Tengo pendiente una conversación difícil. ¿Cómo prepararla? Pasos 7 y 8 (últimos pasos)

 

Planifica tu enfoque:

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Quizá, si te planteas un preparación excesiva, en cualquier momento se puede desmontar por completo tu guión, ya que cualquier imprevisto puede hacer que aquello que tenías tan minuciosamente preparado, de repente deje de servir.  Además, la persona con la que interacciones tiene la capacidad de reaccionar o cambiarte el paso, no es una pared que vaya a responder a los puntos que a nosotros nos interesan, y como a nosotros nos convenga.

Por tanto, en lugar de un exceso de detalle, lo conveniente es tener una serie de ideas claras sobre lo que queremos abordar, y una estrategia sobre la forma de abordarlo. Esto, es especialmente importante en el momento de la apertura (es decir, el arranque de la conversación). En este punto, si puede ser interesante pensar las frases con las que pretendo arrancar, y las contestaciones a las primeras reacciones.

Imaginemos una situación de conversación difícil a nivel laboral. Supongamos que hemos seleccionado para esta conversación dos puntos fundamentales: los problemas de comunicación y mi rol en el equipo de trabajo. Podríamos entonces decidir estrategias de entrada como las siguientes:

Arranque: "María, hay dos cuestiones clave que me gustaría debatir hoy en la reunión, por las que llevo tiempo buscando un espacio. Tienen que ver con la comunicación entre el equipo y los roles establecidos. He observado ciertas situaciones que se podrían mejorar y tengo propuestas que me gustaría que fuesen debatidas".

Ante una posible evasiva: "Soy consciente de la cantidad de temas que hay pendientes, no obstante considero necesario e importante encontrar un espacio para estas cuestiones".

Selecciona un lugar y un contexto adecuado para abordarla

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Elegir el momento y contexto adecuado para la conversación que queremos plantear, puede tener una repercusión notable en el desarrollo y consecuencias de esta. Los momentos adecuados están relacionados también con los estados emocionales de quienes deben participar en ella. A parte de este, otro aspecto clave para determinar el momento y lugar adecuado, consiste en la disponibilidad de tiempo suficiente para mantener un intercambio de opiniones o puntos de vista mínimos, para que tenga algún éxito.

Unidos a estas dos cuestiones, también, hemos de considerar el lugar. Si la conversación requiere un entorno mínimamente tranquilo y exento de sorpresas, o si la conversación requiere de unas condiciones de confidencialidad.

Por tanto, finalmente sabremos si cumplimos con este punto si tenemos en cuenta las siguientes preguntas:

1. ¿Me encuentro yo, o la otra persona en un estado emocional propicio para abordar la conversación o reunión difícil?

2. ¿Dispondremos del tiempo suficiente, teniendo en cuenta el problema, para llegar a que se aborden los puntos o se resuelvan mínimamente los problemas?

3. ¿Qué entorno he elegido para tener esta conversación?, ¿es el adecuado para lo que quiero transmitir o necesito solucionar?

Los estados emocionales, como hemos comentado en alguno de los puntos anteriores, pueden complicar la transmisión o recepción de la información, llevando la interpretación a través de la emoción. En el caso de un compañero de equipo, tremendamente disgustado por el desarrollo de una reunión, que nos pide tener una charla inmediata sobre esta, y algunos asuntos con los que no está de acuerdo, concluiremos que el estado emocional no es el adecuado para abordar dicha conversación difícil, y tendremos que tratar de emplazarle a otro momento, eso sí, con tacto e inteligentemente. por ejemplo:

"Javier, entiendo que esta cuestión es importante para ti, y lamento de verdad que te sientas contrariado por lo que ha ocurrido hoy en la reunión. El tema que me comentas necesitamos hablarlo con más calma y en otro contexto, ya que merece una mayor dedicación. Me gustaría que entendieras esto."

Ya tienes las claves más importantes a la hora de preparar una conversación o reunión difícil. No obstante te recuerdo los puntos y te remito a leer los post anteriores por si te perdiste alguno de los artículos:

1. Analiza tu propia historia interna sobre la conversación

2.  Define claramente cuál es tu objetivo para esa conversación

3.  Ten claro previamente lo que te gustaría que la persona hiciera de manera específica

4.  Prepárate a nivel emocional

5.  Trata de anticiparte a las posibles reacciones de la persona con la que hablarás

6.  Piensa en fundamentos sólidos en los que vas a basar tus argumentos

7. Planifica tu enfoque

8.  Selecciona un contexto y lugar adecuado para abordarla

¡Valor... y mucha suerte!

 

Tengo pendiente una conversación difícil. Segunda parte.

En nuestro anterior post para preparar conversaciones difíciles hablamos del primer paso: "Analizar nuestras propias historias respecto a la conversación".

En este segundo artículo hablaremos del segundo y tercer paso: "Definir el objetivo" y Clarificar los comportamientos concretos que deseamos de la otra persona". 

No obstante te recordamos los 8 pasos necesarios para preparar una conversación con la máxima eficacia:

1) Analiza tu propia historia interna sobre la conversación

2) Define claramente cuál es tu objetivo para esa conversación

3) Ten claro previamente lo que te gustaría que la persona hiciera de manera específica

4) Prepárate a nivel emocional

5) Trata de anticiparte a las posibles reacciones de la persona con la que hablarás

6) Piensa en fundamentos sólidos en los que vas a basar tus argumentos

7) Planifica tu enfoque

8) Selecciona un contexto y lugar adecuado para abordarla

Paso 2: Definir el objetivo

Cuando hablamos de definir nuestro objetivo, nos estamos refiriendo concretamente a clarificar qué es aquello que nos gustaría lograr mediante esta conversación. Esto es importante hacerlo, ya que en ocasiones, pese a que nuestras metas estén relacionadas con mejorar las relaciones, aclarar malos entendidos y vencer distancias, lo que acabamos realizando sin darnos cuenta son enfrentamientos como si se tratara de separar un bando de otro.

Las buenas intenciones pueden desaparecer por las cargas emocionales que tienen estas conversaciones. Y es aquí donde el objetivo es lo que debe orientar, centrar y guiar la conversación, al aportarnos una idea clara. De esta forma incluso este objetivo se puede verbalizar al comenzar la conversación como en los siguientes ejemplos:

 "Mi intención con esta conversación, es arreglar el posible malentendido que tuvimos en la reunión del jueves".

"Si en algún momento te hago sentir atacado/a indícamelo, ya que el objeto de la reunión va a ser buscar soluciones para mejorar nuestro sistema de trabajo".

"Nuestra relación es muy importante para mí, y he buscado este momento para poder aclarar las discrepancias del otro día porque me gustaría proteger mi amistad contigo".

Este objetivo también va a ser muy útil para recordarnos a nosotros mismos, en algún momento de la conversación que sintamos que estamos entrando a atacar, que nuestra meta es otra.

Paso 3: Tener claro el comportamiento que deseo que cambie la otra persona.

Respecto a este paso, es importante que sepamos que hay que tratar de ser lo más específicos posibles. Las conductas deben quedar concretadas, ya que si realizamos las peticiones de manera genérica, la otra persona será la que tenga que adivinar lo que nosotros queremos que cambie. De este manera tendríamos que sustituir mensajes más genéricos por otros más concretos como en los siguientes ejemplos:

Mensajes genéricos:

"No atiendes", "no estás implicado", "las riendas te están esperando desde hace tiempo", "a veces siento que no logro sacar punta de ti".

Mensajes concretos (responden a cada uno de los anteriores):

"Durante el último tramo de la reunión de ayer te noté un tanto distraído, y tengo la sensación de que durante la semana ha ocurrido en más ocasiones".

"He observado que tu participación ha disminuido en las últimas reuniones, lo he notado especialmente en el número de intervenciones que realizas".

"Me he dado cuenta que desde la semana pasada, en la que hablamos de comenzar a asumir las responsabilidades del equipo de ventas, no se han producido cambios en este sentido y el trabajo sigue siendo muy similar al que existía antes de tener la conversación, ¿hay algún problema o necesitas ayuda?".

"He de confesarte que en ocasiones me siento algo disgustado, ya que los últimos retos que te he lanzado sobre responsabilidad y equipo están todavía sin desarrollar y no he observado cambios. ¿Por qué está ocurriendo esto?".

Como podréis imaginar, redactar los mensajes concretos me ha llevado mucho más tiempo que los genéricos, que prácticamente me han salido de carrera. Ser específico es positivo e imprescindible para abordar bien una conversación difícil, pero no debemos creer en nuestra espontaneidad en exceso, y por tanto tenemos que darle tiempo y cierto esfuerzo para pensarlos y prepararlos previamente.

Por tanto, como tarea, y para finalizar este segundo post, te invito a que pienses muy bien en tu objetivo y que escribas varios comportamientos concretos que te gustaría que cambiaran, se aminoraran, incrementaran... en esa persona con la que te estás preparando para hablar.

Aquí tienes la tercera parte con los siguientes pasos.

¡Mucho ánimo!

 

Tengo pendiente una conversación difícil: ¿cómo prepararla?

Todos nos enfrentamos de vez en cuando a una conversación difícil. En este post y sucesivos os vamos a ofrecer algunos consejos para preparar este tipo de vconversaciones. Estos consejos, puedes aplicarlos independientemente de si se trata de una conversación laboral o personal. Algunos expertos recomiendan al menos un minuto de preparación por cada minuto de conversación. Prepararse tiene sentido cuando vamos a mantener esa conversación que nos inquieta o cuyo resultado es significativo de algún modo.

Los pasos serían los siguientes y en el este post vamos a hablar del primero:

1) Analiza tu propia historia interna sobre la conversación

2) Define claramente cuál es tu objetivo para esa conversación

3) Ten claro previamente lo que te gustaría que la persona hiciera de manera específica

4) Prepárate a nivel emocional

5) Trata de anticiparte a las posibles reacciones de la persona con la que hablarás

6) Piensa en fundamentos sólidos en los que vas a basar tus argumentos

7) Planifica tu enfoque

8) Selecciona un contexto y lugar adecuado para abordarla

Analiza tu propia historia:

Pasamos a desarrollar este primer paso. Consiste en que tomes conciencia de lo que te dices a ti mismo sobre esta historia o cuestión. Implica alguna crítica sobre nuestro modo de ver la realidad del problema, esto es, nuestra percepción subjetiva. Para que este paso sea útil, te recomiendo que busques algún lugar para escribir (ya sea por ordenador o con papel y lápiz) y te propongo que te conteste las siguientes preguntas:

  • ¿Qué es lo que me da miedo de esta conversación y en qué fundamentos lo apoyo? ¿Qué dice de mi ese temor?

  • ¿Hasta qué punto me está aportando mantenerme así y en qué me perjudica? ¿Qué dice esto de mi?

  • ¿Qué sería lo peor que me podría ocurrir si se produjera todo aquello que temo? ¿Y qué otras opciones podrían ocurrir?

  • ¿Qué consecuencias beneficiosas me aportaría a mí y a la otra persona esta conversación?

Las siguientes preguntas sirven para saber cómo vas a encarar la conversación a nivel personal, en lo referente a mi disposición y mis miedos. No obstante también existen técnicas o preguntas para analizar introspectivamente, como entendemos los hechos acaecidos y que nos llevan a esta conversación:

  • ¿De qué forma interpreto lo que ha ocurrido?, ¿de cuántas otras formas o qué perspectivas imagino que tendrán los demás al respecto de esta situación?, ¿pueden aportarme algo?...

Un ejercicio interesante que te proponemos para analizar los diferentes enfoques y ser capaz de ponernos en otras perspectivas es el juego de las sillas. El juego consiste en lo siguiente:

Vamos a buscar varios asientos en nuestro lugar de preparación, los cuales serán correspondidos a la cantidad de personas que estén implicadas en el asunto o les afecte, y por tanto, cada silla representará a una de estas personas.  El ejercicio consistirá en obligarte, cada vez que te sientes en una de las sillas, en analizar desde esa perspectiva el conflicto o las motivaciones de esa persona, así como su punto de vista sobre lo que está sucediendo.  Una vez se haya realizado, cogeremos una tercera silla, llamada la silla del observador externo. Esta se colocará alejada del resto, y una vez te sientes en ella, deberás analizar la situación que está aconteciendo como si fueses una persona totalmente externa que observa lo que ocurre desde una perspectiva ajena y totalmente neutral. ¿Cómo lo ve este espectador?.

Una vez hemos completado el juego, volveremos de nuevo a nuestro cuaderno, donde hemos anotado las respuestas a las preguntas anteriores y nos haremos las siguientes preguntas finales con respecto a la persona con la que tendremos que hablar:

  • ¿Qué visión tengo yo mismo de esta persona?, ¿en qué lo fundamento?

  • ¿Hay personas que la ven de una manera diferente a mi?, ¿es posible que se me pase algún aspecto?

  • ¿Podría explicarse lo que ocurre desde la otra persona de una manera tan honesta o sensata como la mía?

Si has logrado realizar todos los pasos, seguramente hayas sacado algunos aspectos en claro que quizá en un principio desconocías y pasabas por alto.

En posteriores post analizaremos otros elementos relacionados con las conversaciones difíciles.

¡Ánimo con esa preparación!

¿Sabes empatizar?

Podríamos hablar de la empatía en varios términos, por ejemplo como una capacidad, una habilidad, una característica innata de alguna persona, una herramienta de comunicación o una técnica para conseguir algún objetivo. Sin embargo todas ellas comparten un denominador común: el efecto que genera en la persona que lo recibe.

La definición más conocida y simple de la empatía es la siguiente: “la capacidad de ponerse en el lugar del otro”. Pero… ¿qué es eso de ponerse en el lugar? Erróneamente las personas que leen esta definición podrían concluir que para empatizar con alguien tendrían que ser capaces de sentir exactamente lo mismo que esa persona está sintiendo en ese momento. Esto por supuesto es un error.

La empatía o capacidad de empatizar se ha estudiado también utilizando como contraste los trastornos del espectro autista.  En estos casos las personas que lo padecen, en mayor o menor medida muestran grandes dificultades para tener en cuenta lo que piensa o siente el otro. Una de las teorías que se han estudiado para comprender esta incapacidad son las teorías referentes a las “neuronas en espejo”. De una forma muy simple (sin ánimo de profundizar en el asunto) se concluiría que estas personas tendrían dificultades para ponerse en el lugar del otro debido a la ausencia o alteración en este sustrato. Dando esto por cierto, estas neuronas en espejo serían las responsables de que saltásemos de alegría cuando un amigo nos comunica con gran entusiasmo que le han ascendido en el trabajo, o las que nos pueden hacer llorar cuando vemos una película triste.

Como veis hemos empezado a hablar de emociones y ya no tanto de estar en el lugar de nadie. Hablamos de CAPTAR Y RECOGER LA EMOCIÓN.

La verdadera clave de la habilidad de empatizar está en ser capaz de CAPTAR y RECOGER esa emoción para después TRANSMITIR al otro que lo hemos hecho. En este caso, captar significaría “darnos cuenta”, recoger significaría “colocarla en nosotros mismos” y transmitir estaría relacionado con “ser reflejo de ella ante el otro”. Y para ello la auténtica y verdadera clave está en una sola cosa: LA EMOCIÓN.

En las formaciones de inteligencia emocional al igual que en muchas otras, siempre me gusta dar un papel importantísimo a la capacidad de empatizar, ya que en sí supone la capacidad de centrarse en la emoción del otro en lugar de vislumbrar el problema. Y hay una metáfora que me gusta mucho contar para explicarla.

“Tendríamos que pensar o imaginar que tenemos un jardín pequeño y delicado, con bonsáis y pequeñas macetas entre otros elementos. Disponemos de una manguera para poder regar todas estas plantas pero el agua sale con un chorro de gran presión. ¿Cómo regaríamos nuestras plantas?... y todo el mundo contesta… pues echando el agua a un cubo o una regadera… Pues precisamente esa acción de meter ese chorro de gran presión… recogerlo… colocarlo… para luego regar… es la capacidad de empatía. El gran chorro de agua es la emoción y nosotros somos ese recipiente que guardará el agua para luego regar con delicadeza (el jardín sería el problema o la cuestión de la que emana esa emoción)”.

En el primer párrafo habíamos indicado que el denominador común de la empatía era el efecto que generaba en el otro. Y esto es realmente lo único importante cuando hablamos estrictamente de habilidad empática,  lograr generar la sensación en el otro de que somos capaces de recogerle antes de empezar a dar consejos para solucionar sus problemas.

Si tuviésemos que resumir el proceso en tres pasos serían los siguientes:

1) Visualizar la emoción

En primer lugar tenemos que olvidar el problema o cuestión que conlleva la situación y visualizar la emoción. Una persona puede venir a contarnos algo en un tono neutro o sin emoción… en este caso no tiene ningún sentido empatizar, pero en otras ocasiones las palabras o acciones pueden estar mediadas por esa emoción. Las claves para detectar esta emoción las podemos detectar en el lenguaje no verbal o paraverbal. Imaginemos que un amigo viene a hablar con nosotros y nos saluda con desgana, su tono de voz es bajo y monocorde con respecto a lo que estamos acostumbrados en él, se muestra cabizbajo y algo encogido, habla muy despacio y tarda en reaccionar a lo que le decimos... ¿sospecháis alguna emoción? Efectivamente, esta persona parece triste.

2) Recoger la emoción

El siguiente paso está en recoger esa emoción. Ya nos hemos dado cuenta de que viene triste y decaído y por tanto nosotros vamos a adoptar nuestra postura y gesto a él. Nuestro rostro, actitud corporal, tono de voz,  velocidad… van a adaptarse como si fuésemos un espejo, hasta que la emoción vaya estabilizándose. En este paso no vamos a dar consejos ni a interrumpir, solo escuchar con atención lo que cuenta y a su emoción.

3) Reflejar y sincronizar la emoción

Por último, en el transcurso de la conversación le mostraremos el reflejo de ese espejo a través de expresiones empáticas como “entiendo…”, “lo lamento mucho…”, “entiendo que estés triste”,“noto que esto te es doloroso”…

¡¡MUCHO ÁNIMO Y A PRACTICAR!!

 

Realidad... ¿virtual?

Vivimos en una sociedad bombardeada por las nuevas tecnologías, las redes sociales y otros medios que hace 20 años sólo se creían posibles en la mente de Steven Spielberg.

Todo avanza muy deprisa, tanto, que los dilemas morales se plantean a la par que emergen más nuevas tecnologías.

Computadores que piensan por sí solos, coches que conducen de manera automática, aplicaciones para hacer deporte, para conocer gente… ¡¡aplicaciones para todo!!

Hemos visto películas como Matrix, Los Juegos del Hambre, Divergente, La Isla, Yo Robot, Her… que nos muestran un posible futuro desesperanzado, frío y desolador… y nos preguntamos ¿está realmente tan lejos de convertirse en realidad?

Nos advierten constantemente sobre el peligro de las nuevas tecnologías, mientras nos avasallan con anuncios sobre los modelos más novedosos de teléfonos, tablets… y nos venden que no adquirirlos es quedarse atrás…

Vivimos en una realidad, que a veces se nos antoja como virtual, ¿Cuánto de verdad hay en las redes? ¿Acaso no mostramos sólo lo que queremos que los demás vean?

ACEPTANDO LA REALIDAD…

Bien, sé que todo esto puede abrumarnos en muchas ocasiones, pero debemos aceptar la siguiente premisa: la vida es cambio. Constante, rápido, y a veces sí, abrumador, pero cambio al fin.

Es importante para nuestro bienestar aceptar que la realidad en la que vivimos ya no es la que era. Aceptar no quiere decir conformarse, no hacer nada para cambiarla, o abrazar todo lo que venga.

ASPECTOS POSITIVOS

Podemos para empezar, ser conscientes de que las nuevas tecnologías nos han traído cosas positivas.

Por una parte, tenemos más acceso que antes a la información, disponemos de más medios, de más fuentes… lo que hace más complicado que los medios nos manipulen.

Disponemos de una ayuda extra para tareas que nos resultan difíciles: aplicaciones que nos ayudan a llevar una dieta sana, vender las cosas que ya no utilizamos, a administrar nuestras tareas y nuestro tiempo…

Por otra parte, es un medio para conocer a gente nueva, de diferentes lugares y culturas.

Y por supuesto, es un medio que nos permite comunicarnos con nuestros seres queridos con mayor facilidad que antes. Es un medio que nos acerca a los demás, si sabemos usarlo correctamente.

No debemos confundir la vida REAL con la VIRTUAL, por supuesto, pero síencontrar este equilibrio para quelas nuevas tecnologías pueden convertirse en nuestras aliadas.

VIVIR ESTANDO PRESENTES…

Fundamental para encontrar este equilibrio del que os hablamos, es estar presentes, vivir el momento y ser conscientes de él.

Estar con nuestra atención y nuestros sentidos puestos en el momento actual: si nos toca trabajar, estar concentrados, si nos toca cenar con nuestras familias, estar en esa cena y si nos toca estar de vacaciones, disfrutar del entorno, de la compañía, de la tranquilidad....  No estar pensando en a quién le tenéis que enviar un correo de trabajo en vuestra cena familiar, o en el trabajo no estar pensando a qué agencia de viajes tenéis que llamar para iros de vacaciones y en las vacaciones no estar pensando en las fotos que os tenéis que hacer para mostrarles a vuestros amigos y compañeros las buenas vacaciones que habéis pasado… porque de esta manera os veréis atrapados en un círculo vicioso que nunca acaba, y en el que te acabas perdiendo todo lo que crees vivir.

El momento presente es el más importante, porque es sobre el único que tenemos cierto control, y como está en nuestras manos, tambiénestá en nuestras manos disfrutar de él.

Recordar esto la próxima vez que os descubráis a vosotros mismos con el teléfono en la mano, sin hacer nada realmente, no estando presentes en lo que tenéis delante, e intentad sumergiros en lo que ese momento os aporta.

Romina Collado

Psicóloga y formadora

Grupo Crece

La feminidad y la masculinidad en el sigol XXI

El sábado 4 de febrero organizamos en Grupo Crece un debate sobre la feminidad y la masculinidad en el siglo XXI. Sobre la base de unos planteamientos iniciales se desarrolló un debate en el que se trataron una serie de puntos muy interesantes que queremos compartir.

Comenzamos definiendo qué significaban los términos “sexo”, “género” e “identidad con el género”.  Aclaramos que con sexo nos referimos a los atributos biológicos, a los caracteres sexuales primarios con las que nace una persona. El género por su parte es una construcción social, siendo aquellas características que cada sociedad atribuye a cada uno de los sexos. De esta manera, son sexistas aquellas sociedades que atribuyen comportamientos, actitudes y aptitudes diferentes a los hombres y a las mujeres. La identidad con el género es la vivencia que cada persona tiene de su género, la idea que tiene la persona sobre las características y comportamientos que la describen, teniendo en cuenta lo que la sociedad en la que vive establece como deseable y apropiado para las mujeres y los hombres.

A colación del concepto de género, se planteó la siguiente cuestión ¿Somos libres para elegir lo que somos? ¿Somos lo que somos por decisión nuestra?  ¿O somos el resultado de un cúmulo de expectativas? De alguna manera, las expectativas siempre van a estar presentes desde el nacimiento, ya sea desde el género, desde la cultura en la que nazcamos, el estatus y la cultura familiar. Entonces, ¿cómo podemos romper con los caminos que nos son marcados?

Las vías de mejora que se plantearon fueron las siguientes:

  1. Respeto: educar y crecer en el respeto por las decisiones propias y ajenas, generará una mayor libertad en la elección, siendo así una elección sana y consciente, y no desde la sumisión o la rebeldía.
  2. Equilibrio: La búsqueda de nuestro propio equilibrio y el equilibrio en la sociedad.
  3. Valorar el cambio: Ser conscientes de que nuestra identidad es un constructo en continua evolución y permitirnos hacer los cambios que necesitemos en los diferentes momentos del ciclo vital. La libertad comienza en nosotros mismos, en concedernos la libertad de evolucionar.
  4. Salir de nuestra zona de confort. El cambio supone un esfuerzo y enfrentarnos a los miedos o incomodidades que plantea salir de lo que ya conocemos. Entender que la zona de confort en cuanto el género es actualmente un lugar poco confortable, en el que hombres y mujeres nos sentimos constreñidos por unos atributos que en muchas ocasiones no nos representan, es el primer paso para romper con el inmovilismo.

Necesitamos dejar de dejarnos llevar y asumir la responsabilidad que implica hacernos cargo de la construcción de nuestra propia identidad, y de las elecciones y rechazos que eso conlleva. Dejar de valorar lo bueno que tiene el modelo en el que estamos enmarcados en la actualidad, y valorar el progreso como algo positivo y necesario, sin dejar que el miedo y la pereza nos paralicen y fagociten en una realidad que nos daña de múltiples maneras, unas más sutiles que otras.

Nos despedimos con la reflexión de la gran responsabilidad que tenemos como sociedad que se está comenzando a movilizar, a rebelar y a plantear realidades diferentes en las que el género no sea un hándicap. Valoramos esta realidad como el inicio de un proceso en el que esperamos cada vez seamos más implicados.

 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Estrategias de persuasión ante las elecciones

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Aunque la oratoria de los políticos siempre requiere de estrategias de persuasión para convencer y ganarse al electorado, es ante las elecciones donde más proliferan ciertas "técnicas de seducción" , pues es en la recta final donde existen más indecisos a los que es necesario fascinar y llevar a terreno propio.

Algunas de estas estrategias de persuasión son las siguientes:

Seducir con las palabras

Usando palabras GRANDES que deslumbran a los pueblos ( " Libertad", "Democracia", "Justicia"); 

Palabras LARGAS para elevar los conceptos, puesto que parece que a mayor cantidad de letras, mayor conocimiento ( hablando de " complementar" en vez de " completar", " finalidad" en vez de " fin", " sobredimensionamiento" en vez de " exceso"); 

METÁFORAS MENTIROSAS o eufemismos ( " regulación de empleo" para hablar de " despidos", " apoyo financiero" en vez de " rescate");

Uso TERMINOLOGÍA ESPECIALIZADA de otras áreas (economía derecho, etc.) que pretenden dotar de mayor credibilidad al discurso (" derechos devengables", " pérdida de cuotas de mercado").

Usar las emociones

Movilizar los afectos tiene como objetivo condicionar al auditorio para que éste acepte el mensaje sin discusión. Cuando las palabras recogen nuestras emociones es más sencillo estar de acuerdo con lo que nos proponen. Apelar al sufrimiento de unos, a la tristeza y malestar frente a las injusticias, etc. Pero sobretodo invocando el miedo y la ira:

Introducir cierta dosis de TEMOR: miedo a que las cosas empeoren y se pierda lo que se tiene o ha logrado, o que se amenace el sistema de creencias y valores predominante. Estas dosis deben ser pequeñas. Si el miedo es desproporcionado puede causar paralización para la acción.

Aprovechar la IRA, hartazgo, enojo, frustración y resentimiento acumulado de la gente ante los errores, abusos, corruptelas e insuficiencias que por muchos años han realizado o perpetuado los gobernantes.

Ofrecer recompensas y prometer resultados

con palabras grandes y elevadas) bien sean materiales o beneficios sociales y espirituales (un futuro mejor, igualdad ciudadana, etc.

 

Persistir y repetir los objetivos y propuestas 

Para que se graben firmemente como el " leimotiv" del programa, como los temas fundamentales que lo caracterizan y que lo diferencian de otros. De esta forma serán recordados fácilmente por el votante.

 

Crear urgencia

Hacer creer a la otra persona que debe actuar de inmediato pues podría perder los beneficios prometidos, siendo perjudicial para su bienestar y el de las generaciones futuras. (" El cambio es ahora o nunca").

 

Ser moderado

La gente no se siente cómoda en el conflicto y aparecer como alguien moderado da sensación de flexibilidad, apertura y seguridad.

 

A todas estas estrategias es fundamental añadirle una comunicación no verbal


Movimiento corporal, tono de voz, etc. que sea enérgica y que acentúe la seguridad y confianza del orador en su ideario político, en su saber hacer y en que es la mejor opción de liderazgo para el país. 

 

Tus palabras cuentan tu historia: cuida lo que dices para ser más feliz

No somos conscientes del inmenso poder que tienen las palabras: de una simple sucesión de letras podemos transformar la mirada hacia uno mismo y el relato de nuestra vida. 

El verdadero espacio de una palabra se halla en lo que construye dentro de nosotros

Una palabra, una cualquiera, ocupa físicamente un espacio, en un papel, en el aire, entre dos personas... Sin embargo, el verdadero espacio de una palabra se halla en lo que construye dentro de nosotros. Y es que a través del significado particular que les otorgamos, somos capaces de erigir nuestra identidad.

La forma en que nos contamos las cosas repercute directamente en la sensación de gestión que podemos tener sobre dichas cosas.  

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Por ejemplo, tener un pasado "horroroso", o calificar las dificultades cotidianas como tal (“me pasó algo horroroso”), tiñe todo de tal oscuridad y pesimismo que nos hace muy difícil encontrar una solución. En cambio, si hablamos de ese pasado como "un momento en el que me han ocurrido cosas muy dolorosas y donde he sufrido mucho", la sensación que nos genera internamente es más liviana, pues además de los momentos difíciles, permitimos inconscientemente la entrada a otros más amables, que son ignorados al calificar nuestra vida únicamente como "horrorosa".

Describir las complicaciones de nuestra vida con calificativos tan pesados, o hacer uso de un lenguaje categórico ("siempre","nunca", "todo","nada") pone sobre nuestros hombros una gran losa de significados, ante los que sólo nos queda someternos.

No podemos liberarnos fácilmente si "siempre hemos sido un desastre", si "nada de lo que hemos hecho ha salido bien", si "todas las personas me han hecho daño" o si "nunca me han querido".

El discurso de una persona que utiliza tales adverbios y adjetivos para sí mismo, los demás y el mundo en general, no puede llevar a otra cosa más que a sentimientos de impotencia y angustia.

¿Qué podemos hacer?

La única forma de interpretar la realidad lo más fielmente posible, es cuestionarse lo que tan válido y seguro creemos: ¿realmente SIEMPRE soy desastre? ¿NUNCA he hecho nada bien? ¿NADIE me ha querido? Y qué descanso sentimos cuando las respuestas nos abren otro mundo de posibilidades, un mundo donde “algunas veces he hecho cosas que han tenido buenos resultados”, “hubo varias chicas que me quisieron y me trataron bien” o “en varias ocasiones obtuve éxitos, como por ejemplo...”.

Somos expertos en golpear nuestra autoestima utilizando nuestra lengua como herramienta de castigo, como un látigo feroz que erosiona nuestra valía.

Solemos tener una palabra, o varias, de significado "pesado", con la que denominamos todo nuestro ser o saber, con la que nos maltratamos, o nos han maltratado, durante nuestra vida. La palabra con la que manchamos nuestros actos y pensamientos, con la que nos presentamos frente a nosotros mismos y al mundo sin darnos tregua ni descanso. Es la palabra sobre la que hemos construido parte de nuestra identidad.

En terapia suelen oírse muchas: soy un “desastre”, "ridículo/a", "despreciable", "tonto/a", "inútil", "débil". Utilizamos estos términos, que nuestra vocecita crítica se encarga de recordarnos, como un filtro para interpretar lo que ocurre dentro y fuera de nosotros. Sin darnos cuenta, vamos creando nuestro mundo de forma poco realista y extremista:

-O seré un desastre si algo no me sale bien o un fuera de serie si sale perfecto;

- Seré tonto si no supe dar una respuesta brillante o el más inteligente si lo supe hacer;

- Me tacharé de débil si no pude con todos los problemas o enérgico y viril si esta vez lo conseguí.

Son palabras del pasado que han dejado de tener sentido. Son injustas, además, pues si una cosa tienen el mundo es que está lleno de matices.

De nuevo es necesario cuestionarse.

Cuestionar esa palabra que tanto daño nos hace y buscar las “otras palabras”, otras que también nos definen y nos hacen tratarnos con más cariño.

Palabras con las que nos tratamos bien y que son igual de realistas. Empezar a valorarse requiere reconocer esas cosas que no nos gustan de nosotros (“sí, soy un poco desastre a veces”) y reconocer las que nos gustan (“también soy una persona que sé escuchar, responsable con mi trabajo y además, cariñosa”). No podemos ser perfectos, aunque detrás de ese tratarse mal verbalmente se encuentre ese deseo...

Buscar las palabras que expresan lo que sentimos de forma genuina y realista, nos abre la puerta a construir un relato sano de nosotros mismos

No solamente las palabras construyen nuestra identidad a través de la calificación. En la medida en que hallemos con palabras lo que sentimos, podremos expresarnos ante los demás y ante nosotros mismos, construir nuestra historia de forma más realista, narrar las partes ocultas de nuestra vida (las que no se quieren ver o simplemente ni se nos ocurre que existan) y hacer un relato comprensible y sólido de nosotros mismos. Todo esto nos proporcionará una base segura sobre la que apoyar y levantar nuestro yo.

" La palabra que decimos       viene de lejos,                     y no tiene definición,            tiene argumento.                   Cuando dices " nunca",          cuando dices " bueno",           estás contando tu historia       sin saberlo"                         Luis Rosales.

 

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece