Cómo ayudar a nuestros hijos/as cuando sus amigos/as no son una buena influencia

A muchos padres y madres les preocupa que los amigos/as de sus hijos/as ejerzan demasiada influencia en sus vidas y que su propia influencia vaya disminuyendo, pero se preocupan todavía más si los amigos/as de sus hijos/as los animan a participar en actividades peligrosas o dañinas.

La influencia de los amigos/as se siente mucho más en la adolescencia: mismos gustos en la música, la ropa, los peinados, así como en las actividades en las que participan. Sin embargo, los amigos/as  no reemplazan a los padres. Vosotros seguís siendo quien más influís en la vida de vuestros/as hijos/as, los adolescentes tienden a buscar a los padres más que a sus amigos cuando se trata de qué planes hacer después de secundaria, qué carrera elegir y hacia dónde dirigir su futuro.

Aquí os damos algunos consejos para guiaros mientras ayudáis a vuestro/a hijo/a a formar buenas amistades:

Reconocer que la presión entre los amigos puede ser buena o mala. 

La mayoría de los niños/as se sienten atraídos por los amigos/as con quienes tienen muchas cosas en común. Si vuestro/a hijo/a escoge amigos/as desinteresados en el colegio o que sacan malas notas, quizás esté menos dispuesto/a a estudiar o a hacer su tarea. Si escoge amigos/as que disfrutan del aprendizaje y sacan buenas notas, su motivación por destacarse académicamente será más fuerte.

Conocer a los amigos de vuestro hijo/a. Una buena manera para descubrir cómo son es invitarlos a casa.

Ayudar a crear un ambiente cómodo y ofrecerles una merienda y que jueguen en su cuarto. Cuando los amigos/as vienen a visitar a vuestro/a hijo/a, podéis permitirle fijar las reglas de conducta y al mismo tiempo tener la oportunidad de entender mejor de qué hablan y cuáles son sus preocupaciones.

Conocer a los padres de los amigos de vuestro/a hijo/a. 

No es necesario que seáis amigos íntimos, pero sí ayuda saber si las actitudes y preferencias como padres son compatibles con las vuestras. Por ejemplo, si conocéis a los padres de los amigos/as será más fácil descubrir lo que necesitáis saber: a dónde van, con quienes van, a qué horas comienzan y terminan una u otra actividad, si habrá un adulto presente, etc.

Darle tiempo libre a vuestro/a hijo/a en un lugar seguro para pasar el rato con los amigos/as. 

Las actividades son importantes, pero demasiadas clases extraescolares puede resultar agotador. Vuestro/a hijo/a puede desarrollar nuevas destrezas sociales y compartir ideas con sus amigos/as si le permitís tiempo libre para pasar el rato con sus amigos/as en un lugar seguro y supervisado por adultos. Por ejemplo,  vuestro/a hijo/a puede aprender que los/las buenos/as amigos/as saben escuchar cuidadosamente, que se prestan para ayudar y se muestran seguros/as de sí mismos/as, que demuestran su entusiasmo, que tienen un buen sentido del humor y respetan a otras personas. Al pasar el rato con los/as amigos/as, quizás vuestro/a hijo/a pueda superar ciertos comportamientos que incomodan a otras personas(porque es demasiado serio/a o apático/a, demasiado criticón/a o “mandón o mandona”, etc.).

Hablar con vuestro/a hijo/a sobre los/las amigos/as, sobre la amistad y sobre cómo elegir buenas opciones.

Es muy importante que habléiscon él o ella sobre cómo resistir la presión por desobedecer las reglas o comprometer las normas que el grupo le ha inculcado, sobre cómo ser un buen amigo y cómo las amistades se fortalecen o disminuyen. Podéis también hablar sobre la importancia de tomar buenas decisiones cuando se anda entre amigos/as, necesitan examinar quiénes son cuando están con ese/a amigo/a.

Enseñarles cómo salir de situaciones difíciles y hablarles de cómo enfrentarlas.

Preguntarles qué harían si un/a amigo/a llegara a la clase con algo prohibido (por ejemplo, un juguete o un móvil), o qué haría si un/a amigo/a le sugiriera que se salieran del cole para comprar chuches.Idealmente,  podrán decir "no" a una situación peligrosa o prohibida, pero si todavía no han aprendido esta destreza y no quieren hacer lo que los amigos quieren que hagan, es adecuado decirles que su madre o su padre dicenque no, que eso no se puede hacer. A veces esto les quita algo de presión.

Supervisar las amistades para ayudarles a evadir comportamientos arriesgados o poco apropiados. 

Los niños/as necesitan supervisión,  Manteneros alerta sobre quiénes son los/as amigos/as de vuestro/a hijo y qué hacen cuando se juntan. Algunos/asniños/as se revelan si se les prohíbe pasar el rato con ciertos amigos/as. Es más adecuado aclararle las razones por las cuales creemos que no son una buena influencia con ejemplos claros y concretos.

Dar un buen ejemplo como amigo o amiga. 

El ejemplo que vosotros/as ofrezcáis tiene un mayor impacto que cualquier sermón que podáis  darles. Los niños que ven a sus padres tratarse con respeto y amabilidad entre sí y hacia sus amigos/as definitivamente tienen una gran ventaja. Preparar una fiesta para vuestros/as propios amigos/aso escuchar con empatía cuando un/a amigo/a se siente triste puede ser un mensaje muy poderoso paravuestro/a hijo/a.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga educativa e infanto-juvenil

Grupo Crece

Pensamientos que nos hacen daño VII: "Atendiendo selectivamente con el filtro mental"

La distorsión que trataremos de conocer en profundidad en nuestro post de hoy es la atención selectiva, o también conocida como abstracción selectiva. Consiste básicamente en nuestra capacidad de atender de una manera más focalizada a una serie de estímulos desechando otros.

Mediante este mecanismo, podemos atender erróneamente a estímulos o detalles de una situación y valorarlos como más importantes, categorizando la experiencia en función de estos detalles. Por ejemplo, imaginemos que acudimos a una fiesta y que en este acontecimiento pasamos buenos ratos, charlamos, conocemos gente, nos reímos... pero en un momento determinado, sin querer, arrojamos una bebida a alguien por encima y la manchamos. Cuando al día siguiente nos pregunten: "¿qué tal la fiesta?", contestaríamos algo así como: "un desastre, derramé la bebida a un desconocido, así que fatal". Esto es un claro ejemplo de abstracción selectiva, ya que estamos atendiendo o focalizando únicamente en el detalle negativo para conceptualizar el suceso, obviando todos los demás que también estuvieron presentes y pueden tener su importancia.

Es importante señalar, que lo que en primer lugar parece una distorsión, a veces puede ser adaptativo, como cuando escuchamos el sonido del llanto de nuestro bebé que llora por encima de otros sonidos y nos permite anticiparnos y darle la ayuda necesaria. Otro ejemplo adaptativo podría residir en nuestra capacidad para dormir y descansar en ciertas ocasiones, desatendiendo por completo otros estímulos como pueden ser luces o ruidos como la TV o a unos vecinos ruidosos. La atención selectiva también nos puede llevar a ahorrar una gran cantidad de recursos atencionales, tiempo y esfuerzo, al lograr atender a la información más relevante, y esto lo hacemos también cuando leemos noticias (seleccionando los textos más llamativos o que consideramos más importantes como los titulares), buscando ideas para escribir un artículo (escogiendo aquello que se asemeja a lo que queremos escribir o que se acerque a nuestra idea de artículo), atendemos a una persona a la que tenemos que ayudar (como por ejemplo un terapeuta, capaz de separar la paja del contenido relevante, o de centrarse en la comunicación no verbal de la persona a la que atiende, o en sus emociones) o tomando una decisión rápida y momentánea (como dar un frenazo en nuestro vehículo cuando hay peligro de atropellar a un peatón).

Siendo esto cierto, en muchas otras ocasiones, la atención selectiva nos hace percibir de manera exagerada aquello que nos afecta y por lo tanto hace que distorsionemos nuestra realidad y gestionemos peor las situaciones (como en el ejemplo anterior de la fiesta).

Y, ¿quien suele ser la responsable de estas atenciones?. Si, lo habéis acertado... ¡las emociones!.

Imaginémonos una serie de ejemplos mediatizados por estas emociones:

a) Ansiedad

A una persona con mucha ansiedad (o con algún problema de ansiedad), esta emoción probablemente le está queriendo decir, de una manera desproporcionada que gran parte de las situaciones del día a día son peligrosas. o potencialmente peligrosas para ella misma o para algo importante para ella.

¿Cómo actuaría la atención selectiva?. Esta distorsión, alimentada por la emoción (en este caso la ansiedad) va a llevar a la persona a especializarse en detectar posibles situaciones, objetos o estímulos peligrosos, y por tanto la atención estará completamente focalizada a ellos. ¿Se os ocurre algún ejemplo?, ¡aquí va uno!. Imaginemos que esta persona es un alumno que se presenta por tercera vez a un examen práctico del permiso de conducción. La ansiedad se entiende, ya que corre el peligro de volver a suspender, con las consecuencias que pueden conllevar a nivel emocional, económico etc. Probablemente, tanto antes, como después del examen (teniendo en cuenta que no sabrá el resultado hasta poco después) esta ansiedad se mantenga como "avisador" de circunstancias peligrosas. Antes del examen estará preparando el cuerpo para la acción, y el filtro atencional estará constantemente centrado en pensamientos referentes a suspender, a observar el tráfico de la ciudad, a buscar a la profesora, a centrarse excesivamente en sus reacciones fisiológicas internas... durante el examen probablemente esté con los nervios de punta atendiendo a posibles peligros, semáforos, coches que se cruzan, personas que pasan, cara del examinador... y cuando el examen acabe y todavía no sepa si ha aprobado, probablemente su mente navegará todavía condicionada por esta atención selectiva, por los posibles fallos que ha cometido, interpretará cada cara, actitud, o voz del examinador o de la profesora para buscar indicios de posible suspenso (para así prepararse con tiempo). De esta manera afecta nuestro filtro mental, nuestra atención o abstracción selectiva, que, alimentada en este caso por la ansiedad, está llevando al joven alumno a atender de manera totalmente centrada, a los eventos potencialmente peligrosos. Esto a veces puede ser adaptativo, pero en su justa medida. Nuestro alumno probablemente no habrá caído en las maniobras buenas, los momentos de tranquilidad, algún gesto de aprobación de la profesora, o su magnífico estacionamiento final... ya que al final este alumno afortunadamente aprobó el examen (aunque lo vivió durante todo el tiempo como un suspenso).

b) Tristeza

Pero al igual que en la ansiedad, otras emociones también pueden actuar como motor del filtro mental, atención o abstracción selectiva.  Pongamos ahora un ejemplo de tristeza. Una persona en un estado anímico bajo, que esté decaída por diversos motivos, va a activar estos filtros mentales atendiendo o focalizando partes negativas de la realidad, que serán coherentes con su estado emocional. Así, una simple mirada de una persona, una manera de responder poco expresiva por parte de una amiga o un leve gesto, que podría ser interpretado de mil maneras, puede llevarnos, a través de esta emoción a atender profundamente a estos estímulos y por tanto a interpretar erróneamente: "pasa de mi", "le caigo mal", "nadie me sonríe"... y quizá no se tenga en cuenta que esas mismas actitudes se han tenido con todas las personas, que hay muchas más razones para entenderlas, que las que solo me indica la tristeza.

Al igual que con estas dos emociones, los filtros mentales también se alimentan de enfado (atendiendo con más profundidad los detalles que me enfadan u ofenden) miedo (de peligro como en la ansiedad), alegría (tendiendo a fijarnos solo en lo bueno o positivo)...

Las pautas para manejar esta distorsión no distan demasiado de las que hemos marcado para las anteriores. Siempre es fundamental la detección, el darse cuenta, en este caso, de si realmente estamos poniendo en valor todos los aspectos, o si de lo contrario nos estamos centrando en exceso en un detalle o cuestión para categorizar la realidad. Otro aspecto claves está en la regulación emocional, si de alguna forma hay alguna emoción predominante, que esté pudiendo condicionar la forma en la que seleccionamos o atendemos la información. Y para terminar entraríamos en la confrontación, con nosotros mismos, en los que nos preguntaríamos: "¿estoy teniendo en cuenta todos los detalles o me he centrado demasiado en los negativos?". y "¿existen otras interpretaciones posibles?".

Por tanto, y para concluir, cerraríamos este penúltimo post de pensamientos que nos hacen daño con varias preguntas para vuestra reflexión: ¿cómo afectan mis emociones a mis filtros?... ¿soy consciente de cuando me ocurre?... ¿lo sé reajustar una vez gestiono la emoción?. Os propongo un registro muy sencillo:

Vínculos tóxicos y vínculos sanos. Claves para distinguirlos

¿Os acordáis de aquel lugar de vacaciones donde ibais de pequeños? ¿Y de aquella profesora que tanto os ayudó en el colegio? Si cerráis los ojos y os imagináis vuestro primer viaje de juventud, ¿sentís sensaciones que correspondían a ese momento?

Nuestra historia está plagada de personas, actividades y lugares a los que, de una manera u otra, nos hemos vinculado afectiva y emocionalmente. Vincularse significa conectarse, relacionarse con alguien o con algo desde los diferentes planos de nuestro ser.

Todos establecemos innumerables vínculos en nuestra vida y cada uno de ellos es diferente y tiene unos efectos distintos sobre nosotros.

Podríamos diferenciar en nuestra historia entre vínculos sanos, que son aquellos que nos aportan bienestar y claridad, y vínculos tóxicos, aquellos otros que nos dañan psicológicamente, nos producen sentimientos negativos y nos producen confusión.

Pero ¿cómo podemos saber si nuestros vínculos son o han sido sanos? ¿Cómo identificar un vínculo tóxico?

Es importante que partamos de la base de que la distinción entre vínculos sanos y vínculos tóxicos es una clasificación cuyos términos  no se excluyan entre sí. En la realidad, un vínculo sano puede derivar en un vínculo tóxico y, más raramente, un vínculo tóxico podría llegar a convertirse en un vínculo sano. Eso quiere decir que el vínculo es algo dinámico, cambiante. Debemos ver el vínculo no como algo momentáneo, sino como un continuo que atraviesa distintas fases y da lugar a matices y niveles diferentes.

Podemos identificar un vínculo sano a través de algunos factores:

1. Está basado en la elección, no en la obligación, la culpa o la dependencia.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades con las que elegimos vincularnos libremente. Entonces, ¿qué ocurre con la familia?; si la familia es algo que nos viene dado, ¿podemos hablar de vínculos familiares? Es cierto que la familia de origen no se elige, pero sí elegimos nuestra manera de vincularnos con nuestro círculo familiar,  padres, hermanos…, sobre todo en nuestra edad adulta. No es lo mismo, por ejemplo, elegir vincularnos desde “el querer” (“Qué bien, hoy tenemos comida juntos,  así le puedo comentar a mi hermano lo que me pasó el otro día”) que elegir vincularnos desde “el deber” (“Voy a visitar a mis padres que, si no, dicen que no voy nunca”). En este caso es la naturaleza del vínculo lo que se elige.

2. Es nutritivo, nos enriquece intelectual y emocionalmente.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades que nos aportan emociones, vivencias o aprendizajes positivos que nos hacen crecer  y desarrollarnos. Por el contrario, aquellas actividades o personas que nos aportan sentimientos de culpa, que sacan de nosotros nuestros lados más negativos, que nos proporcionan vivencias nocivas para nosotros, son vínculos tóxicos.

3. Es flexible, se adapta a las circunstancias sin resultar absorbente.

Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades que permiten una cierta flexibilidad tanto en el tipo de relación como en las dinámicas que en ella se generan.

Un vínculo que puede ser sano en un determinado momento puede tornarse en tóxico, si su rigidez limita a las personas o les impide que se desarrollen. Esto suele ser muy común en las parejas, en las que los cambios son percibidos, en ocasiones, como sinónimo de peligro, haciendo que los miembros no puedan descubrir o desarrollar nuevas facetas de sí mismos. También, suele pasarnos en nuestro entorno laboral: aquellas empresas en las que desarrollamos diferentes acciones, en las que hay novedades en las tareas y en las que tenemos perspectiva de crecimiento, favorecen que los empleados se vinculen mejor al proyecto empresarial.

La manera de vincularnos con nuestro entorno está directamente relacionada con nuestra manera de ser y de sentir. Ambas se influyen mutuamente y se retroalimentan entre sí, de modo que se pueden generar cambios en ambas direcciones.

Por ejemplo, podemos establecer vínculos tóxicos en momentos vitales en los que no nos encontramos bien (insatisfacción en la pareja o en el ámbito laboral, falta de motivación, miedo a la soledad). De la misma manera, podemos no encontrarnos bien como consecuencia de alguna relación vincular tóxica. Ahora bien, esta situación de retroalimentación entre el vínculo y los sentimientos nos deja un mensaje de esperanza: si trabajamos para generar cambios en la manera de vincularnos, se puede generar un efecto de engranaje en el que muchas piezas de nuestra vida se muevan, generándonos bienestar en muchos ámbitos.

Aprender a establecer vínculos sanos con nuestro entorno es un factor necesario para el desarrollo y el bienestar personal. Los vínculos y la naturaleza de esos vínculos están en la base de dos de los pilares del ser humano: la identidad y la autoestima. Lo que somos y la manera en la que nos valoramos tienen mucho que ver con las relaciones que hemos establecido con nuestro entorno a lo largo de nuestra historia. Son esas vivencias las que hacen que nos definamos como hogareños, familiares, confiables, divertidos, extravertidos…

Tomar conciencia sobre nuestra manera de vincularnos nos alejará de repetir dinámicas relacionales tóxicas con los diferentes aspectos de nuestro entorno, por lo que os invitamos a reflexionar sobre vuestros vínculos y la influencia que tienen en vosotras y vosotros.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga familiar y de pareja

Grupo Crece

Pensamientos que nos hacen daño VI: Las "personalizaciones a través del locus de control"

Por si aún nos parecieran pocas (llevamos ya cinco distorsiones sin contar esta), hoy vamos a comentar uno de los filtros mentales más dañinos e hirientes. La personalización.

La personalización consiste en la atribución personal de algún hecho, en concreto un hecho negativo, para el caso que queremos explicar aquí.

Para entender bien esta distorsión, es conveniente hablar de un término psicológico llamado "locus de control".

El locus de control es el sistema mediante el cual atribuimos causalidad a las diferentes cuestiones con las que nos relacionamos en el día a día. La traducción más sencilla sería llamarlo "lugar de control", y se refiere concretamente a la causa a la que una persona otorga explicación a algo que ha pasado.

Quizá un ejemplo sirva para explicarlo mucho mejor. Imaginémonos un estudiante, que, pese a su gran esfuerzo en la materia de matemáticas, habiendo estudiado diariamente, buscando ayuda de profesores... no logra aprobar su examen de instituto. Este estudiante podría atribuir de dos formas esta consecuencia. Podría decir que el examen era demasiado complicado, y aquí el locus de control sería externo (ya que atribuye su examen a cuestiones externas a él) o de lo contrario podría decir que las matemáticas son realmente difíciles para él y quizá dude de su capacidad numérica (en este caso habría un locus de control interno, porque el estudiante justificaría su suspenso a su falta de capacidad). También podría pasar que el estudiante realmente no se haya esforzado lo suficiente, y en este caso el locus interno más sano sería atribuir "no me he esforzado" y el locus externo "el examen es difícil" le impediría hacer una autocrítica adecuada y sana.

Pues al igual que este estudiante, las atribuciones de locus de control las hacemos todas las personas. Y además de hacerlas en lo interno (sobre nosotros mismos) o lo externo (sobre el medio), también lo hacemos sobre si depende de nuestro control (controlable o incontrolable) y sobre si es algo que se mantendrá siempre o podrá cambiar (estable o inestable).

Imaginemos una persona importante para nosotros cuando se encuentra muy triste, o que esté pasando una mala racha que le tenga decaído. Esta emoción o estado anímico va a afectar muy probablemente a su locus de control. Probablemente si le felicitamos por algo bueno que entendemos que ha hecho, nos dirá que no es para tanto o que fue por suerte (por tanto atribuirá algo positivo al entorno, y no a sus cualidades). También tenderá a pensar que esta cuestión no estaba bajo su control (incontrolable) y que en futuras situaciones no le irá tan bien (inestable). Sin embargo, es mucho más probable, que cuando alguien le haga ver una cuestión negativa, lo considere algo interno (por su incapacidad), estable (ya que pensará que siempre le ocurre) e incontrolable (ya que no puede hacer nada para cambiar). Está claro que es una forma de atribuir muy depresiva, propia de personas muy tristes o con una autoestima dañada.

Vamos a imaginar ahora, sin embargo a una persona narcisista (dícese de la gente que tiene una personalidad en la cual necesitan dan a entender a la gente que están por encima de los demás). Seguro que conocéis a alguien que se asemeja a este perfil. En este caso, probablemente esta persona atribuya la mayoría de las cuestiones positivas a sus cualidades internas, y las negativas a algo externo, para defender de esta forma su identidad. Y todas estas cualidades positivas, por supuesto, las percibirá como controlables por su parte y estables, mientras que las negativas serán siempre externas e incontrolables por él. Así nos damos cuenta de la gran diferencia de los dos perfiles, sin embargo dañinos en ambos casos.

Pues al igual que estos perfiles, todas las personas tenemos una forma de atribuir, y en esta cuestión surge la distorsión de la "personalización".

Esta distorsión consiste en llevar a lo personal diferentes cuestiones del entorno, y, normalmente las que nos hacen daño. Ahora vamos a pensar en una joven residente de primer año trabajando en un hospital. Esta joven médico pasa por uno de los pasillos y lee un comunicado importante: "a partir del día de hoy, ningún residente de primer año podrá atender a pacientes sin la supervisión establecida por los residentes de mayor grado". Imaginemos entonces que esta joven residente de primer año concluye con este pensamiento: "no se fían de como trabajo". Es un caso claro de personalización, cuando un mensaje por diversos motivos, va conducido a todo un colectivo, nuestra joven protagonista lo ha personalizado en ella, y por tanto esta distorsión probablemente afecte a su estado anímico y su conducta. Esto mismo nos puede pasar a nosotros cuando alguien nos contesta en un tono seco mientras nos atiende en un supermercado, o con una compañera de trabajo que lleva todo el día un poco esquiva. Esta distorsión nos puede ocurrir muchas veces también cuando estamos en un grupo donde quizá no nos sintamos del todo cómodos por que conozcamos a poca gente: "esa gente se está riendo de mi, deben pensar, ¿quién es este tío?" o le puede pasar a algunos grupos en concreto, incluyendo en este caso otros aspectos como el racismo, la homofobia o la desigualdad de género "seguro que me miran mal porque soy mujer, homosexual o de otra raza". Aunque evidentemente habrá casos en que esto podrá ocurrir de verdad y no ser una distorsión, dicha distorsión se detecta cuando no hay pruebas suficientes de ello.

Claves para gestionar la personalización:

1) Analizar nuestro locus de control

¿Estoy llevándolo a lo interno o externo?, ¿realmente tiene que ser por mi?, ¿existen otras opciones igual de plausibles?...

2) Estudiar y gestionar nuestra emoción.

¿Cómo me encuentro. ¿Es posible que lo haya personalizado porque me siento triste y estoy especialmente susceptible. ¿O por alguna otra emoción? ¿Por qué estoy sintiendo esta emoción?

 

Cuentos de sabidruría milenaria: El Elefante

Cuando nuestra realidad es sólo una parte de la verdad...

Nuestras percepciones sensoriales y experiencias de la vida pueden conducirnos a un acceso limitado de la realidad y a malas interpretaciones de ésta.

Nuestro punto de vista sobre nosotros mismos, los demás y el mundo sólo es una forma de mirar y conocer. Si lo tomas como una Verdad Absoluta, estarás perdiendo la oportunidad de descubrir formas de mejorar tu vida, de ampliar tus horizontes, de vivir tranquila.

La flexibilidad permite la adaptación y, como decía Darwin:

 El elefante

En los confines de una tierra que no estaba ni muy al Norte ni muy al Sur, ni tampoco muy al Este ni muy al Oeste, había una ciudad que tenía una extraña particularidad: Todos sus habitantes eran ciegos. Pero como quiera que el contacto que estos mantenían con el mundo de la visión normal, era cada vez más raro y escaso, habían olvidado su condición de ciegos y, se habían acostumbrado a esa forma de vida con toda normalidad.

En las leyendas de aquella comunidad, al igual que en muchas otras, se hablaba de la existencia de un misterioso animal que nadie podía definir ni describir y, al que los buscadores perseguían en mil y un intentos por conocer. Tan sólo se sabía que tenía por nombre: “Elefante”, y que, un día, tampoco no muy lejano, se lo llegaría a conocer.

Sucedió en un otoño ventoso que un rey y su cortejo venidos de una lejana tierra, acamparon cerca del lugar trayendo un elefante consigo. Al poco tiempo, el rumor se extendió alcanzando a la ciudad de los ciegos que sintió por fin llegada su oportunidad de satisfacer aquella histórica curiosidad de desvelar dicho secreto. Hasta entonces, sólo contaban con conjeturas acerca del mismo, existiendo siempre estudiosos e investigadores que comunicaban apasionadamente sus conclusiones. Sin embargo, éstos no llegaban totalmente a convencer a los habitantes de aquella ciudad que tenían serias dudas acerca de la verdad definitiva.

Por ésta y otras razones, algunos de los miembros más aventureros dela Ciudad de los Ciegos, aprovecharon la ocasión de conocer y, se marcharon a investigar y comprobar la verdad definitiva de cómo era aquello que los obsesionaba.

Y así tras el largo camino, conforme uno a uno llegaban junto a su imponente presencia, tanteaban y tocaban con minuciosidad lo que cada cual podía percibir de aquella gran realidad. De esta forma, también uno a uno alcanzaban extraordinarias conclusiones.

Tras la propia experiencia de palpar al elefante, cada cual pensó que al fin conocía el Misterio, que al fin sabía lo que tanto habían buscado porque ya había llegado el día en que lo habían podido tocar con sus propias manos.

Poco a poco, cada uno de los destacados exploradores fue regresando a la Ciudad de los Ciegos, en donde sus conciudadanos esperaban apiñados e inquietos formando impacientes grupos. En realidad, todos estaban ansiosos buscando la verdad.

Llegó el momento de exponer públicamente la forma y aspecto del elefante, de manera tal que todo el pueblo escuchara lo que aquellos estudiosos iban a disertar:

"Adopta una forma grande, rugosa, ancha y gruesa como un felpudo viviente..." dijo el primero.

El pueblo que escuchaba exclamó en un rumor de sorpresa.

Cuando le tocó el turno al que había palpado la trompa dijo a los presentes:

"Yo conozco los hechos reales. Puedo jurar por el honor de mi estirpe que es como un tubo recto y hueco, horrible y destructivo."

Un nuevo rumor de comentarios y exclamaciones se manifestó en los presentes.

Seguidamente habló el que había palpado la panza.

"Hacedme caso. Yo sé de verdad como es. Es una masa enorme, abultada e inabarcable. Permanece tranquila y parece moverse con mucha lentitud."

Y por fin le tocó el turno al último que como quiera que había tocado sus patas dijo:

"Es poderoso, recto y firme como un pilar. Os lo juro."

El pueblo ya había tomado posiciones y todos discutían acerca de los testimonios de los especialistas allí congregados. Cada punto de vista estaba desencadenando, no sólo una particular escuela, sino toda una corriente ideológica y cultural acerca de aquel antiguo Misterio.

De pronto y en medio de la gran controversia, se oyó la balada de alguien distante que se aproximaba. Su melodía y su voz resultaban tan extrañamente resonantes que fueron apagando los murmullos de los presentes, mientras el canto de un estribillo, aumentando su tono decía:

 “El conocimiento de lo Real no se revela a los ciegos de corazón. Sólo con otros ojos conocerás insospechados cielos"

 (Atribuida a Rumi, sufí persa del siglo XIII)

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece

Pensamientos que nos hacen daño. Parte V: "Las etiquetas"

La distorsión mental automática de la que hablaremos hoy son las etiquetas, las cuales utilizamos muchas veces de manera inadecuada, excesiva y categórica, y, pese a que a simple vista parecen sencillas de reestructurar, su carácter automático nos hace contemplar al mundo o a nosotros mismos desde esa etiqueta.

Las etiquetas en si no son algo negativo, al contrario, nos ayudan a simplificar el mundo para poder actuar de una forma más rápida y adaptativa y también nos permiten ahorrar tiempo y recursos mentales para resolver la cantidad de soluciones a problemas o decisiones, a las cuales sometemos a nuestro cerebro durante nuestro día a día.

Pongamos un ejemplo:

Tenemos una cantidad de tiempo escaso en nuestro trabajo para parar a comer y retomar la faena. Buscamos las diferentes opciones para alimentarnos bien, pero también, buscamos ser rápidos, y por otro lado, valoramos el estrés que nos puede suponer y si nos merece la pena. Decidimos bajar al supermercado más cercano una vez hecha esta reflexión, y, gracias a nuestra experiencia y a las etiquetas, en el momento de la cola nos comportamos adaptativamente: "ese cajero es muy lento" (probablemente porque tiene menos experiencia), "la señora mayor va muy despacio y paga con moneditas"... Como podéis ver, utilizamos estas etiquetas para conseguir adaptarnos mejor al mundo, aunque podamos caer en el error de caer en prejuicios o de ser injustos (quizá el otro día al cajero al que llamo lento, sencillamente tuvo una mala mañana, o quizá no sea justo meter en el saco a esta señora mayor de ser lenta), nos compensa hacerlo para lograr nuestro objetivo (comprar comida lo más rápido posible, que sea sana y que me pueda dar tiempo antes de reanudar el trabajo).

El problema de las etiquetas, es que, no solo las utilizamos para adaptarnos a nuestro medio y elaborar una respuesta mejor, sino que también nos sirven para evaluarnos a nosotros mismos en nuestro desempeño o nuestra persona, y en estas ocasiones, si que pueden ser muy dañinas.

Desde nuestra infancia, a través de nuestros padres, maestros, educadores, familiares, amigos... vamos integrando y recibiendo estas etiquetas de manera constante y continua. Estas etiquetas las podemos recibir directamente a través del lenguaje: "niño, eres un desastre" y posteriormente, también, a partir de nuestras experiencias: "soy un fracasado".

 ¿De qué forma se van haciendo dañinas estas etiquetas?

Conforme vamos creciendo, las personas vamos desarrollando nuestra identidad, formando nuestro autoconcepto y por tanto construyendo nuestra autoestima. Una etiqueta puede resultar muy categórica si no se entiende bien, nos puede señalar como "inteligente", "vago", "desastre", "artista"... y tanto las que parecen positivas, como las que claramente son negativas, pueden contribuir al desarrollo de una autoestima dañada. ¿Por qué?. Porque un niño al cual le bombardeemos continuamente diciendo que es inteligente, no entenderá cuando algo no sepa resolverlo, quizá no lo acepte, ya que él es inteligente y no tiene sentido no saber resolver algo, por tanto lo que probablemente haga más de una vez sea atribuir sus fracasos a los demás, y no a uno mismo. ¿Y un niño al que le digamos continuamente desastre?. Probablemente considerará que no tiene capacidades para resolver ciertas cuestiones y sentirá que depende de otros para que se las resuelvan, tenderá, entonces, a buscar a estas figuras para que solucionen sus problemas y estará mucho menos motivado a aprender o mejorar: "¿para qué?, si yo soy un desastre, para eso no valgo , se me da muy mal". Estos son dos ejemplos de autoestima dañada.

¿Y cómo podemos luchar contra las etiquetas, tanto con uno mismo como con los demás?

Aquí os dejo algunos consejos:

1.- Cambiar la etiqueta por un lenguaje descriptivo y objetivo

En el ejemplo de "eres un desastre", la solución aplicando este consejo sería:

"El cuarto vuelve a estar desordenado, esto me disgusta y estoy convencido de que puedes dejarlo mucho mejor"

En un ejemplo de etiquetas contra uno mismo sería algo así (ejemplo: "soy un desastre"):

"Es cierto que no he tenido mi mejor día en el trabajo, puede ser que no esté rindiendo a mi mejor nivel últimamente, se hacerlo mucho mejor..."

Estos mensajes son mucho más sanos para nuestro yo, al ser descriptivos, señalan en qué podemos mejorar e indican la parte en la que no estamos funcionando. Son como críticas constructivas.

2.- Hacer preguntas a la etiqueta para gestionarla.

Preguntas del tipo: ¿en qué estoy siendo un desastre?, ¿realmente siempre lo soy?, ¿qué ejemplos se te ocurren?. ¿hay situaciones en las que haya sentido que funcione bien en este aspecto?, ¿hay aspectos que puedo mejorar o realmente estoy condenado a ser un desastre?...

Al igual que en la anterior, estas preguntas cuestionan la etiqueta y nos ayudan a analizar con más objetividad la autocrítica interna, para que sea más constructiva y sana.


Realidad... ¿virtual?

Vivimos en una sociedad bombardeada por las nuevas tecnologías, las redes sociales y otros medios que hace 20 años sólo se creían posibles en la mente de Steven Spielberg.

Todo avanza muy deprisa, tanto, que los dilemas morales se plantean a la par que emergen más nuevas tecnologías.

Computadores que piensan por sí solos, coches que conducen de manera automática, aplicaciones para hacer deporte, para conocer gente… ¡¡aplicaciones para todo!!

Hemos visto películas como Matrix, Los Juegos del Hambre, Divergente, La Isla, Yo Robot, Her… que nos muestran un posible futuro desesperanzado, frío y desolador… y nos preguntamos ¿está realmente tan lejos de convertirse en realidad?

Nos advierten constantemente sobre el peligro de las nuevas tecnologías, mientras nos avasallan con anuncios sobre los modelos más novedosos de teléfonos, tablets… y nos venden que no adquirirlos es quedarse atrás…

Vivimos en una realidad, que a veces se nos antoja como virtual, ¿Cuánto de verdad hay en las redes? ¿Acaso no mostramos sólo lo que queremos que los demás vean?

ACEPTANDO LA REALIDAD…

Bien, sé que todo esto puede abrumarnos en muchas ocasiones, pero debemos aceptar la siguiente premisa: la vida es cambio. Constante, rápido, y a veces sí, abrumador, pero cambio al fin.

Es importante para nuestro bienestar aceptar que la realidad en la que vivimos ya no es la que era. Aceptar no quiere decir conformarse, no hacer nada para cambiarla, o abrazar todo lo que venga.

ASPECTOS POSITIVOS

Podemos para empezar, ser conscientes de que las nuevas tecnologías nos han traído cosas positivas.

Por una parte, tenemos más acceso que antes a la información, disponemos de más medios, de más fuentes… lo que hace más complicado que los medios nos manipulen.

Disponemos de una ayuda extra para tareas que nos resultan difíciles: aplicaciones que nos ayudan a llevar una dieta sana, vender las cosas que ya no utilizamos, a administrar nuestras tareas y nuestro tiempo…

Por otra parte, es un medio para conocer a gente nueva, de diferentes lugares y culturas.

Y por supuesto, es un medio que nos permite comunicarnos con nuestros seres queridos con mayor facilidad que antes. Es un medio que nos acerca a los demás, si sabemos usarlo correctamente.

No debemos confundir la vida REAL con la VIRTUAL, por supuesto, pero síencontrar este equilibrio para quelas nuevas tecnologías pueden convertirse en nuestras aliadas.

VIVIR ESTANDO PRESENTES…

Fundamental para encontrar este equilibrio del que os hablamos, es estar presentes, vivir el momento y ser conscientes de él.

Estar con nuestra atención y nuestros sentidos puestos en el momento actual: si nos toca trabajar, estar concentrados, si nos toca cenar con nuestras familias, estar en esa cena y si nos toca estar de vacaciones, disfrutar del entorno, de la compañía, de la tranquilidad....  No estar pensando en a quién le tenéis que enviar un correo de trabajo en vuestra cena familiar, o en el trabajo no estar pensando a qué agencia de viajes tenéis que llamar para iros de vacaciones y en las vacaciones no estar pensando en las fotos que os tenéis que hacer para mostrarles a vuestros amigos y compañeros las buenas vacaciones que habéis pasado… porque de esta manera os veréis atrapados en un círculo vicioso que nunca acaba, y en el que te acabas perdiendo todo lo que crees vivir.

El momento presente es el más importante, porque es sobre el único que tenemos cierto control, y como está en nuestras manos, tambiénestá en nuestras manos disfrutar de él.

Recordar esto la próxima vez que os descubráis a vosotros mismos con el teléfono en la mano, sin hacer nada realmente, no estando presentes en lo que tenéis delante, e intentad sumergiros en lo que ese momento os aporta.

Romina Collado

Psicóloga y formadora

Grupo Crece

Sobre el amor: Hasta que la realidad irrumpe

Hay un tiempo de convivir con mariposas en el estómago. Hay un tiempo en el que las caricias, besos y demás gestos especiales son lo primero en la mañana que queremos ofrecer al amado/a. Un tiempo donde las diferencias con él/ella se ven como cosas insignificantes que noscomplementan, o que se solucionarán, porque " ya me encargaré yo de que le guste lo mío".

Y de repente, llega el tiempo en el que nos encontramos con el otro de verdad. Es ese momento en el que lo cotidiano nos hace descender de ese maravilloso mundo del amor donde todo es posible. Y, a veces, descendemos de golpe y porrazo. Empezamos a ver comportamientos que no nos cuadran con ese "hombre/ mujer del Olimpo" del que nos enamoramos.

 ¿ Es que me ha engañado?

Es imposible conocer al otro desde el primer momento. A medida que va pasando el tiempo, se dan circunstancias vitales que nos hacen responder de una forma u otra, mostrando así nuevos comportamientos que antes desconocíamos en el otro ( y en nosotros mismos).

Y en otras ocasiones, esos mismos comportamientos sí aparecían, pero el AMOR nos hacía justificarlos, dulcificarlos, o incluso tratarlos como algo que podría cambiar.

 Es un momento de vértigo. ¿ Continúo la relación?

No te asustes. Forma parte de la evolución normal de las parejas, por lo que debes interpretarlo con naturalidad a pesar del dolor y angustia que produce.

IMG_0378.JPG

Es una oportunidad para ver al otro como un igual, sin mitificaciones . Es, por fin, poder " ver" al otro y que nos " vean", sin disfraces, sin máscaras. Es momento de centrarnos en nosotros y en el otro y dejar de lado nuestro AMOR POR EL AMOR.

A partir de aquí, la decisión que tomemos con respecto a la continuidad de la relación NO se debe fundamentar en el dolor y el desengaño que nos produce esa desidealizacion, sino en si al reconocer al otro con sus verdades y mentiras, deseamos que esa persona sea la compañera que queremos al lado para compartir camino.

En resumen: aprovecha la crisis para mirar con otros ojos y darte cuenta de la persona que tienes enfrente.

Os invito a realizar un ejercicio que os puede ayudar a descubrir a quién tienes a tu lado:

1. Durante una semana apunta en un folio en blanco las cosas que vayas viendo de tu pareja que te gusten. Cosas lo más específicas posibles, no generales. Cosas que veas, no que supongas que hace. Gestos contigo, con los otros.

2. La siguiente semana apunta las cosas que no te gusten. Igual que antes, cosas lo más concretas posibles. Si no sabes por qué ha hecho algo, pregunta antes que inventar o suponer.

3. Al cabo de esas dos semanas haz una valoración de los folios, no por la cantidad de cosas escritas, sino por la calidad. La valoración debe venir dada no por cómo debería ser una relación, sino por cómo quieres que sea la tuya.

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga y terapeuta

Grupo Crece

 

Nuestra autoestima como madres y padres

La autoestima es uno de los constructos que más trabajamos en Psicología. Hablamos muchas veces de nuestra autoestima personal o de la autoestima de los niños, y de cómo construirla de una manera sana y positiva. Pero ¿y nuestra autoestima como padres y madres?

Uno de los grandes retos de la maternidad y la paternidad consiste en crear un nuevo rol, con todos sus matices, y hacernos fuertes en él. Nuestro rol como padres y madres será la identidad desde la cual nos relacionaremos con nuestros hijos, nuestra manera de tratarles, de posicionarnos frente a ellos. Tal es la importancia de esa construcción que el apego que se generará en nuestras hijas e hijos no será tanto hacia nuestra persona, sino hacia nuestro rol como madres o padres. Esta realidad nos puede llenar de dudas e inseguridades (¿lo estaré haciendo bien?; ¿estaré eligiendo lo mejor?; ¿me arrepentiré?...), y llevarnos a generar roles confusos, a contradecirnos, a no ser coherentes..., generando inseguridad en la relación y en el apego.

Nuestra autoestima como padres y madres tendrá unainfluencia directa en nuestra manera de relacionarnos con nuestros hijos e hijas. La autoestima será para los pequños la fuente de seguridad, un factor necesario a la hora de ponerles límites y transmitirles seguridad, e incluso a la hora de mostrarles el afecto:

los padres y madres con una autoestima más sana son más reforzadores, dan más afecto y generan un clima emocional más estable.

Como padres y madres es necesario que nos sintamos seguros en nuestro rol paternal o maternal, independientemente de la seguridad que sintamos en otros roles que desempeñamos en nuestra vida (laboral, personal...). Para encontrar esta seguridad hay una serie de cuestiones que tenemos que recordar:

  1. Siempre se sobrentiende que las madres y padres intentamos desempeñar nuestro papel lo mejor que podemos. Nadie nos exige la perfección, sino humildad para saber reconocer los errores y buscar información y ayuda cuando la necesitamos.
  2. La relación paterno y materno-filial es una relación asimétrica, desequilibrada. No vamos a recibir lo mismo que damos, lo cual no significa que no estemos haciendo una buena labor.
  3. Es importante tomar conciencia de lo que queremos aportar a nuestros hijos e hijas, de los principios y valores en los que queremos educarlos, y vivir de acuerdo a ellos, de modo que nuestros hijos perciban una coherencia entre nuestras palabras y nuestros actos.
  4. Tenemos que ser conscientes de nuestras fortalezas y crecer en confianza a partir de ellas.
  5. La mayor huella que vamos a dejar en nuestros hijos e hijas está en los pequeños gestos del día a día, no en los acontecimientos más extraordinarios o menos normativos.
  6. Independientemente de cómo nos sintamos en otras facetas de nuestra vida, nunca podemos olvidar que somos las personas más importantes para nuestros hijos, su referente.

Disfrutar de nuestro papel y de la relación con nuestros hijos, ajustar nuestra propia exigencia y entender que nuestra maternidad y paternidad es un proceso que está en continua construcción nos ayudará a vivir nuestro rol de manera más positiva y consciente.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga infanto-juvenil y familiar

Grupo Crece

La tiranía de la sobreprotección

La revista estadounidense Slate encuestó a 6000 lectores y les preguntó qué cosas de las que hacían de pequeños permitían hacer hoy a sus hijos. La respuesta mayoritaria fue la siguiente: los niños actuales gozan de menos libertad que sus progenitores.

Aunque la protección hacia los hijos sea algo natural y necesario, ya que cuando son pequeños nos necesitan y dependen de nosotros, hay que poner cuidado en no sobrepasar la delgada línea entre la protección y la sobreprotección.

¿Cuándo es sobreprotección?

Diríamos que sobreprotegemos a nuestros hijos cuando vamos más allá de cubrir sus necesidades básicas y afectivas y empezamos a solucionar sus problemas o tomar decisiones que pueden tomar ellos mismos, cuando entorpecemos su autonomía por nuestros propios miedos.

En definitiva, cuando les impedimos hacer determinadas actividades, ir a determinados sitios… por nuestros propios temores y de manera prolongada en el tiempo.

Algunos tipos de sobreprotección…

Papás/ Mamás agenda

Este término se volvió viral cuando lo acuñó la experta en coaching Noelia López-Cheda en su publicación Me niego a ser la agenda de mi hija por WhatsApp.

Se refiere a las mamás o papás que a través de grupos de WhatsApp del colegio se encargan de que sus hijos cumplan con las tareas, entre otras cosas.

En esta publicación, la autora defiende que los hijos deben tener su parte de responsabilidad, y que no es beneficioso para ellos que nosotros los adultos asumamos su parte.

Papás/ Mamás helicóptero

Son aquellos padres o madres que, por decirlo de alguna manera, sobrevuelan constantemente la vida de sus hijos en un estado de excesiva vigilancia y control.

Serían aquellos progenitores que se involucran en cuestiones donde los niños pueden desenvolverse perfectamente, o donde no debería ejercer tanto control porque se trata de temas relacionados con la identidad personal (gustos, aficiones, elección de estilo…).

Papás/ Mamás apisonadora

Son aquellos padres y madres que aplanan el camino para que sus hijos no tengan que hallar dificultades.

Lo cierto es que como padres y madres existe cierta tendencia natural a que nuestros hijos no tengan que enfrentarse a las dificultades que hemos pasado nosotros, pero no debemos olvidar, no obstante, que es la superación de obstáculos, la resolución de problemas lo que nos fortalece y nos da la sensación de control sobre nuestras vidas y nuestras dificultades.

Papás/ Mamás guardaespaldas

Este término alude a aquellos padres que son quizás demasiado sensibles ante cualquier estimulo que consideren (con demasiada facilidad) un ataque hacia su hijo, bien sea por una mala nota, un castigo en el colegio, una crítica, etc.

Esto se hace más notable en los colegios, donde los maestros están cada vez más cohibidos en su rol ya que los padres ejercen actualmente más presión en este ámbito.

 ¿Cuáles son las consecuencias?

Cuando esta burbuja de sobreprotección estalla, trae consigo conflictos a los que el niño debe enfrentarse.A continuación, mencionamos algunas de las más comunes.

Personas miedosas

La advertencia constante sobre los posibles peligros (sean reales o no), unido a no haberles dado herramientas para enfrentar los problemas, trae como consecuencia el miedo a enfrentarse a la vida, a relacionarse con los demás, o a afrontar con éxito diferentes situaciones.

Personas dependientes

Relacionado con el apartado anterior, si no les guiamos hacia su autonomía, en la toma de decisiones o a gestionar sus problemas, es probable que dependan más de los demás por su sensación de falta de recursos para hacerlo por su cuenta.

Autoestima deficiente

Si uno necesita constantemente de los demás porquesiente que es incapaz de desenvolverse solo ante situaciones de la vida diaria, terminará por desarrollar la percepción de que es un “inútil”, que nunca podrá enfrentarse a la vida por su cuenta.

Déficit en el desarrollo de sus capacidades

Si no permitimos a nuestro hijo explorar por su cuenta, probar y equivocarse, le estamos privando de la capacidad de aprendizaje, que en definitiva se consigue gracias a ese ensayo-error. Le estamos privando de experiencias que pueden ser enriquecedoras y ayudarle de cara al futuro.

Baja tolerancia a la frustración

Los padres sobreprotectores muchas veces tienden a ser permisivos, por miedo a que sus hijos sufran pueden llegar a darles todo lo que piden. Por tanto, los niños no aprenden que no siempre se consigue lo que se quiere, es decir, se enfrentan poco a la frustración. El resultado de esto es que reaccionen ante la frustración con agresividad y pueden incluso llegar a convertirse en pequeños tiranos.

Cómo evitamos caer en la sobreprotección…

-    Tratarle acorde a su edad.

-    Favorecer su autonomía, de acuerdo a edad y capacidades, animándole en cada paso.

-    Dejar que se enfrente a los problemas y que encuentre por sí mismo las soluciones.

-    Dejar espacio para su intimidad (no atosigarle con preguntas e interrogatorios).

-    Favorecer que se relaciones con gente de su edad sin tener que estar en constante supervisión (por supuesto dependiendo de la edad y situación), para favorecer también su autonomía en las relaciones sociales.

-    Establecer unos límites y normas claros en casa. Que aprenda que las cosas se consiguen mediante el esfuerzo.

-    Aceptar a nuestros hijos tal y como son, con sus fortalezas y sus limitaciones.

Por suerte, en nuestras manos está el cambio. Si tú, como madre o padre te has sentido identificado con el estilo sobreprotector, estás a tiempo de cambiar y guiar a tu hijo hacia su autonomía y felicidad.

Romina Collado

Psicóloga educativa y formadora

Grupo Crece