemplo en los casos en los que sufrimos estrés, o un momento de ansiedad, agobio, o tristeza. Es en estos momentos especialmente eficaz el dirigir la atención a la respiración, como ya he reflejado con anterioridad, y adoptar una respiración correcta. Partiendo desde la concienciación de que la respiración se puede educar y podemos elegir cómo respirar y entrenarnos en ello, al igual que cualquier deportista en una práctica física habitual, vamos ahora a introducir unos pasos básicos para realizar una respiración lenta y profunda (basada en la respiración diafragmática o abdominal) exitosa:

Es muy importante no forzar.  Es verdad que para trabajar la respiración diafragmática  vamos a dirigir el movimiento del diafragma, pero hagámoslo amablemente.  No se trata de llenar los pulmones como un globo (esto produce estrés), ni “aguantar la respiración”. La respiración adecuada produce placer. Ese será el indicativo de que lo estamos haciendo bien.  

Cuando estamos aprendiendo a realizar la respiración diafragmática es útil acostarse boca arriba cómodamente, y más adelante practicarla sentados, de pie, caminando… con la práctica la podrás incorporar a tu vida cotidiana.  Para empezar, coloca tus manos en el abdomen (zona donde comienzan las costillas flotantes, encima del estómago):

0.         Antes de empezar expulsa a fondo el aire de tus pulmones varias veces, puedes hacer algunos suspiros o exhalar por la boca.  El objetivo es vaciar bien los pulmones de aire residual, lo cual automáticamente provocará la necesidad de inspirar más profundamente.

1.        Una vez provocado este impulso de respiración profunda, inicia la respiración diafragmática inhalando con la intención de LLENAR, HINCHAR y expandirte, de esta manera, visualiza y pon la atención en llenar tu abdomen, verás como la mano posada sobre él sube, y llénate en sentido ASCENDENTE, es decir, desde el abdomen y vientre, hacia el pecho, y si tienes mucha capacidad pulmonar, hasta las clavículas. Realiza esta inhalación hasta que haya entrado (sin forzar) todo el aire posible en tu interior. Este proceso hazlo lo más lentamente que puedas.

2.         A continuación, retén unos instantes el aire en tus pulmones, todo lo que puedas de forma tranquila y sin forzar, sin que haya presión. Este paso de retención de aire ha de hacerse confortablemente. En caso de embarazadas, éstas no observaran apenas tiempo para esta retención, para no repercutir en la llegada de oxígeno al feto.

3.         Posteriormente a esta retención de aire confortable, pasamos a la exhalación o expulsión del aire al exterior. Esta expulsión se realiza de forma DESCENDENTE, es decir, vamos a fijarnos en como “deshinchamos” primero clavículas, pecho, abdomen y vientre, por este orden, en sentido inverso a como lo hiciéramos en la inspiración (paso 1). Lo último que va a descender va a ser nuestra mano, posada en nuestro abdomen. Este proceso también hemos de hacerlo de forma lenta, pausada, relajada, y vaciándonos hasta la última “molécula de aire”. Es decir, vamos a poner la intención en vaciarnos por completo de aire, pero siempre sin forzar y con la intención de relajarnos, esa relajación hará que se vacíe nuestro interior de aire de forma natural, como un globo, de forma progresiva.

4.         Tras la expulsión del aire, vamos a observar un tiempo con los pulmones en vacío, es decir, una retención con el aire fuera, en el exterior.. Al igual que la retención con el aire dentro (paso 2), vamos a hacerlo de forma confortable, mientras esta retención no suponga forzar. En esta retención tendremos en cuenta las mismas observaciones que tuvimos con respecto a embarazadas que en el paso 2, de retención con aire dentro.

Estos cuatro pasos comprenderían un ciclo de respiración completa. Tras el paso 4., de retención en vacío, volveríamos de nuevo a comenzar un nuevo ciclo, iniciándolo con el paso 1., inhalando y dejando nuevamente que nuestro organismo se llene de aire.

Es interesante mencionar que la respiración diafragmática o abdominal es óptimo realizarla INHALANDO Y EXHALANDO por nariz.

También comentar, que su práctica habitual nos hará que nuestra capacidad pulmonar aumente, lo que significa que la cantidad de aire que logremos introducir y expulsar en cada ciclo de respiración será mayor, lo que repercutirá positivamente en nuestro organismo, ya que el aporte de energía y oxígeno se hará de forma más eficiente, necesitando menos respiraciones para lograr el mismo aporte y llegando más lejos con cada respiración.

Por otro lado, es reseñable también otra ventaja en la práctica de esta respiración y es que lograremos reducir con el tiempo el número de respiraciones por minuto, lo que optimizará también nuestros recursos y hará que nuestro organismo lleve un ritmo más armonioso y descansado.

Los beneficios son innumerables, pero por destacar, también podemos comentar que esta respiración nos permite relajar la mente, estar enfocados, y nos ayuda a gestionar cualquier momento de dificultad y estrés. También nos ayuda en el ejercicio físico, rentabilizando al máximo nuestras capacidades y resistencia. También estimulamos el corazón y la circulación con esta respiración, masajeamos los órganos, ayudamos al tránsito intestinal y a un estado enfocado, tranquilo y en el que va a ser mucho más eficaz nuestro pensamiento y nuestra acción, sea cual sea nuestra circunstancia.

Desde aquí os animo a que practiquéis esta interesante respiración, que practiquéis también la observación, y que lo toméis con paciencia y con ilusión, pues como todo en la vida, este aprendizaje también requiere de entrenamiento y práctica. No obstante, cuando te acuerdes, observa tu respiración, detecta cómo respiras, y ponte a ello. Los beneficios son innumerables y poco a poco te darás cuenta cómo estás integrando en tu día a día la respiración diafragmática sin darte cuenta y tu vida la gestión de los diferentes momentos de la misma van mucho mejor.

Y como conclusión, me gustaría recalcar la importancia de ser conscientes de que podemos poner la RESPIRACIÓN AL SERVICIO de nuestra vida y no nuestra vida al servicio de nuestra respiración. Y con esta reseña interesante me os dejo hasta el próximo post: INHALA PAZ, EXHALA AMOR.

Elena López Hernando

Facilitadora de grupos de yoga y meditación. Maestra Reiki

Grupo Crece


El duelo en los niños/as

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La perdida es una de las experiencias vitales que más dolor causa al ser humano. La sensación de angustia al sentir que algo amado ya no esta a nuestro alcance es algo que experimentamos desde nuestros primeros meses de vida, cuando no hemos adquirido la permanencia del objeto, capacidad que nos permite ser conscientes de que, aunque no estén a nuestra vista, las
cosas siguen existiendo.

El proceso de adaptación a la pérdida se conoce como duelo. Muchas veces nos referimos al duelo como el periodo emocional que sucede a una muerte de un ser querido, sin embargo, experienciamos tantos tipos de  duelos como tipos de pérdidas en nuestra vida: la pérdida de trabajo, el fin de una relación o tener que emigrar a otro país son experiencias vitales que conllevan un duelo. Cada duelo es, por lo tanto, una experiencia diferente, con una manifestación, intensidad y una duración particular.

Y si las pérdidas están presentes a lo largo de toda nuestra historia, también lo estarán los duelos, aunque la conciencia de que los niños puedan sufrir procesos de duelo es poco extendida aún hoy en día: tendemos a pensar que los niños se olvidan pronto de las cosas, que no se dan cuenta de lo que sucede o que superan las cosas con más facilidad. También buscamos protegerles del dolor ocultando las pérdidas o minimizándolas. 


Lo cierto es que los niños perciben la perdida y el sufrimiento que conlleva, aunque es posible que la expresión de su dolor sea diferente a la de los adultos: 

  • Los niños tienen más dificultad para diferenciar entre la tristeza y el enfado. Además, al ser esta última una emoción que conlleva conductas más llamativas, los niños suelen elegirla como medio de expresión de su malestar.

  • Pueden experimentar conductas regresivas, como descontrol de esfínteres o pérdida de habilidades adquiridas.

  • Los niños pueden aislarse si no comprenden su malestar y se ven incapaces de comunicarlo.

  • Pueden jugar a juegos en los que la muerte este mas presente de lo habitual.

  • Los dibujos son un medio por el que los niños expresan sus emociones, por lo que los cambios en el universo emocional de los pequeños se harán presentes en él.


Como podemos ayudar a los niños a gestionar sus duelos?:

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  • Hablar claramente de la perdida, explicarle lo ocurrido para evitar sentimientos de culpa.

  • Proteger a los niños desde la comprensión y la legitimación de sus emociones. Si les ocultamos y negamos la perdida se sentirán confusos y no sabrán a quien acudir.

  • No hacer de la perdida un tabú: compartir y escuchar, legitimar el derecho del niño a sentir.

  • Comprender los sucesos de la infancia que pueden suponer duelos para los niños: la pérdida de un muñeco importante para ellos, no ser aceptados en el cole, separarse de un amigo, que mamá o papá amplíen su horario de trabajo o el nacimiento de un hermano son sucesos que los niños pueden vivir con gran impacto emocional, aunque desde la perspectiva adulta puedan tener otro significado.

  • Proponer a los niños rituales que les ayuden a superar el duelo o a hacerlo menos doloroso: enviar un globo al cielo con un mensaje para la abuela o el abuelo, hacer una fiesta de despedida antes de cambiarles de colegio y que los amiguitos escriban en un libro mensajes de ánimo... Los rituales de despedida son de gran importancia en todo proceso de duelo ya que nos preparan para afrontar la nueva situación.


En los niños, como en los adultos, la expresión de las emociones y pensamientos negativos, así como sentirse apoyados y queridos, aún en sus momentos más bajos, son la base que necesitan en su proceso de duelo.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece


¿Autoridad y aprendizaje emocional pueden ir unidas?

Alrededor de los dos años de edad, los niños atraviesan la Fase de Individuación. En este momento de su ciclo vital se empiezan a percibir como un ser independiente de su madre. Es entonces cuando comienzan los famosos y rotundos “¡No!” como respuesta a cualquier petición que les hagamos. Es su forma de blindar lo que ellos empiezan a saborear como “sus propios placeres”.

O dicho con otras palabras, empiezan a fastidiarles (y mucho):

1. Nuestros  Noes: “No te puedes subir ahí”, “No grites”, “No pegues a tu hermana”

2. Sus Frustraciones cotidianas: “Que una galleta se rompa si ellos la querían entera”, “Que un hermano no les preste algún juguete”

3. Y, especialmente, las Normas: impuestas por una figura de autoridad que para ellos tiene siempre el objetivo malintencionado de fastidiar sus momentos de máximo bienestar “Tienes que lavarte los dientes antes de irte a dormir”, “Tienes que recoger los juguetes antes de la ducha”, “Nos vamos ya. No te lo voy a repetir”.

Esta faceta de la crianza, en la que les vamos marcando límites es tan necesaria como ingrata.

Pero para ellos tampoco es ningún camino de rosas. Socialmente tendemos a infravalorar el impacto y el sufrimiento interno que para un pequeño de dos años (y en adelante) suponen estas primeras experiencias.

Requerimos de ellos unas dotes de capacidad de análisis, sumisión, pensamiento estratégico y autocontrol que no se ajustan a sus capacidades reales por el nivel de desarrollo cognitivo-abstracto de su corteza cerebral.

¿Estoy diciendo con esto que no son capaces de hacer todo lo que les pedimos? ¡Porque cuando quieren bien que escuchan y lo hacen todo rapidito para obtener lo que les interesa!

No. Estoy diciendo que para ellos no es fácil. Nosotros somos los adultos y por tanto los responsables de facilitarles la tarea de familiarizarse e irse acomodando al cumplimiento de determinadas normas sociales.

¿Cómo podemos acompañar a nuestros hijos a transitar esta Fase de una forma más agradable y constructiva para todos?

·         Empaticemos con ellos. Atrévete a pensar por un momento cómo te manejas tú con las imposiciones sociales en tu vida diaria. No olvides que ellos te observan constantemente y que tú eres su referente.

¿Las aceptas sin más?, ¿Te enfureces excesivamente?, ¿Expresas lo que verdaderamente sientes?, ¿Te cohíbes y dejas que otros impongan el rumbo que debes seguir por miedo a decepcionarles?, ¿Explotas con quien menos se lo merece por no haber podido expresar lo que necesitabas ante una figura de autoridad?

En muchos momentos nos podemos reconocer respondiendo “Sí” a estas preguntas. No es fácil, se tenga la edad que se tenga, “acomodarse” a los requerimientos sociales. Y a lo mejor, en algunos, no es ni sano ni necesario (pero esto como diría Javier Krahe, es otra canción).

 

·         Empaticemos con nosotros mismos. En las situaciones donde tienes que acatar las decisiones de alguna figura de autoridad, qué prefieres:

¿Que la persona que te está marcando los límites te trate con comprensión, firmeza y ternura o con agresividad (verbal, física) y frialdad? ¿Qué haya cierto margen para la negociación y la expresión de tus emociones o que se te obligue a estar callado? ¿Qué te permitan e incluso reclamen una visión crítica o que te exijan sumisión y obediencia?

Reflexiona sobre ello un instante con calma. Y ahora piensa, ¿para tus hijos querrías algo parecido a lo que tú necesitas como adulto? ¿Y no será su infancia un buen momento para comenzar a transmitírselo?

Ahora bien, si hemos llegado a las conclusiones de que para ellos no es fácil aceptar y gestionar las imposiciones, que no da igual el cómo lo hagamos para obtener un resultado u otro y que su hemisferio derecho, ligado al mundo emocional y creativo está más desarrollado que el izquierdo…

Permitamos a nuestros hijos que se enfurezcan honestamente ante nuestros límites. Pero acompañémosles de una forma controlada “entiendo que te sientas así pero no puedo dejar que me pegues…”, respetuosa “no lo has hecho nada bien, yo se que mañana lo vas a intentar hacer mejor, porque ya te he visto otras veces superarte y se que eres capaz” y empática “tienes que estar enfadadísima por todo lo que ha pasado” “yo si fuera tú estaría tristísima por lo que te han dicho”, es mucho más probable que nuestros pequeños”.

Es la forma más sana y adaptativa de lograr que:

·         Disminuyan la cantidad y la intensidad de sus rabietas. Así como muchos comportamientos posteriores, que quizá no asociamos con la forma en que las hemos gestionado, pero que son su forma de decirnos que no se han sentido bien tratados y que quieren que probemos la misma medina.

·         Adquieran un mayor autocontrol y capacidad autocrítica. Porque no necesitan defenderse. Te pueden escuchar, entender (aunque no compartan tu opinión) e interiorizar tus mensajes. Esto es en el fondo lo que todos los padres pretendemos, porque qué es criar sino conseguir convencerles de nuestros mensajes.

·         Tengan un buen concepto de sí mismos. Porque no estarán escuchando constantemente frases denigrantes y sin mensaje educativo ninguno, como “eres sordo o tonto, quieres que te parta la cara, me estás vacilando, tú te has creído que yo soy imbécil, que te calles y punto, nos vamos porque eres malo y no me extraña que ningún niño quiera ser tu amigo…y muchas otras lindezas que pueden parecer más sutiles pero que no por ello les resultan a los pequeños menos amenazantes o hirientes.

·         Exijan un buen trato a los demás. Porque han aprendido la vivencia de sentirse ”bien tratados”. De ser seres dignos de ser escuchados, tratados con respeto y eso será lo que busquen y también lo que proporcionen en la interacción con los demás.

¿Te parece una buena herencia emocional? Entonces merece la pena intentarlo. Confía en ti. Es cuestión de convicción, práctica y lo más importante, MUCHO AMOR (y esto tus hijos ya lo obtienen de ti cada día).

Nayra Herrera Vaquero

Psicóloga familiar e infanto-juvenil

Grupo Crece

Cuando la ira no es nuestra aliada: consejos para aprender a manejar la ira

La ira es parte de nuestras emociones, y aunque natural y adaptativa para algunas cosas como defender nuestros derechos o gestionar las injusticias...muchas veces, no sabemos o no nos han enseñado a controlarla de manera adecuada.

Además, en ocasiones puede aparecer de forma imprevisible y con una intensidad difícil de manejar, sobre todo si no estamos acostumbrados a detectarla a tiempo, no hemos desarrollado las estrategias oportunas o no hemos reflexionado sobre cuáles son las causas, situaciones o personas que más fácilmente nos la hacen sentir.

Las consecuencias pueden llevarnos a lo largo de un continuo peligroso que va desde el enfado a duras penas contenido, y las respuestas poco respetuosas, hasta la agresividad verbal, los insultos, la intimidación o incluso los actos violentos.

Dejarse arrastrar por la ira, darle rienda suelta o proyectarla hacia afuera, no es una forma de controlarla. En ocasiones, puede provocar un "efecto escalada" o una pérdida de control, incluso una sensación de estar "autorizado" para molestar a los demás.

 
Los consejos más adecuados para manejar la ira son variados, pero este podría ser un buen resumen:

1. Dedicar un tiempo a conocernos y reflexionar sobre las causas de la ira más frecuentes en nosotros.

Estas suelen estar asociadas con sensaciones de amenaza, interferencia con nuestros objetivos o frustración, el dolor, los recuerdos dolorosos, la inseguridad, la sensación de ser tratado injustamente o pensar que los demás actúan básicamente con la intención de entorpecer nuestra felicidad...

2. Buscar el momento emocional más adecuado para debatir con las personas con las que mantenemos confrontaciones más intensas.

Seguramente los motivos de conflicto no son nuevos, pueden esperar, horas, días o semanas. Es preferible esperar para conseguir una conversación constructiva, que el recuerdo de otro conflicto con una persona relevante para nosotros o una reacción de las que nos arrepintamos.

3. Respirar profundamente o hacer ejercicios de relajación.

4. Aprender a expresar nuestros sentimientos de forma asertiva.

Es decir, de forma firme y clara pero no perdiendo el respeto a los demás, ni ejercer ningún tipo de intimidación o coacción.

5. Escuchar las opiniones del otro, mostrar empatía hacia sus motivos y emociones.

Expresar nuestros objetivos como deseos, no como exigencias.

6. Demorar la respuesta.

Evitando la reacción irreflexiva y estereotipada, sustituyéndola por una respuesta que tiene en cuenta las consecuencias. Buscaremos aquellas que puedan proporcionar las consecuencias más razonables para uno mismo y para los demás.

7. Tratar de tomar distancia de la emoción, y ser objetivos con la intensidad de nuestra emoción.

A veces, creemos estar más tranquilos de lo que realmente estamos. Hay que ser humildes y tomar referencia a través de las reacciones nuestros interlocutores, o signos físicos de la ira: tensión muscular, volumen de la voz elevado o gritos, aceleración de la velocidad del habla, ceño fruncido, gestualidad amenazante...

Pedro Aguilar Cotrina

Psicólogo

Grupo Crece

  

 

Grupo Crece en Malakids

El equipo de Grupo Crece, estuvimos en el festival Malakids el fin de semana 27 y 28 de Septiembre. Es un Festival urbano para las familias que se organiza cada año en el barrio de Malasaña. 

Fue toda una experiencia en la que pudimos ofrecer parte de nuestros talleres para niños, adolescentes y familias de forma gratuita en las carpas del festival.

Os dejamos algunas imágenes inolvidables del evento. ¡¡¡Esperamos que las disfrutéis!!!


Los personajes de mi vida: esos roles que reproducimos...

¿Os suenan frases como  “pareces otro delante de tu mujer” o “cuando estás con tus padres no te reconozco”?

Frases de este estilo nos han acompañado en diferentes momentos de la vida y es posible oírlas de muchas personas. Algunos reaccionan desde la preocupación ante este tipo de afirmaciones, entendiéndolas como un ataque o duda sobre algo vital en nuestras vidas: nuestra identidad. Sin embargo, esto no es más que la evidencia del juego consciente o inconsciente que jugamos en nuestro día a día a lo largo de nuestra vida: un juego de roles.  En cada uno de los ámbitos de nuestra vida (trabajo, familia, amigos, etc.)  desempeñamos un rol, un personaje que tiene una función determinada y unos comportamientos que componen una perfecta sinfonía para conseguir que esa función se vea reforzada. Hay personas que tienen un rol en el que se sienten cómodos  y buscan la manera de jugar siempre desde el mismo personaje, mientras que otros adaptan su rol a las necesidades del entorno en el que tengan que actuar, jugando roles diferentes en función de las circunstancias.

¿Es mejor mantener siempre un rol o jugar diferentes roles?

Como casi toda diciotomía, no podemos afirmar que exista una opción buena de manera absoluta.  Pongamos como ejemplo una persona fijada en el rol del luchador, encarnado en el personaje del Guerrero. Un Guerrero, para serlo, necesitará siempre causas por las que luchar, estará siempre en alarma y con la espada lista para desenvainar, haya o no razones para hacerlo. Pueden incluso llegar a buscar conflictos en los que participar y dificultades que superar con el fin de no perder su identidad de luchadores, con el desgaste que supone vivir una vida de batallas. Ahora veamos el caso de una mujer Maga en su vida laboral (sacando trabajo adelante en las peores condiciones, con soluciones para cada problema y siempre con un toque de creatividad) que en su familia juega el rol del Demonio de Tasmania (no queda nada en orden a su paso, olvida fechas importantes y genera más problemas de los que soluciona). Nuestra Maga-Demonio seguramente sentirá malestar al ver las diferencias que existen en sus roles, sufriendo un conflicto de rol que le puede generar una crisis de identidad.

El conflicto de rol se produce cuando sentimos que en nuestra vida desempeñamos roles incompatibles o cuando pensamos que un grupo de personas tiene expectativas de nosotros que no se corresponden con nuestros comportamientos actuales.

 

 

El punto de bienestar, como en muchos otros aspectos de la salud mental, está en la libre elección. ¿Has elegido los roles que desempeñas?, ¿te sientes a gusto en esos roles?, ¿te gustaría explorar un nuevo rol en algún ámbito de tu vida?

Como hemos explicado al inicio, los roles solo forman parte de un juego en el que nosotros elegimos la dirección en la que queremos mover nuestra ficha .

Muchas veces el miedo a las reacciones de los demás ante un nuevo rol nos impide explorar y nos hace anclarnos en el rol del bueno, del gracioso, del superhéroe e incluso del gruñón. Pero ante este miedo debemos plantearnos si nos merece la pena que los demás solo conozcan una de nuestras facetas o si queremos generar relaciones plenas en las que nos sintamos libres de explorar y elegir el rol que mejor nos sienta en cada momento.

Quizá tus amigos agradezcan que no coartes tu faceta mimosa con ellos, o tus padres que les deleites con tu fabulosa tortilla de patatas. 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

La obsesión por aprovechar el tiempo

En la sociedad actual en la que vivimos nos obsesiona el tiempo. Nos obsesiona aprovecharlo al máximo, que el tiempo sea siempre "productivo". Nos damos el permiso de las vacaciones estivales, pero llega septiembre y volvemos a las andadas de inmediato.

La propia sociedad y las personas de nuestro alrededor nos hacen sentir inútiles o poco valiosos si no tenemos la agenda apretada.

Al final tenemos tantas cosas que hacer y las hacemos tan deprisa que no podemos paladearlas y se nos escapan, se escurren entre los dedos y perdemos su esencia, aquella que nos puede enseñar cosas.

No nos paramos a sentir, ni siquiera a pensar de una manera productiva, la acción nos atrapa.

Todo ello, desde una perspectiva psicológica tiene consecuencias:

  • Los pensamientos obsesivos o las rumiaciones son más frecuentes, nuestro organismo está hiperactivado y es menos probable pensar con serenidad.

  • La percepción del paso del tiempo es mucho más acelerada, sentimos que el tiempo pasa más rápido y tenemos la sensación de no haberlo vivido con intensidad. Esto nos puede general vacío e insatisfacción.

  • No tomamos contacto con nuestras emociones y nuestro cuerpo, la atención está en otra cosa, por ello es más difícil identificar lo que nos conviene o no desde una perspectiva emocional, lo que nos agrada, nos gusta, nos aporta frente a lo que no. Es más difícil que podamos identificar sucesos emocionalmente relevantes. Y esto puede derivar en decisiones precipitadas y erróneas para nosotros y de igual manera vacío e insatisfacción, ya que los estados emocionales pasan desapercibidos.

  • Los estados emocionales pasan desapercibidos, pero nuestro organismo sigue sintiendo aunque sea de manera no consciente y este conjunto de emociones no expresadas, no resueltas, no vividas, se acumulan provocando un exceso de tensión, ansiedad, estrés.

  • Desperdiciamos mil instantes meditativos en los aconteceres cotidianos que nos puedan ayudar a desconectar, relajarnos, estar en el presente. simplemente, disfrutar del café de la mañana, del camino al trabajo, de una sensación fresca en la cara al salir a la calle, de la sonrisa de alguien...

  • Todo esto nos agota y acudimos a desconectarnos con actividades que quizá nos desenchufan pero no nos aportan: exceso de televisión, de redes sociales, de móvil...

¿Qué podemos hacer para no ser esclavos del tiempo?

"Una Décima de Segundo" 
Un momento en una agenda, 
una décima de segundo más 
vuela, 
va saltando de hoja en hoja, 
mil millones de instantes de que hablar… 

Y es que no hay nada mejor que remover 
el tiempo con el café…”

Antonio Vega

 

 

 

 

 

  1. No te satures de tareas. en tu tiempo libre escoge dos o tres cosas por hacer, intenta dejar tiempo suficiente para esas actividades y poderlas hacer con calma.

  2. De las obligaciones o actividades que debes cumplir intenta buscar algo que te agrade, que te haga sentir bien y focaliza tu atención en lo positivo de esas cosas.

  3. Deja tiempo sin planificar, para descansar o dejarte llevar.

  4. Busca dos o tres cosas al día para ser muy consciente y vivir plenamente el presente: la ducha diaria, el camino a casa, el desayuno, el ratito de estar ayudando en los deberes a tus hijos...

  5. Intenta disfrutar del proceso más que del resultado.

  6. Recuerda que las mejores cosas de la vida no son cosas.

 

 

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

La perfección, lo enemigo de lo bueno

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Desde que somos pequeños el entorno nos “invita” a mejorar nuestro rendimiento para “ser 
mejores”, conseguir el éxito y, por tanto, la felicidad. Somos evaluados y corregidos de forma que aprendemos muy rápido que para agradar a los demás hay que hacer las cosas de tal o cual forma. 
Empezando por nuestros padres hasta los “spots” publicitarios, nos vemos rodeados de modelos y altos estándares a imitar, o intentar conseguir, si queremos optar por un cachito de esa felicidad tan ansiada. 

La presión por "perfeccionarnos" o " perfeccionar" a los demás nos puede llevar a filtrar la 
realidad a través de mensajes de este tipo: "sí cometo algún error es porque no soy una persona lo suficientemente válida", " si no hago bien las cosas no me aceptarán y me rechazarán" o " sólo existe una forma de hacer las cosas, y es la mía", que pueden teñir nuestra vida de angustia, tristeza e incluso ira. 

¿Soy perfeccionista o simplemente me gusta hacer las cosas bien? 

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Querer alcanzar nuestras metas o mejorar nuestro rendimiento no es lo mismo que ser perfeccionista. De hecho, fijar nuestras metas y querer superarlas nos ayuda a rendir de forma más efectiva. Las dificultades vendrán si esas expectativas o estándares son tan elevados que se hacen imposibles de cumplir y comienzan a afectar al rendimiento de la persona e interferir en su vida cotidiana o en la vida de la gente que la rodea. El perfeccionismo hace sufrir y se asocia a menudo con ansiedad y depresión. 

Algunas características de las personas con un estilo perfeccionista: 

  • Tendencia a ver las cosas como correctas o incorrectas, sin puntos intermedios. Ejemplo: "Si pierdo los nervios con mi hijo soy una mala madre".

  • Sentencias del tipo " debería..." o " tener que"...: son reglas arbitrarias, impuestas a voluntad del que las crea sin seguir ningún tipo de lógica o razonamiento. Si se rompen, se crean sentimientos de culpa, tristeza, incompetencia, etc. Ejemplo: " No debería sentir emociones negativas como la tristeza o los celos" (¿ Dónde está escrito que no se puedan sentir estas emociones negativas?).

  • Inflexibilidad y rigidez: cuando las normas que nos exigimos o exigimos a otros no pueden variar bajo ningún concepto. - Se asocia el " error" al " fracaso" , lo que conlleva un excesiva necesidad de control y comprobaciones continuas para asegurarse de que no hay ningún error y todo esta correctamente hecho.

  • Dificultad para delegar en otros al no confiar en el criterio de los demás considerando el propio como el único válido.

  • Comparaciones sociales inapropiadas: existe una tendencia en las personas perfeccionistas a compararse con los demás con mayor frecuencia que otras personas, y a salir perdiendo en estas comparaciones.

  • Dificultad en la toma de decisiones ante la posibilidad de equivocarse de manera irreversible.

  • Posponer y/ o evitar: al retrasar la realización de las cosas o evitarlas no se necesita afrontar la posibilidad de hacer un trabajo imperfecto.

  • Intentos de modificar la conducta de los demás.


Que se cumplan algunas de estas características no es sinónimo de " padecer de perfeccionismo".  Todos y cada uno de nosotros puede "practicar" un poco de cada una, la diferencia se encuentra en la frecuencia con la que ocurren y el grado de sufrimiento que ocasiona a nosotros mismos o a los demás. 

 

Algunas ideas para flexibilizar nuestro perfeccionismo:

  • Acepta la imposibilidad de la existencia de lo perfecto. Todo lo que podamos considerar o imaginar como perfecto es siempre susceptible de mejorarse, os invito a que hagáis la prueba.

  • Cambiar la máxima " debo hacerlo perfecto" por " hacerlo lo suficientemente bien" disminuye el nivel de exigencia con el que iniciamos una tarea y permite fijar nuestra atención en metas más realistas y, por tanto, más plausibles.

  • Se realista. Aprende a tener una visión realista de tus responsabilidades y posibilidades, asumiendo que el ser humano no puede con todo y aceptando tus debilidades pero sin olvidar tus fortalezas.

  • Date permiso a cometer errores. Date permiso a ser un ser humano. El ser humano es

  • imperfecto, gracias a lo cual hace que su vida sea un interesante camino donde aprender, sorprenderse, imaginar, crecer, explorar, jugar...todas ellas cosas que no tendrían cabida si las personas fuéramos perfectas. Date permiso a poner en práctica todos estos verbos y otros más que te harán sentir vivo.

  • Toma como positivas las críticas. No tomes las críticas como una ataque a tu persona y tu valía, sino como información que te permitirá mejorar para la próxima vez. Si recogemos las críticas como una alusión a nuestras debilidades y, por tanto, las leemos como aquello que nunca podremos ser o hacer, estamos avivando el fuego del perfeccionismo al seguirle el juego a las sentencias " debería" ( " no debería haber hecho tal, ha sido un error"), asociando el error al fracaso, categorizando el mundo en " correcto" e "incorrecto"...

  • Prioriza metas. Intentar alcanzar lo, supuestamente, perfecto mata la creatividad, la espontaneidad y la productividad. Perseguir altos estándares y fijarse sólo en la meta de la perfección como fin último , nos impide disfrutar del camino que estamos recorriendo y atender a pequeños detalles que pueden sorprendernos y hacernos disfrutar del momento. La felicidad está más en la salida y en el recorrido que en la meta.

"The journey is the reward." ( El viaje es la recompensa) Proverbio chino 

  • Aprende a pedir ayuda. Permite a los demás que puedan mostrarte también sus capacidades, su valía. Repartir responsabilidades permite enriquecerse con el conocimiento de los demás y aumentar el tiempo de dedicación a otras tareas quizás olvidadas, como las dirigidas uno mismo.

  • Y, sobretodo, convéncete de que tu valor , y el de los demás, no está en función de los resultados, sino en el sencillo e importante hecho de ser persona.

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece

Emociones evitadas, sentimientos no sentidos

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Las emociones y sentimientos son algo real que no podemos eliminar o provocar a nuestro antojo, simplemente suceden. Los sentimientos son las reacciones más importantes y trascendentes que tenemos como seres humanos, nos dan luz sobre el rumbo a tomar en cada paso de la vida, nos ayudan a darnos cuenta de nuestras necesidades y deseos; reprimirlas, negarlas, ocultarlas, racionalizarlas en exceso, nos anula y nos distancia de nosotros mismos, nos disfraza la realidad y no nos permite generar recursos de afrontamiento, y entonces, se enquistan en el cuerpo provocándonos somatizaciones y problemas de salud.

Muchas personas se han desconectado de sí mismas, de sus auténticas necesidades, motivaciones y emociones, y se han construido una vida donde "ni siento ni padezco", "siento sólo aquello que soy capaz de digerir", "siento sólo cosas supuestamente bonitas o agradables pero alejadas de mi propia realidad".

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La dificultad para gestionar las emociones y los sentimientos nos lleva al autoengaño y a largo plazo a un callejón sin salida de insatisfacción, de soledad o de enfermedad.

El sufrimiento que nos produce enfrentarnos a nosotros mismos, a nuestro dolor, a nuestra vulnerabilidad..., impide el acceso a la plenitud y a la satisfacción. En la vida no es posible sólo sentir las emociones agradables, sin las desagradables o dolorosas no tenemos acceso a todo el universo emocional y a una vida plena. Hay personas que viven en un universo irreal de felicidad, evitando todo aquello que le genere disonancias, displacer, frustración o dolor: evasión e compras sin sentidos, ocio vacío, drogas, adicción al trabajo, perfeccionismo sin sentido, asentarnos en un rol y no movernos de ese lugar, reproducción de patrones automáticos de comportamiento, dejarse llevar pro nuestra zona de confort... Entonces... dejamos de sentir y dejamos de vivir.

Muchas veces, negamos nuestro yo emocional y visceral, para mantener la autoestima en equilibrio, una autoestima basada en cierta imagen o en cierto rol, o en ciertas circunstancias que no tienen nada que ver con nosotros mismos, o para que no afloren miedos y penas muy profundos que pueden tener su origen en un niño o niña heridos, miedos o penas que creemos que no seremos capaces de superar. Podemos tener miedo a no controlar las emociones o no controlar las emociones o la conducta del otro y sentimos que evitamos un conflicto si nos callamos. 

Nada más lejos de la realidad emocional, al ir dejar fluir nuestras emociones y sentimientos, al conectarnos con nuestra vulnerabilidad y al expresar nuestros sentimientos, iremos recuperando una autoestima sólida centrada en nosotros y no en aspectos externos, iremos curando las heridas del pasado y situando las cosas en la vida de modo que nos perjudiquen lo menos posible.

Cuando expresamos las emociones, vamos cubriendo necesidades pendientes para poder satisfacerlas y cerrarlas, dejando paso a nuevas necesidades y espacio para vivir en el aquí y ahora.

Las emociones están en la base de nuestra superviviencia y en la base del acceso a todo aquello que nos provoca bienestar, sin ellas no podemos tampoco construir vínculos con las demás personas.

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"Reconocer la vulnerabilidad nos vuelve auténticos y nos acerca a los demás; nos hace más valiosos como experiencia humana con otro y nos hace libres"

¿Cómo conseguir conectarme más con mis emociones?

  1. Escuchar al cuerpo es el primer paso, en él se anidan las emociones más básicas, las necesidades más primarias, poco a poco iremos siento capaces de identificar en él las emociones que está sosteniendo.

  2. Aceptar las emociones como algo natural y positivo, incluyendo las emociones que nos dan miedo o rechazamos. Todas las emociones y sentimientos nos sirven para algo aunque racionalmente pensemos que no son adecuadas. en este proceso de aceptación cada vez seremos más capaces de sentir que la emoción es una aliada y no una enemiga.

  3. Dejar espacio para la espontaneidad y ser nosotros mismos; buscar espacios o personas con las que pueda aflorar mi yo más esencial y auténtico. Descubriremos los beneficios de no avergonzarnos de nosotros, de no pensar antes de hacer, de fluir sin necesidad de hacer o decir nada especial y eso nos dará muchas claves para seguir nuestro camino de desarrollo personal.

  4. Detectar mis puntos débiles: exceso de racionalización, exceso de actividad para no pensar, relativizar las cosas y ver sólo el color de rosa o la paja en el ojo ajeno, adición a alguna cosa o sustancia.

  5. Expresar a los demás mis emociones, necesidades, deseos..., marcando límites, pidiendo algo, expresando lo positivo, dando mi opinión sincera, expresando una crítica... La asertividad nos ayuda a ser más conscientes de nuestras emociones y necesidades y a equilibrar y gran parte de las veces a acercar las relaciones con los demás.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece