Cómo hablar de sexo con niños menores de 10 años

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Muchos padres se preguntan cómo pueden dar a sus hijos una buena educación sexual cuando ellos no la han recibido. Abordar este tema con los niños puede resultar complicado y es necesario encontrar el camino y la manera de poder hacerlo de forma natural. La educación sexual no es únicamente dar información sobre los órganos sexuales, la reproducción o los anticonceptivos, sino que es hablar también de comunicación, de afectividad, de responsabilidad y de placer. 

A los niños y niñas se les puede explicar que la sexualidad es una de las formas que tenemos las personas para comunicarnos, darnos cariño y placer, y divertirnos juntas. Como padres y como madres tenemos que saber, que sexos hay dos, hombre y mujer, pero hay muchas maneras de construirse como hombre y como mujer. Para hacer educación sexual de calidad desde el papel de la familia no hay que ser sexólogos o sexólogas. Nos pasa que no somos expertos en nutrición, seguridad vial, economía, sin embargo sabemos que no es algo que sea ajeno y podemos aportar nuestra experiencia y conocimiento. 

¿En qué nos equivocamos los padres y madres a la hora de hablar de sexualidad con los hijos e hijas?

El principal error que pueden cometer los padres y madres es interpretar con ojos de adulto las manifestaciones infantiles de la sexualidad.

La sexualidad infantil está poco diferenciada y poco organizada con relación a la de la persona adulta. No hay unas sensaciones estrictamente eróticas como en la persona adulta. Ni es una sexualidad centrada en lo genital y en la procreación, por supuesto. Como es lógico, si no parecen claros los deseos, mucho menos la posible orientación de éstos. 

Otro error es hablarles de forma ambigua, esquiva y poco clara. Es importante que nuestro lenguaje sea más directo y concreto para que ellos no perciban que evitamos el tema como si fuese algo prohibido o perjudicial.

Lenguaje no verbal poco adecuado: explicarles cualquier cosa sobre sexualidad desde gestos y expresión corporal confusa, con matices ansiosos, inseguros y/o que denote que nos escandalizamos.

Es bueno partir admitiendo que las principales causas del miedo y la resistencia a hablar de sexo con los hijos e hijas son los temores personales. El padre y la madre se encuentran en una situación en la que perciben la propia desinformación, dudan incluso sobre qué es en realidad la educación sexual y para qué sirve, se enfrentan a ideas erróneas e incluso falsas, y a la influencia de los medios de comunicación, que conduce muchas veces a tener una imagen distorsionada de la relación paterno filial. Por eso es tan importante conocerse previamente uno mismo y, si es necesario, realizar un ejercicio de autoformación.

 

 ¿Cómo hablar con ellos?

Hay que escuchar con mucha atención e interés todas las preguntas que sobre sexualidad nos hagan los niños/as y responderlas sobre la marcha con palabras sencillas, pero, sobre todo,  intentando decirles lo que realmente sabemos, lo que nos parece que más se acerca a la verdad.

En relación a este tipo de preguntas, hay que tener en cuenta estos criterios:

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1.   Explicarles de forma sencilla, en palabras que puedan entender, con vocabulario popular (si no expresa sexismo, es agresivo o malsonante) en la familia con los más pequeños. Poco a poco iremos introduciendo otro vocabulario más técnico, lo que sepamos, con interés y sinceridad.  El vocabulario popular y técnico pueden coexistir y favorecer el realismo de las respuestas. No hay que ocultarles información ni adulterarla. La actitud de “decirle la verdad” es lo más importante.

2.   Tomarse muy en serio las preguntas, aunque podamos darles después una visión alegre y positiva a las respuestas sobre la sexualidad.  Por ejemplo:

Hablar positivamente del hecho de ser niño o niña, de forma que se queden satisfechos con su identidad. No comparar a los niños y las niñas atribuyendo ventajas a uno u otra, sino dar una visión positiva de las dos identidades.

Indicar que los padres tienen hijos porque se quieren y lo desean, que están encantados con el embarazo y que el parto, aunque cuesta, es una gran alegría.

Dar una visión positiva de los cambios puberales incluida la menstruación, diciéndoles que se demuestra que su desarrollo ha ido bien, les hace mayores, etc.

Decirles que las conductas sexuales (besos en la boca, por ejemplo) las hacen los adultos porque les gusta, la desean, se lo pasan bien y se expresan cariño.

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3.     Podemos usar algunos libros con dibujos o algunos cuentos para explicarles estas cosas. También, si estamos de forma natural desnudos delante de los hijos e hijas, podemos usar nuestro propio cuerpo para enseñarles las diferencias entre hombres y mujeres.

4.      Dejarles claro que los chicos y las chicas pueden ser lo que quieran y que no debe haber desigualdades entre los hombres y las mujeres. Debemos ser flexibles e igualitarios en nuestra vida real.

5.   Responderles a sus preguntas con naturalidad, al menos intentarlo aunque nos resulte muy difícil y volvamos hablar del tema más tarde. Las preguntas son muy diversas, muchas de ellas bien difíciles de explicar  para los padres y madres e incluso para los profesionales. Pero lo importante es intentar decirles lo que sabemos, incluso se les puede decir que no lo sabemos bien.

6.      No buscar respuestas enrevesadas o respuestas complejas. Es normal que no lo entiendan del todo, y se les puede también decir: “ya lo entenderás cuando seas mayor, son cosas buenas que hacemos los mayores cuando nos queremos, nos gusta, etc.”.

7.   Puede responderse delante de menores de diferente edad, porque no hay que dosificar la información, sino adaptar la respuesta al que pregunta. Los demás que están presentes podrán hacer nuevas preguntas si lo desean.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga

Grupo Crece

 

 

La sexualidd infantil. Tips para orientar a madres y padres.

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El sexo es, sin duda, uno de los temas de conversación que más preocupa abordar a padres y madres. 


Puede que nuestra educación, en la que lo sexual no tenía mucho espacio, o la sociedad en la que hemos crecido, en la que la sexualidad ha estado cargada de mensajes ambivalentes, nos ponga la bola en la garganta cuando el sexo aparece a formar el triángulo con padres/madres e hijos/hijas. 

Entonces, ¿cómo debemos enfocar la sexualidad de nuestros hijos e hijas?

La primera cuestión que tiene que guiar el abordaje sobre el mundo del sexo con nuestros hijos e hijas es que la sexualidad en la infancia no se rige por los mismos planteamientos y esquemas que caracterizan la sexualidad adulta. No podemos, por lo tanto, evaluar, juzgar ni entender la sexualidad infantil desde nuestra mirada adulta.

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Debemos contextualizar el sexo en el momento concreto del desarrollo en el que se encuentren los niños y las niñas, incluyendo la sexualidad como un apartado propio del desarrollo, con sus fases e hitos, que deberán ser alcanzados para un correcto desarrollo.


Los adultos tenemos ciertas resistencias para asumir la sexualidad infantil, pero no podemos olvidar que la base de la sexualidad adulta, igual que la de otras tantas conductas, va a estar en la infancia. Los mensajes que recibamos y las emociones que rodeen la sexualidad van a marcar la manera de entenderla y vivenciarla en el futuro.

Por eso debemos de cuidar de manera especial nuestra comunicación en torno a la sexualidad con nuestros hijos e hijas, tanto la verbal como la no verbal. 

Para afrontar la comunicación, primero debemos entender las características de la sexualidad infantil, que nos permitan acercarnos desde una mirada adaptada y no desde nuestra perspectiva adulta:

  • Lo genital no tiene importancia en esta etapa.

Que la sexualidad es mucho más amplia y concierne a más aspectos de lo genital es algo que conocemos. En la infancia, la sexualidad tiene relación con el descubrimiento de sensaciones que resultan placenteras, provenientes de estímulos que activan los diferentes sentidos.

  • La sexualidad se relaciona con el hedonismo infantil.

Si hay algo que caracteriza a los niños es su tendencia a la búsqueda del placer (de cualquier tipo). En la infancia no se han adquirido aún ciertos aspectos sociales que regulan muchas de estas conductas hedónicas.  Es por ello que a los niños les cuesta mucho entender que tienen que renunciar en ocasiones al placer. En esta búsqueda del placer, los niños se encuentran con el sexo que,  para ellos, no es más que otro placer que descubrir y buscar (además, es de los pocos placeres que dependen de ellos mismos).

  • Los juegos sexuales de este periodo se basan en la enorme curiosidad y la tendencia a imitar que le son propias.

Los niños y las niñas están sometidos a una gran cantidad de información relacionada con sexualidad (parejas que se besan, la relación entre sus padres, palabras relacionadas con la sexualidad…) que captan y buscan comprender e integrar dentro de sus capacidades. Para ello, utilizan los recursos que están a su alcance, entre los que se encuentras la imitación y el juego simbólico. 

  • Las preferencias sexuales no están determinadas.

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Los niños y las niñas exploran y aprenden en función de sus necesidades evolutivas del momento, eso no quiere decir que las necesidades y las preferencias sexuales estén determinadas o sean estáticas.

La sexualidad es uno de los aspectos de nuestra especie que nos va a acompañar durante nuestra vida. Para ello, se va transformando en función del momento de nuestro ciclo vital, adaptándose a nuestras capacidades, nuestro ambiente y  nuestras motivaciones. Entender la sexualidad de nuestros hijos e hijas, sus manifestaciones y sus funciones, nos hará acercarnos a ella desde la calma y la seguridad, evitando trasmitirles ansiedad y culpa relacionadas a la sexualidad.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga, coach y experta en educación y familia

Grupo Crece

 

Mi hijo/a tiene miedos, ¿Cómo puedo ayudarle?

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Es normal que el niño o la niña, a lo largo de su desarrollo, tenga algún tipo de miedo pasajero. La actitud de las personas que le rodean es importante para evitar que se agrave el temor y desemboque en un miedo mayor como la fobia.

Por ejemplo, muchas veces, para evitar que el niño o la niña se exponga a un riesgo, los padres y madres lo cogen en brazos (por ejemplo, cuando se cruzan con un gato) lo que le lleva al pequeño o pequeña a concluir que realmente existe un peligro.

En otros casos, los padres y madres se muestran molestos/as e incluso se enfadan con su hijo/a por sus miedos a cosas inofensivas: “Eres muy miedoso/a, ¿no ves que no hace nada?”. Con esto lo único que se consigue es que el niño o la niña muestre mayores reacciones de temor.

Lo recomendable es mantener siempre un diálogo de confianza para que pueda expresar sus miedos y ayudarle a darse cuenta que son sólo miedos infundados: “¿Que te da miedo, el gato? Sólo saca las uñas y bufa si está enfadado, y ahora no las ves, a si que puedes acercarte sin temor….mira, es suave…”

A veces, se utiliza el miedo como método educativo. Algunos padres o madres creen que la única forma de conseguir que el niño o la niña obedezca es atemorizándole:  “Te voy a llevar al médico si no comes… si no te duermes no vas a crecer y te quedarás pequeño… si no te tomas el jarabe tendrán que pincharte…”. Este tipo de amenazas se emplean con el fin de lograr ciertos comportamientos del niño o la niña y aunque funcionen a corto plazo, a la larga su eficacia es cuanto menos dudosa. Lo que se consigue es un niño o niña miedoso/a que cree que el médico es malo o que no va a crecer nunca. De esta forma, el miedo que presente no será infundado y resultará difícil que se desprenda de él.

Algunas de las pautas que pueden seguir los padres y madres para ayudar a su hijo o hija a superar sus miedos son:

No ridicudizarlo.

No burlarse de sus miedos y mucho menos delante de otras personas. La emoción del miedo es real y es necesario respetarla y validarla.

Entender su miedo y ponerse en su lugar.

La empatía es en estos momentos la mejor de las estrategias para calmar su miedo: “Entiedocómo te sientes, yo de pequeño/a también tenía miedo… es normal, se pasará, yo estoy aquí para ayudarte a superarlo….”.

Demostrarle con la propia actitud que realmente no pasa nada.

Si el niño o niña ve que los padres y madres tienen miedo por ejemplo a tocar un perro, es probable que él también sienta lo mismo y, seguramente,  esa emoción le dure mucho tiempo.

Tener paciencia.

No tener prisa porque supere sus miedos. Cada niño o niña necesita un tiempo para poder enfrentarse a las situaciones que le provocan temor.

No presionar

No obligarle a que se enfrente a los estímulos que le provocan miedo de forma directa porque muchas veces conseguiremos el efecto contrario: que tenga más miedo. Hay que exponerle de forma gradual, haciendo una jerarquía de situaciones de menor a mayor miedo. Por ejemplo, con el miedo a los perros, empezamos primero mirando fotos de perros, vídeos, a continuación verlos de lejos por la calle, primero los más pequeños, luego los más grandes, después más cerca…. Así sucesivamente hasta que logre acariciar uno de manera tranquila y con confianza.

No mentir sobre sus miedos.

Ser siempre honestos con ellos y con sus temores.

Susana Paniagua

Psícologa familiar, educativa e infanto-juvenil

Grupo Crece

 

¿Sabes empatizar?

Podríamos hablar de la empatía en varios términos, por ejemplo como una capacidad, una habilidad, una característica innata de alguna persona, una herramienta de comunicación o una técnica para conseguir algún objetivo. Sin embargo todas ellas comparten un denominador común: el efecto que genera en la persona que lo recibe.

La definición más conocida y simple de la empatía es la siguiente: “la capacidad de ponerse en el lugar del otro”. Pero… ¿qué es eso de ponerse en el lugar? Erróneamente las personas que leen esta definición podrían concluir que para empatizar con alguien tendrían que ser capaces de sentir exactamente lo mismo que esa persona está sintiendo en ese momento. Esto por supuesto es un error.

La empatía o capacidad de empatizar se ha estudiado también utilizando como contraste los trastornos del espectro autista.  En estos casos las personas que lo padecen, en mayor o menor medida muestran grandes dificultades para tener en cuenta lo que piensa o siente el otro. Una de las teorías que se han estudiado para comprender esta incapacidad son las teorías referentes a las “neuronas en espejo”. De una forma muy simple (sin ánimo de profundizar en el asunto) se concluiría que estas personas tendrían dificultades para ponerse en el lugar del otro debido a la ausencia o alteración en este sustrato. Dando esto por cierto, estas neuronas en espejo serían las responsables de que saltásemos de alegría cuando un amigo nos comunica con gran entusiasmo que le han ascendido en el trabajo, o las que nos pueden hacer llorar cuando vemos una película triste.

Como veis hemos empezado a hablar de emociones y ya no tanto de estar en el lugar de nadie. Hablamos de CAPTAR Y RECOGER LA EMOCIÓN.

La verdadera clave de la habilidad de empatizar está en ser capaz de CAPTAR y RECOGER esa emoción para después TRANSMITIR al otro que lo hemos hecho. En este caso, captar significaría “darnos cuenta”, recoger significaría “colocarla en nosotros mismos” y transmitir estaría relacionado con “ser reflejo de ella ante el otro”. Y para ello la auténtica y verdadera clave está en una sola cosa: LA EMOCIÓN.

En las formaciones de inteligencia emocional al igual que en muchas otras, siempre me gusta dar un papel importantísimo a la capacidad de empatizar, ya que en sí supone la capacidad de centrarse en la emoción del otro en lugar de vislumbrar el problema. Y hay una metáfora que me gusta mucho contar para explicarla.

“Tendríamos que pensar o imaginar que tenemos un jardín pequeño y delicado, con bonsáis y pequeñas macetas entre otros elementos. Disponemos de una manguera para poder regar todas estas plantas pero el agua sale con un chorro de gran presión. ¿Cómo regaríamos nuestras plantas?... y todo el mundo contesta… pues echando el agua a un cubo o una regadera… Pues precisamente esa acción de meter ese chorro de gran presión… recogerlo… colocarlo… para luego regar… es la capacidad de empatía. El gran chorro de agua es la emoción y nosotros somos ese recipiente que guardará el agua para luego regar con delicadeza (el jardín sería el problema o la cuestión de la que emana esa emoción)”.

En el primer párrafo habíamos indicado que el denominador común de la empatía era el efecto que generaba en el otro. Y esto es realmente lo único importante cuando hablamos estrictamente de habilidad empática,  lograr generar la sensación en el otro de que somos capaces de recogerle antes de empezar a dar consejos para solucionar sus problemas.

Si tuviésemos que resumir el proceso en tres pasos serían los siguientes:

1) Visualizar la emoción

En primer lugar tenemos que olvidar el problema o cuestión que conlleva la situación y visualizar la emoción. Una persona puede venir a contarnos algo en un tono neutro o sin emoción… en este caso no tiene ningún sentido empatizar, pero en otras ocasiones las palabras o acciones pueden estar mediadas por esa emoción. Las claves para detectar esta emoción las podemos detectar en el lenguaje no verbal o paraverbal. Imaginemos que un amigo viene a hablar con nosotros y nos saluda con desgana, su tono de voz es bajo y monocorde con respecto a lo que estamos acostumbrados en él, se muestra cabizbajo y algo encogido, habla muy despacio y tarda en reaccionar a lo que le decimos... ¿sospecháis alguna emoción? Efectivamente, esta persona parece triste.

2) Recoger la emoción

El siguiente paso está en recoger esa emoción. Ya nos hemos dado cuenta de que viene triste y decaído y por tanto nosotros vamos a adoptar nuestra postura y gesto a él. Nuestro rostro, actitud corporal, tono de voz,  velocidad… van a adaptarse como si fuésemos un espejo, hasta que la emoción vaya estabilizándose. En este paso no vamos a dar consejos ni a interrumpir, solo escuchar con atención lo que cuenta y a su emoción.

3) Reflejar y sincronizar la emoción

Por último, en el transcurso de la conversación le mostraremos el reflejo de ese espejo a través de expresiones empáticas como “entiendo…”, “lo lamento mucho…”, “entiendo que estés triste”,“noto que esto te es doloroso”…

¡¡MUCHO ÁNIMO Y A PRACTICAR!!

 

¿Tengo un problema o un adolescente?

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A los padres y madres que acudís a consulta con vuestro hijo adolescente:

En primer lugar, enhorabuena, con este gesto estáis transmitiendo a vuestros hijos que, por muy mayores que sean, todavía y siempre estaréis ahí para cuidarles, apoyarles y dotarles de todos los recursos para su bienestar.

Sin duda, la adolescencia es un momento de crisis. ¿Quién no recuerda con cierta angustia esa época en la que cada día te levantabas con una emoción invadiéndote y con un planteamiento diferente sobre la vida? Aunque sea una etapa dura, se trata de una crisis necesaria y adaptativa. Es la manera en la que los adolescentes encuentran su lugar en un mundo en el que la infancia, a veces, se quiere acortar, llenando a los niños de responsabilidades desde que son pequeños y en la que la edad adulta se atrasa a veces por encima de los 30 años.

Si vemos esta realidad, ¿No es lógico que los adolescentes se revelen? ¿No es comprensible que estén enfadados con un mundo que hasta ahora estaba idealizado y se torna real de un día para otro?

Cuando nos planteamos como padres acudir a terapia con nuestros hijos adolescentes, es importantísimo distinguir entre dos formas de adolescencias: las adolescencias estándar y las adolescencias problemáticas. Y, sobre todo, es preciso intentar como padres no instalarnos en la queja, ya que desde ahí, no podremos construir un lugar de encuentro.

¿Qué comportamientos definen una adolescencia estándar, pero pueden confundirnos y preocuparnos como padres? Pues aunque a veces os incomode y os sintáis desbordados, podéis estar tranquilos si vuestro hijo…

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Es egoísta.

Su naturaleza de adolescentes les enfoca a ellos mismos, sus emociones les invaden con una intensidad que no han sentido nunca, lo que les consume una gran cantidad de recursos, haciéndoles complicada la ya difícil tarea de empatizar. Ante esta realidad, tenemos dos opciones: perseguirles diciendo que son unos egoístas, que no les reconocemos con esa actitud, o dedicar un mayor espacio a visibilizar las emociones de la familia, atendiendo especialmente a las suyas, dando ejemplo de empatía.

No os cuenta las cosas.

Un día llegan a casa abatidos y al siguiente parece que les ha tocado la lotería, pero cuando les preguntáis qué les pasa os dicen “nada, no sé”. Esta respuesta levantará todas las alarmas maternales y paternales, la desconfianza se cernirá sobre vosotros y en vuestras cabezas aparecerán las opciones más extremas. Sin embargo, muchas veces esta respuesta es la más sincera que os puedan dar, ya que ni ellos mismos entienden el por quéde sus comportamientos o de sus estados de ánimo, o, en otras ocasiones, no saben cómo explicarlos, ya que cosas que antes no les afectaban, ahora les inundan.

No tiene la energía que tenía antes.

El cuerpo de un adolescente es como un guiso en ebullición: constante actividad, constante desgaste. Tener menos energía, algún dolor de cabeza o mucha hambre, responde al aumento de la activación interna por los procesos hormonales que se desarrollan en su cuerpo.

Solo le motiva lo que tiene que ver con la tecnología y las redes sociales.

La adolescencia es la época del despertar social, del darse cuenta de la influencia social que tenemos como individuos, y ese descubrimiento es enormemente ilusionante. La mayoría de los casos, esa motivación está muy lejos de las temidas adicciones a las redes sociales. Para ellos la tecnología es su manera de relacionarse con el mundo, pero también de leer, de descubrir, de estudiar... No debemos dar por hecho que cada vez que cogen la tableta es para hablar con los amigos (aunque si fuera así, tampoco nos resultaría muy complicado entenderles; ¿o es que nosotros no aprovechamos cualquier momento para consultar nuestro whatsapp?).

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La crisis adolescente se convierte en muchas ocasiones en una crisis familiar, en la que los padres y madres también desempolvamos al adolescente que hay en nosotros, entrando en dinámicas que no están a la altura de nuestro papel.

Es importante entender la adolescencia como un momento de crisis en el que la diferenciación de los chicos y chicas de la familia, empezando a tomar sus decisiones y encaminarse hacia sus propias metas, desempeña un papel fundamental. Para favorecer una sana diferenciación, es necesario que como padres y madres nos mantengamos  en nuestro rol adulto a pesar de los envites, pudiendo acompañar a nuestros hijos e hijas en este centrifugado en el que están inmersos,  pero sin contagiarnos con su confusión, sus miedos y su inestabilidad.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga familiar y educativa

Grupo Crece

La agresividad en los menores: claves para prevnirla

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La agresividad es un estado emocional que conlleva sentimientos de ira y odio y deseos de dañar a otra persona, animal u objeto. La agresión es cualquier forma de conducta que pretende herir física o psicológicamente a alguien. Esto se traduce en empujones, golpes, arañazos, pellizcos, patadas, insultos, burlas, amenazas, etc.

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La frustración es la situación en la que se halla el/ niño/a cuando encuentra un obstáculo que no le permite alcanzar un deseo o una meta. Esta frustración no tiene por qué generar agresividad, a menos que el/la niño/a experimente una importante emoción negativa al no poder conseguir lo que desea.

Las situaciones que con más frecuencia provocan comportamientos agresivos en el/la niño/a  suelen deberse a problemas de relación con otros/as niños/as, que a su vez le agreden o no le permiten satisfacer sus deseos, y con adultos que le aplican consecuencias, no le dan lo que él/ella quiere o le exigen que cumpla una serie de normas.

¿Cómo prevenir estos comportamientos agresivos?

  1. Es fundamental normalizar y restar importancia a las situaciones de irritación, evitar exagerarlas como medio de corrección: si el niño o la niñagrita y su padre o madre le grita a él o ella,  entran en una dinámica que no sirve para evitar el comportamiento del niño/a y sí para aumentar el ambiente de crispación en casa.
  2. Respetar el punto de vista de nuestros/as hijos e hijas y empatizar con la emoción sin imponer violentamente el nuestro. Escucharles y escuchar las razones que nos dan. Bajo ningún concepto es justificable la imposición de criterios por la fuerza.
  3. La agresión física o verbal sólo tiene consecuencias negativas. No se debe justificar ni utilizar. La agresividad de los niños y niñas es muchas veces un reflejo de la que reciben o visualizan, hay que olvidarse pues de los castigos físicos y las actitudes agresivas.En medio de una discusión es recomendable parar y contar hasta 10. Si un padre o madre ve que se va a iniciar una pelea con su hijo o hija podrá salir de la habitación y después, cuando los ánimos lo permitan, volver a plantear el tema y buscar una solución.En ocasiones parece que el niño o la niña tiene una actitud retadora y está provocando que surja una situación conflictiva. En estos casos no hay que entrar al trapo, sino retirarse de la situación, cambiar de actividad o salir a dar una vuelta.  Si el niño o la niña se muestra agresivo/a, no se debe caer en la tentación de actuar igual que él o ella; lo más probable es que se provoque una escalada de mutua agresividad difícil de parar, que irá aumentando en intensidad. Lo más apropiado en este caso es mantener la calma, conseguir contagiarles con la misma y no al contrario. Los padres y madres deben estar pendientes de los contenidos a los que acceden sus hijos e hijas a través de la televisión, internet o videojuegos. Es importante controlar que los/las más pequeños/as no vean escenas de agresividad física o verbal. Si aparecen, conviene estar con ellos/ellas, explicarles que no son escenas reales y darles alternativas de solución para que no piensen que lo que ven es válido.
  4. Hay que convencer al niño o la niña que él o ella es capaz de controlar el enfado antes de transformarse en ira: contándole a algún amigo o amiga lo que le pasa; contando hasta 10 antes de insultar, gritar o pegar;  recibir o dar un abrazo;  discernir con él  o ella si lo que le pasa es un problema pequeño, mediano o muy grande y darle alternativas para cada uno de ellos; golpear una almohada; hacer un dibujo de su ira; dar determinadas vueltas corriendo tan rápido como pueda;  pensar en cosas buenas y practicar ejercicios de relajación (por ejemplo, aprender mindfunless).

Susana Paniagua Diaz

Psicóloga familiar e infanto-juvenil

Grupo Crece

 

¿Por qué es tan importante el hábito de estudio?

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Un buen hábito de estudio genera mayores posibilidades de eficacia y rendimiento y permite asimilar más conocimientos con menor esfuerzo y menos tiempo. El estudio ayuda a los niños y niñas en su desarrollo cognitivo, en la solución de problemas, en el autocontrol, en la disciplina, en la constancia y en la consecución de objetivos y metas a corto y a largo plazo. Además cuando aprenden a ser más eficaces a la hora de asimilar nuevos aprendizajes, se sienten más confiados/as  en sus capacidades.

Los padres y madres deben facilitar el desarrollo de hábitos de estudio adecuados en sus hijos e hijas proporcionando para ello ciertas condiciones ambientales y educativas.

¿Por qué es importante el hábito de estudio?

- La adquisición de este hábito le ayudará a hacer del estudio una actividad diaria e ineludible.

- Asimismo, se sentirán más seguros/as en relación con los estudios y confiados/as en sus capacidades para superar las diferentes pruebas escolares.

- El estudio es fundamental para el aprendizaje de los niños y niñas puesto que les dota de los conocimientos necesarios para enfrentarse en el día a día y a su futuro laboral.

- También les ayuda a desarrollar sus capacidades lingüísticas y cognitivas tales como la atención y la memoria. Es igualmente importante para la maduración personal, social e intelectual.

- El hábito de estudio aumenta las posibilidades de conseguir un alto rendimiento escolar.

- Implica constancia y perseverancia, factores fundamentales para el éxito laboral y personal.

- Los  niños y niñas con buenos hábitos de estudio serán más capaces de adaptarse y desarrollar con éxito las labores que desempeñarán en sus puestos de trabajo.

Tenemos que ayudar a los niños y niñas a desarrollar su motivación hacia los estudios. Han de comprender que aunque las ventajas a corto plazo son escasas para ellos ya que sólo encuentran inconvenientes (el aburrimiento que les provoca hacer los deberes, el número de horas que podrían dedicar a jugar, etc.), es importante explicarles que estudiar tiene más beneficios que no hacerlo, lo fundamental es que encuentren su motivación hacia los estudios:

- “Todo el mundo lo hace y yo no voy a ser menos”

- “Porque me gustaría trabajar de…”

-“Porque me siento útil”

-“Para sacar buenas notas”

-“Para ser más listo…”

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El hábito de estudio es una rutina y como tal debe llevarse a cabo siempre en el  mismo lugar, a la misma hora y de la misma manera porque eso le ayudará a desarrollar posteriormente otro tipo de hábitos. Se establece a fuerza de repetirlo, no es necesario que los niños y niñas tengan deberes, lo ideal es que desde pequeños/as se habitúen a estar concentrados/as en una tarea durante un rato. De esta manera, podrá conseguir más concentración durante periodos largos de tiempo cuando sea más mayor, algo imprescindible para los estudios más avanzados (universitarios, másters, oposiciones, módulos, etc.).

Susana Paniagua

Psicóloga

Grupo Crece

Como practicar mindfulness con nuestros hijos e hijas

El Mindfulness consiste en prestar atención en el presente sin juzgar. Aprender cómo se deben aplicar las habilidades de mindfulness puede aliviar los desafíos que suponen la paternidad-maternidad y así poder conectar con los hijos en esos días frenéticos donde tenemos mil ocupaciones y responsabilidades o cuando las distracciones nos puedan hacer cometer errores o despistes.

Los niños/as son especialistas en vivir en el momento presente, son unos expertos/as innatos/as en esto del mindfulness, el problema es que van perdiendo esa capacidad según van creciendo. Además, los niños/as también tienen sus puntos débiles, a veces no saben vivir plenamente bien sus propias emociones, sobre todo las negativas como el enfado, la ansiedad o el miedo. También, a veces, se desconcentran y no están atentos/as a lo que le dice el/la profesor/a o a las indicaciones de sus padres. Y todo esto se une con las nuevas tecnologías, que están provocando que muchos niños y niñas estén desarrollando tempranamente una desconecxión consigo mismos: Youtube, los videojuegos, los chats, las redes sociales…son ejemplos de elementos, que mal llevados, pueden romper la atención del presente en niños/as y adultos, perdiendo además la capacidad de concentración y de profundidad en lo que hacemos (bajadas de rendimiento, ansiedad o problemas de atención).

Pero ¿cómo les hacemos conscientes de los beneficios de esta práctica? Sabemos que si no lo practican con hábito, con el tiempo, caerán poco a poco en el estrés adulto de vivir en las preocupaciones del pasado o los miedos del futuro.

 

Cómo practicar mindfulness en familia


Para llevar a cabo estas técnicas no se necesita mucho tiempo, bastarán con unos pocos minutos al día. Un aspecto importante, es cuidar el lugar donde realizar los juegos o actividades: es necesario disponer de un ambiente tranquilo y relajado y preferiblemente realizar las actividades en el mismo lugar y a la misma hora. 

Lo más fácil es acordar entre todos un horario y comprometerse a cumplirlo, para empezar, dos o tres días a la semana una duración de 10 minutos sería suficiente.

Veamos 10 técnicas muy útiles para practicar mindfulness con nuestros hijos e hijas, estas ténicas se pueden llevar a cabo con niños desde 3 años hasta 10 años:

 

1.- LA POSTURA DE "Mente atenta": 

Una de las primeras prácticas por las que se puede empezar es por la postura de meditación, enseñándoles a fijar su atención en la respiración. Es la que comúnmente llamamos “postura del indio o postura de la rana”. Esta será de la que partirán el resto de actividades y juegos. Se pueden usar canciones o meditaciones guiadas para recordar las claves de la postura. 

 

2. La respiración de la ABEJA 

(30 segundos)

 

Este ejercicio es muy adecuado para calmarse y centrar la atención en la respiración. Debemos taparnos las orejas con el pulgar y apoyar el resto de la mano sobre la cabeza. A continuación, cerramos los ojos e imitamos el sonido de la abeja… Zzzzzz

 

3. El juego de silencio (30 a 60 segundos según la edad)

Es un juego muy sencillo para iniciarse en técnicas de concentración. Los niños/as más pequeños de 2 y 3 años lo realizan sin dificultad. Nos sentamos en el suelo y les preguntamos si son capaces de estar en silencio como las montañas o las flores. Les pedimos que cierren los ojos y se mantengan tranquilos/as y atentos/as hasta que se termine el tiempo. Para estos ejercicios es necesario tener un medidor de tiempo que los/as niños/as puedan comprender (reloj con alarma, reloj de arena...).

 

4. Observar como detectives privados (30 a 60 segundos según la edad)

Este juego, al igual que el anterior, trata de desarrollar la concentración a través de la quietud y el silencio.  Pero en esta ocasión en vez de permanecer con los ojos cerrados, observaremos como detectives atendiendo a los detalles más pequeños e insignificantes  de algún objeto en movimiento como:

  • Una lámpara que cambia de colores

  • Un reloj de arena o de agua

  • Una vela (al terminar el tiempo pueden soplar y apagarla)

  • Botellla de la calma (agua con purpurina, gomitas de colores…)

5. Cantar mantras

Los mantras emplean los mismos canales subliminales que la música y los anuncios publicitarios, aunque con fines más saludables. Se utilizan como una herramienta para liberar la mente de pensamientos ayudando a focalizar la atención y proporcionando un estado de calma. No es necesario conocer el significado del mantra para que su sonido ejerza sus efectos sobre nosotros.

Entre otros beneficios, los mantras favorecen la concentración, ya que la mente está ocupada en repetir el texto del mantra una y otra vez. Además, los mantras siempre esconden mensajes positivos que se almacenan en nuestro subconsciente. Repite todos los días "me siento feliz, me siento bien" y algo dentro de ti estará dispuesto a cambiar la tristeza por la alegría.

 

6. El sonido en silencio

En este ejercicio trataremos de escuchar el sonido de un instrumento hasta que deje de sonar. Mientras, deben intentar estar atentos y en silencio. Cuando ya no escuchen ninguna vibración y sientan el silencio total, levantarán la mano.

Para esta actividad debemos utilizar instrumentos con una gran vibración como un cuenco tibetano, un armonizador o una campana.

 

7. Círculo de la atención


En este juego les presentamos distintos materiales que debemos ir pasándonos unos a otros con mucho cuidado y atención. Podemos empezar por un objeto e ir añadiendo más objetos a la vez para trabajar una mayor concentración. Podemos usar por ejemplo: Una campana que no debe sonar, pequeños vasos de agua muy llenos, papel de seda o de charol, papel de lija, telas de distinta textura, etc…

 

8. El juego de observarnos mutuamente
 

Este juego además de desarrollar la atención, nos sirve como herramienta para fomentar la empatía y crear vínculos afectivos.

Nos sentamos por parejas uno frente al otro, vamos cambiando de pareja cada vez. Durante un tiempo tenemos que mirarnos a los ojos sin perder el contacto. Ese será nuestro foco de atención.

 

9. Qué es lo que falta…

En este juego se desarrolla la observación y la memoria mientras se trabaja la atención. Les presentamos 10 objetos cotidianos y les damos unos 10 segundospara mirarlos todos. Les pedimos que se tapen los ojos y les quitamos uno o dos objetos. Ahora tendrán que adivinar cuál es el que falta.

 

10. Qué es lo que suena…

Este ejercicio es igual que el anterior pero en vez de trabajar con la vista, desarrollamos el sentido del oído. Presentamos varios instrumentos u objetos que suenen. Les pedimos que cierren los ojos y que identifiquen el sonido. ¿Qué objeto ha sonado? Una variante de este juego es pedirles que, con los ojos cerrados, señalen de dónde viene el sonido.

 

Cómo identificar y potenciar los talentos de nuestros hijos e hijas

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Los talentos de tu hijo/a son únicos y naturales, pero en muchos casos permanecen ocultos a la espera de ser descubiertos. Como madre o padre tenemos el poder de reconocer las habilidades de nuestros hijos e hijas, además de potenciarlos y motivar su desarrollo desde temprana edad.

No siempre es fácil saber para qué somos buenos, algunas personas pueden llegar a la edad adulta sin haber descubierto cuál es su talento especial, por eso es aconsejable que ayudemos a nuestros hijos e hijas a descubrir sus aptitudes. Poder crecer con una especialidad desarrollada, garantiza el disfrute, las experiencias de éxito y realizacióndesde edades tempranas; esto refuerza su autoestima y ofrece mayores posibilidades de éxito personal y profesional.

Igualmente, desarrollar nuestros talentos durante la infancia permite formar una disciplina y comenzar una tarea apasionante. Este proceso también es ideal para educarlos como personas responsables y capaces de establecer metas para el futuro.

Aunque es posible que los bebés nos sorprendan por sus capacidades,  no siempre podemos hablar de algún talento en particular. Son muchas las cosas que se le pueden enseñar a un recién nacido o a un bebé hasta los dos años, pero no siempre es recomendable basarnos en esta etapa para buscar sus habilidades.

Sabemos que ese talento natural, puede aflorar con mayor claridad durante la etapa de educación infantil. En esta etapa, no solo comienzan a verse sus intereses, sino también las destrezas que demuestran, por lo tanto, es óptima para observarlos y motivarlos.

Yo siempre aconsejo que seamos objetivos en esta observación. Es normal que tengamos interés porque nuestro hijo o hija siga nuestros pasos, quizá queramos que elija alguna actividad en particular, pero son ellos y ellas, quienes demostrarán para qué son buenos/as y qué les hace felices Recordemos también que a esa edad le podemos provocar un estrés mayor si le invitamos a realizar una actividad para la cual no está hecho/a, ni le gusta. Sobre todo en casos donde los familiares deciden comenzar a motivarlos practicando distintas cosas para distinguir en cuál es mejor, no debemos saturar a los pequeños/as.

Tener un talento no implica que no sepamos hacer nada más, por eso podemos hablar de que quizá tu hijo/a tenga varios talentos. Algunos  son buenos/as para los deportes, pueden practicar casi cualquier disciplina con mucha destreza, o quizá algún deporte en particular.

 

No obstante, un/a niño/a que tiene talento para los deportes también puede tenerlo para las matemáticas, el canto o puede ser un/a gran orador/a. Por ello, es primordial que la motivación principal sea la pasión por alguna de las actividades que realiza.

Desde muy pequeño/a, tu hijo o hija pueden demostrar interés por ciertas cosas. Al principio quizá sea un interés generalizado, pero algunas señas nos permitirán realmente distinguir sus talentos:

Os muestro algunas pautas a modo de resumen:

1. Evitar presionarlos y manifestar nuestro orgullo sin importar su elección: por ejemplo, insistirle en que haga gimnasia cuando lo que más parece que le gusta es el baile.

2. Observar si es algo que puede hacer con mucha facilidad y con poca práctica: por ejemplo, bailar con gran habilidad y buena técnica.

3. Observar que es algo que disfruta y parece apasionarle más de la cuenta: por ejemplo, ver que dedica el tiempo libre a bailar en cualquier sitio y con mucha pasión.

4. Con todo lo anterior,  quizá estemos hablando de uno de esos talentos innatos que debemos estimular para que se conviertan en algo que pueda desarrollar y potenciar ese talento. Por, ejemplo, reforzarle y motivarle para el baile y facilitar el camino para que pueda formarse en este arte (apuntarle a una academia).

5. Respetar su ritmo de aprendizaje y no presionarle para que “sea el o la mejor”. Evitar presiones y desgaste excesivo: en nuestro ejemplo del baile, no apuntarle excesivas horas semanales y tener en cuenta que ellos o ellas también tienen una obligación que es el colegio y sus consiguientes deberes y tareas.

6. Evitar comparaciones con otros niños o niñas: que ellos o ellas sepanque son únicos e irrepetibles en ese u otros talentos.

Susana Paniagua

Psicóloga infanto-juvenil y educativa

Grupo Crece